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Chico Problema por Ahiezer

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Notas del capitulo:

Gracias por los comentarios, ya fueron respondidos. 

Las cosas que no se saben son las que convierten la vida en algo fascinante.

Wislawa Szymborska.

—x—x—x—

Le habían amordazado con un trozo de sabana, pues lo que ellos tenían en mente no se pudo realizar. Eren no dejaba de tratar de morder y patalear, retorciéndose ferozmente y maldecir en cada oportunidad.  Juli logró someterlo contra el suelo, porque la pared se le hacía incómoda y las camas demasiado pequeñas.

Fácilmente el hombre de gran tamaño hizo todo el trabajo, así que los otros tres no fueron requeridos y solo esperaban ansiosos su oportunidad. 

Juli se tomó su tiempo dulce, pasando su mano libre por el torso de Eren; masajeándole el pecho, abdomen, todo lo que estuviera a su alcance.

Era aterrador, y a pesar de que estuviera vestido y que las caricias eran suaves, todo se sentía desagradablemente íntimo para Eren.

—mmm… ¿Qué es esto? —Juli encontró la llave, metió sus manos dentro del traje anaranjado y la dejó entre ver — ¿Una llave?

Eren se alarmó, temiendo que se la quitara. Juli la inspeccionó por un buen rato.

—Juli, deja de burlarte de él y date prisa. Nosotros también queremos seguir—uno de los hombres dijo, pero Eren no identificó quien, ya que seguía intentando desesperadamente salir de la situación y preocupado por su pertenencia.

—Denme un maldito segundo, hace tanto tiempo que no había tenido carne fresca—gruñó Juli. Dejó la llave a la vista, con el cordón en el cuello de Eren, por lo que Eren no se preocupó tanto por ella—. Te la dejaré sólo porque soy benevolente— el gigante sonrió y volvió a lo suyo. El hombre mayor estaba extasiado con el jovencito. Sabía que era mejor ir a la acción, pero las simples expresiones que realizaba el muchacho aun cuando no le había desprendido nada de ropa eran demasiado exquisitas para apresurar las cosas.

Eren estaba perdiendo la esperanza con cada toque que le era dado. Al principio creyó que sería una paliza o una burla como todas las demás, pero en muchas ocasiones los hombres que se habían acercado a él dejaban en claro que no precisamente querían darle una paliza o bromeaban, por lo menos no como él imaginaba. Estos hombres querían algo más y era serio, y a pesar de que se negó a creerlo, porque esas cosas no les suceden a los chicos, las acciones indicaban otra cosa. Dejando en claro las intenciones.

Sus lágrimas comenzaron a picar a través de sus ojos, y aunque se esforzaba por no dejarlas salir, los hombres no se lo hacían fácil. Se burlaron al percatarse de su estado. Entre el miedo y la ofensa, Eren hizo lo mejor que se le pudo ocurrir: Dejó que sus lágrimas fluyeran, detuvo toda lucha y comenzó a sollozar como nunca.

El comportamiento hizo que Juli dejara sus acciones, curioso del por qué la actitud salvaje del muchacho se había esfumado.

—Está llorando—Juli mencionó. 

—Por supuesto que va a llorar, imbécil. No es el primero, siempre lo hacen, anda rápido que me toca—habló April, el de cabello alborotado, con urgencia.  El trío sobrante se dedicaba a vigilar la puerta, esperando impacientemente que Juli se dignara a terminar con el chico.

Juli asintió, dispuesto a continuar con lo suyo. Ignoró al muchacho, simplemente ya no hizo tanto esfuerzo en sostenerlo. Cuando su mano iba bajando para llegar a los pantalones del niño, tuvo que detenerse al escuchar los murmullos entrecortados y distorsionados por la tela.

Juli suspiró y lo desató, percatándose que sus compañeros no se dieran cuenta. Tenía una gran debilidad por los jovencitos.

—Basta, seré bueno—pidió Eren, lloroso.

Juli le miró desconcertado— ¿Bueno?

Eren asintió.

Juli estaba extrañado y emocionado, sabía que era mejor cuando todo era consensual y cooperativo, pues podían dar distintos servicios y se evitaban toda la lucha e incomodidad de estar solo uno en la pequeña celda forzando el acto. Avisó a los otros. De pronto, los cuatro rodeaban al muchacho. Lucían entusiasmados y con intenciones de saber lo que estaba dispuesto a hacer el castaño.

—Así que serás bueno, eh.  Cuéntanos que tan bueno serás—April retó, mirando a los otros, pero enfocando mayormente su mirada en Eren.

Su mejor idea era fingir que les daría lo que ellos querían, por lo que Eren se tragó todos los insultos que tenía, todo su deseó de luchar. De eso dependía su supervivencia.

Les hizo creer que sería obediente, pero que no podía ofrecer nada si estaba atado. No sabía la forma en la que lo dijo, o el aspecto que ofreció, pero debió de ser lo más convincente posible para que los hombres aceptaran la oferta.

Las anchas manos liberaron sus muñecas y la aprensión que Juli hacía en él se quitó.

Los hombres le dieron un poco de distancia, observándose mutuamente, pareciera que hablaran con la mirada. Ideando que hacer con él.

Apenas vio la mínima posibilidad de salida, Eren atacó. Soltó patadas, puñetazos e incluso cabezazos. Y corrió sin mirar atrás.

Los cuatro hombres fueron sorprendidos por las acciones del muchacho, ellos estaban seguros de que lo tenían.  Los golpes no les causaron daño, pero si fueron demasiados turbulentos para poder tomarlo. Sin embargo, tampoco hicieron mucho esfuerzo en capturarlo.

—Está bien, huye, niño. El pago que nos hiciste no es lo que esperábamos… pero se ve bien.

¿Pago?, ¿de qué están hablando?, pensó Eren, tan cerca de la puerta que se detuvo. Porque los pasos de los hombres se habían detenido, porque sabía que estaban lejos y él estaba tan cerca de la seguridad. Se atrevió a mirar hacia atrás y observó que Juli sostenía la llave, alzándola en el aire.

¿Cómo?, él dijo que…, Eren tocó su cuello, en el lugar donde aquella llave debería de estar… y no estaba. Esa llave era su llave, y se la habían arrebatado.

— ¿Qué es eso, Juli?, Déjame verlo—Januar pidió, la agarró y comenzó a juguetear con ella, pasándola en ambas manos—Tal vez no paguen mucho por esta, pero parece ser de un gran valor sentimental.

La emoción en el rostro de Eren era tan evidente, por lo que los hombres sonrieron. Lo tenían, verdaderamente ya lo tenían.

— ¡Devuélvemela! —exigió Eren.

— ¿Así de fácil?, y exigiéndola de tal manera. Te equivocas, niño. Hagamos un intercambio—dijo April.

—Sí, un intercambio suena bien. Te la devolveremos, si a cambio tú nos hacer ciertos favores—sugirió März.

Eren apretó los puños con furia, no era justo.

— ¡Suficiente, muchachos!, el recreo ha terminado—una voz les interrumpió.

Detrás de Eren se encontraba un hombre alto, ya mayor, con unos lentes redondos y un cabello negro con entradas. Portaba un traje de oficial, por lo que trajo cierta calma a Eren.

—Tranquilo, Balden, ya terminamos—comentó März.

—Es oficial Baden… no Balden, en ese caso, vuelvan a sus celdas—ordenó el anciano.  

Eren quedó desconcertado, el oficial no les regañaba por estar ahí y les hablaba con cierta familiaridad. Ni siquiera había preguntado que hacían cuatro ancianos con un muchacho. Peor aún, ni siquiera pertenecían a ese módulo.

Los hombres salieron de nuevo a la sala de recreo, con una gran sonrisa como si hubieran ganado la lotería. Muy diferente a Eren, que sentía como su mundo se derrumbaba.

—Muy bien, niño, a tu celda… ¿No me oyes?, he dicho que a tu celda—Las últimas palabras habían perdido su familiaridad y le hablaban firme y autoritariamente.

Eren quería negarse, pero el rostro mal encarado le hacía ver que tendría desagradables consecuencias. Y él estaba tan cansado física y emocionalmente. Tendría que posponer esta lucha.

Eren obedeció de mala gana y entró a su celda. Sólo una cama estaba desordenada, y faltaba un trozo a una sábana. Recogió y ordenó todo intentando eliminar lo sucedido no solo de su entorno, también de su memoria. Tenía que admitirse que en esos momentos estuvo aterrado, pero ahora eso no parecía nada sin su llave; Aquella cosa era una reliquia y le significaba mucho.

Se escucharon los pasos y las habladurías de los presos regresando a sus lugares. Sin embargo, eso no era impedimento para las lágrimas que querían abordarlo de nuevo, algunas lágrimas rebeldes escaparon y Eren intentó apresuradamente en secarlas con el dorso de la mano. No podía permitirse llorar, llorar era una muestra muy grande de debilidad.

—Eren, estas aquí, que alivio. Reiner estaba preocupado—La voz de Connie se hizo presente.

 Eren se forzó por no llorar de nuevo al oírlo y eliminó los rastros anteriores rápidamente —. Sí, estoy bien—acomodó su ropa, porque estaba algo desajustada y no quería levantar sospecha. 

— ¿Seguro?

—Sí, sólo pensaba—se dio la vuelta, con el valor suficiente de ignorar sus problemas. Connie hizo una mueca no muy convencido.

—No te ves muy bien.

En la prisión los reclusos no tenían espejos, así que Eren no tenía la forma de ver que tan miserable se veía—. Estoy bien—aseguró.

—Entonces ven abajo; Thomas por fin esta libre y Jean anda juntando gente para jugar a las cartas.

Eren asintió y lo siguió. Sus esfuerzos por lucir bien no estaban dando frutos, pues Thomas le había preguntado si estaba bien, y Jean sólo lo observó detenidamente. Tampoco los otros reclusos se tardaron en demostrar su fingida preocupación, al punto que querían “consolarlo”.

—x—x—x—

El trabajo estaba siendo tranquilo. 

Levi había visitado la mayoría de los pabellones: a Brossard en las salas de aislamiento, Schultz en el módulo C y Gin en el módulo D. Era a los únicos guardias que les tenía verdadera confianza para las malas situaciones, pero ellos dijeron que todo estaba en orden. Los pabellones E, F y G, eran cuidados por Mike y su equipo así que no tenía tanto interés; Tomando en cuenta que en ellos sólo yacían los reclusos que esperaban su juicio, los que aún no eran culpables o inocentes, simples sospechosos a la espera de su destino. Únicamente faltaban los módulos A y B, pero estos estaban en sus horas libres y eran vigilados por los jóvenes guardias Galliard -un par de hermanos-, Marco Bott y Baden, el oficial superior.

Él no tenía nada más por hacer.  Levi tenía tiempo para sí mismo al asegurarse que todo estaba en orden, no tuvo mejor idea que ir a molestar a cuatro ojos, después de todo, tenía que verificar que la mujer limpiara.

Encontrar a Hange no fue difícil, ella se encontraba estudiando en su oficina. Hange decía que siempre hay algo nuevo por descubrir, así que siempre estaba ahí leyendo, experimentando, intentando aprender todas las especialidades médicas posibles.

Cuando Hange miró a Levi, sabía porque éste estaba con ella, así que con pesar comenzó a sacar todos los productos de limpieza a su alcance.

No llevaron ni 30 minutos cuando ella estaba quejándose.

—Fue tu estúpida apuesta de mierda, cuatro ojos. Te falta por ahí—Levi señaló con la mirada la suciedad en el suelo a la cual Hange fue a limpiarlo perezosamente.

—No creí que durara tanto o te lo tomaras en serio—Hange suspiró, fregando el suelo.

Levi era estricto así que se aseguraba que todos los días Hange tuviera su oficina impecable y para sumarla al castigo de la mujer, no dejaba que los intendentes que ayudaban a los oficiales con la limpieza le ayudaran.

Hange siguió parloteando, pero Levi no prestaba atención. Bebía de su té, tratando de ignorar las pláticas de Hange y regañarle por su carente habilidad de limpieza. 

Unos golpeteos apresurados a la puerta dieron a entender que podrían ser problemas. Pero se equivocó. No fue nada de lo que Levi hubiera temido, sólo era Moblit recordándole a Hange sobre una papelería.

Hange de inmediato soltó los productos de limpieza, sacudió sus manos y las secó con una pequeña toalla. No estaba entusiasmada con atender los informes, pero sí con la idea de dejar el cloro.

—Lo siento, Levi. Tengo trabajo que hacer—Hange anunció con entusiasmo, saliendo de inmediato de la oficina.

Moblit sonrió nerviosamente y se despidió de Levi, prontamente, para ir detrás de Hange.

Levi dio un último sorbo a su té y salió de la oficina. Ya había hecho la parte de su trabajo, Erwin no se encontraba y Hange estaba ocupada. Días como estos le eran aburridos. Podría tomarse el día e ir a su departamento, pero era más de lo mismo; No había nada por hacer. Y su oficina estaba tan impecable que no encontraría entretenimiento en ella.

Se dirigió a los patios, ya que estos eran los únicos lugares que no vigiló por sí mismo. Observó que todo era normal o por lo menos le parecía: Algunos hombres jugando futbol, otros en las banquillas jugando cartas, los fumadores en una zona aislada, uno que otro ejercitándose, charlando. Todo estaba bien. Sin embargo, había la sensación de que algo faltaba. Pero no pudo percatarse de que, ya que pronto los reclusos comenzaron a entrar a sus respectivos recintos.

Levi permaneció ahí observado hasta el último prisionero. Los patios quedaron vacíos y solitarios.  Los guardias que estaban vigilando comenzaron a inspeccionar la zona y al no ver nada entraron para seguir con su trabajo.

Sin más, él también entró.

El recinto B era ruidoso, pero no existían problemas. El módulo A era más relajado; El grupo más escandaloso era los que jugaban cartas, que atraían la atención de medio recinto. No debió sorprenderse de ver al mocoso en el medio. Se le veía más fastidiado, cansado e incluso triste. Ningún criminal lo molestaba físicamente, más que las burlas cotidianas.  Pero esta vez, el mocoso no actúo como de costumbre: Su griterío constante, palabrerías de lo que era correcto o no, sus amenazas de querer levantarse y dar pelea. Simplemente escuchó, de vez en cuando el mocoso le decía a los otros que se callarán, y cuando no aguantó más simplemente se levantó y se fue a su celda.

El comportamiento era sospechoso, y despertaba en Levi la curiosidad. El mocoso era el único en la prisión que no andaba con miramientos extraños ni temía decir lo que pensaba. Levi comenzaba a pensar que probablemente la presión y corrupción comenzaban a ser un peso demasiado grande para el mocoso.

—x—x—x—

La hora de la comida era el único momento donde los prisioneros se mostraban obedientes y en orden para recibir sus bandejas.

La comida era un asco, así que a Eren ya no le interesaba mucho lo que le sirvieran. Recibió su bandeja y fue a su lugar usual.

Connie había intentado animar a Eren, contando chistes o comentando los aspectos risibles de los demás reclusos, pero no funcionó. Thomas intentando charlar de cualquier otra cosa para distraerle, pero tampoco funcionó. Y Jean le había insultado, pero tampoco consiguió nada. Estaban serios mientras esperaban a Reiner y Bertolt.

—Eren, ¿Estás bien? —Reiner preguntó apenas se sentó en la mesa. Vaciló para dar alguna explicación, pero Eren le cortó:

—Estoy bien, ¿por qué todos insisten en preguntarme? —respondió, malhumorado, tomando una cucharada de sopa.

—Para estar bien, tienes un mal carácter—Bertolt comentó.

Eren no dijo nada, pero Reiner seguía observándole en silencio. Al ver que Eren no tenía intenciones de hablar, comenzaron a charlar de todo. Como lo harían comúnmente, pero esta vez sin la participación de Eren.

Eren estaba más interesado en observar el entorno. En encontrar a aquellos hombres, y lo hizo. A cuatro mesas alejado de ellos, observándolo también. März palmeó su bolsillo. Dando a entender que ahí tenía la llave. Comenzaron a hacerle señas, invitándolo a ir con ellos.

Eren evitó la mirada y fijó sus ojos en la comida. No podía ir con ellos, no cuando entendía que tipo de favores querían, él simplemente no quería hacer eso. Por dios, era un chico, ¿Cómo podría hacer algo así?

Sus pensamientos no pudieron ser muy profundos, pronto dos voces interrumpieron por todo el lugar.

—Dame tu comida.

—Pero....

—No hay peros, o acaso estas retándome, yo pienso que no quieres eso, ¿verdad? No volveré a repetirlo, dame tu comida.

Todo el comedor guardó silencio, centrándose entre los dos reclusos.

—Lo están haciendo de nuevo—Thomas murmuró con lástima.

A dos mesas de ellos, estaban Bigmouth, un prisionero líder de una pandilla. “Bigmouth” no era su nombre real; los que pertenecían a pandillas tenían tendencia a llamarse por apodos y eran los más peligrosos. Meterse con uno era hacerlo con todos.

Bigmouth acosaba a un recién llegado, Eren no sabía su nombre, llevaba un par de días, pero era notorio verlo sufrir acoso constante. El hombre era medianamente joven y tímido. Cedía a todo con tal de evitar los conflictos.

—No, no, toma—De inmediato entregó su bandeja. Bigmouth sonrió, le palmeó la cabeza y se fue. Dejando al chico sin alimento.

Los otros observaron por un segundo más y después volvieron a lo suyo.

—Pobre, no sabe lo que hizo—Connie susurró.

—Hay alguien más idiota que tú, Jaeger— murmuró Jean, dando un trago a su vaso de agua. Fingiendo que no veía la escena. 

Eren estaba enojado, no por el comentario de Jean, sino del poco valor que tuvo aquel chico contra los otros. Mientras Bigmouth se pavoneaba con su pandilla, el muchacho regresó a la barra de comida a comprar otra bandeja. La comida no era tan cara, pero el dinero del monedero electrónico era poco para darse el lujo de comprar más bandejas de las necesarias en una semana.

— ¿Por qué no luchó?, ¿Por qué hace eso? —Eren preguntó.

—Tiene miedo. Si luchaba iba a ser humillado públicamente y todo podía ser peor. Pero quedarse ahí, sólo lo convirtió en la victima cotidiana a la que recurrirán para todo—Reiner dijo, después decidió olvidarse del tema y contar lo que vio el otro día en la sala de entretenimiento.

Comenzaron a charlar, y el comedor volvió a la normalidad. Pero no para Eren ni Thomas, quien se volvió callado y pocas veces dirigió palabras.

Terminando la hora de comida, fueron a sus deberes.

Levi era el encargado ese día. Cada que tocaba él, era mejor. Eren tenía una extraña confianza hacía él, así que cada que era su turno, Eren le hacía preguntas, porque Levi no parecía tener problemas en responderlas. Se había acostumbrado a sus respuestas mordaces, comentarios ásperos y humor oscuro e insultante.

Jean, Connie y Thomas le habían perdido algo de miedo, por lo que tenían valor de hacerle una que otra pregunta, aunque no era muy común; Existían ciertos aspectos que a Jean no le gustaban de Levi, Connie muchas veces no le entendía porque Levi era demasiado contundente y Thomas veía a Levi como una persona inquietante. Eren no tenía problemas en nada de eso, a pesar de los múltiples comentarios desdeñosos hacía su persona. 

Esta vez, sin embargo, Eren no tenía ninguna pregunta que hacer o ánimos para iniciar alguna conversación como haría normalmente. Por esa razón, los otros tampoco, por lo menos a Levi, porque entre ellos comenzaron a conversar vagamente, hasta que no tuvieron conversación y limpiaron en silencio.

— ¿Alguien murió? —Levi preguntó.

Era extraño que el primero que iniciara conversación fuera Levi, pero Eren no tenía intenciones de platicar y los otros no se sentían tan cómodos con él.

— No, capitán, nadie lo hizo—Respondió Eren, secamente.

Levi chistó los dientes y ya no dijo nada. Lo único que podía escucharse de él eran los regaños hacia Connie por su mala limpieza.

Las horas parecían irse extremadamente lentas.

Bigmouth volvió a molestar al nuevo, y el nuevo volvió a darle todo lo que pedía.

Eren estaba tan disgustado y pudo haber intervenido sino fuera por la preocupación que sentía por su llave. Eso era lo único que tenía, lo único que era verdaderamente cálido y familiar. Tal perdida era inmensa.

Terminando la cena, hubo conteo de reclusos y después fueron a dormir.

El sueño no vino tan rápido para algunos, y las celdas se llenaron de los sonidos desagradablemente familiares.

A la mañana siguiente, el humor de Eren no mejoró ni un poco. Sentía como si una gran parte de él faltaba. Tenía que recuperar su llave.

—Haz estado muy silencioso—Reiner comentó.

—No es nada—Eren tranquilizó.

Ya en la hora del recreo, Eren podría volver a su celda y los hombres irían ahí por sus “favores”. Pero Eren no quería ir, él no quería hacerlo, pero tampoco tenía ni idea sobre qué hacer.

— ¿Seguro?, desde ayer actúas diferente—insistió Reiner.

Eren podía contarle a Reiner. Sólo eran ellos dos; Bertolt estaba negociando no muy lejos, Connie en su mensajería habitual, Thomas y Jean un misterio como de costumbre. Pero si Eren le contaba, eso quería decir que dependía de alguien más para resolver sus problemas. Sin Mikasa, Eren creyó poder realizar las cosas por sí mismo, pero se volvió a estancar y lo más parecido a su hermana era Reiner.

Sin previo aviso, Bigmouth y su pandilla siguieron al nuevo y lo que parecía un acto de molestia por su parte. Se volvieron acciones más agresivas, pues le empezaron a dar palizas enfrente de todos. Exhibiéndose.

Como si Reiner anticipara las acciones de Eren lo sujetó del brazo.

—No lo hagas—le dijo.

Cinco hombres contra uno, era tan injusto. Y todos veían, algunos con diversión, otros con lástima. Pero nadie hacía nada. Incluso los guardias. Y una gran ola de decepción invadió a Eren al ver a Levi ahí. Él tampoco hacía nada, sólo miraba un reloj y el alborotó frente a él.

—Maldita sea…—Eren gruñó, intentó levantarse e ignorar el agarre de Reiner. Tenía que ir a ayudar a ese chico, que estaba ahí hecho un ovillo y recibiendo los golpes. Pero el agarre de Reiner era firme, al punto que se volvió casi doloroso.

—Aún no entiendes las reglas de aquí, Eren. Deja las cosas como están. Es el nuevo y tiene que aprender su lugar—Reiner lo dijo sin remordimiento, como si la cosa fuera de lo más natural.

Ahora Eren no estaba decepcionado de una persona, esta vez eran dos.

—Yo también fui el nuevo una vez, y no me trataron de esa manera. Esto no está bien, vivir de esta manera no es natural. Pero ¿qué podemos esperar?, ¿Qué podemos hacer cuando las personas que tienen poder no luchan? —. Se suponía que los guardias que estaban ahí tenían que velar por sus derechos, estas personas probablemente no lo merecían. Eran estafadores, ladrones, criminales. Pero tal vez había gente buena, personas que sólo cometieron errores o estaban encerrados injustamente. Tenían familia, una vida fuera de esto.

Las miradas se volvieron a él, quizás estaba hablando un poco fuerte.

La pelea terminó tan rápido como inició. Bigmouth y su pandilla se marcharon como si nada dejando al chico en el suelo. El muchacho se levantó y comenzó a llorar.

Eren no podía seguir soportándolo. El agarre de Reiner se había aligerado, ya no había más que cuidar, pero no esperó que Eren se alejara y fuera directamente con aquel desgraciado “novato”.

— ¿Eso es todo lo qué vas a hacer? —Eren cuestionó, su ceño fruncido indicando su enojo. Y sus manos a cada lado de su costado en un puño tenso.

El recluso lo miró —… ¿Qué más podía hacer? —murmuró entrecortadamente, y con un tono ronco y adolorido.

—Llorar no es una opción. Llorar es lo único que el débil puede hacer. Tienes que levantarte y luchar, porque si te quedas ahí dejando que ellos hagan lo que quieran contigo lo harán siempre y eso no es vida. 

—Les dije que pararan, que no quería pertenecer a su pandilla.

—Esas son palabras y las palabras no luchan.

—Eren, es suficiente—Thomas llegó, tomando a Eren por los hombros.

El cerebro de Eren no procesó qué hacía Thomas ahí, o que realizaba en primer lugar para desaparecer tanto. Pese a todos esos cuestionamientos, centró su atención al nuevo.

—No puedes ganar si no luchas.

El chico quedó en silencio y reflexivo un momento y murmuró un suave —…G-gracias.

Eren dio una media sonrisa de mala gana, un leve asentimiento de cabeza y se alejó por la insistencia de Thomas. Entonces, notó cual era la urgencia de Reiner por no dejar que se entrometiera y la persistencia de Thomas en sacarlo de la situación. Toda la atención estaba centrada en él. No había ni un recluso o guardia que no lo mirara, los más alejados cuestionándose cual fue toda la palabrería que dijo, los más cercanos extrañados por tal discurso en un lugar como este. Podría haberse ganado amigos o enemigos, atraer la atención indeseada o la camaradería inesperada. Pero eso a Eren no le importaba, inconscientemente se había impulsado a sí mismo a no dejarse llevar por los brabucones que lo extorsionaban.

—x—x—x—

El mocoso era valiente o estaba loco. Era tan extraño. Apenas ayer lo vio completamente desanimado, y hoy su comportamiento no tenía nada que ver con el pasado, estaba de nuevo con aquella determinación. Ya era la segunda vez que veía ese peculiar comportamiento.

Chicos como esos, que quisieran meterse a una pelea para ayudar a otro, o que fuera con la victima a regañarle y alentarle no se veía todos los días. Pero entonces Levi se recordó que chicos como eso no existían porque vivían poco estando ahí, o por el simple hecho que no pertenecían a un lugar como ese.

 Levi creyó que los consejos que le había dado le harían pasar desapercibido, para alguien como el mocoso, eso parecía imposible, pero por lo menos Levi lo intentó. Sin embargo, pareció que le dio todos los consejos de lo que debía hacer, el mocoso no le había escuchado nada: No parecía tener miedo de mirar a los reclusos a los ojos, hablaba tan fuerte como para atraer la atención sin intentarlo y si algo le parecía mal no tenía ningún defecto en decirlo.

En pocas palabras, el mocoso era un idiota. Un idiota extraño.

—Levi, estás pensativo—Erwin habló.

Estaban en la oficina de Erwin. Levi no hacía nada, simplemente se encontraba sentado en la cómoda silla. Erwin, en cambio, llenaba unos informes del funcionamiento de la prisión, Levi le ayudaba en lo que podía.

—Sucedió algo en el patio—comentó Levi.

—Ah, lo escuché. Lo del joven recluso, me enteré de ello. Es aquel chico del que cuidabas no es así…Jaeger, si no mal recuerdo.

Eren, añadió Levi mentalmente. —No, no lo hacía. Ni lo haré. No soy una niñera, y el estúpido mocoso nunca escuchaba.

Erwin sonrió y cambió de hoja para seguir trabajando—. Bien, no lo cuidabas. Hablando de él, tenías razón: Xavi lo estaba pidiendo.

—No me sorprende—. No había sorpresas, cuando Xavi quería algo, lo obtenía.

—Rechacé las peticiones y casualmente recibí llamadas de los altos mandos diciendo que tengo mala organización y cosas semejantes.

—Tampoco me sorprende.

La familia de Inocencio era importante. El padre del recluso Inocencio era un pilar en la política, y añadiendo que Erwin no era muy bien aceptado en los altos mandos porque sus ideales no coincidían con los de ellos. Siempre buscaban alguna forma de fastidiar a Erwin. El sistema era corrupto, Erwin no lo era.

La prisión en la que Erwin lideraba era caótica, como todas. Por más que Erwin intentaba mejorarla, siempre había algún impedimento. Pero por lo menos, las cifras de muertes y suicidios disminuyeron.

Levi le había dicho que dejara su sueño estúpido e infantil de crear un mundo mejor. Era lo que era, la vida no era justa, intentar cambiar el ritmo traía consecuencias. Sin embargo, parecía como si Erwin tuviera otras motivaciones. Levi no sabía, cuando creía que lo conocía, en verdad no lo hacía.

Erwin también era una persona extraña.

— ¿Cómo estuvo el día de ayer? —Erwin preguntó, mientras escribía.

—Lo de siempre. ¿Cómo te fue a ti?

—La reunión fue aburrida, después Nilo me invitó a su casa. Marie y él esperan a su tercer hijo.

Levi dejó que Erwin hablara. Ya había escuchado pláticas de Marie, las escuchó cuando vivía en prisión, las escuchaba ahora. Nunca entendió porque Erwin nunca hizo nada si le gustaba tanto, pero era cuestiones de Smith, y después de todo, ya no importaba. Aquella mujer estaba con otro y tenía familia propia. 

Levi siguió escuchando a Erwin, sobre cualquier cosa que el rubio quisiera contar. Levi no hablaba mucho y cuando lo hacía no era el mejor conversador, pero Erwin no lo juzgaba y le daba sentido a sus palabras.

Cuando Levi se percató que le estaba robando demasiado tiempo a Erwin, salió a realizar su monótono trabajo: Vigilar todo el lugar, asegurarse que todo estuviera en orden. Detener las peleas que sobrepasaban los 5 minutos. De vez en cuando se detuvo a tomar un vaso de té, agua, buscar comida decente y darse una ducha. Terminando continuó con lo suyo.

Ser un guardia era aburrido, era mejor que ser un recluso, pero eso no le quitaba lo aburrido. Estar dentro de la prisión evocaba cierta adrenalina, podías conseguir problemas muy fácilmente, tenías que estar siempre alerta. Era un ambiente salvaje, pero Levi se había criado con todo eso, por lo que le era tan sencillo como respirar. Lo único que era verdaderamente detestable era la falta de higiene y los métodos de pago. Pero nada era gratis en la vida, por lo que estaba bien.

En cambio, ser parte de la prisión. Podías estar en cierta paz, los guardias no se metían con otros guardias, preferían descargarse con los reclusos. La comida era buena y podías tener productos de limpieza reales, de calidad. Los lugares siempre estaban impecables.

La lista podía seguir para ambos lugares.

Pero las diferencias más grandes era que en uno podías ser un rey sin corona; castigar a alguien que te mirara mal, te alzara la voz más de lo debido. Podías castigarlo físicamente, sin remordimiento, con una extremidad, con la vida… con lo primero que se te viera en gana. Porque la vida era injusta, arrebatarle la vida a alguien sólo eran más años de condena.

Como guardia era diferente, hay un límite para todo. Sí existe algún problema tienes que ignorarlo o pagarle a alguien para que hiciera el trabajo sucio para ti. Siempre tienes que obedecer órdenes de alguien más. Pero una de las ventajas más grande era la libertad. Algo que se anhelaba tanto tras las rejas y que se desperdiciaba tanto fuera de ella.

Debería dejar de hacer eso, pensó amargamente. Últimamente su mente comenzaba a divagar mucho. Su nueva vida estaba tan basada en la monotonía. Sus días eran casi iguales y repetitivos, que le impedía disfrutar de nada. 

Sin ver el sentido en torturarse con tales pensamientos. Volvió a pasar por cada recinto y después, sin pensarlo mucho pasó al comedor donde tanto prisioneros del A como el B cenaban.

No fue sorprendente ver al prisionero, a quien le habían dado una paliza por la tarde, cenando tímidamente en la mesa donde el mocoso y su grupo estaban. Tampoco lo fue ver las discusiones de Kirschtein -si es así como recordaba su nombre- y el mocoso. Aunque en esta ocasión entraron en una pelea frente a todos. A pesar de que estaban en lados opuestos de la mesa, se levantaron y comenzaron a forcejear y soltar golpes. Levi desconocía que es lo que los incitó a pelear, pero la escena era muy tonta. Parecían dos niños peleando. 

Uno de los rubios sentado con ellos se entrometió en medio para separarlos. Los otros reclusos que dejaron lo que hacían con tal de ver, comenzaron a reír. El comedor se llenó de risas tanto de presos como de los guardias que estaban en el lugar.

A diferencia de otras peleas, esta no tenía la verdadera malicia de hacer daño. Era una pelea tonta de mocosos tontos. Finalmente, ambos se tranquilizaron. Kirschtein tomó su asiento y desvió su mirada mientras parecía verdaderamente avergonzado, fingiendo no aparentarlo. Y el mocoso, como era de esperar, se sentó y no tuvo ningún reparo en lucir enojado y tomar bocados con una gran molestia.

Ambos estaban desaliñados, pero actuando como si no sucediera nada. El rubio también se sentó y sólo soltó un suspiro de alivio.

Las risas siguieron escuchándose por un rato, hasta que se volvieron silenciosas y siguieron normalmente. 

Levi no se burló en ningún momento, en realidad, la escena le había parecido excéntrica. Rara. Tan ajena. Otra extrañeza más que se añadía a los sucesos inusuales que sucedían desde la llegada del mocoso.

Notas finales:

Espero la historia sea de su agrado. Las opiniones y comentarios son apreciados así que no temas dejarlos. Gracias por leer.
Saludos, mis mejores deseos, ánimos y hasta la proxima actualizacion. 


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