Efecto Dominó (Si caigo ustedes vienen conmigo) por Ericka Chan

El día estaba nublado, el sol se negaba a mostrarse.

¿Y el?

El se mantenía visiblemente imperturbable, impasible, eleva su mirada al cielo, su mirada impertérrita.

Las primeras gotas comienzan a caer, resbalan por sus mejillas, el cielo llora su caída, sus ojos perdieron su color, su mirada se nubla como el cielo.

Solo podía mantenerse expectante a lo que le depararía el futuro, aunque de cierto modo ya lo sabia.

Por dentro sentía un vacío insoportable, el dolor le carcomía las entrañas, el dolor de sentirse utilizado, el dolor de sentirse traicionado.

Se sentía morir, hasta respirar le dolía, cierra sus ojos dejando que dos gotas cristalinas se escapen de ellos, mezclándose con la lluvia.

Suspira profundamente llevando sus manos a su pecho, intentando tragar su dolor, tal vez mas tarde halla tiempo de seguir sufriendo, ahora no es momento de dejarse caer al menos no mas de donde ya esta, en ese pozo de desesperación, con la oscuridad consumiendo su alma, con risas provenientes de las sombras burlándose de su desgracia.

Abre sus ojos mirando al frente, dejando sus mano caer al costado de su cuerpo, endereza su postura y da un paso a su destino incierto.

¿Con que se encontraría del otro lado?

¿Acaso habrá mas personas desdichadas como el, que sufrieron la desgracia de vivir una mentira, devastados por el dolor, abandonados por quienes creían eran su todo?

Ahora lo sabría, las puertas del infierno, de su infierno se abrían a su paso, pero lo soportaría, solo para luego ver caer a aquellos que lo utilizaron a su gusto y lo dejaron a merced del horrendo destino creado por ellos mismos.

Claro que los vería, el los haría caer, uno por uno, sin piedad alguna.

Estaba decidido a eso, ¿y que si se convertía en ese tipo de persona que tanto aborrecía?
A estas alturas ya no podría importarle en lo mas mínimo.

Al pisar ese lugar todo rastro de su humanidad desapareció, se esfumo como neblina a plena luz del día.

Esos pasos resonantes por los pasillos, lentos, tortuosos, marcaba la hora en que el que es ya no iba a ser, al llegar al final de su camino.

Los sonidos de un metal chocar contra otro, luego el rechinido de rejas al ser abiertas.

Del otro lado una tenue luz iluminaba el lugar, se divisa las paredes manchadas en negro por el exceso de humedad, un hueco en lo alto de una de ellas haciéndose pasar por una ventana, gotas cayendo del techo haciendo un pequeño charco en una esquina produciendo un sonido hueco, unas cadenas colgando de la pared con un trozo de madera simulando una cama, un retrete maloliente y un lavabo.

Se toma un instante antes de entrar, un instante para mirar a su alrededor, un instante para pensar, sus manos por fin son libres de presión, da una mirada fugaz a quien se encuentra frente suyo, y entra sin mas siendo cerrada al instante la reja tras su espalda.

Ese invierno de seguro seria el invierno mas frio que cualquier otro que haya vivido.

Encerrado cual vil y despreciable ser humano, en una celda fría y maloliente, condenado injustamente a pasar el resto de su vida en ese putrefacto lugar.

Sus manos e aferran a lo barrotes y su frente cae sobre ellos.

Antes de que oscurezca solo unas últimas palabras salieron de su boca.

Caí...

Ahora siguen ustedes...

El vapor sale de su boca a causa del crudo invierno, llevándose consigo esas palabras dichas en un susurro, perdiéndose en la oscuridad del lugar, en su azulina mirada.