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Vinculados por koru-chan

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Capítulo veinticinco:

 

Yune

 

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[Takanori Matsumoto]

 

10:55

 

Iré. De camino pasaré a comprar algunos snacks porque estoy seguro que sólo tienen alcohol.

 

—Tienes una sonrisa como si te la hubieran chupado de forma gloriosa—alcé mi vista de mi teléfono admirando la divertida mueca que poseía el rostro sinvergüenza de mi amigo y “dueño” de aquella casa; bueno, al menos hasta que su progenitora volviera. Uruha se sentó a mi lado después de exhalar un exhausto suspiro tras haber examinado los alrededores con un gesto pensativo en sus facciones. Imité su acción y arrugué mi nariz; tendríamos mucho que limpiar al otro día. Todo era un desastre y eso que la reunión había recién iniciado.

 

Éste sorbió un poco el contenido de su vaso recién rellenado observando el perímetro y captando como los invitados se deslizaban por aquella casa en completa libertad mientras, de fondo, se escuchaba la melodía de una de mis bandas Punk favoritas: Sex Pistols. Era gratificante estar así; disfrutando con amigos, bebiendo una buena lata de cerveza; o lo que sea que se presentase frente a mí en forma de líquido y con gusto a licor. Pero lo más importante, y que cerraba aquel cúmulo de perfección, era el nulo vestigio de la cabecilla de aquella morada ni de su molesta primogénita.

 

—¿Qué mierdas dices…?—contesté extendiendo mi mano para que me diera de probar de su bebida tras mostrarle, de forma gráfica y teatral, que mí vaso yacía sin una mísera gota para esta sedienta garganta. Éste esbozó un fastidiado: Eres un niño, o al menos eso alcancé a leer de sus labios. Pero de inmediato sonrió y me cedió el cristal después, claro, de darle un gran trago—. No me la chupan desde…

 

—¿Qué dejaste preñada a tu princesita?—hice una mueca de disgusto al escuchar aquel timbre punzante. Busqué la mirada del dueño de casa transmitiéndole cuestionamientos mudos del porqué ese enano irritante había sido invitado. Éste irguió sus hombros como si estuviese exagerando, pero en realidad ¿cómo podría? El muy imbécil parecía disfrutar el meter su nariz donde no lo llamaban. Era como si tuviese una maldita obsesión conmigo y joderme la existencia era su fetiche. Y yo, la verdad, ya tenía suficiente arruinándome solo la vida.

 

—¿Me la quieres chupar tú?—alcé una ceja reposando mi espalda contra el acolchado de aquel ajado mueble mientras abría mis piernas y hacía un gesto obsceno con mi mano como si la cabeza de aquel enano estuviese entre mis piernas. Uruha chasqueo su lengua e hizo un sonidito asqueado y se levantó de aquel sofá para dos—. Ven, cariño…—dije con mofa llamándolo coqueto con mi índice hacia mi posición. El tipo se acercó divertido y se sentó junto a mí mientras bebía de una lata de cerveza de una conocida marca.

 

—Eyacúlame en la cara, bebé—emitió con una húmeda sonrisa. Por un segundo me pareció que Yune hablaba sin sarcasmos de por medio. Lo observé serio un par de segundos viendo como mojaba sus labios con su lengua junto a una notable lasciva facial. Quizá, tras mi mirada llena de interrogantes por su actuar insinuante, éste, restándole relevancia al hecho, se carcajeó amortiguando este sonidito dentro del envase acerado. Aquello había sido raro, mas preferí no hacer funcionar mi cerebro alcoholizado y, en su lugar, elegí evitar su presencia levantándome del acolchado sin agregar vocablos.

 

Salí de la sala donde estaba todo el alboroto y me afirmé del marco que contorneaba el área de la sala mirando la puerta de la entrada con ansias de escuchar los golpes de Takanori cuando este llegara. Sólo esperaba que no fuera una alucinación, que mi cerebro deficiente de masa gris no se estuviera divirtiendo conmigo y que aquel mensaje haya sido real.

 

Rebusqué entre mis ropas mi teléfono maltrecho junto a algo de paranoia para, tan sólo, releer aquel afirmativo mensaje. Y una vez que di con el, sonreí satisfecho siguiendo aquel corto pasillo junto a la escalera sintiendo como mi energía se estabilizaba producto de que, aquella noche, sí vería a aquel hombrecito.

 

Entré hacia la cocina y deposité mi vaso desocupado  sobre la mesa redonda del centro de aquel lugar para buscar una cerveza en el refrigerador. Dejé la botella de vidrio sobre un mueble de superficie enlozada mientras abría cajones y rebuscaba un objeto en particular para abrir la tapa—. ¿Esto es lo que buscas, cariño?—me sobresalté levemente; y, absorto, no entendí porque tuve aquel reflejo. Quizá porque no había escuchado que alguien se acercaba con sigilo, tal vez porque era Yune ese “alguien” o quizá porque el sujeto era impredecible y lo que pasó hace un par de minutos en la sala,—y que no quería reconocer—me había dejado algo helado.

 

Me volteé con la botella en mano viendo como el endemoniado artilugio era mostrado con triunfo por el fastidioso sujeto. Apegué mi espalda baja contra el mueble y extendí mi diestra para que me diera el objeto. Éste, tras beber el último sorbo de su lata, me lo cedió. Abrí mi botella sorbiendo un trago como si hubiera estado sediento por días enteros mientras, algo inquieto, veía como Yune, sin dejar de mirarme de pies a cabeza, cogía la misma botella que yo había elegido desde el interior del refrigerador y, sin mucho trámite, desprendía la tapa—. ¿Y… dónde lo hacemos?—entonó bebiendo aquel brebaje dorado frente a mí.

 

—¿Hacer qué?—inquirí reacio. Yune era traicionero, el típico personaje que no puedes contarle algo porque lo toma y lo escupe en forma de mofa a medio mundo. Y no tenía este adjetivo del hombre por terceros, ya que yo lo viví en carne propia. Un día, en medio de una mala borrachera, le había soltado que un chico llamado Takanori Matsumoto me traía loco. De ahí cada vez que tenía oportunidad, escupía bromas homófobas hacia mi persona. Mi desprecio hacia el sujeto explotó y he ahí el resultado de nuestra pelea a golpes donde terminé detenido y el sujeto noqueado—. Yune—dije cansado—, deja tus malos chistes porque me vas a encontrar y, en serio, no quiero que esta fiesta termine abruptamente con un enano molido a golpes. Acaso, ¿no vienen a tu mente aquellos malos recuerdos? De todo corazón, no quiero deformarte, aun más, la cara—le sonreí sin humor.

 

—No estoy bromeando—arrugué mi frente sin entender. Su rostro estaba serio y tras beber un nuevo sorbo de su bebida me miró hambriento. Iba a espetarle un: ¿Qué mierda te pasa hoy?, pero Uruha nos interrumpió. Miré al castaño hacia mi costado derecho mientras, el sujeto frente a mí, imitaba mi acción.

 

—¿Invitaste a tu padrastro?—alcé una ceja viendo como el chico, de baja estatura situado entre nosotros, me analizaba interesado por saber más de aquella nueva información.

 

—¿Qué?—dije regañándolo con la mirada. Éste frunció sus labios viendo como esquivaba su vista para examinar la puerta de entrada. No había nadie ahí, pero la madera estaba entre abierta.

 

—Reita, aléjate de él de una maldita vez. Estoy cansado de ver como ese tipo no te deja pensar claramente.

 

—¿De que hablas?—hice un gesto desentendido con mi mano sorteando sus cuerpos para dirigirme hacia el frente de aquella vieja casa. Pero aunque lo negara en voz alta, efectivamente él me hacía tocar los extremos y desequilibrar mi mente. Era consciente de ello, pero solamente a él le daría ese lujo.

 

Y ahí lo vi. Capté su cuerpo difuso a través de los cristales verticales que estaban junto a la puerta  de la entrada. Sus manos frotaban sus brazos con dificultad debido a que llevaba grandes e infladas bolsas de plástico. A través de la rendija abierta de la madera vi como sus dientes castañearon. Tenía frío—. ¿Te costaba mucho decirme que Takanori había llegado? Gracias, “mejor amigo”—tomé el pomo de la puerta regañando con la mirada al delgado guitarrista. Éste hizo una mueca de fastidio. Bufé chocando con el rostro pálido de aquel hombre el cual me sonrió—. ¿Qué haces ahí? Pasa—entoné feliz mientras me apartaba para dejarlo entrar. Cerré la puerta mientras el hombrecillo me entregaba aquellas bolsas con comida que cargaba y era partícipe de como su mirada indagaba el área. Observó el pequeño vestíbulo, la escalera de madera, la sala atestada y ruidosa, el pasillo, la cocina al frente nuestro y, por último, me observó a mí—. Ven vamos a la cocina para que tomes algo y le devuelvas un poco de tono a tu cara—entoné con mofa viendo como tocó sus mejillas, seguro, heladas. Me siguió silencioso tras mi espalda. Uruha ya no se encontraba en aquella zona de la casa, pero Yune continuaba ahí afirmado de la encimera en la cual yo estaba con anterioridad.

 

—¿Ya conseguiste novia nueva? Parece que mi felación gratis no va a servir esta vez.

 

—¿Por qué no te vas un rato a la mierda, enano irritante?—cuestioné  rebuscando entre los anaqueles una botella de vino que había comprado especialmente para el de melena marrón mientras articulaba aquellas palabras sin una pizca de molestia a diferencia como lo hacía siempre cuando oía su voz; dijese lo que dijese lo enterraba vivo con malas palabras. Estaba harto del sujeto que parecía poseer un don especial por fastidiar hasta mi último gramo de paciencia; pero esta vez no tendría diversión.                                 

 

—¿No se supone que ya estoy en ella?—contestó. Porque, claro, él jamás se quedaba callado. Con la botella en mano miré al sujeto quien tenía sus ojos adheridos en el recién llegado. Takanori, quien estaba en la mesa del centro abriendo los empaques de comida, me miró sin saber que hacer o decir. Ni siquiera los había presentado y, no sabía si después de ese recibimiento realmente cabía una presentación. Suspiré mientras vaciaba el líquido borgoña en una bonita copa. Me acerqué y se la tendía al bajito de ondas oscuras viendo como me miraba reacio a recibir el alcohol, pero, de todas formas, igual tomó el material entre sus manos y probó levemente el sabor terminando por pasarse su lengua en esos bonitos labios. Humedecí los míos por inercia como si en aquel gesto, pasara mi lengua sobre aquellos jugosos gajos que se me antojaban con locura. Los había degustado dos veces y ya me consideraba adicto.

 

Tragué duro oyendo un carraspeo molesto y llevé mis ojos hacia el único ser insoportable del área.

 

—Este idiota sin cerebro es Yune.  Yune él es Takanori, mi…—entre cerré mis ojos viendo como el maestro de primaria me volteo a ver incómodo.

 

—¿Amigo?—susurró mientras el extra sobrante veía aquella escena. Takanori sabía muy bien que yo no quería ser su amigo, pero la verdad, por algo se empezaba; mas yo no tenía mucha paciencia para tanta formalidad. Suspiré llevando mis ojos hacia el baterista traicionero frente a nosotros.

 

—¿Takanori Matsumoto?—saboreo malicioso. Conocía ese tono. El tipo me atravesó con su analítica mirada concluyendo con: —. Uruha dijo: «Ese idiota baboso, nuevamente anda detrás de su padrastro…»—fruncí la mandíbula viendo como el enano ampliaba su sonrisa tras descubrir algo bastante relevante de mi confesión pasada.

 

—No es mi padrastro—aclaré por milésima vez.

 

—Ya puedo unir cabos…—degustó dichoso mientras sentía como sus ojos me devoraban.

 

—Sí. Es una larga historia, Yune—acoto el mayor—, pero ahora estamos intentando entablar esta relación de amistad—dijo simple sorbiendo la bebida rojiza—. Además, ya nos conocíamos, ¿no?—dijo con firmeza. El chico, que estaba ligeramente seguro que era más bajo que Takanori, —al menos uno o dos centímetros—asintió con desagrado.

 

—¿Dónde?—cuestioné dándole un trago a mi cerveza.

 

—Fuera de 1991—contestó. Takanori observó al enano de forma seria. Alcé una ceja sabiendo como era de indigerible aquel sujeto y más aún en un primer encuentro.

 

—Erré pensando que tu padrastro—saboreó con malicia la palabra—…era tu nueva conquista—verbalizó gustoso. Sentí como que a ese tipo le daba placer molestar a otros. Estaba seguro que eyaculaba cada vez que golpeaba de forma baja y ruin a alguien. Ese alguien era en especial yo—. Así que tu mamá—se quedó pensando un par de segundos mientras notaba como Takanori bebía un trago grueso del líquido que le había dado mostrándonos, de forma notable, lo realmente incómodo que se había vuelto el ambiente—… ¿sale con un tipo más joven?—se acercó un poco más hacia el hombrecito situado detrás de la redonda mesa, como si buscara, entres sus marcas faciales inexistentes, su real edad.

 

—Te equivocas—articulé posando mi diestra en su cara para alejar a ese ácaro de la vista del profesor—. Y ya basta de preguntas. Uruha está demasiado aburrido con su vida y se mete en la mía hablando cosas que no debe. Y tú, con esta actitud tan entrometida me está haciendo rebasar mi límite. Así que, búscate a alguien que te la chupe o lárgate a tu casa a pajearte—resoplé arrastrándolo fuera de aquella zona prohibida para los asistentes a aquella reunión.

 

Retorné hacia donde había dejado a Takanori quien ahora estaba sentado llevándose una patata frita a la boca. Capté a éste con la mirada intrigada sobre el tipo que recién había echado de aquel entorno; el cual había decretado que nos pertenecía a los dos.

 

—Tus amigos no me quieren aquí—afirmó posando su palma contra su mejilla y mentón junto a un tono de desazón—. Y eso derrumba, un poco, el falso ánimo que me había forjado para venir. Quería estar acá porque sentí horrible no aceptar tu invitación cuando dijiste que me considerabas alguien importante en tu circulo, pero ver todas esas caras de… disgusto, me hace preguntarme el porqué vine.

 

—¿En serio te importa lo que piensen esos bastardos? Acá, lo que realmente importa es el hecho de que hayas venido, aquello me da a entender que, a pesar de todo, tú aún me quieres...

 

—¿Cómo no te voy a querer?—me miró indignado. Le sonreí increíblemente contento.

 

—Yo… estoy demasiado feliz que hayas venido—sentí mis mejillas rojas mientras me sentaba en una silla frente a él y acomodaba mi flequillo hacia atrás. Este estaba liso; sin ninguna clase de producto, pero aun así se sentía seco.

 

—En realidad me preocupa que haya esta disputa con tus amigos; tú estás quedando en medio y yo me siento un entrometido—suspiró—. No conozco a nadie de aquí, pero con quien más he hablado ha sido con Uruha y él está tan diferente—alcé una ceja al oír el nombre de aquel sujeto.

 

—¿Cómo?—cuestioné intrigado mientras examinaba si aquellas frituras que había tomado eran dulces o saladas—. No has interactuado mucho con él, ¿no? ¿Cómo podrías recordarlo diferente? —lo miré intrigado mientras masticaba aquel soufflé que desagradablemente había resultado dulce—. ¿Te refieres a lo físico? Varias veces lo viste desde lejos cuando estaba en el colegio. Está bastante cambiado físicamente, no creo que lo recuerdes.

 

—No me refiero a lo físico. Y sí, lo recuerdo de esa época, pero me refiero a su personalidad—dijo humedeciendo sus labios con el líquido de su copa—. Cuando hiciste la reunión en casa de tu padre tuvimos una pequeña charla. Recuerdo que estaba algo borracho, pero aún estaba cuerdo y se notaba realmente amistoso—hizo una pausa mirando hacia la mesa cubierta de envoltorios de comida chatarra como si buscara dentro de sus memorias—. Ahora que lo recuerdo, también lo vi una vez que te fui a buscar a 1991 para darte dinero cuando llevabas como un mes fuera de casa— hice una mueca de medio lado—. Esa vez actuó simpático y amable. Ahora pareciera que le he hecho algo—suspiró mirándome con tristeza.

 

—Creo que es mi culpa—froté mi cabeza revolviendo mis cabellos sin peinar—. Uruha ha sido la persona que me ha visto más deplorable; ha escuchado mis lamentos y ha estado ahí tendiéndome una mano—abrió sus labios y luego los cerró dejándolos en una línea tensa.

 

—Entonces él está al tanto de todo, lo suponía después de todo. Siento tanto esto—articuló con congoja.

 

—¿Por qué?—me carcajee—. No tiene ningún derecho de estar molesto contigo cuando soy yo él… tonto ilusionado—dije percibiendo como el tema le crispaba los sentidos al contrario. Bebió rápido un nuevo sorbo de su bebida mirando hacia donde los demás hacían escándalo—. Bebe con calma que después no quiero estar vistiendo tu cuerpo desnudo y gélido por estar bajo el agua fría de la ducha por una subida de presión—hizo una mueca de medio lado divertida y a la vez avergonzada—. Si fuera por mí, te hago beber tres botellas de esas y…—alcé mis cejas sugerente mientras él me golpeaba levemente el brazo—. No seas dramático. Al otro día ni te acordabas que había pasado.

 

—Sí me acuerdo—dijo. Abrí mis ojos horrorizado viendo como él imitaba mi gesto—. ¿Hay algo que no me hayas contado?—esta vez magulló con más ímpetu sobre mi extremidad y no me quejé porque en realidad me merecía el golpe. Me arrepentía un poco de lo que había pasado esa noche, pero luego pensaba que quizás ese sería mi único acercamiento hacia aquel dulce hombre.

 

 

Notas finales:

Hola, ¿me extrañaron?

Este capítulo lo he dividido.

Y sé que odian los capítulos divididos, pero por ahora todo está sospechosamente tranquilo, ¿no lo creen?

En la siguiente actualización continuaremos en el capítulo veinticinco: Yune [parte dos]

Y sí, seguirá narrando Reita.

¿Qué esperan qué ocurra?

En el título está la clave.

¡Gracias por su apoyo!

Nos leemos pronto.

Besitos.


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