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OMEGA (Boku no Hero) por Princess Yaoi

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I. la cuestión de Izuku

No era raro que esos ojos escarlatas como el infierno, lo hicieran retroceder y reconsiderar un par de cosas en su vida, empezando con por qué había decidido levantarse esa mañana.

Esa mirada despiadada lo había hecho callar de golpe justo cuando se había armado de valor para decirle estúpidamente lo mucho que deseaba volver a estar con él y no podía decidir si estaba feliz o decepcionado porque lo detuviera de decir algo tan tonto.

Ni siquiera podía decir qué era lo que había en la mirada de Kacchan. Ver dentro de esos ojos era sencillamente siniestro cuando se tornaba tan estoico. Era una mirada tan despectiva que lo hizo sentir desafortunado de que no hubiera explotado su cara en el momento en el que lo tomó por el brazo y lo estampó contra la pared, porque estaba seguro de que eso habría dolido menos.

El rechazo, el silencio, ese gesto de asco con el que se sacó de encima su mano y le dio la espalda habían sido algo novenamente despiadado.

Kacchan era alguien que rompía huesos y explotaba tímpanos a la menor provocación. El nunca dejaba pasar una ofensa, pero había pasado de él como si el solo hecho de mirarlo le causara náuseas y no sabía cómo sentirse con eso, pero el nudo que había en su garganta definitivamente se sentía como algo malo.

Se quedó allí parado viendo su espalda alejarse con un sentimiento muy solitario y muchas preguntas que terminaron siendo algo más habitual de lo que podía manejar.

Las personas como Kacchan eran extrañas. Podían hacerte sentir como la mierda un día y al siguiente esperarte en el mismo lugar como si todo tuviera algún maldito sentido.

Ese idiota estaba pegado de nuevo a su asiento al siguiente día. Marcaba ese suave golpeteo con sus dedos sobre la mesa y tenía la mirada fija en alguna parte del paisaje de la ciudad. No había ni una pisca de emoción en su mirada, algo que le dijera que podía quedarse allí y no volvería a ser un patán, nada, solo una cínica indiferencia que lo hacía sentir utilizado.    

La rabia se movió dentro de él, frunció el ceño y esperó alguna señal de su parte, pero después de unos minutos finalmente se sentó de vuelta en su asiento. Ese bastardo no estaba ni un poco arrepentido, ni tenía intensión de explicarle que rayos estaba haciendo, pero no podía simplemente marcharse como si no le importara un carajo que su compañero decidiera quedarse solo en la academia.

Al igual que la última vez, no ocurrió nada importante. Cuando empezó a oscurecer el rubio simplemente se levantó y se fue a casa. No lo vio ni se molestó en reparar en él. Tenía una mirada molesta que no lo dejaba terminar de entender qué demonios estaba haciendo quedándose ahí con él, pero tampoco era tan malo; descubrió con el paso de los días.

Si no trataba de hacer ningún contacto, Kacchan no se molestaba en mirarlo, y eso era algo que funcionaba. Cada uno podía quedarse sentado en su asiento sin explicación alguna al final de las clases, sabiendo que ambos estarían allí, aunque no tuvieran una promesa.  

Solía recostarse y observar su perfil, preguntándose en qué pensaba cuando miraba a algún lugar de una forma tan seria. Su mirada siempre lucía tan dura que era difícil imaginar algo, pero incluso alguien como él debía tener esos pensamientos que tenían los chicos de su edad. Cosas como el futuro, los padres, sueños, inseguridades y tal vez incluso pensaba en él.  Era difícil decirlo cuando la mayor parte del día tenía el ceño fruncido.

No sabía que significaba para el rubio sentarse allí cada día sin falta a pasar el tiempo juntos. Pero para él era como recargar energías. Y quizás solo fuera su lazo, que los hacia necesitar la compañía mutua de vez en cuando, pero sabía que lo que estaban haciendo iba más allá de eso.

Era confuso que Kacchan lo esperara a diario, se abstuviera de su mal carácter para pasar tiempo con él y lo ignorara el resto del tiempo o lo marginara de su circulo social. Era como si se asqueara de tener un tener un vínculo con él y quisiera mantenerlo lejos de la mirada del resto, pero eso no explicaba que tampoco quisiera verlo en casa.

Lo había pensado por días sin encontrar ninguna explicación. Realmente ¿qué tenía tan cabreado al rubio? 

Podía ser que el chico tuviera suficientes problemas adaptándose al ritmo de las clases, tomando exámenes extra y entrenando en dosis brutales para estar a la altura del resto y no necesitara la presión extra de ocuparse de su compañero, o podía ser que solo estuviera arto de él. De cualquier forma, sentía que no debía interferir cuando lo veía empeñarse tan duramente en mantener la distancia.  

Sabía lo duro que se estaba esforzando para ponerse al día, mantener sus calificaciones y demostrar que también merecía estar allí y cada día, cuando lo veía con esa mirada rabiosa tratando de probar su fuerza, en verdad quería decirle que creía en lo que estaba haciendo, pero a veces también lo extrañaba.

No es que prefiriera al viejo Kacchan que gritaba y rompía cosas, era solo que, después de pasar tanto tiempo juntos en relativa paz las últimas semanas, este nuevo Kacchan que se portaba despectivo y no hacía más que ignorarlo, lo ponía bastante ansioso. Estaba acostumbrado a verlo en una faceta más violenta, impulsiva y escandalosa. Y ciertamente, que fuera hostil y distante con todos no era nada nuevo, pero nunca se había tornado tan retraído.

Era evidente que estaba tendiendo un par de problemas. Sus dificultades para seguir el ritmo de las clases cada vez eran más notorias y los alfas de otros grados en verdad parecían estar fastidiándolo. Pero la forma en la que se cerraba para no hablar de eso era confusa. Y al final del día, luego de ese agradable rato que compartían a solas, nunca sabía si lo quería en su vida o estaba tratando de deshacerse de él.

Kacchan era alguien hermético que se guardaba para sí lo que le hacía daño. No había forma de que fuera y le pidiera ayuda si algo estaba yendo mal. Era muy consciente de la posibilidad de que todo eso fuera tan solo una forma de encerrarse en sus conflictos por orgullo, pero no sentía que meterse por la fuerza en sus asuntos fuera a mejorar algo.

Odiaba la forma en la que eso afectaba su desempeño. Todo el día se sentía preocupado, molesto y frustrado. Parecía que Kacchan estaba dispuesto a volver a la normalidad con todos, excepto él.

Sus compañeros lo trataban con el mismo cuidado de siempre, los profesores eran cautelosos, pero respetaban sus esfuerzos por ser el mismo de antes y los alfas de otros salones se comportaban la mayor parte del tiempo.

No era como si todo estuviera marchando sobre ruedas, pero su relación era lo único que parecía de verdad estarse desplomando.

Había habido un par de peleas que fueron muy lejos durante los entrenamientos, algunos conflictos en los pasillos y quejas, sobre todo quejas. Muchos no creían que la presencia de un omega tan conflictivo fuera algo admisible en UA y muchos otros solo buscaban la forma de meterse con el rubio porque su actitud los sacaba de quicio.

Kacchan podía plantarse delante de un alfa, con la misma confianza y altanería que lo hacía delante de un beta y eso era algo que algunos no podían soportar, pero para alivio suyo nadie había decidido actuar aun al respecto.

Comprendía que eso lo molestara y afectara sus relaciones, pero había una gran diferencia entre el viejo Kacchan que pasaba de todos y el nuevo Kacchan que solo pasaba de él.

Se debía en parte a la constante presencia de otros alfas alrededor del rubio. Tanto Kirishima como Sero y otros compañeros que no estaban dispuestos a dejar que alguien de su salón terminara en una pelea desigual, estaban siempre cerca y eso le molestaba.

Era maravilloso que Kacchan tuviera aliados y gente dispuesta a respaldarlo en una pelea, pero lo hacía sentir verdaderamente excluido.

Kacchan en ningún momento le había permitido acercarse a ayudarlo. Su mirada siempre era amenazadora y rabiosa. No lo dejaba avanzar un solo paso en su dirección ni quería nada suyo y podía adivinar que se trataba de su orgullo negándose a depender del alfa con el que estaba enlazado, pero lo incomodaba no tener permitido nada.  

Más allá de ese fuerte instinto que lo forzaba contantemente a estar alerta para saltar a protegerlo de ser necesario, quería ser alguien digno de su confianza. Pero, no, Kacchan prefería a Kirishima.

El pelirrojo, que, pese a que no era el mejor del salón, se las había arreglado para darle una mano en algunas materias. Era el único que había logrado pasar su barrera de hostilidad hasta inmiscuirse en sus asuntos y que su quirk lo mantuviera a salvo de las quemaduras de tercer grado, seguro tenía algo que ver. Pero allí estaba esa sensación de celos otra vez.

Un omega marcado no emitía feromonas para otros alfas y podía llevar una vida bastante normal durante la mayor parte de su ciclo, por lo que no había nada de qué preocuparse. Pero no podía dejar de hacerlo. Detestaba el vuelco amargo que daba su estómago cada vez que el pelirrojo pasaba el brazo por el encima de los hombros del rubio.

Sabía que todo estaba en su mente y que Kirishima era digno de confianza. Era un alfa gentil que pese al desliz que había tenido,cuando Kacchan entró en celo, no tenía más intensiones que las de ser su amigo. Y lo hacía muy bien. Era el único que podía pasar tanto tiempo cerca de ese chico o que quería hacerlo. Su personalidad alegre y llevadera traía sin cuidado al omega haciéndolo tolerarlo un poco más que a los demás y eso era genial, el rubio sin duda necesitaba un amigo, pero lo ponía de los nervios que tuviera “ese” amigo.

No podía evitarlo. Era un alfa, Kacchan era su compañero y no quería que otro alfa se la pasara restregando su aroma en él. Odiaba lo idiota y posesivo que sonaba eso, pero no sabía cómo detener las ganas que tenía de meterse en medio cada vez que los veía tan cerca.

Quería que Kacchan le prestara atención a él, que estuviera cómodo a su lado y lo dejara acercarse tanto como al pelirrojo; que lo mirara al menos. ¿Era tan malo?

Chasqueó molesto y apretó el lápiz tratando de volver la vista a su examen. Su concentración ya era tan frágil que apenas podía mantener la vista en su propia hoja y que Kirishima lanzara bolas de papel a su cara cada cinco minutos no lo estaba ayudando para nada.  

El sujeto realmente tenía mala puntería, Kacchan estaba justo delante de él, pero todas las respuestas habían ido a parar a su escritorio. 

Era una suerte que Aizawa estuviera dormitando y Kacchan estuviera completamente concentrado en su hoja, porque ninguno de los dos aprobaría la conducta del pelirrojo. Y es que Kacchan podía estar muy jodido, pero no era un tramposo y mucho menos quería la ayuda de nadie.

Lo vio arreglarse un par de veces la venda del cuello y rascarse por debajo con nerviosismo.

El examen llevaba ya unos quince minutos y la hoja del rubio seguía en blanco. Era un tema que había estudiado hace semanas, cuando el chico seguía encerrado en casa. Estaba seguro de que le había entregado sus notas al respecto, pero tal vez se equivocaba porque las respuestas en su examen habían sido borradas y reescritas tantas veces que estaba gastada.

Kacchan no era alguien que dejara un examen en blanco, normalmente inventaba las respuestas que no sabía y algunas veces incluso acertaba. Sabía lo duro que era para él admitir que no sabía algo y justamente por eso fue tan inconcebible verlo entregar un examen vacío.

La mirada de Aizawa tampoco pudo ocultar la sorpresa. Evitó hacer preguntas, pero tras un análisis rápido, decidió citarlo para hablar.

Para un futuro héroe era importante obtener buenos resultados, era un requisito mínimo para todos, pero en su caso podía hacer la diferencia entre quedarse en UA y ser enviado a otra academia.

La madre de Katsuki creía que su hijo podía ser igual de bueno allí o cualquier otro lugar y se había encargado de dejar muy claro que no sería indulgente si sospechaba que estaba siendo discriminado y sabía dios que lo sacaría de allí de inmediato si su rendimiento empezaba a ir por los suelos sin ninguna explicación. Y eran justo esas circunstancias y los problemas de su estadía en UA, lo que más preocupaban a Izuku.  

Kacchan no era alguien que sucumbiera al estrés, pero algo tenía que estar saliendo realmente mal y colapsando su sistema para hacerlo cometer tantos errores.

Una pequeña manchita roja traslucía debajo de la venda de cuello cuando volvió a su asiento. Había conseguido arrancar las costras que recién empezaban a sanar de la mordida de su nuca. La sangre manchaba la orilla de su camisa y ni quiera lo notó.

Últimamente de verdad era descuidado. Su cabello lucía más despeinado de lo normal, su mochila era un desastre, las hojas de sus cuadernos se desprendían a pedazos cuando los usaba y su dieta no era la más balanceada. Algo estaba seriamente mal con él, pero el único que podía darle detalle sobre eso era el mismo Kacchan.

Había intentado averiguar algo hablando con Kirishima y con Kaminari, pero ellos parecían no saber mucho. Después de todo, el muchacho explosivo no era un libro abierto para nadie y había terminado yendo a preguntándole al mismísimo Aizawa, después del furibundo azote que el rubio le dio a la puerta al final de su reunión.

Su mirada y la del rubio se habían topado de forma incómoda cuando salió. Pudo notar que su ceño fruncido vaciló levemente y sabía que estaba preguntándose por qué carajo estaba allí, pero no pensaba dejarlo asumir que estaba allí por él, aunque lo estuviera. Así que se disculpó cortésmente y entró a la sala para hablar con su profesor como si esa fuera una razón primordial para quedarse una hora más tarde y perder su entrenamiento con All Might.

Cerró la puerta detrás de él con rapidez, esperando que el rubio lo ignorara como siempre y buscó al hombre con la mirada. Lo encontró encorvado en su escritorio al final de una larga fila, cerca del lugar que ocupaba su héroe. Parecía cansado, pero se giró atentamente hacia él y le preguntó si necesitaba algo.

Casi le causó pena molestarlo después de su reunión con el rubio, ya que no era nada fácil lidiar con él y Aizawa no era alguien muy tolerante.

Se acercó y decidió hacerlo breve, así que lanzó su pregunta sin más y esperó que pudiera darle alguna pista, pero el hombre lucía más sorprendido por el hecho de que él no supiera que pasaba con su compañero, que por el estado del rubio.

—Eres su alfa, deberías ser el primero en saber ese tipo de cosas —le dijo echándose atrás en su silla sin molestarse en pensar en lo que le preguntó— es preocupante que no tengas una relación cercana con el omega con el que te enlazaste.

El comentario lo hiso sentir incómodo, Aizawa nunca se censuraba con sus sermones, pero en ese momento únicamente buscaba conseguir algo de información.

— El me evita —admitió con un tono fluctuante y la cabeza baja, esperando que el adulto pudiera comprender sus circunstancias y decidiera retomar la pregunta—

—No debería ser yo quien te diga como tratar a tu pareja, pero no puedes permitir que algo así pase en tus narices y no hacer nada.

Un nudo se formó en su garganta. No esperaba que el hombre entendiera su situación con Kacchan, ni siquiera él podía entenderla, pero no era su culpa estar tan alejado del rubio. El nunca hacía fácil adivinar que estaba pensando.

— No puedo obligarlo a aceptar mi ayuda. No es como si el me debiera una explicación ni nada de eso. Tan solo quiero asegurarme de que está bien.

El hombre pasó la vista pensativamente por la sala. Eran los únicos allí, la luz de la tarde había empezado a hacerse amarillenta, había café sobre su escritorio y se sentía como si la charla de pronto se hubiera vuelto demasiado íntima.

— ¿Han hablado alguna vez sobre su futuro?

Preguntó sorprendiendo al pecoso, con ese tono que usaban los adultos cuando querían sonar serios. El solo asintió.

— ¿Están juntos en él?

— No lo sé…

Los ojos del hombre lo recorrieron desde sus hombros tensos hasta sus manos apretadas y luego lo oyó soltar un suspiro bastante largo. 

— No quiero sonar condescendiente. Es solo que todo esto me sigue pareciendo demasiado para dos chicos de su edad. —aceptó frotando el puente de su nariz con cansancio— No tienen idea sobre nada, así que creo que está bien si no saben cómo manejar los problemas, si quieren pelear o dejar de hablarse, pero siempre volverán a estar juntos. Y ese es el problema, que siempre volverán a estar juntos. —sus ojos lo confrontaron haciéndolo sentir el peso de sus palabras— No pueden escapar del vínculo que formaron y no importa si fue una decisión apresurada, si no estaban de acuerdo o si siquiera se agradaban antes de enlazarse, lo que importa es que solo se tiene el uno al otro ahora. No pueden estancarse en cada pequeño berrinche. Tienen que empezar a resolver estos problemas como adultos y los adultos hablan, Midoriya, aunque estén asustados.

Los ojos del pecoso se cristalizaron bajo la mirada aguda del hombre. Estaba cansado de toparse con esos muros. Sin importar que hiciera por Kacchan, siempre resultaba que estaba haciéndolo mal. No sabía que le hacía falta, que tenía que cambiar. Creía que estaba madurando, pero cada vez que Kacchan se cerraba, volvía a estar en la cuerda floja y realmente se sentía frustrado.

— ¿Midoriya…? —lo llamó el profesor, tratando de saber si seguían en sintonía—

— Si, lo entiendo.

— Bien… espero que lo resuelvan. Y si no, estoy aquí para hablar —ofreció con un tono más ameno— También All Might, deberías hablar con él más a menudo…

— Lo haré —forzó a salir con un asentimiento para cerrar rápidamente la conversación—

La sensación de opresión había congestionado su nariz para cuando llegó al pasillo, haciéndolo suspirar y buscar el camino hacia el baño. Con los años había aprendido que era mejor dejar salir las lágrimas. Su madre decía que no era un defecto; ella también lloraba mucho. A veces pensaba que ambos estaban descompuestos, pero cuando la veía caminar decidida con sus piernas temblorosas y los ojos húmedos, se convencía de que no había forma de que ella fuera débil y eso lo había obligado a aceptar, que, si eran tan parecidos, él tampoco podía serlo. Así que estaba bien llorar.

Rio en tono un bajo al verse en el espejo. La escena le resultaba bastante familiar. No podía contar con las manos la cantidad de veces que había llorado frente al lavabo en la primaria. Por aquel entonces, el baño era el lugar más seguro. Allí podía llorar, esconderse, esperar a que las cosas malas pasaran y a veces comer su almuerzo, porque afuera era un campo de batalla de un solo hombre: Kacchan.

Bien decían que el acoso escolar te seguía toda la vida. Volvió a reír, esta vez no se contuvo. Era una risa irónica, pero también nostálgica. Se había enlazado con el bully. Si que era un tipo bobo, un llorón con una piel pecosa e irritable, huesos débiles, un par de alergias y retrasos vergonzoso para un chico de su edad.

A estas alturas, aun había llegado su primer celo, su altura no alcanzaba la aceptable para un alfa y no era capaz de sentir los aromas de su compañero. Frunció el ceño; esa última parte era preocupante.

Lo había intentado un par de veces, pero parecía que las únicas feromonas que podía percibir eran las del celo de Kacchan y esa habilidad realmente no le servía para nada en esos momentos.

Los olores que debería ser capaz de reconocer para saber si su compañero estaba triste, molesto o asustado, pasaban de apercibido para su olfato y era algo muy inconveniente cuando podría ser la única forma de mantener contacto con él.

A su mente vino All Might, quien en un par de ocasiones había intentado tocar el tema de los instintos, pero él lo había esquivado incómodo de hablar de sus cambios corporales. Hace bastante que no hablaban de otra cosa que no fuera el One for All. Quizás era porque el siempre estaba nervioso cuando el tema se desviaba levemente hacia Kacchan o a su vida privada.

Su relación tóxica no era algo que le apareciera hablar con su ídolo y quizás lo había hecho sentir algo excluido. Justo ahora se sentía terrible por ser tan esquivo con el símbolo de la paz. Pensó en llamarlo y correr para llegar aun a ese enteramiento al aire libre que le había propuesto, pero no se sentía de ánimos para explicarle como su vínculo con Kacchan era una mierda en ese momento. Así que lo descartó.

Tomó una respiración profunda y talló su rostro con un poco de agua. No querría que nadie lo viera luciendo tan miserable cuando volviera a casa o que su madre se entristeciera sospechando que las cosas estaban yendo mal.

Por suerte siempre tenía un pañuelo para situaciones como esa. Estaba al fondo de su mochila. Se agachó para búscalo sin mucha prisa. No estaba prestando mucha atención a su alrededor, definitivamente no lo estaba haciendo o habría notado antes de echarse a llorar o reír en voz alta como un desquiciado, que había estado compartiendo el baño con Kacchan.  

Se levantó de golpe y se restregó el pañuelo frenéticamente en la cara, sintiendo el corazón tratando de salir por su garganta. ¿Cómo podía no haberlo notado?

El rubio estaba justo detrás de él, en uno de los cubículos. Podía ver su cabello sobresaliendo por la parte de arriba y sus zapatos en el suelo, junto con su mochila. Era bastante más silencioso de lo normal, pero parecía algo molesto y enredado, girando en el pequeño espacio con los brazos estirados hacia arriba. Quizás se había atorado en su camisa.

Arregló su ropa, tomó una fuerte respiración y preguntó en voz alta:

— ¿Kacchan, todo está bien? —su voz sonó bastante clara, hizo un eco en el baño vacío y después todo fue silencio—

Se acercó a la puerta del cubículo esperando oír algo, repitió la pregunta y finalmente se acercó a la rendija preocupado. Quizás no debió hacerlo.

Se separó tan rápido que tropezó hacia atrás. La visión de la piel desnuda de Kacchan lo tomó por sorpresa. Era una imagen provocadora. La firmeza de sus músculos tensos, en contraste con su pequeña cintura y la hermosa caída desde su ombligo hasta su entrepierna, ligeramente abultada por debajo de su pantalón. Había bastado para acalorarlo y hacer la saliva más difícil de tragar.

Tuvo que llenar sus pulmones de aire un par de veces y exhalar con completa concentración para evitar que el impacto llegara a su miembro, porque sabía dios que había estado pidiendo por una imagen como esa para su repertorio mental de masturbación, pero no era el mejor momento para admirarla, por mucho que quisiera volver a asomarse y mirar un poco más.

No se sentía bien espiando. La idea de robarle a Kacchan su desnudez sin que se la hubiera ofrecido era algo humillante y abusivo. Realmente quería que la experiencia fuera algo distinto, más íntimo, quizás.

Con impaciencia se quedó de pie junto a la puerta, pero se dedicó a esperar.

Empezaba a desesperarse cuando el cerrojo se abrió. Vio al rubio salir, acomodar su mochila, dirigirle un gesto despectivo y empujarlo sin más como si su ropa mal puesta, la venda que colgaba de su cuello medio suelta y las cosas que sobresalían de su mochila forzadas a entrar a duras penas, fueran el aspecto más digno y altivo para dejar a alguien con la palabra en la boca.

— ¿Kacchan, estas bien?

— Déjame en paz…

A esas alturas, el rechazo era algo que a penas causaba algo en su estado de ánimo. Estaba tan acostumbrado, que no conocía otra forma, pero por alguna razón, ver la espalda de Kacchan alejándose, aun cuando sabía que se había quedado para esperarlo, le provocó un pequeño pinchón.

Parecía que él era el único al que eso le importaba. El rubio siempre lucía tan decidido e indiferente de sus ingenuos sentimientos en su propio mundo, que, de fiarse de él, terminaría solo para siempre y no quería eso.

La idea podía parecer tonta, pero realmente quería una vida feliz al lado de alguien que lo amara. No era un deseo tan egoísta o tan descabellado como para callarse y aceptar la soledad, no era tan estúpido aferrarse a él y tal vez no sería tan malo dejar pensar en Kacchan por una vez y pensar en sí mismo.

Empezó por tomar una buena bocanada de aire, afirmar sus hombros y mentalizar una actitud positiva hacia los gritos y las rabietas, porque era justo lo que iba a recibir. Pero incluso eso estaba bien, necesitaba empezar por algo para cambiar las cosas.

II. La cuestión de Katsuki

El rubio no era estúpido. Sabía desde que vio esa mirada brillante y nerviosa esperando afuera de la sala de maestros, que Deku se la estaba jugando y lo iba a confrontar tarde o temprano.

Era como un perro cuando se lo proponía y eso lo fastidiaba. No importaba cuanto lo golpeara, maltratara o hiciera a un lado. Deku siempre estaría allí para resistir cuantos golpes fueran necesarios por un poco de cooperación y eso era bastante siniestro.

Para alguien como el, que se mofaba de disfrutar la desgracia del pecoso, tenía un gusto agridulce. Era una mezcla de placer y culpa, que en días como ese se hacía más que todo agrio en su paladar.

Odiaba esa mirada, esos ojos chispeantes y expresivos que podían endurecerse hasta vencer el miedo, que podían reflejar trasparentemente el valor y lucían imperturbables cuando se paró delante él para pedir una oportunidad de hablar.  

No iba a dársela. Cuando ese idiota se tomaba la libertad de empezar algo desbordando sus buenas y puras intensiones, las cosas siempre terminaban mal; mal para él. Ya habían acabado en la cama, en acuerdos ridículos, en visitas diarias y estupidez tras estupidez por culpa de esas intenciones. Deku era un jodido rompe bolas cuando se trataba de boberías pacifistas y no pensaba perder más tiempo con sus heroicos intentos de unirlos. Por lo que su respuesta fue un terminante “no”.

Vio sus hombros tensarse y sus cejas contraerse pensando sus próximas palabras. Ese perdedor era un libro abierto todo el tiempo y sabía que eso no significaba nada bueno. Siempre que el pecoso ponía esa cara se arrepentía de haberse quedado y haber abierto la boca. Siempre que lo miraba así, terminaban hablando de alguna herida abierta de infancia y eso no le gustaba.

Deku eran tan desagradable y tan asertivo cuando quería, que se sentía acorralado a veces. No quería hablar, no quería resolver nada, no le importaba un carajo lo que pensaba, solo quería irse a casa y lidiar con sus propios problemas.

Tal vez lo que necesitaba, era olvidarse de Deku por completo. Podía ser que él fuera la causa de todo. Había estado cayendo en ese pensamiento recurrente muy a menudo. Porque siempre que se sentía mal hasta el punto del asco, Deku tenía algo que ver.

Quizás si se deshacía de él… esa idea vino otra vez mientras los puños del chico se apretaban y su postura se hacía firme. Estaba bloqueándole el camino hacia la puerta. Sus ojos estaban puestos en el de manera que casi podía palpar la determinación y eso hacia que un pequeño cosquilleo turbulento creciera en sus adentros.

Estando allí solos en el baño de la academia, con pasillos vacíos y nadie en metros a la redonda que pudiera oír lo que pasaba dentro, el peligro se hacia inminente. Había tensión en cada centímetro entre ellos simplemente esperando a ser derrumbada por una explosión de violencia.

— No soy una planta que puedas regar y dejar en un rincón.

Lo escuchó decir con esa voz profunda que tenía a veces y un intento de réplica vino a su mente, pero se abstuvo de soltarlo. En su lugar lanzó un bufido que acabó con la tensión.  

Dio un paso al frente empujándolo para abrirse camino. Quería que le quedara claro que le importaba una mierda lo que sintiera. Tenía que ser algo palpable para Deku y para él. Tenía que ser tan duro que no hubiera dudas y la próxima vez que pensara en eliminar a ese imbécil, no lo dudara.  

No tenía nada que justificarle, pero allí estaba esa sensación obstruyéndole la garganta cuando se acercó a la puerta. No sabía que era, pero había estado allí por días, cada vez que algo salía mal y ¡oh! Vaya que las cosas habían estado saliendo mal.

Golpeó el marco de la puerta en un arranque de frustración. De verdad odiaba las cosas que Deku lo hacía sentir y hacer. Todas eran malas, desagradables, confusas…

— ¡Deja de joderme de una vez!

Terminó cediendo.

— Solo estoy tratando de hablar, Kacchan.

—¡¿Cuándo diablos se supone que hemos hablado tu y yo?! —lo cuestionó volteándose con brusquedad— Que patee tu patético trasero es lo único que tiene que preocuparte, así que olvídate de esa mierda y déjame en paz…

— Somos compañeros…

— Y por eso no te eh liquidado, pero no confundas una maldita cosa con otra. Tu y yo no tenemos ningún asunto fuera de esta tontería del vínculo. ¿No es así como lo habíamos acordado?

No era así como lo habían acordado.

— Nunca has respetado lo que acodamos. Haces lo que quieres, te alejas, me ignoras, peleas conmigo y nunca te molestas en decirme que diablos te pasa. Necesito que lo digas, Kacchan. ¡De verdad lo intento, pero no puedo adivinarlo!

En ese punto, el pecoso ya estaba belicosamente cerca y pese a que sabía que una pelea no iba a ayudarlo a llegar pronto a casa y alejarse de él. Le dio un puñetazo y esperó que el hiciera lo mismo.

Sonrió cuando el golpe lo impactó de vuelta. Extrañaba eso, tal vez era la única parte de su relación que estaba bien.

Ese momento en el que ambos se odiaban sinceramente, era excitante. Había tanta rabia y adrenalina de por medio que casi podía disfrutar destrozar sus articulaciones y chocar su cabeza contra los azulejos.

Entendían sus sentimientos cuando peleaban. Odio y rivalidad, eran cosas claras y aceptables por las que valía la pena partirse un par de huesos. Era un lenguaje que podía entender. No necesitaba explicaciones, cuestionamientos ni reglas. Solo eran dos sujetos con una larga historia llena de problemas que querían golpear la cara del otro. Era perfecto.

Se impulsó hacia el frente sosteniendo el puño en alto para estrellarlo en la cara del alfa. Fue un golpe limpio que envió al muchacho contra la pared. Río al acorralarlo excitado por la ola de golpes que pudo soltar sin ninguna restricción hasta llevarlo al suelo, donde el pecoso pareció cambiar su estrategia y remontar lo suficientemente brusco para hacer caer su trasero al piso.

Se puso de pie con un impulso. Deku no tenía miedo de partirle algún hueso para hacer que lo escuchara y su terquedad se le hacía tan molesta como emocionante. Terminaron bailando una pieza extraña de vals, arrastrándose una pared a otra y golpeándose tan fuerte como era posible en medio del forcejeo.

Había manos, ropa enganchada y extremidades por todas partes. Tan pronto como uno lograba acorralar al otro contra un muro las posiciones se invertían y el forcejeo volvía a empezar. Deku estaba diciendo algo, pero no podía escucharlo. Su propia respiración era más fuerte. El calor lo estaba envolviendo de forma sofocante, sus brazos ardían en los lugares en donde lo había sujetado el pecoso y su espalda tenía ya tantos moretones que no iba a poder acostarse sobre ella esa noche.

Ahora más que nunca, quería terminar la pelea y levantarse triunfante. Vio a su alrededor   buscando algo con lo que golpear al alfa. En ese punto lo más cercano, eran el pomo de la puerta, el lavabo o el escusado. Le agradó la última opción, de hecho, se le hiso nostálgica y adecuada. Sería como regresar a sus años de secundaria.

Con la idea cosquilleando en su estómago, tomó al chico por la camisa y lo empujó hasta el único cubículo abierto con la intensión de hundir su cabeza en el inodoro como antaño. Había sujetado también la parte posterior de su cabeza y la trayectoria era perfecta, pero el pecoso tenía mejores reflejos que en aquel entonces. Se había girado y ensartado la mano en el cuello de su camisa tan repentinamente que no tuvo oportunidad de evitar ser arrastrado.

Tubo que soltarlo para evitar la caída, poniendo las manos al frente. Sus rodillas llegaron al piso, pero el resto de su cuerpo no lo tocó. La mano del pecoso se había cerrado con fuerza alrededor de su brazo y le había dado un tirón tan fuerte que detuvo su trayectoria en seco.

Se quejó tratando de soltarse. Su brazo estaba lastimado por la brusquedad del agarre. Pero el pecoso no lo soltó hasta asegurarse de que podía ponerse de pie por sí mismo.

Levantó el rostro para encararlo de forma furiosa, pero no llegó a decir nada.

La expresión de Deku era extraña. Estaba cerca, muy cerca. Sus pecas habían desaparecido casi por completo debajo de un color rojizo, sus ojos normalmente brillantes lo veían de una forma que hiso su cuerpo reaccionar de inmediato para alejarse.

El iba a besarlo.

Se chocó contra la pared de la pequeña cabina en su intento por escapar. Su pecho golpeó con fuerza, sus manos empezaban a sudaba, sus extremidades estaban más ligeras, pero no pudo moverse para correr o defenderse. No, se quedó allí completamente absorto en esos ojos brillantes que lo seguían con hambre.

No sabía por qué el ambiente había cambiado de pronto, pero se sentía ansioso, excitado como si estuviera preparándose para una pelea. Era una sensación extraña, una creciente necesidad de contacto físico, incertidumbre y placer culposo, que le erizaba la piel en anticipación.

Era Deku quien había desatado todo eso. Quién aligeraba cada vez más el ambiente con sus lentos movimientos y esa mirada ansiosa, quién hacía frágil la línea entre lo que era correcto y lo que quería. Quién lo hacía sentir retado a inclinarse al frente y terminar el camino hasta su boca por él.

Podía ver esa misma inquietud en los ojos del pecoso y la visión lo aterraba. Su sentido común estaba tambaleándose y pidiéndole que lo mandara todo a la mierda porque sabía perfectamente que quería hacerlo, que la ida lo excitaba.

Estaba asustado de escuchar esos pensamientos, de la corriente eléctrica que hacía bailar sus terminaciones nerviosas y su la frágil voluntad cada vez más irracional.

Vio a Deku acercarse, no podía despegar la vista de sus labios entreabiertos y húmedos recorriendo lentamente el camino hacia los suyos como si su mirada hubiera delatado que lo quería.

Un cosquilleo terrible subió por su estómago mientras la distancia se hacía más corta, hasta que el calor de la piel del pecoso casi tocó la suya y sus cuerpos se tocaron. Entonces, en el preciso momento, cuando las pestañas del muchacho bajaron con una lentitud casi decorosa y su rostro se inclinó para atrapar de lleno sus labios, que el terror lo invadió.

Empujó al alfa con ambas manos sacándolo de golpe de su trance y huyó. Corrió hacia la puerta tropezando con sus piernas y a punto de olvidar su mochila, completamente enrojecido y desesperado, sintiendo como su dignidad se desprendía a pedazos, pero a quién demonios le importaba si había escapado de una pelea, lo que lo aterraba hasta la médula era que casi le había cedido a Deku su primer beso.

Por un instante, minúsculo, realmente estuvo dispuesto.

Tropezó al final de las escaleras dando un par de pasos estrepitosos para evitar caer antes de ver a su alrededor y darse cuenta de lo lejos que había llegado corriendo.

Todo su cuerpo estaba encendido, había una verdadera fiesta en su estómago que casi daba tantas punzadas como los moretones que se había hecho. Y no entendía que demonios estaba mal con él.

Trató de caminar el resto del camino hacia la salida con un poco más de temple, tomando unas respiraciones largas y alineando los hombros hacia atrás como si pudiera disimular así un poco el terrible calor que tenía en la cara.

Debía parecer un zombi cada vez más pálido a medida que se acercaba a la calle y los hechos empezaban a rememorar de forma más lúcida.

Habían discutido, habían peleado y Deku había tratado de besarlo. El orden de los hechos no encajaba para nada. Las acciones del pecoso eran tan jodidamente irracionales a veces que parecía un desquiciado.

Apretó los puños y aceleró el paso. Quería reír en voz alta o gritar, tal vez patear algo, había tantas sensaciones distintas chocando en su cuerpo que no tenía idea de que estaba sintiendo.

Quería enfadarse, sabía que lo natural era responder con furia, pero lo que sentía era más parecido a la ansiedad o la vergüenza.

Sus manos temblaban. Todo había sido tan repentino y extraño.

Respiró, trató de calmarse y tomar una actitud más fría, entonces, lo primero que vino a su mente cuando su corazón empezó a normalizarse, fue que quizás esa había sido la primera vez que alguien había intentado besarlo.

Ciertamente tenía un carácter asqueroso que alejaba a las personas y no muchas tenían el valor suficiente para acercarse tanto, pero ¿por qué en su sano juicio ese idiota justamente había querido hacer algo tan asqueroso?

Ellos no se atraían para nada. Todo lo que sentían era rivalidad, rencor y obligación. Su relación era eso, aunque si lo pensaba más detenidamente, las acciones del pecoso no tenían mucho sentido.

Tuvo que detenerse a medida que su ceño se iba frunciendo y su corazón empezaba a acelerarse en el preámbulo del descubrimiento.

Las visitas, las promesas cursis, los abrazos, los intentos de acercamiento, la jodida insistencia, vez tras vez de hacer que su relación funcionara y finalmente, el intento de besarlo… ¿Deku se sentía atraído por él?

El vértigo que lo sacudió no era siquiera comparable con un dulce paseo en montaña rusa. La respuesta era tan jodidamente obvia que se sintió como un imbécil por no notarlo antes.

Ese nerd, estaba malditamente enamorado de él.

La revelación lo hiso soltar una risa irónica. Tenía que ser una broma. Deku creyendo que tenía una oportunidad con él era un completo chiste.

Eso pensó sujetándose el estómago y pensando en mil y un formas de ridiculizarlo por eso, pero al final dejó se ser tan gracioso, de hecho, se sintió bastante idiota. Había un pinchón en lo profundo de su pecho, en esa parte de su conciencia que no lo dejaba mentirse a sí mismo.

Era era la primera vez que alguien intentaba besarlo y la primera vez que alguien pensaba que había algo atractivo en él.

Su rostro borró toda la burla y el asco, hasta lucir simplemente desconcertado.

Sabía que tenía un carácter difícil y alguien tendría que tener las bolas muy bien puestas para intentar acercarse, siempre hablaba de ello como si lo hiciera superior al resto y en cierto punto lo creía, pero a veces también era consciente de que el resto de los chicos de su edad estaban viviendo sus primeros romances y experimentando con las relaciones, mientras el era el tipo solitario al que nadie quería acercarse tanto. Y al final, tristemente había sido el perdedor al que había molestado toda su vida, el que tuvo la osadía de terminar con eso. Ni siquiera tenía gracia.  

Sencillamente no entendía como alguien que había visto la peor parte de él por años, podía encontrar algún motivo para entregarle su corazón, ni siquiera las personas con las que había sido relativamente amable lo hacían.

Deku estaba loco.

Su paso se había vuelto más pausado y tranquilo. Su mirada se había desviado a las nubes amarillentas que floraban en el horizonte. Todas las piezas iban encajando. Podía reconocer las obvias señales que el pecoso le había dado, leer entre líneas sus conversaciones y darse cuenta de que ese chico había estado detrás de él por mucho más tiempo del que creía. Y entonces allí estaba esa sensación otra vez, al mismo tiempo que una curva amenazaba con dibujarse en sus labios.

Esa sensación era la causa principal por la que se había alejado de Deku; la comodidad.

Era como una espuma elevándose lentamente para desbordarse y sabía que, si la dejaba llegar al borde, no podría contenerla más.

Lo paralizaba solo imaginar la posibilidad de que Deku le causara sensaciones agradables. Y él era un experto evadiendo las cosas que lo hacían sentir incómodo, así que, en vez de pensar en ello, se había enojado con el pecoso, le había gritado, lo había echado de su casa y había evitado tener contacto con él hasta hoy.

Su regla general siempre había sido odiarlo. Era casi una máxima en su vida, algo de lo que nunca había dudado ni por asomo porque estaba tan claro como el agua. Tenía mil razones para odiar a Deku, pero últimamente había días en los que simplemente no las podía recordarlas y esos días se le hacían tremendamente largos y confusos.

Él no era así. El no solía cambiar de opinión respecto a las personas que odiaba. Y en el caso de Deku, su simple existencia ya era un problema, por lo que resultaba absurdo que un día sin más dejara de fastidiarlo tenerlo al lado y pudiera incluso divertirse con él. Pero allí estaba esa desconcertante vocecilla que bailaba en su mente haciéndolo encogerse y de miedo, cada que la idea dejaba de sonar tan loca.

Las tardes de juegos, las lecturas en casa, las charlas casuales y los cómodos silencios que habían compartido las últimas semanas, tenían que haber arruinado algo dentro de él y eso lo asustaba.

En sus días de alfa jamás habría considerado la idea y ahora estaba allí como una verdad inofensiva, como si los años de conflictos no tuvieran ningún peso y pudieran desaparecer simplemente porque el pecoso “ya no parecía tan desagradable”.

Y una mierda iba a tragarse eso.

Aceptar que Deku empezaba a resultarle agradable y tenía cierto interés por él, era como darle un tiro en la frente al Katsuki que había logrado mantenerse firme ante las exigencias absurdas de su lado omega y entregarse sumisamente a las reglas de la sociedad.

Quería mantener viva a toda costa su identidad, la rebeldía que le daba un sentido de vida después de toda la humillación y pisotones que había sufrido. Y ese lado suyo, jamás habría aceptado a su rival como su amigo y mucho menos como pareja. Así que no iba a ceder.

Se había mostrado firme desde que echó a Deku aquella noche de su habitación y pensaba mantenerse así hasta el fin de los tiempos si con eso lograba dejar de sentirse tan asquerosamente inestable. Pero, tan pronto como regresó a la academia, se dio cuenta de que evadirlo no era tan fácil. Y no se trataba únicamente de las reacciones involuntarias que tenía su cuerpo en cercanía de sus feromonas, que en más de una ocasión lo había obligado a ir al baño y sentarse allí hasta que su cuerpo se enfriara.

No, había algo más.

No podía siquiera describir, que era lo que lo impulsaba a quedarse todos los días después de clase a solas con él. Pero lo hacía. No sabía por qué carajo a veces, cuando todo era una mierda, quería tomar su mano, pero lo sentía.

Aquel primer día, luego de la escandalosa bienvenida que le hicieron sus compañeros, se había encontrado tratando de entrelazar sus dedos para tener un respiro. Sucedió de forma tan natural y automática que a penas tubo tiempo de reaccionar y retractarse.

La experiencia lo había dejado helado.

Pudo ver el rostro confundido de Deku girándose hacia el por el roce y la repulsión fue tal que no pudo poner un solo pensamiento en las clases por el resto del día. Y aun así decidió quedarse con la excusa de probar que nada pasaba en realidad.  

Si tan solo se hubiera ido directamente a casa, como su lado racional le había gritado una y otra vez por días. Si tan solo no hubiera sido tan estúpido para pensar que si se seguía quedándose nada malo iba a pasar, no estaría parado a mitad de una avenida con cara de idiota y un millón de mariposas volándole en el estómago, porque un perdedor estaba enamorado él.  

Notas finales:

Es increíble que estés leyendo esto tras casi 3 meses de inactividad. Muchos ya lo daban por perdido, pero OMEGA no ha muerto, gracias por la espera.


Seré breve sobre las razones. Debía superar una etapa tediosa de la vida; la universidad. Ahora que finalmente la terminé, con ello vienen muchos cambios, pero por unos meses hay paz y tiempo para escribir. Así que puedo dedicarme al fin a mis proyectos personales. 


En cuanto al futuro del fic, se prevee actualizaciones, avances importantes para los chicos y lo que todos estaban esperando ¿hace falta decirlo? apuesto que no. 


Gracias por su apoyo e inmensa paciencia. Escribir es parte importante de mi vida y que puedan disfrutarlo es un placer y honor incalculable. 


Hasta pronto. 


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