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Restableciendo una vida por ninnae

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Notas del capitulo:

Saint Seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.

Brisa


¿Cómo doblarle la mano al destino? Es imposible, desde el día en el que se convirtieron en hermanos estuvieron condenados, aprisionados en un amor pasional a pesar de ser hermanos. La misma brisa llevaba las palabras de esa verdad. Era inevitable.


Siegfried suponía aquello como un sueño, pues no podía ser nada más. Sigmund era una persona muy orgullosa, pero se estaba sometiendo a sus deseos. Habían comido con tranquilidad los postres, y el vino había sido compartido en cantidades cuantiosas. Fue la acción inicial de Sigmund fue lo que comenzó todo. Fue un simple beso, cálido, anhelante y húmedo, probando la crema del pastel de avellanas desde la boca de Siegfried. Se suponía que debía ser de esa manera, caliente, pasional, lascivo. Siegfried no aguantó más. Llevaba tiempo queriendo compartir más que una simple caricia con Sigmund, el maldito deseo de lo oscuro y desconocido lo tentaban. Sus pensamientos con respecto a su hermano mayor nunca fueron sanos, siempre quiso más de él, y ahora que era solo suyo no se detendría.


Siegfried coló una de sus manos por la cintura de Sigmund, tocando sin pudor el cuerpo de su hermano. Sigmund se acopló con facilidad sobre el cuerpo de Siegfried, La hoguera había sido encendida y ya no había forma de detener el feroz fuego que se apoderaba de ambos cuerpos. La brisa se atravesó por ambos cuerpos haciéndolos temblar. Siegfried y Sigmund se miraron en entendimiento mutuo. Ambos hermanos se dirigieron con prisas hasta la habitación del mayor de los rubios. La cual sería testigo de la entrega de ambos.


Aquel día, sin importarle el lazo de sangre que compartían se unieron en un solo cuerpo, enredados con sus pieles desnudas y sus ojos satisfechos. Ya no había arrepentimientos, su amor los hacia lo que eran. Hermanos y amantes.


~.~.~.~.~


Libro


Por supuesto que no pensaba ayudarlo. Sigmund negaba, no pensaba hacerse cargo del caos que Siegfried había causado en la biblioteca del palacio Valhalla.


—Ni lo sueñes, esto empezó por tu culpa Siegfried.


—Eres mi hermano —suplicó Siegfried, viendo azorado la ruma de libros y pergaminos desparramados por el suelo y las tres estanterías tiradas en direcciones opuestas. Sigmund volvió a negar. No pensaba consentir a Siegfried en esa ocasión. Se suponía que era una visita corta a la biblioteca para terminar de archivar un informe, pero…


—Tú y tus fantasías causaron esto.


Sigmund desvió la mirada, recordaba con claridad como cada estantería había sucumbido directo hacia el suelo. Siegfried lo había pillado desprevenido en la soledad de la biblioteca, y antes de que pudiese hacer algo, estaba siendo devorado por los labios de Siegfried. Era en ocasiones como esa donde odiaba ser más bajo de estatura que su hermano menor. Una verdadera ironía de la naturaleza. El golpe contra la estantería fue con fuerza desmedida, haciendo que está tambaleara, sin embargo…, esa no fue la causa directa del desastre. Sino…


—Solo quería hacerte el amor aquí, es excitante saber que nos pueden encontrar —dijo Siegfried con una sonrisa lobuna.


—¡No tenías porqué impulsar tu cadera tan fuerte!¡Empujaste demasiado y…!


—Así que esa es la razón de tanto desastre.


La voz de Surt cortó por detrás la conversación de los hermanos. Sigmund agachó la cabeza, mientras Siegfried veía con mala cara al pelirrojo.


Alberich, Mime, Tholl y Utgard que venían por detrás de Surt, callaron al oír la conversación.


Sigmund negó, quizás dejarse llevar por Siegfried no siempre fuera lo más cuerdo. Y ahora nunca lo olvidaría. Ni tampoco los demás al observar el desastre de los hermanos. Como tampoco olvidarían las indecentes fantasías de Siegfried.


 


 


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