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Milkman por RolleignsQueen

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1.

POV Iruka

—Te toca repartir dos cajas de seis botellas en el vecindario.—
El jefe del lugar me entrego las cajas antes de que partiera hacia aquel vecindario que conocía a la perfección, he ido y venido tantas veces de ese lugar que sería algo completamente raro de mi parte en no conocerlo de pies a cabeza.

—En realidad son dos cajas de seis botellas más una...—
¿Como podría haberse olvidado ese pequeño detalle? Tanto tiempo trabajando aquí y no lo recuerda.

—Uh. Perdón, lo había olvidado, creo que junto a tu pedido hay una par de botellas sueltas—
Me contesto señalando la mesa donde habían algunas botellas individuales encima de ella, tomé una que tenía medio despeada la etiqueta de la empresa y me fui de aquel lugar. Yo recuerdo que este lugar era alegre y tenía un toque especial, ahora solo es un lugar muy callado e incoloro, solo veo personas ir y venir con caras largas y ganas de vivir casi nulas.

(...)

Todo es tan rutinario, tan simple  y aburrido. Todo esta igual y en el mismo sitio donde lo vi ayer, como si el tiempo no pasara. Desde los autos estacionados hasta el tamaño del húmedo césped. Puedo jurar que hasta viejo hombre que esta sentado en aquella mecedora no se ha movido ni un solo centímetro.

Creo que es muy común que de comentarios como ese ya que llevo repartiendo las botellas de leche en la misma calle por casi cuatro malditos años, supongo que lo normal seria pedir que me cambien de calle y así dejar de quejarme cada día de mi hastiada vida pero no quiero, extraño ¿No? Me estoy quejando de lo monótono que es mi día a día y haber tenido desde siempre la oportunidad de cambiar esto y no quiero hacerlo. Creo que ha esto se le puede llamar ironía o algo por estilo... 

Realmente este día (o mejor dicho madrugada) transcurrió completamente normal, pasando por todas las casa adosadas mirando las mismas caras somnolientas con baba seca en sus mejillas, cabellos despeinados y pijamas de animalitos. Todo completamente normal.

Llegué hasta la que estaba al final del vecindario, está se notaba a simple vista que no estaba habitada porque vamos, cualquier personas recogería las botellas de leche que estaban apiladas delante de la puerta. Son gratis.
Pasé por aquel jardín hasta llegar hasta la puerta donde dejé la ultima botella de leche.

Salí de aquella casa volviendo a atravesar aquel sucio jardín y estuve unos segundos delante de aquella casa admirándola un momento y recordado las miles de anécdotas que tengo con el antiguo dueño de esa morada. Sigo viviendo en un flashback.

-~-~-~-~-

FlashBack, cuatro años atrás...

-*- Narrado por mí

Uno que otro cabello salido de la coleta joven revoloteaba feliz al rededor de toda su cara  por el viento que  estaba  corriendo más recio de lo que es habitual en este lugar. La condición de su cabello no era prioritario para él en ese momento, lo único a lo que le tomaba importancia era a los números de cada casa, no queríq cometer ni un error en su primer día de trabajo, fue algo tardado encontrar un trabajo en este lado del estado y no estaba con ganas de volver a pasar por la misma angustia de no encontrar algo con lo que sustentarse.

Todo era nuevo para él; las calles pavimentas que parecían estar pulidas a mano, cercas al rededor de cada vivienda, las casas que eran casi por no decir iguales, autos de marca Jensen Interceptor y Alfa Romeo Spider estacionados delante de aquellas casas, en los años 60 esos autos valían más que un ojo de la cara pese a que ahora estos serian vistos como simple chatarra. Esta era una de las calles principales de aquella ciudad.

Cada frasco lo entrego en su respectiva casa, no hubo ni un sólo problema; sin embargo, solo le quedaba una casa a la cual entregar su ultima botella y era exactamente la que estaba en la mitad del refinado vecindario, al llegar encontró algo en particular en aquella casa, esta era igual de grande que dos casas adosadas juntas. Aunque a lo que limpieza respecta, el jardín se veía muy descuidado y en este había algo de basura y hojas secas regadas al rededor del césped.

El joven de iris sepia abrió lentamente la pequeña puerta de la cerca de madera cubrida de pintura blanca y entró al descuidado jardín caminando con dirección hacia la puerta principal, al llegar sacó un frasco repleto de leche dejándolo adelante de la puerta. Estaba a punto de dar vuelta y marcharse pero vio como de la puerta de mascotas se asomaba una cabeza felina con unos ojos enormes y grisaceos, poco a poco salió dejando ver su pelaje también gris aunque era lo suficientemente oscuro que podría ser confundido con un profundo negro, es complicado de explicar. Al salir por completo se quedo estático mirando fijamente al Sureño quien copio la acción hasta que decidió romper esa pequeña tensión acariciándolo.

—Te ves muy lindo— murmuró. Al principio el pequeño felino siguió en la misma posición ante los mimos que le proporcionaban, luego de unos cuantos segundos erizó su piel y arqueo su espalda en señal de que estaba a punto de atacar. El castaño se exalto y retiró su mano del cuerpo del gato para luego levantarse y dar un par de pasos hacia atrás. Lamentablemente eso no sirvió de nada ya que el gato avanzó, cuando estaba a punto de saltar la puerta se abre dejando ver a un hombre de cabello plata con una bata azul sobre su cuerpo y una taza llena de café en su mano.

—¡Hey, ni se te ocurra saltar sobre el muchacho!— Exclamó el hombre anterior descrito mirando fijamente al felino quien se calmaba y se iba caminando hasta llegar a donde su amo y comenzaba a sobar su cuerpo contra las piernas del peliplata lanzando algunos ronroneos. —Perdón, algunas veces le da por atacar a personas desconocidas.

—Sí, ya me dí cuenta— musitó el menor mirando al felino quien se enredaba entre las piernas de mayor.

—¿Has venido a dejar las botellas de leche?— Con su mano libre señalando la caja de leche que sujetaba.

—Sí, allí está el frasco y necesi-

—Necesitas el frasco vació, espera un momento—. El hombre de cabellos claros se dio media vuelta y entro a aquella casa junto con el gato de pelaje esponjoso.

Cuando volvió a salir esta vez tenía entre manos una botella vacía. —Es la única que tengo.— Le entregó el frasco y al instante el Sureño la coloca adentro de su caja de leche. para poder devolver su vista en esas orbes oscuras que lo comenzaron a cautivar.

—Sólo le había traído un frasco así que está bien.— Señaló el frasco lleno de leche que estaba en el suelo. —Me tengo que ir. Adiós y que tenga un buen día—. Estaba a punto de dar media vuelta e irse, pero escuchó la voz del rubio una vez más.

—Espera, ¿cuál es tu nombre?

—¿Se puede saber la razón? —Eso sonó completamente brusco de su parte, él nunca era así, mas bien todo lo contrario, pero fue una respuesta que le salió por innercia, no la pensó o dudó, sólo lo dijo.

—Uhm. No tengo y esa no es una respuesta concreta, bueno, adiós.

(...)

—Esto es gracioso, es tu primer día y un gato te quiso asesinar.— El hombre de mirada azulada no paraba de mofarse ante la mala suerte de su nuevo compañero de trabajo.

—No es gracioso, me pudo lastimar esa bola de pelos.—

—Pero estaba ese tipo que te salvó del gato. ¿Como dijiste que se llamaba?—

—Nunca te lo dije, sólo sé que tiene el cabello plateado.

—Uhm. Creo que he visto a alguien con el mismo color de cabello, aunque lo podría tener cualquiera.

—Es un bonito color.

—Y también extraño.

—Tu pelirrojo no se queda atrás.

-~-~-~-~-  

El joven seguía parado adelante de aquella vivienda perdiendose en sus pensamientos y mirando hacia la nada. Esto no duró mucho ya que de la nada un periódico se estrelló contra su espalda haciendo que este volteara a ver que o quien le había lanzado aquel objeto.

—¿Esta es la razón por la que nunca te alcanzan los periódicos?—
Pregunto retóricamente al rubio que estaba montado sobre una bicicleta roja.

—Te estaba llamando pero te habías quedando mirando esa casa abandonada como idiota —comento el joven de iris azulejas quien tenia otro periódico en mano.

—Lo siento.—

—No importa— guardó el periódico que tenía entre manos en la pequeña canasta que tenia la bicicleta y prosiguió. —Parecías un acosador mirando fijamente esa casa.

—No hay nadie a quien acosar.

—Pero antes lo había.—

—Como bien dijiste, antes. Ahora, sólo quedó un lugar oscuro y solitario.

No habrá leche hoy,
pero no siempre fue así.


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