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Vinculados por koru-chan

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Capítulo diecisiete:

 

Lucy

 

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—Y… ¿qué pasó con este chico?—pregunté curioso al ver como contestaba un mensaje al instante que su teléfono timbró en medio de aquella marcha cansina que llevábamos en aquel amplio caminito de adoquines. Lo había visto algo depresivo desde que había vuelto de su fatídica visita familiar; y ese actuar cabizbajo no era por la reciente disputa repetitiva con su madre. Sino que el causante de su alicaído estado era otra persona. Un hombre con el cual parecía que las cosas no le habían salido muy bien.

 

—Nada. Sólo hablamos por texto. Simples banalidades de la vida. Él perdió todo el interés y yo me decepcioné un poco. Además, creo que me oculta algo. Habla demasiado de un amigo… No recuerdo su nombre, pero no soy estúpido. Sé que esos dos están saliendo. Igual yo no tengo nada que “exigir”, nosotros sólo somos amigos con derecho—me informó como si fuera algo sin importancia, pero se veía desilusionado. Suspiré mirándolo de soslayo; había tristeza en sus ojos y una sonrisa desencantada en sus labios.

 

—Quizás, tu error fue no aclarar los términos. Estas jugadas de amigos con derechos siempre acaban con uno más involucrado en la “relación”—entoné arrugando mí nariz con preocupación.

 

—Mis términos fueron: No quiero nada serio. Sólo seamos amigos con ventaja—lo miré confundido—. Él, en un inicio, buscaba algo serio y yo sólo quería divertirme.

 

—Ahora él encontró a ese alguien y te dejó de lado—chisté con pesar—. Tonto— esbocé en un susurro y éste se carcajeó—. Olvídate de él—exhalé empático—. Lo mejor es cortar de raíz el problema; deja de contestarle mensajes, llamados y no acudas a encuentros. No vale la pena si lo tienes a medias. Ya aparecerá alguien ideal para ti. Al estar cegado por este sujeto puede que no veas con claridad a tu alrededor y, posiblemente, tengas  a un enamorado rondando—aconsejé sintiendo como aquellas palabras las decía mi subconsciente a mí mismo y, aquello, se sintió muy extraño.

 

—¡Cómo poder olvidarme de un hombre que tiene un pene hermoso!—detuve mi marcha mirando la espalda del profesor de deporte con desconcierto. Abrí mis labios para entonar un par de palabras, pero estas murieron en mi garganta cuando el timbre dio aviso que las clases de las cuatro de la tarde habían concluido y, con ello, se le daba fin a la jornada escolar.

 

Rápidamente los pequeños invadieron nuestros alrededores corriendo, brincando o los más tranquilos transitando en grupo teniendo charlas bastantes intensas para sus cortas edades.

 

Apresuré mi marcha cogiendo del antebrazo a mi amigo para hablarle muy cerca de su oído.

 

—Saliste con este hombre por dos meses como es posible que tú…

 

—Por dios, Takanori. A la semana estaba enredado en sus sábanas—no podía creer lo que decía con tanta soltura. Una carcajada se me escapó. Admiraba su forma de ser tan desinhibida—. Eso te falta a ti. Necesitas un buen polvo y quitarte este estrés que tienes—le di un codazo para que bajara la voz cuando vi que algunos estudiantes se volteaban tras el vocablo de su maestro.

 

—Aún no salimos de las instalaciones para que hables tan deslenguado—le recordé molesto por su poco filtro.

 

—Según yo, ya estoy fuera. Mi última clase terminó a las tres—entonó haciendo un ademán desinteresado con su diestra.

 

—¡Adiós profesor Asanuma!—vimos como corrió un chiquillo gordito junto a nosotros. Iba sudando con su equipo de deporte sucio. Parecía que se había divertido mucho e iba siguiendo a un grupo de vestimentas en iguales condiciones.

 

—Estoy fuera de clases. No te conozco ni tú me conoces—piqué con mi índice entre las costillas de mi amigo mirándolo desaprobatoriamente mientras el menor se detuvo frente a nosotros. Me saludó con un gesto de mano al aire junto a una sonrisa al percatarse de mi presencia e imité su acto disculpándome con la mirada por el proceder de aquel inadaptado hombre que se hacía llamar “maestro” hasta que un: —. Adiós, chico—esbozado de los labios del deportista se dejó oír seguido de un choque de puños con el colorado y energético estudiante quien, después de aquella mímica con el mayor, corrió de nuevo—. Estos chicos son incansables—sonrió al aire.

 

—Tienes un trato bastante particular con tus alumnos—suspiré tranquilo siguiendo con la mirada al grupito de chicos. Me había sorprendido lo adaptado que estaban los menores a esa personalidad deslenguada del hombre.

 

—Me dejo querer—negué con mi cabeza buscando mi teléfono el cual vibró muy dentro de mi morral. Le tendí el abrigo que llevaba entre mis brazos al particular sujeto mientras buscaba entre mis cosas el aparato que no paraba de timbrar—. ¿Soy una especie de perchero humano?—ignoré sus quejas concentrando en dar con el objeto.

 

—Y, no. No estoy estresado—debatí a lo que había articulado con anterioridad y que había quedado suspendido en el aire—. Tampoco soy de las personas que se juntan con un completo desconocido que hablaban, ocasionalmente, por medio de una aplicación y terminan encamándose. Me aterra que lo hagas—continué dando mi punto de vista mientras batallaba por dar con mi escurridizo teléfono viendo, de soslayo, como Kaolu se afirmaba de un pilar justo a la salida del colegio de enseñanza básica cuando di con el esquivo aparato el cual ya no vibraba. Chisté viendo quien me llamaba. Abrí mis ojos pasmado cuando leí mentalmente su nombre. Era Akira y mi entrecejo se arrugó preocupado. Marqué su número de nuevo, pero no obtuve tono. Estaba ocupado.

 

—Yo creo que es divertido. Y no he tenido ningún problema con nadie, bueno excepto este hombre que me gustó más de la  cuenta. Pero nada más. Además si intentara conocer personas que viven a mis alrededores continuaría célibe—se carcajeó de sí mismo—. Siempre he recurrido al internet para conocer parejas o simplemente tener un buen polvo porque a veces no se me antoja tener a alguien estable mucho tiempo a mi lado—bufó aburrido arrugando su nariz.

 

—Es un sentimiento diferente el tener a alguien a tu lado por un largo tiempo. Los lazos se fortalecen y es realmente difícil pensar en estar separado de esa persona especial…—sentí un dolor en el pecho que creí dormido.

 

—Eres un aburrido—hice un mohín con mis labios en desacuerdo. No me consideraba alguien aburrido, sino “clásico.” Me gustaba la idea de llegar a casa y que hubiera alguien con quien platicar, cocinar, comer o ir acostarse. ¿Acaso eso era aburrido? Coloqué mi teléfono en mi oreja esperando que el seudo bajista me atendiera  después de haber esperado aquel lapsus, pero no dio tono. Su teléfono había sido apagado. Miré el celular extrañado junto a una mueca de desazón—. Siempre me he preguntado… Y, bueno como ahora tenemos esta intimidad y cercanía—alcé mi vista colocándole atención a mi amigo volviendo a intentar llamar al rubio y, en la acción apunté hacia el cruce—. ¿Cuantas parejas sexuales has tenido?—había comenzado a dar un par de pasos hacia la dirección señalada sabiendo que mi acompañante me seguía de cerca. Paré en seco en medio de aquella avenida viendo como a nuestros alrededores aún transitaban chicos. Abrí mis ojos con molestia regañándolo con la mirada para que se ubicara en su forma de hablar—. Vamos, Taka, cuéntame—mis mejillas se volvieron rojas y negué con mi cabeza mientras le arrebataba mi abrigo de su hombro y me acercaba al intersección de peatones para dirigirme hacia la parada de autobuses.

 

—¿Y tú?—cogió mi brazo para que aún no cruzara mientras miraba con intriga detrás de mi espalda. Me giré para observar lo que parecía llamar su atención, pero sólo di con alumnos agrupados o tomando sus respectivas direcciones hacías sus hogares.

 

—Yo pregunté primero—lo observé serio sin dar mi brazo a torcer mientras volvía su mirada a mí.

 

—No lo sé—dijo con sinceridad—. Soy…—se acercó a mi oído con discreción mal disimulada—, sexualmente activo desde los quince años, entonces, por este cuerpo han pasado bastantes— negué con mi cabeza.

 

—Esta información es más de la que me esperaba, pero no sé porqué no me sorprende—suspiré—. Sabes perfectamente mi historia. Yuu ha sido el único—separó sus labios y luego los cerró acompañando estos de una sonrisilla.

 

—Mira—acomodó sus redondas gafas sobre el puente de su nariz manteniendo la vista fija hacia un punto en específico con una sonrisa divertida enmarcada en sus labios.

 

—Dime qué debo mirar porque no tengo mis anteojos a mano—intenté buscar de nuevo en mi bolso por si encontraba mis lentes graduados, pero recordé que los había introducido en una bolsa con documentos la cual dejé bajo mi pupitre en el establecimiento. Pestañé repetidas veces hacia el supuesto punto mientras arrugaba mis párpados como si este gesto me ayudase para que mis ojos enfocaran nítidamente la lejanía, mas sólo pude ver pequeños apartándose en masa.

 

—Posiblemente tu mala racha de sexo se arregle. Ya tienes un candidato—fruncí el ceño sin entender sus palabras.

 

—Ahí, ¡junto al árbol!—intenté forzar mi vista nuevamente, pero mi miopía avanzada no me lo permitió—. No hay caso contigo—cogió la manga de mi suéter y me guió hacia el lado izquierdo donde se encontraba el estacionamiento. Caminé inmerso en mi teléfono intentando por quinta vez llamar al rubio, pero no conseguía localizarlo.

 

—Si vas a llamar, no lo hagas sólo una vez—emití en voz alta chocando con la espalda de mi guía cuando se detuvo.

 

—Lo tendré en cuenta—alcé mi cabeza  viendo al chico que estaba intentando localizar apoyado del tronco de aquel cerezo añoso quien vestía de negro y llevaba la misma sudadera que le había “regalado” hace dos semanas. Se veía misterioso con la capucha puesta y vestido en tonos oscuros a la luz del día—, pero en el proceso me llegó una llamada y esta porquería murió a pesar que tenía carga completa—mostro al aire su teléfono con la pantalla negra.

 

—Está bien. Es que me asusté—emití junto a un exhale incómodo.

 

—Ves te dije: “candidato para tu mala racha”—mi amigo me dio un codazo y yo lo miré molesto. De por sí, tomarme con naturalidad todo lo que había pasado, era complicado y que Kaolu bromeara al respecto  sin saber el real trasfondo me alteraba un poco—. Está bien. No haré mal tercio—entonó cantarín el de anteojos redondos y marco dorado—. Me adelantaré. Y, como soy tan bueno me llevaré tu abrigo para que no estorbe… En lo que sea que vayan a hacer—lo observé leyendo una doble lectura en sus últimas palabras susurradas. Suspiré tendiéndole la prenda sin hacer algún comentario al respecto—. Adiós hijastro de Takanori—el rubio lo miró con el ceño fruncido.

 

—¡Soy Reita, Kaoru!—el de corte rapado se carcajeó dando marcha atrás para llegar al cruce nuevamente.

 

—¡Serás el hijastro hasta que digas bien mi nombre!—gritó desde la calle justo antes de pisar el paradero. Yo me froté la frente sin entender cómo era posible que aquel hombre, algunas veces, fuese tan infantil.

 

—Cuando lo vea le partiré la cara—frunció el entrecejo el menor.

 

—No. Si no me quedo sin casa—sonreí viendo como su rostro se dulcificaba. Corté aquel gesto algo cohibido, aún no me acostumbraba a este “nuevo” Akira. No sabía cómo actuar frente a él a pesar que me había dicho que me comportara como siempre, pero eso no podía ser porque sentía que mis gestos los podía mal interpretar y, no quería que se sintiera mal. Humedecí mis labios cambiando mis facciones faciales viendo como se aproximaba el bus que le  correspondía a Kaolu. Me giré viendo la parada. Mi amigo ya se había marchado—. ¿Ocurrió algo?—lo cuestioné inquieto viendo como alzaba sus ojos de su celular el cual intentaba encender.

 

—Pensé… qué hoy podrías acompañarme a la casa de esta chica…—carraspeó despegándose de la madera del árbol tomando del suelo un casco negro el cual no había visto.

 

—Claro—emití entusiasta. Estaba esperando aquello, pero tampoco quería que se sintiera presionado a proceder, por ello esperé paciente a que él se animara—. Y, ¿ésta chica tiene nombre?—pestañeé viendo su perfil mientras caminábamos hacia el estacionamiento improvisado del colegio. Únicamente era una área libre del espacio donde se había edificado aquel monumento y era usado por los maestros o apoderados de dicho lugar.

 

—Lucy—despegué mis labios. El rostro pequeño de mis hermanas gemelas llegó a mi mente al oír aquel diminutivo.

 

—Lindo nombre—sonreí con nostalgia viendo como erguía sus hombros desinteresado en el tema. Cuando llegamos al estacionamiento nos acercamos a una moto. Akira sacó unas llaves de su pantalón y me tendió el casco que llevaba en su antebrazo—. ¿No se supone que Yuu te la había quitado? Pensé que la había vendido…—la miré detenidamente y me percaté que era otra.

 

—Bueno, como siempre, nos mintió. La dejó en casa de mi madre y, como quedó un poco destruida después de aquel choque—¡¿un poco?! No me quería ni acordar de ese horrible incidente en su cumpleaños número dieciocho—. Vendí uno de mis bajos. La reparé y la di en venta para comprar esta preciosidad—sonrió al objeto de diseño intimidante sacando otro casco de un compartimento trasero.

 

—Pero no tienes licencia…—le quitó importancia haciendo una ademán desinteresado con su mano subiéndose al vehículo mientras ajustaba su casco. Rodé mis ojos, ese chico no aprendía.

 

—Vamos, póntelo—apuntó al material de plástico entre mis manos.

 

—¿Qué tal si me das la dirección y nos juntamos allá? No me gusta esto de romper las leyes. Si estas restringido deberías cumplir tu castigo—encendió el motor ignorando  mis palabras.

 

—Es hora de aventurarse, anciano. Vamos, no pasará nada; estoy sobrio—se rió como si aquella Azaña pasada no le hubiera significado varios huesos rotos—. Seré cuidadoso. Además, no está muy lejos de acá—suspiré sentándome sobre el acolchado colocándome el casco mientras me recriminaba internamente por ser tan dócil y hacer aquel acto descabellado—. Sujétate bien—articuló mientras contorneaba su cintura y me apegaba a su cuerpo—. Cuidado donde oprimes que soy bastante sensible ahí abajo—alcé mis extremidades de su abdomen enojado por sus palabras oyendo como se carcajeaba y colocaba en marcha aquella imponente moto provocando que me aferrara con ímpetu contra su abdomen.

 

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—¿Te encuentras bien?—oí la voz Akira cuando me aprisioné a su cuerpo, más de lo debido, tras ver como doblaba por una avenida que yo solía transitar de ida y de regreso, sin desviarme, hacia mi antigua casa; la cual guardaba tantos recuerdos que quisiera olvidar. No respondí su preocupado cuestionamiento y éste se concentró en conducir despacio por aquel barrio buscando la dirección correcta.

 

No es la única casa—exhalé sin tono intentando apaciguar el remolino de emociones que me estaba bombardeando. Claro, había una hilera doble de iguales edificaciones situadas una al lado de la otra. Esto sólo era una burla del destino; una broma sin sentido…

 

Pero cuando se detuvo frente a la morada que era de mi abuela y que pasó al nombre de mi madre, mi sangre se heló. El motor fue apagado. El rubio de raíces prominentes descendió quitándose el casco; arregló su cabello y, en el proceso, preguntó:

 

—¿Pasó algo?—intrigado por mi cambio introspectivo y alerta.

 

—No lo sé… —articulé mirando la casita baja pintada, ahora, en tono amarillo mostaza y jardín floreado. Me bajé de la moto sin dejar de mirar hacia los alrededores con temor.

 

—¿Cómo?—me miró sin entender al darle aquella respuesta  sin sentido—. Te ves algo pálido—negué tendiéndole el casco el cual guardó y el otro lo dispuso en su ante brazo mientras caminó delante de mí a la vivienda.

 

—¿Qué número es?—pregunté pensando que podría estar equivocado. Quizá podría ser la casa del costado derecho o izquierdo e incluso las del frente. ¿Por qué precisamente tenía que ser esta?

 

—6022—entonó deteniendo sus pisadas para girarse hacia mí.

 

—¿Seguro?—debatí.

 

—Completamente. Ya había venido a dejar a Lucy; una vez en la madrugada y sólo llegué a la esquina. Pero la vi entrar aquí—tragué duro viendo como detrás de la espalda del chico se abría la puerta y salía una chica de cabello largo y lizo. Llevaba anteojos y una vestimenta algo desalineada: Katherine pensé de inmediato viendo como el menor se aproximó a ella preguntándole si estaba Lucy, su hermana gemela. La muchacha lo miró con desconfianza mientras deslizaba sus anteojos sobre su puente y ordenaba su tupido flequillo recto hacia los costados. Vi como mi hermana se devolvió hacia la casa y abrió la puerta dejando esta entre abierta.

 

—Sí está—me informó volviendo a mi posición estática—. Le dije que buscaba a Lucy y le mentí diciéndole que éramos un par de amigos para que saliera porque si sabe que soy yo me manda a la mierda—asentí intentando hacer una mueca en forma de risa, pero esta no salió. Akira me miró extrañado por mi estado, pero antes de cuestionarme firmemente salió Katherine informándonos que ya venía su hermana y, sin que mi presencia le llamase la atención, ella continuó su marcha interrumpida en dirección hacia la parada de autobús.

 

Nos acercamos a la puerta mientras yo miraba con desconfianza hacia mis alrededores, sentía que de la nada iba a aparecer Kiyoharu y nos iba a empapelar en insultos. Inspiré intentando calmarme cuando divisé un rostro idéntico a la menuda que se había ido hace unos segundos. Esta se aproximó desde el interior del domicilio observándome sin entender quién era. Luego sus ojos dieron con Akira. Su mirada dio estupefacta con él, pero, rápidamente, su estado sorprendido por su presencia pasó a ira. Iba a cerrar nos la puerta, pero el chico se interpuso pausando el acto con su pie entre el marco y su antebrazo lo posó sobre la madera antes que esta arremetiera frente a nuestras narices.

 

—Espera, Lucy—articulé viendo como la muchacha miraba con furia al veinteañero interponiéndose en su cometido.

 

—Me quiero disculpar por mencionar que te hicieras un aborto. No te lo pedí, sólo fue una opción—contrajo su mandíbula la castaña dejándonos apreciar como sus ojos se llenaban de lágrimas las cuales no se atrevió a derramar. Dejó de hacer fuerza contra la puerta para limpiar sus ojos.

 

—Eres… un imbécil—murmuró quebrado.

 

—Me lo han dicho bastante—bromeó—, pero no estoy listo para tener que sentar cabeza y cuidar de un bebé.

 

—Yo tampoco—emitió la chica—, pero esto es culpa de ambos—Akira suspiró.

 

—Se supone que tú me dijiste que estabas tomando esas mierdas de anticonceptivos, ¿me mentiste?—la menor alzó su rostro deslavado mostrando unos ojos rojos.

 

—Eres un hijo de puta—murmuró la castaña de cuerpo tatuado mostrados a la luz con orgullo al utilizar una camiseta suelta de tirantes—. ¿Crees que quedé…embarazada a propósito?—me sentí fuera de lugar en esa conversación que les correspondía a los dos y a solas. Akira resopló—. Y no te mentí. ¿Sabías, acaso, que esas mierdas no son cien por ciento efectivas? Pues te informo que no lo son, y tú también debiste haber utilizado condón. Aquí no soy la única culpable—Suspiré.

 

—No sacan nada hablando del pasado el cual no se puede rectificar—ambos se miraron serios—. Es mejor que discutan que va a ocurrir ahora. Sé que es difícil tener a un bebé y más aun a las edades de ustedes. Con Akira queríamos decirte que te apoyaremos en la decisión que tomes, tanto emocionalmente como monetariamente—la chica me miró como si se preguntase quien era este sujeto, y me dio un regusto de tristeza que no recordase a su hermano, bueno, medio hermano mayor. Pero acá la culpa la había tenido su padre, quien no me dejaba acercarme mucho a ellas. Siempre lamenté la lejanía con la cual teníamos que convivir como si yo tuviese alguna enfermedad contagiosa.

 

—Disculpa, pero, ¿quién eres tú?—despegué mis labios mirando a Akira sin saber que responder.

 

—Soy el tutor de Akira—el nombrado me miró alzando una ceja mientras yo me erguía de hombros.

 

—¿Tutor?—cuestionó el chico.

 

—Vaya, vaya…—mi sangre se  heló al oír aquel timbre tétrico—. Takanori Matsumoto, ¿cuánto tiempo sin ver tú cara de marica? Mírate, estas peor cada vez; cabello rubio y largo y esa vestimenta tan afeminada… Fue perfecto que te hayas largado de casa. No toleraría tener a un “hombre biológico” comportándose y vistiéndose como todo un libertino asqueroso—me sentí pequeño e indefenso. Era como en mis tiempos de adolescencia nuevamente; lacerado por sus palabras y sin poderle contestar nada sino  quería ser golpeado una y otra vez—. ¿Ahora tienes la osadía de aparecerte por acá? ¿Ya no te provoco miedo?—tragué duro mirando aquel hombre quien caminaba lento, amenazante como un gato ante su juguete favorito con el objetivo de acercarse hasta donde nos encontrábamos: La entrada de la casa. El rubio junto a mí me miraba sin entender, ¿cuál era el vínculo que tenía con aquel hombre? Seguro debía estarse preguntando.

 

Matsumoto…—murmuró mi hermana. La miré de reojo.

 

—¿Qué quieren?—observó a Akira y luego a la gemela.

 

—Hablar con Lucy de un asunto privado—el mayor alzó una ceja tras las cortantes consonantes del joven muchacho a mi costado diestro.

 

—¿Así que tú eres el creador del bastardo que lleva mi hija en su vientre—Akira lo miró amenazante—. No quiero que te vuelvas a acercar a ella ni a su hijo.

 

—Se supone que eso lo tengo que decidir yo—emitió la chica con valentía. Kiyoharu Mori siempre había sido violento y abusivo conmigo, pero con ellas, sus únicas hijas, su trato era completamente diferente. Las adoraba, las cuidaba y mimaba; por ello Lucy no tenía ni una pizca de miedo a diferencia mía.

 

—Tú no puedes decidir nada. Te crees una adulta madura a los veintiún años y sigues pensando y actuando como una niña. ¡Te abriste de piernas con el primer idiota que se te cruzó por el frente, dios!—el hombre paseó sus ojos hacia el rubio—. Largo de aquí. Si quieres ser un “padre presente” tendrás que casarte con mi hija, sino piérdete de mí vista. No quieres que te muela a golpes, ¿cierto?—al esbozar lo último me miró a mí—. Y llévate a este bastardo maricón de mi casa—se aproximó a mí y me sonrió tétricamente mostrándome su doble corrida de dientes amarillentos.

 

—Esta casa ni siquiera es tuya—murmuré tembloroso—. Se la robaste a mi madre cuando la internaste en aquel centro psiquiátrico—mi mentón tembló cuando el mayor me cogió del cuello de mi camisa y me empotró contra el concreto de la fachada justo a un lado del umbral del domicilio. Fue como en los viejos tiempos. Podía saber lo que seguiría a continuación, pero Akira empujo al hombre haciéndolo perder el equilibrio. Éste terminó cayendo sobre su trasero entre el pasto y el caminito de piedra. Miré la cruel expareja que había tenido mi progenitora mientras respiraba agitado y mis ojos buscaban los del músico.

 

—¿Mi madre no está muerta?—miré a la pasmada chica  viendo como el hombre, ahora canoso, se alzaba.

 

—Vamos. Vete a tu cuarto Lucilla. Y, ustedes, lárguense sino llamaré a la policía—Akira me abrazó acariciando mi nuca y mi espalda. Temblaba de pies a cabeza.

 

—¿Estás bien?—no podía hablar porque el llanto y la conmoción mezclada con la hiperventilación me lo impedía. Lloré en su pecho sintiendo como sus brazos me contenían. Akira me guió hasta donde dejó su moto y me sentó en el asiento sin dejar de acariciar mi espalda mientras mi rostro no dejaba de estar enterrado en su pecho intentando por todos los medios que aquella crisis amainara—. Tranquilo, estoy aquí, no dejaré que nadie te haga daño—asentí.

 

—¿Necesitan algo?—di un respingo oyendo una conocida voz perturbar aquella pequeña área que Akira había creado para mí para darme contención a aquella molesta ansiedad.

 

—Un poco de agua con azúcar—emitió el rubio, y Lucy corrió por aquella solicitud. Cuando la muchacha volvió Akira me ayudó a beber aquel líquido con cuidado y poco a poco fui controlando mi estado.

 

—Mi papá dijo que habías huido de casa—miré a la muchacha hablar culpable—. No sé por qué nunca te busqué. Quizá tenía algo de resentimiento por no quedarte con nosotros, además de que mi padre nos llenó la cabeza de cosas que la verdad, al verte, lo pongo en duda.

 

—Lucy, no creo que este sea el momento…

 

—No huí—sonreí sorbiendo mi nariz mirando el suelo como si en aquel cemento estuviesen pasando un filme de mi pasado—. Él me echó después de golpearme en la entrada de esta misma casa. Me fui con lo puesto—ella me observó con tristeza—. No puedo creer que él les haya dicho algo tan terrible como que nuestra madre había muerto—negué con mi cabeza incrédulo y miré hacia los alrededores preocupado—. No es bueno que estés acá con nosotros. Kiyoharu podría…

 

—No. Está en la sala bebiendo. Supuestamente estoy en mi cuarto encerrada. No irá a molestar. No me quiere ni ver al saber que estoy embarazada—hizo una mueca de medio lado mirando el perfil del chico—. Me gustaría ver… a mi madre. Estoy segura que a Kathy también le gustará saber de ella…

 

.

 

Cuando llegamos a la casa de Kaolu, ya era de noche. Se podían ver como los faroles se encendían de apoco así como las casas, vacías durante el día, volvían a tomar vida mostrándonos a los vecinos llegar con sus autos o transitando por los alrededores.

 

Descendí de aquella moto entregándole el casco al chico quien, después de despedirnos y darnos un número de contacto con mi hermana, no habíamos entablado ningún tipo de conversación.

 

—¿Estás bien?

 

—Sí—afirmé ignorando el hecho ocurrido minutos atrás—. Gracias por traerme. Sé que tienes que ir a preparar tus cosas para tocar. Así que no te retraso más—le sonreí avergonzado—. ¿Nos vemos entonces?—le hice seña con mi diestra dispuesto a girarme, y entrar a la casa. Pero Akira se quitó su casco, extendió su mano y cogió la mía.

 

—Aún estas temblando.  No estás bien.

 

—Son consecuencias. Esto se me va a ir pasando poco a poco… —el chico tiró de mi diestra atrayéndome hacia su pecho donde me envolvió con sus brazos muy fuerte. Me quedé sin aliento porque normalmente era yo quien insistía, en el pasado, en tener esta cercanía con el rebelde chico.

 

—Jamás se me pasó por la cabeza que tu padrastro sería un tipo como él… Una completa abominación como me habías dicho. Por él estas así, ¿cierto?—suspiré cabizbajo.

 

—Él no fue una figura buena para mí. Mi madre lo conoció cuando yo era pequeño y se aferró a él a pesar de todo lo malo que podía tener. Ella era inestable; tenía depresión endógena causada… por una horrible noche y por mí. Pero todo se acrecentó con Kiyoharu.

 

—¿Cómo qué por ti?—frunció su entrecejo sin entender mientras yo moví mi nuca de forma negativa.

 

—Es una larga historia que, la verdad, ahora no tiene cabida. Sé que Yuu actuó mal y tiene muchos defectos… pero él me ayudó mucho a superar esto—el chico hizo un gesto torcido con sus labios y me aventuré a colocar mis palmas sobre su quijada—. Tú también me has ayudado mucho.

 

—Claro, siendo una mierda—bromeó mirándome fijamente—. Quiero saber todo de ti, pero siempre me doy cuenta que estoy a kilómetros detrás de mi padre—negué riéndome mientras mis ojos, nuevamente, se llenaban de lágrimas.

 

—Claro que no. Bueno quizá sí fuiste un poco difícil en el pasado; pero habían muchas razones detrás...—dije limpiando la línea de agua de mis pestañas inferiores—. A veces las historias pasadas son guardadas porque duelen sacarlas a la luz. No pienses que no confío en ti porque estás errando—el chico frente a mi suspiró—. Además no entiendo este empeño tuyo de querer “ganarle” a tu padre en conocimientos hacia… mí—abrí mis labios y los cerré incómodo. Observé al chico y negué con mi cabeza—. Deberíamos, simplemente, preocuparnos de que mi futuro sobrino o sobrina no le falte nada—esbocé con seriedad porque aquí ese era el tema primordial.

 

—Lucy se parece demasiado a ti; debí suponer que tenían alguna clase de distorsionado parentesco—sonrió irónico al cielo azabache—. Ahora resulta que tendrás un sobrino y yo un hijo o lo que sea y seremos una hermosa familia feliz. Puto destino…—murmuró en tono bajo haciéndome carcajear. A veces había que reírse junto con el, ¿no?

 

 

Notas finales:

Holas.

No se acostumbren  a los capítulos largos…

Espero que sus sospechas hayan sido las correctas sobre la “chica” embarazada. Lucy tiene carácter y Reita también. Son la pareja perfecta.

Nuevamente Reita y Taka tienen otro jodido vinculo.

¿Qué pasará?

Gracias por sus leídas y comentarios. Son un amor y las adoro mucho por leer estas cosas que escribo.

Un beso.


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