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Convencional por Marbius

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Ya quisiera yo lucrar de esto.

1.- De besos, saliva y primeras veces.

 

La culminación de casi tres largos meses de verano plagados de toqueteos y caricias prohibidas ocurrió días antes del inicio del nuevo ciclo escolar, días antes también de cumplir los catorce años, y entre Tom y Bill, quienes al terminar apenas si pudieron mantener la cabeza en alto y poco les faltó para acabar desmayados por la falta de oxígeno que el ejercicio intenso les había provocado.

Aquel había sido todo un hito en sus vidas, pues durante el último año sus discusiones y peleas habían alcanzado niveles estratosféricos en donde su mutua compañía provocaba como mínimo insultos, y en el peor de los casos, peleas con lo que estuviera al alcance de sus manos, en una ocasión incluso, con los sartenes que su madre tenía secando en el fregadero y con los que se atizaron el uno al otro con rabia contenida hasta que uno claudicó y pidió clemencia.

Resultaba casi irrisorio cómo al final del año escolar anterior apenas si podían estar en la misma habitación sin entrar en conflicto, pero durante los últimos meses la idea de la banda con la que tanto se divertían cuando eran más pequeños volvió a sus mentes, y la inclusión de dos miembros nuevos para Devilish contribuyó a que al menos hubiera mediación y contención entre ellos. Georg y Gustav, esos eran los nombres de los dos miembros que pasaron a engrosar sus filas, habían establecido como reglas de convivencia el dejar esas peleas estúpidas para casa, porque las reuniones que tenían en el viejo cobertizo donde se juntaban para ensayar debían ser dedicadas al 100% a la banda, y la disciplina que ellos establecieron sirvió al menos para que tanto Tom como Bill pudieran volver a estar en el mismo perímetro sin lanzarse a la garganta del otro al menor respiro.

El soportarse dio paso a la cordialidad, que se transformó en afabilidad, conexión, y de ahí a la complicidad de ser gemelos. La periodicidad de los ensayos favoreció también que cada Kaulitz abandonara un poco a su grupo de amistades y volvieran a ser el ente unido que eran antes de que en el Gymnasium se les separara por alterar el orden del grupo. Así, Tom dejó de juntarse con ese grupo de chicos mayores con los que acudía al parque a patinar y que llamaban a Bill “mariquita de dos euros”, y Bill hizo lo propio al apartarse de esas compañías nocivas que le instaban a fumar y a beber como si fuera uno más de su cliqué a pesar de la diferencia de casi cinco años de edad que había entre él y los demás.

Reencontrarse en terreno neutro y compartiendo intereses comunes que ya ni recordaban tener sirvió de amalgama para que al final de cada ensayo se marcharan juntos de vuelta a casa, primero en silencio por el largo camino desierto que conducía a su hogar, pero después aderezando el largo tramo con planes para próximas canciones y presentaciones que estaban en puerta, y más tarde con otros temas que nada tenían que ver con la música pero que despertaban en ambos el deseo de que los kilómetros se alargaran y que ese tramo no tuviera un final definido.

Poco a poco redescubrió Tom la afinidad que tenía por Bill, y el mismo caso aplicó para el menor de los gemelos, quien una tarde luego de un provechoso día de ensayo se atrevió a comentarlo.

—¿Sabes? Después de todo no te odio…

—Yo tampoco te odio —contestó Tom de vuelta, y aquella afirmación fue el comienzo de lo que estaría por desencadenarse después.

Julio de ese año, aunque temporada de lluvia y todo, también fue época de festivales al aire libre y conciertos a los que asistieron con su escaso repertorio de melodías a tocar a donde se les requiriera, o mejor dicho, en donde se les permitiera con su amateur banda de garaje. Gordon, su comprometido padrastro, contribuyó a agendar varias de esas presentaciones, y Simone, su siempre devota madre, los condujo a cada uno de los sitios, esperando por ellos mientras montaban el equipo, apoyándolos en todo momento, coreando con ellos las canciones, y al final de cada show fungiendo como su porrista personal.

También fue julio el mes en que jugando al handball Georg se lastimó la muñeca derecha con un esguince de gravedad media, y las prácticas tuvieron que suspenderse irremediablemente por espacio de dos semanas mientras el bajista se reponía.

La interrupción vino a afectar la recién adquirida rutina de los gemelos, quienes se vieron confrontados ante sus dos opciones: Volver a la animosidad de antes o continuar con su pactada tregua.

E irreverentes como eran a seguir reglas, optaron por una tercera: Vadear juntos las aguas. O dicho de otra manera, Tom llevó a Bill al parque donde había practicado con su patineta y lo incluyó en su grupo, de la misma manera en que luego Bill lo presentó con sus amigos y lo adicionó como uno más de ellos.

Con raspones por las caídas de varios días consecutivos en el parque de skate y una botella de cerveza que compartían entre los dos, no fue exactamente una sorpresa cuando de pronto Bill propuso darle a Tom un tour por la casa abandonada por donde lo general se reunían él y sus amigos para fumar y beber, y que era donde se encontraban. Tampoco lo fue cuando en la planta alta, al encontrar un colchón con los resortes de fuera y manchas de sospechosa procedencia, Tom comentó que seguro ahí se había revolcado más de uno.

—Todos lo hemos hecho alguna vez —dijo Bill, bebiendo de pico de la botella.

—¿Tú? ¿Con quién?

—Oh, con Angelina y también con… Patrick —mencionó Bill los nombres de dos amigos que con anterioridad había presentado a Tom, y éste alzó las cejas.

—Vaya…

—¿O sea que tú ya no…?

—¿Soy virgen? —Rellenó Bill el espacio en blanco—. Claro que sí. ¿Es que no los has visto? Angelina tiene aparato dental, y Patrick, ugh, debe tener por lo menos veinte años. Es el mayor de todos.

—Pues vaya… —Se repitió Tom, pateando una esquina del colchón con un pie y levantando con ello el polvo—. Se ve que hace tiempo que nadie lo ha hecho aquí.

—Ya, es que ahora mismo hay varias parejas, y soy el único que ha quedado fuera —murmuró Bill con cierto apuro que pasó desapercibido cuando Tom le quitó la botella de entre los dedos y bebió por su cuenta un sorbo.

—No sé por qué. No eres tan… repulsivo. Tienes mi cara, después de todo —agregó con una media sonrisa pícara—. Como mínimo debes de tener suerte con las chicas. Y también… con los chicos.

—Idiota —le golpeó Bill con el hombro, y unas gotas de cerveza salpicaron en el piso.

—Eso lo serás tú también. Gemelos, ¿recuerdas? No en balde somos el reflejo del otro.

—Bah, sólo cuando te conviene somos gemelos —gruñó Bill, un tanto resentido todavía por la manera en la que durante el último año Tom había negado parentesco con él a pesar de las obvias coincidencias. El que ambos hubieran elegido looks, vestimentas y hasta piercings disímiles para diferenciarse había sido parte de esa guerra sin tregua a la que se habían enfrascado por puro desafío al otro y que en tiempo presenten sólo servían como recordatorio de tiempos peores.

—No es cierto. Es sólo que… Bah, lo que sea —volvió Tom a beber, y de los labios le arrebató Bill la botella, que encontró vacía.

—Te has terminado la cerveza —le riñó sin verdadero enojo, sólo para tener algo que decir.

Tom le observó con detenimiento apenas un segundo, sus labios todavía húmedos e impregnados del sabor, y ya fuera por el alcohol recién consumido, el humo de la marihuana que fumaban abajo y que había acabado por impregnárseles en el cerebro, o que simplemente estaba destinado a ocurrir, se acercó a Bill, y sin que éste pusiera reparos en su acción, lo besó de lleno en la boca.

Un beso, que como el primero pero no el último que habrían de compartir, fue memorable a pesar de lo corto de su duración (apenas un chasquido de dedos), la locación (el segundo piso de una vivienda en ruinas), y la interrupción que le siguió cuando uno de los amigos de Bill subió para comprobar que no estuvieran peleando y en su lugar los encontró uno frente al otro en total silencio.

—¿Todo bien, chicos? —Preguntó por si acaso, y el hechizo entre Tom y Bill se rompió con el primer parpadeo.

—Sí —respondió Bill—, sólo quería mostrarle a Tom…

—… la vista que se tiene desde aquí —suplió éste, señalando con vaguedad por una de las ventanas y dándose por satisfecho con su respuesta.

—Ah, ok. Pues si bajan ahora todavía podrán fumar de la hierba que trajo Lukas. Van a alucinar, se los juro. Le costó el doble por gramo, pero bien vale la pena porque-…

El resto de sus palabras se perdieron en el limbo, pues ni para Tom o Bill existieron esas horas posteriores que separaron ese beso  del siguiente, y que intercambiaron una vez que estuvieron de vuelta en casa y tras la privacidad que les proveía la puerta y el pestillo del dormitorio de Tom.

A ese segundo beso siguieron otros tantos, que acompañados de juegos con la lengua y exceso de saliva fueron la entrada a otras actividades de corte más sexual. A diferencia de otros adolescentes, el poder disfrutar de su mutua compañía sin restricciones de ningún tipo, y el disponer de la segunda planta a su antojo porque tanto Simone como Gordon tenían su recámara en la planta baja de la casa, fueron las dos llaves clave que les abrieron la entrada a la experimentación pura y sin impedimentos en donde a prisas agigantadas cruzaron varias líneas en periodos de tiempo tan cortos que para el final de mes ya estaban hablando de sexo como tal, con penetración aunque la mecánica del acto todavía les resultaba nebulosa a la imaginación.

—Obviamente yo te lo haría a ti —dijo Tom, una mañana en la que él y Bill se dirigían al garaje donde ensayaban y en donde esperaban encontrarse con Gustav y Georg—, es el orden natural de las cosas. Yo dentro de ti.

—¿Ah sí? —Ironizó Bill—. ¿Y eso por qué?

—Porque tú disfrutaste más que yo cuando te toqué ahí con los dedos —fue la respuesta sin empacho bajo la cual Tom se escudó, aunque lo cierto era que él había disfrutado con la misma intensidad que Bill, exceptuando que al graduarse de uno a dos dedos él se había quejado de dolor, mientras que su gemelo había pedido todavía un dígito más.

—Ya, y yo me corro antes que tú cuando usas tu boca, pero no por eso lo haces más seguido —rebatió Bill molesto, y con desgana pateó una piedra que osó cruzarse por su camino.

—Lo haría, si me lo pidieras, y si… —Tom se humedeció los labios—. Y si me dejaras…

Bill se paró en seco. —¿Uh?

—Si me dejaras hacértelo… Con mi, ya sabes

—Tomi… —Musitó Bill, y al instante se vio repelido a un lado del camino, puesto que Tom lo embistió, y tras cerciorarse que no había nadie por los alrededores, lo guió hacia una parte boscosa, y sin más ceremonia le bajó los pantalones y procedió a practicarle sexo oral.

Enredando sus dedos entre las rastas de Tom, Bill se corrió en tiempo récord, sintiendo como las piernas se le doblaban ante la intensidad de su orgasmo, que no sólo incluyó la visión de Tom recibiendo su semen directo en la lengua y deglutiendo mientras le miraba directo a los ojos con las pupilas dilatadas, sino también dos dedos en su trasero, que insistentes y mojados con saliva, habían sabido buscarse su lugar.

—O-Ok… —Enunció apenas recuperó el aliento—. Entiendo tu punto… Podemos hacerlo.

—¿Ya?

—No ya, idiota. Tenemos un ensayo —masculló Bill con desgana, y ya que apenas si podía con su peso recargado contra el árbol que les había servido de soporto, fue el turno de Tom para vestirlo y adecentarlo.

—¿En la noche?

—No sé… Antes deberíamos, no sé, buscar información… La saliva no da la impresión de ser el mejor lubricante —comentó con siseo, cuando al dar sus primeros pasos se topó con una irritación persistente entre las nalgas.

—Bien —respondió Tom, tomando nota para investigar por su cuenta.

Aquella determinación por informarse en materia de sexo llevó a Tom a buscar durante las horas más extrañas de la madrugada en la computadora que sus padres habían instalado en un área común de la casa, siempre con el alma en vilo y el corazón latiéndole en los oídos ante el menor ruido, siempre atento a los clics del mouse y a los teclado, en donde palabras como ‘sexo gay’, ‘penetración anal’ y ‘mejores posiciones para la primera vez’ le provocaban sudores fríos, pero no por ello claudicó en su empeño hasta que se sintió seguro en el tema y decidió llevarlo a cabo.

El magno evento ocurrió entonces gracias a dos partes de información y planeación, y una de casualidad, puesto que Simone y Gordon salieron a un fin de semana romántico que les proveyó a Tom y a Bill del tiempo y el lugar adecuados para montárselo sin miedo a ser atrapados in fraganti.

Tener sexo, como lo definió Tom, o hacer el amor, como prefirió Bill, fue el punto álgido de su primer día a solas, cuando a base de usar lubricante (comprado con mucha vergüenza en una farmacia local), prescindir de los condones, y ayudarse con tres dedos pero ampliar el canal de entrada, Tom por fin logró estar dentro de Bill… y se corrió en un tiempo récord de dos minutos, o mejor dicho, tres tristes embestidas, que de cualquier modo cumplieron su cometido, pues Bill no cejó en su empeño de correrse, y a base de masturbarse con prisas lo logró contra el estómago de Tom.

La primera, la gran primera vez, pero no la última…

 

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Notas finales: No sé cuántos capítulos, pero cerca de 20k en palabras, y actualizaciones cuando... Pueda y lo recuerde.

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