Esquivó ágilmente uno de los cuchillos —¿Dónde está Kōki?
Sonrió —Muerto. Y pronto se le unirá.
No. Kōki no podía estar muerto.
—¿Quién es usted?
—¿El nombre Hanako le es familiar? Ese soy yo.
Abrió los ojos como platos ¿Él era el asesino más buscado de los reinos? —-Se supone que era mujer.
—Para asesinar tenía que asegurarme de despistarlos ¿Quién pensaría que un inofensivo y débil doncel podría hacer algo así?
—Cierto— esquivó un cuchillo más. Y gracias a eso pudo correr, nuevamente, a través del laberinto.
—No escaparas de mi.
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Su corazón latía rápidamente. Lo que estaba punto de hacer de seguro lo mataría si de llegase a romper. Pero era la única manera de escapar.
Tiró fuertemente de las sábanas que había amarrado, éstas no se aflojaron. Subió al marco de ventana y se sentó.
Dios. No permitas que muera.
Se giró y poco a poco comenzó a descender la torre. Tenía que llegar.
Su pie resbaló y se asustó. Se detuvo fuertemente de la sábana.
Siguió descendiendo hasta donde la sábana lo dejó. Quedaba a unos 20 metros de la ventana. Solo le quedaba mecerse y llegar a ella. Así que lo hizo.
Llegó a la ventana, y se sostuvo de donde anteriormente colgaba su cabello para que su tío bajará de la torre. Se sujetó bien y se deshizo del nudo de la sábana.
Se aferró para no caerse y se apoyó del marco. Una vez seguro salto al interior de la casa. Cayó de boca sobre el piso y sollozó. Lo había logrado.
No. No era momento para llorar. Tenía que ir al castillo. El pelirrojo estaba en peligro. Solo podía rezar que estuviese bien.
Se puso de pie. Tomó la lámpara y se encamino por la chimenea abierta.
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—Ven aquí Akashi. No te haré nada.
Lo único que podía hacer era esquivar los cuchillos del pelinegro. Tenía que entrar algo para defenderse.
Al llegar a un pasillo encontró uno de los escudos viejos. Tomó el escudo y lo uso para defenderse.
—tks...
Saltó al ver que el cuchillo fue sus piernas.
—Waaaa— una flecha había atravesado su mano.
—Deja en paz a mi hermano — volvió apuntar al pelinegro.
—Por eso odio a los mocosos— farfullo mientras se quitaba la flecha. Tomó uno de los cuchillos y lo arrojó sobre el peli celeste.
—¡Tetsuya!— empujó a su hermano y el cuchillo le rozo el brazo. Frunció los labios por el dolor —Huye Tetsuya. Pide ayuda.
—No los dejaré.
Tomó el cuchillo y lo lanzo sobre el pelinegro. Eso le dió oportunidad a ambos de huir.
Tetsuya se sabía cuidar. Y él también pero no tenía arma para defenderse. Solo le quedaba llegar al salón. Unas espadas estaba allí y los guardias.
—Maldito— corrió detrás del pelirrojo.
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Masaomi platicaba con el rey de Shūtoku y el príncipe. Mientras años invitados disfrutaban del baile.
—¿Así que conoció a alguien?
—Sí. Se ve feliz.
—Me alegro por él. Jamás mostró interés por algún doncel o mujer.
—Sí. Ya estaba preocupado.
La puerta abriéndose abruptamente llamó la atención de todos.
—¡Teppei!— Masaomi miró mal al castaño —¿Qué haces aquí? Guardias ¡Guardias!
—No te molestes en llamarlos, Akashi. Todos están muy bien amarrados.
Detrás de él estaba guardias con el emblema de Seirin.
—Esta noche pagarás con la vida de tu hijo lo que me hiciste.
—¡Qué no te hice nada!—se puso a la defensiva, al igual que el rey de Shūtoku.
—¡Pagaras por robarmelo!
—Padre. Hay....— se detuvo abruptamente al ver al rey de Seirin.