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And then I fell por amudoki

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Notas del capitulo:

Esta historia también la estoy subiendo a Wattpad y Fanfiction, por si alguien la ve o le resulta mas cómodo leerlo por esas plataformas.

El sol brillaba en todo su esplendor y las nubes estaban claras.

 

Un joven ángel de la guarda caminaba con tranquilidad hacia las afueras de la capital del Reino Celestial. Las calles de la ciudad estaban animadas y ajetreadas por las idas y venidas de los ángeles que a esa hora comenzaban con su labor. Él acababa de traer de vuelta el alma que le había sido encomendada por lo que tenía vacaciones.

 

A paso tranquilo llegó a las grandes puertas que delimitaban la ciudad capital. Eran enormes puertas de acero que tenían grabadas en ellas la historia del origen del Reino Celestial. Miró los grabados por un momento con cierto cariño, al recordar la gran cantidad de horas que pasaba en su infancia admirándolos.

 

Salió a "campo" abierto y se dirigió hacia donde debía.

 

Hace algunos días había recibido la visita de su mejor amiga y las hijas de esta. Tras una agradable tarde charlando y jugando con las pequeñas, estas se fijaron en un sencillo florero que adornaba el recibidor de su casa. Lo que había llamado la atención de las pequeñas no había sido en realidad el florero, si no más bien las flores que portaba.

 

Tres hermosas rosas completamente florecidas. Lo llamativo de estas flores -a parte del hecho de que fuesen rosas- era el espectacular color que las tintaba. Un vibrante y llamativo azul rey.

 

Las niñas quedaron prendadas de ellas y no era para menos. Las rosas celestiales eran muy poco comunes y extremadamente codiciadas dado la gran dificultad que conllevaba cuidarlas. Muy pocos eran capaces de lograrlo.

 

Tras más de diez minutos de ruegos y súplicas lograron convencerlo de que les llevara una corona hecha con estas flores. A regañadientes aceptó ya que la única otra opción que le dieron fue que las guiara hasta donde se encontraban las rosas. Se negaba en rotundo a llevarlas, no porque pensase que destrozarían el lugar si no porque se encontraba en cielo abierto* y sería peligroso para las pequeñas.

 

Por esas razones se encontraba allí en ese momento.

 

Veinticinco minutos andando, fue lo que tardó en llegar a su destino. Estaréis preguntandoos por qué no fue volando si tardaría menos de diez minutos en llegar, pero él prefería andar y disfrutar el camino siempre que le fuera posible. Una vieja costumbre que le había sido imposible eliminar.

 

Cuando finalmente estuvo frente al "prado" le fue imposible no suspirar al ver el hermoso cuadro. No importaba las veces que hubiese estado allí, la belleza de ese sitio siempre le robaba el aliento. Y se lo seguiría robando en ocasiones futuras.

 

Una densa masa de nubes se extendía ante sus ojos, pero estas no eran blancas, estaban tapizadas por un hermoso manto de flores. Cientos de rosas celestiales plagaban el lugar pintandolo todo de un bello azul rey que contrastaba a la perfección con las nubes blancas de los alrededores y el azul claro del cielo. Definitivamente una vista extasiante.

 

Aún no comprendía cómo es que hasta ahora nadie a parte de él había dado con ese lugar. Su única hipótesis es que al encontrarse directamente sobre las nubes, nadie se atreviera a acercarse por miedo. Pero claro, solo era eso, una hipótesis.

 

Con una sonrisa en sus labios se fue adentrando en el campo con cuidado de no pisar ninguna. Se sentó en un pequeño claro para lo aplastar ninguna flor y empezó a cortar las necesarias para las coronas. Ni una más ni una menos.

 

Con mucha delicadeza comenzó a entretejer los tallos ya que estos eran muy frágiles. No tenía miedo de clavarse alguna espina, ya que estas rosas no las poseían. Esta era una de las tantas razones por las que la población de rosas celestiales se había visto tan mermada.

 

Las rosas celestiales eran tan valiosas ya que tenía muchos usos distintos. Desde maquillajes hasta perfumes e incluso como alimento. Pero definitivamente lo que las hacía tan codiciadas eran sus usos farmacológico. Con ellas se podía crear un potente antídoto que contrarrestaba cualquier tipo de veneno. También un coagulante de efecto rápido que era capaz de cerrar cualquier herida, no reponía la sangre pero evitaba que el convaleciente muriera desangrado.

 

El joven ángel aspiró con profundidad deleitándose con el dulce aroma que desprendían las flores. La pequeña sonrisa que había mantenido desde el momento que llegó a ese lugar se ensanchó. Con delicadeza dejó la última de las coronas junto a él y simplemente disfruto de la calma y la bella vista.

 

Así, el tiempo pasó sin que fuese consciente de ello. Ya era mediodía cuando un fuerte estruendo lo sacó de su mundo de paz y tranquilidad. Abrió los ojos, que en algún momento había cerrado sin notarlo, y busco a su alrededor la causa de que su calma fuese rota.

 

A varios metros de él, por el camino que había venido, había una cantidad anormal de nubarrones grises.

 

—Una tormenta— susurró para sí mismo el ángel. Suspiró. Ya era momento de regresar.

 

Por la posición del sol debía ser mediodía. Aproximadamente las doce y media. Se le habían pasado las horas volando.

 

Repentinamente recordó algo. Había quedado con su amiga y sus hijas para almorzar juntos, por esa misma razón había ido a hacer las coronas. No quería dárselas marchitas a las niñas.

 

Iba tarde. Muy tarde si añadía el tiempo que tardaría en llegar a su casa, ducharse e ir a su encuentro. Estaba en problemas. Si se paraba a rodear las nubes de tormenta tardaría aún más por lo que, aun sabiendo que era mala idea, decidió recorrer el camino de nubes tormentosas.

 

Reuniéndose de valor dio un paso adelante y comenzó a correr hacia el tormentoso camino. Si corría podría llegar antes, aunque tambien seria más peligroso al no ver si había algún hueco en las nubes. Pero en ese momento no medía las consecuencias de sus actos.

 

Pobre ángel, en tal estado de pánico que se encontraba que olvidó la cosa más obvia y la más eficaz para resolver todos sus problemas. ¡Tan despistado! Era un ángel por lo que tenía alas.

 

Corría en línea recta pendiente de no ser golpeado por un rayo. Finalmente era capaz de ver el final de la tormenta y el comienzo de las esponjosas nubes blancas, pero como antes había explicado, no se fijó en los huecos. Sintió como uno de sus pies perdió repentinamente el suelo que pisaba y antes de que se diese cuenta se encontraba cayendo en picado.

 

Su primer pensamiento fue protegerse con sus alas. En las circunstancias en la que estaba y a la velocidad que caía le sería imposible intentar parar su caída. Su única opción era envolverse con sus alas y rezar para no morir con la caída.

 

Tras atravesar la gran masa de nubes tormentosas no pudo evitar cerrar los ojos. Como dice el dicho "ojos que no ven, corazón que no siente". Pocos segundos después sintió como su cuerpo -sus alas en su mayor parte- impactaban contra el duro suelo.

 

Todas las historias tienes y comienzo. Así es como esta empieza...

Notas finales:

Aclaraciones:

 

*Con "cielo abierto" se refiere a que se encuentra fuera de los límites del reino celestial, es decir, de sus murallas. En "cielo abierto" hay varias zonas que son simples cúmulos de nubes, por lo que caminar sobre ellas suele ser peligroso ya sea porque se formen claros o por las tormentas.

 

Notas finales:

 

Bueno, pues este es el comienzo del fic. Esta idea llevaba bastante tiempo rondándome la cabeza y al fin la escribí. ¡Mi tercer Victuri! Y también será mi primer Otario/Otayurio.

 

No se como saldra, tenedme paciencia. Aun me estoy aclimatando a los personajes (aunque sea el tercer Victuri, los dos anteriores son oneshot y sin una trama enrevesada) por lo que probablemente habrá Ooc, a parte del que yo incluya para que la trama avance. Espero que lo disfrutéis como yo al escribirlo.

 

Pd: No aseguro fecha de actualización ya que mi inspiración es una perra que hoy llega, me hace escribir dos o tres capítulos de tirón y no vuelve a aparecer hasta dentro de un mes.

 

Besos <3


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