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Vinculados por koru-chan

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Notas del capitulo:

Capítulo dedicado a Freyja que siempre está ahí llenándome el corazón con sus palabras que me dejan sin aliento. Un Gracias queda pequeñito para ti. Pero gracias, hermosa por tu apoyo <3

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Capítulo cuatro:

 

Protegido [Parte dos]

 

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Me removí entre las mantas al momento que mi mente fue lucida y mis oídos captaron el trinar de las avecillas fuera de mi cuarto. Gemí sin intenciones de ser partícipe de aquel nuevo día cubriéndome completamente con aquellas colchas como si estas fueran una fortaleza contra mis demonios mentales. Tal vez dormité un par de horas más porque cuando al fin había agotado mi dosis de somnolencia abrí mis párpados inmiscuyendo, uno de mis ojos, hacia la luz natural que se colaba por mi ventana. No sabía qué hora eran, pero por las cortinas entre abiertas, podía ver el cielo azulado brillar en su apogeo; según mi instinto, tenía la vaga idea que podía ser pasado el mediodía.

 

Icé las pesadas mantas sobre mi cuerpo y me senté al borde de la cama introspectivo. Normalmente me despertaba con ánimos, con ganas de empezar un nuevo día; con la mente llena de actividades que tenía que realizar. Pero hoy no tenía ni una gota de energía. Me sentía débil. Enfermo a pesar de no tener ningún síntoma de dolor físico y mi mente, que habitualmente era lúcida, cuerda y ordenada, ahora era un cumulo de cosas enredadas y sin sentido alguno.

 

Sonreí con melancolía entendiendo, recién, el pesar que sentía mi madre al estar día tras día medicada.  Contraje mis labios y apreté, en el acto, el colchón con mis manos suspirando pesadamente mientras imágenes del día anterior comenzaron aparecer en mi cabeza escociéndome la visión junto a una pesadez cargada de angustia adherida en el pecho—la cual no se esfumaba aunque me llenara de fármacos el cuerpo—. Bajé mi nuca derrotado mientras mordía mi labio inferior cuando una idea se instaló en mi mente. Y con las manos temblorosas me dirigí a la mesita de noche del lado opuesto de mi cama. Necesitaba un cigarrillo; un placebo que me calmase los sentidos inquietos. Coloqué el cilindro entre mis labios sintiéndome dudoso de encender el extremo inverso. Había dejado de fumar hace más de tres años, pero me era inevitable caer, nuevamente, en algo que me calmaba los nervios.

 

Caminé hacia la ventana con una caja de cerillos en mi diestra. Abrí las cortinas levemente, para correr el panel y que la helada brisa de media tarde me abrazara. Suspiré encendiendo el tubo de nicotina, y con desespero, calé percibiendo como el humo de gusto mentolado me envolvía poco a poco. Exhalé apoyando mi hombro diestro contra el frío concreto de la muralla contemplando como la ciudad seguía su curso diario. Llevé mis ojos al cielo; que si bien estaba de un azul intenso y el sol brillaba, el clima no estaba nada cálido. Pestañé un poco acostumbrándome a la luz paseando mis orbes por la periferia como si todo llamase mi atención a pesar que el paisaje de aquella ventana jamás cambiaba.

 

Al paso de los minutos con mi mente divagando sentí como alguien abrió la puerta del cuarto y se mantuvo quieto, tal vez esperando una reacción mía, mas esta no llegó. Al cabo de unos minutos de escrutinio unas pisadas descalzas se deslizaron por la madera hasta aproximarse a mi cuerpo. Se acercó a mi espalda y tras acariciar mis congelados brazos—cubiertos escasamente por una camiseta de manga media—, envolvió estos con un cárdigan que había visto, con anterioridad, reposado sobre uno de los sofás individuales situados frente a los cristales y el cual había ignorado.

 

—¿Fumando?

 

—Lo necesitaba…—me excusé percibiendo como el azabache emitía un:

 

—Entiendo—bajito y se abrazaba a mi cuerpo para coger entre sus dedos el cigarrillo a medio consumir al cual apenas le había dado un par de caladas. Por el rabillo del ojo lo vi apagar el cilindro en un cenicero mientras me cruzaba de brazos agradecido por la acción—. Qué bueno que ya te levantaste. Estuve esperando que lo hicieras; estaba pensando en despertarte por mi cuenta—llevó un mechón de mi cabello tras mi oreja mientras asentía a sus banales palabras sin voltearme; temía del que iba a decir mi novio tras lo sucedido. Luego de volver a casa del hospital —yo medio dopado por los medicamentos—, no tuvimos intercambio de vocablos más allá de lo necesario: Me obligó a comer una simple sopa de verduras, me arropó bajo las mantas y le pedí—bajo somníferos—que llamara al colegio donde hacia clases para avisar de mi indisposición. A pesar de sus nulas palabras podía ver en sus ojos miles de cuestionamientos sobre lo sucedido, pero paciente calló—. ¿No vas a almorzar? Aunque no lo creas, cociné algo delicioso para ti—me voltee ligeramente sonriéndole de forma sutil mientras negaba con mi cabeza mientras intentaba atusar con mis manos mis cabellos desordenados—. ¿Dudas de mis dotes culinarios?—besó la curvatura de mi cuello mientras me abrazaba y ambos guardábamos silencio.

 

—La sopa de ayer no estaba muy buena—se rió.

 

—¡Dios! Tuve que cocinar algo improvisado, no te quejes. Al menos comiste algo—reí bajito.

 

—¿Esta vez pediste a domicilio?

 

—Lo hice—se carcajeó—. Me descubriste—Yuu cerró el ventanal arrastrándome con él hacia uno de los  sillones. Se sentó en el mullido reposabrazos de aquel moderno sofá. Lo miré recostando mi cabeza en su cuello ganándome un par de sonrisas y besos sobre mis labios secos—. ¿Te duele la cabeza?

 

—Un poco—me acomodé entrelazando mis dedos con el moreno—. Siento una sensación extraña, como si tuviese resaca—me reí viéndolo fruncir su nariz con burla.

 

Mientras mis ojos estaban perdidos en el horizonte a través de los cristales, sabía que el azabache me observaba, posiblemente preguntándose si iba a hablar o no. Lo oí suspirar y luego su voz me sacó de mi distracción.

 

—Yutaka me contó que vio un hombre junto a ti. No logró describirlo del todo. Recalcó que era mayor y que te tenía sujeto. Pensó en un minuto que te estaba robando, pero cuando se acercó parecía que estaban teniendo una charla bastante intensa—bajé mi nuca viendo como Yuu besaba mis nudillo. Mis ojos se aguaron y tragué seco.

 

—Era Kiyoharu…—lo sentí resoplar furioso.

 

—¿Ese hijo de puta?—lo vi fruncir su mandíbula—. ¿Acaso olvidó que tiene una orden de alejamiento?—se puso de pie, pero lo detuve mientras me llevaba consigo en dirección hacia la salida de nuestra habitación.

 

—¿Qué haces?—entoné asustado.

 

—Iré a su casa y le hablaré en sus “términos”.

 

—No—me negué tocando su pecho—. Cálmate—bufé—. No me hizo nada… él…—pegué mi frente en su pecho.

 

—Taka, ¿no te hizo nada?—me miró duro—. ¿Insistes en excusarlo?—me observó ablandando un poco su rostro—. Takanori… —murmuró neutral; estaba preocupado. Pero yo guardé silencio largamente y el moreno esperó estoico sabiendo que mi mente era un verdadero caos y aquella maraña mental debía lograr ordenarse para que las palabras amontonadas en mi garganta lograran salir con fluidez.

 

—Mencionó a mi padre— dije al fin saliendo de aquel sopor silencioso separándome de su pecho para sentarme a la orilla de nuestra cama mirando mis muslos absorto. Yuu se arrodilló frente a mí buscando mis ojos confusos y temerosos hasta que dio con ellos. Suspiré viendo como acariciaba con sus pulgares el dorso de mis manos posadas a cada lado de mis extremidades inferiores.

 

—¿Tú padre biológico? ¿No se supone que tu madre jamás te habló de él?—asentí mientras mordía mi labio inferior.

 

—Dijo—alcé mis ojos para chocar con los oscuros e hipnotizantes de mi novio—… que mi padre, no, que el sujeto que me dio la vida… fue un violador. Yuu, que yo nací producto de una violación—alcé mis ojos rojos, me escocían, mas ninguna lágrima emergió de ellos. El azabache tomó mis manos con más fuerza, sin hacerme daño, mirándome con el ceño fruncido. Sonreí frustrado zafándome de su agarre. Quité mi vista de él para enfocarla en un punto perdido mientras secaba mis lágrimas las cuales, inevitablemente, terminaron por desbordarse. Recordando el pasado esbocé, con ironía, una mueca rota—. Siempre pensé que mi madre me odiaba porque mi padre había huido después de dejarla embarazada; que ella había quedado destrozada por este amor y que la forma de desquitarse era menospreciándome—lo vi negar con vehemencia.

 

—No le creas. Todo lo que sale de la boca de ese bastardo es basura—exhalé con pesar. Esas palabras habían rondado en mi cabeza para suprimir una parte que le creía; no podía descartar aquel hecho porque podía ser tan válido como no, pero ese odio latente hacia “él” y hacia mi tenía sentido luego de saber que, posiblemente, mi madre había sido abusada. Mi novio se alzó levemente y juntó sus labios con los míos sellando aquel momento para darle un fin—. Olvídate de toda esta mierda. Ese tipo te vio y lo único que quiso hacer es lastimarte con aquel tema tan delicado; la única que tiene la verdad es ella—habló con sus labios apoyados en mi frente. Asentí percibiendo como besó la zona y luego salió de la habitación adjuntando un: —Te llenaré la tina para que tomes un baño y te relajes. Te hará bien.

 

.

 

Apoyé mi cráneo humedo sobre la cerámica ovalada de la bañera sumergiendo mi menudo cuerpo bajo una sutil espuma violeta. Sentí como el calor me revitalizaba los sentidos y como mis músculos tensos se relajaban; las hierbas naturales de sándalo y lavanda lograron calmar mi atiborrada mente después de varios segundos de inmersión. Con mis manos adheridas, a cada lado del borde de la loza, terminé por empapar toda mi desnudez bajo aquella dulzura aromática. Cerré mis ojos cuando mi cabeza salió debajo del agua coloreada afirmando mi barbilla sobre la orilla de la tina. Me quedé quieto e introspectivo oyendo el rítmico goteo de la llave aterrizar contra el agua perfumada  lo que me hizo permanecer dormitando por largos minutos aunque el agua estuviera volviéndose fría; deseaba quedarme ahí, oculto y tranquilo. Alejado del acelerado exterior…

 

—¡Hey, quiero mear!—tocaron al otro lado de la madera con furia.  Abrí mis ojos de golpe; asustado de aquella invasión precipitada que me desorientó. Me senté raudo percibiendo como mi cuerpo empapado escurría mientras fieros azotes en la puerta hacían de banda sonora aquel reducido cuarto.

 

—Dame un segundo—busqué con la vista la toalla que recordaba, vagamente, que había traído conmigo y la cual no hallaba debido a mi despiste reciente producido por el  brusco aterrizaje a la realidad.

 

—¡Mierda no!—escuché un traqueteo detrás de la madera mientras veía, con pánico, como movía el cerrojo de la puerta para abrirla desde afuera.  Me puse de pie sobre la tina tomando la bata que estaba en el suelo justo en el momento que el menor abrió la puerta dejando que el frío exterior diera paso junto a su desalineada persona. Me salí del agua con las mejillas tórridas pensando torpemente que el muchacho me había visto desnudo. Tomé una toalla mediana gris que estaba sobre la cerámica del lavamanos para colocármela sobre el cabello el cual goteaba y estaba empapando el piso. El rubio me observó desde la puerta malhumorado como siempre—. ¡Puta madre! Llevas dos horas aquí a dentro y más encima tengo que esperar, ¡suelta el puto baño de una vez!—bramó con ese aspecto trasnochado tan común en él.

 

—Sí, sí—dije sin réplica dejando que el agua aromatizada saliese por el desague y dejarle, al fin, al chico el sitio. Cuando salí por la puerta me giré para espetarle algo banal, pero ésta fue azotada de golpe frente a mi cara y detrás de la madera suspiré desganado por su inestable carácter.

 

Al tornar a mi cuarto hallé a éste vacío; extrañado al no encontrar la presencia  del moreno direccioné mis pisadas hacia el pasillo. En el acto de búsqueda sequé mi empapado cabello y la esperanza de encontrarlo en el despacho se esfumó al igual que mi sonrisa al abrir la puerta y encontrar el área vacía. Mi ceño se arrugó con desazón mientras iba hacia la sala y luego a la cocina sin éxito. No había rastros de él.

 

Sin entender su reciente esfumación regresé al cobijo de mi habitación sintiendo como mi cuerpo, aún húmedo, temblaba. Me vestí con prendas ligeras: Una playera blanca, un suéter delgado de cuello redondo en tonalidad negra con pequeños detalles de grises en el tejido y unos pantalones deportivos sueltos de la misma paleta cromática. Hice la cama y ordené el cuarto sintiendo como el departamento se colocaba cada vez más frío.

 

Caminé descalzo hacia la cocina colocando el termostato en una temperatura cálida mientras paseaba mi vista hacia el interior de la estancia hallando algo que hizo a mi estómago gruñir—por ello recordé lo tarde que era y que no había almorzado—. Sobre el mueble había un par de bolsas de un restaurant Italiano que siempre acudíamos con Yuu para aniversarios. Sonreí sacando las cajitas, perfectamente empacadas, con cada ingrediente en su respectivo embace para agregar a gusto sobre los finos fideos. Acomodé un sartén sobre el fuego de la cocina, apliqué un chorrito de aceite e incorporé los ingredientes junto a las blancas y largas macitas.

 

Mi mente concentrada en aquella tarea fue interrumpida tras oír un sonido de notificación lejana. Conocí de inmediato el tono; era mi teléfono. Bajé un poco el fuego dirigiéndome raudo hacia la sala. Analicé el área hasta que di con mi chaqueta y mi bolso posado en un sofá individual. Corrí hacia la cocina velando por la correcta cocción de las pastas mientras veía varios mensajes y correos. Suspiré recordando que no había llamado al colegio en el cual daba clases. Si bien, Yuu se había encargado de ir personalmente al establecimiento, yo no había llamado al lugar para corroborar que todo estaba bien. Y que, para los días que iba a estar ausente, habían podido colocar a un remplazante. Mordí mi labio inferior preocupado haciendo una nota mental de asuntos que debía hacer a corto plazo.

 

Fijé mi atención en la comida chirriante que tenía bajo mis ojos removiendo esta con cuidado para agregar uno de los recipientes de salsa blanca con champiñones. Revolví por unos segundos impregnando las pastas con el espeso agregado oyendo como unos pies descalzos entraban a la cocina.

 

Vi de soslayo como el menor ingresó semidesnudo; apenas usando un bóxer. Bufé notando con claridad como su pómulo estaba pasando a una tonalidad verdosa con algunas aristas violáceas y como su labio comenzaba a cicatrizar. Lo vislumbré abriendo el refrigerador y como rebuscó en el interior sin éxito, y antes de marcharse de aquel lugar ignorando mi presencia por completo, fijó su atención en un canastito con frutas de estación. Removió un poco el contenido hasta que cogió una manzana entre su palma.

 

—¿Akira?—entoné captando su atención.

 

—No molestes—resoplé viéndolo salir de aquella ala de la casa. Me quedé pensando un par de segundo si debía o no disculparme por lo ocurrido la madrugada anterior. Exhalé apagando el fuego. Situé, sobre la preparación, una tapa de cristal para que conservase el calor, lavé mis manos y tras secarla con una toalla de cocina caminé titubeante hacia el cuarto del veinteañero.

 

Vi la puerta entre abierta y toqué tenuemente la madera advirtiendo mi presencia. Esperé un par de segundos e ingresé esquivando un proyectil—en forma de almohadón—el cual casi roza mi cara.

 

—Lárgate, princesita—emitió mientras abría mi boca sin esbozar sonido. Estaba estupefacto que la mullida bomba no me hubiera caído en la cara como en otras ocasiones. Me acuclillé para coger la munición perdida entre mis brazos mientras analizaba su habitación hecha un desastre.

 

—Un día podríamos limpiar aquí…—entoné tanteando el terreno advirtiendo su cara molesta casi gruñir como un perro rabioso al verme deslizándome por el lugar al mismo tiempo que esquivaba  enseres tirados, estratégicamente, sobre el inexistente suelo.

 

—Vete—protestó.

 

Dejé el almohadón en la destartalada cama viendo el cuerpo tendido del rubio mirarme analíticamente por mi invasiva presencia, era como un felino que me iba a atacar en cualquier momento, pero ignoré la intimidante situación.

 

—¿No tienes frío?—acaricie mis brazos acercándome hacia un sofá situado bajo una buhardilla cuadrada con intenciones de cerrarla—. Puse la calefacción, si tienes la ventana abierta la casa no se calentará nunca…

 

—Mierda, Matsumoto ¡Deja de molestar!—lo oí detrás de mí sobresaltándome al impactar su torso contra mi espalda haciéndome perder el equilibrio. Lo escuché chistar y maldecir en voz baja al momento de rozar nuestros dígitos cuando había logrado cerrar el marco—. Ándate de mi cuarto de una puta vez…—sentí una extraña sensación cuando murmuró aquellas últimas palabras. No lo dijo exaltado ni molesto, era con un regusto impotente; cansado, tal vez, de mi presencia. Tragué seco mientras me giraba desde mi posición sentado bajo la buhardilla. Alcé mi vista viendo al menor colocar el seguro al cristal y nuestras miradas se cruzaron por escasos segundos; sus ojos se percibían ofuscados. Aquello me dejó con una sensación de culpabilidad en el pecho; después de todo nadie le dio a elegir esta convivencia familiar—. ¿Puta madre, te vas a quedar ahí?—se sentó en el colchón cubriendo su cuerpo de la cintura para abajo mientras miraba su teléfono. Parecía  que se mensajeaba con un tercero, y cuando terminó, alzó su altanera mirada. Rasque mi nuca dudoso mientras me aproximaba al rubio sentándome al borde de la cama. Acerqué mis brazos en un arrebato maternal hacia el chiquillo y lo acerqué a mi anatomía comprimiéndolo con afecto.

 

—Lo siento—murmuré aferrando su rostro contra mi cuello.

 

—¡De que mierda hablas! ¿Te volviste demente?—gruñó—.  ¿El calmante afectó tu diminuto cerebro gay?—se alejó de mi tanteando mi sien con su dedo índice mientras me mordía el labio inferior. Bufé largamente.

 

—Por la bofetada… ¿No recuerdas?—despegó sus labios formando una “O” con ellos y luego frunció el ceño.

 

—Lo había olvidado—alcé una ceja.

 

—¿Estás bromeando?— le pequé un golpecito en su desnudo hombro mientras arrugaba el entrecejo—. Que agobio pasé y tú te haces el desentendido—fruncí mis labios mirando con rencor al muchacho.

 

—Cuánto melodrama; en serio pareces mujer…—lo vi recostarse en la cama mirando la pantalla de su teléfono mientras me alzaba de las sábanas.

 

—No puedo creer tu grado de crueldad, ¿por qué dices palabras a lazar? ¿Acaso no sabes cuánto duelen?—lo vi rodar sus ojos. Resoplé saliendo de aquella habitación desordenada molesto como nunca.

 

.

 

Acaricié la porcelana de la taza contra mis labios sorbiendo la teína con regusto a frutos rojos releyendo el quinto mensaje que le enviaba a mi desaparecido novio. Chisté con desazón. Odiaba que apagara su teléfono celular, y sobre todo, detestaba que desapareciera sin decir donde iba porque me hacía sentir un regusto amargo en el pecho y un vacío en el estómago. No sabía que hacer sin él, era como un niño pequeño y solitario sin su presencia; mi dependencia me asustaba porque no sabía hasta qué punto podía ser dañina para ambos.

 

Posé el trasero de la taza tibia en su plato situado sobre mi mesita de noche poniendo atención a un par de carpetas montadas sobre la colcha blanca de mi habitación. Posicioné mis anteojos, y tras apoyar mi espalda contra el respaldo mullido de mi cama comencé a hojear informes y exámenes que no había tenido tiempo de corregir con anterioridad.

 

—¿Y esa cara?—Icé mi vista concentrada relajando mi mandíbula contraída. Boté el aire recluido por mis pulmones observando al moreno reír desde la puerta cerrada de nuestro cuarto.

 

—Esta cara es por muchas situaciones, una de ellas apareció, las otras prefiero suprimirlas—gruñí viéndolo carcajearse—. ¿Dónde fuiste?—entoné luego—. No avisaste, ni contestaste mis llamadas. Me preocupas, Yuu—hablé afligido. Lo observé tenso, junto a un ápice molesto en sus ojos.

 

—Fui a la oficina a tratar un asunto...—dijo.

 

—Ah, entiendo. ¿Y pudiste?

 

—No. Será para la próxima—alcé una ceja dubitativo. Lo veía demasiado molesto para un banal y aislado suceso. Cuando iba abrir mis labios para cuestionarlo su voz se hizo presente interrumpiendo mis pensamientos.

 

—¿No se supone que deberías estar descansando?—entonó el moreno haciéndome dejar sobre mis muslos el folio a medio revisar junto a un lápiz de tinta permanente. Bajé la vista y voltee la página empujando mis anteojos que se empeñaban en deslizarse por el puente de mi nariz. Como un descanso momentáneo tomé la oreja de la taza de té junto a mí acercándola hacia mi rostro antes de contestar a su quisquillosa interrogante.

 

—Lo estoy. Mírame estoy en la cama—mi novio se carcajeó aproximándose fugaz hacia mi anatomía. Besó mis labios yendo raudo  hacia el armario frente a la cama; lo abrió sustrayendo varias prendas básicas dejándolas sobre la colcha.

 

—Pero no deberías estar trabajando. Quiero que descanses de verdad—hice una mueca de medio lado.

 

—No quiero dormir toda la tarde. Hacer esto me distrae y entretiene.

 

—Que mal concepto de entretención tienes—rodé mis ojos volviendo al examen escolar que escrutaba minuciosamente.

 

—¿Por cuántos días vas?—cuestioné viendo demasiada ropa para un día de viaje.

 

—Ya sé que es mucha, pero siempre es bueno exagerar—dijo—. ¿Abras visto mi maleta pequeña? —cuestionó revisando todas las puertas del armario sin éxito.

 

—¿No la tiraste? Estaba mala, dijiste que comprarías otra—lo observé hacer una mueca de medio lado—. Lleva la mía. Está en la última puerta—apunté con un lápiz el lugar viendo como sus pisadas se direccionaban en grandes zancadas hacia el recoveco junto a la ventana. Cogió la maleta en tono marrón y sencillo modelo colocándola sobre el lecho para guardar cada artículo meticulosamente mientras lo miraba con algo de melancolía.

 

—Oye, amor—se sentó cerca de mí besando la comisura de mis labios mientras emitía pucheros fugaces y suspiraba extendidamente—. Siento que saliera esto del viaje. Justo antes que ingresaras de urgencias al hospital había tenido una reunión para ir a visitar la sucursal en Kioto. Pensé que era el momento porque ya lo había pospuesto demasiado…—mordí mi labio inferior dejando los documentos, situados entre mis manos, a un lado enredando mis piernas en sus caderas entendiendo el hecho; no era la primera vez que Yuu viajaba, de hecho lo hacía cada cierta cantidad de meses desde que el negocio se había extendido, pero me era inevitable no sentirme miedoso y vulnerable. Bufé sobre su cuello. Debía admitir que  aquel hombre era un gran pilar desde que había aparecido en mi vida. Siempre pensé que era un peso demasiado complejo que cargar, pero él siempre era comprensivo conmigo con todos mis temores y trabas; con todo lo que implicaba tenerme a su lado—. Juro que no apagaré mi teléfono y lo tendré conmigo en cada momento—me sonrió y yo asentí sorprendiendo sus sentidos al posarme a horcajadas sobre su regazo y besar con necesidad su boca mientras lo miraba con los párpados entre cerrados; ansioso —. No me hagas esto, Taka… No me dejes con ganas—sonrió sobre mis labios acariciando mis caderas con intenciones de atraerla hacia su entrepierna. Jadee levemente al sentir como friccionaban nuestras ingles. Mordí mi labio inferior negando con mi cabeza al escuchar como un gemidito lujurioso salía de su garganta.

 

—Ésta vez no te dejaré así…—emití  siendo posado con salvajismo contra la colcha mientras me reía bajito por sus actos al recibir besos fugaces sobre mis labios—. ¡Espera, ordenemos aquí primero!—exclamé tímido viendo como mi novio se separaba de mi clavícula mirando los objetos ajenos en el lecho.

 

—Mierda—me carcajee observando como se levantaba con frenesí para apartar todo del lugar.

Notas finales:

¡Hola!

Estoy muy contenta, no, lo siguiente. Estoy en un nuevo nivel de felicidad. Gracias por sus  palabras de amor hacia esta nueva historia. Me alegro que la encuentren original y que sobre todo les esté gustando el resultado y espero que siga así.

Fue hermoso leer sus reviews y ver que las leídas suben. Gracias por sus ánimos.

Y los que esperan el Reituki, continúen esperándolo. Sé que posiblemente es algo “chocante” leer Aoi como la pareja sólida de Ruki, pero quiero que vayan entendiendo el desarrollo, los sentimientos de los personajes, situaciones, entre otros. Como les mencioné a mi igual me costó tomarle “cariño” a esta historia, pero cada vez me gusta más <3

Ahora, sobre la escena que hice referencia en el capítulo pasado era “Don't Breathe”  Shadow fue la única que le atinó. Gracias, bonita por tu review. Si la han visto o la ven, es el extracto donde la madre de la protagonista le dice que tiene los labios resecos, puesto que está ganando dinero de alguna forma, según ella es la prostitución. Vi la película varias veces, y un día, mientras hacía algo en la cocina y la televisión estaba encendida vi nuevamente esta escena y fue como ver a la mamá de Taka :’D

Infinitas gracias a todos sus reviews. Los leo y los releeo y respondo con todo el amor del mundo. Un gracias me parece muy insignificante cuando quiero abrazarlas.

¡Nos leemos pronto, bellezas!


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