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OMEGA (Boku no Hero) por Princess Yaoi

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"Aun eres mi héroe"
 
Las palabras de Izuku se perdieron en el silencio del cuarto mientras el desviaba la mirada y fruncía el ceño, tratando de ocultar la obviedad; lo había convencido y no tenía forma de negarse esta vez.
 
Un cosquilleo casi doloroso subió por su estómago, envolvió su cuerpo en un escalofrió y por primera vez en su vida no supo que decir.
 
Aquella sencilla afirmación había bastado para acabar con el peso que llevó encima tanto tiempo, y de pronto, de manera tan sencilla, sus heridas parecieron curadas, como si lo único que hubiera necesitado para acabar con ese maldito infierno, fuera el palabrerío agridulce de ese alfa y sus manos sobre él.
 
No supo en que momento el pecoso lo tomó por los hombros y la distancia se acortó tanto. Esos ojos llorosos y asustadizos lucían desesperados por hacerlo entender su sinceridad y aunque había docenas de preguntas irónicas que le hubiera encantado soltarle en la cara antes de caer en su trampa, no pudo pronunciar nada. Su garganta estaba tan seca y gastada que no tenía caso resistirse más.
 
Incluso los brazos de ese pecoso que detestaba tanto lucían cómodos a estas alturas de la batalla. Ya no tenía nada que perder y finalmente se permitió ceder, rendido por la profunda paz que venía de él y el anhelo que había estado conteniendo por tanto tiempo.
 
Una expresión más suave lentamente se formó en su rostro a medida que su cuerpo se relajaba y se permitía acercarse más a Izuku, sin perder un detalle de esos ojos verdes que le suplicaban con todas sus fuerzas que confiara en él.
 
―No va a haber una maldita segunda oportunidad... _soltó con una voz ronca y baja, que no habría alcanzado los oídos del peliverde si sus rostros no hubieran estado tan cerca y fijos el uno en el otro_ esto solo es hasta que lo arruines...
 
La respiración del pecoso se detuvo obligándolo a empujarse hacia el frente para aferrar su agarre de manera cuestionarte y algo incrédula, para descubrir que el rubio ni se inmutó ante la forma en lo que lo aprisionó, ni tenía en los ojos una pisada de mentira.
 
Kacchan estaba dándole una oportunidad por increíble y completamente inconcebible que pareciera. Estaba cediendo, permitiéndole tocarlo sin complicadas riñas de por medio y aceptándolo en su espacio personal. Por primera vez se vio reflejado en sus ojos como algo digno de ser visto. Ese rubio testarudo y rencoroso que lo había pisoteado toda su vida, lo estaba viendo con respeto. Una seriedad casi extraña que nunca pensó ver en su rostro y menos sentir en carne propia, pero allí estaba, erizándole piel y disipando todas sus dudas para dejarlo en un estado de éxtasis y euforia casi conmovedor.
 
Fue como si todas sus inseguridades de infancia se chocaran de golpe contra la sensación de redención que obtuvo en ese pequeño triunfo. Como si todo cobrara sentido y la pequeña victoria que tenía en sus manos lo estuviera quemando desde dentro para hacerlo alguien nuevo.
 
El sentimiento lo descolocó y abrumado por la sensación se dejó llevar y envolvió los brazos sobre el cuerpo del omega con fuerza, haciendo que su corazón sufriera el golpe más duro y satisfactorio de adrenalina que había tenido. Y no era solo la terrible sensación de alivio que llenaba su alma de agradecimiento y esperanza, eran el perdón, la conciliación; el milagro casi divino que ocurría frente a sus ojos. Era el cuerpo de Kacchan apegado al suyo sin resistencia alguna, era su aroma tímido respondiendo a sus excitadas feromonas y su aliento tibio cosquilleando en su cuello sin cuidado, como si toda la distancia hubiera desaparecido por completo.
 
Lo apretó de manera ansiosa buscando atesorar el calor y la intimidad que había entre sus cuerpos temeroso de que se le escapara. Quería preservar esa cercanía para siempre, grabar en su corazón la caricia suave de ese momento para recordarse una otra vez de lo cálido que podía ser Kacchan.
 
No podía resistirse a las sensaciones cosquilleante que estaban haciendo un lío su cuerpo. Pero toda la euforia  se fue de golpe haciéndolo recobrar un poco de sentido común cuando el rubio gruñó cerca de su oído como una queja y le dio una mordida de advertencia.
 
Evidentemente estaba lleno demasiado rápido. Se reprendió a si mismo obligándose con toda su fuerza de voluntad a separarse del rubio y darle algo de espacio. Pero cuando puso unas cuantas pulgadas de por medio, lo que notó fue la mirada indecisa de su compañero.
 
Un fuerte sentimiento contradictorio los había envuelto a ambos en el momento en el que se separaron. Por una parte, sus "yo" alfa y omega quería permanecer juntos desesperante para compensar toda la angustia que habían tenido en solitario, pero por otra parte, que era la más coherente y escandalosa, su reciente acuerdo no les daba aun esa cercanía.
 
Eran un par de enemigos en tregua tratando de resolver un buen pacto para una situación inevitable, pero eso no les daba la libertad de ser íntimos y olvidándose de la complejidad y problemas de años que tenía su relación. Lo entendían y aun así, el rubio se acercaba a él con esa mirada conflictiva y algo encendida preguntándose que tan apresurado sería ceder a sus instintos ahora.
 
Estaba tan cansado y necesitado que no podía luchar más consigo mismo. Quizás si dormía, o se deshacía de la frustración pudiera pensar con más racionalidad, pero en ese preciso instante el sabor de la piel del peliverde le causaba sensaciones inquietantes. Quería volver a poner su boca sobre su cuello y no entendía por qué.
 
Si hubiera puesto atención a las clases de Recobery Girl, quizás sabría que esa era una necesidad natural que apremiaba a los omegas instándolos a monopolizar a su pareja cuando su vínculo se sentía correspondido. Pero para él, todo lo que representaba en ese momento era una fuerte patada a sus creencias, a su orgullo y a su dignidad que se irían al carajo contradiciendo todo lo que había dicho y hecho para alejarse de ese peliverde si se le lanza encima ahora.
 
Izuku vio su frustración y sintió entenderla, aun era muy pronto para cualquier cosa, pero los instintos que habían mantenido a raya tan dolorosamente no entendían de formalidades o algo tan sencillo como "crear confianza" antes de lanzarse sobre el otro.
 
No podía simplemente pedirse a Kacchan que cediera asegurándole todo estaría bien y que él se sentía de la misma forma, porque sabía que no iba a escucharlo. Así que prefirió ahorrarse la pelea que solían tener cada vez que trataban de hablar, y mostrarle su disposición a actuar como su conejillo de indias para que pudiera liberarse de las necesidades que lo estaban haciendo tambalearse en la balanza.
 
Entonces, con cautela, se llevó las manos a al cuello de la camisa haciendo al omega observar atónito como sus ojos se llenaban de determinación para deslizar fuera los botones uno tras otro.
 
Esos ojos verdes, que de pronto parecían demasiado seguros, se clavaron en los del rubio haciéndolo presenciar con conflicto la invitación.
 
Kacchan no lo entendió de inmediato, pero cuando vio su cabeza inclinarse a un lado para mostrarle su cuello, la anticipación y la locura estallaron en el de golpe como si un interruptor hubiera sido presionado haciéndolo rendirse ante sus instintos y olvidarse del resto.
 
No le había tomado más de dos segundos descifrar la locura que ese bastardo le estaba proponiendo y no le tomó ni siquiera uno aceptarla.
 
Se abalanzó sin chistar hacia la defensa baja del alfa y enterró desesperadamente los dientes en su piel, como si la oportunidad pudiera escapársele de entre los dedos si no la tomaba.
 
El pecoso soltó un quejido bajo cuando las punzadas lo atravesaron y el peso tibio del omega calló sobre su regazo. Sus colmillos no podían asemejarse a los de un alfa, pero el rubio realmente luchaba por hacerle una marca mordisqueando y lamiendo a partes iguales como si buscara el mejor lugar para marcar su territorio.
 
Sin embargo, los omegas no tenían el instinto de "marcar", más bien buscaban hacer de conocimiento público que su relación era aceptada, por lo que el rubio no sabía como y dónde poner sus dientes para hacer algo más que pequeños chupetones y sin embargo insistía duramente haciendo al pecoso considerar con más cuidadoso sus intenciones.
 
Con cautela posó su mano en el cuello del rubio tratando de guiarlo al lugar más propicio para darle una mordida duradera, pero su mano no pudo evitar centrarse en el área recorriendo la venda que cubría el cuello del rubio para hacer cicatrizar su marca.
 
La tocó con curiosidad sintiendo las emociones chocar conflictivamente en su estómago al entender que esa marca hacía sus condiciones completamente distintas. Por más que el omega quisiera establecer su dominio sobre él y crear su territorio, era el único que iba a cargar con una cicatriz en su cuello para siempre.
 
El hecho se le hiso terriblemente injusto. Su instinto animal y su parte humana lucharon en sus adentros tratando de resolver el sentimiento, pero su lado humano y justiciero era más fuerte y no lo dejó seguir adelante como se supone que debía hacerlo.
 
Como alfa su deber a partir de allí era proteger y guiar a ese omega, pero en su interior sus entrañas se removían ante la idea de aceptar una condición tan injusta y limitante.
 
Kacchan no era inferior, no era débil ni necesitaba que un alfa se parara delante de él para que el resto le debiera respeto. El era capaz de conseguirlo por sí mismo. No mentía al decir que quería verlo como su igual. El rubio merecía tanto independencia como él; quería que lo supiera.
 
Necesitaba que Kacchan entendiera que él no podía lastimarlo y que nadie podía robarle su libertad. Y podía sentarse allí en vano toda la noche a tratar de explicarlo y hacer promesas heroicas para convencerlo y convencerse a sí mismo de que estaban dando el paso correcto, o simplemente hacer a un lado los prejuicios y empezar por una vez con el pie derecho.
 
Una idea algo desquiciada pasó por su cabeza, y a medida que se armó de valor para tomar al rubio por el rostro y verlo a los ojos, cobró más sentido. Tanto que ya no pudo detenerse y simplemente soltó la cosa más antinatural y perturbada que seguramente había dicho.
 
― Puedes marcarme...
 
Los ojos de rubio se abrieron completamente trastocados y pese a que el rubio era una granada inestable a la hora de expresar sus emociones, la idea lo tomó tan sorpresa que por primera vez pareció pensar antes de abrir la boca.
 
― ¿Qué? _fue todo lo que dijo en un tono dudoso temiendo haber enloquecido por completo gracias a sus feromonas_
 
―Tienes que colocar tus colmillos en el ángulo correcto y enterrarlos como si quisieras tomar un pedazo, hasta que sientas que traspasaron la piel... _explicó el pecoso seriamente mientras señalaba el área de su cuello que quería que marcara_
 
― ¿Al fin se te zafó un tornillo, Deku? ¡Soy un omega!
 
―Lo sé, pero es injusto que solo tu tengas una marca. Quizás no funcione de la misma forma, pero el significado es el mismo.
 
― ¿Me estás pidiendo que te marque como que si fueras mío? _sonrió con superioridad y cierto cinismo entendiendo el contexto de la propuesta. Ciertamente la idea de saldar cuentas le gustaba_ Vas a ser la burla de todos los alfas...
 
―Es lo justo, Kacchan...
 
―Está prohibido... _soltó con cierta gracia tratando de arrinconar al pecoso_
 
―También tomar por la fuerza a alguien debería estarlo...
 

Las pupilas del omega se hicieron más oscuras y afiladas denotando su rabia. Vio en sus ojos repentinamente más rojizos toda la simbología que el pequeño acto tomó para él a la luz de lo que le habían hecho y se sintió complacido.
 
Quizás lo que estaban a punto de hacer fuera algo inconcebible para la moral pública. Una bofetada a los principios y el orden establecido y una clara declaración de anarquía, pero era algo con lo que quería lidiar.
 
En un acuerdo tan pequeño encontraron la razón para unirse en un fin común, reconociendo lo extraños y diferentes que eran para el resto. Después de todo, un alfa y un omega normales no aceptaría esa indecorosa inversión de los roles con tanta emoción. Ellos eran un par de defectos entre los suyos. Ni Kacchan era un omega sumiso dedicado a la vida hogareña, ni el era un alfa extremista dispuesto a hacer su voluntad por encima de cualquiera para mantener su orgullo. Y en medio de ese íntimo acto de rebeldía se reconocieron mutuamente como un par de desertores que podían luchar por la misma causa.
 
Izuku mentiría si dijera que no sintió miedo. Que no tubo escalofríos y temió de sí mismo por estar tan dispuesto a entregarse a ese rubio explosivo, cuando sus ojos se mostraron decididos y se acercó a él dispuesto a romper todas las reglas impuestas por el mundo. Pero era lo que su corazón sentía correcto y no tenía forma de negar su defectuosa naturaleza.
 
Quería demostrar su compromiso y su deber con él rubio, su rechazo a ser como el resto de alfas y su disposición a luchar por ello y qué más daba romper las reglas un poco.
 
De un momento para otro, el rubio literalmente se prendió de su cuello y apretó con rabia sus colmillos tratando de atravesar su piel. Entonces respiró hondo y siguió adelante convencido de que tenía sentido esa locura.
 
―Relájate y luego hazlo con fuerza _soltó en un tono dolorido sintiendo los intentos fallidos del rubio por penetrar su carne_ no presiones tu mandíbula, empújate con el resto de tu cuerpo...
 
Los alfas eran por naturaleza quienes ponían la mordida y creaban el lazo, los omegas no estaban capacitados naturalmente para hacerlo, así que iba a ser más difícil y los mordisqueos furiosos del rubio lo estaban lastimando más lo que creyó. Lo dejó pasar por unos cuantos intentos más tratando de guiarlo para conseguirlo, pero su paciencia empezó a tambalearse quebrada por las punzadas de dolor y finalmente se impulsó para plantarle su propia mordida en el hombro al rubio.
 
El ataque hizo al omega saltar de dolor y responder con violencia. Fue así que finalmente lo logró. El sabor de la sangre del alfa llenó su boca y sus manos se clavaron en sus costados mientras emitía pequeños gruñidos furiosos que acabaron como ronroneos de satisfacción cuando finalmente sus dientes salieron de su víctima y pudo contemplar la herida.
 

El pecoso se dejó caer sobre la cama y soltó un suspiro de alivio. Lo habían conseguido y se sentía demasiado abrumado. Quizás era solo el ajetreo que había tenido en los últimos días y todo el esfuerzo que supuso ganarse al rubio, pero sus emociones estaban en el límite de todos los sentidos.

Con torpeza llevó los dedos a las hendiduras de la mordida. A diferencia de la de Kacchan, la suya estada a un costado de su cuello y era más pequeña. Lo justo para un omega que no tiene idea de lo que es poner una marca, pero bastante más profunda de lo que esperaba.

Ladeó el rostro con curiosidad tratando de observar la herida, aunque era imposible, pero sus ojos se volvieron hacia arriba de golpe obligándolo a poner tensarse, cuando la mano del rubio toco el dorso de la suya para retirarla lo suficiente para observar de cerca.

Entonces se topó con sus ojos filosos concentrados en su cuello y su respiración a centímetros de su rostro. Lucía agitado y severo, contemplando con una pisca de orgullo la sangre que resbala de su piel como si una venganza se hubiera concretado o el mundo hubiera vuelto repentinamente a su lugar con esa pequeña rebelión.

Era una expresión segura y un poco cínica, que le permitió sonreír tan aliviado como consternado de sí mismo. Había extrañado un poco a ese patán orgulloso que siempre conseguía lo que quería y era un poco masoquista reconocer que prefería esa faceta, en vez de la triste y empequeñecida que había estado contemplando.  

Un pequeño escalofrío recorrió su columna cuando esos ojos llamantes ojos se dirigieron a los suyo de manera casual y su cuerpo se enderezó sobre el suyo dejando todo el peso de su cuerpo sobre su pelvis.

De esa forma, se quedaron detenidos en la mirada del otro, viéndose con la respiración agitada y cierta complicidad creciendo en el silencio, propagándose por sus cuerpos burbujeantes de adrenalina y liberando químicos en sus venas, para relajar sus músculos y disipar toda la tensión, hasta que el contacto entre sus cuerpos se tornó tibio, cómodo y demasiado relajado.

Sus cuerpos sudorosos y agitados habían entrado a un estado de paz casi post orgásmico a causa de su pequeña hazaña y se sentían profundamente satisfechos. Como si acabaran de conquistar la cumbre más alta o puesto bajo su control un imperio entero. La sensación de victoria era enorme y placentera. Era tan excitante y embriagadora que por un momento estar juntos, con poco espacio entre sus cuerpos y en una habitación privada, dejó de ser un castigo y pareció la cosa más emocionante y satisfactoria del mundo.

El pecoso podría haber jurado que vio una pequeña sonrisa en el rostro del rubio y sintió el latido de su corazón a través de la piel caliente que hacía contacto con sus costados. Podría jurar también que ese momento había sido demasiado largo y que nunca se habían observado por tanto tiempo el uno al otro, pero se sintió tan corto al final, que lo dejó descolocado.

Tubo el reflejo de retener al rubio cuando vio un atisbe de racionalidad en sus ojos y supo que la magia del momento había llegado a su fin, pero no logró alcanzar su mano. El rubio se desprendió tan rápido y tan abruptamente que lo hizo sentir desahuciado y solitario mientras contemplaba el techo tratando de perder la sensación cosquilleante que dejó la ausencia su peso sobre su piel.

Era una sensación inquietante, pero liviana, como un pequeño aguijón que picoteaba recordándole contantemente que algo le hacía falta, pero sin llegar a lastimarlo realmente. Una sensación que lo hizo sentir algo estático mientras buscaba el momento indicado para hablar, pero cuando finalmente se sintió de vuelta en sus cabales y se levantó tratando de ver al omega a la cara para tener una conversación, lo vio dándole la espalda, tendido rígidamente sobre el mullido colchón de prendas que componía su nido.

Pronunció su nombre de forma baja un par de veces, pero no obtuvo respuesta. Y llegó a la conclusión de que estaba dormido, pero no fue hasta un cuarto de hora después, cuando sus facciones se relajaron, su cuerpo se estiró y su respiración se volvió acompasada, que supo que todo ese tiempo había estado fingiendo dormir para no hablar sobre lo que había pasado.

Suspiró frustrado revolviéndose en el colchón al descubrirlo. Sabía lo difícil que era Kacchan, pero seguía admirando su capacidad para llevarlo al borde de una crisis con cada cosa que hacía y temía que le esperar una vida muy corta a su lado, porque sin duda, cada maldito día con ese rubio caprichoso truncando sus avances iba a ser jodidamente estresante.  

Notas finales:

Valla! Si que fue difícil sacar adelante este capitulo. Le di demaciadas vueltas y lo reescribí tanto que ya no sabía ni qué quería expresar. Creo que me estresé innecesariamente por no arruinarlo y al final fue muy sencillo escribirlo cuando ya me había relajado.

Mi incersión al mundo laboral, las dudas sobre el futuro y estas ganas de escribir lemon que ne están quemando, tampoco ayudaron, no se si alguna vez lo comenté, pero este fic es mi apuesta final. Una especie de: veamos si sirvo para esto o mejor me rindo de una vez, no creí que fuera a tener tan buena acogida y eso me abrumó un poco, pero estoy tremendamente feliz y agradecida por la forma en la que me han apoyado.

Quiero agradecerles a quienes comentaron la historia pese a todo. No saben lo mucho que me ayudo a seguir aquí.

Espero que el siguiente capitulo esté en breve. No me estresaré tanto esta vez. Lo que sigue es algo que me entusiama escribir.

¡Saludos!


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