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Detrás de ti por Yais

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Notas del capitulo:

=^_^= Gracias por estár aquí. Espero este capítulo les guste.

Capítulo 3

 

 

 

Por un breve instante Peter consideró la idea de lanzar otra telaraña y alejarse de aquel edificio y Deadpool. Pero sabía que irse de ahí sin mediar palabra sería algo extraño. Después de todo, a pesar de que el mercenario y él no eran los mejores amigos, sí solían pasar tiempo juntos después de alguna misión o, a veces, el mayor lo acompañaba mientras patrullaba por el puro placer que le causaba estar a su lado.

 

Así que antes de que pudiera arrepentirse estaba de vuelta en la azotea. –Ja–ja eso fue tan gracioso –ironizó y se cruzó de brazos.

 

–Sí –Deadpool hizo el ademán de limpiarse unas lágrimas de felicidad –la forma en que saltaste. Como esas cabras sobre trampolines en Youtube, puedo pasar horas mirándolas ¿tú no?... Claro –lo encuadró juntando los dedos índice y pulgar de ambas manos; y repasó su cuerpo desde su cabeza hasta sus pies. Se tomó más tiempo cuando llegó a la altura de su pelvis. – No hay nada que prefiera más que mirar tu sexy figura en vivo y en directo. Nada supera la realidad de tenerte frente a mí. ¿Podrías darte la vuelta?

 

Peter se sonrojó. No por sus palabras, sino por recordar lo embebido que se sintió por causa suya esa mañana. –No – contestó a la petición, intentando concentrarse en la sensación de irritación que lo embargaba más que en cualquier otra cosa. –Y no, no tengo tiempo para gastarlo en Youtube.

 

–Por favor Spidey, nadie es inmune a Youtube. ¿Te imaginas la cantidad de millennials que tendrían que buscar trabajos reales si eso fuera posible?

 

–Si bueno, yo lo soy –mientras hablaban se dedicó a respirar lento y profundo. Si bien el olor del mercenario no era tan abrumadoramente agradable como lo había sido esa mañana, aún era atractivo y eso le preocupaba. ¿Por qué no había vuelto a oler a lo que siempre olía? –Y justamente por eso no puedo saberlo.

 

Si debía ser honesto, siempre había sido consciente de que Deadpool era un alfa. Pero, aquella era la primera vez que lo veía como tal y el descubrimiento era abrumador y aterrador. Trató de tranquilizarse recordando que mientras se balanceaba de un edificio a otro, cada sonido, cada sensación que le causaba el roce del viento y cada transeúnte olía, se comportaba y se sentía como debería.

 

Estaba más que seguro que los inhibidores ya habían hecho efecto y sus poderes estaban funcionando correctamente. Lo que sentía ahora se debía a que su cerebro aún estaba impactado por haber tenido que pasar brevemente por la sensación de un celo después de tanto tiempo sin haber experimentado uno –el primero sin inhibidores de por medio– y jugaba con sus sentidos.

 

Además, si no pudiera controlar su aroma, si algo en él gritara omega aunque fuera por un segundo, su interlocutor se lo haría saber al instante. Así de directo e incorrecto era.

 

–¿Hay alguna perturbación en el espectro electromagnético?

 

–¿Qué? –Peter volvió a la realidad.

 

–Es de mala educación ignorar a la gente Spidey y cómo tú eres tan bien portado, creo que tal vez me ignoras porque por fin comenzaste a sintonizar la radio.

 

Peter parpadeó un par de veces y negó. –Me tengo que ir –dijo mientras le daba la espalda y caminaba de vuelta a la orilla del edificio.

 

–¿Tan pronto? –el mercenario preguntó desilusionado y el héroe detuvo el movimiento que típicamente hacía con sus dedos antes de lanzar una telaraña. El tono que Deadpool utilizó hizo que se congelara en su lugar, expectante por saber qué más tendría que decir. –La noche es joven Spidey –continuó y se escuchó el clic que hace una cámara al tomar una fotografía.

 

Cuando se giró para volver a encarar a su acompañante, se dio cuenta que éste tenía su teléfono en la mano y acababa de tomar una foto de su trasero. Con el descaro que siempre lo caracterizaba. –Por fin, un nuevo fondo de pantalla.

 

Peter gruñó y se pensó mejor su siguiente movimiento. En lugar de lanzar su telaraña al siguiente edificio y alejarse, pretendió arrebatarle el aparatito de las manos a Deadpool, pero no lo logró. La telaraña salió disparada unos centímetros más hacia la izquierda de donde estaba su objetivo y, además, su movimiento fue muy lento.

 

El mercenario sólo se inclinó un poco para esquivarlo y como si fuera algo increíble ver a Spider-Man fallar de una manera tan patética boqueó un par de veces. –¿Te sientes bien honey buns?– preguntó preocupado.

 

Otra vez, su tono inquietó a Peter, pero lo que lo desarmó fue la repentina oleada del aroma de un alfa preocupado inundando sus sentidos. Eso no estaba bien.

 

Deadpool era un mercenario acostumbrado más que cualquier alfa a controlar su aroma. Además, su locura, volatilidad, los bloqueadores que debía usar para pasar desapercibido y las capas de sangre seca sobre su uniforme siempre habían logrado que, a pesar de sus súper sentidos, Peter fueran incapaz de percibir sus emociones o intenciones solo oliéndolo.

 

Pero ahora ahí estaba, un aroma claro y atrayente. Su cuerpo se estremeció porque un alfa, Deadpool, expresaba preocupación genuina por él y jamás se había sentido como ahora al darse cuenta de eso.

 

Debió haber permanecido en silencio y mirándolo una cantidad anormal de tiempo, porque Deadpool comenzó a balancearse sobre sus pies. Incómodo porque Spider-Man lo estaba obligando a permanecer en un silencio expectante. Sin embargo, cuando ya no soportó más y abrió la boca, el castaño habló antes que él, interrumpiendo cualquiera que hubiera sido su intención.

 

–En realidad no –contestó Peter sin pensar.

 

El mercenario lo miró con expresión perpleja un segundo, después se cruzó de brazos y agachó la mirada mientras murmuraba entre dientes. Su lenguaje corporal delataba sorpresa porque no había esperado recibir una respuesta, y molestia porque había arruinado su próximo comentario ingenioso.

 

Aunque ese último sentimiento no le duró mucho tiempo. Peter olió su felicidad mientras lo veía volver al ducto de aire para sentarse.

 

–Spidey –dijo a la vez que palmeaba su pierna derecha en un gesto que indicaba una invitación para que se sentara sobre su regazo. –Cuéntale a tu mejor amigo Pool qué pasa por esa cabecita tuya. ¿Qué te preocupa?

 

Peter hizo una mueca y se echó para atrás.

 

–OK, no confías en mí. Lo entiendo –. Deadpool se llevó un dedo a la boca, como si estuviera pensando –creo que podemos tratar la técnica del psicólogo. Yo te enseño el mío y tú me enseñas el tuyo. ¿Trato?

 

–Creo que la técnica es que tú me cuentas tus preocupaciones y yo, de alguna manera me relaciono contigo y te cuento las mías. Pero…

 

–Muy bien. Entonces, empiezo yo. Los últimos trabajos que he hecho han sido una basura y pensé en tomarme unas vacaciones, pero tengo la impresión de que el rojo ya no está de moda. No pude encontrar un buen traje de baño en todo el día de ese color, y lo busqué por todos lados desde muy temprano. Y no importa que no sea temporada porque, es decir, en alguna parte del mundo ahora es verano y esto es NYC, y existen las albercas techadas. Pero cuando por fin encontré lo que estaba buscando alguien voló la tienda donde compraba; así que probablemente me tenga que olvidar de las vacaciones y mejor empezar a desaparecer a todos esos mercenarios wannabe que están afectando mis ganancias.

 

Peter entrecerró los ojos intentando encontrar sentido a lo que decía Deadpool, pero le estaba costando trabajo porque mientras hacía eso, intentaba adivinar si en verdad olía a su interlocutor o si sólo era su imaginación. Entonces lo escuchó mencionar esa mañana y recordó que Tony lo había cuestionado sobre su identidad secreta. Al final había salido corriendo y no pudo preguntar por qué le decía aquello.

 

–Te vi en televisión –comentó.

 

–¿Me viste? –el mercenario tuvo dificultades para recordar el helicóptero del Daily Bugle, pero al final lo hizo –oh –hizo una pausa –te juro que nada de eso fue mi culpa. Baby he sido fiel a mi promesa, no he puesto a gente inocente en peligro…

 

Peter gruñó –le dijiste al tipo que le disparara a su rehén porque tenías cosas más importantes que hacer.

 

–… de manera intencionada. ¿Quién te dijo eso?

 

Se encogió de hombros –cámaras de seguridad.

 

Estaba claro que su interlocutor se confundió por su respuesta, pero no hizo comentario al respecto, sino que prefirió sacudir la mano como si con eso pudiera acallar sus pensamientos. –Al final nadie salió herido Spidey. Incluso dejé que la policía se encargara –dijo lo último como si por ello mereciera un premio. –En fin, ahora es tu turno ¿qué te preocupa?, ¿puedo encargarme del problema? –hizo el ademán de disparar –por ti haría trabajo pro-bono.

 

Peter jugueteó con el botón de su lanza telarañas, hasta que concluyó que se decidió caminar hasta Deadpool, pero no aceptó su invitación a sentarse sobre sus piernas sino que prefirió dejarse caer a su lado. El ducto de ventilación era amplio, así que quedaron separados por casi medio metro.

 

–No gracias – inhaló hondo y exhaló con lentitud. No pudo evitarlo. Probablemente su cerebro le estaba jugando una pasada o tal vez estaba desarrollando una nueva habilidad. Sin importar a qué se debía, era incapaz de resistirse a la sensación. El mercenario comenzó a emitir un aroma que delataba felicidad por tenerlo a su lado y, a su vez, él se sintió feliz porque el alfa se sintiera así.

 

Deadpool siempre estaba flirteando con él, pero nunca lo había tomado en serio. Jamás se habría imaginado que la química de su cuerpo en realidad cambiara sólo porque se le acercaba. Si no fuera por esa extraña fase por la que estaba pasando ahora, jamás se habría dado cuenta que los comentarios del mercenario eran algo más que un juego.

 

–Sólo estoy cansado –comentó–. El trabajo, demasiados villanos tratando de descubrir mi identidad –miró de reojo para identificar sí Deadpool hacía algún movimiento en reconocimiento a su declaración. Pero nada, simplemente le estaba prestando atención. –Algunas veces gritar me ayuda a relajarme.

 

–Mhm –el mercenario asintió. –Podrías ir conmigo –ofreció inclinándose un poco hacía él– de vacaciones a las costas del caribe.

 

Peter sonrió de lado ante la idea, pero inmediatamente negó y arrugó el entrecejo, se había estado relajando demasiado. –Responsabilidades –le recordó fingiendo un tono irónico –algunos tenemos que ganarnos la vida de manera honesta –pero no se alejó. Ni siquiera cuando Deadpool estiró el brazo y lo pasó detrás de su espalda para atraerlo.

 

–¿Cómo logras hacer que la idea de ser un vigilante con la fuerza proporcional de una araña radioactiva suene tan aburrido? ¡Responsabilidades!

 

–No es aburrido. Golpear villanos, desactivar una que otra bomba, las persecuciones…– estaba nervioso. DP invadió su espacio personal y aunque quería alejarlo no lograba hacer que sus extremidades se movieran.

 

–Pero… hablando en serio ¿qué tienes hoy Sweetums?, ¿te sientes bien? A decir verdad no creí que me dejaras tocarte más de tres segundos. Siento que estoy rompiendo un record Guinness. Y que, dentro de poco, también voy a tener algo roto.

 

–Si me sueltas ahora podrías conservar el record y tus huesos intactos –intentó convencerlo para que se apartara usando las palabras, porque él no tenía la voluntad.

 

El mercenario se rió por lo bajo –nah, va a valer la pena sólo por tocarte unos segundos más.

 

Peter quería quedarse ahí, pero la parte de su cerebro que estaba a cargo de mantenerlo actuando como una persona racional por fin logró hacerlo reaccionar. –Aún debo terminar mi patrullaje –se excusó mientras se levantaba. Con premura, rechazando el contacto con mayor brusquedad de la que había planeado pues Deadpool se fue de espaldas y el impulso lo hizo caer tres metros lejos de su asiento.

 

A pesar de que lo habían mencionado, Peter no había planeado ser tan brusco. No se disculpó, sino que se miró las manos y flexionó las muñecas.

 

Ahora estaba seguro que no se trataba de su cerebro confundido. Su resfriado y su naturaleza omega seguían confundiendo sus sentidos y mientras sus súper poderes no funcionaran correctamente, sin importar qué tan bien se sintiera, lo mejor era volver a casa. No tenía que poner en peligro su identidad en aquella azotea, y, mucho menos, frente a Deadpool.

 

–Spidey… –el mercenario lo llamó, pero esta vez Peter no se detuvo. Lanzó una telaraña y se perdió entre los edificios.

 

 

 

Entró en pánico siete cuadras después, cuando la fuerza se le fue y tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia sobre un contenedor de basura en un callejón detrás de un restaurante.

 

No supo qué le dolió más, si el golpe o su dignidad, pues cuando salió del contenedor se dio cuenta que había caído frente a un grupo de personas, aparentemente trabajadores del restaurante que se despedían después de terminar su turno. Todos lo miraron entre sorprendidos y asustados mientras él, intentando mantenerse lo más sereno posible, se sacudía los rastros de todo tipo de sobras de comida que tenía pegadas al cuerpo.

 

Intentó volver a balancearse de un edificio a otro, pero otra vez sus poderes fallaron y no fue capaz de sostenerse en el aire más de diez metros sin que sus brazos se cansaran. Así que tuvo que resignarse a caminar hasta su departamento. La cabeza le dolía.

 

Después de asegurarse de que nadie podía verlo, entró a su hogar por la escalera de emergencia y fue directo a la ducha. Lanzó su traje en una esquina –Mañana decidiría si debía lavarlo o quemarlo– y mientras se bañaba no pudo pensar en nada más que lo bien que se sentían los chorros de agua golpeando su nuca y espalda.

 

Al salir del baño solo pudo recordar que debía ponerse el pijama antes de lanzarse sobre su cama. Una vez que se sintió rodeado por la sensación de confort que le proporcionaba su habitación hizo lo que parecía un nido de almohadas y cobijas; y se acurrucó en el medio.

 

 

 

Cuando volvió a despertar eran de madrugada. Le faltaba el aire, tenía sed y sentía mucho calor. La tela de franela con la que estaba hecha su pijama le estaba rozando la piel de tal manera que lo hacía sentirse muy incómodo; especialmente en su pecho y la entrepierna.

 

Se levantó como un autómata y sin pensar en lo que hacía fue hasta la cocina para servirse un vaso con agua fría. El agua calmó su sed, pero no su bochorno, así que abrió el congelador para sacar un hielo y metérselo a la boca.

 

En una actitud que su tía hubiera considerado inaceptable, mientras volvía a la cama, se quitó la ropa y la dejó tirada en el pasillo. Pasar la playera por encima de su cabeza fue liberador, pero no se comparó con quitarse el bóxer y su pantalón, momento en el que por fin se dio cuenta que tenía una erección y que el aire fresco era lo estaba ayudando a liberarse de la incomodidad.

 

Claro, una vez fuera de su ropa interior, también notó que estaba húmedo entre las piernas, estaba lubricando, y ahora que la tela del bóxer no absorbía el líquido, sentía como unas partes de su piel resbalaban contra las otras.

 

Estaba tan caliente que tuvo la idea de sacar el hielo de su boca para primero rozar su erección y después dejarlo fundirse entre sus piernas. Pero cuando estuvo a punto de hacerlo el hielo se escapó de sus dedos y calló al suelo.

 

Ver el hielo resbalar por el piso hizo que Peter lanzara un gemido de frustración y escucharse a sí mismo, su voz ronca en la oscuridad, rompiendo el silencio de la noche; lo hizo ser consciente de dónde estaba, lo que pensaba, o mejor dicho no pensaba, y lo que le pasaba.

 

Aún estaba en celo.

 

Intentando no pensar en la forma en como sus piernas resbalaban una contra la otra fue a la sala, lugar donde había dejado el paquete de inhibidores que se había tomado la mañana anterior, y leyó la etiqueta del medicamento con cuidado. Ahí decía que debía tomar una dosis antes de que iniciara su ciclo o cuando sintiera los primeros síntomas del celo. Una sería suficiente para contrarrestar sus síntomas hasta que llegara su próximo ciclo.

 

Pero no estaba funcionando.

 

–Bien Parker, no entres en pánico –se dijo mientras volvía a la cocina –metabolismo acelerado, por lo tanto dosis incorrecta; inmunidad a este tipo de marca, producto defectuoso, fraude –comenzó a enumerar las razones por las cuales el medicamento no estuviera funcionando –inhibidores caducados –comprobó la fecha en la caja.

 

De todas las opciones, dosis incorrecta era la que parecía más razonable así que se tomó otra pastilla y volvió a la cama a esperar a que hicieran efecto y el calor desapareciera. Pero pasados cinco minutos se dio cuenta que el medicamento no era de efecto inmediato –mágico–, así que sucumbió a la desesperación de hacer algo para eliminar el ardor que sentía en el vientre.

 

Necesitaba algo dentro de él. Tocarse.

 

Sin embargo cuando apresó su erección en su mano derecha y resbaló su mano izquierda para acariciarse y meter un dedo en su interior con más facilidad de la que había esperado, no tardó en maldecir y recordar lo que bien sabía sobre su cuerpo.

 

Era un omega en celo y sólo había dos maneras de liberarse de esa sensación de desesperación. Esperar a que los inhibidores hicieran su trabajo o encontrar a un alfa que lo ayudara con la situación que literalmente tenía entre manos.

 

Evidentemente sabía que acariciarse sólo aumentaría sus problemas, pero tenía, necesitaba tocarse en lo que el inhibidor hacía efecto. Cerró los ojos e intentó concentrarse el algo que, junto con el ritmo que seguían sus manos, lo ayudara a apaciguar su cuerpo.

 

Ninguno de los betas con los que había salido en los últimos meses era material aceptable para una fantasía en ese momento. En realidad, la única persona en la que pensaba cuando quería complacerse a sí mismo era MJ, así que se concentró en ella.

 

Recordó aquella noche, hacía poco más de dos años, cuando salió con ella todo un fin de semana y tuvieron sexo por primera vez. Se dedicó a pensar en todos los detalles excitantes y prefirió olvidar que esa primera vez fue el gran paso sin retorno que tomaron y, eventualmente, arruinó su relación.

 

Se arañó el cuello, pensando lo mucho que había deseado que MJ lo reclamara, pero como no lo había hecho. Y no fue porque no lo quisieron, sino porque él no estaba en celo. Alguno que otro hubiera objetado respecto a su edad, pero no su tía o la tía de MJ. Ellas hubieran estado encantadas al recibir la noticia de que eran una pareja enlazada.

 

El cabello rojo de MJ era lo que más le atraía de ella. Siempre le había gustado ese color y por eso lo había hecho parte de su atuendo. Si tuviera que concentrarse en algo que le diera placer, también tendría que concentrarse en su olor. Después del aroma de Deadpool, no había nada más atrayente y excitante que el olor de su hermosa pelirroja.

 

Gimió y se mordió el labio inferior. Pues pensar en Deadpool abrió una llave de sensaciones que no había querido racionalizar desde el incidente con el tipo del lanzagranadas y que en ese momento no estaba en condiciones de objetar.

 

No iba a ponerse a pensar en por qué estar entre los brazos del mercenario, enterrar la nariz en su pecho y frotarse contra su pelvis contra la suya se le antojaba tanto. Era su imaginación, pero casi podía sentir los dedos del mayor forzándolo a pegarse a él, apresándolo con fuerza, sin ningún rastro del miedo con el que lo había tocado cuando estaban en la azotea horas atrás.

 

En la vida real tocar la piel llena de cicatrices de Deadpool y arañarlo un poco le hubiera parecido incorrecto y hasta un poco cruel, pero en ese momento era lo único que imaginaba hacer y le gustaba. También deseaba que el mercenario agarrara sus muslos, lo mantuviera firme pegado a la cama y abierto, en posición para ser penetrado.

 

Deseaba sentirlo deslizarse en su interior. Lento al principio, mientras jugaba con él para que no dejara de rogarle, y después de una estocada hasta el fondo.  

 

–Vamos… por favor… –susurró mientras se consumía en aquella fantasía.

 

Claro la sensación nunca llegó a ser plena y cuando el inhibidor hizo efecto las fuerzas de Peter estaban drenadas, sus dedos acalambrados y su piel irritada.

 

 

 

Pasó el resto de la semana bajo esa rutina. Los inhibidores que aparentemente deberían durarle tres meses, sólo le eran útiles unas cuantas horas y eso, sin importar que cambiara de marca o la dosis. 

 

No podía confiar en sí mismo, así que suponiendo que su celo aún durara una semana, decidió pedir permiso en Stark Industries y la Facultad para faltar, alegando que la situación de haber sido rehén le había causado más estrés del imaginado; y creó un horario para salir de su casa el tiempo suficiente para hacerse algunas pruebas de sangre en el laboratorio de la universidad. Sólo se paraba por ahí cuando estaba seguro que ya no había nadie.

 

Ir con un doctor no era una opción porque no podía arriesgarse a que algún villano obtuviera una muestra de su sangre e ir con S.H.I.E.L.D. era su última alternativa, nunca le había gustado depender de alguien más cuando creía que podía resolver el problema solo.

 

Además, para él era un tema delicado. Fury no iba a poder ayudarle sin tener que revelar aspectos de su identidad secreta a alguien más. Tal vez no era vital que utilizara sus súper poderes para suprimir su celo, pero sí para hacerse pasar por un beta. Dudaba que alguno de los científicos de S.H.I.E.L.D. pudiera trabajar analizando lo que le ocurría sin descubrir que Spider-Man era un omega.

 

Qué decir de intentar luchar contra un villano siendo Puny Parker.

 

No podía decidir qué era peor, si la fiebre, la tensión por no saber qué pasaba con sus súper poderes yendo y viniendo; no poder crear un inhibidor propio, la culpa por no poder salir a patrullar o las fantasías con Deadpool que simplemente había decidido no censurar o cuestionar.

 

No podía recordar una semana en su vida que hubiera sido tan mala y, sin miedo a mentirse, tan excitante como aquella.


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