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Hanami [YuTae] [NCT] por Kuromitsu

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En mitad del verano, Yuta se vio caminando en la luminosa noche de Tokio de la mano con TaeYong, llevándolo conocer el área y compartiendo con él risas y despreocupaciones. Verle alegre fue algo que recibió con agradecimiento, mas no con sorpresa: era obvio que en esa zona nadie le reconocería. La capital del país era un lugar idóneo para pasar desapercibido, y eso era algo que su novio ansiaba a toda costa. Por consecuencia, algo que él mismo buscaba a toda costa.

Ser capaz de dar un paseo nocturno como cualquier otra pareja, sin temor a que los apuntaran con el dedo.

—Yuta… creo que nos están observando…

En medio del restaurant al que acababan de entrar para reponer energías de la caminata, sentados en una mesa para dos, siguió trazando círculos en el dorso de la mano de TaeYong pese a su voz llena de intranquilidad. Con el rabillo del ojo fue capaz de notar los rostros de las personas vueltos hacia ambos, los que intercambiaban cuchicheos con sus acompañantes, casi como si se trataran de una atracción en un zoológico. Tomó entre los dedos la botella de cerveza fría que acababa de ordenar y, sin quitar la vista de TaeYong, bebió un sorbo con tranquilidad.

Con el abrigo ligero de color negro que acababa de comprarle en una tienda cercana, sus rasgos faciales se veían incluso más hermosos de lo que ya eran.

—Yuta…

—Sí, nos están mirando, ¿y eso qué? —respondió sosteniéndole los dedos con firmeza.

—Quizá me reconocieron y…

—No es esa la razón, descuida.

Como si le hubiera explicado la razón exacta su rostro se iluminó en un segundo y luego le vio bajar la cabeza, con la presión de su mano disolviéndose de a poco. Supo exactamente lo que haría y en vez de dejarle ir atrapó sus dedos de nuevo, logrando que sus ojos se abrieran de par en par de pura sorpresa.

Ciertamente le había visto hacer la misma mueca varias veces durante el transcurso del día, desde la mañana en que le había anunciado que pasarían un fin de semana fuera de la ciudad, hasta hace tan solo unos minutos atrás, donde un espectáculo de músicos callejeros le había hecho aplaudir al son de la música. Sus ojitos sorprendidos, curiosos y agradecidos hacían que todo valiera la pena. Sin embargo, la sorpresa que ahora expresaban era distinta.

La de ahora, estaba derivada del miedo y nerviosismo.   

—Nos miran porque somos gays, sí —como si se tratara de una condena más que una verdad que ambos sabían fue que TaeYong quiso alejarse otra vez. No se lo permitió—. No es la primera vez que nos ha pasado y dudo mucho que sea la última pero, amor, ¿qué importa que nos observen por una nimiedad como esa? ¿Tienes miedo de que nos hagan daño?

Bastaron un par de segundos para que un asentimiento del de cabellos azabaches le hiciera sonreír, enternecido. La capital resultaba un lugar mucho más intimidante que la segura Osaka inclusive para su novio. Siendo una ciudad abarrotada de gente, la probabilidad de que les mirasen solo por ser pareja estaba claramente aumentada.

Frente a la probabilidad de que le gritaran alguna cosa horrenda a TaeYong relacionada con su antiguo trabajo, prefería mil veces el ambiente de Tokio.    

—¿Por qué tendrían que herirnos? —susurró, acercándose a él—. ¿Qué tiene de malo el ver juntas a dos personas que se aman?

En un rápido movimiento alcanzó sus labios en un suave beso, que recibió respuesta tardía: nada más que un roce mutuo que sin embargo logró instalar una agradable sensación cosquillosa en su nuca. Al separarse de él, le sonrió.

Sus mejillas estaban ahora teñidas de un tenue color rosa.

—No es necesario que hagas este tipo de cosas en público, Yuta… —le escuchó reprochar.

—Entonces no lo hago nunca más —respondió, frunciendo juguetonamente el ceño. Con ayuda de su mano libre buscó su billetera—. Iré a pagar la cuenta y-

...Olvídalo, bésame si eso quieres…

¿Qué?

—¡Na-nada!

Fue inútil tratar de volver la frase que estaba seguro de haber oído. TaeYong siguió evitando el tema, y pronto salieron otra vez a la noche iluminada por letreros de neón y ambientada con los aromas entremezclados de la comida callejera. Pero a pesar de su mutismo al respecto, no fue necesario que respondiera con palabras.

Porque fueron su mano fuertemente entrelazada con la suya propia, junto con las ocasiones en que sintió su cabeza recostándose en su hombro, las pruebas más fehacientes de que a TaeYong tampoco importaba ya si el resto de las personas les observaba.

Lo único de vital relevancia era poder disfrutar los momentos de paz juntos antes de volver a Osaka, hacia todos aquellos tipejos que conocían a TaeYong, a los gritos malintencionados hacia su novio en plena luz del día.

En Tokio, aunque ninguno de los dos lo dijera, podían pretender que eran una pareja normal como cualquier otra.

Y aquello era impagable. 


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