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Avenida 45 con calle 8 por Cid

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Prexus hoy no asistió a la escuela, le ha dicho a su madre que no se siente de buen ánimo, que seguramente se ira a resfriar o que algo le ha caído mal porque siente que el cuerpo le pesa, que el ánimo no se ha levantado con el hoy y que no estará en el mejor rendimiento. Su madre lo observa y le dice que es mejor que descanse: sabe que su hijo difícilmente inventaría algo, sabe que Prexus ama ir a la escuela por un tema de compromiso y porque le gusta estudiar, pero no lo presionara al saber que hoy, por primera vez en sus 16 años, Prexus le miente.

 

Prexus se mete en su cama y agradece que su madre le dejara quedarse en casa. Anoche no había podido dormir después de los mensajes que se estuvieron dando con Boris, su amigo que todo mundo empareja con él, pero que este está enamorado de oro chico. Extiende su mano hasta el celular y repasa cada mensaje mientras, de vez en cuando, escucha en la televisión de la sala que los anuncios de medicamentos para quemar grasas y máquinas de ejercicios parecen perseguirle aun si el no quisiera saber más de eso. Suspira mirando cada mensaje con la seguridad de que está entrando en una etapa propia en su vida en la que no quería estar.

 

Boris le había dicho como a las 12 de la noche que aquel chico de un año menor, el que le gusta, le había saludado en la entrada de la escuela y que le había preguntado su nombre. Que algunos compañeros de su salón eran amigos de Boris y que habían comentado su nombre en charlas.

 

Boris parecía emocionado, Prexus sabe cuándo su amigo pasa por ese estado de ánimo porque la ortografía tiende a olvidársele. Ha leído “vesar” muchas veces mientras repasa la lectura, ha notado que Boris ha olvidado al fin el tema entre ellos, sobre su declaración y como esta se ha perdido en las conversaciones.

 

Prexus siente que quizás no fue tomado en serio, pero tampoco tuvo tiempo de explicarse con detalle, porque Boris ya está mirando a quien le quita en verdad el aire.

 

Prexus se acomoda en la cama y escucha como esta suena… la cama de su hermana no suena tan así, y sabe que es porque ella es mucho más delgada y atlética. Suspira y se cubre con las mantas, considera si quizás esto de enamorarse en verdad es perjudicial para el cuerpo, porque ha perdido los ánimos de levantarse, de moverse, de ir a la escuela. Ha perdido los ánimos de que Boris se apoye en su hombro, de que a escondidas de todo mundo Boris tome su mano y la entrelace como si aquello fuera un juramento silencioso de que no existía nadie más. Prexus ha comenzado a considerar que aquel hecho era más bien, para Boris, una forma de pedir apoyo y fuerza para cuando todos supieran que era gay, para cuando aquel chico que gustaba de Boris lo supiera, quizás aquel acto de tomarse ambos d ella mano no era más que una forma algo “gay” de ser amigos. Prexus comienza  a odiar esto de que el enamorarse haga que uno piense muchas cosas estúpidas a la vez, pero sabe que es en gran parte su propia responsabilidad por haberse fijado en su mejor amigo, por ser un gordo con sobre peso, por ser tan poco agraciado.

 

Prexus se ha quedado con ese pensamiento y se ha quedado dormido, no ha escuchado el sonar de su celular de los 18 mensajes que le llegaron en un lapso de media hora con emisor identificado.

 

Boris está sentado solo el día de hoy, Margaret le ha preguntado si sabe algo de Prexus pero este niega, hoy quería hablar con Prexus para retomar el tema de anoche, de cómo el, Boris, estaba enamorado de Eliaj y como este le saludo, le hablo y hasta parece que ahora son cercanos. Boris quiere hablar con alguien de confianza, quiere contarle a alguien que es la primera vez que el chico que le gusta le habla, que se siente emocionado porque posiblemente su primer beso será con el chico que le gusta, pero hoy Prexus no ha venido a clases, y no le contesta los mensajes, por lo que no tiene como dimensionar que sucede.

 

Y así la clase pasa lenta, aunque para Prexus la mañana se ha hecho demasiado corta. Ha abierto sus ojos cuando su madre le ha avisado que la comida estaba servida, que le traería hasta la cama un plato pero que se fuera acomodando. Prexus espera su almuerzo mientras revisa los mensajes y ha decidido contestar a ellos.

 

“¿Qué te paso hoy, Prexus?”

 

“Me siento cansado, creo que me resfriare muy mal”

 

“Lastima… hoy la mañana se me ha hecho eterna, quería  seguir conversando contigo”

 

“Lo lamento, podemos conversar por acá, ya mañana me podrás poner al día de las cosas con más detalle”

 

“No es lo mismo, Prexus… no es lo mismo hablar contigo por celular que de frente”

 

Prexus sabe que eso es verdad, pero algo en su corazón le duele cuando dimensiona que Boris quiere hablar con él porque seguramente Eliaj le ha saludado, le ha dicho algo interesante.

 

“Hoy creo que le invitare a Eliaj a una hamburguesa… ¿Qué opinas”

 

Prexus lee aquello y su madre justo entra a su cuarto cuando ve a su hijo suspirar. Prexus le agradece a su madre y esta le observa esperando que su hijo le confiese en confianza lo que sucede. Prexus la observa y nota que su madre está preocupada, mas no le puede decir algo que ni él sabe cómo explicar, que ni él entiende que sucede, ni menos quiere escuchar las palabras que sabe que su madre le dirá…. “que ya encontrara a alguien a quien le guste y se sienta correspondido”, “que tontos aquellos que no notan que su hijo e precioso”, “que la gente hoy en día es muy superficial y que no han notado el gran corazón que su hijo tiene”

 

Prexus termina de almorzar y ve su celular, con las últimas preguntas de Boris sobre si es buena idea o no.

 

“Animo, invítale y espero que todo salga bien”

 

Lo envía y se levanta de la cama y se da una ducha, se mira al espejo desnudo con su cuerpo en sobre peso y comienza a marcar, gracias al vapor del lugar, todas las partes que en el están mal, están feas, están en contra de cualquier objetivo.

 

Prexus nota que solo ha dejado su sonrisa sin marcar

 

“Animo Boris, tu puedes J “

 

Se lo envía, y se siente que la sonrisa le pesa 


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