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OMEGA (Boku no Hero) por Princess Yaoi

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Los sentimientos que tenía en ese momento eran ridículos y completamente irreverentes. No sabía cuánto habían corrido ya. Los edificios de la ciudad habían desaparecido hace algunos kilómetros dándole paso a un paisaje rural, un cielo amarillento y hermoso que nunca había visto tan encendido y un clima caluroso que lo hacía sentir húmedo y pegajoso mientras sostenía la mano de Deku con fuerza y dejaba salir la risa a todo pulmón seguro de que podían correr un par de kilómetros más antes de tener que volver a casa. 

Aun podía sentir el escozor en sus nudillos palpitando de forma dolorosa, su pecho agitado, su mente caótica, su estómago cosquilleando y el mundo de cabeza. Todo era un caos y estaba derrumbándose a pedazos mientras apretaba con entusiasmo la mano de su rival y sonreía despreocupadamente como si no hubiera un mañana del que preocuparse.

Sus piernas dolían, pero quería seguir corriendo tanto como pudiera, para alargar ese sentimiento cálido e inexplicable que de ninguna otra manera se hubiera permitido acoger. La sensación de lo incorrecto, de la victoria clandestina que celebraban como un par de mocosos, alejándose del mundo y siguiendo sus propias reglas con la emoción a flor de piel y sentimientos en el pecho que no podían entender. Una pequeña victoria insignificante que quizás valdría poco en unas horas, pero que por unos momentos le permitió contemplar una vida justa. Con Izuku a su lado y todo como debía ser, pero no era algo que fuera fácil de expresar una vez se agotaba la adrenalina.

Cuando el paso de su compañero también se hizo más lento y sus manos finalmente se soltaron, se quedó estático frente al desconocido cielo estrellado de quien sabe que suburbio rural, preguntándose qué seguía. Habían llegado tan lejos que por un momento se sintió libre de ser quien quisiera, pero no supo cómo ver a la cara al pecoso una vez la sensación se esfumó.

La victoria le había dado tanto poder que se sintió con la potestad de ir a cualquier lugar, burlar a la autoridad, darles una patada a las reglas y olvidarse de las consecuencias, entonces habían acabado allí. Simplemente despreocupados después de destruir propiedad privada, verle la cara al héroe número dos y saldar una pequeña deuda.

Respiró por unos minutos recobrando el aliento con el sonido de la respiración del peliverde acompañándolo a unos metros. Quizás solo era momento de volver a casa y olvidar que por unas horas habían sido más que mejores amigos, se habían tomado de las manos y tenido maravillosos sentimientos mutuos, era momento de volver a su estado natural, porque no era capaz de lidiar con algo más complejo. No estaba hecho para eso.

Pero ¿cómo había llegado a ese punto? Quizás valdría la pena retroceder unas cuantas horas, a ese preciso momento en el que quiso arrancarse los oídos al escuchar la palabra compromiso. 

Había querido explotar, desarmar el mundo, convertir a todos en cenizas y desaparecer mientras lo hacía, pero su rabia no tuvo la dicha de alcanzar el punto cúlmine en el momento exacto porque Izuku había aparecido soltando una cantidad insana de palabras por minuto, de las que lo único que logró pescar fueron algunos enunciados de afecto que no creía posibles de quien aparentemente lo había traicionado de nuevo y una razón sosa para haber conservado la propuesta, que lo hizo desear haber explotado antes, para no tener que escuchar seméjate tontería.

Todoroki creía en la posibilidad de que estuviera esperando un vástago suyo producto de la violación y Izuku creía en su repentino interés de asumir responsabilidad por sus actos, ya que se había inclinado ante él un lunes por la mañana para explicárselo; el día que lo dejó plantado frente al consejo de la academia para ser exactos. Pero la razón central de todo ese lío era que el pequeño Izuku era demasiado inseguro, y ese día, al descubrir que su amigo de infancia podría tener más problemas de los que creía, no tuvo el coraje de enfrentarse a él y a la montaña de sentimientos dolorosos que había entre ellos.

Tenía miedo de no ser lo suficientemente bueno para hacerse cargo de él y de ese niño que podría estar creciendo en su vientre. Estaba aterrado de resultar ser un alfa inútil en contraste con Todoroki, quien ofrecía darle atenciones y un buen estatus. Pero, sobre todo, estaba petrificado ante la enorme responsabilidad que tenía encima.

Un omega al que temía acercarse, la obligación de asumir un rol intimidante para el que se sentía demasiado pequeño, la presión de no ser el alfa que todos exigían que fuera para Katsuki, sus sueños de héroe desplazados por el compromiso de cuidar de una familia y el miedo de perder a su recién nombrado compañero, ante un oponente contra el que no podía competir.

En comparación a Todoroki, él, quien venía de una simple familia de betas, no tenía oportunidad alguna de ganar en un juicio, dónde Todoroki fuera el padre legítimo de lo que podría estar gestándose en el vientre de Kacchan. Eso lo hizo sentir tan inseguro y atrapado, que todo lo que pudo hacer fue encerrarse en sí mismo, luchando por días con las heridas que le había hecho Katsuki y dándose palmadas de ánimo a sí mismo en la espalda, hasta decidir que quería y podía luchar para conservar a su compañero.

Reunir el valor para pararse derecho y buscar una oportunidad le había tomado tiempo, tiempo que Todoroki no desperdició para hacer su propuesta formal de matrimonio y él no podía rechazar esa propuesta hasta estar seguro de que era lo que el y Katsuki querían.

Por lo que, cuando fue a la casa de los Bakugou aquella noche con el fin de decidir las cosas entre ellos, lo hizo para ganar terreno en esa batalla, porque estaba seguro de que la única arma que tenía era que Kacchan lo aceptara genuinamente a su lado. Entonces podrían enfrentar cualquier problema que vinera juntos, con o sin un bebé que los llevara a los tribunales. Pero hasta no estar seguro de que el rubio lo quería como su alfa, no podía tomar por sí solo una decisión que avivaría el fuego de esa guerra.  

Su plan nunca fue irse de allí sin la aceptación del rubio. Tras noches de reflexión e incertidumbre estaba seguro de que no había un destino en el que Katsuki no fuera parte esencial de su vida. Era su vínculo más viejo, había estado allí incluso antes que All Might y no había forma de cortarlo y simplemente seguir dos caminos separados. Era todo o nada y se la había jugado para conseguir que lo aceptara a su lado, pero una vez lo tuvo en sus brazos, todo se tornó un tanto abrumador.

Descubrió que su relación con él aún era demasiado frágil para asumir problemas y decidió, con buenas intenciones, esperar a que las cosas avanzaran entre ellos para hablar sobre lo que podría estar creciendo en su estómago y sobre las circunstancias actuales de su riña con Todoroki.

No había tenido prisa. Tras convivir de lleno por varios días con el rubio, no había notado ningún síntoma que le indicara que estaba pasando algo fuera de lo normal y quizás era muy pronto, pero algo dentro de él no creía que hubiera de qué preocuparse. No restaba más que esperar para confirmarlo. Después de todo, no podía simplemente ir y preguntarle a esa granada humana si estaba esperando un hijo de su violador. Pero llegó el momento de hacerlo.

Había previsto toda clase de escenarios, hablando con los padres del rubio al respecto; aunque omitiendo la parte del embarazo, claro, y tomado precauciones para evitar que el rubio supiera del asunto antes de tiempo, pero no imagino que esa carta llegaría a sus manos de forma tan casual y los pondría en una situación tan peligrosa.

Habían acabado, por culpa de su descuido, en una incómoda situación en la que tuvo que exponer sus patéticas inseguridades y sentimientos de inferioridad, y lanzar la dura pregunta que tanto insomnio le había dado, justo enfrente de Katsuki y de su madre.

Le habría gustado poder hablar de eso a solas y en un ambiente menos hostil, pero no había tiempo ni tregua de parte de la alfa, que se lo permitiera.

Tras la pregunta, los ojos de Katsuki se habían abierto de manera exagerada, su mandíbula se había tensado y una expresión horror había empezado a tomar forma, delatando que esa era una cuestión que nunca había considerado. El miedo era palpable, denso como la tormenta de posibilidades que estaba creciendo espeluznantemente en su cabeza. Pero una risa lo cortó justo cuando su piel empezaba a ponerse pálida. Su madre se había llevado la mano a la cabeza con gracia soltando una voz relajada que hizo girar el rostro de ambos hacia ella.

―Cariño, eso es imposible _soltó entre risas irónicas, aliviada de que fuera esa tontería de unos alfas inexpertos y no un asunto grave el que había ocasionado todo el conflicto_ Ese bastado no anudo, es más, creo que tendrá problemas para volver a levantarlo luego de la forma en la que lo cortaste _puntualizó con una risa despreocupada que a Izuku incluso se le hizo agradable_ El embarazo de un omega requiere precisión y que todo funcione de manera adecuada, el simple estrés puede causar que un intento falle. Tengo amigos que lo han intentado por años_

Los hombros de Izuku bajaron sintiendo la tensión abandonar su cuerpo. Suspiró totalmente aliviado, sintiéndose estúpido por no consultar el asunto con otro alfa antes. Realmente quería abrazar a la madre del rubio y disculparse por haberles ocasionado tantos problemas con sus inseguridades, pero no tuvo tiempo de relajarse.

Sin mediar palabra el rubio abandonó el lugar, pasando por la puerta del frente con la misma brusquedad con la que lo hizo a un lado para que no estorbara su camino. Le tomó unos segundos espabilar lo suficiente para ir detrás de él y se topó a penas cruzar la esquina, con que le había perdido el rastro.

Corrió por las avenidas y callejones del vecindario sin rumbo alguno, gritando su nombre por un rato, hasta que pensó en hacer una visita rápida a aquel parque que estaba a unas cuantas cuadras de su casa, ya que habría sido obvio buscarlo allí desde el inicio; era el lugar al que siempre acudía para esconderse cuando eran niños.

Lo encontró sentado en la escalera de la resbaladilla, con el rostro bajo y el cuerpo tenso. Se puso en posición ofensiva a penas se percató de su presencia. Frunciendo el ceño profundamente y marcando una expresión agresiva en su rostro que pretendía hacer pasar de a percibida la capa de lágrimas que humedecía sus ojos.

― ¡¿Qué mierda quieres!? _le gritó tratando de desacerse de él de forma rápida_

El pecoso tuvo que ser perspicaz para notar lo que pasaba. Se había hecho bastante bueno descifrando a Kacchan y deducir sus razones no era realmente tan difícil cuando se era observador y se tenía en cuenta las cosas que le molestaban.

―Lamento haberte hecho pesar en eso _pronunció con un tono suave y tranquilo mientras se sentaba en uno de los columpios que estaba cerca, para mostrarle que no tenía intensión de invadir su espacio_ Era justo la razón por la que no quería decírtelo. Sabía que iba a hacerte sentir cosas desagradables. Además, no creía que en verdad lo estuvieras.

Emitió un sonido de dolor cuando el rubio le lanzó un objeto de plástico a la cabeza, que algún niño había olvidado junto a la caja de arena, acompañando de un característico y contundente “Muere” que lo hizo pensar mejor sus palabras mientras sobaba el área afectada.

El rubio soltó un gruñido apretando los puños de manera frustrada.  No era bueno lidiando con la vergüenza y eso era un leve concepto de la cantidad de cosas nauseabundas que estaba sintiendo en ese momento.

No solo había experimentado el amargo terror y la repulsión de poder estar engendrando algo monstruoso dentro de su cuerpo, además se había sentido expuesto, sometido por primera vez a la extraña realidad de su condición de omega.

La revelación que su madre soltó sin delicadeza alguna había desvelado detalles que ignoraba sobre sí mismo, haciéndolo consiente de lo poco que sabía sobre su cuerpo y de lo desconocida y aterradora que se había vuelto su anatomía.

No estaba muy familiarizado con la idea del embarazo y la posibilidad le calló como un balde de agua fría que lo hizo sentir tan asustando y vulnerable que tuvo que huir dañado por la insensibilidad con la que los alfas trataron el tema.

Era un asunto grave para él. Se había sentido aterrado, asqueado e impotente, pero ese alfa estúpido que tenía por compañero, simplemente descartaba el asunto con frivolidad, hablando de Todoroki y de sus propuestas estúpidas, como lo haría del clima.

―Eres un inútil… _Pronunció de manera despectiva después de un rato, con la vista puesta en algún rincón lejano del parque_

― Kacchan, yo de verdad lo…

― ¡No me importa un carajo si lo sientes!

Todo quedó en silencio. Los ojos verdes, fijos en él, titubearon. Ambos se sentían frustrados. Parecía que no había forma de salir de ese ciclo interminable de desastres que los condenaban a volver al punto de partida cada que daban un paso. Y Deku ya estaba bastante cansado de terminar siempre en el mismo agujero.

Se sentía enfermo de luchar inútilmente por su causa sin obtener nada. Todo lo que había en sus manos después de darse la difícil tarea de actuar de manera prudente y correcta, seguir sus ideales heroicos y contemplar la racionalidad por encima de los terribles sentimientos que lo estaban consumiendo, eran problemas, rechazo y culpas. ¿Acaso eso era justo? Estaba enfermo de perder siguiendo las reglas, de limitar sus acciones para no lastimar a otros cuando él estaba siendo apaleado, de ser siempre el culpable de los errores catastróficos que no los dejaban llegar a ningún lugar, estaba casando de ser el tipo racional que pensaba antes de actuar y al que todos creían que podían hacer a un lado. Y por una vez, quería hacer lo que sentía, en vez de lo que era correcto.

―Kacchan… acabemos con esto.

―――――――――――――――――

En toda su vida solo había odiado a una persona, tenido una sola meta egoísta y dejado de lado sus ideales de héroe por una sola razón. Nunca se había sentido especialmente repugnante por ello, pese a las cosas oscuras que guardaba su alma, sus deseos crueles y sus necesidades egoístas, porque cuando se veía en el espejo, el vengativo ser de mitades distintas que le devolvía la mirada, parecía un héroe en busca de justicia. Pero todo perdió el sentido en algún punto, seguramente mucho antes de que su vida se inclinara hacia la despótica existencia que estaba acarreando desde hace unos meses. Y un día finalmente notó al despertase, que ya no había una mitad de él que valiera la pena.

No sabía cuándo había empezado exactamente su decadencia, pero ese retorcido e inquietante sin sentido que lo asediaba contantemente desde “aquel día” parecía emisario de algo. Lo acosaba alborotando mas el desorden que había en su cabeza y no lo dejaba dormir, tenía que ser la razón de esa vergüenza que poco a poco lo fue abrazando hasta hacer evidente que quizás había hecho algo malo y debía hacer algo al respecto si quería volver a conciliar en paz alguna vez el sueño. Pero su búsqueda desesperada de redención lo hizo pisar terreno fangoso y complicado

Podía ser simplemente el picor inquietante de esos sentimientos que no lo dejaban estar en paz consigo mismo o el egoísmo de su corazón solitario que suplicaba por aceptación, pero pasó de ser un destructivo alfa conservador defendiendo la diplomática forma de hacer las cosas de los suyos, a uno muy confundido, cuya más brillante idea fue ofrecerle ayuda a su víctima para reparar lo que sea que hubiera hecho mal.

Era una medida estúpida, que, en algún lugar de su mente tenía sentido. Pero lo peor había sido que, tras pensarlo con la cabeza no tan fría, empezó a creer que Katsuki estaría mejor con él que con Izuku.

Fue en ese punto cuando las cosas se pusieron un poco extrañas. El omega en cuestión no le pertenecía, todo lo que había conseguido tomar de él, ya hacía en el recuerdo vago del placer y en la posibilidad de que estuviera esperando un hijo suyo. ¿por qué? Era la manera más efectiva de ahuyentar a su compañero y quien sabe y fuera cierto. En algún momento empezó a creer su propia mentira, mientras buscaba alguna manera dejar de sentirse tan solo.

Sus compañeros y la parte cuerda de su familia le habían dado la espalda luego de que cayó en desgracia y habían empezado a verlo en la misma forma despectiva que a su padre. Se transformó en un villano y no tenía argumentos para debatir eso. Realmente se sentía como uno.  

Su buena voluntad y el intento de asumir consecuencias parecían algo bueno en ese punto. Incluso podían valerle un par elogios entre los de su clase, que estaban acostumbrados a tratar esas cosas con bastante frivolidad, pero gustaban de las demostraciones de suficiencia.

Podría decirse que todo lo que quería era recuperar la paz. Volver, de ser posible, a antes de toda esa mierda de alfas y omegas. Cuando tenía compañeros que le dirigían la palabra y podía estar a solas sin sentir que estaba transformándose lentamente en un monstruo. Y tenía la extraña idea de que, si le pedía perdón a Katsuki y le ofrecía un lugar al que volver, todo de pronto estaría bien.

Porque, ¿no era un buen matrimonio lo que deseaba todo omega? ¿Una contraparte alfa fuerte que le diera protección, lo proveyera y le diera suficientes cachorros para estar ocupado el resto de su vida? En su opinión, haber tomado a Katsuki sin cortejarlo de manera formal había sido su única ofensa y quería repararla desposándolo correctamente para compensarlo.

Contraer matrimonio con un alfa de clase alta como el, era la cúspide que podía aspirar cualquier omega inteligente. Y estaba seguro de que era un buen trato. Creía ser completamente capaz de satisfacer a Katsuki como alfa mucho mejor que Midoriya y creía que Katsuki podía ser un padre interesante para su descendencia siempre cuando mantuviera la boca cerrada.

Todo pintaba muy bien. Era la clase de pacto que se acostumbraba a realizar en familias tan longevas como la suya y con ello creía haber encontrado la solución para los problemas de todos. Midoriya quedaría libre de hacerse cargo de un omega con el que evidentemente no podía lidiar y el daría un paso importante a la adultez, ofreciéndole, además, una buena posición a Katsuki.

En su razonamiento, que parecía ser del todo ignorante del dolor humano y los sentimientos, lo que estaba proponiendo era bueno, nadie con un poco de cerebro debía tener ninguna razón para oponerse, pero ese no fue el panorama que encontró cuando su suspensión terminó.

A penas Midoriya se cruzó en su campo de visión, toda su convicción se puso en duda.

Supo casi de inmediato lo que había debajo de ese vendaje que rodeaba su cuello. Para un alfa era imposible ocultar cosas como esa de otros alfas y sin embargo, Midoriya parecía haber evadido las miradas del 80% de alfas que componían UA, porque nadie parecía tan consternado u obsesionado con las razones que lo habían llevado a avergonzarse a sí mismo de esa forma, como él. 

Pasó las primeras horas de la mañana buscando desesperadamente explicaciones, y las más lógicas podrían ser que se había rendido al carácter de Bakugou o había perdido en una lucha de poder, pero su sonrisa y la confianza con la que evadió sus intentos de ser hostil, no contaban la misma historia. La forma en la que se paseaba tranquilamente con esa mordida en el cuello lo ponía inquieto, lo hacía sentir nervioso y molesto, perseguido por la sensación de que estaba perdiéndose de un detalle importante. No podía sacarse de la cabeza a Midoriya y esa tranquila mirada que tenía últimamente. Parecía que no le importara un carajo lo que alguien pensara acerca de su mordida y por el contrario, lucía una envidiable paz que con cada día que pasaba se le hacía más insoportable e irritante.

No entendía que demonios estaba pasando y tampoco sabía que tenía tan despreocupado al peliverde. Era como si ni siquiera le importara que su omega estuviera siendo cortejado por otro alfa ¿tenía un as bajo la manga? ¿Bakugou finalmente lo había aceptado? ¿Había descubierto que no estaba preñado? ¿Lo había preñado el mismo?

Quería una explicación, quería respuestas, pero no podía ir tranquilamente a pedirlas. La vigilancia que les había impuesto la academia les prohibía interactuar. No era para menos considerando los problemas que habían causado, pero su mayor conflicto no era que todos tuvieran un ojo puesto en ellos, sino que Midoriya no parecía interesado en él en lo más mínimo y eso, además de lo mucho que llamaba la atención últimamente reducía sus oportunidades de encontrarse con él.  

Todos estaban al pendiente del alfa que los había sorprendido, el cabrón que se había llevado al omega rabioso con el que nadie quería lidiar. Y sus compañeros parecían felices con la idea de que hubiera ganado esa pelea. Era una especie de leyenda viviente que despertaba tanto interés como envidia entre los aspirantes a héroes y él realmente no entendía que demonios había hecho mal. Sus circunstancias y las de Midoriya no eran tan distintas, ambos habían mancillado la libertad del rubio de alguna forma y sin embargo él era el único villano en la historia.

Sabía que había lastimado a Bakugou, que había usado la fuerza cuando no era necesario, que había roto muchas reglas y pisoteado su dignidad, pero ¿no era lo que hacían todos? ¿No era lo que los alfas estaban educados para hacer? ¿Tan malo era haber sido débil a sus instintos? ¿Haber querido tomar un compañero? No lo entendía, y sin embargo quería repararlo, así que ¿por qué no se iba esa horrible sensación de culpa que lo estaba persiguiendo? ¿Por qué se sentía tan parecido a su padre? ¿Por qué su familia lo veía como un monstruo igual de infame? Lo que había hecho era muy distinto a lo que hacía el, ¿verdad?

Al final de la semana tenía más preguntas de las que era capaz de responder y menos temple que nunca. Estaba ansioso por acabar con todo pronto y ni siquiera se cuestionó sus razones cuando la oportunidad tocó a su puerta. La recibió impaciente y con la más estúpida convicción de que eso tenía que resolver sus problemas, porque si no, sinceramente no tenía idea de cómo expiar su alma.  

La voz de Bakugou era inconfundible. La reconoció instantáneamente cuando golpeó esa tarde violentamente a su puerta, invitándolo a gritos a tener las bolas de salir y enfrentarlo. Parecía que finalmente Midoriya no había podido contenerlo más y agradecía que así fuera. Había previsto que algo como eso podía pasar si el peliverde seguía negándose a dar una respuesta clara y era la oportunidad perfecta.

Un par de insultos más y la amenaza de tirar su elegante puerta abajo resonaron por el pasillo. Respiró hondo. Siempre supo que no iba a ser fácil. Ese horrible temperamento, su molesta manía por incluir palabras malsonantes en cada oración y su increíble capacidad para trasformar todo el atractivo que pudieran tener su cara y su lindo trasero, en un problema más, eran conocidos por todos, como el hecho de que la mejor forma de comunicarse con el eran los puños. Pero no podía cometer el mismo error dos veces. Iba a ir allí, inclinarse formalmente y pedir disculpas como mejor pudiera. Entonces, si el omega no quería atender razones, lo haría escuchar a la fuerza y tendría cuidado de solo golpear su dura cabeza para no dañar al cachorro que había en su vientre. 

Aclaró su garganta antes de deslizar el Shoji, escuchando la voz de su hermana justo antes de tomarlo. 

― Shoto… _la escuchó decir con una voz queda y supo lo que intentaba advertirle_

La alfa peliblanca era quien menos reparos había tenido para expresar su desagrado por las cosas que había hecho y recalcarle una y otra vez que debía retractarse.

―Yo no soy como mi padre _Le respondió sin perder de vista su objetivo_ se lo que debo hacer.

 

Vio el ceño de la mujer fruncirse sin mucha convicción antes de volver sobre sus pasos hacia la casa principal. Habían tenido ya esa discusión muchas veces y no creía que fueran a llegar pronto a ningún lugar.

Pese a ser alfas de la misma casa, tenían ideas muy distintas y ella reprobaba del todo su conducta, condenándolo por sus actos como si fuera un criminal. Era seguro que difícilmente podrían volver a empatizar después de eso. Él estaba convencido de lo que estaba haciendo. Tenía confianza en sí mismo y quería acabar con todo cuanto antes. Así que reuniendo todo su autocontrol deslizó la puerta y dio un paso al frente para iniciar tan formalmente como su educación estricta le permitía, con el discurso que tenía planeado.  

― Bakugou, quiero ofrecerte mis más sinceras discul…

Su intensión murió sin lograr el cometido. Su cuerpo rígido no llegó a hacer una reverencia. Sus ojos se quedaron pasmados en la imagen que tenía enfrente con total confusión y es que, el extraño dúo que lo recibió no era algo favorable, considerando que su intención eran desposar a uno de ellos.

― Puedes ahorrarte tus disculpas, Todoroki. _escuchó decir a Midoriya con una voz seria, dando un paso al frente para empujar una carta hacia su pecho_ Los detalles están dentro, pero en resumen…

― Puedes irte a la mierda… _terminó por él, Katsuki_

El ceño del Midoriya se frunció en dirección al rubio como reproche. Y una mirada rabiosa le fue devuelta de manera persuasiva. Entonces el peliverde suspiró resignado, tendrían que hacerlo al modo de Kacchan y el modo de Kacchan no era precisamente algo que se le diera bien.

Estaba seguro de que parecía un completo loco soltando insultos a diestra y siniestra para relevar al rubio cada que estaba a punto de partirle la cara al chico de hielo. Podía verlo en la expresión de Todoroki. Que no entendía un carajo sobre lo que estaba pasando, pero empezó a caer lentamente en su juego después de que a Kacchan se le salió un “no estoy esperando una mierda y si lo estuviera lo herviría en agua caliente yo mismo para ahorrarle a tu madre el trabajo”.

Era solo un rumor, pero eso pareció tocar fibra sensible del alfa de hielo. Nadie sabía con certeza como se había hecho esa cicatriz y si bien, la forma de hacer las cosas de Endeavor era famosa por su sed tiránica de poder, no podían asegurar tampoco que las acusaciones de abuso hacia su familia fueran ciertas, pero la reacción de Todoroki les dio una pista.

A partir de allí todo fue cuesta abajo para él chico de hielo, dejándose llevar por las provocaciones más ridículas, hasta que fue finalmente una malintencionada comparación con su padre, del rubio, lo que lo hizo estallar.

Estaba ya lo bastante cansado, impaciente y sensible para dejarse llevar, mandando su buen plan de redención a la mierda para saldar sus asuntos con ese rubio bastardo que tenía un don especial para joder su paciencia.

Se lanzó sin miramientos hacia él, tratando de acercarle un ataque certero que lo ayudara a librarse de todos esos sentimientos frustrantes y insoportables que tenía guardando desde hace tanto tiempo. Y lo logró, vio con sorpresa el iceberg que había destrozado el jardín delantero temiendo haber acabado con todo así de pronto. No había rastro de sus oponentes, era probable que los hubiera atrapado bajo kilos de hielo.

― ¡Shoto! _escuchó a su hermana desde el pasillo con horror, haciéndolo caer en cuenta de lo que había hecho_

Se giró hacia ella llamado por sus gritos y fue esa fracción de segundo la que le costó llevarse una explosión de lleno en el rostro.

Katsuki tenía una sonrisa malvada y enorme, fue lo primero que notó. En segunda instancia también se dio cuenta de que Midoriya había desviado el impacto del hielo con su quirk y no iba a dejar que lanzara otro ataque similar hacia Katsuki. Sin embargo, se vio solo en una batalla contra el muchacho explosivo, quien parecía estarse divirtiendo como nunca con cada impacto que lograba acertarle.

― ¡Pelea bastardo! ¿Es todo lo que tienes cuando tu oponente no está en celo, hijo de puta?

Parecía que la única intensión del rubio y Midoriya al ir hasta allí había sido provocarle. Y realmente ya no estaba para pacifismos y palabras conciliadoras. Respondió con fuerza, tan devastadoramente como pudo. Alentado por la desesperación, el sin sentido, la vergüenza y esa horrible idea de que nunca volvería a ser alguien bueno por más que se esforzara.

Entonces, la batalla se tornó realmente agresiva. Arrasaron con paredes, puertas, columnas y todo lo que estuvo en su camino, y mientras sentía su piel arder cercenada por las explosiones que el rubio hacía estallar a centímetros de él con sus mejores movimientos, entendió que lo que sentía era odio. Odiaba a ese omega por hacerlo caer en desgracia, odiaba a Midoriya por llevarse la gloria, odiaba a su padre por crear en el un villano, se odiaba a si mismo por no un héroe justo y digno capaz de hacer lo correcto.

Se odiaba tanto. Eran tan desagradable y repulsivo, su rostro era horrendo, su lado izquierdo era abominable. ¿No era perfecto para ser un villano?

Una ola de picos de hielo salió expulsada hacia su enemigo. Sus ataques eran violentos y sucesivos. Lanzaba todos lo que tenía sin descanso desesperado por acabar con el omega y enterrar en el frío sus heridas. Escuchaba lejanamente la voz de su hermana, al peliverde dándole información de sus movimientos de vez en cuando al enemigo y la labia incansable de ese muchacho que parecía sazonar con veneno todo lo que decía.

Era su venganza. La revancha a muerte que había anhelado desesperadamente cada minuto desde que le puso una mano encima, el vertedero de toda su ira, humillación, dolor y e injusticia. El acto final en el que quería jugarse la vida para destrozar la de su enemigo. Y al muchacho de hielo no le extrañaría que decidiera bajarle los pantalones allí mismo para devolverle el favor. Era evidente que el rubio no se andaba con rodeos y no tendría piedad si le dejaba la oportunidad de matarlo.

Estaba realmente metido en el duelo, la potencia y la velocidad de sus ataques expulsaban rabia pura, haciéndolo cansar, convirtiendo su decencia en ofensiva hasta arrinconándolo en una clara desventaja.

Su don de hielo no era lo más efectivo contra las explosiones desmesuradas que el rubio era capaz de crear. No era nada, al final cuando no era capaz de levantar los brazos y los puños del rubio finalmente lo alcanzaron.

La escena se le hizo familiar. Él estaba abajo, recibiendo los puñetazos e insultos del rubio, una representación bastante irónica de los papeles que tuvieron aquel día, invertidos.

― ¿No te defiendes? ¿Qué pasa? ¿No eras un alfa? ¡Cobarde, hijo de puta! ¡Solo eres una basura cuando la pelea es justa! ¿eh? ¡Vamos! ¡Dime lo que me dijiste esa vez! ¿No eras superior?

― No es… no es mi culpa… que no pudieras ganar esa vez…

Provocarlo no era lo mejor en su posición. Yacía en el suelo sin poder defenderse, pero no podía evitar decir lo que creía. Y obviamente Katsuki no se lo tomó bien.

Sus golpes tentativos que hasta el momento eran algo juguetones, tomándose su tiempo de disfrutar la venganza, se volvieron contundentes.

Podía sentir la sangre salpicando su cara cada que enterraba su puño en el alfa. Era un gusto algo adictivo que acabó por cegarlo, buscando rabiosamente callar la impertinencia de ese bastardo.

Necesitaba darle una verdadera lección. Algo que compensara su ofensa, que le diera la sensación de que la deuda estaba saldada, pero parecía que sin importar cuanto lo golpeara la espina que tenía enterrada seguiría allí.

― ¡Kacchan, basta! _escuchó al pecoso acercándose acompañado de algunos gritos femeninos_ ¡Prometiste que no ibas a llegar tan lejos!

Lo recordaba, antes de llevarlo a la residencia Todoroki, el pecoso lo hizo prometer que el asesinato estaba totalmente fuera de discusión y que debía ser Todoroki quien diera el primer golpe para evitar una desventaja. Pero justo en ese momento, cumplir su palabra no era una prioridad y simplemente continuó golpeándolo cada vez más dificultosamente con los brazos de Deku enredados alrededor de su pecho.

El pecoso tubo que activar su quirk para alejarlo cuando la hermana de Todoroki se interpuso entre él y su hermano. Entonces, como si las cosas no estuvieran ya lo suficientemente mal con la mujer llorando y el rubio gritando maldiciones a todo pulmón, tuvo que correr con el omega en brazos para salvar sus vidas.

Su pulso se aceleró tanto que por un momento todo pareció transcurrir en cámara lenta. El héroe numero dos se había lanzado hacia ellos como un devastador misil de fuego, sin llegar a determinar contra qué se estaba enfrentando. Y era lógico, si al volver a casa la mitad delantera de la propiedad estaba desecha y sus hijos se encontraban a merced de sujetos desconocidos, iba a atacar y a pedir explicaciones luego.

Fue así que el pecoso se llevó una de las experiencias más extremas de su vida, al casi morir calcinado por la mano de Endeavor.

― ¿Qué diablos estás pasando? _soltó con una voz demandante y algo descolocada al incorporarse en la escena y notar que casi chamuscó a dos adolescentes_   

Nadie respondió. Todos estaban demasiado desconcertados por la rapidez con lo que cambió el panorama. El pecoso se encontraba preguntándose si dar explicaciones o huir, el rubio a penas acababa de notar lo que pasaba y cuando el héroe número dos dio un paso al frente para comprobar si eran villanos o simples buscapleitos, Izuku tuvo que decir rápido.

― ¡Kacchan, explota a las 3!

Gritó esperando que el rubio entendiera su plan, pero pareció no captarlo del todo, ya que, cuando la cuenta regresiva llegó a su final, el rubio no usó la apertura que creó Izuku distrayendo al hombre para que lograran escapar, sino que a costa del descuido del hombre, se acercó lo suficiente para estamparle una explosión.

Fueron milésimas de segundo. Su corazón casi estalló fuera de su pecho, cuando el puño llameante del héroe se dirigió a Kacchan por reflejo ante su ataque. Tuvo que recomponerse tan rápido que rompió al menos la mitad de sus dedos al abalanzarse para sacar al rubio de su trayectoria.

Lo quitó de su camino por a penas centímetros. Fue como si la vida se le escurriera entre las manos y cuando la tuvo bien sujeta, la apretó con todas sus fuerzas para correr tan lejos como pudo.

En minutos estaban a varias cuadras de la residencia Todoroki. El rubio trotaba a paso ágil halado por su mano y el aun no recuperaba la facultad del habla.  Eso había estado demasiado cerca. Había sido demasiado arriesgado, habían llegado demasiado lejos, había puesto a Kacchan en peligro, apoyado un plan peligroso, pasado por encima de las reglas y se sentía terrible, pero Katsuki estaba riendo.

Lo escuchó estallar en una carcajada repentinamente y acelerar el paso, hasta que fue el quién terminó a sus espaldas, tirado por su mano, hacia quien sabe dónde.

Entonces el calor volvió a su cuerpo, respiró de nuevo y recordó por qué habían hecho todo eso en primer lugar pese a lo arriesgado que parecía. La respuesta estaba en esa sonrisa despreocupada, algo tiránica y totalmente encantadora que de otra forma jamás habrían recuperado.

Había sido un estúpido al creer en la diplomacia de los alfas y no estaba dispuesto a dejar que pisotearan más la dignidad de su compañero. Pero tras verlo, era evidente no era a él a quien le correspondía ir a cobrar las deudas, eso solo agrandaría sus pesares. Katsuki necesitaba recuperar con sus propias manos lo que le habían quitado para que la herida verdaderamente empezara a cerrarse. Además, era el único que podía ir allí, arreglar el problema y salir impune.  

Era bastante irónico si lo pensaba. La sociedad era tan injusta que a veces se echaba la soga al cuello con sus propias reglas. ¿Un alfa acusando a un omega de agredirlo? ¿Qué clase de alfa incompetente no era capaz de defenderse de un omega? Era lo que pensaría el mundo en caso de que Endeavor se pusiera en plan legalista. Y en todo caso, si el alfa daba el primer golpe, el omega tan solo habría estado haciendo lo que podía “en defensa propia”. ¿Cómo podían debatir eso? Ellos mismos habían creado esos estigmas, así que ningún alfa en su sano juicio iría a ponerse en evidencia en un caso como ese.

Por eso fue tan puntual al acordar su plan con el rubio. Quería que por una vez salieran victoriosos aun si para ello debían sacrificar un poco provocando al alfa con mero palabrerío. Y sabía lo difícil que había sido eso para Kacchan, pero que hubiera confiado en él y ahora apretara su mano tan cálidamente mientras hacía revolotear su estómago con esa risa que aprendió a amar en pocos minutos, era la más grande recompensa que pudo haber deseado.

No podía arrepentirse de nada cuando la adrenalina y el viento cálido de la tarde acariciaban su cuerpo de forma tan agradable. Cuando el paisaje se hacía cada vez más hermoso y huía sin rumbo claro con la persona que más sensaciones le causaba. No había forma de parar esa carrera errática llena de emociones y complicidad, no quería detenerse nunca ni volver a soltar la mano de Kacchan.

No perder ese momento mágico, ni la cercanía que había nacido entre ellos, así que cuando sus piernas no dieron más y el rubio finalmente empezó a detenerse se armó de valor para extenderlo un poco más.

Vio al rubio poner la vista en los alrededores buscando un camino y girarse para volver sobre sus pasos, vio su oportunidad y la tomó.

Simplemente se abalanzó torpemente hacia el frente haciendo inevitable el choque de sus labios sobre su piel. Depositó con toda devoción ese tímido beso y finalmente expresó lo que había estado latiendo en su pecho todo el trayecto.

―Gracias por confiar en mi…

El rostro del rubio se descompuso en una expresión que nunca había visto. Encogió el cuerpo seguro de que al menos le esperaba un puñetazo, pero solo sintió un empujón invitándolo a empezar a moverse.

― Es de noche y no tengo idea de dónde carajo estamos, empieza a mover el trasero si no quieres quedarte aquí.

El pecoso asintió siguiéndole el paso con entusiasmo. Estaba seguro de que ese había sido un gran paso. El rubio solía reaccionar de manera violenta y gritar cuando menos.  Quizás solo fuera el cansancio después de esa gran pelea o quizás en el fondo en verdad había empezado a confiar en él.

Notas finales:

Debe ser el capitulo más largo que eh escrito hasta ahora. No quería dividir esta parte importante de la trama que tantos problemas me estaba dando abordar. Es algo tediosa y cargada de información, pero al final tuvimos un acercamiento interesante. 


Los chicos están aprendiendo a convivir, y si bien, parecer que algunos problemas están empezando a calmarse, UA es un reto que no pueden tomarse a la ligera. 


Debo advertir que las cosas estarán un poco movidas a partir de aquí en su relación. Habrá mucha más interacción de la que estamos acostumbrados y esto trae tanto cosas positivas como complejas. 


Si han llegado hasta aquí, muchas gracias. La espera siempre resulta ser más larga de lo que planeo, pero sigo esforzándome. Gracias por sus comentarios y todo su increíble apoyo. Es gracias a su ánimos que sigo aquí. 


Hasta pronto. ?


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