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My King por MiRoApril

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—Señor... Uno de los lideres... 

Recordar cómo habían escapado de ese castillo era épico, seguramente sería escrito en un nuevo manuscrito, como el príncipe de Gouryeo había salvado al guerrero real de Silla con la ayuda de un hombre. Era una historia digna de ser contada, como el hombre aun con una daga atravesando su cuerpo logro luchar por su vida. El moreno llego a rastras hasta el bosque donde silbo en llamado de los caballos, por otra parte se encontraba YooChun con su compañero luchando con aquellos soldados que les seguían, con arco y flecha evitaban que les siguieran, pero eso no quería decir que estaban por completo a salvo; desde el mismo castillo eran atacados por igual forma, fue gracias a los árboles que lograban ocultarse, mientras él por su parte solo permanecía apoyado contra el tronco de uno regulando su respiración, estaba débil. 

Su visión era borrosa, estaba mareado, su sangre seguía manchando sus telas aun cuando la daga permanecía en su cuerpo, cada movimiento dejaba que el filo de la hoja era un nuevo corte en el interior de su cuerpo. Tenía que soportar hasta el campamento, aun cuando el llegar significara vendar su torso y unirse a la guerra, era de saberse que Gouryeo lucharía al enterarse de la perdida de los prisioneros, sobretodo el heredero al trono. 

—Resiste un poco más... 

—Yunho. —Pronuncio a duras penas. — Mi nombre es Yunho. 

—¿Eres el famoso Yunho Jung? 

—¿Famoso? No sabía que me conocían en tus tierras. 

—Todos conocen a los Jung, pero tu historia atravesó los muros, había hablado con mi guardia personal para ir en entrenamiento contigo. Pero Junsu no es de esos que apoyen las salidas del castillo. —Tomo una pausa. —Es todo un honor estar en presencia de tan buen guerrero. 

—¿No deberían hablar esto en otro momento? —Aclaro su compañero. 

—¡Los caballos! —Apunto el príncipe.

—Rápido, no podemos evitar todo el tiempo las flechas. 

Se acercó a su caballo apoyando su mano contra el lomo, era peligroso incluso realizar una fuerza como el subirse a este, podía desgarrar más su cuerpo. 

—Tu debes guiar a Yoochun. — Ordeno a su compañero. — No creo poder resistir. 

—Callate Yunho. — Le falto el respeto. — Ya estás aquí, no te dejaré morir. 

El hombre se acercó ayudándolo a subir al caballo, mientras él seguía sin entender cómo podía cuidar la espalda de un insignificante guardia real. Se apoyó contra la espalda del príncipe quien se encontraba ya al mando del caballo, era obvio, él no podía dirigirlo en el estado en el que se encontraba. 

—¿Por qué?... Debiste dejarme morir en el cuarto de armas...

—No hay mejor guerrero en nuestro reino, aún tengo mucho que aprender de ti. Estamos ganando la guerra por ti... Tienes que ser recibido como el héroe que eres. 

—Eres un idiota. —Dijo en una leve risa. 

Yoochun movió las cuerdas del caballo para así emprender camino. Los soldados de Gouryeo intentaron alcanzarlos, pero sus pies no eran más rápidos que los de un caballo, por ende, no lograron su cometido. 

Llego completamente inconsciente al campamento, solo pudo sentir el fuerte dolor de su herida siendo tratada por el médico que les acompañaba a la lucha, los implementos no eran demasiados, los principales se encontraban en el castillo, prácticamente se encontraban con cuidados prehistóricos, tampoco estaba en sus sentidos para decir que el arma aún estaba atravesando su cuerpo, probablemente ya se encontraba con su sangre derramada por toda la zona. 

Con sus ojos apenas abiertos logro divisar la silueta de Changmin a su lado, estaba arreglando la armadura y las armas, la guerra volvería a comenzar, podía escuchar el sonido metálico afuera de la tienda. Pero el más alto no estaba solo, a su lado se encontraba el príncipe de Gouryeo utilizando una de sus armaduras, el símbolo de Silla se encontraba en el pecho al lado izquierdo, era parte de su plan infiltrarlo entre sus soldados para llegar a su padre, el único que podía matarlo, era él. El futuro heredero. 

—¡Despertó! —Hablo Changmin acercándose hasta él. — ¿Estas bien? ¿Yunho? 

—Yunho. — Hablo a su lado Yoochun. — Descansa, nos encargaremos del resto, Changmin ya me explico el plan. Terminaremos todo esto... 

—Yunho, se fuerte. —Sintió la mano del más alto tomar la propia con fuerza. — Nuestro rey te espera. —Dijo lo último en una voz más suave. 

Negó. 

—No...—Intento volver a tomar aire. — No puedo...

—Shh...Calla, no te esfuerces. — Hablo Changmin. — El medico está haciendo todo lo posible. 

—¡Señor! —Ingreso uno de los soldados. —¡Las tropas avanzan! 

—Es hora. —Hablo Yoochun. 

—Acabaremos con esto. —Dijo el más alto antes de tocar su frente. — Se fuerte... Por JaeJoong... 

Tras ese susurro, sus ojos se cerraron. JaeJoong, su rey lo esperaba en el castillo, finalmente la guerra estaba acabando y él se encontraba en ese lugar, a punto de morir, podía escuchar los quejidos del médico, no había solución, lo sentía, era su cuerpo, la herida estaba demasiado abierta y la sangre no paraba el sangrado. 

—Señor...—Hablo el hombre. — No hay...

—Lo se. —Pronunció tranquilo. 

¿Ese era su fin? ¿No volvería a ver a JaeJoong? Después de tanto tiempo, después de esa promesa, estaba muriendo lentamente. Había sido una buena vida, aunque se odiaba por no confesarse antes, ¿Qué hubiera sido de sus vidas si JaeJoong correspondiera sus sentimientos desde mucho antes? Lo hubieran disfrutado más, pero la historia estaba escrita, si su deber era morir ahí, lo haría en toda la gloria, había logrado acabar la guerra. 

Sufriría incluso luego de la muerte si veía alguna lagrima caer del rostro de JaeJoong, siempre estaría a su lado cuidando de él, ya era consciente de cuanto lo amaba, aunque el mundo no pudiera enterarse, aunque no tuviera la oportunidad de demostrarlo, lo amaba, y aun después de la muerte lo seguiría haciendo. Solo esperaba que JaeJoong no cumpliera su palabra y siguiera su vida como el rey que era. No podría soportar el saber que acabaría con su vida si él no estaba a su lado, sería el final de Silla, no podía ser tan imprudente, todo lo que hizo era por el reino, al menos debía darle una muerte digna y no en vano.

Pero, estaba muriendo y esa guerra aun no acababa, todo estaba en las manos de Changmin, por lo que no sabía si todo su esfuerzo había sido en vano o no, ¿Cómo saber que había hecho un bien? ¿Y si moría y la guerra no acababa? ¡JaeJoong! ¡JaeJoong correría peligro! No podía dejarlo sin protección, ¿Quién sería su guardia? ¿Quién mejor que él? 

—¿Tiene fuego? —Pregunto con la respiración entre cortada.

—¿Señor? No querrá...

Asintió.

—Hazlo. 

Su corazón se detuvo cuando escucho las palabras del hombre. ¿Qué había pasado con uno de sus líderes? No quería escuchar, quería hacer oídos sordos, no quería saber la realidad, no quería derramar lágrimas en frente de todos. La carroza con más arreglos finalmente ingreso, esta no se dirigió hasta los establos sino directamente a él y aun su acompañante no hablaba, ¿Cuál era la noticia? ¿Changmin? ¿Yunho? 

—Esta muerto. 

Su corazón se partió en pedazos, el miedo lo inundo. Sus ojos de inmediato se llenaron de lágrimas. Los soldados se acercaron hasta la carroza y como era de costumbre se inclinaron en despedida de un guerrero. No podía ser una broma si todos se encontraban ahí incluso heridos despidiendo al soldado. Sus lágrimas no demoraron en salir, fuera Yunho o Changmin, ambos eran importantes para él, Yunho... Su amante. No podía perderlo, no quería sonar egoísta, ni menos por tratarse de Changmin como el otro guerrero, pero estaba preocupado de saber si se trataba o no de Yunho, su corazón no soportaría tanto. ¿Sonaba egoísta? ¿El amor lo era? 

Las puertas se abrieron de golpe. El cuerpo vendado de un hombre bajo de la carroza dejando ver el otro cuerpo recostado en las maderas, inerte sin vida alguna, su acompañante herido, su torso desnudo y completamente vendado...

—Yunho...—Sus brazos lo rodearon de inmediato sin importar el público con el que se encontraban, pero poco duro el acto, el cuerpo en el interior no era nadie más que Changmin. 

—No pude... —Intento excusarse el moreno. 

Sus lágrimas comenzaron a caer de inmediato por sus mejillas. Había perdido a uno de los guerreros más importantes del reino, el padre de su futuro hijo. 

—¡No! ¡No se mueva de esa forma! —Las mujeres gritaron alertando la presencia de su esposa en la entrada. 

Sunghee era dura de cabeza, con la noticia no hizo más que moverse y aplazar el parto. Seguía con las telas del vestido mal ubicadas de seguro por no dejarse retirarlas, pero la entendía, él estaba igual de ansioso por saber de su amante, solo que no pensó encontrarse con tal escena. 

Con sus ojos llenos de lágrimas al lado de Yunho solo pudo indicarle un mal suceso a su mujer. Podía ver en su rostro el miedo, la tristeza. Los malos movimientos para bajar las escaleras lo obligaron a acercarse para tomar su cuerpo, estaba débil y no solo por las contracciones de su vientre, sino por la noticia y el cuerpo que acababa de ver en el interior de la carroza. 

—No...—Pronunció en una voz baja mientras se dejaba caer sobre sus rodillas. — ¡No! ¡No, no no! —Las lágrimas de Sunghee se hicieron presente, pero aun así no dejo de ver el cuerpo en el interior, cubría su boca para no dejar ver su expresión de sufrimiento. 

Podía sentir el dolor, se identificaba, después de tanto hablar e imaginar el futuro de ambas familias juntas, el dolor era insoportable, le tenía demasiado cariño a Sunghee para verla de esa forma, no podía verla sufrir y menos ahora que se encontraba a nada de tener a su futuro hijo. Si, había sido egoísta al pensar primero en Yunho, Sunghee pensaba igual, era el uno o el otro, cuando ambos estaban enamorados era difícil apoyar a la pareja del otro, solo existían dos líderes, ambos importantes, ambos con un amante. 

—Su majestad, debe volver. —Hablaban las criadas intentando tomar el cuerpo de su mujer. 

—Cariño, vamos... Estas en proceso de parto, no puedes...

—No...—Volvió a llorar contra su hombro. — Déjame morir, por favor...—Pidió con desesperación. — No quiero vivir....

El dolor podía sentirse en las palabras de la mujer, apenas logrando ser articuladas, no eran palabras que vinieran solo con aire, venían desde el corazón y el sufrimiento que estaba sintiendo, un desgarrador dolor. 

—No, no te perderé a ti también. — Tomo el rostro de la contraria entre sus manos. — Debes volver, vamos... 

Se dio el tiempo de poner de pie a su esposa, el peso era el doble por ende con trabajo duro y ayuda de las criadas habían logrado levantarla, más no terminaron el proceso de llevarla al interior del castillo.Las puertas de otra carroza se abrieron con fuerza, el relinchar de los caballos les advirtieron del intruso. Un hombre armado con un arco portando el símbolo de Gouryeo había salido de una de las carrozas y se dirigía directamente a ellos. Acomodo la flecha en el arco y le apunto a la mayor autoridad, JaeJoong. 

—¡Intruso! —Gritaron sus soldados.

Sus propios arqueros apuntaron en dirección al hombre, pero ya era tarde para cuando este disparo la flecha. 

¿El destino podía ser tan cruel? ¿Qué le esperaba al mundo con pensamientos tan cerrados como los que tenían los humanos actualmente? Ambición, riquezas, poder, todo lo que un humado deseaba cegaba la visión de una posible vida alegre y feliz sin necesidad de tener todo en sus manos. Existían cosas que él no había pedido vivir, no pidió nacer en una familia rica, menos ser parte de una familia real, tener sangre azul, sangre real, así como los pueblerinos no pidieron nacer en un lugar como ese, bajo la pobreza, enfermedades y problemas naturales. El destino era cruel, los de arriba querían estar abajo y los de abajo querían estar arriba. 

¿Por qué los buenos se iban y los malos continuaban con vida? ¿Qué error cometieron para tener un destino tan cruel? 

Todo paso frente a él como si el tiempo se hubiera detenido y estuviera pasando segundo tras segundo en una lentitud increíble. Yunho comenzó a correr en su dirección, la flecha venía directamente a él, ¿Podía esquivarla? Hacerlo ponía en riesgo la vida de sus riadas, acompañantes y claro, su esposa. La mano de Sunghee tironeo de su cuerpo obligándolo a caer. Apenas había logrado dar un par de parpadeos cuando la flecha paso a su lado con la misma lentitud. Logro ver como sus soldados habían logrado acabar con el hombre atravesándolo con más de una flecha. El cuerpo cayó al suelo con un notable sonido, pero no había sido el único sonido que lo saco de aquel trance.

Los gritos de sus criadas se escucharon con fuerza, el cuerpo de Yunho tomo el propio pero no con el fin de cubrirlo, sino para alejarlo y recibir el cuerpo de su mujer entre sus brazos. No fue hasta que la vio caer en los brazos del moreno que vio el sacrificio que había realizado. 

La flecha había atravesado el pecho de su mujer. 

—¡Sunghee! —Grito antes de acercarse a ella. — ¡Sunghee! ¡Sunghee contesta!... 

—J-JaeJoong...

—Si, aquí estoy...—Hablo intentando calmarla. — ¡Rápido! ¡Un médico! 

¿Cómo calmarla cuando el mismo estaba alterado? Esa sensación, ese miedo, su corazón destrozándose, estaba perdiendo una parte de él.

Sus hombres de inmediato comenzaron a moverse. Las armaduras sondaban de un lado a otro, la protección en el castillo comenzó así como las criadas buscaban la forma de hacerle llegar la atención lo antes posible. 

—¡Rápido! ¡Traigan lo necesario! —Ordeno a sus criadas. 

—JaeJoong...—Hablo su mujer. 

— No hables, no... Se fuerte, por favor. 

—Salva a nuestro hijo...—Hablo a duras penas. — Déjame... Déjame ir con él, por favor.

¿Por qué no tenía una expresión de dolor en su rostro? ¿Por qué estaba tan tranquila? Esa expresión en su rostro lo tenía inquieto. Sunghee estaba dando su vida por él, ¿Por qué dejarlo vivo? ¿Por qué no morir? Esa flecha debía matarlo a él no a ella, ella no tenía la culpa de nada y aunque el tampoco, era la cabeza del reino, debía pagar por todos ellos y sus malditos antepasados. 

La mano de Sunghee apretó con fuerza la propia, podía sentir como se resistía a morir solo por salvar a su hijo. Sunghee quería morir para encontrarse con su amado, así como él en su momento había tomado la decisión de morir si Yunho no volvía a él. 

Él hubiera hecho lo mismo. 

Las mujeres se movieron más rápido de lo que creyó, fueron capaces de alzar telas alrededor de su mujer para alistarla por completo. Solo un médico en el interior mientras él estaba observando la situación como si se hubiese perdido en un sueño. Necesitaba despertar y creer que todo era una mentira, una más de sus pesadillas, había tenido tantas que aseguraba ser una más y la peor de todas. 

Su mirada fue hasta el cuerpo de Changmin, pudo sentir el mismo dolor que Sunghee, ¿Qué tal si hubiera sido Yunho? Pero aun con su amado intacto, sentía que el dolor no quería dejar su cuerpo, así como sus lágrimas las intentaba contener lo más posible para mantenerse fuerte. Fue tan poco tiempo el que compartieron, cerca de dos años, sonaba a bastante tiempo pero si el recordaba todo, se hacía tan corto, aún faltaba tanto por vivir y estaba perdiendo a dos pedazos de él. 

—Me salvo...—Hablo Yunho tras su cuerpo. — Changmin me salvo. El rey de Gouryeo intento matarme, estaba rodeado de soldados y herido. El...—Tomo una pausa. — El ataco al rey con Yoochun, acabaron con él y uno de sus soldados... —Bajo la mirada. — No pude detenerlo... 

Pudo ver en la mirada baja del moreno como sus lágrimas comenzaban a correr, apenas sabía una parte de todo lo ocurrido, siquiera sabía cómo habían ganado la guerra, tampoco el acuerdo al que habían llegado, era información irrelevante al momento, con su mujer a punto de morir y el cuerpo de Changmin descansando a su lado, nada más le importaba, no podía darle importancia a un tema como ese cuando dos personas importantes, realmente importantes, estaban siendo arrebatadas. 

El sonido de un llanto, los quejidos de un bebe se escucharon. ¿Estaba bien? ¿Su hijo estaba vivo? ¿Qué debía hacer? No podía estar feliz por un nacimiento cuando estaba perdiendo a su mujer, el dolor era tan grande que siquiera logro acercarse a la pequeña tienda que formaron sus criadas. 

Las telas cayeron lentamente, más no dejaron ver el cuerpo de su esposa, en realidad, fue cubierto por estas tras dejar salir al médico con un ensangrentado bebe en los brazos. Fue una de sus empleadas quien tomo al pequeño y limpio su cuerpo con una de las telas, claramente no lograrían quitar todos los rastros de esa piel a menos que fuera limpiado como era debido, pero como era de esperarse, se acercaron a entregar a su hijo en sus brazos. 

—Felicidades su majestad, tenemos una princesa. 

Era una pequeña. Tenerla en sus brazos cuando frente a él tenía el cuerpo de su mujer fallecida, ¿Cómo se suponía que debía resistir? Sus lágrimas de nueva cuenta salieron, no era algo que pudiera soportar. Era peligroso incluso tener un cuerpo tan delicado entre sus brazos. 

—Señor... 

Los ojos de todos estaba puestos en él. Fue uno de los guardias el que se acercó a felicitarlo antes de anunciar la revisión del perímetro, tal parecía que el hombre de Gouryeo se había escabullido en la carroza y no existía otro acompañante, por ende, estaba a salvo. 

El silencio reino, solo se escuchaban los quejidos de su hija en sus brazos, mientras el resto de las personas se encontraban inclinados en despedida. Ese día no perdieron uno, sino dos guerreros. 

La puerta de su oficina sonó en un par de golpes, suaves, había ordenado el silencio absoluto, no quería ruido, no quería un grito, quería paz por al menos unos días. No necesito hablar cuando la puerta se abrió y dejo ver el cuerpo del moreno ingresando y cerrando la puerta tras él. Aun cuando escucho los pasos de este acercarse no detuvo el escribir con su pluma sobre ese papiro, era la única forma de plasmar sus sentimientos. 

¿Qué existía más allá de la muerte? ¿Sunghee podía verle? ¿Leería lo que escribía para ella? No pudo evitar llevar su mano hasta su collar que sostenía no solo el anillo de matrimonio de su mujer, sino el collar son el símbolo de Baekje, uno muy preciado para ella y que había tomado en su memoria. 

—¿Lo conservaras? 

Asintió. 

—Es algo que quiero entregarle a mi hija cuando crezca y entienda lo que hizo su madre por ella. 

—Sabía que dirías algo como eso. 

—¿Soy muy predecible? 

—No. —Negó. — Eres de sentimientos honestos. 

Con suerte logro formar una suave sonrisa. 

—Todo está listo. 

Asintió. 

—Ya es hora...

Tomo aire y cerro el papel en varios pliegues para llevarlo a su bolsillo. Había pensado en dejar en la mano de su esposa el anillo de oro en señal de mantener una unión entre ellos, una unión simbólica nada más, pero gracias al comentario del moreno retiro la idea. Conocía a su pueblo, conocía a los humanos, de saber que se encontraba una pieza de oro en una de las tumbas, llegarían a ella de una forma u otra. Quería un descansar tranquilo para su mujer, no dejaría que llegaran a ella por simple ambición. 

—¿Lo tienes? —Pregunto al moreno. 

—Aquí esta. 

Yunho acerco hasta su escritorio un anillo de plata que llevaba Changmin en su mano, portaba el símbolo de Baekje, era el mismo anillo que tenía Yunho pero la diferencia existía en los símbolos del reino, el anillo solo significaba algo, todo el mundo lo sabía, ese anillo era de un guardia personal de la realeza. Para Yunho guardia de JaeJoong, para Changmin, guardia de Sunghee. 

Tomo el anillo y lo llevo a un cofre, en el mismo ubico el anillo de su esposa tras retirarlo del collar que colgaba en su cuello, los ubico a ambos juntos y cerro bajo llave. Si no podía tener una simbología entre los cuerpos de ellos lo haría entre sus joyas. 

—Siempre permanecerán juntos. —Dijo mientras observaba el cristal que reflejaba ambos anillos juntos. 

—Nos esperan. 

—Así es... 

Una vez más tomo aire y se acercó hasta el moreno. Frente a él no pudo evitar abrazarlo con fuerza, no había podido mostrar otra señal de afecto durante el día, había sido un fuerte despertar, toda una mañana de sufrimiento el día anterior, lleno de emociones, sin poder descansar por la noche. Solo un día había pasado desde la pérdida de su esposa y el guerrero. No estaría tranquilo hasta dar una despedida como era debida. 

Como rey, cumplió la orden de realizar la ceremonia en el interior del castillo, en los jardines que tanto disfrutaba ver Sunghee, en ese mismo lugar dejarían un símbolo en su nombre y a su lado estaría Changmin. Pareció sorpresiva la decisión, muchos estuvieron en su contra, ¿Cómo sepultar dos cuerpos en los jardines? ¿Y por qué no? ¿Qué harían? Por tratarse de la reina y su acto heroico nadie se opuso al dar sus razones, el conseguiría lo que quería, lo haría por ellos. 

Dio un largo discurso en memoria a ambos. Pero era humano, no pudo evitar dejar salir lágrimas en medio de su hablar, jamás olvidaría lo que su esposa hizo por él, ni menos lo que Changmin hizo por el reino. Descubrieron ambos monumentos, dos inscripciones. "Guardia real: Shim Changmin" "Reina de Silla: Kim Sunghee" 

No paso mucho tiempo para que ambos se llevaran de flores. La inclinación duro más tiempo de lo normal, la despedida se realizó pero él seguía en el lugar observando, perdido en sus pensamientos y tras él, el cuerpo del moreno cuidando cada uno de sus movimientos. Ordenaría plantar flores en el lugar, para mantenerlos siempre con hermosos colores, le recordaría lo felices que eran juntos y lo que debían estar ahora que finalmente estaban juntos sin reglas que seguir. 

—Espero que estés realmente feliz ahora. 

Finalmente, se acercó hasta la tumba de su esposa y realizo un pequeño agujero con su mano, fue ahí donde dejo la carta y la cubrió entre césped y flores. 

—Seguro que está muy feliz ahora...—Hablo Yunho a su espalda. 

—Quiero creer que esto es aún un sueño. —Dijo en una voz suave y apagada. — ¿Crees que pueda ser un sueño? 

—Yo espero lo mismo. Pero siempre creí que tendríamos otro tipo de sueños si estábamos en el mismo. 

—Prefiero esos sueños a algo como esto. Parece un mal chiste. 

El moreno se acercó hasta tocar sus hombros.

—¿Cómo está tu herida? —Llevo su mano a la contraria aun permaneciente en su hombro. —El médico me conto la locura que hiciste. 

—Era la única forma de volver. 

—Cerrar una herida quemando tu piel. —Hablo a la nada. — También estuve por perderte, ¿No? —Su voz volvió a apagarse. — ¿Qué hubiera hecho si te pierdo? 

Podía parecer el rey más sentimental de todos, el que más demostraba sus emociones, quizás verse débil, pero solo él sabía lo que sentía tras ese rostro calmado que intentaba mostrarle a todo el mundo. Necesitaba desahogarse, llorar el resto de dolor que quedaba en él, dejarlo salir todo para ser capaz de enfrentar lo que el futuro le preparaba. 

Ocho años más tarde...

—Llegaremos tarde. — Dijo con dificultad contra la boca contraria. 

—Aún tenemos tiempo. —Respondió el moreno. 

Tener sus labios conectados era un verdadero problema, con el tiempo en su contra, los guaridas vigilando su puerta, no podían hacer más que rozar sus cuerpos, acariciarse y demostrarse amor con simples caricias, que para ellos, era toda una tortura. Un beso no solo era una demostración de amor, para ellos era el inicio de un juego lujurioso. 

La lujuria era su debilidad, su pecado capital y había encontrado con quien calmarla, en comparación a otros reyes que buscan a más de una mujer, engañan a sus esposas, no era algo que fuera con él. Además, el moreno tenía todo lo que necesitaba para estar completamente saciado. 

Termino soltando un jadeo contra sus labios, tener esos roces por sobre el escritorio, esos besos habían dejado de ser inocentes, estaban entrando en un ambiente verdaderamente caliente y el no tenía control o al menos, más que Yunho. 

—¿Recuerdas cuando evitabas hacer este tipo de cosas en lugares así? —Dijo burlándose de su pareja. 

—Ya estoy acostumbrado. —Rio leve. 

—Te tomo bastante tiempo acostumbrarte, ¿Eh? 

—Calla... Déjame besarte. 

Le encantaba como el moreno tomaba su cuerpo como todo un experto, después de tantos años Yunho sabía lo que le gustaba y todas sus debilidades, desde tomo ser tomado hasta por donde comenzar a besarlo, lo que era peligroso en algunas oportunidades, como esa. 

—Agh... Yunho. —Gimió contra sus labios. — Ya detente... Llegaremos tarde. 

La respiración del moreno se encontraba igual que la propia, completamente descontrolada.

—Recuérdame porque tengo que dejarte ir...

—Por Hee...—Volvió a gemir. — Su cumpleaños... 

Toc-Toc 

El sonido de la puerta los detuvo, más no los separo, llevaban años realizando los mismos encuentros, sus guaridas conocían las reglas, nadie podía ingresar a menos que él lo autorizara, por ende les daba más tiempo para recuperar el aliento, de lo contrario seguir jugando. 

—¡Señor! La princesa solicita su presencia en su habitación. 

—Te lo dije. —Dijo en una sonrisa victoriosa. 

—Esta noche no te salvas. —Advirtió el moreno atrapándolo una vez más entre sus brazos. 

—Eso depende de Sunghee —Dijo entre risas. — Ella no se duerme temprano los días de su cumpleaños.

—No.. Pero se quién puede entretenerla abriendo los obsequios.. —Dijo sonriente. 

—Siempre con un plan B. 

—El plan B siempre funciona. — Pronunció el moreno sobre sus labios. 

Yunho volvió a unir sus labios en un beso, nuevamente largo aun cuando sabía que el control que quedaba en ambos era prácticamente nulo.

Toc-Toc 

—¿Señor? 

Se separó de inmediato. 

—¡Voy en seguida! 

Yunho rio victorioso, es más, robo un nuevo beso de sus labios para luego ayudarle a bajar del escritorio. 

—Te veo en la fiesta. —Dijo en despedida. 

—¿Iras por Min? 

El moreno asintió. 

—Te dije que era mala idea obsequiarle una espada. —Se quejó.

—Ya era hora que lo dejaras tener una. 

—Las de madera estaban bien. 

Negó.

—¡Hey! Nuestra hija necesita protección. 

—¿Y planeas que su hermano la proteja? 

—Recuerdo que a esa edad mi guardia personal era menor que yo. 

El moreno rio y se retiró de la oficina. 

Tras arreglar sus ropas salió siendo escoltado por dos de sus guardias hasta la habitación rosa, así la nombro Sunghee. Con ocho años de edad se estaba convirtiendo en toda una mujer, tal y como a su esposa le hubiera gustado verle crecer. 

Sunghee, el mismo nombre de su reina. Tras su perdida no dudo en llamar a su pequeña princesa en su nombre, su hija llevaba el nombre de una guerrera y la heroína del reino, aquella que dio su vida por el rey. El valor de su esposa fue de ayuda para darle más voz a las mujeres y no olvidar que ellas también pueden hacer más que simples tareas caseras, así le tomaron más el valor a sus órdenes, aquellas que había dado cuando su mujer estaba a su lado. 

—¿Cariño? —Toco la puerta. — ¿Estas lista? Te esperan en el salón. 

—¡No! —Se negó la pequeña. 

—¿Por qué no? —Dijo desde la puerta. 

—Min no vino por mí.

La voz de su princesa sonaba amurrada, tal y como una niña pequeña cuando no obtenía lo que quería. 

—¿Quieres que Min venga? 

—Si, el debería llevarme a la fiesta. 

—¿No puedo hacerlo yo? Soy tu padre. 

—¡No! 

Rio. 

—Quiero a Min. 

Termino abriendo la puerta para ver a su pequeña hija amurrada sentada en la cama con sus brazos cruzados. Traía un vestido en diseño del mismo hombre que confecciono los últimos trajes de su esposa, telas en tonos rosas diversos, y telas brillantes en dorado, además de los pequeños zapatos que traía en color blanco. Como toda princesa, debía llevar el símbolo de Silla y esta lo tenía en un prendedor en su vestido, desde hace dos años que le entrego el collar no había querido reemplazarlo de su cuello, además de siempre presumirlo, era el collar de su madre. 

En cuanto a sus características físicas. Sunghee tenía razón, era su hija. El parecido a él y su mujer era impresionante, era una versión femenina de él y rasgos de su madre como el color de sus ojos, la delicadeza de sus manos y el color de su cabello. Aun así, veía en ella parte de Changmin, quizás no físicas, sino en su tímida personalidad, como aquel que no deseaba ser llamada como Hee frente a otras personas, sonaba muy dulce para ella. 

—Cariño, Min y Yunho nos esperan en la fiesta. 

—¡No! Min debería venir por mí. Es mi guardia...—Se quejó. 

—Min está entrenando para ser tu guardia, si el viene por ti tiene menos tiempo de entrenamiento. ¿Quieres que no este preparado para asumir su puesto? 

La pequeña negó. 

—¿Cuándo pasara eso? 

—Cuando cumplas doce años, Min será nombrado tu guardia.

—Pero todos dicen que ya lo es. —Realizo un puchero. 

—Porque el es un Jung, y todos los Jung siempre son nuestros guardias. 

—¿Cómo el tío Yunho? 

—Así es cariño... Yunho es mi guardia desde hace muchos años... Min también será el tuyo, solo debes esperar. 

—Falta mucho tiempo...

—¡Bien! —Dijo animado. — Entonces vamos a soplar las velas de los ocho años, así pasaran más rápido..

Sus palabras fueron lo suficientemente animadas para llevar con el a su hija. 

Como en toda celebración, las trompetas sonaron al ingresar al salón. Su pequeña princesa traía su corona al tamaño adecuado a su cabeza, así como los otros príncipes y princesas de los reinos más cercanos, entre ellos el príncipe de Gouryeo, príncipe y princesa de Baekje, entre otros más. 

¿Cómo llegaron a un acuerdo con Gouryeo? 

Desde que Yoochun asumió el puesto, sus reinos estaban en paz, increíblemente el gran cambio lo realizo el heredero. Ahora eran tres reinos en la península coreana completamente unidos. Gracias a eso, no existieron problemas en esos ocho años y esperaba que no existieran en los próximos, pero como lo había pensado, todo iba en la educación de sus hijos, los futuros reyes. Debían enseñarle lo que era tener paz. 

—¡Min! —Su pequeña hija salió corriendo de inmediato hasta el pequeño.

Yunho era tan estricto como sus padres, todo por mantener el apellido Jung y es que fue hasta el momento en el que se convirtió en padre que le tomo el peso a todo lo que le estuvieron enseñando desde pequeño. 

El menor no tenía parecido alguno con Yunho, porque no era un hijo directo del moreno. Tras la guerra Yunho y los escuadrones salieron en ayuda a los pueblos cercanos que se vieron afectados por los combates, muchos de ellos fueron utilizados como refugios, por ende se encontraron entre cenizas y derrumbes. El moreno al volver, trajo consigo un bebe envuelto en sus telas de la capucha, conto sobre el encontrarlo en brazos de una mujer fallecida, el lloriqueo del bebe lo llevo hasta él. Fue entonces que Yunho asumió el cargo como padre. Realizar una ley que lo permitiera fue difícil, criar a un hijo que no era suyo como un hombre sin una mujer a su lado le complico las cosas a los Jung, pero con Yunho lograron convencer al consejo, al nuevo, con dos integrantes más en reemplazo de sus nuevos ángeles. Desde ese día el pequeño se convirtió en Changmin Jung, con fecha de cumpleaños como el día en el que fue encontrado.

—Su majestad. — Dijo el menor inclinándose a su pequeña hija. 

—¡Yah! Te dije que no me llamaras así...—Se quejó Hee. 

—Papá me dijo que debo hacerlo. Además estamos con público, no puedo tratarte de otra forma.

—No me gusta... —Hee se cruzó de brazos. 

—Esto me recuerda algo. — Pronunció Yunho tras acercarse. 

—¿Por qué se lo exiges? Yo también lo odiaba. —Rio leve. 

—Porque soy un Jung, y debemos tener respeto por nuestros superiores, mi rey. —Se inclinó. 

—No parecías tener mucho respeto en la oficina. — Susurro. 

—Y no olvides que hoy te veo en nuestra habitación. 

—Shh... Calla. 

Fin. 

 


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