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SEDUCEME por Daydream duet

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-Qué fue eso de asistente.

-justo eso, una persona que asiste.- El muy cabrón se estaba burlando de mi.

 

-Sé lo que es un puto asistente, por qué mentiste?

-No es mentira, por las próximas dos semanas tu serás eso para mi.- Sentenció con completa seguridad como si yo no fuese a presentar resistencia.

-Estas pendejo si crees…

-Me lo debes.- interrumpió mi protesta.

-Disculpa pero es demasiado por trepar sin permiso al elevador, a demás ya lo habías cobrado con lo ayudarte con los papeles y creo que con las ultimas 2 hora me sales debiendo.

-No es por el elevador.- Su actitud era completamente seria y segura, por un momento lo imagine como el protagonista de una película de mafiosos.

Exactamente ¿quién era él?

-Entonces?-

-Mi ojo tardo dos semanas en perder el tinte morado, es lo que te estoy cobrando.- Estaba completamente desconcertado, qué mierda? Me tomo casi un minuto darle sentido a ese argumento.

-Tu… pero, cuando?

-En el elevador, tu pulsera no es una cosa cualquiera los símbolos celtas pueden ser comunes pero la pequeña escritura náhuatl no la encuentras en el tianguis.

Wow!! esa era información nueva para mí, observe el cuero desgatado en mi muñeca, antes de enfrentar la mirada de Seb, creyó que ganó.

-Me había disculpado por ello.

-No hay opción Paco, te llamare cuando necesite tu asistencia.

Y así siguió caminando dejándome solo y como idiota, con cualquier represalia estancada en mi garganta y con la palabra en la boca.

Estúpido mocoso, cada vez lo entendía menos.

 

 

Tal vez paso mas de una semana después de aquello para volver a saber sobre Seb, había pasado cada día pendiente de su presencia a un punto que volví casi paranoico, cada vez que tocaban las puertas de mis aulas me ponía rigido al imaginar que pudiera ser él buscando cobrar una duda fantasma, pero no, no se presentó ni rondó mi edificio, dejando que me consumiera en mis nervios sin razón y que a parte de estar paranoico pensara en el a niveles fuera de la supuesta deuda.

Yo salía de una conferencia cuando lo vi caminando por el pasillo para alcanzar el elevador de mi edificio, iba como la vez anterior, cargado hasta la barbilla con papelería, libros y demás, me quede estacionado a medio pasillo, suponiendo que tal vez me ordenaría ayudarle con ello pero el pasó por mi lado como si nada, si me vio o no, no podría decirlo pero me sorprendí a mi mismo desilusionado por ello.

Me giré para verlo continuar su recorrido asta las puertas de metal y desaparecer dentro del elevador, había estado tan atento a la sorpresa de verlo y la expectativa de lo que pudiera pasar que no había notado al chico que le acompañaba, me sonaba de algo, era alto, con el cabello castaño y ondulado y definitivamente no era feo, aquel descubrimiento no nacía de un deseo por él sino de los celos que hirvieron en mi por las sonrisas que Seb le regalaba de manera coqueta y descarada.

Bufe en mi exasperación cuando las puertas del elevador se cerraron ocultándolos de mi vista y continué con mis asuntos tratando de tranquilizarme a mi mismo con la idea de no haber sido visto, llegue a la cafetería donde había acordado verme con Alan y mi celular sonó en mi bolsillo, cualquier progreso para calmar mis nervios desapareció en el instante.

 

Pareces tener mucho tiempo libre, hazme un favor

 y ve al gimnasio, el entrenador del equipo de básquet

te entregara unos papeles, tráelos en cuanto puedas al salón del consejo.

Gracias.

Seb.

 

El hijo de puta si me había visto claramente, por consiguiente era claro que me ignoró a posta, eso me hizo enojar más.

Entré en la cafetería y Alan no se encontraba solo, Cristina y alguna de sus amigas estaban con él, la chica nueva parecía sonreír a cualquier idiotez que mi amigo estuviera diciendo y Alan estaba claramente complacido por ello, me senté estrellando la bandeja de mi comida contra la mesa y arrojando mi mochila en la silla contigua.

Mi mal humor no pasó desapercibido por mis amigos pero con una sola mirada les hice saber que no quería saber sobre ello, la siguiente media hora paso entre intentos de ligue de Alan hacía la que había descubierto de llamaba Sonia e iba en la misma clase que Cristina, y chismorreos de chicas que ignore con éxito hasta que el nombre de Seb escapo de sus labios entre chillidos histéricos mal contenidos.

Escuchar su nombre se había convertido para mi en una señal de atención, era como si, aunque no lo quisiera o tratara de evitarlo, todos mis sentidos se agudizaran con esa sola palabra, por instinto me gire en la misma dirección que miraban ellas y ahí estaba él, con su cabello castaño y esa manera de caminar que hacia parecer como si bailara en cada paso, se encontraba en compañía del mismo tipo del elevador.

Seguí sus movimientos desde la fila de caja, el bufet y hasta una mesa llena de chicos que se extasiaron cuando el par llegó a acompañarlos.

-Será su nuevo ligue?- Cuestiono Sonia.

-Ni idea, pero no apostaría por mucho, a Seb nunca le duran, parece ser que no existe quien pueda entretenerle más de una semana. Nadie puede enamorarle.- Sentenció Cristina apoyando su codo sobre la mesa y la cabeza sobre su mano.

-Ni tampoco hay quien pueda resistírsele.- Suspiró Sonia con cara de bruta enamorada.

Alan y yo pusimos la misma expresión exasperada aunque era por motivos diferentes, cuando me puse de pie para largarme de una buena vez Alan me siguió despidiéndose molesto del par de chicas que no despegaron su vista de la mesa en la que se encontraba Seb en ningún momento.

 

-Las mujeres son incomprensibles, todas son iguales.- bufó Alan en cuanto alcanzamos la calle principal.

-Deberías considerar a los chicos entonces.-  quise cortarle con sencillez pero Alan era idiota y como siempre no entendió la indirecta.

-Imposible… pero sigo preguntándome que le ven, el tipo ni siquiera es muy guapo.

-Eso es porque estas de envidioso, pero tiene lo suyo.- No pude evitar defenderlo pese a mi molestia.

-ay!!! No, tu no por favor.- Suplico mientras jalaba sus negros cabellos con exasperación.

Yo solo me reí sin ganas  antes de despedirme, el gimnasio estaba a la vista pero aun lejano por una calle adyacente, escuche un par de cuestionamientos por parte de mi compañero pero los ignore comenzando a tomar velocidad y pasando del trote a una corrida.

100 metros después me vi obligado a frenar el ritmo y simplemente caminar la distancia que me faltaba, el gimnasio se alzaba imponente frente a mis ojos y un sabor amargo se extendió por mi garganta.

La puerta se encontraba abierta y entre sin reparos, como cualquiera que esta familiarizado con el terreno; en la cancha no había nadie por lo que me dirigí a los vestidores, también estaban desérticos pero me tome unos momentos para contemplar el lugar antes de pasar directamente a la sala-oficina.

El entrenador estaba sentado en su silla con los pies sobre el escritorio observando la repetición de algún partido en la televisión sobre un casillero.

No me noto al entrar por lo que carraspee un poco la garganta para que notara mi presencia.

 su reacción fue inmediata.

-Yo… me mandaron por unos papeles para el consejo.- Respondí a su pregunta no formulada.

-Eres parte del consejo?- El entrenador estaba bastante extrañado.

-La verdad es que no, pero recientemente fui obligado a fungir como asistente de uno de ellos.- Respondí incomodo por la mirada fija en mi, por costumbre lleve mi mano a mi nuca raspando mi corto cabello.

-Oh, entonces, dame un momento.-  dijo un poco decepcionado.

El entrenador se acomodo apropiadamente en la silla mientras revolvía entre los cajones buscando los dichosos papeles.

 Mientras el hacía aquello no pude evitar observar con detalle el partido que se desenvolvía en el televisor, apretando los puños ante una falla básica de uno de los jugadores del equipo universitario.

- Sorprendentemente son lo mejor que tenemos.- la voz del entrenador me volvió a la realidad, yo me quedé mudo al ser atrapado de esa manera y él solo me regalo una sonrisa reconfortante. –Aquí tienes, hazlos llegar a salvo.

-Lo haré.- Dije tomando los papeles y dirigiéndome a la puerta, antes de salir por completo el hombre me detuvo.

-Es un gusto haberte visto Paco, ha sido bastante tiempo, los muchachos estarían encantados si vinieras a visitarlo en algún entrenamiento.

-Yo… no creo que eso sea posible… no quiero.- No sabia ni siquiera que excusa inventar, esperaba entrar y salir de ahí sin mayor argumento pero supongo que era una platica necesaria e inevitable que me perseguiría hasta llevarse a cabo.

-No puedes huir.

-Sabe que no lo deje porque lo quisiera.- mi voz salió áspera, reflejando mi irritación.

-A pasado casi un año Paco, podríamos tomarlo con calma y…

-Y nada.- Lo corte con dureza. – Ni siquiera soy capaz de alcanzar 200 metros a velocidad máxima. Para mi simplemente se acabó.

Salí del gimnasio antes de que le entrenador pudiera decir nada más, no era la forma más madura y evidentemente me encontraba huyendo pero no quería hacer mucho más, me tomo tiempo aceptar mi realidad y resignarme como para que alguien venga y me meta esperanzas inútiles a la cabeza.

Estruje la carpeta en mi mano y empecé mi camino hacia el edificio donde se encontraba el salón del concejo, era mejor que acabara con esa mierda rápido.

 

Mis ganas de voltear y observar una vez más aquel edificio que había sido mi hogar en otros tiempos eran casi insoportables pero los reprimí a base de orgullo haciendo el camino al susodicho salón del consejo.

 

Ingresé en el edificio encontrándolo justamente igual que la vez anterior en la que había estado ahí, la recepción estaba limpia pero vacía y no parecía haber ningún movimiento en todo el lugar, subí las escaleras y recorrí el pasillo estrujando inconscientemente los papeles en mis manos, cuando estaba por alcanzar la puerta de la sala del concejo me percate de ese detalle y tuve que detener mis pasos para tratar de alisar un poco el arrugado papel.

Mierda!!! La había hecho buena, cada hoja estaba marcada por la fuerza de mis dedos seguro que el imbécil ese me la haría de emoción por ello.

Me acerque a una ventana para tratar de alisarlos con el borde de esta, me encontraba en ello cuando las voces muy por encima de los decibeles normales comenzaron a llenar el pasillo provenientes de la sala del concejo.

-Felipe, suéltame de una maldita vez!!!- aquella voz era inconfundible, Seb se escuchaba mas que molesto encabronado.

-Y por qué, no has venido precisamente por esto?

-Qué te jodan imbécil, ya quisiera tú!!.

Me pregunté qué ocurría y atendiendo a la curiosidad natural de cualquier persona me acerque para saber lo que estaba pasando.

Seb se encontraba atrapado entre la mesa en el centro de la habitación y el cuerpo flacucho del presidente…

-Realmente lo quiero.- Pronunció Felipe en un tono de voz más calmado mientras se acercaba mas a Seb y su cara casi pegada a la del castaño.

Sentí la inconfundible sensación de los celos apoderarse de mi estómago, estaba por irrumpir en la escena cuando Felipe profirió un agudo y lastimero aullido de dolor mientras retrocedía un par de pasos encorvándose y sujetando su entrepierna mientras maldecía al de ojos rojos.

-Serás un hijo de puta cabron!!!

-Te advertí que me dejaras en paz.- Los insultos no parecían afectar al menor, que se acomodo, reajustando su peso sobre el borde de la mesa y acomodando su cabello como si no acabara de romperle los huevos a alguien.

 

Por si no lo saben existe una especie de código entre hombres, uno n tan complicado como en el de las mujeres y que rige la existencia y convivencia de estos en esta selva que llamamos vida, y entre las reglas sagradas de éste figura que ningún espécimen del genero masculino agrediría a otro en sus partes nobles.

Como hombres hemos sentido al menos una vez en la vida ese dolor desgarrador que haría doblar hasta al mas rudo y fuerte macho de la historia, un dolor que ninguna fémina comprendería o llegará a sentir nunca, uno que no se le desea ni a tu peor enemigo y que Seb acababa de propiciar con certeza sobre su agresor.

Aunque a estas alturas yo o podía estar seguro de quien era realmente la victima ahí.

De alguna manera Felipe logró ponerse de pie, aun expresaba muecas de molestia pero su orgullo parecía estar mas dañado que sus partes bajas.

-Eres muy remilgoso para ser una puta barata, no te parece?- Seb no contesto y yo apreté los puños ante el insulto.

-Si tu no alcanzas el precio o eres demasiado pobre…- Para cualquiera con medio cerebro era fácil entender que Seb no estaba refiriéndose precisamente al dinero en esa frase y su mirada fija por debajo del ombligo del otro comprobaba las sospechas. – O yo no soy tan barato como quieres creer.

La indiferencia con la que hablaba aceptando los insultos e incluso apropiándose de ellos me dio escalofríos.

-Pero si tu le das entrada a cualquiera.

-Eso te pone debajo del promedio, no crees?

Ese par había comenzado a hablar como quien lo hace de los deberes de la semana, habían tomado asiento uno al lado del otro y revisaban carpetas apiladas mientras seguían discutiendo.

-Eres un maldito calienta huevos.- Seb rio el comentario ero no lo debatió. –Es por en nuevo wey que traes pegado, no es así?

-Quién?

-El estúpido que trajiste aquí la ultima vez, tu especie de asistente.

-Un asistente solo es un asistente Felipe.

-Vamos Seb, no juguemos a ser inocentes, sabemos que a excepción de Eduardo nadie que se te pegue o tienes cerca esta por algo mas que interés… si me entiendes.

-Y qué si así fuera, no veo por qué es de tu incumbencia quien se arrastra a mis pies o entra en mi cama.

-Si me dieras un espacio en ella no estaría tan interesado.

-sigue soñando.

-Entonces el llego por cuenta propia o te has decidido cazarlo como a tantos para tu colección?

-No estaba planeado pero digamos que será mi próximo trofeo.

La manera tan natural en que Seb hablaba de mi como un objeto y posible trofeo termino de derribar la poca paciencia que ya tenía, entre en la sala y atravesando entre ellos deje caer la carpeta sobre la mesa.

Ambos chicos parecieron estar bastante sorprendidos con mi presencia y cuando mis ojos encontraron los canela no pude evitar el sarcasmo y el reproche en mi voz.

-       El trofeo vino a entregar la paquetería.

Seb, frunció el ceño y me encaró sabiendo que aquello era directo para él, cuando obtuve su completa atención aprese su mandíbula con una de mis manos y me acerque hasta casi hacer rozar mi nariz con la suya, por un momento creí ver duda, sorpresa y nerviosismo mezclados en sus ojos mientras me acercaba pero cuando estuve tan cerca su mirada de había vuelto fría y retadora. –Aunque lamento decir que esta competencia esta fuera de tu liga.

Prácticamente le escupí esas palabras como si fuesen un insulto, había sido un día largo y entre las emociones que me provocaba y hecho de haber pasado por el gimnasio y recordar había conseguido mi limite.

Solté la cara de Seb con brusquedad intencionada y salí de la sala… alcance a escuchar como Felipe se soltaba en carcajadas y burlas y antes de alcanzar las escaleras alcance a escuchar una maldición por parte del menor.

 

 

 

Notas finales:

tururururu.. de regreso y con todo... qué les pareció??? se pone intenso y comienza el juego


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