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Viviendo con el enemigo por Yusei156

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Capítulo 32. ¿Uno? ¿Dos?

 

¿Cuánto dura un parto? Ha decir verdad jamás había estado en uno, mucho menos habría pensado que tendría hijos, pero ahora que todo estaba sucediendo tan rápido no podía creerlo. Habían ido de visita a casa de sus padres, si. A la tan temida Mansión Black.

 

Resulta que, desde que Severus había sido convertido a sangre pura y sumado a que era el último en el linaje de los Prince se había convertido en el predilecto de su madre, superando con creces a su cuñado Prewett. En fin, habían asistido pues su madre no dejaba de hostigarlos sobre el nombre de sus futuros hijos. Sí,  hijos. Ella aseguraba que nacerían gemelos.

 

Todo se había desarrollando con la normalidad que tenía cada una de sus visitas, estaban sentados en la sala principal cuando el caos comenzó. Se había roto la fuente de Severus y contra todo pronóstico la matriarca de los Black había decidido atender el parto ella misma pues “nacerían sus nietos” y quería estar involucrada en el proceso de recibirlos en el mundo. El dolor fue tal que sin dudarlo mucho tiempo Severus acepto.

 

—¿Cuánto más tardará? ¿Por qué no me deja entrar?— el tono de desesperación que tenía Sirius era tal asustaba a los tres menores presentes, aunque a decir verdad, no entendían del todo lo que estaba pasando.

 

—Seguramente aún no tiene contracciones tan seguido, solo espera a que te llamen. Dudo que tu madre quiera que te pierdas el ver salir a tu bebé del vientre de Sev, estoy casi seguro que quiere que esa imagen se quede en tu mente— le contestó Lucius intentando tranquilizar al padre primerizo. De eso dependía que dejará de espantar a los niños.

 

—¿Papi estará bien?— preguntó Hermione un poco asustada, no entendía cómo, pero sabía que iba a llegar pronto su hermanito.

 

—Claro que estará bien princesa, es solo que tu hermanito no quiere venir aun, pero papi le enseñará quien manda— le sonrió a su hija para tratar de calmarla. Ella se acurrucó nuevamente en brazos de su padre y trato de reflexionar aquello. ¿De dónde iba a venir su hermano?

 

Lucius miraba con ternura a su pequeño hijo que se encontraba en brazos de Regulus. Era obvio que quería comenzar una familia con su esposo y al ver a Gideon cargando a Harry solo pudo confirmar aquel pensamiento. Pronto la mansión Black estaría llena de niños.

 

—Luc, ¿puedes venir un momento?

 

Sirius no tuvo que repetirlo dos veces para que el rubio platinado se levantará de su lugar para acompañarlo unos pasillos más lejos. Habían escuchado al trío llorar ligeramente pero aun así siguieron su camino, para el Black esa era una enseñanza para su hermano menor, quería que se lo pensará dos veces antes de que decidiera adoptar algún bebé.

 

—¿Qué sucede contigo? ¿Nervios de padre primerizo?— preguntó con un ligero tono de burla, sabía que era complicado pero ya habían cuidado de Hermione, estaba convencido de que lo harían igual de bien con el bebé que iba a nacer.

 

—No es eso— suspiró un poco resignado, odiaba hablar de aquello —Ese día, cuando me dijiste que fuera a hablar con Sev… ¿Tú ya lo sabías?— su corazón se contrajo de manera inevitable. La herida aun dolía, más porque aún ahora sentía miedo de no poder proteger a su familia.

 

—Lo sabía, Severus no había planeado como decirte. Pensé que si tú ibas él te lo diría todo y las cosas se arreglarian entre ustedes— le contestó con tristeza. Había ocasiones en que pensaba en lo que había hecho ese día, pero no había manera en que pudiera predecir lo que sucedió. No había podido proteger a Severus, tampoco había podido proteger a Tom. De ese último jamás se hubiera enterado de lo que sucedio si no es porque este mismo se lo confesó. —Es un mundo muy peligroso para nuestros hijos.

 

—Lo se— no solo era la tristeza en su voz, ni la que reflejaba su mirada apagada. Eran los recuerdos de esos últimos nueve meses. Recordaba con claridad como, cuando Severus se enteró de que estaba en cinta había caído en un llanto amargo y seco. Tenía miedo de tener a ese hijo y perderlo. Temía tanto, que hasta que no pasaron los tres meses en que su embarazo fuera estable se negó rotundamente a compartirlo con alguien más.

 

Había escuchado llorar a solas a su pareja incontables noches. Desde que se propuso a hacer su nido le había corrido de su habitación, como si existiera alguna manera en que al tener contacto con alguien más fuera a herirlo. Le vio huir con terror de un hombre similar a Potter cuando se lo encontró en la calle de tan solo recordar a su hijo perdido. Habían sido meses dolorosos, llenos de esperanza, pero sabía bien que su amado no estaría tranquilo, no mientras que esa amenaza siguiera con vida.

 

—¡Sirius! ¡Va a nacer!— escucho gritar a Bella desde la habitación principal. No dudo ni un segundo y corrió en ese instante como nunca lo había hecho antes. Al llegar vio a su amado con los ojos cerrados, se veía notablemente cansado, no pudo ignorar las toallas con sangre a un costado de la puerta pero todo se desvaneció al escuchar un llanto. Levantó la mirada y todo su mundo se movió.

 

Estaba su esposo, sudado, cansado, sonriendo como pocas veces lo había visto. Con la cosa más hermosa que había visto en la vida. Un pequeño niño, cansado de nacer. Aun con sangre y unido a su amor. Quiso acercarse cuando se dio cuenta de que no había acabado. Su madre era sin duda alguna una bruja de talentos desconocidos, pues tal como dijo se hizo.

 

Cargo a su hijo con delicadeza y le dio su mano como apoyo a su pareja animandolo a seguir pujando para que saliera su otro pequeño. Sintió la fuerza del agarre de su amado, vio sus bellos ojos negros resplandecer. No mucho después se escuchó otro llanto fuerte. Acababa de convertirse en padre de tres, una niña maravillosa y los gemelos mas hermosos que había visto.

 

No pasó mucho tiempo antes de que les dieran a su par de pequeños ya limpios y cambiados y aun así para Severus fue una eternidad. Había estado esos meses temiendo lo peor, esperando poder cargarlos, poder verlos crecer, aun con Sirius a su lado, aun con el apoyo de la nueva familia que tenía, con todo. Tenía miedo de perderlos, temía que siguiera dormido y que al despertar no encontrará nada ni nadie. Qué no fuera más que un sucio juego de su mente. Sentía a los pequeños en sus brazos, sentía el calor, sentía el ritmo de su respiración en su antebrazo. “¿es real?” preguntó en un susurro mientras unas cálidas lágrimas se resbalaban por sus mejillas.

 

—Es real, todo esto es muy real— le contestó Sirius quien se había mantenido callado mirándolo con ternura. Lo amaba tanto que se le partía el corazón de verlo así. Debía de dar todo de sí para protegerlos, sin importar el costo. Lo había decidido.

 

Tiempo después pasó lo inevitable. La familia entera y los curiosos invitados entraron a la lujosa habitación a conocer a los dos nuevos integrantes del linaje Black. Los orgullosos abuelos les veían desde un costado sonriendo de una manera que transmitia una ternura tal que de no haberlo visto nadie lo habria creido. El nuevo tío y su pareja estaban más que asombrados al ver que efectivamente se trataba de gemelos. Lucius, seguro de ser su padrino tenía un aire de superioridad que molestaba de sobremanera a su ex pareja y madre de su hijo, quien había asistido para conocer a sus nuevos sobrinos. Bella se burlaba de aquella situación sin intentar disimularlo. En cambio, el matrimonio Crunch se veía bastante emocionado de conocerlos.

 

Pero lo más curioso fue la reacción de los tres pequeños. Quienes miraban a los bebés sin ser capaces de entender de dónde habían salido, que estaban haciendo allí y porque todos estaban tan fascinados con ellos. El primero en intentar tocarlos fue Harry, pero renunció a la idea tan pronto uno de ellos movió uno de sus pies. En cambio Draco fue distinto, el si logro poner una de sus manos sobre de ellos pero le parecía que en cualquier momento se despertarian así que se alejó.

 

—Se parecen al abuelo Orion— declaró Hermione, causando que la mayoría soltara una leve risa.

 

—¿Cómo se llaman?— preguntó Draco a su padre —¿Pueden llamar a uno Dragón? Igual que a mi ¿Pueden padrinos?— sus ojos brillaban con insistencia.

 

—Al otro llamenlo como a mi— pidió Harry con ternura, nunca había visto a un bebé.

 

—Ya tienen nombre— contestó Severus, quería evitar una larga pelea que podría perder por el nombre de sus hijos —Él es Alphard Dizban Black.

 

—Y su gemelo es Antares Orion Black Prince— agregó Sirius sonriéndole a su amado. Habían discutido sobre cuál de esos nombres ponerle al niño, sobre todo porque Sirius se mantenía reacio a llamar a su hijo igual que él, su padre y otros más en la familia. Pero si a su amado le gustaba…

 

—¡Por qué se parece al abuelo!— exclamó Hermione como si fuera el descubrimiento del siglo.

 

Mientras tanto Sirius se alejó de su pareja para que los demás pudieran acercarse a conocer a los pequeños. Le hizo una mirada insinuante a Malfoy y este con cuidado se retiró de la habitación, tratando sin éxito no llamar la atención de Severus, aunque este se abstuvo de hacer cualquier cosa más que nada por el cansancio. Se alejaron del ajetreo de la habitación lo más posible. Necesitaban hablar sin distracciones, sobre todo porque Malfoy ya se sospechaba que rumbo tomaría esa conversación.

 

—¿Cuantos años son de condena por ser animago no registrado?— preguntó con seriedad el menor, intentando disimular el miedo que se instauraba en su interior.

 

—¿Estamos hablando de Potter?— aquella pregunta se le hacía un sinsentido, claro que hablaban de Potter, pero había algo más que no le estaba diciendo.

 

—También yo— confesó sin pena. Era lo único que tenía para encarcelar a aquella persona. No quería que su esposo se arriesgará a intentar matarlo y terminará en azkaban o peor.

 

—No es muy listo hacer ese tipo de confesiones al nuevo Ministro— comentó con su característico tono de superioridad Riddle quien acababa de llegar y se mantuvo escuchandolos en silencio.

 

—Riddle— le saludó con cortesía, se había acostumbrado a su presencia después de tantos meses de convivencia pero aún le resultaba insoportable como se metía en cualquier conversación sin aviso previo.

 

—No lo necesitamos, se aprobará una ley de “restricción mágica” para los infractores de crímenes de odio. Y ya se quien será el primer condenado.

 

—¿La gente lo aceptará?— cuestiono Sirius, sabiendo que la opinión popular y sus deseos de falsa paz eran más grandes que los ideales del mismo.

 

—Lo haran— afirmó Lucius —Se los mostraremos como una opción benévola en comparación con el beso de dementor.

 

—Solo espera, lo veremos hundirse lentamente dentro de poco.


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