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Viviendo con el enemigo por Yusei156

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Pequeñas luces se esparcieron por el cielo haciendo la ilusión de tratarse de pequeña luciérnagas. Arreglos de peonias blancas adornaban las mesas, su suave aroma se entremezclaban con unos toques de menta, pino y la frescura de una tarde a finales de primavera.  Los colores del cielo que empezaban a cambiar por el atardecer eran reflejados en la plataforma invisible que sostenía cada mesa, silla y adorno de la tan aclamada fiesta. Todo gracias a un sencillo hechizo para mantenerla a flote en el agua.

 

Era una celebración con tal grado de exclusividad que durante semanas en el mundo mágico se estuvo rumoreando sobre quien iba o no ser invitado. Cuando los elegantes sobres negros comenzaron a llegar a los respectivos domicilios una pelea interna se desató, sobre todo entre los sangre pura, pues al estar estrechamente relacionados quienes no eran invitados sin duda alguna estaban en la lista de los despreciados. Se trataba de la celebración de 18 años de matrimonio de los actuales señores Black. Un gran evento sin duda alguna. Las bodas de cuarzo eran de las más importantes en el mundo mágico, esto debido a las propiedades de esta piedra, no solo por la gran cantidad de energía que pueden almacenar sino por su dureza. Representando así cómo es que el matrimonio se había consolidado. Sin duda alguna ese sería uno de lo más grandes eventos del año.

 

Aunque lo correcto sería decir “fue” pues la ceremonia había sido encantadora, muchos de sus amigos habían ido pero eso no era lo que más le importaba a Sirius en ese momento. Si bien había disfrutado el momento y se había perdido completamente en la visión de su amado esposo en ese traje negro con decoraciones en plata, cuando vio a su hija tomada de la mano con un chico su corazón se detuvo.

 

Muy en el interior sabía que ese día llegaría, su Mione era una chica linda, lista y sumamente talentosa, pero era aún más que eso. Era amable, divertida, orgullosa, buscaba hacer el bien por los demás. No había manera de no sentirse orgulloso de ser su padre. Por eso cuando la vio con un chico “cualquiera” a quién, por cierto, ni siquiera había presentado a sus padres. Era lógico pensar que algo se había roto en Sirius al verlos.

 

Tan obvia era su expresión que ni Severus la pudo ignorar. Intentando desviar la atención de su esposo le dio un dulce beso. Todo mundo les aplaudió y en ese lapso su hija desapareció entre la multitud. La realidad es que Sev ya sabía todo de su relación, quién era el chico e incluso se habían presentado, la razón de que Sirius no supiera es porque sabían de antemano que haría un gran drama.

 

Mione siguió caminando intentando pensar en que hacer para no arruinar el aniversario de sus padres. No entendía porque tanto drama con su relación, sobre todo porque era bien sabido que Antares cambiaba de pareja con cada semana que pasará y su padre no se escandalizaba por ello.

 

—¿Qué sucede hermana? ¿No le agrado el Weasley?—  preguntó Dizban, que había seguido de cerca a la pareja. No se quería perder cuando le dijera a su padre que salía con Ron Weasley.

 

—Aún no se lo presentó— contestó ligeramente molesta, sabía que solo estaba allí para burlarse de su situación.

 

—No temas, entre tanta gente quizá no diga nada— hizo una pausa y sonrió —Aunque si hace un drama podría arruinar la fiesta— dijo como si de una nimiedad se tratara.

 

Ha decir verdad disfrutaba molestar a su hermana, aunque fuera un poco. Ella era la lista, la de las calificaciones perfectas y podía llegar a ser algo creída pero siempre había estado allí para él, por eso molestarla un poco era una muestra de afecto. Una que afortunadamente ella entendía bien.

 

—¡Cas!— exclamó Hermione llamando la atención del castaño claro, sabía muy bien cual era la debilidad de su hermano. Pronto el mencionado se acercó alegremente a saludarlos.  

 

—Mione, que bonita te vez. Ese vestido te queda como un guante— y era cierto, se trataba de un vestido verde menta hecho a la medida. Además su cabello suelto y rizado solo la hacían ver más encantadora.

 

—Tú te ves muy bien con ese traje, seguro romperas muchos corazones esta noche ¿verdad hermano?— dijo sabiendo que este se encontraba perdido admirando al chico que tanto le gustaba.

 

Por un momento sus ojos grises se conectaron con ese cielo deslumbrante que tenía por ojos el menor. Pronto recibio una calida sonrisa de su parte y su corazón no supo hacer otra cosa más que acelerarse. Alphard Dizban Black sabía perfectamente que era ese sentimiento, llevaba ya cinco años sintiéndose de la misma forma cada que estaba a su lado, había intentado negarlo pero no podía. Quería tomarse su tiempo para cortejarlo como se lo merecía y sin embargo también tenía claro que no era el único extasiado por tal belleza, en cualquier momento podría perder la oportunidad de estar con la persona que amaba. Si algo había aprendido de su primo Draco era no dejar escapar aquello que amas, mucho menos perder sin luchar por ello.

 

—Es innegable tu belleza— contestó, tal fue la sorpresa reflejada en el rostro de Casper que en ese lapso el joven Black pudo tomar su mano y besarlo en ella —Tienes toda mi atención esta noche, Cas.— Sonrió ladinamente, le había hecho sonrojar, aun sin  soltarle de la mano comenzó a guiarlo rumbo a la pista de baile.

 

Hermione se quedó sorprendida, había visto a su hermano derretido por ese chico. Literalmente no era capaz de decir más que unas cuantas palabras y luego se alejaba de él. Y ahora le salía con “tienes toda mi atención” sin duda había sido un mal movimiento de su parte ya que no había logrado su cometido, aunque no podía negar que se sentía orgullosa. Solamente quería ver felices a sus hermanos. Pronto vio como Dizban se alejaba con el chico que describía cómo “su futuro esposo”, lo que pasará de allí en adelante no era asunto suyo. Volteo por los alrededores buscando a su otro hermano, pero cuando lo encontró deseo nunca haberlo hecho. Se dio la vuelta, siguió inspeccionando a sus alrededores, lo que vio la sorprendió aunque a decir verdad había esperado mucho para ver aquello.

 

Harry Riddle había salido de Hogwarts hace tres años, estaba a punto de terminar sus estudios para volverse auror. Sabía perfectamente cómo actuar ante una situación que rebasa las expectativas, eso sucedió por primera vez cuando jugando había roto la varita de su papi Tom, la segundo cuando conoció a su padre mientras estaba en una cita con su actual pareja, ahora sabía muy bien la clase de hombre despreciable que era. Hace una semana había hecho su examen final para saber si estaba listo para seguir al siguiente nivel o si tendría que repetir el año y nunca había estado tan nervioso en su vida como en ese momento.

 

—¿Te casarías conmigo?— escuchó nuevamente. Ver a Draco arrodillado frente suyo con el anillo en manos le dejaba sin habla. Había imaginado muchas veces ese momento, llevaban juntos casi cuatro años y aún así jamás habría sospechado que sería en el aniversario de sus padrinos cuando por fin escuchara la tan ansiada pregunta.

 

Por un momento sintió que no sabía cómo pronunciar palabra alguna, quiso gritar con todo lo que tenía “acepto” pero la emoción de tal magnitud que un movimiento acertado de su  cabeza y su gran sonrisa lo dijeron todo. Sin tomarse mucho tiempo pronto Draco Malfoy le colocó el anillo de oro con un diamante verde incrustado que combinaba a la perfección con las esmeraldas que tenía por ojos,  a la mano de su futuro esposo. Sabía perfectamente que lo estaban observando pero en ese momento solo existían ellos dos.

 

Uno de los tantos observadores silenciosos era Tom Riddle, quien al darse cuenta de lo sospechosamente alejados que estaban de la fiesta había decidido seguirlos y asegurarse de que la cría de su esposo no intentará hacer nada indebido con su único hijo. Sin embargo fue detenido claramente su esposo sabía lo que estaba pasando, fue mucho más claro cuando vio a ese Alfa arrodillado frente a su hijo. Una parte suya quería ir corriendo para gritar que no estaba de acuerdo, que aún eran muy jóvenes, pero no pudo hacerlo.

 

—Te dije que sería nuevamente un Malfoy— le dijo Lucius al oído sin poder evitar sonreír con orgullo —Ese par seguro nos dará unos nietos hermosos— agregó. Para su sorpresa no tuvo ninguna queja, ni un reproche, ni siquiera le frunció el ceño. Lo único que había en el rostro de su amado era una lágrima de felicidad. Esa felicidad que sentían los padres al saber que todo estaría bien, que su hijo había encontrado a la persona correcta.

 

Sirius sonrió a lo lejos estrechando entre sus brazos a su amado esposo. Su querido ahijado y sobrino le había pedido permiso para hacer su propuesta de matrimonio durante su celebración, ya que temía arruinar un momento especial para sus padrinos. Sin embargo al enterarse el Black no pudo hacer más que alentarlo a seguir con su plan y desearle lo mejor de todo el mundo. Le enorgullecía haberlos visto crecer y saber que eran por mucho, mejores personas de lo que habían esperado.

 

—Esos dos serán felices juntos— afirmó Severus quien se había percatado de los hechos. No debía de ser un genio para saber donde estaba la atención de su marido.

 

—Espero que un día sepan lo que se siente estar así— dijo Sirius acercando más a su pareja. En esos años habían aprendido muchas cosas juntos y una de ellas era el baile, uno como aquel tan dulce e íntimo que estaban compartiendo.

 

—¿Casado, envejecido y con hijos?— preguntó sonriente el ojinegro. Hace varios años nunca se habría imaginado que sería así de feliz a lado de alguna persona.

 

—Eternamente enamorado— le contestó sonriendo de lado. Recibió un dulce beso de confirmación, estaba seguro de lo mucho que amaba a aquel Omega.

 

—¿Desde cuándo eres tan cursi Black?— preguntó sin poder evitar mostrar una sonrisa de felicidad. Esos momentos en que parecía que solo eran ellos dos en el mundo eran de lo más valioso que tenían.

 

—No lo se ¿Porque no me lo dice usted, señor Black?— jugó, desde que había decidido adoptar su apellido no se cansaba de recordarselo. Le hacía inmensamente feliz.

 

—Creo que te enamoraste, Sirius—

 

—Me gusta pensar que no importa lo que hubiera sucedido, un día terminaríamos enamorados. Digo ¡Mírame! Es obvio que caerías en mis brazos— dijo con toda la humildad que poseía, claramente recalcando lo bien que se le veía ese traje negro.

 

—Eres un idiota— contestó de inmediato Severus sin poder evitar reír por la cara de sorpresa que tenía su esposo —Pero mi idiota—

 

—No puedo imaginar una vida sin ti—  Esa noche bailaron, rieron y disfrutaron lo que sería uno de los tantos aniversarios más que les faltaban.

 

Un par de meses después estuvieron en la boda de sus ahijados, habían sido felices al ver casado a Draco, aunque Sirius lo había sido mucho más cuando Riddle se dio cuenta de que Harry estaba marcado aun antes de dar el “Acepto”. No pasaron muchos años para que fuera el turno de burlarse de Sirius y como casi se infarta al ver a su hija casarse.

 

Con la llegada de su primer nieta también vino el anuncio de la boda de su segundo hijo. Dizban se había comprometido con Casper tan pronto este salió de Hogwarts, un año después se habían casado. Severus estaba feliz por su hijo pero saber que tendría que soportar a Barty cada fiesta familiar no le era del todo grata, no cuando sabía lo acaramelado que podía ser con su esposo. Y aunque a Sirius no podía agradarle más siempre era bueno saber que ahora serias familia de un viejo amigo.

 

Tres años más tarde y contra todo pronóstico se habían casado Antares Black y Rigel Prewett, políticamente primos aunque sin sangre de por medio había generado un gran escándalo al enterarse de aquello. Pero sus padres no pudieron hacer otra cosa más que apoyarlos.

 

La vida no había sido sencilla, no todo fue color de rosa. Tuvieron muchas disputas sobre cómo criar a sus hijos, que hacer ahora que los veían partir y una clara competencia entre quién sería el mejor abuelo. Varios años habían pasado, habían visto nacer y crecer a cada uno de los cuatro herederos Malfoy, sin contar a los dos Wesley, tres Black y un Prewett.

 

Quién los viera diría que tuvieron una buena vida, no sólo habían formado una familia sino que también lo hicieron con sus sueños. A Sirius se le permitió ser auror y llegó a convertirse en el jefe de todos ellos hasta que le pasó el puesto a su sucesor, Harry. Severus desarrollo distintas posiciones, se desempeñó como uno de los mejores y más brillantes medimagos de la historia.

 

Por eso cuando Sirius Black había dado su último aliento rodeado de sus seres queridos, la gente podía estar segura de que había disfrutado su vida. Y cuando se escucharon sus últimas palabras, no hubo una persona que entendiera mejor que Severus todo el peso que llevaban consigo.

 

Aun ahora, de solo recordar a su amado sus ojos se llenaban de lágrimas. Su corazón se impregnaba de un sentimiento de añoranza. Desde que se había despedido de su gran amor había ido a vivir a casa de uno de sus hijos, su antiguo hogar ahora se sentía demasiado grande, demasiado solo.

 

Miró por la ventana el cielo estrellado, eran las cuatro de la mañana y no podía conciliar el sueño. Últimamente cada que cerraba los ojos solo podía ver esos ojos plata, su sonrisa ladina. Una estrella fugaz atravesó el cielo nocturno, le llevó al recuerdo de años atrás cuando juntos con Sirius habían pedido un deseo.

 

Siempre había pensado que pedirle un deseo a una estrella era estúpido, no había manera de que tuviera la capacidad de concederselo y aun así había tomado su mano y había deseado lo que todo mundo quiere cuando se ama a una persona. Sólo quería estar a su lado.

 

—Ahora, guárdala en tu corazón— recordó lo que le dijo aquella noche, sus ojos se humedecieron de solo recordar esas palabras “dicen que es el alma de aquel consiguió dar a los suyos su amor” esas habían sido las palabras exactas que le había dicho su amado Sirius. Esa misma noche unos minutos después le había revelado que esperaba a los gemelos. Su corazón se encogió por un minuto, la estrella más brillante de todo el firmamento parecía haber adquirido un nuevo color. Unos intensos reflejos plateados que parecían danzar solo para él.

 

Sonrió con nostalgia, se recostó y esa fue la última noche que soñó con su amado. La siguiente vez que abriera los ojos no se encontraría en este mundo, sería recordado, se llorarían cientos de lágrimas por su pérdida. La siguiente vez que abriera los ojos se daría cuenta de que estaba entre los brazos de la persona que más amó. Desde ese momento y para siempre.



Fin.

 

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