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Vinculados por koru-chan

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Capítulo treinta y ocho:

 

29

 

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Con mi derecha sosteniendo el auricular en mi oreja, recosté mi cabeza en el respaldo del sofá observando la periferia de la sala y la cocina. Era realmente gratificante ver los alrededores limpios. Ya no había objetos arrumados; todo estaba donde debía estar.  

 

Afirmé mi teléfono con mi hombro oyendo la voz de mi amigo el cual me contaba una extensa historia “sexual” que tuvo con un pasante el año pasado y en medio de mi ausencia. Si viera mi rostro pasmado por las cosas que estaba revelando tan desvergonzadamente, se mofaría de mi por días enteros. Suspiré con una risilla colada entre mis labios. Lo último que había escuchado sobre el joven pasante, era que se habían besado de forma muy candente dentro de la bodega de material deportivo y luego no volvimos a hablar más del estudiante universitario porque con Kaolu siempre era así de esporádico con sus furtivas conquistas. Quité mis anteojos e hice un sonido sorprendido con mi boca oyendo las risotadas al otro lado de la línea producto de mi reacción contenida. Froté mi rostro cogiendo con mi zurda el aparato de comunicación para cambiarlo de oreja.

 

―¡Estás loco! Te podrían haber visto y, ahora, no estarías trabajando―fruncí el ceño oyendo como sus carcajadas cesaban.

 

―Como si la directora nunca se hubiera abierto de patas en su despacho…

 

―¡¿Qué?!―dije agudo.

 

―Ay, Takanori… mi dulce e inocente muchacho. Nunca te percataste que la frígida mujer le arrimaba el culo al maestro de matemáticas…

 

―¿Cuál de los dos?―dije sin hálito.

 

―El joven―abrí mis ojos desorbitados y un jadeo incrédulo se me escapó―... ¿Qué asco?, lo sé―suspiró extendidamente.

 

―Esa mujer le dobla la edad…―murmuré recordando como la directora tenía más de sesenta… Sí, la mujer se mantenía perfectamente; era delgada y atlética. Nunca le faltaban los tacones y siempre vestía elegantemente. Pero por su impecable e impenetrable apariencia nunca creí que ella… ¡El profesor de matemáticas, posiblemente, tenía veintiséis, VEINTISÉIS! Y no llevaba mucho tiempo en aquel colegio…

 

―¿Hablemos de quién te doblaba la edad?―pensé que con Yuu era diferente, pero realmente era el mismo caso.

 

―No, mejor no―dije y mi receptor rió.

 

―¿… No sabe que volviste?―negué como si me viera.

 

―No. ¿Debería hacerlo?

 

―No―dijo rápido―. Entonces―tan veloz como contó y sin que mi cerebro pudiese procesar todo lo acontecido en la charla, pasó a otra cosa como quien habla del clima―… ¿qué harás mañana?―hice una mueca de medio lado pensando que el día siguiente tenía que dictar clases como cualquier otra jornada. Repasé, como en una lista mental, que el viernes tenía ocupado desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde donde concluía el periodo escolar.

 

―Tengo clases. Todo el día―murmuré frotando mi ojo. Aún ni oscurecía y ya estaba cansado. Había aprovechado aquella tarde para terminar de ordenar mi nuevo hogar. Hace una semana que estaba intentando acomodar las cosas. Y eso que no contaba con tantas.

 

―Hablo en la noche… ―fruncí mis cejas.

 

―No me digas que olvidé algo―murmuré más para mí mismo que para mí oyente. Él bufó junto a una carcajada. De inmediato toqué el mouse pad de mi laptop posada sobre la mesita de té llevando mis ojos al calendario.

 

―Olvidaste tú propio cumpleaños―abrí mi boca viendo la fecha la cual caí un día viernes.

 

―Completamente―susurré. Había pasado tanto a mi alrededor que no sabía en qué espacio tiempo estaba viviendo―. Pero no importa. No estoy para celebraciones ahora.

 

―No seas amargado. Hagamos algo entretenido. Así liberas un poco de tensión…

 

―Kaolu―exhalé arrugando mi nariz―… de verdad estoy desanimado.

 

―¡Basta de eso! Organizaré todo y tú vendrás junto a una sonrisa pintada en esa carita tan linda que tú tienes.

 

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No pude objetar y simplemente me vi saliendo de un taxi frente a la casa del maestro de deportes. La nostalgia volvió a mí. Tenía demasiados buenos recuerdos de aquel entonces; de aquella convivencia y compañía mutua. Me quedé unos segundos viendo aquella pequeña casa antes de percatarme que esta lucía bastante movida. Bufé marchando por el caminito de adoquines. Le había recalcado que no quería una fiesta como tal. Y ahí parecía haber una gran celebración.

 

Inspiré intentando que mi fachada se mostrara compuesta a pesar que me sentía desganado y no tenía intenciones de participar de aquel evento conminado por mi amigo. Y era ilógico que mi estado anímico estuviera bajo porque estaba donde quería estar. Había regresado; al fin estaba con las personas que tanto extrañaba y en mi trabajo todo pintaba bastante bien. Estaba, al fin, siendo independiente; había adquirido una propiedad y estaba manejando mi vida. Pero mi propósito principal… sólo se quedó en una fantasía y un regusto tristón en el pecho.

 

Antes que mis nudillos tocaran la madera y que mis músculos se congelaran por el frío exterior, la puerta fue abierta. El de anteojos redondos, personalidad picaresca y dueño de aquella dirección me recibió con una copa en su diestra y las mejillas, ligeramente, coloreadas. Alcé una ceja esbozando una sonrisilla viendo como, efusivamente, extendió sus brazos para regalarme un apretado abrazo que me quitó el aliento.

 

Y tras unas palabras de felicitaciones ingresé a aquel acogedor lugar. De inmediato percibí la comida, el alcohol y los invitados. Había excompañeros de universidad―que no tenía idea como había dado con ellos―. También, en el montón acotado, me encontré con excolegas de la primaria que había trabajado hasta el año pasado, e incluso, un par de maestros que habían dejado de trabajar ahí y que con Kaolu habíamos formado una amena relación. Saludé al grupo de forma afectuosa y, mientras intercambiábamos un par de palabras e iniciábamos una plática banal, vi a Kathy quien se acercó a mis viejos conocidos junto con una sonrisa. Me aparté levemente recibiendo un dulce abrazo de su parte.

 

―Kaolu nos invitó―entonó tras concluir con aquel gesto. Cuando dijo: “nos invitó” me voltee para buscar a su gemela. Lucy también estaba ahí. La capté a través de un par de cuerpos que se cruzaron. Se vislumbraba algo incómoda sentada sobre el reposabrazos viendo el líquido de su copa a medio beber.

 

―¿Ella… igual vino?―pregunté al aire viendo, al mismo tiempo, como sus ojos me miraban. Parecía algo cohibida. Después de cómo me trató en mi departamento, con aquel tono tan despectivo y violento, pensé que no la vería muy pronto.

 

Decidí aproximarme sintiendo como Kathy me seguía de cerca. La muchacha, que hoy llevaba una coleta alta, siguió nuestro corto caminar hasta su posición. La menor detrás de mí, se sentó junto a su hermana mientras veía como Kaolu me pasaba una copa de vino. El aroma frutal dulzón me hizo saber de cuál se trataba.

 

―Tú favorito―me guiñó un ojo el dueño de casa y tan fugaz como apareció, se perdió entre los invitados. Me gustaba esa bebida, pero no tenía muy buenos recuerdos de ella. Bebí un corto sorbo llevando mi mirada hacia mi hermana.

 

―Viniste―dije sin quitarle la vista de encima. A diferencia de aquella vez en la fiesta en casa de Uruha, hoy vestía más recatada. Llevaba una camiseta abrigadora negra que cubría su cuello y unos jeans grises ceñidos con unos zapatos brillantes, lustrosos y bonitos en la misma gama de tonos oscuros.

 

―Kaolu nos invitó―hizo una pausa―. No iba a venir, pero Kathy insistió―contó pensativa―… Si te molesta, me marcho―negué.

 

―Gracias por venir. Me alegra verte―ésta guardó silencio bebiendo de su espigada copa que burbujeaba. No estaba ingiriendo alcohol. Aquel líquido translucido provenía de una gaseosa de aroma azucarado.

 

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La reunión continuó de forma bastante divertida. Kaolu tenía la particularidad de ser muy entretenido sobrio, pero con un par de milímetros de alcohol en la sangre, se volvía muy ruidoso y eufórico. Las carcajadas iban y venían con su presencia. A todos los mantenía alegres. Era un gran anfitrión siendo él el centro de atención. Y lo agradecía porque yo no era mucho de celebraciones, quizás porque de pequeño nunca fui parte de ellas y siempre era el espectador de las reuniones festivas que le hacían a mis hermanas.

 

Hablé con varios de mis compañeros. Fue ameno verlos y saber de sus vidas después de tanto tiempo. Varios ya estaban emparejados, casados, con hijos o a punto de tener el segundo y tercero.

 

Yo, a pesar de haber estado emparejado en la universidad y haber vivido con alguien de forma sólida en aquel entonces―posiblemente adelantándome en comparación a mis compañeros―, hoy a mis veintinueve me encontraba solo sin ninguna expectativa futura. No podía negar la sensación de envidia que rondaba mi cuerpo. Era insólito. Yo no quería sus vidas. No. Sino, anhelaba esa imagen, el tener a un alguien a mi lado. Les sonreí bebiendo de mi vaso, ocultando ese pesar que me estaba inundando. Y, quizás, estaba bien estar solo por un tiempo. Pero, inevitablemente, sentía, a veces, esa necesidad de estar en pareja porque un largo periodo lo había estado, nunca me había encontrado solo y debía aprender de esta nueva etapa. En esto mi divagación fue hacia la cocina, hacia a un Kaolu recogiendo comida esparcida porque alguien había chocado  con la esquina de la mesita de bocadillos y había pasado a llevar un plato, todo era un desastre y más de uno se sumó a cooperar en limpiar para que el piso no se hiciera un mugrero pegajoso, pero mientras todos se centraban en aquel rincón de aquella casita, yo fui hacia la puerta la cual era tocada e ignorada.

 

¿Más invitados? Ya éramos once y la casa estaba llena. Sólo esperaba que no estuviésemos tan escandalosos y que no sean los vecinos que venían a reclamar. Entonces abrí la puerta descubriendo a un castaño entumido por el frío exterior y a un rubio... Sentí como mi cuerpo reaccionó de golpe a los efectos de ese vino, quizás por el acelerado bombeo de mi corazón el licor terminó por recorrer de forma más optima dándome un subidón de calor que se concentró en mi cara y en mis mejillas.

 

―Felicidades―me dijo el castaño. Aparté mis ojos del bajista regresando al sujeto frente a mí. Le sonreí sintiendo un abrazo fugaz mientras los hacia pasar oyendo, a mi espalda, como Kaolu gritaba emocionado por ver al guitarrista. Éste se aproximó al joven y no titubeó en envolver el cuerpo ajeno en un empalagoso manoseo que terminó con un Uruha algo cortado por el actuar del mayor. De verdad se le habían pasado las copas a Kaolu.

 

Regresé mis ojos al exterior oscuro comprobando que sólo ellos dos venían a la reunión. Suspiré con alivio, pero no pude evitar sentir un pesar que revoloteó por mi pecho.

 

―Hey, felicidades―dijo también el rubio sonriendo. Nuestro último encuentro había sido algo desastroso. Algo torpe también.

 

―Gracias―le dije viendo como titubeaba para abrazarme. Cerré la puerta detrás de él y lo abracé sin doble intenciones. Su toque fue cálido y mis mejillas ardieron como si me hubiese quemado por el sol. El roce concluyó cuando mi cara tocó la suya―. Estás frío―murmuré separándome.

 

―Y tú ardes―dijo colocando sus palmas pálidas contra mi sonrosado rostro―. ¿Qué bebes?― apretó mis cachetes y luego los soltó mirando mi copa de pedestal ya vacía en mi mano.

 

―Vino―alzó una ceja.

 

―Cuidado con eso―lo miré avergonzado y luego asentí.

 

―¿Una cerveza?―caminé sin espera a su contestación yendo hacia la cocina donde le enseñé un mesón repleto de botellas de todo tipo para todas las variadas personas en aquella reunión. Vi como el rubio tomó dos cervezas y como buscó con la mirada al castaño encontrándolo hablando con Kathy y un pegote Kaolu en medio. Al menos la chica no se veía con deseos de evitar al músico y la presencia del dueño de casa hacía amena la plática de los más jóvenes.

 

A Lucy no la encontré a pesar que la busqué en cada rincón. Con una mueca de medio lado rellené mi vaso viendo, de soslayo, como el rubio bajista destapaba las dos cervezas―. ¿Por qué no viniste con Yune?―le sonreí viendo su rostro pasmado al haber nombrado a su pareja sin inconveniente.

 

―No. ¿Para qué?―fruncio el ceño

 

―Para conocerlo realmente. Me gustaría saber más de él―me miró un par de segundos y luego soltó un par de carcajadas.

 

―Eres increíble―negó yendo hacia su amigo. Miré la escena desde la cocina. Akira le tendió la botella al guitarrista separando al maestro ebrio de su cuerpo mientras lo regañaba por su nula dignidad. Kaolu hizo una dramática interpretación de su pobre corazón roto. Negué, posiblemente hubiera sido mejor que aquel sujeto hubiera estudiado para ser actor. Sonreí solitario desde aquella pequeña área cuando, a mi derecha, vi aparecer a Lucy quien salía del baño. Me miró unos segundos y luego se acercó a mi posición.

 

―¿Podría hablar contigo?―asentí. Se veía afligida. Suspiró y se afirmó del mesón tras mi espalda mirándome con notable agobio―. Me quiero disculpar, ¿sí?―despegué mis labios, pero esperé a que continuara mientras, fugazmente, llevé mi vista hacia Akira quien también me miraba―. Me siento una persona horrible por como me comporté aquella noche y por todo lo que te dije el día después. Eso no estuvo bien―negó bajando la vista―. No me quiero excusar, pero hace mucho que no bebía y el alcohol se me subió rápido a la cabeza. ¡Ni me acuerdo porque me pelee con esa chica!―se recriminó mientras yo froté su brazo―. Reconozco que estaba molesta. Bebí de más e hice cosas incorrectas―la miré pensando que quizás, aquella disculpa, era principalmente porque Akira había hablado con ella―. Pero no hay excusa de como te traté. Se que no le harías daño a Erika y tampoco soy homofóbica. Es sólo que…

 

―No tienes que explicarte más―exhalé―. Sé que pensaste que entre Akira y yo… pudo haber pasado algo y que Erika sólo había sido un pretexto para que nos juntásemos, pero no. No pasó ni pasa nada entre nosotros. Akira sólo se fue a disculpar conmigo… Al final, todo se mezcló y lo único malo ahí fue que Erika terminó en medio de una disputa errónea que no le correspondía presenciar―me miró avergonzada―. No te preocupes. Todo está olvidado―la chica abrió sus labios dudó, pero habló.

 

―¿… Qué no esté pasando nada entre ustedes es por Yune?―hizo sus labios una línea tensa. ¿Akira le contó sobre la relación que tiene con Yune? Miré nuevamente al bajista, pero éste estaba conversando con Uruha―. Ay, no. ¿Metí la pata?―articuló observándome preocupada. Yo le sonreí.

 

―Lo digo por él. Ambos tendremos que dar un paso a un lado, ¿no?―la muchacha hizo una mueca de medio lado y, de repente la sala se oscureció. Hubo un gritito divertido entre los presentes y luego Kaolu entró con un pastel repleto de velas. Lucy tomó mi mano y me acercó al bizcocho oyendo de fondo a aquellas voces cantar aquel clásico “cumpleaños feliz”.

 

Luego que las velas fueron apagadas, partimos el pastel el cual era de chocolate; mi favorito.

 

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La fiesta perpetuó con algo de música pop de los noventas en un volumen alto y la euforia colectiva se desató por la nostalgia de los recuerdos que muchos vivieron en su niñez u otros en su adolescencia.

 

Después de una hora y algo mareado por las copas de vino, terminé saliendo hacia el patio trasero por una puerta que estaba en la cocina. Estaba helado; el vaho que salía de mi boca lo hacía notar con creces, pero con alcohol en la sangre todo era más ameno; aquel frío invernal se transformó en aire fresco para mis mejillas encendidas.

 

Saqué de mi bolsillo una cajetilla de cigarros y, mientras me sentaba sobre la mesa de picnic y apoyaba mis pies en la madera de la banca, encendí el cilindro de nicotina. Me era normal emparejar el consumo de tabaco después de una crisis nerviosa, pero a estas alturas, esos episodios habían quedado atrás y fumar se había vuelto algo placentero.

 

―¿Te aburriste del bullicio?―la voz de Akira me sobre exaltó. Me giré levemente y boté el humo del cigarro con lentitud mientras observaba como se acercaba.

 

―Quise venir a pensar. A sopesar que el año pasado estuve tan solitario y ahora estoy rodeado de tanto. Estoy feliz―le sonreí viendo como éste se sentó junto a mi sorbiendo su nariz con sus manos dentro de su chaqueta de cuero―nada abrigadora para el clima―, y cogía de mis dedos el cilindro de nicotina. Caló con cuidado y botó las cenizas al pasto húmedo y cristalizado por la temperatura.

 

―Y yo estoy feliz de que volvieras―dijo. No me había dado cuenta, pero tenía la voz un poco apagada y la nariz enrojecida.

 

―Estoy seguro que allá dentro tengo un par de abrigos y chaquetas que no llevé conmigo―recordé que había dejado, en el closet de la habitación de visitas la cual habité en casa de Kaolu, varias prendas abrigadoras que no llevé en mi viaje. Seguro, alguna de esas le quedarían perfectas al rubio músico descuidado.

 

―Estoy bien―dijo ganándose más cerca de mí.

 

―Estás resfriado―hice una mueca con mis labios―. Puedes contagiar a Erika. Ahora debes cuidarte por ella también―me deslicé de la madera con intenciones de bajarme de ahí para entrar e ir en busca de las prendas. Puse un pie sobre la yerba y Akira me siguió apagando el cigarrillo sobre un cenicero y cogió mi mano para que parara. Lo miré y él me tendió una pequeña cajita sin ninguna pretensión; era negra con una pequeña cinta del mismo tono. Alcé mi vista y vi como rascó su nuca.

 

―Quería traerte algo. No sabía qué, pero después vi esto―su rostro se tornó avergonzado. Abrí la tapa revelando una cadena con una bonita piedra rosada―… Se supone que es un cuarzo, pero es falso. Ya sabes... soy músico. Le sonreí.

 

―Está hermoso―no podía dejar de mirar aquel detalle. No sabía nada de aquellas bonitas piedras y, menos de sus significados, pero estaba enternecido y deslumbrado. Me acerqué a su cuerpo y le di un pequeño beso en la mejilla. Rápido me separé sin dejar de mirar aquel bello dije―. Se supone que todas esas piedras tienen un significado, ¿no?―miré a Akira. Éste enmudeció y luego abrió su boca, pero no articuló nada.

 

―No tengo idea―dijo al final. Lo miré entrecerrando mis ojos. Lucía incómodo, pero yo, simplemente, me limité asentir y no ahondar más en aquel asunto.

 

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―¿Te quedarás a dormir?―aparté el teléfono de mi cara mientras el cuerpo de Kaolu  se apoyaba en el umbral de la puerta de aquel cuarto de visitas. Por un segundo sentí como si el tiempo no hubiera pasado y su pregunta me pareció extraña, ¿no se supone que yo duermo aquí? Reí apoyándome de mis codos observando al sueño de casa. La habitación seguí igual, el único que había cambiado era yo.

 

―¿Puedo?―cuestioné jocoso mientras veía como se acercaba con pereza y se recostaba a mi lado. Estiró sus brazos y atrajo mi cabeza a su pecho como si fuese un peluche mullido.

 

―Siempre eres bienvenido―entonó melancólico al mismo tiempo que acariciaba mis cabellos―… ¿Por qué no vuelves a vivir conmigo?―cuestionó junto a un bostezo. Cuando Kaolu se embriagaba pasaba por todos los estados anímicos, ahora estaba nostálgico. Rápido se quedaría dormido―. Extraño… tus comidas―fruncí el ceño.

 

―Entonces búscate una esposa―murmuré bajo terminando por sonreír. Y yo que creía que me extrañaba de verdad.

 

Sus ronquidos no tardaron en escucharse y, mientras jugueteaba entre mis dedos con el dije que Akira me había obsequiado, volví a mirar la pantalla de mi teléfono el cual se encontraba en una página especializada en cuarzos. Ahí había encontrado el significado de aquel trozo de cristal.

 

“El cuarzo rosa es la piedra del amor incondicional…”

Notas finales:

Hola, ¿cómo han estado? ¿Todo bien?

 

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Estaba pensando que escribo mucho en las notas finales y es algo que quiero cambiar porque no creo que se detengan a leer por acá. Así que, ¡hablemos sobre el capítulo! (Y, quien me quiera comentar, nos explayamos en los comentarios un poco más).

 

¡Hubo cumpleaños!

 

Y un Kaolu muy borracho. <3

 

Según yo, fue un capítulo emotivo y algo cursi…

 

No sé si esperaban otra reacción por parte de Lucy, pero como he mencionado: En este fanfic no hay villanos. Sino circunstancias que hacen actuar a los personajes de una u otra forma. Ahora, Takanori menciona que Lucy se está disculpando por influencia de Reita. Que quizás esta no es auténtica porque según Reita, éste iba hablar con ella, pero ¿su disculpa será real? No olvidemos la conmoción que tuvo ella cuando fue por Erika hace un capítulo atrás...

 

Por otro lado está el regalo de Reita del cual no quiero acotar nada más allá, sino más bien decir algo sobre el cuarzo. Estos tienen muchos significados y cosas místicas, pero yo simplifiqué las cosas y amoldé un significado acorde al personaje y a este fanfic.

 

En fin, gracias por seguir acá, esperando y apoyando esta infinita historia.

 

¡Un beso!


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