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Restableciendo una vida por ninnae

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Notas del capitulo:

Saint Seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.


Hola, una nueva palabra :), perdón la tardanza

Herida


Era una manera un tanto estúpida para que el jefe de los dioses guerreros terminara herido. O al menos de esa forma lo consideraba Siegfried. Caer de su caballo y ser arrastrado varios metros hasta golpearse con una cerca en su cabeza y parte de su pecho, había sido una de las escenas más humillantes de su vida. Se había llevado una fuerte carcajada por parte de Alberich y una mirada de preocupación de Mime, quienes eran los que lo acompañaban en esos instantes camino al pueblo más cercano del castillo Valhala. Se sentía todo menos un digno dios guerrero.


—Las heridas no fueron graves, pero su hombro quedó lesionado e inflamado, y habrá que esperar a ver si existe algún daño a nivel del cráneo —Andreas, quien había retomado nuevamente su papel de médico de la corte fue certero en su diagnóstico. Y no había nada que el líder de los dioses guerreros pudiera hacer—. Deberás permanecer una semana en cama Siegfried.


Un quejido se produjo por parte de Siegfried, pero fue acallado por un leve golpe en la cabeza por la mano de Sigmund.


—Es tu culpa por andar distraído Siegrfried —pronunció el mayor de los rubios—. Alberich dijo que te mantuviste con la mirada perdida, fue tu descuido lo que te causo la caída. Por suerte no chocaste con los árboles que habían en las cercanías también.


Siegfried se ruborizó y escondió a mirada. Recordaba con claridad en lo que había estado pensando antes de causarse el accidente. No podía ver a la cara a su hermano mayor. No cuando pensamientos tan malogrados pasaban por su mente cuando se trataba de Sigmund. ¿Cuándo había cambiado la visión que tenía de su hermano mayor? No lograba recordarlo, pero sabía que el sentimiento que crecía en su pecho no era algo normal. Pero tampoco era algo de lo que quería deshacerse, le agradaba aquella calidez que surgía en su pecho al pensar en su hermano y la sonrisa boba que colocaba cuando pasaban tiempo juntos. Su hermano por mucho tiempo había sido su único apoyo y el estar retomando los viejos lazos con tal fuerza le estaban jugando una mala pasada. Pero solo quería dejar que todo sucediera para ver hasta dónde podía llegar.


—Puede ser mi culpa, pero tú me cuidarás —dijo sonriente Siegfried a Sigmund. Después de todo el accidente no había sido un mal plan, aunque no hubiera sido tal como lo había pensado. Pero la suerte estuvo de su lado, con mucho dolor y esfuerzo.


Sigmund negó. Siegfried siempre lograba doblegarlo. Al fin y al cabo su sonrisa era la mejor arma de su hermano menor.


~.~.~.~.~..~.~.~


Infancia


Sigmund desde hacía años que no había vuelto a su viejo hogar, demasiados recuerdos, muchos de ellos melancólicos y tristes. Prefería dejar el pasado atrás y mirar su presente. Era mucho mejor que recordar los caóticos días de su niñez, posterior a que comenzase su entrenamiento como futuro Dios guerrero. Aquella época fue la peor de su vida. Se alejó de Siegfried por varios años, y con la muerte de su madre años antes, sabía que su hermano menor se sentía solo y algo abandonado. Por eso, el día que Siegfried pudo empezar el entrenamiento la sonrisa volvió a su rostro. Extrañaba mucho a su travieso hermano menor. La vieja casa había sido abandonada después de la muerte de su padre, cinco años después de la muerte de su madre. El polvo y las telarañas eran la decoración más abundante. No estaba seguro de que era lo que lo había impulsado a volver a aquel sitio, pero el dolor atizó su corazón desde el momento en el que atravesó la puerta.


Recorrió cada una de las habitaciones rememorando pasajes de su niñez, el rostro de su madre y su cálida sonrisa. Las risas de Siegfried mientras jugaba a un costado de la chimenea cobijándose con el calor que desprendían las llamas cuando los leños ardían. Aquel hogar estaba lleno de buenos recuerdos ensombrecidos por un destino trágico que ninguno de los dos pudo evitar.


Un baúl viejo y corroído por el pasar del tiempo llamó la atención de Sigmund, recordaba con claridad aquel viejo cachivache. Era el sitio donde su madre solía guardar sus más preciadas pertenencias. Sigmund se acercó con el cuerpo tembloroso. Abrió con cuidado el viejo mueble. Al ver su contenido no puedo evitar las lágrimas acumuladas en sus ojos. Cada uno de esas piezas eran parte de la vida de su progenitora. Su viejo diario, las bufandas que había tejido para sus dos hijos, que a pesar de no haber sido las mejores creaciones las solían usar con mucho cariño. Sin embargo su mirada se desvió hacia una imagen que no había visto desde hacía mucho tiempo. Ahí, destruida en parte por la humedad se encontraba la única foto que se había tomado con su madre durante su infancia. Siegfried no era más que un niño pequeño, sonriendo con ternura, mientras Sigmund sonreía de manera más tímida. Aquella mañana, la última de invierno se tiñó de ternura y calidez con el recuerdo de la sonrisa de su madre. Esperaba que Siegfried pudiera sentir lo mismo cuando la viera.


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