Corrí, corrí con mi hijo en brazos mientras llamaba a la policía, y llegamos…
No, no podía creer lo que mis ojos me mostraban, no puedo creerlo, y me quede en shock por unos instantes, hasta que sentí como mi hijo se removía en mis brazos, intentaba hacer que lo baje.
¿Por qué lo trajiste?
Escuche en mi mente, mientras bajaba a mi hijo, y fue ahí que me di cuenta de mi error, había traído a mi hijo a ver esta terrible escena, ¿pero que más podía hacer? no lo podía dejar solo en casa, además solo él sabía en qué lugar había ocurrido.
Mi hijo una vez libre corrió hacia su papi, y otra vez me quede ahí, quieto, estaba petrificado, no podía moverme, mi mente me decía que me acerque que haga algo, pero mi cuerpo no respondía, era una lucha interna de lo que quería hacer y lo que no podía.
Lo vi, recostado en la pared, su rostro inclinado hacia el suelo, sangre caía de su boca y manchaba su ropa y sus manos que estaban apoyadas sobre su estómago.
Aunque ya era de noche, por la luz que alumbran las calles, pude notarlo.
Su piel, piel canela, estaba pálida.
Un escalofrió recorrió mi cuerpo, mi ser, hasta que escuche a mi hijo.
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-PAPIIIIIIIIIIIII- Gritaba y lloraba. Mientras aferraba sus manos a la ropa de este. – Por favor Papi.- Se abrazó a este y escondió su cabeza en su pecho.
-Na… Naru… - Susurro intentando detener las lágrimas que luchaban por salir.
Por fin su cuerpo respondió al desesperado llamado, sus pasos temblorosos, caminaron hasta su destino y allí se detuvieron.
Cayó sobre sus rodillas, sus manos se elevaron hacia el rostro de su amado, tomándolo de las mejillas y levantando delicadamente su rostro, dejando ver que sus ojos estaban cerrados, y había rastro de lágrimas en ellos.
-Naru… Despierta cariño, por favor… Hazlo por mí – Acariciaba sus mejillas. – No te atrevas a dejarme… no puedes… no quiero… no te lo permito.
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En ese momento recordé las palabras del cura cuando nos casó.
‘‘Hasta que la muerte los separe’’
Me desesperé, este no podía ser su final, no así, moriría en su vejez a mi lado, no ahora, siendo joven y con un hijo pequeño.
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Se comenzaron a escuchar las sirenas de la policía y la ambulancia.
-Naru despierta, ¿quieres?
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Y como si Dios, o quien sea hubiese escuchado mi suplica, Naru comenzó a mover sus ojos y a abrirlos lentamente.
En ese momento me di cuenta de un detalle, su piel aunque estaba pálida aún seguía tibia.
Mi corazón salto de felicidad al saber que aún había esperanzas, que no todo estaba perdido.
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-Naru…- Hablo tiernamente sacándole con una de sus manos los cabellos que estaban sobre su frente.- Resiste, si?…
Naruto sin moverse, tan solo sus ojos, fijo su vista en la persona que tenía a un lado suyo, haciendo una pequeña sonrisa en sus labios, pero borrándola al instante al toser compulsivamente y largar más sangre.
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¿Atónito?
¿Esa es la palabra que debería usar?
Vi su sonrisa, no era como las de siempre, era una apenas perceptible, pero lo era, era una sonrisa y le correspondí, pero de un momento a otro comenzó a toser y no paraba, lo peor no es eso, sino que cuando tosía lo hacía con sangre, y parecía estarse ahogando al toser.
Su estómago subía y bajaba velozmente, mi hijo asustado se alejó unos pasos, mirando con horror y lágrimas en los ojos lo que sucedía.
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La policía y ambulancia llegaron, y se acercaron rápidamente.
-Señor aléjese- Le dijeron a Sasuke acercando la camilla.- El estará bien.
Sasuke con toda la fuerza de voluntad que tenia se alejó tomando a su hijo en brazos.
Una vez Naruto estuvo en camilla, hicieron lo posible para que no se ahogue con su propia sangre y muera.
Sasuke al verlos alejándose con su pareja, se apresuró a alcanzarles, para así subirse con su hijo a la ambulancia e ir con ellos.
Aunque la policía lo quiso frenar, porque tenía que decirles que había sucedido, pero no pudieron retenerlo por mucho, así que lo dejaron marchar, comprendiendo su angustia. Igualmente el después debería presentarse para prestar declaración de los hechos y poner una denuncia.
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Continuará…
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