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Hanami [YuTae] [NCT] por Kuromitsu

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Con una sonrisa imborrable en el rostro, el japonés se aseguró de realizar el siguiente pedido de un trago especial de forma más teatral que antes, intercambiando la coctelera de una mano a otra y haciéndola girar en el aire antes de caer limpiamente en el vaso, vertiendo su contenido sobre los hielos. Hacer aquello sin ninguna equivocación bien le valió un par de billetes extras en propina, de parte del grupo de cuarentonas que con su maquillaje sobrecargado y pulseras tintineantes intentaban coquetearle. Se contuvo de decirles la verdad: que ni aunque pusieran sus mejores esfuerzos en ello conseguirían algo, porque era algo que iba más allá de sus capacidades.

Aparte del hecho de ser gay, estaba profundamente enamorado de quien era su pareja de siete meses, un coreano cabellos azabaches que tenía el lindo nombre de Lee TaeYong.

El vaso que ahora tenía entre las manos por poco no fue a parar al piso cuando dejó que sus pensamientos le guiaran hacia la belleza innegable de su novio, y sacudiendo la cabeza siguió atendiendo a los nuevos pedidos, sonriendo. A pesar de que sus músculos faciales dolieran por hacerlo durante tantas horas prácticamente sin descanso, mantuvo la mueca allí, notando en sus bolsillos la recompensa inmediata. Las propinas llovían desde que había comenzado a mejorar su actitud al atender y mucho más después de aprender simples trucos del oficio con la coctelera.

Tan solo un poco más de esfuerzo, y su jefe le daría el ascenso que tanto necesitaba.

—…no te estoy mintiendo, joder.

Un tipo alto se acercó a la barra, acompañado por otro de probablemente la misma edad cercana a los treinta. Ambos, ataviados en trajes de oficinistas, le indicaron que sirviera dos de las especialidades del día y con un asentimiento se puso manos a la obra. En una de las manos del más bajito de los oficinistas descansaba un periódico. Apretó los labios.

TaeYong ojeaba todos los días uno de ellos, desde hace ya dos meses. Al despertar ya le veía en el comedor, con un marcador rojo en mano, arrugando el entrecejo al leer lentamente y encerrando en círculos algunos avisos después de unos minutos. Cuando llegaba la hora de partir, siempre se aseguraba de besarle en la frente y de infundirle ánimos; ánimos que debía redoblar en las noches cuando le veía negar con la cabeza, los hombros caídos, y le estrechaba entre los brazos entre frases de que al otro día tendría suerte. Que la paciencia era clave. Que no se rindiera.

Aunque sinceramente después de tanto tiempo sin que encontrara trabajo, Yuta había optado por lo más razonable: esforzarse al doble con tal de ganar más dinero y sustentar la vida de ambos, donde incluso con las propinas extras se estaba haciendo difícil subsistir.

Pero todo valía la pena por TaeYong y sus ansias de cambiar.

—No sé cómo pagaste para que te hicieran algo como eso, es decir, ni a ti ni a mí no nos pagan tan bien en la empresa.

—Con lo difícil que es encontrar a un chico lindo y más encima extranjero —en contra de su voluntad agudizó el oído y les miró con el rabillo del ojo. El más alto sonreía—, no podía desperdiciar la oportunidad. Era mi fantasía desde que me divorcié de mi mujer y lo sabes. Ese tal “TaeYong” vale su precio en oro.

No era la primera vez que escuchaba comentarios acerca de su novio, y definitivamente no sería la última, pero aun así sintió náuseas. Sirvió un nuevo trago e intentó serenarse. Lo único bueno es que casi ya no había casos como ese, y que se estaban haciendo más esporádicos a través del tiempo.

Pero incluso TaeYong lo admitía, mientras le abrazaba en las noches, que esa debía ser la razón por la cual le cerraban las puertas en todos los trabajos a los que aplicaba.   

—Debiste ver la forma en que se movía, parecía estar hecho para el sexo —el alto siguió comentando sin pudor alguno, y sin incomodar a los presentes ya que la estridente música de los parlantes hacía de cortina entre ellos y los demás. Lamentablemente, Yuta sí podía oírle—. Gemía como los dioses, con una voz tan ronca que ah… te prometo, amigo, que nunca pensé que encontraría a un tipo tan dispuesto a dejar toda su dignidad de lado por un par de billetes y-      

—¡Deja de hablar así de él!

El grito que pegó definitivamente sí fue escuchado por los clientes, pero no le importó en lo más mínimo. Siguió fulminándole con la mirada pese a la sonrisita que apareció en los labios del más alto.

—¿Y tú quién eres? Sigue sirviendo los tragos y deja de inmiscuirte en los asuntos de los demás —su acompañante se sumó a su sonrisa burlesca—. Simple y triste bartender

—¡Me importa porque TaeYong es mi novio!

La música se detuvo en ese instante, y maldijo internamente al dj por tener la ocurrencia de cambiar de canción justo ahí. Las señoras a las que había atendido comenzaron a reírse entre ellas, señalándole. Los demás no le sacaron la vista de encima.

Incluso así se adelantó un par de pasos, hasta mirarle a la misma altura, sin dejarse intimidar.   

—¿Novio? Ja, buena broma —el sujeto sonrió a través del vaso, haciendo tintinear los hielos en él al agitarlo ligeramente de lado a lado—. Un tipo tan fácil como él es incapaz de tener una relación con nadie.

—¡Él ya no hace ese tipo de cosas! —le agarró del cuello de la camisa al escucharle reír otra vez—. Además, yo lo amo. Y él me ama. Así que deja de hablar así-

¿Te ama? No lo pareció ayer, cuando me besó después de chupármela.  

Le temblaron los dedos y dejó de sostenerle, mientras el tipo volvió a sonreír, mientras los clientes se rieron de lo que estaban viendo.

Y por lo mismo perdió los estribos y destruyó aquella sonrisa burlesca de un solo puñetazo.

———

—¡Me mentiste todo este tiempo!

TaeYong volvió a desviar la mirada, y sintió sus muñecas queriendo escapar del agarre en que las tenía. No le dejó irse, pese al velo de agua cristalina que empañaba su mirada y le impedía discernir si acaso TaeYong se sentía culpable o no.  

—¡Seguías acostándote con tipos todo este tiempo! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! —le vio morderse el labio inferior—. ¡¿Acaso no me responderás, no me dirás nada?!

Nada. A la fuerza logró que sus lágrimas no escaparan, y a cambio dejó brotar toda su ira.

—Perfecto. Pues asume las consecuencias.

No escuchó ni una sola queja mientras le despojaba de sus ropas violentamente, sintiendo las palabras de “no quiero hacerlo hoy, estoy cansado” y tantas otras similares aún en sus oídos, desplegando su verdadero significado y enfureciéndolo aún más. Marcó su cuello, su abdomen, el interior de sus muslos; a través de mordiscos se aseguró de que todo su cuerpo quedara con las mismas marcas violáceas que veía esporádicamente y que había sido muy inocente como para interpretar de forma correcta. O más que inocente, ciego total.

TaeYong no había cambiado ni un ápice después de todo.

Disfrutó de darle fuertes palmadas, de ingresar en su interior antes de prepararlo por completo, y hasta de ver un par de lágrimas cayendo por sus mejillas. Le embistió repetidas veces entre el mutismo por parte del cabellos azabaches, y no se detuvo hasta que el orgasmo inundó las apretadas paredes de TaeYong. Sin mirarle otra vez se fue a la ducha, y después de limpiarse hasta dejar atrás la sensación de suciedad que siguió al acto, se vistió con las ropas de la noche anterior para salir dando un fuerte portazo.

En un tacho de basura botó su identificación de bartender; literalmente, ya no servía de nada. Tendría que hacer uso del periódico una vez más, después de haber golpeado a aquel tipejo hasta que tuvieron que apartarle a la fuerza y con ello su trabajo estable se hizo añicos, al igual que la nariz sangrante del desconocido.   

La noche dio paso al día, y junto con eso fue capaz de al fin volver a su hogar, después de horas vagando en el ciber café de la vuelta que se mantenía abierto las veinticuatro horas.

Y pese a que no le sorprendió, aun así le invadieron escalofríos al no encontrar rastros de TaeYong en el departamento.     


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