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Vinculados por koru-chan

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Capítulo diecinueve:

 

Recuerda: Él tiene azúcar en la boca y veneno en el corazón…

 

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Había pedido un café con leche de soya mientras esperaba en aquella cafetería popular situada, estratégicamente, entre una avenida concurrida que conectaba con el centro de la ciudad.

 

Estaba inquieto moviendo mi pierna zurda en un sube y baja constante por el arribo del rubio bajista a aquel punto de encuentro que le había mencionado por texto el día anterior. Mordí mi labio viendo la hora en mi teléfono: Quince minutos tarde. Inspiré—a esas alturas—sin una pizca de paciencia. Fruncí mi entrecejo buscando en la lista de contactos su número para llamarlo y saber si vendría. Y, cuando iba a picar el ícono del auricular, una notificación hizo vibrar el dispositivo entre mis palmas. Pensé que posiblemente era un mensaje de Akira y, por ello, miré la barra superior la cual me rebeló un par de palabras que no alcancé a leer.

 

—¿Y esa cara de estreñido?—alcé mi vista, antes de corroborar el remitente del texto, encontrándome con el bajista quien llevaba el característico casco de su moto y su cabello algo húmedo el cual descendía por su joven rostro completamente enmarañado. Este se lo atusó hacia tras sin protocolo alguno.

 

—¿Cuál es la manía de siempre llegar tarde a todos lados? Estoy hace media hora esperándote, Akira.

 

—¿Media hora?—entre cerró sus ojos dejando el duro plástico esférico sobre la madera vintage del local. Se sentó sobre la silla frente a la redonda mesa hurgando sus bolsillos donde sacó su teléfono celular. Lo observó y luego posó sus ojos pardos en mí—seguro—enojado rostro—.  Corrección: Diecinueve minutos.

 

—Treinta. Llegué antes acá; porque eso es ser puntual—el chico rodó sus ojos.

 

—Sabes que soy así. Y, si vamos a tener nuestra primera cita, ser novios y quizá casarnos, tendremos que asumir nuestras fortalezas y debilidades—lo miré sin entender a qué iba su perorata sin sentido. Luego recordé que yo había sido el culpable al mencionar la palabra “cita” en mi inocente mensaje de texto del día anterior. Pero no me refería a nada amoroso sino a un trasfondo de calibre complicado.

 

—¿De qué hablas?—arrugué mi nariz. A veces sentía que debía corroborar si el chico hablaba en serio o si, realmente, su cabeza estaba situada en otro planeta.

 

—¿Estás realmente molesto porqué llegué tarde o por algo más? O quizás, simplemente, este celibato llegó a su límite y estás, poco a poco, convirtiéndote en un frustrado ogro—contestó con una pregunta tamborileando sus dedos índices contra la madera mirando a los alrededores. Eran las once de la mañana y la cafetería estaba bastante vacía; los días de calor ahuyentaban un poco a la gente a beber cafeína independiente de su presentación—. Yo podría solucionar eso, claro si me dejaras… —susurró sin mirarme.

 

—Akira…—exhalé como advertencia. El chico me miró y, por primera vez en aquel encuentro, observé como el menor tenía unas ojeras marcadas. Su bostezo no ayudó a tapar aquel cansancio que parecía atacar a su cuerpo—. No has dormido bien—afirmé con empatía; pero por mi mal humor, pareció como que lo estaba sermoneando.

 

—No me regañes como si fueras mi madre—chistó mirándome molesto mientras lo veía coger aquel café frío frente a mí el cual le había dado un par de tragos. Pareció analizar el líquido y llevó  la pajilla a sus labios. Sorbió el contenido he hizo una mala cara como si este estuviese amargo e indigerible cuando no era así—. ¿Qué madres es esto?—escupió al aire sin esperar mi respuesta porque continúo bebiendo el contenido—. Me quedé dormido. Ayer llegamos tarde. Tuvimos una reunión con la banda y un productor que nos fue a ver tocar—contestó al fin. Alcé una ceja intrigado—. No te emociones. No confío mucho en él—despegué mis labios sin saber que decir al respecto.

 

—Es mejor que seas escéptico. Soy un completo ignorante sobre el tema artístico, pero siempre se escuchan sobre estafas y esas cosas—asintió—. Eso es café con leche de soya—respondí apuntando el translúcido plástico viendo como el rubio hacia una mala cara mirando de nuevo el contenido aún no muy bien fusionado.

 

—No soñaré nada hasta que pise un estudio—me guiñó un ojo desparramándose sobre la diminuta mesa mientras me analizaba cuidadosamente e ingería el frío brebaje que parecía disgustarle—. Supongo que esto tiene café de verdad, ¿no? Porque esta mierda de soya no es “leche”—rodé mis ojos.

 

—Es café real. Y no es un capricho mío que haya pedido con “bebida vegetal”. No puedo consumir lactosa por mi intolerancia.

 

—Claro, pero puedes consumir de la otra leche…—fruncí mis ojos oyendo como degustó con malicia aquella frase, pero no pude debatir nada porque su voz me volvió a interrumpir—. ¿Te pintaste de nuevo el cabello?—llevé mi vista a mi teléfono el cual vibró dentro del bolsillo de mi camisa oscura. Miré la pantalla bloqueada: Tenía un mensaje de Lucy y de un número desconocido. Desplegué el de mi hermana y el otro lo ignoré: Ya estoy acá. Vienes, ¿no?Aquello me incitó a levantarme de mi asiento. Pero antes, le contesté un rápido: Sí, en camino. Para luego mirar afirmativamente al rubio colocándome un mechón de cabello detrás de mí oreja. Lamentablemente el color no había quedado igual a mi tono de castaño natural y oscuro, sino había tomado un extraño tono achocolatado sobre aquel rubio platino.

 

—Es difícil mantener el rubio—me alcé del asiento haciendo que el chico me siguiera—. Retocar la raíz y mantener un cabello sano no fue mi parte favorita—la puerta hizo un pequeño tintineo cuando emergimos a la ruidosa avenida.

 

—Yo no lo hago. Me gusta el efecto que da cuando la raíz queda oscura; así, cuando levanto mi cabello en una cresta, se ve genial—analicé al joven junto a mi quien despeinó sus húmedas hebras que así, al natural, se veía un corte sin ninguna forma a diferencia como lo peinaba para tocar.

 

—Claro, tú siempre eres muy despreocupado para todo…—susurré tornando mis pisadas hacia nuestro destino que quedaba al lado opuesto del centro de la ciudad. Por nuestra caminata podíamos vislumbrar edificios y pequeños almacenes en aquella tranquila periferia de la urbe mientras pensaba en cómo decirle a Akira el cometido de aquella reunión.

 

—¿Qué insinúas?—vociferó el veinteañero haciendo sonar el escaso contenido de aquel vaso desechable.

 

—No insinúo nada. De verdad lo eres; nada te parece importar—fruncí mi mandíbula mientras cruzábamos la calle.

 

—¿Qué te pasa? Hoy estás muy cortante  y con un humor de vieja menopaúsica—bufé intentando calmar mi estado cascarrabias el cual había salido a flote por la preocupación latente que tenía hacia mi hermana y por el estrés que conllevaba hacer a Akira un participante activo de aquel sorpresivo vínculo; hacer que aquellos dos cuajasen en una pareja sería titánico. Paré en seco aquella caminata.

 

—Estoy preocupado—sinceré en un suspiro—, y tú pareces estar viviendo tu vida como si nada hubiera pasado ignorando completamente tus responsabilidades con…—lo vi acercarse a un contenedor de basura para deshacerse del plástico ya vacío.

 

—Lucy.

 

—Ella—entoné muy bajo viendo al muchacho suspirar pesadamente—. No la has llamado, no le has contestado los mensajes y, ni siquiera le has respondido cuando ella te llama— frotó la mitad de su cara con su palma agotado.

 

—¿Qué puedo hacer cuando ella no me importa? Me molesta que sea tan malditamente insistente. Sé que tengo “obligaciones” y las tomaré en su debido momento—exhaló tras una pausa—. Esto sonará horrible, pero ella quiso seguir adelante con esta locura y sí, me ofrecí a apoyarla, pero eso no significa que seremos pareja y lo intentaremos por ese niño…—mordí mi labio inferior. Claro que no le importaba. ¿Por qué estaba forzando una instancia para que ellos dos estén juntos? Era como si intentase librarme de dos situaciones: Los sentimientos de Akira hacia mí y que mi hermana esté plena con este suceso. Froté mi frente detestando aquello que estaba maquinando sin detenerme a pensar un poco.

 

—No es cosa de importar, es sentido común. Ella está embarazada y tú debes actuar como es debido siendo responsable y atento a los por menores. Ser padre implica eso. No sólo dar dinero y a veces pasar tiempo con el bebé.

 

—Pero el bebé aún no está acá…—exhalé duro. Nada ablandaría el corazón de aquel muchacho.

 

—Sabes que hay situaciones que ella no puede afrontar sola, ¿no?—me acerqué al chico y cogí su diestra tirando de ella levemente para que me siguiera el paso. El chico caminó sin réplica, posiblemente queriendo descubrir el trasfondo de todo ese bosquejo—. Sé que me vas a odiar por esto, pero te cité acá porque hoy es el primer chequeo de Lucy. Y ella quería que estuvieras ahí. Te llamó, te mensajeó y nunca tuvo respuestas tuyas. Estaba asustada y muy afligida por todo lo que le estaba pasando. Sabía que tu acudirías a donde sea que te citase y abucé un poco de ese privilegio… —el músico, en un arrebato, se soltó de mi zurda justo cuando el edificio clínico se dejaba distinguir con su pulcra y moderna apariencia.

 

—De todas las personas jamás imaginé que tú trapearías el piso con esta mierda de sentimientos que tengo hacia ti…— me apuntó con su dedo furioso mientras yo no sabía qué hacer; que lo verbalizara de esa forma se oía horrible—. Eres tan cabrón como el farsante de mi padre o el hijo de puta de Yutaka.

 

—¡Te equivocas!—entoné cogiendo sus antebrazos—. Lo hice porque sabía que no vendrías. Fue una acción desesperada porque quiero ver a mi hermana estable emocionalmente; no la he visto bien en este proceso y pensé… ciegamente. Mi intención jamás fue… jugar contigo—vi como el menor de los Shiroyama-Suzuki se alejó de mi para irse de aquel lugar. Apreté mi mandíbula con desazón—. Akira, por favor no te vayas; sólo por esta vez, quédate. Dale un respiro a mi hermana—el chico bufó.

 

—Bien, pero no seré amable; no pretenderé dar falsas esperanzas…—tragué duro. ¿Qué podía replicar después de aquello?—. Después de esta mierda no quiero volver a saber de ti. No después de haber descubierto como eres realmente—despegué mis labios para disculparme, pero Akira caminó hacia la escalera de la entrada del centro médico y sólo me quedó seguirlo.

 

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Después de una corta llamada para saber la ubicación exacta de la chica, llegamos a destino.  Preguntamos en recepción si podíamos ingresar al ala de maternidad donde la menor se encontraba en estos momentos para acompañarla. Una enfermera muy joven nos condujo por un pasillo muy silencioso y solitario hasta que abrió una de las puertas mostrándonos una amplia sala ginecológica donde, sola, se encontraba la castaña tatuada recostada sobre una camilla a la espera de ser examinada.

 

—Tomen asiento. La doctora vendrá en un par de minutos. Ahora está atendiendo a una paciente—informó la delgada y formal mujer mientras yo asentía a sus palabras teniendo entre ceja y ceja el actuar del rubio molesto, quien no tardó en ingresar al cuarto de mala gana sentándose en una silla con ruedas que deslizó desde el frente de un pulcro escritorio donde depositó sin cuidado el casco que cargaba consigo. La menor siguió con sus cuencas al bajista quien ni se inmutó al verla recostada.  Se notaba increíblemente sorprendida al ver la presencia del futuro padre de su bebé, pero, rápidamente, aquella sorpresa mutó a un claro disgusto. Se sentó sobre el acolchado de cuero sintético sin quitar sus ojos del chico y cuando la enfermera cerró la puerta, interrumpí su escrutinio hacia el muchacho quien estaba en presencia, pero completamente perdido en sus pensamientos los cuales, quizá, eran sucesos lacerantes hacia mí persona por mi erróneo acto reciente.

 

—Perdón por la tardanza—entoné acercándome a la menor mientras esta me sonreía y estiraba sus extremidades superiores para darme un abrazo como saludo.

 

—Ya pensaba que no podrías venir por tu trabajo—negué viendo como la muchacha miraba el perfil del chico quien parecía observar la periferia más que nada para no ser parte de nuestra plática.

 

—No. Hoy trabajo sólo en la tarde. Nos atrasamos por otro motivo… —dije afligido sentándome en una cómoda silla a un lado de la camilla viendo como la castaña se volvía a reclinar.

 

—Cierto. Olvidé ese detalle. Que tonta soy…—admitió humedeciéndose los labios viendo como el molesto bajista se alzó del acolchado caminando por los alrededores como animal enjaulado. La menor lo siguió con la mirada—. No pensé que  tú… —inspiró—. La verdad creí que ya no te vería más, Reita—dijo la chica  acompañando de un suspiro de alivio haciendo que el amateur músico volteara hacia nosotros.

 

—Sorpresa—gesticuló meneando sus manos en el aire irónicamente sin una pizca de alegría en su rostro acompañando aquella palabra. La menor hizo una mueca de medio lado mirándome y yo no supe que decirle más que encogerme de hombros.

 

—Entonces, ¿qué haces acá si sólo pareciera que quieres desaparecer?—masculló entre dientes perfectamente audible a través de esa habitación densamente silenciosa.

 

—Porque me mintieron—el rubio me miró con desprecio y la chica me  observó sin entender del todo y luego volvió a mirar al músico.

 

—Eres libre de largarte, Akira—entonó ella con los ojos aguados, pero en vez de derramar aquellas lágrimas prefirió tragárselas—. Me ilusioné por unos segundos. Pensé ingenuamente que habías acudido por voluntad propia, pero veo que nada podrá amedrentar tus nulos sentimientos por mí o hacia este niño que, para tu información, también es tuyo—el chico frunció su mandíbula sin replicar sobre qué haría.

 

—¿Hasta qué maldita hora tendremos que esperar?—bramó desordenándose los cabellos con exaspero mientras se acercaba a una silla junto a mí. Implícitamente se quedaría a aquel procedimiento. La  embarazada a un lado mío frunció sus labios mirándome con desconcierto. Observé al chico para saber el porqué hacia las cosas como las hacía, mas nunca encontraba el motivo de su actuar. Cuando parecía que iba hacia la izquierda terminaba yendo, sin ninguna razón, hacia la derecha. Era como si luchara constantemente consigo mismo—. Tengo cosas importantes que hacer—captó mis ojos harto de la situación sólo para joder un poco más nuestra existencia porque así era él. Suspiré evitando decir cualquier cosa ya que el chico tenía la capacidad de armar una hecatombe con sólo una palabra; si además le sumábamos que me había embarrado hasta el tuétano por lo ocurrido hace un par de minutos atrás. Estaba completamente condenado si abría la boca.

 

—Acaso, ¿Esto no es una “cosa” importante?—cuestionó herida la embarazada sin observarnos mientras frotaba su, aún, plano abdomen.

 

—No es algo que yo elegí.

 

—Yo tampoco, maldita sea—se alzó, levemente con la ayuda de sus codos lacerando con la mirada al rubio—. Pero yo estoy acá cuidando de mí y de este ser que no pedí porque es lo que corresponde de ahora en adelante. Y tú podrías poner de tu parte y no cargar a Takanori con todo esto que no le corresponde—miré a los chicos sin saber que decir más que: Cálmense o guarden silencio. Froté mi frente incómodo.

 

—Te dije que te iba apoyar, pero no implica “parecer” que somos una pareja feliz porque no lo somos, posiblemente para muchas cosas como esta no voy a estar presente. Sácate eso de la cabeza, niña. Además sólo estoy acá porque Takanori “me pidió” que viniera. No lo hice por ti—abrí mis ojos cruzando mirada con el rebelde futuro padre quien no tardó en fruncirme el ceño. La tatuada, ajena a nuestros conflictos, le tembló el mentón y aunque sus ojos se llenaron nuevamente de lágrimas coléricas, esta no derramó ninguna frente a los ojos de su expareja. Me alcé aproximándome hacia la menor ayudando a que se recostara cuidadosamente siendo partícipe de como sus ojos derramaron un par de gotas salinas que se perdieron entre sus sienes. Limpié con detención aquel reguero mientras le susurraba que estuviese tranquila. Guardamos silencio un par de minutos mientras Akira se calmaba y tomaba asiento en la silla que correspondía a la doctora; alejado completamente de nosotros para evitar cualquier tipo de disputa.

 

—Buenas tardes. Disculpen la espera. Estaba atendiendo a una paciente en estado delicado—nuestras cabezas cabizbajas se alzaron al ver a una mujer de mediana edad de cabello corto y recto, maquillaje sobrio y ropa formal bajo una bata blanca y elegante la cual poseía su nombre bordado sobre su pecho izquierdo. Akira se levantó apoyándose de una de las paredes frente a la camilla. En su rostro tenía dibujado el hastió que sentía; sólo quería que ese trámite concluyera e irse de ahí—. ¿El padre de la criatura se encuentra aquí?—preguntó casual la mujer mientras se colocaba unos guantes de goma. Observó a los dos hombres en aquella sala y luego aplicó una sustancia translúcida en el vientre lizo de la chica adornado con diminutos lunares. Esta jadeó levemente—. Lo sé,  está frío—se rió la mayor—. Lo siento—sonrió tomando un aparato entre sus manos posándolo sobre la barriga inexistente de la delgada chica—. ¿Y bien?

 

—Yo. Por desgracia—articuló Akira con desinterés. La doctora alzó sus cejas hacia la menor y luego suspiró continuando con su trabajo informándonos lo que veía y contestando ciertas preguntas de la embarazada primeriza.

 

—Aún es complicado saber el sexo del bebé; puedo dar un aproximado si la criatura lo permite, pero no será un porcentaje claro—la doctora continuo deslizando aquella máquina por el vientre de mi hermana.

 

—Eso ni siquiera tiene forma de “bebé”—murmuró Akira mientras Lucy colocaba una mala cara hacia el progenitor. Fruncí el ceño mirándolo para que cerrara su boca de una vez. El rubio me miró murmurando un: Yo no veo nada. Seguido de un inocente encogimiento de hombros.

 

—Mira. No sé qué problemas tienen ustedes dos, pero es mejor que los olviden. No puedes estresar a tu novia. No en su estado porque las consecuencias del estrés son serias—la mujer miró a mi hermana con severidad—. El parto podría adelantarse y ello acarrearía la inmadura concepción, además de afectar el peso del niño, debilitamiento del sistema inmunológico en tu caso y, con ello, infecciones urinarias y un gran etcétera—terminó la doctora mirando al chico quien seguía con su pose de indiferencia.

 

—Me cuidaré. No dejaré que esta estupidez me afecte—terminó con sus ojos clavados en el ofuscado músico. Este bufó, irguió correctamente su anatomía, tomó su casco y salió de la consulta sin entonar palabras. Hice una mueca de medio lado viendo como la madera era cerrada.

 

—¿Y bien, quieres saber el sexo del bebé?—la chica negó

 

—Es mejor que esperemos—articuló la menuda castaña mirando la pantalla que mostraba formas difusas y un latir de un pequeño corazón.

 

—A la semana dieciséis veremos si será niño o niña—articuló la obstetra pasándole una toalla de papel para que la menuda chica se limpiase el vientre lleno de gel mientras la mayor se alzó de aquella silla y caminó hacia su escritorio para puntualizar un par de observaciones en su computador al mismo tiempo que escribía en una libreta y Lucy se acomodaba la ropa—. Acá está la receta para que compres ácido fólico el cual te ayudará para…

 

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Acaricié la espalda de mi hermana quien caminaba con la mirada triste mientras transitábamos por aquel largo y concurrido pasillo hacia la salida de aquella gran clínica después de una completa primera cita médica.

 

—Pensé que Reita tendría un ápice de interés. Demonios, estaba tan equivocada…—pronunció.

 

—Hablaré con él—propuse. Debía hacerlo porque le debía una gran disculpa al chico—. Pero debes saber y entender que quizás Akira no siente lo mismo que tú y afrontar la realidad, cariño. Quien más que yo quisiera verlos felices y juntos, pero sólo me quedo ahí, en los  quisiera porque la realidad es otra.

 

—Lo sé. Claro que lo sabía, sólo no quería verlo del todo porque tenía ilusiones y cuando lo vi en la consulta médica, estas crecieron desorbitadas y luego, al palpar que sólo estaba ahí obligado por las circunstancias, se desinflaron horriblemente y dolió tanto, Taka—mordí mi labio inferior oyendo su sinceras palabras.

 

—Hubiera sido mejor no pedirle que viniese…—detuvo su caminar quedando detrás de mí. Bajé mi cabeza y me giré—. Sentí que si acudía tú estarías feliz, pero ocasioné el resultado contrario y arruiné todo.

 

—Sólo vino por ti. Él lo dijo; a pesar que estaba muy molesto lo recalcó con saña—la chica caminó pasando por mi lado. Seguí su lento andar—. ¿Por qué lo haría?—cuestionó al aire—. Sin dudas siente un gran aprecio por ti. Si quería conseguir que me sintiese celosa por ello lo consiguió—se carcajeó dolida. Ella estaba enamorada de Akira y su conflicto acá no era precisamente por el bebé y su apoyo. Quizás, sino tuviese este sentimiento, le dejaría ir sin más dolores de cabeza.

 

—Él sólo actúa así para que dejes de insistir. Quizás sólo no te quiere herir…

 

—Su sola forma de actuar me lacera…—exhaló. Rasqué mi mejilla avergonzado por lo desastroso de aquella primera cita médica.

 

—Démosle algo de tiempo. Pienso que para los hombres es más complicado darse cuenta que van a ser padres porque somos más inmaduros que las chicas y, también, porque ellas sienten todo desde el primer momento. Tú ya te sientes madre desde que descubriste este incidente y asumiste el hecho porque tu cuerpo poco a poco ha ido cambiando—la menor suspiró y negó con firmeza.

 

—No le daré tiempo ni le insistiré más…

 

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Había decidido darle algo de espacio a Akira porque sabía que si lo buscaba de forma inmediata el resultado sería completamente contraproducente. Necesitaba que se calmase, al menos, por un par de horas.

 

Aquel término de jornada me encontraba guardando mi laptop en mi morral mientras tomaba una  decisión: Le mandaría un mensaje a Akira. Necesitaba darle fin a aquel hecho para poder sacármelo de la cabeza de una vez porque el remordimiento de mis actos me estaba carcomiendo de a poco y aquello no me dejaba en paz.

 

Me senté nuevamente sobre el acolchado en completa soledad en aquella sala común de maestros. Desbloquee la pantalla la cual me reveló una serie de tarjetas de diversas aplicaciones. Borré todo y me fui al icono de mensajería percatándome que tenía un mensaje ignorado desde la mañana de un número que desconocía. En la lista de “recibidos” el texto se cortaba así que entré a averiguar invadido por la curiosidad a pesar que sabía que ese contacto no iba destinado a mí. Procrastinando mi real cometido, leí descuidadamente aquel corto párrafo:

 

[Número desconocido]

 

10:58 AM

 

Ha pasado tiempo. Quizás el suficiente en el cual pensé que tú me buscarías. He esperado. El tiempo ha transcurrido, pero, ya que no pude saber más de ti, me animé a escribirte yo…

 

[Takanori Matsumoto]

 

18:35 PM

 

Lo siento. Número equivocado.

 

Le advertí al remitente errado borrando aquel mensaje sin intenciones de averiguar más de aquel sentido escrito.

 

Me dispuse a buscar el nombre del bajista para disculparme con él; rezar para que me contestara, perdonara y entendiera mi actuar desesperado por una hermana. Sabía que nos habíamos encontrado hace poco y sólo quería lo mejor para ella. Él también tenía hermanas y, aunque estas eran mayores que él, pensaba que igualmente tenía ese sentimiento de protección hacia ellas.

 

Mi teléfono, ahora con sonido, timbró antes de que encontrara las palabras correctas para iniciar aquel mensaje hacia el chico. La razón: El número desconocido respondió.

 

[Número desconocido]

 

18:36 PM

 

¿Te has olvidado de mí, Takanori? ¿Y, además has borrado mi contacto?

 

Sentí como mi corazón golpeteó pesado en mi pecho como si hubiera estado muerto todo este tiempo y lo intentasen revivir ahora. Dolió demasiado.

 

[Takanori Matsumoto]

 

18:49 PM

 

Era algo inevitable, Yuu…

 

Escribí luego de un par de minutos mirando la pantalla debatiéndome el escribirle o no.

 

[Número desconocido]

 

18:51 PM

 

Claro que sí y no te culpo. Cortar por lo sano es, siempre, la mejor opción. Tú, al final, terminaste siendo más fuerte que yo… porque heme aquí aún recordando viejos momentos y completamente arrepentido de haber ocasionado todo esto…

 

Me quedé petrificado cuando leí aquel corto mensaje. Sólo esas palabras necesitaba decir… Sólo eso y nada más…

 

—¿Y, tú qué haces aún acá?—alcé mi cabeza viendo como Kaolu me observaba mientras se colocaba una sudadera que le quedaba varias tallas más grande en tono blanco con una marca deportiva conocida en color azulado impresa en su pecho—. Se supone que tu clase terminaba a las cuatro… ¿Estás bien? Te veo algo… confundido—se afirmó de mi escritorio sin quitarme la vista de encima mientras me alzaba y terminaba de guardar mis pertenencias.

 

—Sí, terminaba a las cuatro. Pero ya sabes, me quedé corrigiendo exámenes y el tiempo se me pasó volando. Estoy bien, Kaolu. Sólo algo cansado…—contesté guardando una carpeta dentro del compartimento  hermético de mi escritorio viendo como el hombre se apartaba levemente para que deslizara dicha madera e introdujera los documentos—. Ves, como siempre se me hizo tarde…

 

—Qué mal mientes, pequeño Takanori—lo miré sin entender mientras me cruzaba la tira del bolso sobre el hombro mirando en automático la pantalla de mi teléfono cuando volvió a timbrar fuertemente.

 

[Número desconocido]

 

19:06 PM

 

De verdad siento todo esto… De verdad lo hago y sé que no puedo retroceder el tiempo, por eso, si tu así lo deseas podríamos empezar desde cero… No tiremos todo este tiempo juntos por la ventana, Takanori…

 

Despegué mis labios leyendo rápido ese nuevo texto percibiendo como, de mis manos, aquel aparato era arrebatado por el propietario de la casa en la cual habitaba en la actualidad viendo con pánico como leía la pantalla. Entre cerró sus ojos y me miró negando para devolverme el teléfono.

 

—¿Desde cuando hablas con él?—despegué mis labios, pero este no me dejó hablar—. Sé que eres un adulto, uno torpe, pero adulto al fin y al cabo. Y sé, también, que no me compete meterme en tu vida, pero no caigas de nuevo en sus brazos por un par de palabras bonitas. Pareciera que él está cambiando de estrategia y te está embelesando con los vocablos que a ti te gustaría oír. Recuerda: Él tiene azúcar en la boca y veneno en el corazón, cariño—negué.

 

—Sólo hoy, Kaolu. Sólo hoy… Pensé que se habían equivocado de número, pero no. Y, sinceramente, me he sorprendido mucho como aquel acto mundano me ha hecho sentir…—dije con franqueza terminando por formar una línea recta con mis labios mientras miraba a mi amigo quien negaba resignado. Apreté con fuerza el aparato entre mis manos y escribí:

 

[Takanori Matsumoto]

 

19:11 PM

 

Lo sé y gracias por decirlo… pero me hubiera gustado que hubieras sido capaz de decirme todas esas palabras a la cara, Yuu.

 

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Caminé a casa con Kaolu quien me hablaba extendidamente de un hecho que le había ocurrido en clases y al cual yo únicamente contestaba con monosílabos sin poder lograr despegarme al moreno hombre de la mente mientras era martirizado por los: quizás y los: ya había pasado el tiempo suficiente para que nos sentásemos a hablar. Mordí mi labio inferior oyendo un largo suspiro de mi acompañante el cual me sacó de mi trance.

 

—Sé que irás con él tarde o temprano. Pero recuerda lo que te dije…—advirtió mientras subía las escaleras de su casa y sacaba, de su bolsillo, un juego titilante de llaves.

 

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Notas finales:

Hola, pequeñas lectoras.

Henos aquí nuevamente…

Fue arduo escribir este capítulo. Tenía muchas ideas que fui agregando de apoco y que después tuve que ordenar porque todo era un desastre; un desastre bueno eso sí.

Y ni hablar de la edición. Editarme siempre es un suplicio. Me odio, realmente. X’D

Estaba pensando que uno sólo lee y quizás se demora cinco minutos. Pero el escribir es complicado y lleva días sacar un capítulo.

Por eso, quizás, algunos les importa un carajo comentar, pero para un autor vale mucho.

Gracias por seguir acá leyendo y comentando eso revitaliza mi alma después de arduos días de corrección.

Y, bueno, ¿qué tal el nuevo capítulo?

Pensé muchas cosas después de escribirlo y, lo más relevante que saqué de esa reflexión fue que pronto se aproximará el final y los planetas se alinearán (?)

¿Cuál será el futuro de esta historia?

¿Habrá final feliz?

¿Tienen hipótesis del futuro de los personajes?

Las estoy leyendo y respondiendo.

Nos leeremos pronto, bellezas.

Un beso.


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