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Juguete para hermanos por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada

Actualizaciones: Domingos 

Prólogo:

 

 

Sus ojos se mantenían cerrados, centrándose en aquel cálido aliento que chocaba contra sus mejillas llenándole de placer y excitación. Aquel joven de oscuros ojos y tez blanquecina, de arrogante carácter pero con una lujuria que jamás había presenciado en nadie.

 

Suspiró una vez y una segunda, elevando ligeramente la cabeza en busca de aquellos labios que rozaban los suyos y se marchaban rozando la punta de su nariz jugando con él, jugando con sus sensaciones, con sus ganas brutales por besarle y sentirle. Quería gritarle que le besase, quería suplicarle que dejase aquel maldito juego y poseyera sus labios con pasión, pero no podía, no podía porque en parte le gustaba aquel juego.

 

El moreno sonrió triunfante al ver cómo ese chiquillo rubio respiraba entrecortado motivado por la excitación, movido por el deseo carnal.

 

Suspiró aún con mayor intensidad cuando sintió aquellas manos acariciar su cintura, pasando sus dedos desde un lateral hacia su espalda, acariciándola para pasar al otro lado de la cintura. Minato giró el rostro sin abrir los ojos, siguiendo el aroma y la respiración de aquel hombre hasta que sus labios se unieron con fuerza y fogosidad.

 

Madara mordisqueó con sensualidad el labio inferior del rubio, sonriendo al segundo siguiente por el leve suspiro que había dejado escapar al sentir aquel juego que tanto le gustaba al moreno. Minato sonrió levemente antes de lanzarse una vez más y juntar sus labios con una pasión irracional, sin embargo, una mano cogió su barbilla con cierta presión y le giró la cabeza separándole de Madara para besarle sensualmente.

 

Sabía a quién pertenecían aquellos labios sin necesidad de abrir los ojos. Madara era juguetón, pero Izuna… ese chico era pura sensualidad. Sus besos eran pasionales y a la vez tranquilos, disfrutando, dejando que la persona se enamorase de ellos, de su sabor, de sus movimientos lentos y tortuosos.

 

Un suspiro aún más profundo salió de la garganta de Minato al sentir que era ese chico tan sumamente pasional y sentimental. Su corazón sólo podía latir a mil por hora por aquellos hermanos, uno juguetón y fogoso, el otro sensual y dulce, era complicado no amarles a ambos, era complicado no enamorarse y sobre todo… era complicado elegir.

 

Sin embargo… pocos sabían cómo esos tres chicos habían llegado a esa situación.

 

 


Capítulo 1: Fiestas de ricos

 

 

Caminaba por aquella fiesta buscando algo muy concreto, buscando diversión, una diversión que no parecía estar presente. Él y su hermano habían asistido a innumerables fiestas, sin embargo… pese a que los ricos sabían divertirse mucho en sus fiestas, había algo por lo que esos dos jóvenes iban a ellas. Algunos universitarios sin recursos, venían a las fiestas buscando gente rica que les sustentase económicamente, hacían lo que fuera con tal de poder pagarse las carreras y sus gastos.

 

- ¿Seguro que estará? – preguntó Madara al notar que unos pies se detenían a su lado.

 

- Estoy convencido – dijo Izuna – mi fuente no falla nunca. Lo vi en otra fiesta de estas con uno de los ricos de la ciudad.

 

- ¿No será tu fuente otro de esos ricos? – sonrió Madara

 

- Llamé a un detective. Su familia está en completa banca rota, no podría pagarse ni un plato de Ramen – dijo Izuna – mucho menos la carrera.

 

- Así que alguien se la está pagando.

 

- Eso parece. Le pagan por su compañía, un buen trato.

 

- Conveniente para nosotros – volvió a sonreír Madara.

 

Ambos hermanos buscaron entre los presentes. Muchos chicos sin futuro pero con brillantes cabezas estaban allí, dando su compañía a ricos vejestorios con tal de poder llegar a ser algo o alguien en la vida.

 

- ¿Qué sabes de él? – preguntó Madara hacia su hermano.

 

- Sé cómo será nuestro – sonrió Izuna.

 

- ¿No sirve pagarle y ya está?

 

- ¿Quieres tenerle sólo por dinero? Podemos… pero yo pensaba en algo mucho más personal.

 

- Enséñame a ese chico entonces. Quiero conocerlo y saber si vale la pena todo lo que vamos a pagar por él.

 

- Merece la pena, créeme. Lo sabrás en cuanto lo veas – sonrió esta vez Izuna – estudia medicina.

 

- Entonces le enseñaremos bien “Anatomía” – sonrió Madara.

 

Izuna le dio un golpe leve en su hombro casi como si bromease con él, aunque Madara vio un extraño brillo en la mirada de su hermano. Todo ese tiempo, desde que su hermano le habló de aquel chiquillo, se había estado preguntando si realmente valía la pena hacer tanto esfuerzo como harían por tenerle, pero por ese brillo especial que su hermano tenía en los ojos cuando hablaba de él… sabía que valdría la pena, aunque fuera por complacer a su hermano pequeño.

 

- Está bien… busquémosle – dijo Madara al final.

 

Caminaron por la gran estancia, observando a todos esos vejestorios hablando entre ellos, pasando sus manos por la cintura de esos jóvenes a los que contrataban en busca de compañía y más cosas… todo por dinero. No podía decir que lo aceptase del todo, pero tampoco que le desagradase, esos chicos aceptaban voluntariamente con tal de pagarse las cosas.

 

Para Madara, pensar en dinero sólo era una estupidez, su familia lo tenía y su padre se lo daba con total naturalidad con tal de que no se metieran en muchos problemas, al fin y al cabo, era un político, debían aparentar ser honorables pese a que estuvieran allí buscando a un chico para pagarle por sus servicios.

 

- ¿Le has encontrado? – preguntó Madara al ver cómo venía su hermano por un pasillo y trataba de rodear a un hombre de mediana edad bien trajeado que le metía la lengua hasta el fondo a un chiquillo de dieciocho años con un par de billetes en el bolsillo de su chaqueta.

 

- No – sonrió Izuna al ver el espectáculo.

 

- Quizá no ha venido a esta fiesta.

 

- Está aquí – dijo Izuna con seriedad – créeme… alguien lo ha debido de contratar por compañía.

 

- ¿Es tan seductor como dices? – preguntó Madara mirando hacia un retrato de la pared que colgaba junto a las escaleras.

 

- incluso más de lo que digo – sonrió Izuna.

 

Izuna miró hacia el retrato que miraba su hermano sin entender qué le estaba pasando por la cabeza. Madara era un chico extraño pero inteligente. Quizá su padre le forzaba demasiado a ser alguien que no quería ser, pero en cambio… pese a que Madara fingía ser el hijo perfecto ante sus ojos, sabía que en realidad era un rebelde empedernido, eso era lo que más le gustaba a Izuna, eso… y que siempre le apoyase a él.

 

- Si es tan bueno… ¿No crees que el anfitrión de la fiesta lo querría para él? No se conformaría con algo del montón pudiendo tener al mejor – sonrió Madara.

 

- Ahora que lo dices… no he visto al anfitrión por ningún lado.

 

- Porque estará ocupado follándose a su acompañante. Le habrá pagado muy bien por ello – soltó Madara sin finura alguna.

 

- Arriba quizá – comentó Izuna mirando al vigilante que custodiaba las escaleras para que nadie subiera.

 

- Vayamos entonces a ver – sonrió Madara pese a que Izuna estaba algo preocupado al ver al vigilante.

 

Tal y como sospechaba Izuna, en cuanto ambos se acercaron a la escalera, el vigilante les detuvo impidiéndoles el paso. Creyó que deberían dar marcha atrás, pero su hermano, acostumbrado a no rendirse jamás, sacó un fajo de billetes y se lo metió sin disimulo alguno en el bolsillo de la chaqueta apartándole del medio con el brazo para que les dejase pasar.

 

El vigilante se quedó atónito, pero hizo la vista gorda dejando que ambos hermanos subieran la escalera que era únicamente… para los VIP. El segundo piso estaba bastante más silencioso que el de abajo, excepto por los gemidos que se escuchaban tras las puertas. Risas, música suave, gritos y gemidos, ambos se hicieron una idea de lo que era aquel piso, el lugar privilegiado para mantener relaciones sexuales con esos acompañantes a los que tan bien les pagaban.

 

Recorrieron el largo pasillo hasta llegar a una biblioteca. Los gritos cesaron, los gemidos se acallaron, tan sólo dos voces se alzaban en aquel silencio, dos voces… una la de un chico joven, otra la de uno de mediana edad.

 

- Es él – se escuchó a Izuna al reconocer esa voz – estoy seguro. Es él.

 

Los dos se acercaron al umbral de la puerta con grandes dudas sobre si asomarse o no. Madara fue el primero en hacerlo. Jamás en su vida se había sonrojado, jamás había sentido que la intensidad de unos gemidos pudieran llegarle tan hondo, era ese chico, ese que cabalgaba sobre el hombre sentado en la silla, ese chico lleno de sudor que no dejaba de moverse con rapidez haciendo disfrutar al hombre, meciendo su rubio cabello y dejando que se deleitase con sus gemidos.

 

- Sí chico – escucharon ambos hablar a ese hombre cuando el rubio frenó levemente y se movió de delante hacia atrás, cesando el movimiento pero permitiendo que el miembro de aquel hombre continuase en su interior – vales cada centavo que he pagado por ti – sonreía mientras acariciaba aquella cintura con sus manos y subía por sus costados.

 

Las manos de aquel chico se colocaron una vez más en la cadera del hombre sentado en el cómodo sillón de cuero negro y tras unos leves segundos para recuperar el aliento, volvió a cabalgarle con rapidez.

 

Madara miró a su hermano, embelesado por aquella figura, por el cuerpo de ese chico que ondeaba sus caderas, por cómo movía su cabeza seductoramente hacia atrás, por aquellos gemidos que lanzaba como si tuviera el mayor de los placeres entre sus piernas.

 

No pudo remediar ante esa imagen, llevar sus manos a la entrepierna que estaba despertando. Para Izuna, ver cómo su hermano miraba a ese chico y trataba de masajearse el miembro por encima del pantalón para calmarlo, le hizo sonreír.

 

- Te gusta – susurró Izuna.

 

- Tendría que probarlo primero antes de darte un veredicto – sonrió Madara.

 

- Te aseguro… que valdrá la pena, pero si quieres probarlo…

 

- Quiero – dijo Madara con una sonrisa – no compro nada sin haberlo probado antes, ya lo sabes.

 

- ¿Y a qué esperamos entonces? – preguntó Izuna con una sonrisa aunque se veía en su rostro que estaba molesto al ver que otra persona tocaba algo que él ya consideraba de su propiedad - ¿A que me cansen al potro?

 

- Sabes que no será solo tuyo ¿Verdad? – preguntó Madara.

 

- No tengo inconveniente en compartir con mi hermano – dijo Izuna con una sonrisa – de hecho… me excita aún más la idea, pero no quiero que nadie más toque a ese chico, sólo nuestro.

 

- Si lo quieres… lo tendrás – le dijo Madara sabiendo que jamás se había podido negar a los deseos de su hermanito.

 

Los silenciosos pasos de Madara le acercaba cada vez más a esos dos hombres. Uno disfrutaba, pero el otro le observaba. Tenía los ojos azules cristalino clavados en él, pero lejos de avergonzarse, ese chico seguía mirándole fijamente, miraba cada paso que daba hacia ellos sin dejar de cabalgar a ese hombre, sin dejar de gemir, casi parecía que gemía más alto cuanto más se acercaba Madara a él, algo… que aún le excitaba más al moreno. Ese chico era un descarado, sonreía y gemía al encontrarse observado y deseado.

 

Madara se acercó hasta ese rubio y enredó sus dedos en aquel sudoroso cabello rubio, agarrándolo con cierta fuerza simplemente para sostener su cabeza mientras unía sus labios a los de él, introduciendo su lengua con fuerza y devorando su boca. Su hermano tenía razón… había algo en ese chico que le gustaba, algo que le hizo decantarse por aquella alocada idea.

 

Al detenerse el cuerpo de Minato, el hombre supo que algo ocurría, abriendo sus ojos para encontrarse cómo ese Uchiha descarado era capaz de destruir su placer personal y besar algo de su propiedad.

 

- ¿Qué coño crees que haces, Uchiha? – preguntó el hombre molesto.

 

- Reclamar a este chico como mío – sonrió el Uchiha soltando el cabello de un sorprendido y extrañado Minato – baja de ahí chico.

 

Minato se quedó un segundo atónito sin saber qué hacer, pero Madara lo cogió con cierta fuerza y lo alejó de aquel hombre lanzándole a los brazos de su hermano.

 

- Lárgate de aquí Uchiha – exclamó el hombre con una sonrisa – he pagado mucho por él y su grata compañía.

 

- No lo dudo… te devolveré su dinero, pero a partir de ahora… éste chico es nuestro, en exclusivo. No quiero que nadie más lo contrate.

 

- Pero… - exclamó por primera vez Minato algo enfadado de que unos chiquillos le fastidiasen su negocio.

 

- Te pagaremos más de lo que él te paga – le dijo Madara consiguiendo que Minato abriera más los ojos – te pagaré el doble siempre y cuando me respetes dos condiciones.

 

En la sala reinó un tenso silencio. Aquel hombre sabía que enfrentarse a la familia Uchiha sería descabellado, incluso si sólo eran los hijos de Tajima, su padre siempre se pondría de su parte. Si algo lo querían, simplemente lo cogían y ahora… esos dos se habían fijado en ese chico rubio.

 

- ¿Qué condiciones? – preguntó Minato con una mirada desafiante.

 

- La primera… nos complacerás con tu compañía a mi hermano y a mí, sólo… a nosotros dos, te queremos en exclusivo.

 

- ¿A los dos? – se extrañó Minato, nunca antes se había encontrado en una situación donde dos hermanos quisieran compartirle.

 

- Y la segunda… danos todo lo que te pidamos y te recompensaremos muy bien. Podemos ser muy generosos.

 

- ¿Y si no quiero aceptar? – preguntó Minato – tengo más clientes, todos ellos me pagan.

 

- Te pagaré todo lo que quieras – le sonrió Madara – el dinero no es un problema para mí, pero esa es la condición, mi hermano y yo… cuando digamos, como queramos y cuanto queramos. Sólo nuestro.

 

- ¿Todo lo que pida?

 

- Sabemos que tu familia está en banca rota – comentó Izuna – así que podemos ser muy, pero muy generosos. Sólo son dos condiciones.

 

- De acuerdo – dijo Minato al final – trato hecho, sólo vosotros dos en exclusivo.

 

- Me alegra escucharlo… porque quiero empezar ahora mismo, delante de él – dijo Madara hacia aquel hombre al que acababa de robarle su trofeo – no soy tan malo… puede que no acabes… pero te permito mirar – sonrió con prepotencia mientras se quitaba la chaqueta y la dejaba encima de la mesa, observando cómo su hermano, le imitaba.


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