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Inocente amor por Kyu_Nina

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Notas del capitulo:

Hola a todos (^-^)/ aquí les publico un nuevo capítulo. No hay mucho que decir salvo que espero que sea de su agrado.

Una pequeña aclaración, esta es la primera parte del capítulo 3 y en los comentarios finales les diré el porque, es todo.

El amor es la daga al corazón cuando está lejos 

 

El fin de semana llegó y los alumnos de todas las escuelas -y también de universidades- celebraban el inicio de un merecido descanso. Algunos ya estaban planeando lo que harían esa noche y los dos días siguientes que tendrían libres, otros solo pensaban en lo mucho que podrían dormir luego de pasar toda la noche en vela jugando a sus video juegos favoritos, algunos incluso ya tenían sus cosas preparadas para un buen fin de semana en la playa, en fin, planes por aquí y por allá.

Entre todos esos estaba un joven moreno con pecas en la cara, su plan para el sábado estaba decidido desde hace casi una semana. Le había prometido a Luffy que lo llevaría al parque de atracciones y pensaba cumplirlo, además tenía pensado otro lugar por el que pasarían antes de ir al primero, seguramente tendrían todo el día ocupado desde la mañana hasta la tarde.

Ese mismo día sus amigos le ofrecieron ir a una fiesta con ellos, “es la rumba” fue la expresión utilizada por marco para convencerlo, sin embargo, se negó. Aún tenía unas cosas que confirmar para el sábado y aunque podía atenderlas rápido para asistir a la fiesta, terminaría desvelándose hasta las ¿Cuatro o cinco de la madrugada? Claramente no era la idea. Aquello terminó con un reproche por parte de sus compañeros manifestando que ya nunca tenía tiempo para ellos, y es que, durante la semana solo se veían las caras en el liceo porque las tardes las ocupaba en cuidar a su vecino, aquello lo entendían, pero incluso más de un fin de semana terminó abandonándolos por estar con el mismo niño que veía todos los días. No quería que lo mal entendieran, le gustaba pasar tiempo con sus amigos, ¡Divertirse con ellos era genial!, también disfrutaba de las fiestas, bonchones, rumbas y demás cosas, pero, si le daban a escoger entre estar metido en una pachanga hasta las tres de la madrugada o pasar un día con Luffy, su decisión era obvia. Marco y Thatch desaprobaron su idea, pero no le importó, para él así estaba bien.

Abandonó el bus con rapidez llegando a su casa como un rayo, sabía que no encontraría a sus padres pues estos aún estaban en el trabajo por lo que fue directo a su habitación sin revisar nada más. Aún era bastante temprano, las once y algo más de la mañana, cosa que le agradecía con el alma a su profesora de historia –la única que le agradaba aunque en ocasiones llegaba a dar miedo– quien les dejo ir casi dos horas antes de la salida oficial. Ahora tendría tiempo de revisar el itinerario del siguiente día sin preocuparse porque el menor se enterara de todo.

Lanzó la mochila a cualquier lugar de su habitación, se dejó caer sobre el colchón y metió las manos debajo de su cama para sacar su laptop de allí. La encendió y clicó en varios enlaces que había dejado guardados en la configuración del buscador con anterioridad. Estuvo en eso una media hora o un poco más, verificando horas y confirmando solicitudes hechas el día de ayer.

Fue hasta que escucho el motor del carro de los señores Monkey que apagó su ordenador. Estiró su cuerpo y dispuso bajar las escaleras en medias –no se dio cuenta en qué momento se había sacado los zapatos–, abrió la puerta de su casa y saludo al niño que llegaba de su día en la escuela. Luffy al verlo sonrió con entusiasmo corriendo en su dirección para abalanzarse sobre su cuerpo y estrujarlo hundiendo la cara en su abdomen.

 

– ¡ACE! Shishishi. – Exclamó alegre recibiendo una caricia en sus cabellos.

– Hola Luffy, ¿Qué tal te fue en la escuela?

– ¡Genial! – Se soltó para mirar con emoción al mayor. – Vivi llevó hoy a un ave que tiene de mascota, ¡Es enorme! Y Zoro olvidó su desayuno, Nami le hizo un pres… ¿Prestagio? Preterio… precumo… – Hizo una mueca con la boca y rascó su cabeza tratando de recordar la palabra utilizada por su amiga.

– ¿Préstamo? – Ayudó al menor enarcando una ceja.

– ¡Préstamo! – Repitió. – Pero debía devolvérselo con intereses, así que ahora tiene una deuda con ella, aunque yo no sé qué es eso. – Terminó riendo tras contar aquello.

 

Préstamos, deuda, cobro, dinero, intereses. Aquellas eran palabras muy comunes cada vez que el niño hablaba de su amiga. A Ace le recorrió un escalofrió por la espina dorsal, no sabía por qué pero presentía que cuando creciera se convertiría en una mujer de cuidado.

Luffy entró a la casa del mayor como si se tratara de la suya propia, aunque para Ace y él ese hecho era básicamente cierto, era como vivir en dos casas, cuando te aburrías de una te ibas a la otra y así se mantenían. El joven de pecas giró su cuerpo y notó como la madre del menor se acercaba hasta él con tranquilidad.

 

– Buenas tardes, señora Lucia. – Inclinó ligeramente su cuerpo en un saludo cortes.

– Hola Ace, saliste temprano de clases. – Habló con armonía la mujer frente a él.

– Si bueno, no había mucho que hacer a última hora.

– Ya veo, tu mamá me encargo decirte que todo el almuerzo está preparado así que solo tendrás que calentarlo. Yo compré golosinas para ti y Luffy, están en la casa, ve por ellas cuando quieras. – La mujer dejó una suave caricia en la mejilla del pecoso, como lo hace una madre con su hijo. – Si mi hijo no se comporta sabes que tienes todo el derecho de reñirle. – Sonrió, sabiendo que aquello era imposible pues el joven jamás regañaba a Luffy por nada, y las veces que lo intentaba el pequeño terminaba ablandándolo. – Tienes las llaves de la casa ¿Verdad? Es hora de irme, debo llevarle el auto a mi esposo y llegar a mi trabajo. Cuídense los dos.

– Si, no se preocupe, estaremos bien. Tenga un buen día. – La mujer se despidió del joven y regreso a su auto para ir a su jornada laboral.

 

Nedakash D. Lucia, ese era nombre de la madre de Luffy, una persona tranquila, amable, cariñosa, todo a su alrededor parecía estar en perfecta armonía y reposo, al escucharla hablar de alguna manera una calma invadía tu cuerpo. Era como si la mismísima paz hubiera renacido en un cuerpo humano, a veces costaba creer que fuera la madre del niño. Al contrario de Lucia, Luffy era… bueno, era Luffy. Ace sonrió con diversión ante la idea y posteriormente cerró la puerta de la residencia.

 

-1-

 

Era la mañana del sábado y su despertador no paraba de emitir el chirriante y molesto pitido que buscaba perforarle la membrana auditiva hasta dejarle sangrando. Molesto abrió los ojos dejando que poco a poco la mirada se le enfocara, el techo fue el primer paisaje que se encontró; rodó sus ojos y allí estaba, el aparatejo del demonio culpable de la interrupción de su agradable sueño. Fue a inclinarse para apagarlo de una vez por todas en lo que sintió un peso extra, al virar su rostro se encontró con un cuerpecillo abrazado a él y con una pierna sobre su torso.

 

– ¿Luffy? – La confusión en su rostro fue aclarándose a medida que los recuerdos del día anterior le llegaban al cerebro.

 

Pasaron la tarde haciendo una que otra tontería, ayudando al más joven con sus tareas, jugando algunas partidas en la Switch hasta que llegaron los padres del menor. Había ido a cenar con ellos y de paso aprovecho de pedirles que Luffy se quedara esa noche con él, así evitaría despertarlos temprano para… ¿Había olvidado algo importante? Quedo en blanco por segundos hasta que sus ojos se abrieron en sorpresa, ¡La hora!, giró rápido para ver el reloj sobre su mesa de noche.

 

– ¡Mierda! – Profirió. Eran las ocho con diecisiete de la mañana y se supone que debían salir a las nueve de la casa. Se sentó sacudiendo la cabeza para despejarse, eso le pasaba por hacerle caso al niño y dormirse tarde. Apagó la alarma y zarandeó con cuidado al infante para despertarlo. – Luffy… Luffy despierta, se nos ha pasado la hora y vamos tarde.

 

El muchachito solo se removió para girarse y quedar en la posición contraria a la que estaba.

 

– Venga Luffy que no llegamos. – Se levantó de la cama y cargó al niño en brazos. Ace frotaba la espalda de Luffy tratando de espabilarlo mientras sus piernas lo guiaban al baño.

 

Tras un minuto de intentos el menor por fin decidió abrir sus ojos, aparentemente sin entender porque el de pecas lo despertaba tan temprano. Ace lo dejó en el suelo frente al lavabo, aún se notaba somnoliento pero, por lo menos, se mantenía de pie. Tomó su cepillo de dientes mojándolo un poco antes de aplicarle la pasta dental y meterlo a su boca, con el del menor –uno que compró para las noches en las que el niño se quedaba con él– hizo exactamente lo mismo, solo que este lo llevó a la boca del infante y comenzó a moverlo limpiando cada rincón de esta.

 

– Afre la voca Lu. – Mal pronunció, con el objeto irrumpiendo dentro de su cavidad bucal le era imposible que las palabras sonaran como debían. Sin embargo, el jovencito entendió pues acató su orden, manteniendo su boca abierta y dejando que las hebras lavaran en círculos sus muelas.

 

Luffy tomó el cepillo de Ace e imitó los movimientos que realizaba, creando una escena divertida para cualquiera que los mirara. Ambos con sus bocas abiertas encargándose de higienizar la opuesta mientras saliva, agua y espuma resbalaban por sus barbillas.

El moreno mayor procedió a llenar un vaso con agua que le entrego al más chaparro, así podría enjuagarse la boca y escupir todo residuo de pasta. Por su parte acunó las palmas debajo del grifo, espero que suficiente agua se empozara para tomarla y tras varios segundos de gárgaras expulsarla.

 

– ¿Por qué tenemos que salir tan temprano? El parque no está muy lejos. – Mostró su claro descontento. Todos los días se levantaba a las seis de la mañana para ir a clases, ahora incluso debía hacerlo un día sábado; le agradaba la idea de pasar tiempo con Ace, pero no entendía porque debían de salir a esa hora.

– No vamos a ese parque, Luffy.

– ¿A cuál iremos?

– Es una sorpresa. – Tomó la ropa que ayer había seleccionado para el niño. – Ahora vístete, todavía debo prepararnos el desayuno.

 

Entre una y otra queja Luffy cambió su ropa, dejando la pijama esparcida por la habitación del pecoso. El cuarto del muchacho, para ser un adolescente, era bastante ordenado. Los libros estaba dispuestos sobre una estantería de pared, la ropa si estaba limpia permanecía en el closet, y si no, pues en el cesto de la sucia, dos pares de zapatos podían verse alineados al borde de la cama y lo demás permanecían guardados. De resto era, por decirlo así, lo normal; algunas revistas escondidas en la oscuridad entre el colchón y la estructura de madera de la cama, la mochila en algún lugar del suelo, sobre la mesa de estudio algunos vasos sucios y empaques vacíos de golosinas; en fin, lo considerado común en un pubescente.

No les tomó mucho tiempo cambiar sus vestimentas, aún podían preparar rápido su comida y salir a tiempo.

 

– Ace, tengo hambre.

 

Escuchar esa frase tan característica hizo que una sonrisa llegara al rostro lleno de pecas, se había tardado en declamar aquello. Llevó una mano a los cortos cabellos revolviéndolos.

 

– Bajemos a la cocina.

 

Luffy fue el primero en salir de la habitación, casi corriendo, siempre le emocionaba la hora de la comida, era su favorita en todo el día. El otro muchacho, a pesar de compartir ese mismo gusto, le siguió en un andar prudente.

Un olor dulzón inundó sus fosas nasales cuando ya iban a mitad de camino.

 

– ¡Comida!

 

Gritó el más joven corriendo en dirección del aroma. Ace apresuró el paso entrando a la cocina.

 

– ¿Mamá?

– ¡Niños! Ya despertaron, pensé que dormirían toda la mañana. – Sonrió con dulzura. Ace siempre pensó que la madre de Luffy y la suya tenían un extraño parecido, tanto que si le rebelaban ser separadas al nacer se los creería. Pero el parecido no era físico, más bien era esa forma tan amable, risueña, cariñosa, atenta y encantadora de ser que las hacia tan iguales, poseían un aura de sosiego y placidez que te hacía sentir agradable y seguro a su lado.

– No escuché el despertador. – Dijo admirando como Luffy se abrazaba feliz a su madre y esta correspondía. – Pensé que estarías durmiendo, digo es fin de semana.

– El no tener que ir al trabajo ya cuenta como descanso. – Regresó a la estufa antes de quemar lo que preparaba. – Además, me dormí temprano… no como ciertos terremotos en el cuarto de al lado.

 

Las mejillas de Ace se tiñeron ligeramente de carmín, lo que su madre decía era cierto, no solo se durmieron a altas horas de la noche sino que también habían hecho mucho ruido.

Rouge rió ante la reacción de su hijo logrando que solo se abochornara más de lo que ya estaba.

 

– Luffy, ¿Quieres panqueques? – Dirigió su atención al niño que ya había tomado asiento en la mesa.

– ¡Sí! Los panqueques de la mamá de Ace son los mejores. – Al instante un plato lleno de las deliciosas crepas fue dejado frente a él, no esperando comenzó a comerlas con gusto.

– Tú también, cariño. No quieres llegar tarde al parque ¿verdad? – Ace agradeció tomando asiento y comenzando con su desayuno.

 

La mañana fue mejor de lo que se esperó. Se habían despertado tarde lo que le hizo pensar que por poco tendrían que salir corriendo de la cama y comprar su desayuno en la calle, por suerte su madre les había cocinado. El día anterior preparó un morral con todo lo que necesario para ese día y así no desperdiciar tiempo. Sonrió al ver el reloj, eran las nueves con diez minutos de la mañana e iban a tiempo perfecto para salir.

Ayudó a lavar los platos y se despidió de su mamá, no vio a su padre quien seguramente continuaba dormido.

Al abandonar la casa fueron directo a la vía principal, caminando unas tres o cuatro cuadras lejos de su urbanización, allí estaba instalada una línea de taxi. En sus planes no estaba utilizar el transporte público, era lento, lentísimo, y si quería llegar a su destino a tiempo lo mejor era pagar un taxi. Pudo pedirle a sus padres que lo llevaran, pero no quería molestarlos, ya bastante trabajaban durante la semana para mantener la casa como para que también fuera y les quitara los dos días libres que tenían, tanto para descansar como para pasar tiempo de calidad juntos.

Pagó y dio la dirección del lugar a donde tenían que llegar. Luffy se la paso hablando sin parar, haciéndole miles de preguntas al conductor –persona que se ganó el respeto del pecoso, pues no solo le respondía a cada pregunta, también parecía disfrutar de la hiperactividad del niño–, montándose sobre Ace para ver del lado de su ventana y luego pasar al otro extremo casi saliéndose del auto provocándole un pre infarto al muchacho. En resumen, un viaje entretenido.

 

 

SabaodyWolrd era, sin lugar a duda, el parque temático más alucinante de todos, reconocido mundialmente por sus atracciones, actividades y presentaciones. Millones de personas de todos los países viajaban solo para poder disfrutar de las maravillas que este ofrecía, desde los parques de agua hasta las excursiones en grupo. Contaba con tres grandes divisiones: ZouLand, el zoológico con animales exóticos de todo el mundo, ofrecía interacción con algunos y siempre cuidando la seguridad tanto de los animales como de los visitantes. ZouLand también realizaba safaris, excursiones y campamentos donde las personas convivieran junto a los animales en su hábitat natural.

La segunda división era CakeIsland, un nombre curioso para un lugar que no tenía nada que ver con dulces a no ser que te refirieras a los vendidos por los puestos en la feria. Montañas rusas, tasas giratorias, elevadores locos, sillas voladoras, eso solo eran una de las tantas atracciones que podías encontrar en CakeIsland, el parque de diversiones más grande de todos. Con una feria de comida tan enorme como un pueblo, era el lugar ideal para cualquier niño que anhelara diversión.

Por último estaba LaboonPark, un acuario interactivo que reunía miles de especies marinas, para los amantes del océano y los peces esta pecera gigante era el paraíso. Shows de delfines, ballenas, focas, pingüinos y demás; peceras ambientadas tan naturales que podías sentir estar en el mar, buceos en el arrecife construido por el mismo parque, ¿Qué más podía pedir un apasionado por el agua? Como complemento de LaboonPark, tenían un parque acuático donde los turistas podían relajarse en las piscinas o divertirse en los toboganes de agua. Y justamente era esta división la que disfrutarían los dos morenos.

Ace extrajo de su mochila dos hojas impresas, eran las reservaciones que con anticipación hizo, y de verdad agradecía eso. Aquel lugar era enorme, y así como había espacio también había personas. Las filas para comprar boletos eran ridículamente largas, las colas de espera, el estacionamiento repleto de carros; sujetó con fuerza la mano de Luffy, si lo perdía de vista sería humanamente imposible encontrarlo solo. Miró de nuevo las hojas que tenía, sí, fue una excelente idea comprar los pases VIP.

Caminaron hasta la taquilla de admisión que rezaba: “Reservaciones Gold”. La mujer quien le atendió era amable, no sabía si por compromiso con la empresa para la que trabajaba o simplemente porque era así, fuera cual fuese la razón le agradó. Las hojas fueron escaneadas y al poco tiempo unos boletos fueron impresos, antes de entregárselos la recepcionista pidió que su identificación fuese mostrada al igual que la del menor para ingresar los datos en el sistema. El pecoso le extendió los documentos y agregó la autorización de los padres de Luffy, era un menor de edad y por lo tanto aquello era necesario cuando no eran familia –al menos no de sangre–. La observo teclear y palomear algunas casillas.

 

– Gol D. Ace y Monkey D. Luffy, reservación hecha por Gol D. Roger ¿Correcto? – La mujer despegó la mirada del ordenador para posarla en Ace y verificar aquella información. El muchacho sonrió, el pedido lo había hecho él, solo que tuvo que utilizar la tarjeta de crédito de su padre –con el permiso de este– para poder solicitar los pases.

– Si, es correcto.

 

La joven sonrió y presionó enter. Tomó los boletos, documentos y unos carnets con sus colgantes para pasárselos a Ace a través de la ranura en el vidrio.

 

– Los boletos deberán mostrárselos al conductor del tren, asegúrense de no perderlos pues deberán hacer lo mismo cuando estén de regreso. El tren los llevará directo a LaboonPark, para subir a las atracciones o ingresar a cualquiera de las presentaciones solo deben mostrar sus distintivos. El próximo tren saldrá en diez minutos, la estación esta a mano derecha bajando por el ascensor o las escaleras eléctricas de al lado.

Los dos jóvenes giraron instintivamente sus cabezas para ubicarse en la dirección que les era proporcionada.

 

– Muchas gracias. – Dijo el chico de las pecas.

– A la orden. Que tengan un buen día y gracias por elegir a SabaodyWolrd.

 

Ace echo una última mirada a su espalda y vio unas tres familias más reunidas en la fila. Sujetó la mano de Luffy, sabía lo emocionado que estaba el monito y lo que menos quería era perderlo de vista. Siguiendo las indicaciones de la recepcionista utilizaron las escaleras eléctricas.

Conforme llegaban al nivel inferior la sorpresa de ambos no disminuía, todo lo contrario, al ver aquellas instalaciones la boca de ambos morenos quedaba abierta por la impresión, si antes habían pensado que el lugar era grande con el tamaño de la estación no les quedaba ninguna duda.

La terminal ferroviaria –que para percepción de Ace parecía más un aeropuerto– era compuesta por tres largos andenes que servían a seis líneas férreas. Las plataformas estaban adaptadas para cada uno de sus destinos en cuestión, además no estaban conectadas por lo que era imposible trasladarse de una a otra, para acceder a estas se podía descender por las escaleras mecánicas o tomar el elevador. Al borde de los andenes estaban instaladas unas mamparas de seguridad que iban desde el suelo de hormigón blanco pulido hasta casi cuatro menos de altura y cubrían toda la extensión de la plataforma. En el centro se prolongaba una fila doble de sillas repartiéndose de seis en seis para todas las personas que estaban en espera y casi al final de la estación se podían ver unos comercios –en su mayoría línea de restaurante de comida rápida– abiertos al público.

El mayor de los jóvenes detallo los trenes a cada lado, su diseño era casi exacto salvo por el color. Poseían una figura estilizada, con la punta alargada y redondeada, tres vagones más la cabina de conductor, de tan solo verlo daba esa sensación de velocidad y agilidad que podías encontrar en los autos deportivos del año. La mitad inferior era blanca y la superior era azul en el tren del ala derecha, el tren a su izquierda tenía la mitad superior de color violeta y además de las ya resaltadas letras que formaban la palabra “LABOON” estaban otras justo en el primer vagón rezando “GOLD”. Ese era el tren que debían montar.

Luffy le jaló emocionado y dando pequeños saltitos de alegría. En la puerta se toparon con un hombre alto, grande y musculoso. Llevaba el cabello negro suelto hasta la altura de los hombros y por debajo de un ushanka marrón con borde blanco. Traía una camisa mangas cortas desabotonada -que dejaba ver un tatuaje semejante a un sol en el lado izquierdo de su pecho- color amarilla decorada con manchas negras, bermudas color marrón y un cinturón de tela púrpura alrededor de la cintura y a juego con todo el atuendo unas sandalias sencillas, todo un look playero. Pero no por ello se debía asumir que era un vestuario económico, la calidad de la tela se notaba sin necesidad de escudriñarla mucho, y si eso no bastaba siempre se podían fijar en las joyas que el sujeto utilizaba. Pulseras de oro, una en su muñeca izquierda y dos en cada uno de sus tobillos, sin mencionar los anillos gruesos que adornaban sus manos.

A Ace se le pasó por la cabeza que la temática de aquel lugar se la tomaban muy enserio.

 

– Boletos. – La profunda voz del hombre lo sacó de su ensimismamiento y en cuanto tuvo que dirigirle la mirada sintió que no era capaz de mantenerla por más de tres segundos, afilada y dura. Aquel sujeto era imponente, tanto que Ace se halló abrumado y cohibido hasta el punto de desviar la mirada.

 

Sin ser capaz de dirigirle la palabra le entregó las entradas. El fornido hombre las detalló, aparentemente leyendo la información que contenían, y seguidamente desprendió el lado derecho de los dos papeles antes de devolvérselos. El muchacho de pecas agradeció con un movimiento de cabeza y se adentro en el tren, sin embargo, antes de poder terminar de cruzar la puerta sintió un suave jalón en su brazo. Al regresar la mirada se encontró con el niño sin querer moverse y con los ojos clavados en el grandote hombre.

 

– ¿Lu? – Llamó intentando captar su atención sin logro.

– Es… ¡Es enoooorme! – Al monito le brillaron los ojos y casi se abalanza sobre el sujeto de no ser porque la emoción podía más con él. – ¿Eres una clase de bicho raro? ¿Un gigante?

 

El adolescente se alarmó ante tal pregunta.

 

– ¡Luffy! – Se agacho junto al menor intentando tapar su boca. – Disculpe, el no quería decir…

– ¡Shahahahaha! – La estruendosa risotada inundó todo el lugar en un instante. – ¿Un gigante, eh? Me agradas niño ¿Cuál es tu nombre?

– Monkey D. Luffy. – Se apresuro a decir.

– ¿Luffy? Lo recordaré. – Desorganizo los cabellos del más jovencito en un gesto con la mano. – Asegúrate de visitar el acuario de los tiburones sierra, son los mejores de todos.

– ¡Sí! – Una enorme sonrisa se plasmo en su rostro.

 

El joven de pecas solo atinó a sonreír, aun le parecía increíble la facilidad con la que Luffy podía agradarle a las personas.

Los próximos seis minutos restantes se la pasaron corriendo, Luffy se la pasó corriendo y Ace persiguiéndolo para que no provocara un desastre por todo el tren. Cuando fue momento de partir agradeció a los cielos que el más pequeño le escuchara y se dejara abrochar el cinturón de seguridad, siendo un tren bala no era precisamente seguro permanecer de pie sin nada que los sujetara.

Tan increíble o más de lo que le hacían lucir las fotografías por internet, así era LaboonPark. Al bajar del transporte fueron recibidos por el enorme cartel de la entrada y pasando esta había una enorme fuente con una figura de ballena en el centro rodeado por una cerca doble, allí se podía observar a muchas familias tomándose fotos como recuerdos. Al levantar un poco la vista podían apreciarse algunos toboganes de agua cosa que le hizo tragar saliva a Ace, ¿Qué tan altos serían?

No tuvo mucho tiempo de admirar pues ya el hiperactivo niño lo jalaba al interior con ganas de recorrer todo en cinco minutos. Podían entrar donde desearan, salvo por las funciones que se realizaban en horas específicas y por esta razón con anticipación el mayor estuvo investigando la cronología que tendría el parque ese fin de semana, solo necesitaba un folleto para confirmarlo. Tomó uno de los puestos de la entrada, aprovechando de comprarle un dulce al más joven.

 

– Aún queda una hora para los delfines. – Sonrió complacido comprobando la hora de su reloj de pulsera.

– ¡A los tiburones sierra! – Voceó divertido Luffy.

 

El acuario era la atracción principal de todo el parque, sin mencionar que la más grande. Lo primero que se encontraron al ingresar fue un enorme túnel de vidrio que les permitía apreciar diferentes especies marinas, algunos pequeños tiburones, medusas, manta rayas, corales y diversidad de peces. Luego todo estaba separado principalmente en dos áreas: RBlue y LBlue, cada uno dividido como correspondía en North Blue, South Blue, East Blue y West Blue.

También había una sección espacial, Grand Line, ejemplares rarísimos se presentaban por las diferentes peceras. Los que más llamaron la atención de ambos fueron los famosos peces luchadores, siendo tan agresivos los vidrios de sus peceras eran el cuádruple de gruesos en comparación a las demás y como si eso no fuera suficiente rodeándoles había rejas de acero evitando cualquier posible accidente. Entre todos los peces había uno en particular que ocupaba todo centro de atención, era color rojo y constantemente arremetía contra el cristal si una persona osaba acercarse de más. A diferencia de Ace, quien pensaba que no le gustaría estar cerca de aquellos animales en su zona natural, Luffy pensaba que eran los peces más increíbles que había visto hasta ahora.

La sección interactiva fue la mejor experiencia, en la primera fase del recorrido encontrabas pequeños estanques donde los encargados te permitían tocar a los peces. La segunda parte trataba de una caminata bajo el agua, luego de colocarse el traje especial de buceo eran guiados a través de una pecera gigante donde un puente submarino descendía lentamente permitiéndoles ver mucho más de cerca a los acuáticos. Dado que Luffy no sabía nadar aquello sin duda era lo mejor que podía pasarle, estar en el agua sin la preocupación de que podía ahogarse.

El pecoso había prometido que llevaría al menor a un parque de diversiones, pero LaboonPark era mucho mejor que eso. Durante todo el día pudo jugar y observar a millones de especies marinas, incluso en la presentación de la ballena más grande del mundo Laboon fue elegido para participar en el show. Para nadie era un secreto lo mucho que Luffy adoraba el mar y tener la oportunidad de convivir en un ambiente parecido era el mejor regalo que podían darle.

 

 

Ace sonrió desde la silla de extensión donde estaba, el moreno menor estaba dentro de una de las piscinas especiales donde podían nadar libremente con peces, era la de niños y el agua le llegaba quizás un poco más arriba de la cadera, tenía un pequeño pulpo naranja entre las manos, “Surume” le pareció escuchar que le había puesto. Era increíble la cantidad de energía que aun guardaba, todo el día estuvieron de un lado a otro agotando las energías del joven de pecas quien ahora descansaba tranquilamente en una de las mesas cerca de la piscina.

El adolescente extendió sus brazos al frente de su cuerpo entrelazando sus dedos para desperezar su cuerpo.

 

– Oye Lu, iré por algo de tomar. No te alejes mucho del borde.

– Está bien. – Agitó una de sus manos antes de regresar la atención a su ahora proclamada mascota Surume. El pulpo era de lo más gracioso, pequeño y movía sus tentáculos como si bailara en el agua. El animal nadó un par de veces en círculos para diversión de Luffy, y repentinamente comenzó a moverse hasta pasarse a la piscina conjunta. – ¡Ah! Surume regresa. – Posó sus manos en la división de cerámica azul observando como el pulpo de alejaba lentamente.

 

Torció la boca y fijo la mirada en el agua, no quería que su mascota se fuera pero Ace le había dicho que no debía alejarse de la orilla. Varios segundos estuvo debatiéndose hasta notar que la segunda mitad comenzaba con algunos escalones, era un poco más profundo pero al menos podría llegar hasta el segundo, tomar a Surume y regresar.

Con lentitud inclinó su cuerpo sobre la división y se dejó deslizar hasta quedar parado sobre el primer escalón, el agua le rozaba apenas la mitad del torso por lo que sin problemas caminó hasta bajar el segundo escalón. Con el agua pasándole los hombros logró llegar hasta el animal.

 

– Bien. – Sonrió victorioso al tenerlo entre las manos. Dispuesto a regresar a su lado de la piscina giró el cuerpo pero sus pasos fueron interrumpidos, algo pasó entre sus piernas logrando que el equilibrio lo perdiera y antes de darse cuenta el agua cubría toda su cabeza. Estiró la mano tratando de aferrarse al borde sin tener éxito, estaba más lejos de lo que podía llegar.

 

-2-

 

Pidió un par de refrescos y canceló el monto, ya casi se hacía la hora de volver por lo que dejaría que Luffy se divirtiera unos quince minutos más. Al planear la visita a LaboonPark ya tenía en mente que disfrutaría de aquel día, él mismo tenía fascinación por los animales marinos, pero nunca se imaginó que se divertiría como lo había hecho; definitivamente no se arrepentía de rechazar los planes de sus dos amigos, luego se los compensaría.

Giró la mirada hacia la piscina de los niños parpadeando confundido a los pocos segundos. No encontró a quien buscaba.

 

– ¿Luffy? – Repasó la alberca tres veces –o tal vez fueron más– a velocidad dinámica, niño por niño, pez por pez. No estaba. – No… – El pecho se le contrajo apretando dolorosamente sus pulmones que parecían querer explotar en cualquier momento. – ¡Luffy! – Expulsó el poco aire que le quedaba en un grito de terror. No podía ser cierto. Como un milagro concedido sus piernas comenzaron a moverse, una carrera torpe y desastrosa hasta la piscina.

 

Vértigo, todo a su alrededor giraba y le impedía mantenerse en pie. No encontraba al menor a pesar de estar dentro del agua, suspiró desesperado pasando las manos por su cabello enredando los dedos y casi jalándolo. ¿Dónde estaba? Cinco minutos antes estaba tranquilamente jugando cerca del borde este de la piscina, entonces ¿Por qué no lo encontraba? Fue cuando una idea aterradora cruzo su cabeza, giró el rostro observando la alberca contigua. Sin pensar mucho las cosas se pasó al instante zambulléndose. Dio con el cuerpo inconsciente del niño a mitad de la alberca y sobre el suelo de esta. Con desespero nadó hasta él tomándolo en brazos y sacándolo a la superficie.

 

 

Tenía la mente perdida y los pensamientos revueltos, de lo único que era consciente es que Luffy estaba delante de él siendo atendido y aún no recobraba el conocimiento. Una multitud de personas los rodeaba, al momento de sacar al pequeño del agua logró causar un buen revuelvo alarmando a la mayoría de los presentes y de esta manera también a los salvavidas que no tardaron en ir a su ayuda quitándole al pequeño de los brazos para atenderlo y verificar que él mismo se encontrara sin lesiones. Una toalla fue colocada sobre su cabeza, atención de los salvavidas que aparte le indicaban que todo estaría bien, sin embargo nada llegaba a sus oídos, estaba totalmente abstraído por la imagen del niño recibiendo reanimación cardiopulmonar. Con cada compresión torácica pensaba que partirían el cuerpo de Luffy, los ojos se le llenaron de lágrimas teniendo que morder su labio para evitar echarse a llorar allí mismo.

Era su culpa, que Luffy estuviera en esa situación era su total culpa. No tenía que haberlo dejado solo, si tan solo se hubiera quedado a su lado vigilándolo ahora no estaría tendido en el suelo inconsciente y con los pulmones hinchados de agua. Con impotencia oculto el rostro dentro del hueco que formaban sus brazos sobre las flexionadas rodillas, sus manos se volvieron dos puños que se apretaban con más fuerza a cada segundo dejando que sus nudillos pasaran de ser color piel tostada a pálido hasta que una tos detuvo todas sus acciones. Con miedo elevó la cabeza, todo a su alrededor dejó de producir sonido y parecían moverse cual perezosos excepto la figura del más joven que tosía y expulsaba agua.

Luffy abrió sus ojos, parecía confundido, había personas rodeándole que jamás en su vida había conocido antes y hablaban cosas que no entendía, segundos después comprendió que preguntaban si estaba bien. No respondió, la cabeza le daba vueltas, la nariz le goteaba agua  y sentía una quemazón dentro de su pecho.

 

– Ace… – Llamó en un susurro que rozaba en llanto al muchacho, no lo veía ¿Dónde estaba? Seguramente se enojaría con él. Se removió entre los brazos del hombre que le sujetaba, al incorporarse con gran debilidad encontró al joven a menos de dos metros. Se le aguaron los ojos y quiso ir hasta él. – Lo siento Ace, me aleje…

La disculpa de Luffy se cortó cuando unos brazos lo apretaron con fuerza.

– Perdón, perdón… – Susurró el de pecas sobre el oído del pequeño. Su cuerpo temblaba y no sabía si era del frío o del miedo que le invadió al saber que pudo perder a Luffy. Sus ojos no soportaron más y derramó todas las lágrimas que forzosamente contenían hasta ahora, escondiendo su rostro y sin parar de pronunciar aquella palabra una y otra vez.

 

-3-

 

Tras lo sucedido ambos jóvenes fueron llevados hasta el centro de cuidados médicos de LaboonPark donde examinaron con más cuidado a Luffy, mientras que con Ace hacían preguntas acerca de sus padres, si estaban al tanto que los dos estaban allí, revisaron identificaciones, autorizaciones, lugar de residencia, entre otras cosas. También tuvo que contar lo sucedido –O lo poco que recordaba pues aun cuando el muchachito se encontraba bien, su mente seguía aturdida y perdida­– y porque el menor a su cuidado había terminado casi ahogado. Concluido el chequeo los mantuvieron en la sala de espera aproximadamente por media hora; Luffy parecía estar en buenas condiciones, Ace dedujo aquello de tan solo verlo corretear por toda la estancia y de vez en cuando preguntándole a la muchacha de recepción que tanto hacia frente a la máquina donde tecleaba. Él por su parte solo se quedo en una de las butacas sin despegarle la mirada.

 

– ¿Gol D. Ace? – Llamó una joven de cabellera verde ondulada y mirada ambarina con un porta papeles sujetado por su mano diestra y apoyado sobre el antebrazo de esta misma. A su lado un hombre relativamente fornido con el canoso cabello recogido en una coleta y bermudas pesqueras la acompañaba.

El joven acató el llamado de inmediato.

– Soy yo. – Se presentó ante la muchacha.

– Aquí tiene. – Le entrego una bolsa sellada con todos los documentos que antes había tenido que darles a los de supervisión. – Ya pueden regresar a casa, debido a que no pasaron mayores consecuencias se tomó la decisión de no llamar a los representantes de ambos. Sin embargo, serán acompañados por el señor Hatchan hasta la salida del parque, él se asegurara de mantenerlos con bien hasta el abordaje del tren.

 

Ace pasó su mirada de la mujer hasta el hombre parado cerca de ellos. No había gran cosa que destacar salvo el hecho de ser considerablemente alto ­–recordándole al conductor del tren bala de la mañana– y su cabello que más que otra cosa parecía una estrella de mar, el pecoso se preguntó si era de verdad o sería una peluca que iba a juego con la temática del parque.

 

– Entonces, tengan más cuidado la próxima vez. – Habló de nuevo la mujer. – Buen viaje.

Sin más que decir se retiro del lugar dejándolo solo con el guardia de seguridad. Por alguna razón se sintió incómodo.

– Iré por Luffy. – Susurró alejándose.

 

Recogió la mochila sobre la silla que antes estaba utilizando, guardo los papeles y se la guindo al hombro. El niño conversaba animadamente con otro que esperaba junto a su padre que le revisaran un raspón en la rodilla, Ace se acercó saludando con amabilidad a los presentes y seguidamente retirarse tomando de la mano a Luffy.

 

– Vamos Lu, nos acompañaran hasta la salida.

 

El hombre de seguridad comenzó a seguirlos manteniendo una distancia prudencial. Por su parte el niño no podía despegar su mirada del adulto, el adolescente pareció darse cuenta de este hecho e intento llamar su atención sin tener éxito. Sabía lo que vendría a continuación.

 

– Oye, tienes un cabello muy raro, shishishi.

Ahí estaba, los siempre imprudentes comentarios del menor.

– Eso fue muy descortés, nyu. – Dijo aquello pero no parecía molesto, en lugar de eso sonreía alegre.

– Luffy suele decir ese tipo de cosas todo el tiempo, discúlpalo. – Agregó Ace con una pequeña sonrisilla de disculpa.

– Está bien, no te disculpes, nyu. Suelen decirme muy a menudo que mi cabello es raro, la verdad que lo es. – Hatchan río y llevo su mano hasta los cabellos puntiagudos. – Yo también pienso que es gracioso, y puedo confundirme con los peces gracias a él, nyu. – Extendió las manos a cada lado de su cara, flexionó una de sus piernas en el aire y realizó una extraña expresión con su cara.

“No, definitivamente no puedes hacer eso.” – Fueron los pensamientos del pecoso tras ver la ridícula pose que el guardia hacía para ellos, aunque debía admitir que era divertido. Rió siendo acompañado por las escandalosas carcajadas del más joven.

 

Gracias a la simulada actuación del guardia el aire se sintió menos tenso y sin darse cuenta había terminado hablando con Hachi ­–mote por cual el mismo hombre le pidió que lo llamara– todo el camino hasta la estación de tren, algunos comentarios fuera de lugar de Luffy y más poses extrañas por parte de aquel singular y pintoresco personaje de la estrella en la cabeza.

 

– Bien, hasta aquí es donde los acompaño, nyu. – Se detuvo justo frente a las puertas del tren.

– Si, gracias Hachi, nos vemos. – Despidió el adolescente mientras buscaba en su pantalón los boletos para abordar el tren.

– ¡Adiós, cabeza de pulpo! – Luffy agitó las manos sobre el aire.

– La próxima vez no vayas a piscinas hondas si no sabes nadar. – Palmeó la cabeza del niño antes de retirarse. – Vayan con cuidado.

 

Ace realizó un gesto con la mano en un adiós antes de entregar los boletos al conductor, un hombre totalmente distinto al sujeto de la mañana, eso sí, era igual de alto y musculoso pues aquello parecía ser una extraña particularidad de LaboonPark, la mayoría de los trabajadores eran ridículamente grandes. Supuso que era por si surgía algún inconveniente o alboroto aquellos hombres estaban capacitados para lidiar con la situación, mejor prevenir que lamentar. Abordaron el tren bala y esperaron los tres minutos restantes para la partida de este.

 

-4-

 

Mantenía los ojos fijos en el cristal de la ventanilla sin ver nada particularmente, entre sus brazos reposaba un pequeño morenito que desde hacía rato había caído dormido por el cansancio de todo el removido día. Ace desvió la mirada al cuerpecito y se dedicó a contemplarlo por un rato hasta que finalmente acarició los lacios cabellos negros de este sonriendo, le gustaba hacer aquello, desordenarle las hebras o simplemente tomar mechones y juguetear con ellos. Se mantuvo entretenido de esta manera un rato cuando poco a poco la sonrisa se le fue disolviendo del rostro. Las imágenes de lo sucedido hace no mucho se repetían en su cabeza, un nudo amargo se le asentó en la garganta. Estuvo tan cerca de perder al niño por un maldito descuido, jamás se lo perdonaría a sí mismo, ¿Qué habría pasado si Luffy no hubiera despertado? ¿Y si se daba cuenta de la ausencia del niño un par de minutos después? No, no podía siquiera pensarlo.

Inundado de angustia estrecho con más presión al menor contra su cuerpo y resguardo parte de su cara en la cabellera ajena. No había querido admitirlo pero era algo imposible de ocultase a él mismo, se había vuelto muy dependiente de Luffy, demasiado; en resumidas palabras todo lo que a él concernía giraba en torno al pequeño remolino que tenía por vecino, en un comienzo no se imaginó que resultaría así, que todo lo que planeara, hiciera o dejara de hacer tenía como centro de eje a Luffy. Pero con el paso de los meses, semanas, días e incluso horas se encariñaba más con el muchachito. Le había tomado siete horas aprenderse sus hábitos y mañas, cinco acostumbrarse a su explosiva personalidad, tres horas le habían bastado para entender que cuando una idea se le metía en la cabeza nadie podía hacerlo cambiar de parecer, cinco minutos para darse cuenta que su inocencia no tenía limites, un minuto fue suficiente para que le quedara claro que su comida favorita era la carne, y tan solo necesito de un segundo para adorar esa enorme sonrisa y ahora sabía con total certeza que simplemente no podía apartarse de él. Desde siempre lo supo.

Y por esa misma razón tenía miedo. Estaba aterrado de solo pensar que era tan fácil que ese revoltoso niño desapareciera de su vida, tan rápido como había llegado. Abrió los ojos saliendo de su trance al advertir que el auto había detenido su marcha, desorientado fijo su vista en el conductor y luego en la calle donde se encontraban, habían llegado a la urbanización.

 

– ¿Se encuentra bien? – Decidió preguntar el chofer del auto al ver la clara expresión de perdido en el joven de pecas.

Ace miró al hombre a través del retrovisor, de la misma manera que este lo observaba, y tan solo asintió como idiota antes de caer en cuenta que debía abandonar el auto.

– Gracias por traernos. – Simples normas de cortesía, después de todo ya le había cancelado el viaje.

– A su orden.

 

Descendió del vehículo cargando con dificultad al más joven quien en el proceso comenzó a removerse entre sus brazos en indicios de despertar. Observó con cuidado la casa vecina con la mayoría de las luces apagadas salvo por la del porche, confundido comprobó la hora en su reloj de muñeca ¿Habrían salido a cenar? O quizás decidieron visitar algún lugar juntos y aún no regresaban, no los culpaba pues no todos los fines de semana lo tenían solo para ellos. Giró entonces sus pies a su residencia, que muy por el contrario a la anterior esta parecía querer derrochar toda la energía eléctrica de la ciudad; suspiró cansado, a su padre no le vendría nada mal aprender un poco sobre el concepto de ecología.

 

– ¿Ace? – Un murmullo sobre el hombro del pecoso resonó, el niño apenas abría los ojos mientras giraba la cabeza cual ventilador para detallar su entorno. – ¿Ya llegamos?

– Sí, te quedaste dormido todo el camino de vuelta. – El muchacho empujo la manivela de la puerta que nada más abrir dejó que todo el rebullicio del interior llegara a sus oídos. Lentamente dejó a Luffy en el suelo adentrándose en la estancia chocando una escena que no esperaba.

 

Tanto sus padres como los del menor estaban reunidos en la parte trasera de la casa con la parrillera montada y unos grandes pedazos de carne y pollo asándose en ella, dos gaberas de hielo con lo que analizó eran cervezas y algunas botellas de refresco. Incluso Dadan, Ivankov –el hombre peculiar de la casa de la esquina de la cuadra– e Inazuma estaban acompañándolos. Ante la inesperada reunión una idea disparatada se le pasó al pecoso por la cabeza: Sus padres celebraban cuando ellos no estaban en casa.

 

– ¡Luffy! – Una castaña mujer apresó entre sus brazos al monito recién llegado al tiempo que repartía besos por sus mejillas. – Me alegra que llegaran bien.

– Miren nada más, nuestros hijos recordaron que tenían padres y han decidido regresar. – Comentó el hombre de enorme sonrisa que estaba atendiendo la parrilla con una cerveza en mano.

– ¡¿Quién olvida a quién?! – Reprochó inmediatamente Ace al escuchar el comentario de su padre y este ante su predecible respuesta soltó una de sus típicas carcajadas logrando que al muchacho se le antojaran unas inmensas ganas de estamparle la cara contra el asadero.

– Sabes que es la forma de tu padre de decir que se alegra que los dos llegaran bien. – Sonrió su madre ofreciéndole un vaso de refresco. – Bienvenido a casa, cariño.

– Tu madre tiene razón, Ace-boy. – Ese era Emporio desde su silla a un lado de Inazuma y siendo atacado por la renovada hiperactividad de Luffy. – Además, todos estamos aquí para celebrar una gran noticia ¡Hee-Haw!

– ¿Noticia? – Repitió desconcertado para luego mirar a su padre esperando alguna respuesta por parte de este.

– ¡Ah no! Esta vez no soy yo. – Roger levantó la espátula de las rejillas y apuntó al hombre a su lado. – Este buen amigo mío es el centro de atención.

Dragon atinó a negar con la cabeza en un gesto de diversión, Gol jamás cambiaría esas manías de exagerar todo.

– Tan solo es una propuesta de trabajo, nada fuera de lo normal.

– ¿Sólo una propuesta? Dragon-boy, no a todo el mundo le ofrecen algo así, es una gran oportunidad… ¡O tal vez no! ¡Hee-Haw!

 

Ace llevó el vaso con refresco que antes le había dado su madre a los labios mientras escuchaba con atención la cháchara de los adultos, aún no comprendía del todo de que iba el seguramente nuevo puesto de trabajo de Dragon pero asumió que debía ser importante debido a que todos parecían estar felices por su vecino.

 

– Entonces, felicidades señor Dragon. – El hombre a quien iba dirigido su agradecimiento sonrió y correspondió el gesto con la mirada y un asentimiento. – ¿Es… un nuevo puesto en la compañía?

– Algo parecido. – El mayor tomó asiento cerca de su esposa. – Abrirán una nueva sucursal y me ofrecieron ser el gerente general.

– Pero tuvimos que pensárnoslo un poco ¿Sabes? – Fue esta vez Lucia quien decidió tomar la palabra. – Como sabrás llevamos toda una vida aquí y estamos acostumbrados al ambiente, también Luffy, pero creemos que podrá adaptarse aunque sea un poco lejos.

– ¿Lejos? – Ace se quedó a mitad de camino hacia una de las sillas repartidas por el patio de su casa.

– Sí. Según me enteré la empresa considera que Dragon era el más capaz por su experiencia, la nueva sucursal será abierta en el North Blue. Además, le ofrecieron residencia y Luffy llegaría estudiando en…

 

Roger comentaba aquello con una gran sonrisa que Ace la encontró irritante. No, no era la risa de su padre, eran las palabras que profería lo que comenzaron a turbarle la cabeza y que una incesante migraña pinchara su cerebro con un cincel y martillo por mera diversión. Le pitaban los oídos, malditas chicharras, no era de día y a una de las muy bastardas se le ocurrió cantar en el pie de su tímpano. Elevó la mirada encontrándose con que su padre seguía hablando como si nada ocurriera pero sus palabras no le llegaban, ni siquiera oía el sonido de la voz, solo eran labios moviéndose sin música; aun así dos palabras resonaban con fuerza como si buscaran doblegar su cordura, acorralándolo al borde de un abismo. Se le turbó la mirada y comenzó a sudar frío ¿Es que nadie más sentía que el suelo se desvanecía? ¿Nadie podía escuchar a ese maldito insecto que no paraba de chillar? ¿Por qué? ¿Por qué todos reían sin darse cuenta del temblor que sacudía con bestialidad la tierra?

El refresco se derramó sobre la grama y un joven pecoso con las rodillas y frente apoyadas sobre el suelo aferraba con desesperante presión su cabeza y sienes. Dolía, el cerebro iba a reventarle en cualquier momento si no conseguía que los ruidos a su alrededor se callaran, hasta hace un segundo atrás no podía oír nada y ahora centellarles de murmullos se apelotaban a su alrededor, murmullos demasiado familiares. Poco a poco cada músculo fue entumiéndose hasta entrar en una parálisis; ya no sujetaba su cabeza pues las manos ni brazos le respondían, lo mismo pasaba con sus piernas y torso, parecía como si algo mayor a lo natural le impidiera moverse a voluntad. Lentamente el cansancio le invadió cada fibra del cuerpo.

“Lejos”, “North Blue”.

Aturdido, somnoliento y con la mirada borrosa busco al más joven de los presentes.

 

“Luffy.”

 

 

Notas finales:

¿Que les pareció? ¿Les gustó? :D

Como les comente al principio esta es la primera parte del tercer capítulo, en realidad tenía pensado otras cosas pero por falta de tiempo (y problemas externos que al final terminan por afectarme) el escribir este capítulo se ha hecho un poco difícil por lo que decidí dividirlo y así no hacer más larga la espera, apesar de que ya tengo aproximadamente lo que sería la mitad de la parte dos se que por mucho que quiera no podré escribirla en dos días (pero si en menos de una semana).

¡Y algo que casi se me olvida! Se habrán dado cuenta que el primer capítulo coloque a Ace con el apellido Portgas ¿Cierto? Eso es porque al comenzar a escribir este fic tenía pensado que fuera un one-shot, pero a petición de una amiga decidí alargarlo un poco (segun yo serían solo tres capítulos) por lo que no le di relevancia y lo dejé así. Al ir escribiendo me di cuenta que no podía hacerlo tan superficial, así que a partir de aquí veran a Ace con el apellido Gol.

Bueno eso es todo. A todas las personas que leen este fanfic muchísimas gracias

¡Tengan un excelente día!


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