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Vinculados por koru-chan

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Capítulo cuarenta y dos


En medio del caos


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Aquella mañana abrí mis ojos de golpe sintiéndome completamente desorientado. Enderecé mi cuerpo, sosteniéndome con mis codos sobre el colchón y, tras mirar los alrededores, me calmé. Estaba en mi cuarto. Con un resoplido me dejé caer nuevamente en medio de las sábanas. Todo estaba bien. Bostecé. Había trascurrido un largo tiempo desde que me había despertado así; mi cuerpo se sentía enfermo y mi cabeza la percibía pesada…


Junté mis párpados intentando buscar el motivo. Arrugué mi entrecejo, cierto, anoche había bebido. Giré en la cama sintiéndome deplorable. Aquella vieja costumbre debería haber quedado atrás. Sobre todo porque beber en soledad, era peor aún.


Froté mi rostro con mis palmas, al menos había conseguido dormir sin despertarme en medio de la noche con la mente atiborrada de pensamientos negativos. Mi madre iba a estar bien; había salido de cosas peores. Despegué mis pestañas percatándome que estaba durmiendo en el lado incorrecto de la cama y, además, el sitio donde yo pernoctaba con regularidad, estaba desordenado. Miré con suspicacia el área; como si aquello traería respuestas a mi adormilado cerebro. ¿Acaso me había levantado en la madrugada?


Volví a resoplar. No recordaba ni como había llegado a la cama. Bufé. Se me habían pasado las copas y, además, ayer no había comido bien. Si le sumaba mi nula costumbre con la bebida, tenía este resultado: Lagunas mentales. Perfecto. Un motivo más para no volver a consumir alcohol.


Me alcé del colchón viendo que llevaba la camiseta de ayer y ropa interior. Busqué mis pantalones y los hallé en el suelo junto a mi sudadera arrugada. Tomé las prendas intentando hacer memoria del día pasado. Nunca me había borrado tanto. No… Sí, me había pasado antes. Hice una mueca de medio lado recordando como, en esos días en los cuales vivía con Yuu, ambos―de vez en cuando―, bebíamos mucho vino y, al otro día, Yuu me decía lo bien que lo habíamos pasado en la cama y yo ni me acordaba…


―Que recuerdo tan amargo―refunfuñé arrastrando mis suelas descalzas hacia el baño. Curiosamente encontré este con una fina capa de vapor. Ni siquiera me cuestioné aquel echo y, simplemente, me limité a pasar mi palma, superficialmente, por el espejo y abrir la pequeña ventana de aquel cuarto.


Sin fijarme mucho en mi imagen borrosa que revelaba mi reflejo en aquella superficie empañada, lavé mis dientes como si tuviera todo el tiempo del mundo. Escupí el dentífrico al lavamanos después de pensar que no sabía qué hora eran ni en qué día estaba…


Me asusté. E inmediatamente, sentí que mi cerebro comenzó a funcionar deliberadamente mientras me mostraba posibles situaciones producto de mi irresponsabilidad con la bebida. Recé―y no era para nada religioso―implorando que el día anterior hubiera tomado las precauciones de pensar antes de haber tomado el primer trago porque seguro, si tenía que dictar clases el día de hoy, estaría muy atrasado.


Caminé a mi cuarto y, sin tardar demasiado en hallar mi teléfono―el cual estaba en la mesita de noche en el lugar y posición habitual―, lo tomé entre mis manos mientras me sentaba sobre el desordenado colchón. En el primer vistazo a la pantalla, vi que tenía muchas llamadas perdidas de Kaolu. Rodé mis ojos. ¿Le costaba mucho mandar un mensaje? Simple; eventualmente lo iba a ver. Pero el alma volvió a mi cuerpo y dejé en paz a las deidades que molesté inconscientemente después de corroborar que sí, efectivamente, era tarde; pasaban de las doce del día y que, evidentemente, no tenía clases porque era festivo y, además, era un día sábado.


“Sí, iré hoy, pero más tarde. Relájate. Todo está bien… Y perdón por no explicar más allá sobre el tema de mi madre… Es algo delicado. Hablemos con más calma después, ¿está bien?”


Le escribí a mi amigo y, sin esperar que contestara, regresé al baño. Esta vez lavé mi cara con cuidado. En el proceso, retiré mi camiseta secando mi piel con la misma tela retirada. Con el espejo ya libre de aquel vaho miré mi nítido cuerpo a través del cristal. Me veía muy adormilado. Hice una mueca de medio lado volviendo a remojar mi piel. Alcé mi cabeza viendo como el agua resbalaba por mi dermis y, en aquel instante, me percaté como mi cuello tenía un hematoma. Me quedé pasmado observándome sin entender como este se había formado. Sin respuestas recorrí mi torso encontrando otro en mi cadera. Apreté mi mandíbula, acaso ¿me había hecho daño dormido? Tenía la piel realmente sensible. Tanto así que, si pasaba mucho tiempo de rodillas, se me hacían moretones, si me rascaba me quedaban puntos rojos o, a veces, manchas magentas que se volvían marrones, pero esto era violeta y casi parecía un…


Mis pensamientos fueron turbados cuando, en el exterior, oí como algo caía en la cocina. Un escalofrió me recorrió la piel. Con las manos temblorosas tomé una bata que estaba situada tras la puerta y salí de aquel cuarto mientras me ataba la tela en torno a mi cintura. Pero bajé el ritmo de mis pisadas hasta detenerlas cuando, de golpe, recordé pequeños destellos del día anterior. Akira había venido a visitarme ayer. Bufé aliviado.


―… Estoy bien. Oye, ¿me llamas al otro día para saber dónde estoy? Buen amigo, gracias ―cuando emergí hacia la sala lo vi. Ahí estaba; en la cocina―. Maldito bastardo. Sólo quieres saber lo que HICIMOS—me acerqué a aquella área viendo como el rubio tenía el cabello húmedo; llevaba una sudadera abierta―que me pertenecía―y una toalla rodeándole la cintura. Alzó su vista cuando se percató de mi presencia. Me miró y balbuceó un par de palabrotas y colgó dejando su teléfono sobre la encimera.


Me sonrió. Picaba fruta de forma muy meticulosa. Le devolví la sonrisa viendo como tenía un recipiente lleno de colores frutales. Busqué sus ojos para alagar su peculiar acción, pero cuando di con aquella parda mirada me preocupé. ¿Acaso… había tenido sexo con Akira?


En ese estado, realmente no confiaba en mi autocontrol. Me perdía completamente; me desinhibía, me volvía dócil. Sumándole, además, una subida de presión que al final me hacía perderme de la realidad. Me senté sobre uno de los taburetes tomando la mitad de una fresa la cual el músico picaba en aquel momento. Éste me echó un vistazo y continuó en lo suyo―. Te iba a llevar el desayuno a la cama… Arruinaste la sorpresa―exhaló con falsa decepción.


Lo miré justo cuando esbozó una sonrisa. Buscó mis ojos, pero estaba bastante ocupado intentando recordar más allá de lo que había pasado anoche. Vagamente rescaté que habíamos hablado, pero también estaba mareado y somnoliento. Me ayudó a acostarme y él se acostó junto a mí. Hablamos sobre Yune. ¿Ellos terminaron? Froté mi frente. Luego nos besamos y… Abrí mis labios para preguntarle qué había pasado en realidad, pero luego pensé que el bajista se podía sentir mal porque yo no me acordaría de algo tan… relevante―. Voy hacer mi receta especial, hotcake. En realidad, Iba a hacer waffles, pero estuve buscando el aparato para hacerlos y no lo encontré―negué.


―¿Desde cuándo cocinas? Hasta tienes receta “especial”―me burlé. Éste me miró ofendido.


―En algún punto tuve que sobrevivir―contó alzando sus hombros mientras mi mueca afable mutó a una introspectiva. Akira se percató de aquel obvio cambio. Mi cabeza no me dejaba en paz.


―… No me he comprado una, aún―cruzamos miradas cuando hablé después de unos minutos para referirme al artefacto faltante viendo como el rubio teñido acercaba un recipiente vacío y apartaba el lleno de frutas. Pareció como si esperaba algún tipo de cuestionamiento y no aquella banalidad soltada que no llevaba a ninguna parte aquella incómoda plática.


―… Anoche no hicimos nada sexual―exhaló. Alcé mi mirada mientras cascaba unos huevos―. No iba a tener sexo contigo con medio cuerpo dormido―lo miré detenidamente―, pero nos besamos y… al final me tuve que ir a pajear al baño, así que… ―formé una “o” con mi boca sintiendo como mi cuerpo se relajó.


―… Demasiada información―le sonreí tímido por lo último agregado.


―Estás a salvo conmigo. Me sé controlar―se quedó pensativo y yo entre cerré mis ojos.


―¿Seguro? Porque me di cuenta que no perdiste tú tiempo―murmuré mientras introducía otro trozo de fruta a mi boca y buscaba los ojos pardos del chico halando un poco la prenda de mi cuello revelando aquella marca que sabía que iba a ser difícil de ocultar. Lo miré con reproche.


―… Bueno, a veces estoy bajo control, pero otras, me es difícil. Tú me haces las cosas difíciles―¿ahora yo tenía la culpa? Negué riéndome junto a un resoplido―. Pero… he aprendido de mis errores. Como aquella vez en casa de Kaoru donde… yo me―negó―… Olvida eso―despegué mis labios para reclamarle que hablara. Sabía que algo había hecho aquella noche, pero, con toda la vergüenza que sentía―por mi borrachera y mi actuar―, mejor no quise indagar. Ahora estaba realmente interesado en lo que iba a decir, pero justo en aquel momento sonó el citófono. Lo miré unos segundos y luego fui a contestar. ¿Sería Kaolu?


―De esta no te salvas. Me vas a contar que hiciste―me bajé del taburete deslizándome hacia el inicio del departamento mientras ordenaba la única tela que estaba cubriendo mi cuerpo.


―Mis labios están sellados, pero podrías abrirlos con la lengua si quieres saber―me miró pícaro y yo resoplé.


Al poner el auricular en mi oreja, no alcancé ni a decir “hola” cuando una voz cantarina me impactó el tímpano. No, no era Kaolu sino una voz masculina que casi había olvidado como se oía su tono. Junto a él percibí una risilla femenina y un balbuceo infantil. ¿Qué hacían acá? ¿Qué hacia ella con él?


―¿Me das unos segundos? Bajaré enseguida―murmuré oyendo como mi hermana agregaba algo que no alcancé a entender porque corté, nervioso, antes que siguiera hablando.


―¿Quién es?―cuestionó desinteresado mientras veía como incorporaba la leche y la harina a los huevos para comenzar a mezclarlos con el batidor manual de globo.


―El correo―mentí―. Vengo en un segundo―articulé alterado. Y sin esperar réplica, regresé al cuarto donde tomé las mismas prendas de ayer. Agarré mis llaves y salí raudo.


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