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Envenename el Corazón por Dunklen Geist

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Faltaban cinco minutos para que dieran las doce la noche y los habitantes de Halloween estaban en la plaza cívica enfrente de la alcaldía dónde se concentraban principalmente todas las atracciones, demostraciones y espectáculos de la celebración, entonces la música comenzó a sonar y los monstruos cantaron.


                —Niños, niñas y los demás, vengan pues yo les voy a enseñar, un extraño y gran país que se llama Halloween…


Ese era su himno que cantaban con mucho orgullo y felicidad, algunas creaturas de las otras Tierras habían salido de sus fiestas para pasar un rato en las sombras, unos duendes se encontraban abrazados, los querubines veían los dulces intentando no vomitar y el Conejo de Pascuas temblaba con sólo estar junto del Alcalde.


                Minho sabía que su momento para brillar estaba apenas comenzando y conforme la canción avanzaba, las ansías que tenía por salir a escena se intensificaban, su ataúd estaba siendo cargado por el Hombre lobo, dos Zombies y el Payaso Siniestro, ese sujeto sí que era un fanático suyo. Las risas locas, los gritos desgarradores y los adefesios cantando y bailando daban la impresión de que pronto alguien sería ejecutado como en un ritual, los fantasmas salían de todas partes y atravesaban los cuerpos como lo más normal del mundo.


“Si el espantoso Minho te encuentra y te atrapa de un grito loco te dará ¡un susto mortal!”  


Justo cuando su ataúd fue colocado frente a la alcaldía, una niebla comenzó a salir de ahí y fue metiéndose poco a poco entre los habitantes casi antes de que la canción terminara y el Rey Calabaza apareciera. “Vamos a aclamar al Señor de este lugar. El rey Minho gran rey de nuestra cuidad todos de pie ante el gran rey Minho”, pero el momento en que aquel himno iba a terminar, el público se puso nervioso porque Minho no daba ninguna señal de salir de su ataúd. Cuando el Alcalde estaba por acercarse para revisar aquella caja de madera, la tapa salió disparada dejando expuesto el vació.


                —¡Aquí no está Minho! —los adefesios palidecieron, ¿dónde estaba su nuevo rey?


De repente una risa siniestra se escuchó por la ciudad y todos ahí buscaban el origen, entonces el humo regresó a su lugar de origen y una fuerte explosión se hizo presente mostrando un fuego negro por los pasillos y una gran flama apareció, conforme disminuía una silueta se distinguió y todos sonrieron emocionados, entonces Minho se dio la vuelta y rugió con todas sus fuerzas enseñándole al pueblo su verdadera forma monstruosa de vampiro dejando ver sus las alas que iban desde sus brazos hasta sus costados, la cola que tenía, las orejas puntiagudas, sus colmillos enormes y los ojos rojos con sed de sangre.


                Todos ahí se volvieron locos, gritaron del susto y de la emoción al verlo volar a unos cuantos metros del piso. Los niños finalmente entonaron el último coro viendo con admiración al vampiro “Qué lugar, qué emoción, todos cantemos esta canción”


                —¡Esto es Halloween! —la euforia se hizo presente y los monstruos corrieron para estar más cerca de Minho aunque estuviera volando. —¡Habitantes de Halloween y creaturas de las demás fiestas, les agradezco que estén aquí haciendo de esta celebración la más espantosa de todas! ¡Espero que esta noche tengan pesadillas!


                Cuando llegó al piso, todos se le encimaron felicitándolo por ese magnífico acto y cuando regresó a su forma habitual el Árbol del ahorcado lo cargo y sentó en una de sus ramas, definitivamente los habitantes de Halloween lo adoraban.


                —¡Minho, muchacho, eso fue increíble!


                —Muchas gracias señor Alcalde —dijo el vampiro mientras bajaba de la rama cuando ya todos comenzaron a irse para festejar. —Me esforcé demasiado para que todo esto saliera como lo había planeado.


                —¡Estoy seguro que este no será tu única presentación como el Rey Calabaza!


                —Volví a morir —una voz melosa se escuchó y ambos hombres voltearon para ver a la  Zombie— Fue impresionante.


                —Muchas gracias, Suzy. Esto lo hice para todos ustedes.


                —¡El Rey Calabaza ama a su pueblo! —una bruja apareció detrás de ellos y le obsequió una manzana a Minho— Su labor es asustarnos hasta que nos sangren los ojos.


                —¡Qué gran idea Krystal! El próximo año le diré a la sirena que organicé el juego de “Atínale al ojo” —el Alcalde rió y se fue de ahí corriendo a contarle su idea a la susodicha.


                —Espero que esté podrida —el vampiro le sonrió a las chicas y dio una mordida  a su manzana.


                —En realidad está envenenada, le puse un embrujo de obsesión.


                —Ni siquiera con tu mejor maldición lograras lo que quieres, bruja. —Minho reconocía esa voz, así que no fue necesario voltearse, solamente sintió unas manos recorrerle los hombros luego de eso un beso en la mejilla. —Fuera de aquí cucarachas, el Asesino Silencioso pasará esta noche conmigo.


                Amabas chicas se fueron enojadas pero tomadas de la mano. A Minho le molestaba cuando ahuyentaban a sus admiradoras.


                —Taemin, ya te dije varias veces lo que pienso sobre los comentarios que les haces a los monstruos, no es correcto que los alejes de mi —Minho caminó un tanto molesto dirigiéndose al puesto de los dulces, puso observar a lo lejos a Santa Atroz platicando con Jack, desde aquel incidente que habían tenido con la Navidad, el barbón asistía cada año a Halloween.


                —¡No son dignas de estar cerca de alguien como tú! Además… —aquel espectro corrió rápidamente y se puso frente a Minho— Me prometiste que ibas a pasar esta noche conmigo. Tenemos una cita, recuérdalo.


                —Dije que podrías acompañarme mientras recorro las atracciones para dar “El dedo del muerto” al ganador de lo más terrorífico. Eso no significa que sea una cita. —Minho frunció el ceño a lo que como era costumbre del Payaso Siniestro, se empezó a reír.


                —Eres muchísimo más atractivo cuando estás enojado. ¿Por qué no me aceptas? Sé que juntos desataríamos una horda de pánico por toda la ciudad. 


                Taemin era un gran espectro, sin duda después de Minho él era el que más miedo daba en la ciudad. Muchas personas le habían dicho al Asesino Silencioso de las intenciones que tenía el Payaso y obviamente también se había dado cuenta ya que en algunas ocasiones lo acosaba; a decir verdad en un principio el vampiro estaba interesado en él cuando lo vio el primer año en Halloween haciendo malabares con las cabezas de los muertos, pero conforme el tiempo pasaba le pareció cada vez más un chico encaprichado ya que su padre El titiritero era un gran amigo del Alcalde y a Taemin le daban ciertos privilegios como el de ser el primero en presentar su espectáculo de terror o tomar las calabazas del huerto una semana antes que los demás habitantes. Cada década cambiaba de traje puesto que su padre los mandaba a confeccionar con los duendes de San Patricio, en Pascua lo coloreaban y las brujas finalmente lo hacían ver siniestro.  


                Ese año llevaba un traje negro con puntos blancos que le cubría todo el cuerpo y tenía encaje de telaraña en los puños, sus chapitas redondas estaban corridas como si hubiera llorado y la línea que le marcaba la mandíbula que se podía quitar estaba más delineada, este año se colocó un pequeño sombrero con un mini reguilete, sin duda iba a dar de los mejores sustos, pero a Minho no le llamaba en nada la atención.


                —Trabajo solo. —fríamente Minho se fue caminando dejando solo al Payaso que definitivamente iba a gritar.


                Ese año —al igual que los otros— estaba siendo un completo éxito, los ciudadanos estaban muy felices. Las brujas vendían sus posiciones y brebajes para la comida, había un partido de Pumpkin-head y el hombre lobo se preparaba para cantar. Minho se paseaba por cada puesto con una sonrisa recibiendo elogios y regalos por parte de los expositores, se reía con ellos y dejaba que se tomaran fotos con él aunque no saliera. El niño de los ojos cocidos le regaló un murciélago muerto y se fue corriendo velozmente por la pena que sentía de estar cerca de su ídolo, después de sentir algo de ternura por pequeño “salpullido” el Doctor Jinkinstein le gritó desde su puesto.


                —¡Minho, ven por acá hijo! —el vampiro asintió y en un abrir y cerrar de ojos apareció al lado del científico.


                —¿Qué sucede Doctor? Estoy a sus órdenes.


                —Tenía que felicitarte, esa presentación fue asombrosa. Estuve a punto de capturarte para experimentar contigo. —El Doctor esbozó una sonrisa de oreja a oreja mostrando sus puntiagudos dientes.


                —No hubiera sido así sin su ayuda. Me he dado cuenta de que hay muchas personas pasándose por sus inventos.


                —Todos vienen a ver el que te ayudó, ¡Está de muerte!


                —Entonces entraré para ver qué tal son los otros, recuerde que soy juez. —el vampiro le guiño un ojo al Doctor y caminó dentro de la tienda gris.


                Minho caminó lentamente adentrándose en la tienda mientras escuchaba la risa del Doctor acompañada de un grito: “No dejes que te maten”. A Minho siempre le había encantado la exposición del Doctor, era una de sus favoritas, lo único que le faltaba era un algodón de tarántula para que su recorrido fuera perfecto. Veía algunas de las quimeras que estaban en el laboratorio y otras que habían permanecido bien escondidas, una en especial le llamó la atención porque era una rata con alas, sin duda se sintió identificado y más tarde iría a negociar con el Doctor para quedarse permanentemente con ese experimento suyo.


                Estaba asombrado mucho antes de llegar al final  para ver nuevamente a “Viral”, en dónde los adefesios estaban amontonados intentando descifrar cómo funcionaba tan maravilloso invento, él sonrió levantando una ceja y volvió a adentrarse porque si no causaría una estampida si lo llegaban a ver. Cuando iba  pasando junto al extractor de sangre notó que la cortina que al parecer daba al carruaje del Doctor de dónde había sacado sus inventos, se estaba cayendo y cuando se acercó para componerla se dio cuenta de que había una gran puerta metálica detrás. Nuevamente la curiosidad de Minho se instaló en él y sin temor alguno abrió la puerta con todas sus fuerzas.


Esa puerta era la de una caja, una enorme caja de metal que tenía el techo de vidrio por dónde se filtraba la luz de la luna. Minho quedó con los ojos abiertos y se adentró dos pasos, en el interior de la caja estaba una silla de madera y alguien estaba ahí sentado, era un hombre al parecer. Minho sentía un dolor molesto en el pecho que le incitaba a entrar más y así lo hizo, las nubes finalmente se fueron para dejar que la luna mostrara por completo al sujeto, fue en ese momento que percibió a detalle la sangre que le recorría el cuerpo y cómo su corazón latió, el peor de los dolores en Halloween, una enfermedad que no tenía cura; ese era el mejor muñeco que alguna vez vio en su laaaaaaarga vida. Las costuras se le notaban incluso con el overol azul rey que tenía puesto, tal parecía que las mangas de su camisa roja formaban ya parte de su piel y en los pies las botas negras con picos le daban el toque de un ser imponente. Al vampiro le parecía interesante ese muñeco tamaño real y sin dudarlo se acercó cada vez más para verle bien la cara, algo que era sin duda genial es que no tenía manos porque en lugar de ellas se encontraban las hojas de hachas con tal vez unos 40 cm de largo antes de llegar a sus muñecas. Finalmente quedándose a una corta distancia, Minho pudo apartar unos cuantos cabellos rubios del muñeco que tenía la cabeza colgando del lado del hombro derecho, notando que sus ojos veían al frente con una mirada perdida y aunque todo su cuerpo estaba cosido, la cara era lo único que estaba como pieza completa. Ese muñeco tenía facciones perfectas, su nariz, los pómulos, la piel aunque muerta y casi a punto de pudrirse, se veía más tersa y delicada que las nubes, el chico tenía la boca cocida para que sus labios formaran una sonrisa siniestra; sus labios eran simplemente bonitos y aunque Minho no supo encontrarles una forma exacta, solo sabía que esos labios eran muy hermosos y así permaneció tal vez un segundo, un minuto o toda una eternidad contemplando los labios de ese muñeco.


—¿Quién eres? —cuando finalmente apartó la visto de esos labios tan llamativos sintió un miedo profundo porque los ojos del muñeco ahora lo estaban observando, no le dio tiempo ni de tomar aire porque ese chico se abalanzó sobre él moviendo sus brazos para cortarlo ahí mismo. Por suerte los reflejos del vampiro eran veloces y pudo esquivar los movimientos del muñeco que de un momento a otro había cobrado vida.


—¡Tranquilo! —sus palabras fueron inútiles puesto que nuevamente intentó cortarlo con sus filosas hachas, si Minho no hacía algo en ese instante los habitantes de Halloween correrían peligro y peor aún, quemarían a ese chico. En una oportunidad que tuvo, Minho logró lanzarlo dentro de la caja pero antes de poder cerrarla el muñeco se levantó y tiró de una patada al Rey Calabaza, se puso encima de él y le apretó el cuerpo con las piernas, aunque pareciera de trapo tenía una fuerza increíble que pudo contener al gran Minho. Entonces el muñeco se rio levantando ambos brazos, el vampiro pudo ver el destello de las hojas afiladas y esperó que por fin le cortaran la cabeza después de 393 décadas.     


—Te has portado muy mal, Key. —Minho escuchó la voz del Doctor Jinkinstein y vio que el muñeco se empezaba a retorcer y pequeños rayos de electricidad salían de su cuerpo paralizándolo, el chico cayó al piso con el cuerpo entumido y Minho se levantó recuperando el aire. Cuando por fin tragó saliva volteo al piso y cruzó nuevamente la mirada con ese muñeco, en todo ese tiempo de pequeño combate, los ojos de aquel chico no habían dejado de mirarlo, eso le causaba una extraña sensación.


—Me ha querido decapitar… ¡Fue espeluznante!


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