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My King por MiRoApril

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Con la recuperación de Changmin los planes del príncipe se llevaron a cabo. Ambos guardias reales comenzaron a entrenar a un nuevo escuadrón que protegería el castillo, aunque el hombre de Baekje no se encontraba en un estado cien por ciento recuperado no realizaba el mayor esfuerzo con su brazo a la hora de entrenar a los demás, de hecho fue gracias a un primer entrenamiento que notó las debilidades que tenían sus guardias a la hora de enfrentar a un profesional.

 

Las horas de entrenamiento no solo de su escuadrón sino del resto de los guardias las aumento, no podía ser posible que estuviera entregando la protección de su reino a guardias incompetentes como los que tenía actualmente. Entendió como era que se habían infiltrado para su boda, era sencillo vencerlos, necesitaba soldados fuertes, tras la casi declaración de guerra de Gouryeo debía tomar otro tipo de decisiones, el problema era que mientras fuera nada más un príncipe sus peticiones debían ponerse en consideración entre todos los consejeros del rey hasta que asumiera la corona. La confianza no existía.

 

Con el pasar de los días la tensión en la habitación crecía aún más. Si bien la amistad que tenía con la mujer era de confianza, en la cual podía decirle lo nervioso y tenso que se encontraba con respecto al tema del sexo, no lo hacía por claras razones, una de ellas era que en esos días se encontró sexualmente activo con Yunho, excitarse con la mujer ya se complicaba, tendría que pensar en algún momento una vez más en el moreno y aunque hablo con este al respecto de cómo tratar a la mujer, más nervioso le había dejado. Yunho se negaba a tocar un tema como ese, más bien a todo tema que tuviera que ver con la mujer y aunque prometió mil cosas, pese a estar casado, su relación era con el hombre, entonces debía tener la confianza de escuchar sus palabras.

 

—No quiero hacerlo. —Pronunció entre los brazos contrarios.

 

—Tampoco quiero que lo hagas…—Susurro el moreno.

 

No quería siquiera salir del agua pese a que sus dedos ya comenzaban a arrugarse cual anciano. Le gustaba estar en el agua con Yunho, apoyar su espalda contra su pecho mientras esperaba a que el dolor de su trasero se fuera lentamente entre caricias y besos, sin que ambos volvieran a encenderse como comúnmente les ocurría con apenas un contacto de sus labios.

 

—Ya calcularon los días.

 

—No esperen más…Sino, lo descubrirán todo.

 

—No se cómo hacerlo Yunho. Yo…—Relamió sus labios. —Tengo que…

 

Se tardaba en dar la información por cosas obvias. ¡Estaba avergonzado! No era normal que no le excitaran las mujeres, ¿Qué hombre no se excitaría con su mujer? Sunghee era hermosa, tenia un cuerpo envidiado por muchas sin hablar de que sus senos eran más pronunciados, podía agarrarlos con sus manos y si, incluso un pensamiento como ese de recordar que estuvo tocándola debía excitarle, pero no, le avergonzaba.

 

—Tengo que pensar en ti para excitarme…—Dijo en una voz baja.

 

Cuando esperaba una risa, una carcajada, una burla de su amante, que era claro de recibir una respuesta como esa se las vería con su humor de mierda, no fue así. Los brazos del moreno lo rodearon y apretaron contra su cuerpo. No era real que todo eso le estuviera pasando, enamorado de un hombre y que este entendiera cada uno de sus problemas. Era su alma gemela.

 

—No sabes lo feliz que me hace oir eso….—Susurro contra su oído. — No sabes el miedo que tengo…

 

—¿Miedo?... ¿Por qué miedo? —Acaricio las manos ajenas con suavidad manteniendo su vista en la nada.

 

—¿Qué tal si te gusta?

 

—Yunho, ya hablamos eso…

 

—Pero es cierto. —Soltó un suspiro suave. — No sabes lo que se siente meterla. —Dijo directamente. — ¿Qué tal si te gusta estar en su interior?

 

—No se por qué me siento incomodo escuchándote hablar.

 

—¿No quieres probar?

 

—¿Cómo? Si después de todo tengo que tener sexo con ella.

 

—No me refiero a eso, digo…—Y sintió latir el corazón contrario contra su espalda. — En todas las oportunidades, he sido yo que…

 

No pudo evitar sonreír y dejar salir una suave risa. No se estaba burlando, sino que le pareció demasiado dulce el que su amante se pusiera nervioso con un tema como ese. Sin  esperar a que continuara, tomo distancia para voltearse, abrió sus piernas y se ubicó con cada una al lado de las caderas contrarias.

 

 

—¿Insinúas que me dejaras metertela?

 

Sus brazos habían rodeado el cuello ajeno mientras que sus rostros los mantuvo con una cercanía donde lograran rozar sus narices.

 

—Eh… Bueno…

 

—¿No quieres que te la meta Yunho? En algún momento tendrás que dejarme hacerlo…—Susurro.

 

—Es que… Yo…

 

—Yo también tengo pene Yunho, tengo que meterlo en algún lugar.

 

Sus palabras ya tenían claras respuestas, tenía un lugar donde meterla pero obviamente no estaba cómodo con ello, por otra parte, lo que el moreno no sabía era que el en ningún momento hablo de necesitar meter su erección en algún lugar por placer, al contrario, estaba suficientemente satisfecho con ser el quien recibía la erección contraria.

 

—Si, tienes razón. —Yunho relamió sus labios. — No debo ser egoísta… Si quieres… Yo…

 

Volvió a reír leve sobre los labios contrarios.

 

—No lo necesito.

 

El moreno frunció el ceño.

 

—¿Por qué ya tienes dónde? ¿Sunghee?

—No. Celoso de mierda. — Robo un corto beso de sus labios. — Me gusta sentirte en mi interior… Es más excitante que pensar en meter el pene en algún lugar. ¿Qué? —Ladeo un poco su cabeza. — ¿No tienes curiosidad por saber que se siente tener algo en tu trasero?

 

—En realidad no. Pero si quieres intentarlo…—Tomo aire. — Yo te amo JaeJoong…

 

Escucharlo lo hizo sonreír de nueva cuenta. No espero para volver a apoderarse de los labios ajenos, esta vez buscando un mayor contacto, que sus labios se perdieran con los contrarios dejando que sus lenguas jugaran en la cavidad del otro.

 

—No…—Dijo con la respiración agitada. — No necesitas hacer algo como eso. No miento…—Susurro. — Me encanta sentirte en mi interior.

 

—Al menos podrás sacarte la curiosidad con Sunghee…

 

Y el moreno había arruinado la atmosfera. Tras un suspiro acomodo su cabeza contra el hombro contrario sin dejar de abrazarlo.

 

—Tenías que nombrarla…¿No era que no me querías teniendo sexo con ella?

 

—Claro que no quiero, pero si no tienen un hijo de aquí a nueve meses el pueblo no creerá en el “fruto del amor”

 

—Como odio esa maldita lógica.

 

—¿Qué harás?

 

—¿No te molesta si tomo alguno de tus movimientos?... Me ayuda a excitarme.

 

Sonrió con cierta malicia.

 

—Y eso me excita a mí.

 

 

 

Al menos el tiempo había ayudado a ambos incluso en la comunicación. Tomar un baño juntos si bien se había complicado con el hecho de que ahora tenía habitación compartida con su esposa, inventar de vez en cuando unas mentiras piadosas con respecto a su salud para estar en su propia habitación no iba tan mal, “contagiar”  a  esposa no era una opción, cuidaban mucho el lado de la salud por ende el único que podía arriesgar su vida para cuidarle era su guardia personal. Bien, esas reglas estaban muy bien hechas.

 

La mejor parte de vestirse juntos era el ayudar al moreno con sus ropas, dejar que sus labios se unieran de nueva cuenta y evitar que la lujuria les llenara una vez más. Estaban condenados, no solo estaban en contra de la religión, por muy creyentes que lograran ser, nadie les creería si descubrieran que están juntos y no solo besándose, sino que estaban bajo uno de los siete pecados capitales, la lujuria.

 

La puerta sonó con fuerza, varios golpes que le alertaron de inmediato. Tomaron distancia poco antes de que la voz anunciante completamente exaltada gritara una y otra vez el “su majestad” Yunho tomo su espada y la instalo perfectamente en su cinturón para acercarse a la puerta y abrir. El hombre estaba agitado su respiración parecía estar a punto de extinguirse, pero logro entrar cayendo sobre sus rodillas frente a él con una carta en sus manos ya abierta por lo que debía suponer, eran los miembros del consejo del rey.

 

 

—Señor…—Apenas lograba pronunciar el hombre. Estiro su mano en entrega de la carta. — Atacaron al pueblo oeste.

 

Su mirada ni siquiera vio la carta luego de tomarla, la elevo inmediatamente a Yunho en señal de alerta. Cuando este tomo su arma empuñándola con fuerza sin desenvainar su espada, bajo su mirada al papel. En efecto, su pueblo había sido atacado, el más lejano justamente en dirección a las tierras de Gouryeo.

 

—Yunho, prepara el escuadrón. —Le ordeno.

 

El moreno no demoro en moverse de su lugar para dar acción a las palabras de su príncipe. Mientras él ayudo a ponerse de pie a su sirviente y ser quien dejara antes la habitación. Su caminar era apresurado, todos se reunirían para tomar decisiones, el debía estar ahí, como rey o no tomaría las decisiones como uno, ya no esperaría a la coronación. Atravesó las puertas sin esperar a ser anunciado, todos se levantaron de sus asientos por inercia, inclinarse en forma de saludo hasta tener a su príncipe en la cabecera de la mesa. Si bien estaba en contra del tiempo, tomaba unos segundos para parecer tranquilo y más que eso para pensar sus siguientes movimientos, no podía dejar que le descubrieran sus planes.

 

—Todos ya saben lo ocurrido. — Comenzó. — Apenas estén listos el escuadrón especial saldrá.

 

—Mi señor, no puede permitir que todo el escuadrón vaya, ¿Qué tal si ocurre un ataque aquí?

 

—Ya lo pensé. El escuadrón será dirigido por Yunho. Changmin se quedará a liderar la otra mitad aquí. Sumaré nuevos reclutas que iniciaran de inmediato su entrenamiento. La protección de mi esposa es cien por ciento de Changmin, ¿Quedo claro?

 

—Si señor.

 

Hablaron todos al unisono.

 

—La coronación. —Nombro el tema. — No voy a esperar. Dentro de dos días tomare el cargo de rey. Mi pueblo debe saber que pueden confiar en mí y a diferencia de otros reinados mi reina tendrá un cargo en la diplomacia.

 

—¡Señor! Es una mujer, no se le puede permitir que…

 

—¿Esta en contra de mis palabras?

 

—Tiene razón señor. — Agrego otro. — Una mujer no puede encargarse del reino.

 

—Sunghee no es cualquier princesa, ella puede hacerse cargo a mi lado de este reino. Mi palabra valdrá tanto como la de ella.

 

—Señor pero…

 

—Me opongo. —Uno de ellos se puso de pie.

 

—También me opongo. —Dijo otro.

 

Y así otros tres se pusieron de pie.

 

Apretó los labios con fuerza dando un golpe contra la mesa con fuerza.

 

—Ustedes no tienen idea de lo que está pasando el pueblo. Si planean llenarse los bolsillos… ¡Fuera de aquí!

 

Todos se quedaron perplejos al ver la reacción de su príncipe, las palabras fueran positivas o negativas por parte de los miembros no lograron ser escuchadas por el golpetear de la puerta. Al ser abiertas aparecieron ambos caballeros con sus manos empuñando sus correspondientes espadas e inclinándose a sus servicios.

 

—Su majestad. Estamos listos para sus órdenes…—Hablo el más alto de ambos.

 

—Changmin. Te quedarás con la mitad del escuadrón aquí, tienes la protección del reino en tus manos esta vez. Necesito que elijas nuevos reclutas y comiences el entrenamiento. La protección completa de Sunghee está en tus manos.

 

—Si señor. —Este choco los talones y se inclinó una vez más.

 

—Yunho. Dirigirás el escuadrón hasta el pueblo oeste. Necesito información de daños, personas y envíen heridos cuanto antes.

 

—Señor. — Interrumpió uno de los ancianos. — ¿No estará pensando en ir con ellos? Tiene prohibida la salida del castillo.

 

Una vez más se contuvo a golpear la mesa, empuño sus manos y negó. Más solo elevo la mirada a su guardia personal, no quería dejarlo ir solo, Yunho lo era todo para él.

 

—¿Entendido Jung? —Le hablo a su amante.

 

—Si señor.

 

—Tiene autorizada la salida. Puede retirarse.

 

Las últimas palabras le pesaron. Dejarlo ir solo, era el mayor miedo que tenía. No sabía si en el lugar le esperaba o no una batalla, aun con el resto del escuadrón Yunho no estaba protegido, podría ser el mejor con la espada en el lugar, solo no podría con todo, si lo atacaban como las hormigas, su guardia personal estaría perdido.

 

 

 

 

Desde su balcón observo la salida de los caballos por la puerta principal, todos con los uniformes portando el símbolo de su reino y encabezando el escuadrón su amante, quien se alejaba cada vez más. Odiaba la maldita regla que habían impuesto, perder a un miembro de la realeza en batalla era difícil para el reino, más cuando no existía aun un heredero, por ende JaeJoong no podía dejar el castillo a menos que ya fuera padre y claro, su hijo estuviera en condiciones de dar ciertas ordenes como príncipe, pero con su nueva imposición de su reina, podría salir antes, el problema estaba en que aun no había heredero.

 

Sunghee termino ingresando a la habitación junto con su guardia personal, había escuchado lo alterado que se encontraba y decidió en ir por su esposo para intentar calmarlo, de lo contrario apoyarlo en todo lo que necesitara no por ser el deber de una mujer, sino porque conocía a JaeJoong y sabía que este no tomaría una decisión errónea.

 

—¿Estas bien? —Preguntó estúpidamente la mujer consciente de eso.

 

—Es clara la respuesta. —Dijo tras ver como Changmin se encargaba de cerrar la puerta

 

—Estarán bien. —Pronunció en plural cuando era obvia su preocupación.

 

—Odio no poder ver con mis propios ojos el desastre, no es por morbo, sino porque creen que todo se hace por medio de información entregada nada más por los soldados, sin contar que no se cuántos heridos existen ni cuantas personas se encuentran con problemas de hogar o comida.

 

—Lo entiendo. Pero no puedes ir…

 

—Lo tengo claro.

 

Pero su mujer no solo se acercó a él para acariciar su rostro con sus delicadas manos.

 

—Quieres hacerlo, ¿No?

 

—No es un quiero hacerlo. —Tomo con delicadeza las manos ajenas y las retiro de su rostro. — Voy a hacerlo.

 

Sunghee bajo de inmediato sus manos dando un suspiro suave. Ella comprendía pero sabía que tenia el mismo miedo que él.

—JaeJoong… Ten cuidado.

 

Y esas palabras iban directamente a “Aun no lo hacemos”

 

—No te preocupes, lo tendré.

 

—¿Cómo piensa salir señor?

 

—Ya he salido de aquí antes.

 

Entonces ambos se sorprendieron.

 

—Cuida de Sunghee por favor. —Pidió al más alto. — Y cúbranme. Volveré antes que el escuadrón.

 

—¿Cómo vas a lograr salir? —Pregunto una vez más la mujer.

 

—En algún momento te lo contaré. Confió en ustedes… —Volvió a mirar a Changmin. — Cuida de ella, por favor.

 

No era difícil conseguir salir de un castillo del cual conocía todas las entradas y salidas, secretas. Como aquella que se encontraba frente a los propios ojos de todos pero nadie era capaz de abrirla por tratarse de su propio armario con un fondo falso.

 

Llegar por su cosas y cambiar su atuendo a Hero no le tomo más tiempo de lo que pensó, mucho menos ir por su caballo y abandonar el castillo de la misma forma en la que siempre lo hacía. Alcanzaría a Yunho sin importar nada, toda la información que necesitaba, si bien el moreno se la daría personalmente, el deseaba ver con sus propios ojos lo que ocurría, sin contar que también protegería a su amante si hacía falta.

 

 

Su caballo era el más rápido de todos, lo había entrenado para eso, este salía de vez en cuando con el en una inspección de Hero por el pueblo, conocía lo que debía hacer, incluso cuando se encontraban en acción, ser perseguidos era la parte más divertida de ser el enmascarado, nadie lograba alcanzarlos, sin contar que también disfrutaban de perderse en el bosque y que su caballo le encontrara con el simple silbido de su llamado.

 

A lo lejos podía notar el escuadrón perfectamente formado. Todos tenían ya conocimiento de Hero, lo conocían en el pueblo como aquel que ayudaba a los pobres, se encargaba de los bandidos, pero nadie sabía de donde salía el dinero que este obsequiaba, muchos creían que robaba a ricos, otros que ingresaba al castillo por el dinero, pero al no ser visto, era nada más que un cuento de niños. Atraparlo se le había ordenado a muchos, ¿Para qué? Si hacía un bien. Pero claro, con todo lo ocurrido creían que podía ser uno de los espías de Gouryeo.

 

Tomo otro camino, paralelo a los demás y en esa oportunidad aprovecho de adelantarse. Era el camino más largo al pueblo del oeste, por ende si no se adelantaba no llegaría con los demás, para seguir la inspección que realizaría el moreno.

 

Yunho dio la señal a los demás para detenerse, todos bajaron de sus caballos incluyéndole. En su caso, acaricio unos segundos a su caballo y lo dejo ir como lo hacía siempre, ocultarse era fácil para su entrenado animal. Podía ver como el moreno movía sus manos indicando direcciones. El escuadrón se dividió, tal como pensó, el moreno iría solo.

 

Las condiciones del pueblo sin duda daban para pensar demasiado, algunas casas se encontraban completamente tiradas, sin contar los cuerpos tirados que encontraban al caminar. El había seguido a su guardia sin que este lo notara, cada uno de sus pasos en busca de alguna señal o una pista necesaria para entender quien había atacado a su reino. Era bastante obvio, pero daría el derecho de la duda a los del reino de Gouryeo.

 

El sonido de una espada le quito de sus pensamientos, tuvo apenas unos segundos para retroceder y tomar su propia arma en su defensa. Las hojas de las espadas chocaron y se encontró con el moreno rostro ya conocido.

 

—¿Qué mierda haces aquí Jae…Hero? —Dijo Yunho en su voz gruesa.

 

—Sabes muy bien porque estoy aquí.

 

—No debiste venir, no puedes correr peligro.

 

—Entonces, ¿Tu si?

 

—Soy tu guardia personal.

 

—Y justamente no estas cumpliendo con tu trabajo, aquí estoy, protégeme.

 

—Maldita sea. ¿Es que no puedes respetar las reglas por un momento?

 

—Prefiero morir Yunho… Si algo te pasa no quiero recibir la noticia de otro soldado y entregarme a la ahorca.

 

—No, no, no. — Se quejó el moreno. — No me vengas con cosas románticas ahora, ¿Si? Estamos en medio de…

 

—¡Yunho!

 

Se movió a gran velocidad tras el moreno enfrentando a su adversario. Tal y como lo pensó, soldados de Gouryeo habían atacado el pueblo, el símbolo de su reino se encontraba en sus trajes. ¿Y porque hablaba de sus? Porque otro de ellos salió de los escombros a enfrentarles.

 

La lucha de espadas se inició incrementando el miedo de los habitantes. Gritos, sobretodo las mujeres quienes huían con temor una vez más. No quería imaginar lo que esos hijos de puta le habían hecho a ese pueblo para crear tal miedo. Eso lo enfurecía, pero a su vez ayudaba a luchar a sangre fría. Deslizo su espada por el pecho de su oponente y acabo con su vida. No volteo para ver al moreno y su lucha, cuando escucho la espada caer al suelo, dio por hecho que Yunho lo había matado, mientras fuera un, uno a uno, Yunho siempre seria victorioso.

 

—No digas nada. Sigue revisando. — Ordeno al moreno. — Puedes regañarme todo lo que quieras después, solo ayudemos a estas personas… 


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