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Chico Problema por Ahiezer

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Caminar con un amigo en la oscuridad, es mejor que caminar solo por la luz.

Helen Keller. 

-x-x-x-

 

Sin la presencia de Levi, biblioteca se sentía terriblemente aburrida. Uno de los hermanos Galliard fue el que remplazó a Levi, pero era muy poco hablador siempre pegado en su celular, solo iba a verificar que Eren estuviera ahí y después decía: — Volveré cuando sea el turno de verdad, tu solo encárgate de limpiar y esas cosas.

Y entonces el joven guardia salía de la habitación sin ceremonias. 

Sin embargo, a pesar de la soledad, Eren nunca dejó el trabajo y no se sentía miserable. Así como había un montón de pensamientos invasivos, también estaban los buenos pensamientos y recuerdos. Pensaba en ese último encuentro tenso y torpe que había tenido con Levi o alguna charla que habían tenido antes de eso, para traer una sonrisa sin motivo. Las antiguas conversaciones lo hacían sentir menos solo.

Era tan estúpido, sin sentido y tan nuevo. Pero tan relajante, tan optimista, que simplemente lo permitió sin cuestionarse para no arruinar lo que sea que estuviera pasando.

Duró 4 días de esa manera, porque para el quinto día, el guardia Galliard lo esperaba sosteniendo unas esposas en sus manos.

—Tu abogada ha llegado y requiere tu presencia—dijo, y procedió a colocarle los grilletes a Eren. Encadenarlo era de rutina, pero de todos modos sintió un poco de nerviosismo.

En silencio el guardia dirigió a Eren hacia una habitación cerrada; Había una cámara en la esquina superior, una mesa y dos sillas en lados opuestos. Lo sentaron en una, y encadenaron sus manos a la mesa.

—Es precaución—le advirtió el joven guardia, y salió.

No pasó ni el minuto cuando entró una joven mujer de cabellos rubios con un montón de archivos en sus manos.

Definitivamente no era lo que Eren esperaba, la mujer se sentó frente a él acomodando los archivos a un lado.

—Lamento la tardanza y me alegra al fin conocerte, Eren, tu familia ha hablado mucho de ti. Ten por hecho que haré todo lo posible para que salgas de aquí—dijo la joven abogada, no parecía ser tan mayor y era medianamente bajita de estatura. Con grandes ojos azules de un tono desconcertantemente familiar. Pero tenía todo ese porte autoritario, casi como la realeza, era inesperado.

—¿Conociste a mi familia? —preguntó Eren, tontamente, sin saber que decir.

—Por supuesto. Armin es muy inteligente, parece que será un gran abogado. Y Mikasa una chica ferozmente protectora. Y realmente haré todo lo posible para que los puedas volver a ver pronto fuera de aquí. Pero te seré honesta, por mucho que quisiera que ya estuvieras listo para salir esto conlleva tiempo, varios juicios, se tardará. Pero valdrá la pena cada segundo, la condena que te han dado injustamente no tendrás que hacerla.

Eren asintió asimilando las palabras, estaba nervioso, todo esto se veía tan lejano. Tomó unas cuantas respiraciones—. Gracias, eh…

—Perdona, te tengo en desventaja. Mi nombre es Carla, Carla Inocencio— respondió con una sonrisa.

Inocencio, oír tal apellido heló la sangre de Eren. Debe ser una coincidencia, algo sin importancia, se dijo a sí mismo. Era una coincidencia extraordinaria que tuviera el mismo apellido que ese bastardo, que ambos fueran rubios y que tuvieran esos ojos azules claros.

—¿Estás bien? —preguntó la mujer.

“Espero y nos veamos de nuevo, Eren” había dicho Xavi hace tantas semanas, casi meses atrás. Esto debe ser una trampa por eso sonaba tan bien, una voz susurró en la mente de Eren, y lo alarmó. Era una trampa y lo encerrarían con Xavi. Eren comenzó a hiperventilar sin poder evitarlo. Los recuerdos regresaron a él tan rápido, cerró los ojos y se esforzó en alejarlos de él, encerrarlos en lo más profundo de su mente y que no pudieran salir.

—Oye, tranquilo, todo…—dijo Carla, intentó poner una mano reconfortante en la mano de Eren, pero el castaño se agitó un poco—. Ya entiendo—murmuró—. Conoces mi apellido.

Eso calmó un poco a Eren, pero se negó a abrir los ojos.

—Lo lamento, si es así. Pero no soy mi familia… Mira, puedo contarte toda mi historia de vida, decirte uno y mil motivos por los que no soy digna de mi apellido, pero gastaremos tiempo que no tenemos. Nuestro tiempo es limitado y todavía tengo otros casos así que no sé cuándo nos volveremos a ver. Necesito que me des tus detalles de tu juicio para que pueda ayudarte.

Eren inhaló y exhaló, ignorando que la habitación se hacía más pequeña a su alrededor, ignorando los serpenteos fantasmas que erizaban su piel. No podía creer que una simple mención pudiera llevarlo a recordar todo que tanto esfuerzo le ha costado olvidar. Lo aterradoramente frágil que lo volvía.

—Bien, bien, por dónde empiezo—farfulló y se concentró en sus manos.

La mujer suspiró e hizo sus preguntas, Eren las contestó con toda la precisión que podía. Mientras más hablaba, más indiferente se sentía a su entorno. Pasaron una hora incómoda y tensa, pero cuando esa hora acabó fue devuelto a su celda con los demás.

Esa noche durmió muy poco, porque cada cerrar de ojos se encontraba de nuevo en esa lavandería.

Para el sexto día era fin de año, la comida de nuevo fue especial, hizo olvidar a Eren su mal rato, pero biblioteca de nuevo fue aburrida. Sin embargo, mañana se cumplía una semana, lo que significaba que Levi ya estaría por ahí, la motivación por tener un nuevo día, hizo que Eren se esforzará en sus quehaceres.

—Te ves feliz—comentó Thomas, en un momento en el que simplemente estaban siendo perezosos apoyados en la barandilla superior, tratando de escuchar la discusión que se estaba teniendo abajo entre dos reclusos que eran muy malos para perder en las cartas.

—Bueno, van a darle una paliza al idiota de Broskov, claro que estoy feliz—respondió Eren, alegremente.

Broskov era uno de los reclusos grandes que le gustaba molestar a todos con comentarios obscenos y amenazas de palizas, pero Jean dijo que el hombre era todo apariencia, que por algo estaba ahí en el módulo A. En el módulo A solo estaban los menos peligrosos, y aunque habían peleas en ocasiones, no se comparaban con los del módulo B que sus malentendidos llevaban perdidas de dientes, dedos y huesos rotos.

—Entiendo eso, pero no me refería a este justo momento—dijo Thomas, mirando a Eren con alguna insinuación que Eren no entendía—. Estabas sonriendo incluso antes de que se iniciara la discusión.

—Estaba sonriendo porque estoy descansando, por fin terminó mi turno para biblioteca, era jodidamente aburrido ahí adentro—respondió Eren, mintiendo un poco. Solo tuvo un buen recuerdo eso era todo, y ya mañana con suerte biblioteca sería lo que era. El castaño ignoró sus pensamientos y se recargó solo un poco más hacia adelante, intentando concentrarse en lo que estaba pasando abajo. Las cosas abajo se veían agitadas, los gritos que daban indicaban una pelea. Con suerte Broskov obtendría su merecido, pero se estaban moviendo y la visión de la discusión comenzaba a perderse.

—Creí que te gustaba biblioteca—dijo Thomas, y agarró a Eren por el uniforme superior anaranjado, empujándolo hacia atrás para evitarle una inclinación preocupante.

—Me gusta, solo que se ha vuelto aburrida. Levi no está ahí y se siente un poco solitaria.

—…Entiendo—murmuró Thomas lentamente y sonrió, con esa extrañeza en sus ojos, luego decidió mirar hacia abajo para ver si veía la pelea. Recargándose de igual manera que Eren había hecho, lo que hizo que Eren también lo empujara hacia atrás.

—¿Qué es? —le preguntó Eren, al mirar y ver el extraño comportamiento de reojo.

—No está pasando nada.

—Me refiero a que estás sonriendo raro, y no es por la pelea. ¿Qué es?

—No es nada—comentó Thomas y sonrió aún más.

Eren miró al rubio con el ceño fruncido, pero su compañero lo ignoraba expertamente sin perder su compostura, el castaño suspiró y decidió ignorar a su amigo para prestarle atención a la supuesta pelea. ‘Supuesta’ porque al final Broskov y Kepner simplemente bajaron sus gritos, sonrieron y comenzaron a jugar de nuevo.

Eren resopló con decepción—… ¿Por qué todos actúan tan raros últimamente?  Levi, tú, Kepner, incluso el idiota de Broskov. Esa discusión era para unos cuantos moretones desagradables.

—¿A qué te refieres? —dijo Thomas, mirando a Eren con desconcierto.

—Levi antes de irse estuvo actuando diferente cómo no sé hay algo, no sé qué es, pero esta diferente. Luego tú también con esas raras expresiones y Kepner no le pateó el trasero a Broskov o al revés, pero ambos sabemos que esta discusión era para ser una pelea.

Thomas miró a Eren, asimilando las palabras, cuando todo tuvo sentido, simplemente se burló—. No sé, Eren, quizás la magia de la navidad. Tú también has tenido buen humor últimamente, exceptuando ayer.

—Primero, navidad ya pasó, y segundo lo último no me lo recuerdes. Además, lo mío es porque no he dormido bien… creo.

Thomas se encogió de hombros, pero era claro que algo sabía—. Entonces no tengo ni idea, pero sé cómo animarnos por la decepción, vamos con…

Pero entonces llegó Connie a interrumpirlos, luciendo tan pálido como un fantasma.

—Connie, ¿qué sucede?  —preguntó Eren alarmado.

Connie abrió la boca, y luego la cerró y la volvió a abrir. A este punto miles de terribles situaciones pasaron por la mente de Eren, lo mismo para Thomas, sin embargo, antes de que Thomas pudiera acercarse y revisar a Connie por daños. Connie por fin encontró su voz: —G-ga-gané.

—¿Ganaste? —cuestionaron el castaño y el rubio al unísono, sin comprender.

Connie sin palabras, mostró lo que llevaba consigo en sus manos; Unos cuantos billetes y dos dulces que tenían una etiqueta en francés, la envoltura de un aluminio dorado—. Le gané a Laurent… aún no lo creo, nunca he ganado en esto.

—¿Apostaste?, sabes que no sé debe apostar contra Laurent—reprendió Thomas.

—Lo sé, pero estaba aburrido, y solo una vez no parecía tan malo, pero dijeron que si no seguía me-me lastimarían. Ya no tenía nada, pero gané, gané al final.

Eren miró entre sus dos compañeros; Thomas lucía demasiado mortificado, y Connie petrificado firmemente en su lugar, debatiéndose si estaba soñando o era real. Al final, Eren no encontró objeción en felicitar a Connie, sí que había tenido mucha suerte.

—Felicidades, Connie.

—Gracias, Eren. Yo-yo iré a guardar esto, y festejaremos al final. Cre-creo que estoy a punto de arrebatarle el lugar a Jean como el mejor apostador, eh.

—Por supuesto—dijo Eren, igualando la misma diversión de Connie al final.

Connie sonrió complacido, pero se fue hacía la celda aun caminando lentamente como si hubiera visto a un ser fantástico.

—Tú y Connie se están metiendo a estas imprudentes apuestas, no deberían hacerlo—llamó la atención Thomas, ahora su apariencia era toda seriedad.

—Oye, Jean lo hace todo el tiempo y además está bien. A Connie le fue bien.  Y ya sabes, no lo hubieran lastimado de todos modos, solo estaban siendo bravucones. Perro que ladra, no muerde.

—Porque Jean hace… Jean tiene ese don, y él sabe cuándo jugar y cuando no. Ustedes siguen ello, Connie sigue por temor a represalias y tú solo para demostrar que les puedes ganar. En algún momento él dinero se acaba y ellos siempre querrán más. Incluso el perro dejara de ladrar y comenzara a morder. No dejemos que llegue a eso.

El tono profundamente afectado de Thomas, erizó a Eren en la alarma y preocupación, pero no iba a dejar que eso lo afectara—. Estás siendo melodramático, Thomas. 

Thomas evitó el contacto visual, apoyándose de la barandilla y mirando hacia abajo— Solo hay que tener cuidado—murmuró.

En parte el rubio tenía la razón, las apuestas eran volátiles y peligrosas. Eren las había dejado porque en el último juego estuvo a punto de perder todo, pero Jean había entrado en la última partida apostando igualmente todo… y ganándolo como misteriosamente siempre hacía.

—Deberías dejarlo, en algún momento se te acabara el dinero y te harán pedazos. No siempre estaré ahí para salvar tu lamentable trasero Jaeger—le había dicho Jean, y no se había vuelto a mencionar el tema.

Pero Eren tenía que admitirse que las apuestas eran el mal menor comparado con todo lo que se podría hacer tras las rejas. Además, los reclusos estando en el juego te veían con compañerismo. Era una ocasión única, en la que Eren se había sentido como un igual… o casi ahí, porque los insultos, los apodos, todo se había detenido, y le habían llamado por su nombre. Sin embargo, todo el buen trato comenzó a distorsionarse cuando el dinero de Eren comenzó a escasear, y comenzaron a susurrar que sí el dinero terminaba, podrían encontrar la manera que Eren pudiera seguir jugando. “Ya tendrás algo que puedas dar, sigue jugando, quizás en esta sí tengas suerte, Jaeger” habían dicho.

Eren se estremeció con tan solo pensarlo, y prefirió olvidarse de eso y concentrarse en esto, el ahora.

—Ya se acabó la magia, ¿no? —dijo Eren, volviendo a su posición original de recargarse en la barandilla y mirar aburridamente a todos.

—Fue bueno mientras duró—murmuró Thomas.

El año nuevo en prisión fue tan anticlimático como cualquier festividad tras las rejas, lo único que valía la pena fue la comida. Sin embargo, Connie tenía otras ideas y fiel a su palabra, Connie celebró su victoria repartiendo algunos de sus propios dulces que tenía guardados y decidiendo compartir los otros dos entre los cuatro. Utilizaron un par de libros para aplastar el dulce y esperar que hubiera pedazos suficientes para ser compartidos.  

—No creo que sea buena idea comer esto tan tarde—farfulló Jean.

—No veo el problema. No nos hará daño, además estamos celebrando la victoria de Connie—dijo Eren, animadamente. Recibió un par de trozos pequeños del dulce de envoltura dorada, el castaño no era muy fanático de los dulces, pero no los iba a rechazar, y a estas alturas cualquier cosa que no proviniera de la cocina de prisión le sabía a gloría. Además, la cena solo los dejaba ligeramente satisfechos, esperaba que los dulces lo hicieran sentir lleno.

Connie sonrió resplandeciente y orgulloso o al menos eso es lo que Eren imaginó; La celda ya se había llenado de oscuridad, impidiendo distinguirlos—. Sí, es el único modo que encontré para festejar en esta hora. Gracias, chicos, por acompañarme en esta victoria… y por este año, que el próximo sea mejor—dijo Connie.

No consumieron tantos dulces, si acaso fueron 4 en total sin contar las migajas; de caramelo y un par de chocolates. Fue como una pequeñísima merienda, pero se sintió pesado, como si hubieran comido una bolsa entera.

Ninguno de los cuatro reclusos podía dormir.

—Ahora entiendo por qué mamá nunca nos dejaba comer dulces a mí y a mis hermanos por las noches—se quejó Connie, mirando al techo con ojos bien abiertos.

Pasaron unos minutos en silencio. Eren comenzó a estremecerse, antes había comido dulces por Halloween y esas cosas y estaba seguro que había comido un montón y jamás haber tenido una reacción como esta. Demasiado estremecimientos y energía… no era normal.

—… Jean, ¿No crees que los dulces que ellos tenían estaban, ya sabes… adulterados? —preguntó Thomas, igualmente mirando el techo y con algunos escalofríos.

—Mierda, olvidé revisar. No tengo ni idea, y si lo estaban… fueron dosis pequeñas. No nos pasara nada—respondió Jean.

—Eso… ¿Eso quiere decir que estamos drogados? —preguntó Eren, un poco aterrado. Jamás se había drogado, tampoco había tomado bebidas alcohólicas porque las cervezas tenían un sabor horrible en su opinión y no le gustaba la actitud que te hacia tener ante las cosas. Hannes no era un mal bebedor, pero no le gustaba verlo en ese estado. Sin embargo, las drogas eran una escala mucho mayor y que Eren jamás quería tocar. No pudo evitar pensar en la decepción que tendría Armin y Mikasa, y no se diga de Hannes. Las drogas son peligrosas niños, los quiero lejos de ella, había advertido Hannes una y otra vez.

—Puede que sí, puede que no… ¿Qué sienten? —les preguntó Jean, sacando a Eren de sus pensamientos.

Los cuatro acordaron que no podían dormir, que tenían energía suficiente para hacer sus labores, pero también mostraron diferentes síntomas; Thomas no podía dejar de estremecerse, Connie tenía sed como si no hubiera tomado agua en todo el día, Jean estaba más irritable de lo usual y Eren tenía calor, como si tuviera la maldita calefacción junto a su cama. Pero Jean sospechó que eran dosis pequeñas ya que nadie presentaba alucinaciones o síntomas más fuertes.

—Lo siento, chicos, no lo sabía. Ahora entiendo porque Laurent estaba tan enojado— lloriqueó Connie, profundamente arrepentido—. Arruine nuestro inicio de año.

—No lo hiciste, y no importa, estaremos bien—gruñó Jean. Y no se dijo más.

Eso no les ayudó a recuperar el sueño a ninguno. Eren lo sentía como el infierno porque hacía mucho calor, se sentía incómodo, había demasiado silencio y estaba harto de escuchar solo los murmullos y pisadas de los guardias ahí afuera. 

Pasaron unos minutos para que dejaran de oírse los guardias y fueran seguidos por los particulares gemidos y balbuceos.

—No, no, no, ¿por qué?, ¿Por qué?, no pueden dejar de hacerlo por una vez—se quejó Eren, aplastando la almohada contra su cabeza.

—No siempre son los mismos, por eso nunca se detienen—dijo Jean, como si Eren hubiera necesitado esa información.

—Que asco—murmuró Eren.

Minutos pasaron y ninguno de ellos pudo cerrar un ojo, y lamentando profundamente escuchar esos sonidos indecentes, o el rechinido de sus propias camas porque nadie parecía encontrar una posición adecuada.

—Oigan…—susurró Eren, tenía que decir algo y tratar de eliminar todo ese ruido no deseado.

— ¿Si, Eren? —preguntó Connie de inmediato, no fue muy difícil saber para Eren que Connie también estaba ansioso por escuchar otra cosa.  

— ¿Cuánto tiempo… cuánto tiempo estarán aquí? —cuestionó.

— ¿Te refieres a salir de aquí? —preguntó Connie a cambio. Eren asintió con la cabeza, pero Connie no lo podía ver, la celda estaba oscura. No obstante, tomó el silenció como respuesta—. En un año, aunque dicen que te reducen la condena por buen comportamiento, así que tengo la esperanza que sea un poco menos—lo susurró tan orgulloso y feliz, que Eren lo envidió un poco.

—Meses si tengo suerte, pero también tengo la esperanza que me reduzcan el tiempo—añadió Thomas, anhelantemente.

Jean suspiró—Tal vez cuatro años, no lo sé.

Todas sus condenas eran tan poquitas comparadas a la de Eren y se lamentó de inmediato el haber preguntado. Ellos se irían tarde o temprano y Eren se quedaría solo con un montón de degenerados. No sabía si eran las drogas, o qué, pero sintió una opresión terrible en su pecho al imaginar todas las posibilidades de estar ahí tanto tiempo. Aquella confianza que había tomado en su juicio y día a día se vio totalmente perdida. Porque incluso si tenía abogada y su condena se redujera, no había forma de saber cuánto tiempo llevaría eso.

—¿Qué hay de ti, Jeager? —preguntó Jean, con falso interés.

—20, 25 años, no lo sé—respondió Eren en un susurro derrotado.

—Estas bromeando—se quejó Jean—. Esas no son condenas para homicidio accidental.

—No fue homicidio accidental.

—¿Defensa propia? —agregó Connie.

Eren negó con la cabeza—. Es una larga historia.

—… Es una noche larga, y no podemos dormir, si quieres decirla estamos aquí, pero si no, también está bien— murmuró Thomas.

—Sí la digo, ustedes también me dirán por qué están aquí—susurró Eren. El castaño había sido curioso sobre con quien compartía celda, sabía que no serían delitos graves, y menos aún con lo que estaba escuchando, pero aún sentía curiosidad.  Aparte, ya había hablado de esto anteriormente, hacerlo de nuevo no sería ningún problema.

Hubo silencio, solo escuchándose el terrible sonido de fondo, hasta que Thomas aceptó y Connie y Jean le siguieron.

Entonces Eren habló, y contó y no se detuvo. Ellos tampoco lo detuvieron, escucharon en silencio. Fue similar como cuando le contó a Levi, cuando le contó a Carla. Sin juzgamiento. En el juicio no había sido así, era pregunta tras pregunta, juzgamiento tras juzgamiento, oyendo el menor error en la historia para cuestionarlo una y otra vez y tergiversas sus palabras. Tratando de hacerles decir lo que ellos querían oír. Estuvo ese pensamiento de no querer pasar por lo mismo de nuevo. Volver a juicio lo aterró, pero Thomas habló y no dejó que esos pensamientos continuaran.

—No es justo—murmuró Thomas, su voz delgada.

—Es lo que es—respondió Eren, con una indiferencia que no sabía en qué momento adquirió.

El silencio opresivo se hizo presente, por lo menos en su celda.

—… De todos modos, hay una abogada, quiere demostrar mi inocencia, pero no lo sé, esas cosas llevan tiempo.

—Saldrá bien—dijo Jean, sorprendiendo a Eren por ese tono tan seguro, tan firme que parecía imposible cuestionar.

Después de eso se hizo el silencio. Eren se arrepintió de inmediato en preguntar en primer lugar y comenzó a doblar y desdoblar el puño de sabanas que tenía en su mano. Necesitaba hacer algo.

—Yo, yo provoqué un incendio. Fue accidental, no tenía ni idea…—comenzó Connie, su voz temblorosa mientras contaba. Contó que había estado bebiendo, haciendo bromas y uno de sus amigos tenía algo de pirotecnia, lo usaron porque había sido divertido, pero se les salió del control. No le dieron mucha importancia que uno de los cohetes salió mal disparado y llegó a una de las casas cercanas, provocándose un incendió que al principio fue insignificante, pero fue tomando fuerza. Cuando trataron de socavarlo, ya era difícil. Nadie salió herido, la pareja que vivía ahí no se encontraba, pero pudieron haber estado ahí. Y se perdió parte de la casa, por lo que cuando fueron a juicio les dieron condena de 3 años, menor se había dicho, pero una llamada de atención por la irresponsabilidad.

Connie admitió que pudo haber salido mucho antes por fianza, pero era un dinero con el que no contaba, a diferencia de sus dos amigos.

Después habló Thomas—. Tenía unos amigos que consumían drogas. Debí de haberme alejado, pero los conocía desde que tengo memoria, eran, los consideraba mis mejores amigos. Planeamos un viaje cuando estuvimos de vacaciones, era un viaje de solo unas horas solo para ir a conocer ese nuevo parque que habían creado, donde estaba la montaña rusa más grande, pero en el camino nos detuvieron. Tenían suficiente droga en la cajuela… iban a venderla. Me condenaron por tráfico de narcóticos, y me dieron cuatro años solo porque uno de ellos admitió que yo no tenía nada que ver, pero de todos modos se me consideró cómplice porque sabía lo que ellos hacían.

Eren definitivamente se había arrepentido de preguntar, quiso decirle algo a Thomas, pero no parecía correcto. No obstante, Jean sin esperar más porque con los segundos todo se volvía todavía más incómodo confesó:

—Me dieron siete años por estafa, robé más de lo que podía pagar en toda una vida.

—¿Te-te atraparon, en tu primera estafa?

—Por supuesto que no, Jaeger, no soy un idiota. Fue por eso que me dieron los siete años—respondió Jean, con un resoplido.

Y Eren decidió callarse, y no hacer más preguntas. Esta nueva revelación lo tenía perplejo y abrumado. Después de todo, sus compañeros no eran las malas personas que sabía que no eran, solo tuvieron malas decisiones, malas circunstancias. Se sentía un poco decepcionado por Jean por tomar el camino fácil, y nadie parecía actuar con sorpresa como la noticia le había caído a Eren, pero supuso que ellos ya habían tenido la misma charla antes de que Eren llegara.

—Y ya que ustedes van a salir primero, deben conseguirme los libros faltantes de Harry Potter— ordenó Jean rompiendo todo ese tenso e incómodo ambiente.

Thomas fue el primero en reír—. Por supuesto el que quieras.

—Hablando de Harry Potter, siempre me he preguntado a qué casa pertenecería—murmuró Connie con diversión.

—Eso es fácil…—dijo Jean y demostró que tan fan era de Harry Potter, en otro momento Eren podía haberse burlado por el simple hecho que es lo que siempre hacía con Jean, pero esta vez escuchó y se unió a la charla.

Con los minutos, la tensión se fue, balbucearon, rieron y tuvieron un montón de conversaciones sin sentido. La falta de sueño y la pequeña dosis de la droga haciendo posibles efectos. A ninguno pareció molestarle.

El ruido obsceno se detuvo, y un guardia vino a regañarlos un par de veces por seguir despiertos y hacer ruido. Pero nadie podía dormir, por lo que entre susurros siguieron con sus charlas.

En el momento que se atrevieron a cerrar sus ojos, el desayuno estaba listo.  

Los cuatro parecían muertos vivientes, demasiado cansados, pero todavía con el suficiente entusiasmo en continuar charlando.

—¿Qué diablos les pasó? —preguntó Reiner al verlos, mirándolos con profunda atención.

—Le gané a Laurent unos dulces mágicos, que no sabíamos que eran mágicos hasta muy tarde— explicó Connie, alegremente.

—De acuerdo, hoy se quedarán en el patio en donde pueda verlos—dijo Reiner, y comenzó a comer. Bertolt a su lado, mirándolos con diversión y volvió a su comida.

—¿Estas bromeando? Hace un frío del infierno allá afuera, ni siquiera me he atrevido a salir a fumar—se quejó Jean.

—Tiene razón, debemos estar en nuestra celda, cubiertos con nuestras mantas—murmuró Thomas.

—¿Te estás oyendo a ti mismo, Thomas? —cuestionó Reiner.

Thomas se encogió de hombros y comenzó a picotear su comida como si fuera algo extranjero y lo viera por primera vez.  Reiner suspiró.

Eren comenzó a reír por la forma en la que Connie destrozaba la pobre zanahoria.

—¿Y cuál es tu objeción, Eren? —preguntó Bertolt con curiosidad. Reiner miró al castaño con cautela.

—Incluso si tuviera sé que terminaremos en el patio de todos modos, así que los patios serán—respondió Eren. Reiner hizo una cara mortificantemente cómica, Bertolt se burló en silencio, Eren sonrió y se enfrentó a su propia zanahoria.

 

Para cuando fueron a los patios, Jean tenía razón. Era un frío terrible.

Reiner los hizo sentar en una banca y permanecieron juntos. Reiner los vigilaba con recelo mientras él hacia sus ejercicios y Bertolt se sentó con ellos.

Alguien murmuró que Reiner parecía una mamá gallina protegiendo a sus pollitos por la forma en la que revoloteaba cerca de ellos cuando alguien se les acercaba. Eso en vez de enfadarlos los hizo reír, por primera vez en lo que Eren recordaba de prisión no estaba a la defensiva y no veía peligros. Todo parecía mucho más relajado. Los demás también estaban así porque Thomas estaba tranquilo, probablemente dormitando, Connie recargándose en cualquiera que estuviera a su lado y balbuceaba sin sentido, y Jean no tuvo la precaución como de costumbre y fumó delante de todos. Quizás se debió a que Marco vigilaba a la distancia.

Eren no trabajó y ni se preocupó por ello, a pesar de que había una vocecita en su mente que le decía que algo tenía que hacer ahí, que alguien lo esperaba.

—Tanto tiempo y es la primera vez que les pasa esto… la próxima vez…—dijo Reiner, pero su amenaza se vio silenciada porque Connie comenzó a hablar, sus palabras sin sentido pero que Eren no pudo contener una risa, los otros tampoco y fue contagiosos porque Reiner y Bertolt también se rieron. De vez en cuando los dos reclusos más altos se miraban y tenían esa diversión en sus ojos entre ellos.

Para cuando tuvieron que regresar a sus celdas, Reiner no podía estar con ellos. Pero Marco estaba a la distancia, vigilándolos como un halcón. Y a pesar de que eran fácilmente victimizables, algunos reclusos se acercaron para burlarse con ellos.

Contaron sus propias experiencias cuando consumieron la primera vez, se burlaron un poco de ellos, apostaron en las cartas; Perdieron algo de dinero, unos cigarrillos y los restos de dulce de Connie. Pero ese sería un problema para el futuro, por ahora todo parecía estar bien.

Reiner y Bertolt estuvieron con ellos todo el tiempo posible en la comida y cena, ninguno fue a trabajar, y cuando por fin fue hora de dormir apenas tocaron sus camas y se durmieron sin protesta.

Mientras Eren cerraba los ojos, recordó a Levi. Se lamentó un poco no encontrarlo en biblioteca, pero esperaba hacerlo mañana y también esperaba que Levi no estuviera tan enfadado por haber faltado.

El ultimo pensamiento que tuvo antes de perderse en el sueño, es en la pequeña sonrisa de Levi la última vez que lo vio.

Sintió esos pensamientos cálidos de nuevo, y con ello durmió plácidamente sin sueños.


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