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Niebla por Aomame

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Niebla


III. 

—Entonces—vaciló un poco—, ¿éramos amantes?

Habíamos corrido cuando la lluvia se volvió torrencial, lo arrastré a mi casa con el pretexto de que quizás el camino le recordaría algo. En ese momento, ya nos habíamos cambiado de ropa, su amigo no se había llevado todo, yo conservaba varias prendas suyas. Ese hecho, esperé que lo hiciera comprender que definitivamente había vivido ahí. Era un poco lento, pero no era tonto.

—Sí—dejé entre sus manos una taza de café caliente y me senté en el sillón de enfrente.

Lo miré desde ahí, con los labios en el borde de la taza sin atreverme a beber de ella. Sentía que si apartaba los ojos de su figura, desaparecería. La chimenea estaba encendida, era la única luz de la habitación, y su cabello rubio, había adquirido luces rojizas. Era divertido.

—¡Que chubasco!—exclamé liberando la tensión entre nosotros o al menos eso era lo que pretendía. Sin embargo, él no estaba dispuesto a ceder ni un poco y volvió a tensar el hilo.

—¿Por qué no lo recuerdo?

—Buena pregunta, te la iba a hacer.

—¿Cómo sé que no me engañas?

—¿Por qué habría de? No me beneficia en nada una relación con otro hombre ¿sabes? La sociedad dice muchas mierdas hoy en día— Steve me miró duramente, pero no censuró mis palabras—. Dicen que está bien amar a quién quieras, pero hacer pública nuestra relación me habría costado más que dinero. Hipocresía… sí, bueno, yo también he sido bastante de eso últimamente, mi prestigio al…

—¿Por eso terminamos? —me interrumpió, y en el fondo se lo agradecí, ya no sabía que más decir, y seguramente terminaría desviándome del tema.

Me costó trabajo contestar la pregunta, y me estrujé el cerebro en un solo segundo.

—Digamos que fue una de las razones. El punto es, que se volvió insostenible. Dejamos de amarnos…

—Dijiste que me amabas. Que aún lo hacías. Si no me equivoco, hablaste en presente.

—Vaya, Steve, te has vuelto impertinente.

—Tal vez, te aprendí algo.

—Bastardo—murmuré y al mismo tiempo, sonreí.

Pero él pareció incomodo de nuevo. Se removió en su asiento y fijó su vista en el fuego crepitante.

—¿Terminamos?— preguntó

—Sí

—¿Fue algo que ambos quisimos?

—Sí

—¿Y por qué pareces estar tan enojado conmigo?

—Ya te lo dije—repliqué molesto, incapaz de repetir el discurso que le aventé el día que lo encontré por primera vez en el café.

—¿He sido cruel?

—Sí

—Pero, fuiste tú quién dijo que sólo fuéramos “alguien”, ¿no es eso más cruel?

Sacudí la cabeza. No contesté de inmediato, porque lo cierto es que no tenía respuesta, así que, también miré el fuego.

—¿Por qué no me recuerdas?—dije dolido. En ese punto, me pregunté si todo lo que sentía se reducía a un problema de ego.

—¿Para qué quieres que te recuerde?

—No lo sé

Silencio.

—¿Es por qué aún me amas?

—No lo sé

El fuego crepitó y unas chispas volaron.

—¿Nos amábamos?

—Sí

Aparté la mirada del fuego.

—¿Y por qué nos separamos?

—No lo sé.

Él me miraba, tal como yo lo miraba.

—¿Dejé de amarte? —Dijo y yo asentí suavemente—. Entonces, ¿qué quieres de mí?

—Carajo, no lo sé.

Nos quedamos en silencio, después de eso. No sé cuánto tiempo fue, pero pareció eterno. Él se marchó sin dejarme un número de contacto.

 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. 

 

Hasta la próxima!


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