Frescas mañanas acompañaban su despertar día a día, el calor de la tarde bañándole la piel y las ardientes noches desde que saliera de Impel Down. No deseaba pisar una isla de invierno jamás nunca, y se había aferrado a su hombre hasta calentarse los huesos, casi una necesidad, una adicción.
Se enfundó en la seda rosa de la preferida bata, aquella con plumas blancas diminutas en los puños y cuello, ondeando coqueta por encima de las rodillas. Recargado sobre el marco de la salida a la terraza, contemplaba la espalda del Ex Marine. Destellos blancos asomaban entre los rizos negros, la piel se le antojaba tostada a comparación de años atrás, mientras la barba continuaba tan insipiente como entonces.
- Percibo las rosas de tu colonia.
- Será que llevas el olor impregnado en la piel.
Se sonrieron sin verse. Habían alcanzado un tono cómplice a lo largo de los años. El de traje amarillo giró la cabeza para verlo a través de las gafas, aumentado los pliegues del cuello y frente delatando la edad. El tiempo no perdonaba a nadie, si acaso se mostraba generoso con algunos. Llevaba los labios de un rosa pálido, cortesía de los enumerados besos de su amante. Los párpados otrora sobrecargados en sombra verde jade, lucían ahora tenue rastro de color azulado y los cabello desordenados aumentaba el orgullo de Kizaru. El travesti sonrió bebida en mano, se encaminó hacia el deslizando la punta de los pies descalzos contra el suelo, giró con elegancia a su espalda, envolviéndole los hombros en un abrazo.
- ¿Qué llevas ahí? ¿Té de mariposa?
- Té blanco en realidad. El truco está en la taza. ¿Lo ves? Está pintada en el fondo y el agua crea el efecto de contener una real.
- Tus extravagancias no tienen fin.
- Es un regalo de Croco-chwaan. Me acostumbré a los lujos y exquisiteces trabajando a su lado. Aún conserva su buen gusto y sabe lo que me gusta.
¿Un regalo reciente? El mayor extendió la mano cogiendo al otro de la cintura, sentándolo sobre sus piernas derramando el té sobre el impecable traje y haciendo temblar la frágil imagen atrapada en el cristal.
- ¿Sabes?, No menciones a otros hombres cuando estoy presente.
Atrapó la barbilla con firmeza sin ser rudo, pasando la lengua entre la hendidura de la mandíbula de Bentham, lamiendo una y otra vez provocadoramente hasta seguirse derecho a los labios que hizo sangrar de una mordida.
- ¡Ouch!...Eres un Monin, celosín…¡Deja ahí! Ni siquiera me dejas tiempo para depilarme.
Protestó el más joven al sentir la manaza del otro acariciarle las largas piernas y tirar despacio de los vellos.
- ¿Y? Tampoco es que tengas compromisos. Desayuna conmigo y volvamos a la cama después.
- Me convertirás en un vago y un flojo.
- Lo primero ya eres…en lo segundo, continúo trabajando.
El Ex Almirante alzó dos dedos de la mano, abriéndolos cual tijeras frente a los ojos del otro hombre, sonriendo descaradamente por el doble sentido; y se los llevó a la boca chupándolos bajo su atenta mirada.
El sonido del cristal al descansar sobre la mesa y el friz de la bata precipitándose al suelo aseguraba que no llegarían a la cama.
La primavera de esos dos apenas comenzaba… En verdad gustaban su nueva cárcel, se llamaba amor.