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Sobreviviendo a mi suegra por desileo

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

Bienvenidos nuevamente a este nuevo capítulo, donde podremos ver un poco de la interacción entre Dorian y Fenris.

Dorian contó varias veces en su cabeza, con la esperanza de reunir la poca paciencia que poseía para plantar cara al salvaje frente a él que no le dejaba en paz, pero que debía tratar respetuosamente por ser la madre de su amante. Cuando pudo tranquilizarse, fue devuelto nuevamente a su estado de molestia cuando el elfo lanzó un libro y comentó.


─No entiendo por qué no tienes libros acerca de la magia de sangre. Eres de Tevinter, se supone que debes estar equipado con ellos y hacerlos cada dos por tres.


Quitando la tentación de su mente de quemar vivo a Fenris por el poco cuidado que estaba teniendo con los libros y cuando recitaba lo que la gente decía sobre los Magister, respondió.


─Porque no todo los magos de Tevinter hacemos magia de sangre, es más, para muchos es considerado el recurso de los débiles para conseguir lo que quieren.


Fenris siguió arrojando libros por la pequeña habitación, esto hizo pensar al mago que lo estaba haciendo a propósito para sacarlo de quicio, por lo que con la voz más amable que tuvo preguntó.


─¿Por qué está aquí, arrojando mis libros, y no con su hijo, mi querida suegra?


El elfo se detuvo al escuchar esa pregunta, viendo a Dorian amenazantemente por llamarlo suegra, aunque el Tevinterano no sabía si era por el parentesco que les daba a los dos o por la connotación femenina, pero eso era aprovechado para regresar un poco de su frustración sin que mostrara objeción.


Sin quitar su rostro de desagrado, Fenris respondió.


─Dacio está en la mesa de guerra, arreglando no sé qué en La Costa de la Tormenta. Aunque si tuviera que apostar, está intentando traer más raíz élfica a Feudo Celestial. Siempre ha estado obsesionado con esa planta desde que era un bebé, tanto así que incluso cuando comenzaba a llorar tenía que buscar una para dársela y se tranquilizara.


Dorian no pudo evitar imaginarse a un pequeño Inquisidor llorando a todo pulmón exigiendo una raíz élfica. Por unos momentos se vio tentado a preguntar un poco más por la infancia de su Amatus, pero conociendo al guerrero se negaría.


Antes de poder tener otro tema de conversación, Fenris arrojó otro libro por la habitación, con un poco más de fuerza que las veces anteriores y causó que Dorian perdiera los estribos y gritara.


─¡¿Podría dejar de hacer eso?!


Alzando una ceja y viendo hacia los estantes, Fenris preguntó con sorna.


─¿Te molesta que haga eso?


Teniendo la esperanza de que si le decía la verdad, éste trataría a sus libros con un poco de más respeto, respondió.


─Sí y mucho.


Con una sonrisa tan parecida a su Amatus cuando estaba a punto de desobedecer alguna sugerencia de sus consejeros o a sus compañeros, lanzó toda una lluvia de libros que aterrizaron hasta el otro lado de la habitación con golpes secos. Harto de la actitud infantil del elfo, se levantó de su asiento y se acercó a él, atrapando su muñeca antes de que lanzara más inofensivos libros.


Para sorpresa del mago, Fenris dejó de lanzar los libros pero cayó de rodillas mientras gritaba de dolor y sus tatuajes se iluminaban, causando que Dorian lo soltara  casi en el acto.


El elfo permaneció de rodillas por un tiempo, dando varias bocanadas de aire, como si acabara de tener una lucha devastadora, observando a Dorian acusatoriamente.


Antes de que el mago pudiera preguntar por lo que acababa de pasar, Dacio llegó corriendo hacia donde se encontraban los dos, Solas lo seguía muy de cerca. Dorian intentó explicar la situación a su amante, sin embargo éste lo vio con mirada reprobatoria y preguntó.


─¿Qué le hiciste, Dorian?


Sintiéndose ofendido por el tono que usó, el Tevinterano respondió.


─Tu madre no dejaba en paz mis libros, así que simplemente le detuve de seguir haciendo eso, no es mi culpa que brillara tanto como una antorcha cuando lo toqué.


Antes de que el Inquisidor pudiera debatir ese punto, la voz de Solas se escuchó maravillada por toda la habitación.


─¡Increíble! Las marcas de Lyrium reaccionan ante la magia, tal vez para que su maestro pudiera recibir de forma directa la energía de los tatuajes, pero produce el efecto de mucho dolor en el sujeto, tal vez por ser un tejido del cuerpo.  


Viendo hacia Dorian, Solas preguntó.


─¿Te sientes más fuerte Dorian o al menos un poco menos cansado?


Sabiendo que cualquier respuesta sería mal recibida por Dacio, Dorian decidió contestar con la verdad, agregando a su defensa.


─Me siento con un poco más de energía, aunque realmente no quería hacerle daño. Si hubiera sabido que iba a provocar tanto dolor a tu madre, ni siquiera habría pensado en tocarlo.


Viendo directamente hacia el Inquisidor, el Tevinterano se dio cuenta con cierto alivio que se tranquilizó ante esa explicación. Hablando un poco más sereno desde que llegó, Dacio comentó.


─Creo que no te puedo reprochar nada, después de todo, no te dije nada acerca de los efectos secundarios de las marcas, además de que viendo todo este desastre he de suponer que mi madre hizo todo eso.


Fenris vio el intercambio con una mirada molesta, como si estuviera esperando que pasara otra cosa, mas no agregó nada a la pequeña plática. Sintiéndola como una pequeña victoria sobre el salvaje, Dorian sonrió airadamente hacia su suegra, provocando que en la mirada de Fenris cruzara una promesa de muerte.


Para sorpresa de los presentes, Solas volvió a intervenir en la conversación preguntando al guerrero.


─¿Puedo estudiar tus marcas? Puede que jamás en mi vida pueda encontrar a otra persona como tú, aunque puede doler un poco.


Fenris lo vio como si le hubiera crecido una tercera cabeza y rápidamente respondió.


─No y ni pienses en insistir. Mejor me voy, iré a visitar a Varric.


Festejó interiormente de que al fin se había librado de semejante elfo, pero pronto toda esa felicidad se esfumó cuando vio por su habitación y encontró todos los libros esparcidos.


Antes de solicitar la ayuda de ambos elfos, Solas comentó.


─Ahora si me disculpan, intentaré encontrar la manera de ver la función de esas marcas sin que se entere.


Una vez que Solas se fue, vio hacia su Amatus y comentó.


─Ya que nos han dejado solos, es mejor recoger todos estos libros antes de que Cassandra llegue y nos regañe por semejante desastre. Además, temo que se moleste más porque su novela favorita se encuentra entre el montón.


Con una sonrisa, Dacio respondió.


─Está bien, sobre todo porque es en parte mi culpa por dejarlos solos, aunque es la primera vez que lo veo actuando de esa manera. Bueno, es la primera vez que tengo un novio Tevinterano por lo que no debería sorprenderme tanto.


Con eso, comenzaron a colocar los libros en su respectivo lugar, los cuales no eran los favoritos del mago, pero lo habían salvado del aburrimiento cuando Dacio no lo necesitaba en el campo de batalla. Mientras colocaba los tomos del hermano Genitivi, el Inquisidor comentó.


─Este libro hace años que no lo veía. Mi madre tiene un tomo como éste, pero el de él está mucho más desgastado.


Curioso por ese comentario Dorian se acercó hasta su amante, imaginando que clase de libro tenía su adorada suegra. Sin sorprenderse mucho observó el libro de Shartan, el elfo acompañante de Andraste que liberó a los elfos esclavos en Thedas.


Contemplando por unos minutos el libro, comentó.


─Es de esperarse que consiguiera un libro sobre el tema, pero lo que en verdad me intriga es que sepa leer. Por ley, los esclavos no deben leer o escribir, a menos de que antes de ser esclavos se le haya enseñado.


El Inquisidor se encogió de hombros cayendo en la cuenta.


─Según la custodio él sabía leer y escribir antes de que llegara al clan, lo que me hace pensar que tal vez alguien le enseñó antes de ser capturado por segunda vez. Por eso fue que en cuanto tuve la edad suficiente para aprender me insistió tanto y hasta llegó a ser un tanto molesto.


Sintiendo el ambiente tenso que se formó en el ambiente, Dorian propuso.


─No hay que distraernos de nuestra tarea, Amatus. Tal vez si somos lo suficientemente rápidos, podamos jugar un poco en tu habitación.   


Consiguiendo el efecto deseado, Dacio colocó una sonrisa coqueta en su rostro, mientras comenzaba a acomodar los libros a una velocidad sorprendente. En unos cuantos minutos la pareja tenía todo en orden, yendo directamente a la habitación del Inquisidor, pues no querían montar un espectáculo frente a todas las personas que pasaban.


En cuanto cerraron la puerta, su Amatus se acercó a él para colocar un beso casto en su boca abrazándolo en el proceso; lo cual no fue suficiente para Dorian, por lo que aumentó la intensidad de éste colando su lengua entre los labios de Dacio que gustoso le permitió el paso.


Lentamente bajó  sus manos hacia el trasero respingón de su amante, procurando acariciar todo el camino hasta ellos, provocó un pequeño gemido a Dacio, la boca del Tevinterano inmediatamente lo calló.


Justo cuando comenzó a buscar la cinta del pantalón de su Amatus, pudo escuchar la puerta siendo azotada contra la pared con una fuerza exagerada, como si alguien la hubiera pateado, rompiendo por completo el ambiente romántico que habían creado.


Imaginando de quién se trataba, se separó lentamente de Dacio para encontrarse con un par de ojos tan parecidos a los de su Amatus mirándolos con desdén y enojo. Antes de que pudiera preguntar por lo que deseaba, pudo ver que tenía oculta una de sus manos.


Viendo que tenía la atención de ambos, Fenris comenzó.


─ Lamento interrumpirlos en lo que sea que estuvieran haciendo, pero como no pude encontrar a Varric, entonces hice una parada en la cocina y me encontré con algo que de seguro a mi hijo le encantará.


Lentamente, detrás de su espalda sacó un plato con una pequeña rebanada de pastel de chocolate. En un abrir y cerrar de ojos el Inquisidor había abandonado su lado para ir directamente hacia el plato de pastel con una mirada de completa felicidad en su rostro.


Tomó el plato e inmediatamente comenzó a comerlo, mientras que lograba decir.


─ Muchuas grafias.


Sospechando las verdaderas intenciones de su suegra, Dorian preguntó.


─ Y he de suponer que a mí no me trajo nada para merendar.


Para su sorpresa, Fenris sacó una bolsa que estaba atada a un lado de su correa para llevar su espada y se la entregó.


─ Me encontré con estas galletas que por algún motivo estaban indemnes en la mesa de la cocina. Tal vez a alguien se le ha olvidado llevarlas.


Por su mente pasó la posibilidad que dichas galletas estuvieran envenenadas, Dorian las olió comprobando que no tenían nada extra, por lo que decidió comerse una entera, encontrándose con un sabor enteramente desagradable, pues la galleta contenía una mezcla de raíz élfica, pasas, pimienta, jengibre y varios ingredientes más que el mago no logró reconocer.


Demasiado tarde se dio cuenta de que su suegra le había tendido una trampa en venganza de lo que había pasado en la librería.


Como odiaba a ese salvaje.


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