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Wolf's Sonata por Pandora09

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Notas del capitulo:

Tonight I dance alone ~ Sonata Arctica

TONIGHT I DANCE ALONE

 

Sometimes we lose what we are caring for
and then face the day without them

My life, my home, my you…

 

El primer día de secundaria de Oh Sehun fue su segundo día sobre el suelo de Canadá y el sexto desde la muerte de su madre. No había estado preparado para un cambio de esa magnitud. No había estado preparado para perder a la mujer más importante de su vida. No estaba preparado para enfrentar a una cultura completamente nueva siendo un ignorante. No estaba preparado para la vida que le tocó, pero de todas formas la encaró con la frente en alto. Y, por supuesto, con la ayuda de un chino sonriente.

Zhang Yixing tenía más experiencia sobre el suelo latinoamericano. Tenía más conocimientos sobre el inglés y sobre la cultura del lugar, pero siempre sería el asiático. Así que, debido a que todos los asiáticos son chinos, sus maestros decidieron que sería una buena idea dejarlos juntos. Pero Yixing hablaba tanto coreano como Sehun chino y el principio fue un soberano caos. Hasta que Sehun aprendió a hablar inglés básico y Yixing, coreano.

Desde entonces, fueron los mejores amigos.

Sehun estuvo ahí cuando Yixing dio su primer beso y los frenos de la chica le rompieron los labios.

Yixing estuvo a su lado cuando el señor Oh comenzó a salir con una mujer que, por supuesto, no era la madre de Sehun y Sehun sintió que traicionaba su memoria.

Sehun aún recordaba a sus amigos coreanos, las risas, las travesuras, las rodillas cicatrizadas y los robos de galletas a sus madres. Recordaba cada momento con ellos y los guardaba en lo más profundo de su corazón, eran sus hermanos del alma. Pero Yixing había aparecido como un cálido consuelo para su alma solitaria y maltrecha.

Nunca sabría qué diferencia había marcado su presencia en la vida de Yixing, porque para él el chino era una persona única.

Yixing había sido gracioso, el mejor bailarín que Sehun había conocido, tenía un talento innato para tocar instrumentos como la guitarra o el piano y su voz melódica armonizaba perfectamente con la música que sus manos creaban. Sehun había pasado días enteros y noches deleitándose con las maravillas de su amigo.

Sus casas no estaban muy cerca, ambas bordeaban el bosque y la ciudad, por lo que la debían atravesar para poder reunirse fuera de la escuela. Debido a que su padre pasaba más tiempo en el trabajo que en casa, Sehun prácticamente vivía en la casa de la familia Zhang. La madre de Yixing lo adoraba como a un hijo y Sehun veía en ella a la madre que había perdido.

A veces miraba a la señora Zhang y envidiaba un poco a Yixing. Mientras que el señor Zhang trabajaba de sol a sol para darle un buen porvenir a su familia, su padre se refugiaba de la soledad en el trabajo.

En Corea del sur, su padre había sido un militar con un sentido patriótico más fuerte que su instinto paternal. Recorría el mundo haciendo trabajos para el gobierno y descuidando parcialmente a su familia. Su madre había sido una mujer luchadora y justiciera, dispuesta a defender sus ideales hasta las últimas consecuencias, había inculcado a su hijo esa mentalidad, pero su muerte había dejado un poco traumatizado a Sehun.

Un chico y una chica. Una calle oscura y solitaria. Una mujer y su hijo volviendo de sus clases de danza. Un grito y una defensora de los más débiles. Un drogado pervertido y su navaja. El trágico final de  una mujer ingenua con ansias de justicia. Un pequeño y asustado niño sosteniendo un cadáver.

Sehun nunca podría olvidar el dolor de ver el rostro de su madre apagarse, la sonrisa débil en sus labios y el frío gélido de sus manos. El asesino fue encontrado dos días después y fue reconocido como uno de los más buscados. Su padre no le permitió quedarse hasta el juicio, el prontuario del tipo y todas las pruebas en su contra aseguraban su larga estadía en la cárcel, por lo que se llevó a cabo un rápido funeral y en un suspiro, ya estaban instalados en una pequeña ciudad al sur de Vancouver.

Con el tiempo, Sehun olvidó lo que significaba pertenecer a una familia, porque a pesar de sus ausencias, su padre siempre le había dado seguridad. Hasta que su madre ya no estuvo para anclarlo a algo. El hombre se perdió a sí mismo al quedar viudo y, cegado por el dolor, sumió a su hijo en un abandono cruel. Sehun amaba a su padre y lo necesitaba, pero también comprendía que este no podía sobreponerse a la pérdida, así que lo siguió hasta el otro lado del mundo con la esperanza de comenzar una nueva vida.

Y así fue, en cierta forma. De vez en cuando, tenía conversaciones decentes con su padre, compartían anécdotas y se daban consejos. Sehun incluso le había sugerido a su padre, tres años después, que buscara una novia. Durante un año completo de burló de él, hasta que obedeció y comenzó a salir con una mujer llamada Molly que nunca fue del agrado de Sehun. Después de esa desastrosa experiencia Sehun no quería pensar en madrastras locas nunca más, hasta que su padre conoció a Julie y se enamoró perdidamente de ella.

Julie, a diferencia de Molly, tenía un instinto materno que se le escapaba por los poros. Era graciosa y le tenía más paciencia que su propio padre. No era una sorpresa que el hombre quedara prendado de ella y que Sehun, en el fondo, la quisiera; pero eso no evitaba que siguiera sintiéndolo como una traición a la memoria de su amada madre. De hecho, que Julie fuera tan perfecta, hacía que las cosas fueran peores, porque Sehun no podía odiarla.

La nueva relación de su padre creó una nueva brecha entre ellos, por lo que Sehun comenzó a refugiarse aún más en Yixing y su amistad incondicional.

Con el paso del tiempo, siguieron siendo ‘los chinos’ para sus compañeros, pero ya nadie tenía verdaderos motivos para molestarlos. Yixing se había consolidados como uno de los mejores bailarines de la escuela, seguido por poco por Sehun y este último había tenido un cambio durante la pubertad que llamó la atención de todas sus compañeras.

Así como las mujeres buscaban con desespero la atención del menor, Sehun ansiaba la de Yixing.

Siendo Canadá un país más abierto en cuanto a reglas morales que Corea del Sur, no le sorprendió encontrarse un día pensando en Yixing como algo más que un simple mejor amigo. Porque sí, eran los mejores amigos podían existir, compartían opiniones, gustos y disgustos, se protegían entre ellos y se apoyaban cuando lo necesitaban, pero seguía siendo insuficiente para Sehun.

No sabía qué era lo que Yixing pensaba sobre eso, nunca se atrevió a preguntarlo, pero estaba seguro de que no le resultaba completamente indiferente… O simplemente estaba confundiendo las cosas y las actitudes de Yixing. El chino era la persona más agradable del lugar, al menos desde el punto de vista sesgado de Sehun. Tenía un hoyuelo en la mejilla derecha que parecía un pequeño pozo de los deseos y el coreano soñaba con que sus sueños con él se hicieran realidad.

Yixing había sido la persona más tierna y solidaria que Sehun había conocido. No tenía problemas con prestar sus apuntes a sus compañeros o ayudarlos a mejorar en el baile o canto. Los voluntariados obligatorios de su malla curricular nunca fueron un problema, era la persona más feliz ayudando a los pobres o a los niños de los orfanatos, le encantaba leerle cuentos o cantarle a estos últimos. Sehun siempre admiró su altruismo y buena voluntad.

Cuando debieron elegir universidad, ninguno de los dos tenía algún plan en concreto, habían llegado a la conclusión de que solo querían seguir bailando. Yixing comenzó a prepararse para entrar a alguna academia de artes mientras que Sehun, indeciso, lo acompañaba. Ambos ahorraban lo que los directores les pagaban por dar clases en la secundaria para poder viajar. Debido a las circunstancias en que su familia abandonó China, Yixing no tenía deseos de volver a su tierra natal, pero Sehun sí quería volver a Corea del Sur y recorrer la ciudad que vio crecer a su madre y el lugar que lo vio nacer.

Con el paso del tiempo, la admiración hacia Yixing creció hasta que Sehun la combinó con el cariño que sentía y todo se convirtió en un amor que lo llenaba. Todos los juegos las bromas e incluso los disgustos, Sehun comenzó a atesorarlos en lo más profundo de su corazón. La sonrisa de Yixing iluminaba los días grises de Sehun. Su ceño fruncido dejaba de ser gracioso cuando se volvía la prueba más pura del calor de su espíritu.

Zhang Yixing se había convertido en el principio y el fin en la existencia de Oh Sehun.

¿Qué se suponía que Sehun debía hacer cuando Yixing desapareció de forma tan violenta y trágica?

No se encontró el cuerpo, los rastros de sangre se perdieron el bosque con las lluvias. El olfato de los sabuesos no pudo contra el aroma de la naturaleza. Por la forma en que asesinaron a los señores Zhang, Sehun no quería imaginar para qué habían llevado a Yixing al bosque.

Era muy bien sabido que los bosques estaban llenos de peligro. Desde los animales salvajes hasta la misma estupidez humana. Incluso, aunque la Wicca no fuera una religión oficial, era una secreto a voces que había Covens que realizaban rituales en el bosque, Sehun no era un erudito, pero tampoco necesitaba serlo para saber en qué consistían esos rituales. Bailes, gritos, sacrificios. Era normal que perros o gatos desaparecieran del lugar, pero no que secuestraran tan violentamente a las personas.

Las pistas en la casa de los Zhang tampoco llevaban a ninguna parte. Había pisadas de animales, pero todos sabían que la familia no tenía mascota, así que concluyeron que fue un ataque animal. Las heridas de los señores Zhang tampoco tenían señas de haber sido provocadas por humanos. Sehun leyó el reporte de la autopsia y en este decía que fue un ataque animal, ¿qué más prueba necesitaba? De cualquier forma, él no se quedó con eso, porque ¿cómo podía un animal cerrar la puerta de la casa?, ¿qué animal podría haber tomado el cuerpo de Yixing y arrastrarlo hasta el bosque sin dejar rastros? Un lobo, dijeron algunos. Una jauría, habría dicho Sehun.

Con el paso del tiempo, luego de que las velas en la casa de los Zhang se apagaran junto a las plegarias de los pueblerinos, la comunidad olvidó completamente el trágico fin de la familia Zhang. El ataque de las bestias se convirtió en una fábula para enseñarles a los niños pequeños a no salir de casa en las noches. Zhang Yixing era solo un fantasma que penaba en el bosque a los exploradores que se adentraban despreocupadamente en él.

 

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La gente, a ojos de Sehun, pretendía preocuparse. Pretendía recordar y lamentar. La gente, a ojos de Sehun, olvidaba demasiado pronto.

Sehun, por su parte, no podía desprenderse de lo que había sido importante para él. No podía olvidar su infancia y la sonrisa de su madre, tampoco el deseo que tenía de volver a aquella época en que no existía el sufrimiento, donde nada faltaba o dolía.

Los siguientes tres años desde la muerte de los Zhang, fue una sucesión de eventos inconexos que Sehun intentó llamar vida.

Se unió a la policía durante un par de meses, pero renunció cuando comprendió que lo único que a él le importaba era encontrar al asesino de los Zhang, no atrapar a delincuentes de supermercado.

Su padre lo motivó a hacerlo y sintió que volvía a decepcionarlo cuando dejó de intentar entrar a la academia de policías. No se arrepentía, sin embargo, deseaba haber hecho algo más. Tal vez enseñarle a la gente a ser precavidos, a conocer los peligros del lugar en que vivían, pero nadie tenía claro cuál era el peligro real.

Pasó tres años forzándose a ser un humano común y corriente, a superar y seguir adelante, pero falló. Intentó salir con un par de chicas que muy pronto se cansaban de él y sus fantasías sobre un chino adorable. Intentó entrar a la universidad luego de renunciar a la idea de ser policía, pero vivía mirando el bosque con la idea de encontrar ahí a Yixing. Ni siquiera había podido seguir con las clases de baile en la preparatoria porque el hueco que Yixing dejó en su vida había sido demasiado grande.

Sehun, con el tiempo, comprendió que no podría seguir viviendo con el fantasma de Yixing rondando las tierras canadienses.

Fue MinSeok, el único amigo coreano con quien mantuvo contacto debido a que sus padres habían sido buenos amigos, quien le dio la idea. Tal vez era un buen momento para comenzar de cero a vivir.  Habían pasado tres años desde la tragedia y Sehun apenas se había dado cuenta de que estaba más viejo.

MinSeok le ayudó a ver que se había estancado en el pasado, que seguía soñando con ser correspondido por un muerto, que seguía buscando pistas en el bosque que lo llevaran al escondite de Yixing, como si este realmente lo hubiese estado esperando.

Con los pocos ahorros que tenía de los trabajos temporales que realizó, pagó los boletos a Corea del Sur y esperaba dejar atrás la vida que estaba llevando.

- Espero que encuentres paz junto a MinSeok –su padre tenía los ojos cristalizados y Sehun comprendía su miedo. Había pasado tres años conteniendo a un hijo propenso a la depresión y, de un día para otro, debía dejarlo marchar al otro lado del mundo.

- Lo haré, tú tranquilo.

Se dieron un abrazo apretado, de esos que Sehun extrañaría estando en Corea, para después despedirse de Julie. A ella la abrazó más delicadamente, temiendo hacerle daño a su panza inmensa. Le entristecía saber que no estaría en el nacimiento de su pequeño hermano, pero reconocía que necesitaba escapar de la nube tóxica que lo perseguía a todas partes en Canadá.

- Cuídate mucho, cariño –asintió y acarició su vientre, deseando que ese sí fuera un hijo del que su padre pudiera estar orgulloso.

- Estaremos en contacto, siempre.

Tal vez Sehun nunca volvería a ver a su padre y su madrastra, pero no pensaba olvidarlos y espera que ellos tampoco lo hicieran.

- Y has algo con tu vida –su padre habló en modo de broma, pero él sabía que debía hacerlo.

Su padre no tenía que saber que MinSeok pensaba mudarse de Guri a Seúl en las semanas siguientes, por lo que esperaba que Sehun hiciera una vida de casa moralmente correcta, no que se lanzara a la vida loca.

- Por supuesto que sí.

En los altavoces se escuchó el último llamado de su vuelo y por primera vez sintió que podría arrepentirse, así que volvió a abrazar a sus padres y corrió cargando su bolso de mano.

No miró atrás.

 

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HUAM-DONG, YONGSAN-GU, SEÚL. COREA DEL SUR.

 

La Luna menguaba en el cielo, intentando imponerse al brillo de las estrellas, intentando alcanzar al bastardo que gemía en agonía contra la tierra.

Los gritos y sollozos rompían la calma del bosque, espantando a las bestias nocturnas que temían ser alcanzadas por la furia de aquella criatura torturada.

- Alguien debería ponerle un bozal –LuHan se sentó junto a la hoguera con un trozo de carne en la punta de su palo de brocheta.

Los incesantes gemidos de ChanYeol resultaban molestos después de horas de repetirse. No comprendía que siguiera rogando por misericordia, había roto la regla de oro de la manada y debía pagar las consecuencias de sus actos.

- Cuando seas tú, no pensarás lo mismo –Lay se sentó a su lado y recargó la cabeza en su hombro, entonces soltó una carcajada y le quitó la carne recién asada.

LuHan simplemente miró el baile de las llamas y suspiró cuando ChanYeol soltó otro grito agónico, él había pasado por lo mismo ya seis veces, pronto vendría la séptima vez y no hacía más que ansiar el día en que eso pasara.

El viento agitó las llamas de la hoguera y sacudió las hojas de los árboles, ahogando un poco los gemidos de ChanYeol.

- Con el tiempo te acostumbras a ver morir a quien amas –ChanYeol había sido un idiota que permitió que Kris conociera al humano del que se había enamorado. Los humanos debían llevarse el secreto de la manada a la tumba, literalmente.

Y siempre era mejor hacerlo más temprano que tarde.


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