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Sobreviviendo a mi suegra por desileo

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Dorian maldecía por décima vez la idea de su amada suegra para reconquistar a Dacio, pues se sentía realmente ridículo haciendo algo así. Estaba parado al lado de una sábana sobre un campo cercano a Feudo Celestial, con una canasta de comida que contenía toda una amplia gama de postres, desde simples galletas de nuez hasta un pastel de chocolate bellamente adornado de una pastelería de Orlais.


Y como guinda del pastel, portaba un traje de gala azul que le hacía lucir ridículo además de que picaba en algunas zonas indecorosas, mientras esperaba a que el guerrero trajera al Inquisidor.


Pensó en abandonar tal plan y optar por el siempre confiable ir arrastrándose hasta que lo perdonara (tal y como lo había hecho después del asunto del colgante familiar), pero no pudo retractarse a tiempo puesto que su Amatus venía, luciendo completamente confuso junto a su madre.


Confirmando las sospechas, Dorian pudo escuchar al Inquisidor preguntar.


─Madre, ¿qué estamos haciendo aquí? Me dijiste que querías que comiéramos algo antes de que pudiera practicar, además de que deberías reposar un poco más en la cama.


Con calma, Fenris respondió con un tono que no permitía discusión.


─Te dije que quería que comieras algo y eso es lo que estamos haciendo. Sumando a que ya me siento mucho mejor, así que no necesito más descanso.


Antes de que Dacio pudiera cuestionar un poco más sobre el tema, vio hacia Dorian, sustituyendo su rostro confuso por uno de completa sorpresa recubierto por un discreto sonrojo.


Rápidamente, el Tevinterano comentó.


─Bienvenido Amatus, le he pedido a tu madre que me hiciera el favor de traerte mientras que yo acomodaba todo esto en su lugar.


El Inquisidor intentó articular palabra para lo que estaba viendo, sin tener resultado alguno. Como lo habían planeado, Fenris anunció.


─Si me disculpan, tengo una partida de Gracia perversa con Varric. Necesito demostrarle a ese enano que la suerte no siempre está de su parte.


Sin ver a ninguno de los presentes, el elfo dio media vuelta y regresó por donde había venido, levantando el pulgar a Dorian para indicarle que todo saldría bien.


Recuperándose de su impresión, Dacio comentó.


─Ustedes dos arreglaron todo esto, ¿verdad?


Con una sonrisa traviesa, Dorian respondió.


─Tal vez, aunque necesitábamos algo como esto después de lo que ocurrió hace unos días y la verdad quería impresionarte.


Pudo apreciar al Inquisidor intentar ver el contenido de la canasta, ya sea por mera curiosidad o porque deseaba saber si valía la pena quedarse con el Tevinterano, pues a pesar de tomarse con calma el pequeño engaño se notaba cierta molestia al estar en su presencia.


Recordando lo que debía de hacer para evitar que Dacio se fuera, Dorian fue hasta la canasta y sacó unas magdalenas de vainilla con frutos secos que se podían ver entre el pan, mientras comentaba.


─Sabes, traje bastantes postres para que disfrutemos entre los dos. ¿Gustas?


Con reticencia, el Inquisidor tomó una de las magdalenas que su amante le ofrecía, aceptando silenciosamente quedarse un rato. Se sentó en la manta al mismo tiempo que lo hacía su Amatus, pero pronto fue bombardeado con preguntas.


─¿Cómo supiste que me gustaba todo eso? No es que te oculte cosas pero tiendo a no contarle a la gente las cosas que más me gustan, como mi gusto por la raíz élfica o la repostería.


Esperando esa pregunta, Dorian respondió de manera calmada.


─Le pregunté a tu madre y he de admitir que en un principio pensé que me había engañado, mas al ver  tu rostro, pude comprobar que todo eso te gusta.


Dacio se quedó en silencio, absorbiendo toda la información que le acababan de ofrecer. Después de unos minutos sin que ninguno agregara nada y se dedicaran a sacar el resto de los postres, el Inquisidor sacó el meollo entre ellos dos.


─Dorian, ¿realmente qué significa todo esto? ¿Es una manera de que te perdone más rápido o que se me pase el enojo?


Rememorando los consejos de Fenris, y con la certeza de que la respuesta que le diera sería de vital importancia para que le perdonara, el mago respondió.


─En realidad esto es una manera de pedirte disculpas, lo que dije e hice no tiene perdón y provoqué que estuvieras todo este tiempo muy triste, sumado a que herí a tu madre más que físicamente. Así que por favor perdóname y acepta todo esto.


Dacio vio hacia todas partes menos a Dorian, como si su respuesta estuviera en alguna parte del campo o en la comida. Conforme fue pasando el tiempo, el Tevinterano iba perdiendo las esperanzas hasta que el Inquisidor respondió.


─Tienes suerte de que te ame demasiado como para enojarme mucho tiempo contigo, sobre todo teniendo todos estos postres y con ese traje tan elegante.


Relajándose por primera vez en días, Dorian bromeo.


─Pero yo luzco fenomenal con cualquier clase de vestimenta, es más, la mejoro con tan solo poner mi hermosa presencia en ella, siempre y cuando tenga clase.


Dacio rio ante todo lo dicho por el mago, dejando ir por primera vez todo lo acontecido días atrás para responder.


─Eres de muy buen ver y realmente humilde. Casi olvido que eras todo eso en una persona. Ya que hemos zanjado el asunto, ¿podemos comer todos los postres que tienes ahí guardado? De seguro mi madre te ha dado unas muy buenas ideas.


El Tevinterano dio una pequeña aclaración.


─Bueno, tu madre fue el de la idea, sin embargo Josephine se encargó de conseguir todo esto, con la condición de que le diéramos a ella y Leliana algunos de nuestros postres.


Poniendo una cara de falsa molestia, el Inquisidor respondió.


─No es justo. Se supone que todo esto era mio, aunque puede que pueda compartir algunos cuantos postres, siempre y cuando no sean los de chocolate, esos son enteramente para mí.


El mago no pudo evitar reprimir una risa estridente por la actitud de su Amatus, sobre todo que con eso confirmaba que volvían a la normalidad. Quien sabe, incluso para mejor.


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Varric veía a todas partes, vigilando que nadie le estuviera viendo lo que estaba a punto de hacer, sobre todo la Buscadora y Broody. El par lo mataría, la primera por no decirlo antes y el segundo por hacerlo.


Vio por los alrededores una última vez y fue hacia los puestos de venta de la Inquisición, donde uno de sus contactos del gremio de mercaderes le esperaba para recibir el encargo.


A primera vista parecía un puesto como el de los demás, dirigido por un enano con una capucha en su cabeza, promocionando sus armas y armaduras de Orzammar a todos los que pasaban.


Al acercarse al tendero, el escritor sacó un sobre y susurró.


─Entrega esta carta a quien tú sabes por favor, que sea en calidad de urgente y lo más discreto que puedas.


El mercader se limitó a asentir, tomando cuidadosamente la carta tendida por Varric, para inmediatamente guardarla en un cofre que contenía todo el dinero recaudado en las ventas para después hacerle señas a uno de sus asistentes que bebía cerveza tranquilamente en las puertas de Feudo Celestial a acercarse y le mostró discretamente el cofre.


El otro enano tomó el cofre ofrecido por su jefe, recibiendo las mismas indicaciones que el escritor le había dado para finalmente partir con éste, como si fuera su trabajo del día a día.


Varric pudo respirar más tranquilo al ver partir su carta hacia la única persona que podía llamar amigo sin temer a que le fuera a traicionar en cuanto se diera la vuelta, y como tal, él lo trataba con el mismo afecto.


Sabía que era un completo suicidio haber hecho eso, pero se estaban quedando sin opciones. Corifeus tomó sin oposición alguna Refugio, matando a civiles y soldados por igual, haciéndoles temer que hiciera lo mismo con Feudo Celestial, sumándose que hace varias semanas que no tenían noticias de él desde ese lastimero golpe a la Inquisición y eso le preocupaba.


Puede que al principio fuera reacio a pedir su ayuda (sobre todo con las intenciones de la Buscadora de convertirlo en Inquisidor desde antes del cónclave) pero esta vez debía pedir su ayuda, pues él era el único que salió ileso después de enfrentar a Corifeus y el único que, supuestamente, mató al mismo.


Claro, si se daba cuenta de alguna que otra cosita, como reencontrarse con Broody y saber que tenía un hijo, sería meramente suerte. Sin embargo, si la Buscadora se diera cuenta de la presencia del mismo, tendría sus días contados.


Antes de poder irse y disimular un poco, para su mala fortuna, alguien tomó su hombro mientras decía.


─¿Qué estás haciendo Varric?


El escritor sudó frio al reconocer la voz del elfo que más temía que lo viera enviando su misiva. Disimulando un poco su miedo, Varric improvisó.


─ ¡Broody! Casi me matas de un susto. Deberías hablar antes de tocar a alguien, sobre todo con las habilidades que posees.


El guerrero lo observó detenidamente, como si sospechara de la actitud del pícaro, mas comentó.


─ Lo siento, no suelo ser muy sociable. En realidad te estaba buscando para jugar a Gracia Perversa, mientras que esos dos arreglan sus diferencias.


Aliviado por ese cambio de tema, Varric preguntó.


─ Pensé que ibas a ayudar a Sparkler para reconquistar al Inquisidor.


Con un deje de molestia, Fenris respondió.


─ Sabes, no le tengo que hacer todo el trabajo. Ya cumplí mi parte de informarle sobre los gustos de Dacio y llevarlo hasta el punto acordado, ahora todo depende de él.


Justo cuando Varric se disponía a aceptar el anterior ofrecimiento cuando el elfo preguntó.


─ Por cierto, ¿qué estabas haciendo hace unos momentos? Parecía todo muy extraño.


Pensando en una historia plausible para no revelar nada (al menos hasta recibir una confirmación), el escritor respondió.


─ Son cosas del gremio, tú sabes, desde que Bartrand perdió la cabeza, tuve que tomar un poco de su trabajo para que el gremio de mercaderes pudiera sobrevivir. Pero basta de recordar los negocios, me has pedido jugar para perder tu dinero y eso es lo que vamos a hacer.


Sin dejar a Fenris hablar, Varric lo llevó hasta la taberna, donde sabía que tendrán varios jugadores más, mientras oraba al Hacedor que su plan funcionara y de paso dejarle vivir para plasmarlo en uno de sus libros.


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