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Vinculados por koru-chan

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||   SEGUNDA   PARTE   ||

 

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Vinculado al pasado

 

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Salí de aquella nueva habitación completamente en silencio; sumergido en mis pensamientos con mis sentidos bajos. No sabía si me sentía aliviado, triste, agobiado o, simplemente, vacío. Quizá sentía todo y me era muy difícil describir aquella nueva emoción. Estaba débil; alicaído, sin fuerzas como si fuese a coger una gripe que jamás llegaba.

 

Suspiré viendo como en la televisión de la sala se mostraba una noticia banal: El meteorólogo informaba que pronto se avecinaría la esquiva  primavera y el clima mejoraría. Pasé mi mirada hacia Kaolu quien tenía medio cuerpo apoyado del desayunador para ver la pantalla y consumir su característica taza de café mañanera. Yo no era un ávido consumidor de aquella bebida, pero, como nunca, se me antojó.

 

—¡Hey, tú!—me sonrió vital.

 

—Buenos días—entoné bajito.

 

—El café está recién hecho—sorbió su recipiente viendo, de reojo, como tomaba un tazón enorme dispuesto a verter aquel valioso brebaje. Fui visto por Kaolu de forma meticulosa mientras me desplazaba por aquel diminuto perímetro—. Sé que no me compete y he guardado suficiente distancia dándote el tiempo necesario—continuó—,  pero ¿no crees que debería estar al tanto de lo que ocurrió? Digo, para asesinar a Yuu cuando lo vea—esbocé un gesto afable tras su inevitable broma mezclada con la seriedad del asunto. Inspiré. Bajé la vista y la subí captando su semblante preocupado y el mío, algo marchito, no ayudaba a quitarle importancia al hecho ocurrido hace dos días atrás. Despegué mis labios y de forma escueta le conté todo. Le dije que desde antes lo sospechaba y, que a pesar que tuve pruebas en mis manos, las ignoré cegado por sus palabras y porque no me imaginaba una vida sin él.

 

—El sábado, cuando fui a buscar mis cosas, lo vi por última vez. Estaba en el departamento con Yutaka.

 

—No puedo creer el grado de descaro de ese tipo—me senté junto a él sobre unos taburetes. Inspiré abatido recordando, como un metraje, lo ocurrido.

 

—Creo que le rompí la nariz a Yutaka—me mordí el labio viendo el rostro impactado de mi amigo seguido de una carcajada que me sobresaltó.

 

—¿Estas bromeando?—negué.

 

—No sabes como me arrepiento, pero él dijo cosas tan hirientes y, además… Temo de todos los escenarios íntimos que Yuu se atrevió a verbalizar con ese extraño. Kaolu, eran situaciones privadas mías, nuestras y fueron compartidas a la ligera; instancias que sólo confié en él…

 

—¡No te arrepientas de algo que hiciste! Sólo te puedes arrepentir de lo que no te atreviste a hacer. Y, la verdad, vaya que se merecían un buen escarmiento o tal vez varios más por ser unos sujetos tan mediocres.

 

—Supongo… —dije algo cohibido sintiendo la cálida mano de Kaolu sobre mi hombro.

 

—Hiciste bien, Takanori. Fue lo correcto—asentí tomando otro trago de aquel cándido líquido.

 

—¿Qué ocurrirá si Yuu te viene a buscar?

 

—Eso no pasará—negué rápido—. Él ni se inmutó cuando ocurrió todo. El único que salió herido fui yo…—kaolu acarició mis cabellos con empatía mientras se colocaba de pie para, al parecer, rellenar su taza.

 

Mientras sorbía aquel líquido miré al dueño de la casa con desconcierto, este dejó a un lado la caja de leche que estaba incorporando a su recipiente humeante, poniendo atención hacia el frente de la morada. La puerta de la entrada estaba siendo tocada repetidas veces. Alcé una ceja; apenas eran las siete de la mañana para tener visitantes. Y él dueño del lugar pareció leer mis pensamientos porque dijo:

 

—Seguro es mi vecina. Su gato se pasa a mi patio trasero y ella es muy sobre protectora a pesar que le he dicho que lo deje. No tengo perro, así que no habría problema, pero ella se aterra. Adora a aquel gato gordo—le sonreí volviendo mi vista hacia mi café oyendo de fondo como el lector de noticia hablaba sobre una catástrofe natural en las costas de Estados Unidos y como la puerta se abría seguido de un bufido de mi amigo.

 

—¿Está Takanori?—me paralicé—. ¡Taka!—oí mi nombre por aquella reciente voz. Seguro me vio ahí sentado sin mover un músculo como si en aquella pose me hiciese invisible.

 

—¿Hola?—canturreó mi amigo hacia aquel hombre imponente. Bajé mi mirada al suelo. La voz de aquel moreno me hizo marearme. Me alcé del taburete y me volteé hacia el frente; mis ojos se cruzaron con él. Éste portaba un ramo de flores. Lo vi despegar sus labios para emitir algún sonido al tenerme ahí mirándolo, pero no lo dejé. Fruncí mi mandíbula caminando hacia el baño para evadir su presencia y, que de forma muda, entendiera aquella indirecta: No lo quería volver a ver. ¿Acaso no había quedado claro con anterioridad?

 

—¿Ves? Está, pero lo que menos quiere hacer es hablar con un sujeto tan imbécil como tú. Por favor vete de mi propiedad—escuché apoyado de espaldas contra la puerta del baño.

 

—Déjame pasar, sólo quiero entregarle esto y decirle…—me senté a la orilla de la tina sintiendo como mis mejillas se empapaban. Si bien aún no me encontraba bien, sentí que por un segundo podía continuar con mi vida; que lograría avanzar. Pero, ahora, sentía que retrocedía diez pasos—. ¡Bebé…! Sólo escúchame.

 

—Cállate—entonó el dueño de aquel domicilio—. No tienes un maldito derecho a imponer que Takanori escuche tus palabras. Echaste todo esto a la basura, no vengas ahora con palabras amorosas ni flores para intentar pegar los pedacitos, amigo—oí el tono gutural de Kaolu—. Si no te marchas ahora, llamaré a la policía. Elige.

 

A los segundos después, la puerta se cerró sin alguna consonante extra.

 

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—Tome asiento señor, Matsumoto—una mujer de cabellos castaños, ondulados y de raíces blanquecinas me indicó unos de los sitiales frente a su lustroso escritorio de diseño clásico. Mi corazón dio un vuelco; estaba seguro que me despedirían—. El día viernes…

 

—Sí. Por favor, déjeme explicar mi falta primero—mordí mi labio inferior. ¿Qué podría decir? ¿Qué mi hijastro me llamó para que le llevase su ropa a un hotel de dudosa procedencia, y que encontré a mi novio con otro tipo; concluyendo con que me fui a llorar a la costa como un adolescente roto?

 

—Bueno, creo que estoy al tanto…—me congelé. ¿Acaso sabría lo ocurrido con Yuu? Humedecí mis labios, mi boca se secó. Era completamente imposible. Aquella primaria era algo… cerrada. Si bien jamás había tenido problemas discriminatorios, tampoco había sacado a la luz que era gay y menos que viví con mi pareja—hombre—varios años.

 

—Disculpe, pero ¿cómo?

 

—Su hijastro, ¿Akira Suzuki? —asentí—. Llamó excusando su falta para la tarde del viernes—la miré completamente confundido—. Dijo que su madre tuvo un accidente. Explicó que se rompió un menisco. No quise inmiscuir más, pero me contó que tuvo que auxiliarla y cuidarla—despegué mis labios. ¿En qué momento…? ¿Cómo…? Ese chico jamás me dejaría de sorprender. Bajé mi nuca y sonreí levemente sin que aquella mujer captara aquella peculiar reacción inapropiada dado los hechos.

 

—Ella está en un centro de cuidados… —articulé titubeante mientras miraba a la cara a aquella mujer de rostro preocupado, pero que de cierta forma no le importaba los problemas de los demás a pesar que se veía comprensiva y empática—. Me llamaron para decirme que la estaban trasladando a un centro hospitalario. Corrí a verla y no pensé en nada más. Lo siento mucho. No volverá a ocurrir.

 

—Las emergencias pasan. Para la próxima sólo avísenos… —articuló mirándome con una sonrisa falsa. Aquellas palabras tenían doble lectura; estaba con un pie dentro y el otro fuera del establecimiento.

 

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Mientras caminaba busqué un número en mi lista de contactos. Pulsé la opción de llamado, y me adherí el auricular a mi oreja diestra. Akira no atendió. Hice una mueca de medio lado volviendo a intentarlo. Pero, nuevamente, no tuve éxito. Chisté.

 

—Otra vez no me contestará…—resoplé mandándole un mensaje:

 

“Me salvaste de nuevo. Deja de hacerlo, si sigues así te deberé la vida. Gracias por decir aquella elaborada mentira para excusarme de mis deberes. Cada vez me sorprendes más. Contéstame el teléfono… Al menos corrobórame que estás sano y salvo.”

 

Le sonreí al aparato inerte entre mis manos mientras lo introducía en el bolsillo interno de mi chaqueta. Me devolví a casa solo. Kaolu debía terminar un par de clases y yo ya no podía soportar mi estado alicaído. Necesitaba, al menos dormir un par de horas. Era como si mi cerebro estuviese sin energías.

 

Rebusqué en mi bolso las llaves, que mi amigo me había cedido para sacarles copia, completamente distraído. Hasta que mis ojos miraron hacia la entrada de aquella casa en la cual me estaba hospedando. Paré en seco al ver a un hombre sentado en el pórtico de la casa.

 

—Yuu—esbocé sin sonido audible. Más bien mi voz sonó como un jadeo seco. En primera instancia él no me vió. Retrocedí un paso para huir, pero fue demasiado tarde porque fue en ese momento donde nuestras miradas se vislumbraron. El hombre se alzó cuando me giré para desertar aquella impuesta reunión, pero fui detenido por su voz.

 

—Takanori, por favor… Dame un par de segundos—suspiré volteándome. Lo contemplé y él hizo lo mismo. Lo vi titubear y cuando tomó las fuerzas para esbozar algún léxico lo interrumpí:

 

—Te tengo que devolver algo—articulé pasando por su lado viendo su semblante extrañado.

 

Caminé hacia la casa siendo seguido de cerca por Yuu. Abrí la puerta y no esperé a que entrara para cerrarla, sino ingresé dejándolo atrás mientras me inmiscuía a mi nueva habitación y rebuscaba, en unos de los bolsillos de mi maleta, un sobre.

 

Emergí viéndolo de pie no muy lejos de la entrada mirando el ramo de flores aventado a unos de los sofás. Se acercó y lo tomó entre sus manos.

 

—Sé que estas son tus flores favoritas y las dejaste ahí…

 

—¿Por qué las flores? ¿Qué quieres intentar con ellas?

 

—Sólo… las vi y me acordé de ti. Que digo, todo me recuerda a ti. El departamento está increíblemente lúgubre sin tu presencia. Sin tu voz, sin tu dulzura—lo vi acercarse y retrocedí ignorando sus palabras mientras reprobaba con mis gestos faciales su intento de arremeter.

 

—Ten—le tendí un envoltorio marrón algo gastado de contenido contundente. Separó sus labios, pero antes de decir algo dejó las flores sobre el lugar de donde las había cogido y tomó aquello que le tendía.

 

—Esto es dinero…—descubrió el contenido con notorio perplejo.

 

—Es la mitad de lo que invertiste en mis años en la universidad.

 

—Te dije que no quería que me devolvieras un peso. Te pagué los estudios porque era algo que quería hacer. No lo hice porque éramos pareja. Lo hice porque te amaba y porque era algo que querías lograr y no te alcanzaba.

 

—¿Me amabas?—reí sin humor—. Quiero que lo tomes, iré juntando lo demás. Tenía otro poco, pero lo utilicé. Te lo iré devolviendo de apoco—lo miré con los ojos acuosos viendo como apretaba su mandíbula.

 

—No. Te amo, bebé…—se acercó otro paso—. Acaso, ¿me escuchaste? No seas obstinado Takanori. Te regalé tus estudios…—tragué y esperé que lo que iba a decir a continuación no saliera quebrado.

 

—En estos momentos me siento destrozado—se volvió a aproximar, pero interpuse mis manos en su pecho—. Confiaba tanto en ti… Te conté tantas cosas que me lastimaban. Pasamos tantas circunstancias; alegres, tristes y tú sólo ibas con Yutaka y te reías de mí a mis espaldas…

 

—Takanori, eso no es así.

 

—Yutaka habló cosas de mí, nuestras, que no debieron ser lanzadas al viento como banalidades. Ya no quiero ser tratado de esa forma, así que, por favor déjame aliviar un poco este ahogo y permíteme pagar todo lo que hiciste por mi—Yuu se quedó mudo analizando mis facciones y mis actos; admirando mi rostro lloroso suplicando por algo tan insignificante para sus ojos.

 

—Este dinero son tus ahorros. Yo lo sé—lo dejó encima de la mesita de centro de aquella pequeña salita que conectaba con la cocina—. Cuando el dinero no te falte podría pensar en tomarlo. Ahora no—cogió mis hombros y los acarició.

 

—Vete.

 

—Ven conmigo. Ven a casa. Te necesito…

 

—Yuu, ¿crees que soy estúpido?

 

—Claro que no, el idiota acá soy yo. El idiota que te ha hecho llorar y te ha maltratado de una forma que nadie merece, por eso déjame curarte; sabes que soy el único que puede hacerlo…—besó mi quijada y mis pulsaciones se aceleraron cuando su mano viajó de mi hombro hacia mi brazo y descansó en mi cintura. Lo miré con miedo. ¿Por qué no podía despreciarlo? Su rostro se acercó un poco más y, antes que sus labios acariciaran los míos, la puerta de entrada se abrió. Me alejé de aquel hombre viendo como la mirada de Kaolu me quemaba.

 

—¿Qué haces en mi casa, Shiroyama? No te dejé en claro que llamaría a la policía si te veía rondando.

 

—Tranquilízate, Takanori me invitó a entrar—y ahí estaba ese par de ojos observándome por alguna respuesta y validación.

 

—Lo siento. Lo hice. Pero él ya se va—Yuu me sonrió satisfecho mientras miraba a su nuevo enemigo: Kaolu y salía al exterior dejándonos sumidos en un silencio incómodo.

 

—Parece que interrumpí algo…—exhaló cruzándose de brazos—. No me quiero ni imaginar que sinfonía de gemidos me hubiera encontrado si llego más tarde.

 

—Dios…—llevé mis manos al rostro mientras me dejaba caer al sillón en forma de “L”—. ¿Qué pasa conmigo?

 

—Casi te dejas besar por él... —miré a mi amigo con congoja. Éste bufó sentándose en el reposabrazos del sofá individual de enfrente.

 

—Shiroyama es tu droga. Cortar una relación de un día para otro será difícil para ambos. Este proceso te costará, pero debes poner algo de tu parte. Dejarte hacer como una dócil muñeca no te traerá felicidad. Ten presenté que si vuelven vivirás penurias. Las personas como Yuu no cambian, cariño—tomó el ramo de flores y las tiró al contenedor de basura.

Notas finales:

¡Hola, chicas!

No sé si recuerdan, pero en un par de capítulos utilicé flashbacks en el inicio. Esto es lo mismo. El capítulo catorce que nos compete comienza un mes después de los hechos. Pensé, mientras escribía esta continuación, en no poner este flashback, pero me gustó como quedó y borrarlo me dolería en el alma. Además sentí una especie de vacío al sólo colocar el capítulo sin un antes.

¿Qué dicen?

Yo he quedado satisfecha con mi alma.

c:

Niñas, ustedes son un amor. Jamás me cansaré de leer sus tan bellas palabras. Gracias por darse el tiempo de pasar por acá y gracias infinitas por comentar siempre.

Un beso.

Nos leemos.

PD: ¿Nadie se pregunta por qué Akira tiene un apellido diferente al de su padre. xD?

<3


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