~ Capítulo 7: Caso Circo. PARTE I ~
Es tan difícil creer que sea su primer beso de amor. ¡Por todos los demonios! Siempre creyó que sería de otra forma y nunca se lo imaginó tan demandante y apasionado. Él siendo todavía un inexperto en los besos ahora lo intenta con quien ama profundamente. A pesar de querer odiarlo nunca logró un odio profundo ya que se quedó tan profundamente en su alma. Sebastián se encuentra confundido y por unos momentos se imaginó que el joven quien besa es su Ciel, pero no lo es. Simplemente es un príncipe que tarde o temprano volverá a su reino y no regresará jamás por tierras inglesas. Se casará con una mujer y tendrá un primogénito que sucederá el trono. Por qué después de tantos años no logra olvidar a Ciel Phantomhive y todavía se acuesta con otra persona sigue pensando en él. Parece el momento indicado para algo más íntimo y lo dio a entender el demonio cuando comenzó a desabrochar la camisa del menor, desde la parte de arriba hasta querer llegar abajo. Justo cuando estuvo por abrir la parte de abajo el joven se lo impidió y terminó con el eterno beso.
— ¡No puedo hacerlo! —dijo temeroso— ¡Eres un mayordomo y yo un príncipe!
De último momento se arrepintió ya que recordó su promesa con Claude y no puede romperla. Le ayuda en su venganza y está dispuesto a cumplirla, no debe fallar en las cláusulas. Hasta el momento ha fallado en una. Empuja al demonio, se levanta del suelo y sale corriendo del lugar, no le importa estar lejos de hogar, pero no permitirá entregarle su pureza a Sebastián. No importa que tanto lo ame tiene que odiarlo por el pasado. Sigue corriendo sin ningún rumbo fijo y con ganas de llorar por recordar besos y caricias de aquel demonios que alguna vez fue su mayordomo. Hubo un momento que se cansó de su carrera y descanso para recuperar el aliento. Se queda pensando en lo que está haciendo el demonio. Puede que haya regresado con el tonto de Alois y ahora estén teniendo sexo o posiblemente se quedó ahí sin comprender nada de lo que estuvo por pasar. A ciencia cierta no sabe los pensamientos de Sebastián.
Se levantó del suelo para continuar su búsqueda del camino a casa. Pero escuchó un sonido entre los arbustos y creyó que era Sebastián, estuvo equivocado ya que salieron varios hombre gritando y con espadas en sus manos dispuestos a matar por órdenes del perro guardián del Rey al príncipe de Francia. Se quedó mudo y por unos momentos de maldecía por haber salido de la cabaña que compartió con Sebastián. Cerró los ojos para no ver nada, pero los abrió al escuchar gritos de pánico y gemidos de dolor. Ve con sus propios ojos como Sebastián lo salva de aquellos hombres que intentaron asesinarlo, ver aquellos ojos rosados y colmillos le hizo recordar la primera vez que lo salvó de aquella secta y de varias ocasiones donde estuvo en una muerte segura. Mató a cada uno y sólo quedó un charco de sangre.
— Lo creí más atrevido, pero me acaba de decepcionar con no poder hacer nada para salvar su vida. —comentó con una sonrisa y de nuevo con sus ojos rojos.
— ¡No pude hacer nada ya que no cuento con un arma! —exclamó molesto Ciel. Se sonroja de vergüenza ya que por una parte el demonio tiene razón y trata de excusarse— ¡Te ordenó que me lleves a casa!
— Yo sólo tengo un amo y es el perro guardián del Rey.
— ¡ERES UN IDIOTA! —gritó a todo pulmón que se escuchó un eco por todo el bosque y pájaros salieron volando de entre los árboles— ¡Veré la forma de llegar al palacio de Rey!
Cuando estuvo por seguir el camino fue detenido por el demonio que lo alzó entre sus brazos y corrió para llevárselo a dónde ida. Le parece interesante y chistoso aquel príncipe Francés le recuerda un poco a su Ciel en el carácter, pero en lo físico son dos gotas de agua. Quizás lo proteja y trate de acercarse un poquito más al chico. Ya comprobó su hipótesis; el príncipe de Francia tiene un pacto con un demonio, ahora la otra cuestión es descubrir la razón de haber realizado aquel contrato. No hablara con su amo de lo descubierto se lo va reservar para él y descubrir lo que oculta del chico Francés.
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Han pasando algunos días desde el secuestró del joven príncipe. Desde ese día Claude no se aparta de ningún momento de su amo ya que no quiere verlo en los brazos de Sebastián. El Rey siempre va de visita al castillo del muchacho para darle ánimos y hablan del próximo tratado de paz. Desde aquel día por las mañanas encuentra una rosa en su buró con una carta de Sebastián. Lo bueno que se levanta temprano y las esconde para en la noche ya leerlas con más calma y para que Claude no sospeche le pidió que cada noche ponga rosas de diferentes colores en su habitación así la oculta entre todas y evita un intento de asesinato. Algo no le cuadra para que su antiguo demonio le mande aquellos detalles tan preciosos. Debe investigar lo que ocurre.
Una tarde todo el hogar está en movimiento para recibir al Rey que vendrá en la tarde ya que le pidió que se vieran porque tienen que hablar de algo importante. Claude se encarga de arreglar todo a la perfección y le ayuda a su joven amo alistarse para la ocasión. Ya estando todo listo esperan en el comedor. La guardia llega primero y seguido el carruaje del Rey, atrás de él otros carruajes donde bajan personas que conoce desde niño, los mismos de siempre y ahí viene también Sebastián. Le pidió a Claude que trajera más copas y llevaran la cena.
Los invitados fueron recibidos por los demás de servidumbre que ayudaron con las cosas de cada uno. Fueron hasta el comedor donde en la cabeza de la mesa está el príncipe de Francia. Cada invitado es asignado a su asiente y los sirvientes que los acompañan se quedan parados a su lado. El mayordomo entró al lugar y junto con él los meseros que sirven cada platillo que se gustarán.
— Siempre tan atento príncipe. —embozó una sonrisa— Antes de comenzar a degustar este manjar quiero hablar con usted de algo urgente. —su rostro cambia a uno serio— Supongo que ha escuchado que han desaparecido niños en el último mes y estoy preocupado por la situación ya que los niños son lo más puro y tierno de este mundo.
— Lo leí en el diario. —comentó con el mismo semblante de seriedad.
— He enviado hace unos semanas a mi perro guardián, pero se le complicó un poco el caso y deseo que si tiene alguien de su confianza que pueda ayudarnos a resolverlo.
— No cuento con nadie de confianza aquí en Inglaterra. —aclaró— Al único que le he dado ese honor es mi mayordomo Claude. —sonríe— Pero estoy dispuesto a llegar a lo profundo del asunto…
— ¿Qué quiere decir? —indagó.
— Yo acompañaré a su perro guardián para ayudarle a llegar al secuestrador.
— ¿Usted un príncipe quiere ayudar a resolver el caso? —muestra asombro el Rey.
— Así es. Yo en Francia en casos difíciles intervenía y llegaba a la cabeza principal.
— Me sigue sorprendiendo, Príncipe Marius. Espero regrese sano y salvo.
— Tenga por seguro que estaré aquí para seguir haciendo el tratado de paz.
— Le comentó que nuestro sospechoso es un circo que está por venir a la capital.
— ¿Cómo se llama el circo? —preguntó un interesado Ciel.
— Arca de Noel y quiero a los niños con vida y a los culpables en presión. —frunce el ceño.
El príncipe aceptó sin dudarlo. Por fin la diversión comienza…
Vuelven los casos…
Un reto digno del conde…