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Restableciendo una vida por ninnae

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Notas del capitulo:

Saint Seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.

Primera vez


Sigmund estaba un poco enfadado con Siegfried. Al final el menor había hecho su voluntad, con apenas quince años, su hermano menor tenía la habilidad de convencerlo de lo que fuera. En Asgard era una costumbre paliar los rigores del frío a base de grandes cantidades de alcohol. Sin embargo, Siegfried, a pesar de estar ya en la adolescencia aún no había colocado sus labios sobre un frío y amargo tarro de cerveza.


—No me haré responsable si llegas a emborracharte Siegfried —dijo de manera autoritaria Sigmund. Su hermano menor lo había seguido hasta el bar local donde solía juntarse con algunos de los candidatos a guerreros del palacio.


—Soy un adulto ya Sigmund, no necesito de tu cuidado, además no pedí tú permiso para beber…, solo quería que me acompañaras.


Sigmund suspiró, mientras enredaba el cabello de su hermano en un gesto condescendiente.


—Vamos, antes de que me arrepienta.


~.~.~.~.~.~


Sigmund veía sorprendido la forma alegre y jovial en la que Siegfried se movía. Su mirada dilatada, sus mejillas rojas y la constante sonrisa era símbolo de una sola cosa, su primera vez con el alcohol había resultado en una borrachera. Sigmund miró la mesa que compartía con Siegfried, apenas había bebido tres tarros de cerveza, pero solo eso había bastado para dejarlo en aquel estado. Él mismo no estaba en muy buen condiciones. Estaba mareado y algo cansado, pero al menos mantenía cierto grado de cordura.


—Te quiero tanto hermanito.


Siegfried se colgó de Sigmund, escondiendo su cabeza en el cuello de su hermano mayor. Sigmund se lamentó del estado de Siegfried, estaba llamando la atención de los demás comensales. A su corta edad su hermano menor era alguien respetado y no sería bien visto que se hallara en esas condiciones. Como pudo acomodó a Siegfried para sacarlo del local, dejó el pago sobre la mesa y se retiró del bar con un hermano pulpo pegado a su persona. El viento era más tibio durante la temporada de verano, aún durante las noches. Sigmund esperaba que el aire fresco ayudara a Siegfried, o que al menos disminuyera un poco el alcohol que corría por sus venas, a pesar de que la brisa no estaba haciendo efecto en él, su cuerpo le pesaba y sus ojos se cerraban, pero debía llevarse a Siegfried.


—Cada día pesas un poco más —dijo Sigmund, recordando lo pequeño que era su hermano hacia algunos años, el tiempo no pasaba en vano. Cerró sus ojos por unos momentos, tratando de recuperar algo de fuerza, pero el roce de unos labios y el sabor del aliento cargado de alcohol le hicieron abrir los ojos de golpe, apenas pudo procesar qué diablos había pasado, pues Siegfried se había quedado dormido contra su cuello.


—Solo fue mi imaginación —musitó Sigmund, sin saber lo que aquel acto significó en verdad.


~.~.~.~.~.~


Flojo


Sigmund estaba cansado, creía ver sombras en cada rincón por donde andaba, y es que desde que había comenzado una seudo relación con su hermano menor, el miedo y la consciencia pesaban en cada una de sus acciones, pero no quería lastimar a Siegfried con sus dudas y miedos, no se lo merecía. Siegfried le abrió su corazón con temor a ser rechazado, a ser visto como un enfermo, pero…, aquel amor era algo de dos personas.


La primavera era una estación que amaba, no muy cálida, pero tampoco muy helada, la época perfecta para disfrutar de un día libre. Sigmund sabía que debía compensar a Siegfried. Había estado pasando demasiado tiempo en compañía de Surt e incluso el parco de Utgard. Las tareas de reconstrucción se habían vuelto más duras, ahora que el Sol salía y la vida volvía a Asgard, la época de preparación de la tierra y sembrado estaba cerca y las tareas comunes eran necesarias. Todo aquello le había restado tiempo a Sigmund para estar con Siegfried, quien cumplía tareas más administrativas en las paredes del palacio. El chocolate era escaso en la tierra donde vivían, pero Sigmund sabía lo mucho que a su hermano le gustaba, quería pasar algo de tiempo con Siegfried, lejos de las miradas escrutadoras, los dos solos. ¿Acaso estaba mal querer disfrutar a su hermano como a un amante, en lugar de pasar el tiempo en familia? La idea de la relación todavía le perturbaba.


—Me imaginé que te encontraría en este lugar, siempre te ha gustado escaparte a los claros Siegfried.


El menor de los rubios abrió los ojos al escuchar la voz de su hermano. Frunció el ceño al verlo, Sigmund colocó una mirada avergonzada.


Siegfried jaló del brazo a Sigmund y le robó un beso de manera sorpresiva. Desde hacía días que anhelaba volver a sentir el sabor cálido de aquellos labios dulces y conocidos. Amaba a Sigmund, mucho más de lo que podía comprender.


—Me debes mucho —dijo Siegfried, con los labios aún pegados a los de su hermano. Sigmund sonrió.


—Sé que has estado de flojo estos días Siegfried —mencionó Sigmund—. Quizás la próxima vez podrías venir conmigo.


Siegfried negó.


—No me gusta verte con Surt, ya te lo he dicho.


Sigmund rodó los ojos. Claro que habían hablado de ese tema. Pero él no tenía nada con su pelirrojo amigo.


—Pasa el día conmigo Siegfried.


Sigmund le encajó un pedazo de chocolate a los labios de Siegfried, quien los saboreó pasando la lengua de manera provocativa, haciendo que Sigmund se sonrojara. Nunca se acostumbraría a ver a Siegfried como una criatura seductora. De alguna forma la imagen del niño seguía en su mente. Pero su hermano menor de manera efectiva le hacía ver que tan equivocado estaba.


—Algún día lograré que hagas algo más que solo besarme —dijo Siegfried de manera lasciva y burlona. Sigmund abrió los ojos sorprendido y avergonzado. Siegfried rio satisfecho, era su hermano, pero sería suyo por completo.


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