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Sentimientos por contrato por AcidRain9

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Notas del capitulo:

Notas: ¡Hola nuevamente! Sin mucho que decir, aquí les dejo un nuevo capitulo de esta historia, abrazos para todos <3

Capítulo 6: No esperes nada de mí

Recargo el mentón sobre la superficie acrílica de la bañera, el agua caliente se había enfriado hace horas y su piel tenía la misma textura de un durazno arrugado, subió sus rodillas hasta su pecho y acunó el rostro entre ellas, podía escuchar el golpeteo de las gotas que escapaban de los bordes de la tina y chocaban contra el suelo, el feroz sonido de la música de Yonji en el primer piso, tan agresiva, tan llena de ritmos y balbuceos incoherentes haciendo contraste con la pieza de Chaikovski que Reiju estaba danzando en su habitación.

Su jersey había comenzado a despintarse, manchando sus pantalones claros, sumergió su rostro en el agua por lo que no fue más de medio minuto y contuvo la respiración hasta que sus pulmones le rogaron por un poco de piedad, sacó la cabeza jadeando suavemente y peinó sus cabellos hacia atrás.

Cuando cerraba los ojos el rostro de Katakuri venía a su cabeza y el sonido de su voz zumbaba en sus oídos, podía sentir sus labios en su cuello, recorriéndolo de manera sosegada, haciéndolo estremecerse hasta poner su piel de gallina. Un furtivo sonrojo invadió sus mejillas y apretó con fuerza los párpados, imaginando los labios ajenos succionando su yugular, acariciándola con los dientes y por último mordiéndola hasta hacerla sangrar, arqueo los dedos de sus pies y mastico su labio inferior para acallar una temblorosa exhalación.

Controlo su respiración y puso una mano en su pecho, escuchó el pomo de la puerta de su habitación girarse y segundos después, pisadas dirigiéndose hacia el salón de baño.

— ¿Estas bien? — Niji prendió el interruptor de la luz y corrió la cortina, había genuina preocupación en su voz y al verlo recostado en la tina con la ropa puesta tuvo un destello de alarma en los ojos. —Si querías nadar pudiste haber ido a la piscina, es más grande y cómoda— dijo de manera sarcástica.

—Largo de aquí, sabes lo mucho que detesto que entren a mi habitación, mucho más si es sin mi autorización— Ichiji protesto mordazmente, arrojándole agua en la cara.

—Has estado encerrado todo el día y padre se fue hace un rato a cenar con sus amigos, no es necesario esperarlo despiertos, pero estuvo preguntando por ti.

Niji se limpio el rostro con la manga de su suéter, olía a chocolate en polvo y a vainilla, no traía el cabello peinado como de costumbre, los finos y sedosos mechones celestes se veían recién cepillados, caían lacios y poco faltaba para que llegaran a su pecho, aquel aspecto era señal de que el segundo hermano había estado preparándose para dormir.

—Entonces que siga preguntando...— susurro Ichiji, recostándose una vez más.

El de cabellera azulada se puso de cuclillas y acomodó los brazos sobre el borde, posicionando su barbilla encima y mirando de manera inquisitiva a su hermano.

—Él quería llegar a un acuerdo contigo acerca del contrato prematrimonial que los Charlotte te harán firmar, dijo que hará que un experto te asesore.

—Esta tarde firmé el contrato en casa de Katakuri, así que no tiene que preocuparse.

La cara de Niji palideció.

—Dime que llevaste un abogado, maldición Ichiji, no sabes qué trampa pudo ponerte ese hombre, ni siquiera se que hacías con él, pero padre va a estar furioso.

—No habrá ninguna trampa, me hizo leer todas las cláusulas y repetirlas en voz alta igual que a un niño pequeño— Ichiji apoyó la cabeza sobre la teja helada de la bañera y cerró los ojos. —Su casa se parece a la finca de madre— musitó curvando sus dedos tiesos sobre su sien.

Niji frunció el ceño y agarró la muñeca de su hermano. —Estás congelado...—lo jalo de los brazos y lo hizo ponerse de pie, haciendo una mueca cuando sus prendas se empaparon por culpa del otro. — ¿Cuánto tiempo llevas aquí?, es preocupante Ichiji, ¿Pensabas salir al menos?

—Su jardín es grande, pero está algo descuidado. — sus labios estaban ligeramente morados y quebrados por grietas. —Nuestra madre tenía rosas blancas, ¿recuerdas cuando tú y yo las arrancamos todas? Ella se puso a llorar de rabia y nos regaño, después se sintió tan culpable que preparo café de moka.

—Sora llorando es algo que difícilmente se puede olvidar, arrancamos sus flores muchas veces.

Niji jalo una toalla del bastidor y envolvió los hombros del pelirrojo en ella. Ichiji desvió la mirada hacia los azulejos azules de la pared y abrazo la cálida tela contra su cuerpo.

Niji salió del cuarto y abrió los cajones del closet de Ichiji, todo estaba perfectamente doblado o colgado en ganchos; así que se agacho y husmeo en la última gaveta, la de la ropa para dormir, saco prendas holgadas y un bóxer, después regresó donde su hermano y dejó las mudas en el lavamanos.

—Ponte esto, por dios, ¿a quien se le ocurrió decir que tu eres el más sensato de todos nosotros?, pareces un aguacate feo— suspiro poniendo las manos en su cadera y recargando la espalda en el umbral de la puerta, Ichiji se estaba desvistiendo de manera lenta, como si fuera un robot que tenía el sistema de control dañado, odiaba verlo así.

Escucho las prendas caer al suelo y minutos después su hermano salió del baño vestido con pantalones azules y una playera de algodón gris, se sentó en la orilla de la cama y levanto sus ojos cansados hacia él.

—Linlin y padre acordaron que no quieren chismes faranduleros escapando de boca en boca, ya sabes, por la rapidez de toda esta mierda, esperan que ustedes coincidan con la misma historia cuando alguien les pregunte cómo se conocieron.

— ¿Y cual es esa historia?

—Se vieron por primera vez el año pasado, Katakuri viajó a Alemania casi en la misma fecha en que tú fuiste de congreso universitario, se encontraron en algún evento, hubo química y terminaron enamorados tan profundamente que apenas y soportaban separarse. —Hizo un gesto ridículo y meneo la mano. —Pero mantuvieron las cosas en secreto hasta que estuvieron seguros de dar el siguiente paso.

Ichiji asintió, sin ninguna objeción a pesar de lo rebuscada que le parecía la historia, el objetivo era vender a dos jóvenes y atractivos hombres de alta sociedad que decidían unirse ante los ojos críticos de los espectadores.

Se veía agotado y Niji no sabía si de la manera física o de la mental, solo que aquel era su hermano mayor, la persona a la que más confianza le tenía y que se veía un poco mas roto.

— ¿Pasó algo entre ustedes? —pregunto poniendo las manos sobre los hombros del pelirrojo, Ichiji parpadeo repetidas veces.

—Solo estoy un poco confundido...— su voz sonó muerta, y lo miró con una sonrisa desigual en sus facciones. —Le pedí que se casara conmigo, ¿Puedes creerlo? Incluso se lo pedí por favor.

—Ichi...

—Lo único que quiero es apresurar todo esto.

Niji apretó la boca. —Basta de tonterías, supongo que debes de tener hambre, Cosette hizo patatas gratinadas con queso, no saben muy bien para mi gusto, pero te traeré un poco.

Se enderezo poniendo una mano en su espalda, ahora él tendría que cambiarse la ropa también, escuchó una risa suave salir de la boca de su hermano y cuando volteo el rostro para verlo, lo vio con los dedos enterrados entre las hebras carmesí de su cabeza.

—Ni, ¿Qué tan repugnante es encontrar placer en el miedo?


 

Sanji miro por la ventana el auto de su padre alejarse y perderse entre la bruma de la noche, una mujer madura sostenía un plumero y sacudía cuidadosamente el polvo de las pinturas montadas en la pared a la vez que tarareaba en voz baja.

Se limpió el sudor de la frente con su delantal y una sonrisa exhausta apareció en su cara.

—Si no hay algo que se les ofrezca, iré por mis cosas y regresaré mañana a las seis para hacer los deberes, jovencito.

—Muchas gracias Epony— Sanji le regaló una cálida sonrisa. —Descansa, te esperamos mañana.

La mujer volvió a sonreír ante el amable carácter del rubio, tan parecido al de la difunta Sora.

Soñadores, dramáticos, alegres, melancólicos...Alrededor de sus ojos y su boca se formaron marcadas arrugas, algunas veces sentía que la mujer seguía viva con solo mirar a su descendiente. Él se veía tan similar a lo que su madre había sido antes de que el cáncer se la llevara, dio una inclinación y tomo su gabardina del perchero mientras bajaba por la escalera de caracol, dirigiéndose hacia la salida.

Entonces Sanji suspiro y saco el celular del bolsillo de su pijama morada con óvalos fucsias, recargo sus codos sobre el alféizar del ventanal y sus ojos contemplaron un video mandado por Luffy, esta vez de las caídas mas imbéciles de gente practicando parkour.

En este, un chico corría por las tejas de las zotehuelas, emitió un grito guerrero y galopo con todas sus fuerzas para dar un salto, pero resbaló y cayó tontamente enterrando su cabeza en el suelo de nieve. Ni siquiera era tan gracioso, pero a él le había pasado lo mismo.

Ja, tan patético...—Una osada carcajada salió de su garganta.

Por el reflejo del cristal del celular vio a Niji salir de la habitación de Ichiji, pero se quedó petrificado en la puerta, como si lo que acababa de decir lo hubiera afectado, Sanji comenzó a caminar restándole atención hasta que una fuerte patada en la espalda baja casi lo hizo caer de bruces.

— ¿Cuál es tu problema? — Sanji hizo una mueca, Niji estaba furioso.

— ¿Cuál es el tuyo? —los ojos del segundo hermano se estrecharon. — ¿Crees que podrías manejar la situación mucho mejor que él?

— ¿Qué? — Había confusión en las pupilas de Sanji, ¿mejor que el chico del parkour?, levantó una ceja. —Oh por favor, madura de una buena vez idiota.

Enfoco su vista otra vez en el aparato electrónico, pero Niji le lanzó un puñetazo en la boca con tanta fuerza que pudo sentir como si la mandíbula se le hubiera descolocado y los nudillos del de la melena azul se hubieran hecho trizas ante el impacto.

Sanji sintió el coraje subiendo por todas sus venas, limpio la sangre que escurrió de su labio recién reventado y se lanzó contra su hermano, empujándolo y golpeándolo en la pared, el impacto creó una abolladura. Movió los dedos a lo largo de su cuello.

—No debiste hacer eso— susurró moliendo los dientes.

Ambos chicos se aferraron el uno al otro y cayeron juntos al suelo.

El rubio emitió un quejido al tratar de presionar su codo en la garganta de Niji, quien sin embargo tenía tanta fuerza como él, y lo peor de una pelea donde había dos iguales, era que solo terminaba hasta estar ambos pares satisfechos o igual de rotos. El poder de los dos se centraba especialmente en sus poderosas y mortales piernas.

—No me importa tomar el riesgo— siseo Niji, su rostro se puso rojo mientras hacia uso de todas sus fuerzas para patear a Sanji en el mentón y ponerse de pie, el rubio en cambio pateo su tobillo y lo hizo caer otra vez.

—Maldición, estoy tan jodido de ti, ¿¡Por qué no te largas de esta casa!? — Niji ladro, apretando las manos en puños.

— ¡Esta también es la casa de mi madre! — Sanji gritó con rabia, casi rasgando su garganta con la potencia de aquel sonido. — ¡Tienes que meter eso en tu cabeza!

—Sora ya está muerta, ¿a quien le importan lo malditos muertos? —escupió el mayor, vomitando las palabras con repulsión.

Sanji apretó los dientes, sintiendo espasmos recorriendo su cuerpo, la cara comenzaba a punzarle, respiro profundamente y sintió su expresión deformarse en furor, la indignación estaba fundiéndose hasta el último cimiento de sus huesos.

—Murió, Sanji, ya se largo, supérala y vive, se inteligente y déjala, cualquier cosa que pudiera haberte enseñado no importa, ¿Crees que va a aplaudirte o algo?

Corrió una vez más hacia él, poniéndose encima y aplastando su torso contra el perfecto enlosado, Niji respondió con la misma agresividad y ambos rodaron, ni siquiera reaccionaron ante la violencia y la rapidez con la que se molían entre puñetazos; con la posición, a duras penas y podían usar las piernas.

Sanji emitió un alarido, probablemente sus uñas ya estaban rotas y su abuelo iba a matarlo cuando se enterara del uso que le había dado a sus preciadas manos, la mano de Niji estaba en su cara tratando de quitarlo, estirando y rasguñando la piel.

— ¿Qué pasa con ustedes? —Reiju salió corriendo de su habitación, mirando sorprendida como sus hermanos buscaban hacerse daño. — ¡Paren ahora!

— ¡No vuelvas a hablar de ella ni una sola vez! — Sanji apretó sus dedos en la camisa de Niji, la tela se había rasgado en delgadas tiras. —Nunca más Niji, tu boca no merece decir su nombre.

—Al carajo con ella y al carajo contigo— respondió con un tono casi histérico, riéndose. —Todo el mundo tiene razón San. — utilizó el mote con el que solían abreviar sus nombres, se burlo descaradamente. —Eres igual a ella, verte produce el mismo dolor, el mismo enojo.

—Fue mejor persona que todos nosotros Niji, mamá era...

— ¡Cállate idiota! ¡Solo vete de aquí! Llévate todo lo que le perteneció y desaparece, eres igual de tonto, la misma broma. — Recibió un puñetazo, regreso otro, tuvieron que morderse la carne interna de las mejillas, ninguno pidió clemencia.

Yonji subió las escaleras encontrándose con la misma sorpresa de Reiju, y sin vacilación el par trato de deshacer la pelea.

A pesar de las pocas libras de Reiju y su marco aparentemente frágil y delgado, la mujer de cabellera rosa se metió entre ellos sin miedo y envolvió sus brazos en el pecho del rubio, Yonji hizo lo mismo con Niji.

— ¡Cálmate! —Yonji vociferó mientras le hacía una llave para que no se escapara.

Sanji estaba en el mismo estado, retorciéndose como un gusano para tratar de liberarse de los brazos de la mayor, pero no podía porque no le quería hacer daño, así que trato de controlarse.

— ¿Qué ganas con seguir el legado de un muerto? — Niji sonrió con altanería mientras la sangre escurría de entre sus dientes. — ¿No es patético, Sanji? ¿No eres tu patético? — dio una zancada, casi resbalo. —No hace falta que te lo diga, seguramente lo piensas cada noche y cada día.

—No te muerdas la lengua Niji, puedes decir todo lo que quieras, al final tú vas a cansarte, yo me haré inmune.

— ¡Ay por favor! —Volteo hacia Reiju. — ¿No te enternece Rei? ¡Mira que chico tan valiente! — busco soltarse de Yonji. —En el fondo eres el mismo llorón de siempre.

—Llévatelo de aquí— Reiju miro al peliverde con los ojos serios, Yonji aumento la presión sobre el agarre.

Niji seguía descontrolado y no podía calmarse, su temperamento violento no era algo que se podía drenar con facilidad, Yonji incluso podía sentir como enterraba las uñas en sus brazos y le arrancaba pedazos de carne.

— ¡Dije que te lo lleves de aquí! —grito Reiju con voz estricta.

— ¡Es lo que hago! ¿Crees que es muy fácil? —respondió Yonji y prácticamente arrastro a Niji.

—Ahora que ella no esta, ¿a quien tienes Sanji? ¿a quien? ¡estas solo!

La puerta de una de las habitaciones se azotó con un ruido sordo y Reiju puso su frente sobre la de Sanji que respiraba erráticamente, sus ojos estaban rojos como si estuvieran inyectados de sangre, tomó su rostro entre sus manos y lo obligó a mirarla.

—Tranquilo Sanji, tranquilo...no sabe lo que dice.

Sanji chasqueo la lengua y se apartó de su hermana, bajando a velocidad hacia el primer piso, robo la cajetilla de cigarros que Judge había dejado en la mesa de centro y salió.

Pego la espalda en la pared y se deslizó lentamente sobre el pasto mientras trataba de encender con las manos temblorosas uno de los cigarros para calmar el ritmo frenético de sus nervios.

—Préndete, maldita sea solo préndete.

Hizo varios intentos por atizar la flama del encendedor hasta que se desespero y lo arrojó junto al pitillo, entonces reprimió sus gritos, tapándose la boca para contener toda su frustración.


 

— Probablemente sigues trabajando mujer obstinada, asegúrate de no pescar un resfriado y de ir a casa, yo solo quería decirte...feliz cumpleaños treinta y uno.

Zoro sostuvo una cerveza entre sus labios y dejo que el líquido se deslizara desde su faringe hacia su esófago mientras sentía un ligero picor en los ojos, pensó en encender la calefacción, los vellos de sus brazos se erizaron y un silbido de aire empujo contra su nuca.

No tenía que haber enviado ese mensaje, pero el buzón del contestador de Tashigi siempre estaba lleno, así que incluso dudaba que la mujer fuera a escuchar su recado.

Una de las hojas del calendario estaba hecha bola en el suelo, la había arrancado por impulso, cuando un montón de sensaciones ácidas habían hecho un embrollo en su cerebro.

En otros momentos un seis de octubre habría significado muchas cosas para él, desde tomar las llaves del auto y viajar por la carretera hasta que las llantas derraparan, no importaría la hora, tampoco que tan lejos estuviera el lugar, así fuera un restaurante de comida express en el mas alejado confín del estado o simplemente el observatorio a cinco minutos de su casa.

Casi podía imaginar a Tashigi sentada sobre el cofre del auto, tomando entre delicados sorbos el café que él solía comprar en el supermercado, después pondría una manta en sus hombros y mirarían las estrellas, ella encontraría la forma de algunas constelaciones y él se burlaría solo para que ella le respondiera que no tenía imaginación, pero al final de la noche sin falta alguna terminaría bebiéndose sus suspiros mientras le hacía el amor en los asientos traseros.

A ella no le importaba envejecer, ni las arrugas o la flacidez que su piel adquiriera conforme los años le cobrarán la factura, no era como las demás mujeres que Zoro había conocido, todo lo que hacia Tashigi lo hacía con dignidad, así fuera hacerse vieja.

Inspiró por la nariz fuertemente y un gemido insoportable salió de su garganta; la necesitaba, la necesitaba todavía, a pesar de todo lo que había sucedido, sin importar que tan fuerte hubiera enterrado el cuchillo. —una y otra vez, una y otra vez—, él era un idiota.

En la televisión un programa sobre la fertilidad femenina empezaba, la conductora hablaba sobre los tratamientos y terapias para mujeres que no podían embarazarse, daba esperanzas para ellas entre sonrisas largas y pestañeos, su voz era amable y atrayente.

El peliverde apago el televisor y pensó en ir a dormir, pero el timbre sonó y arrastró los pies con desidia hasta la puerta.

Se quedó helado cuando vio a Sanji parado en la alfombra de su entrada, estaba descalzo, sus pies mugrosos y adoloridos, su cara estaba marcada con contusiones y había un corte en su ceja; se veía como un pájaro que trataba de arrastrarse de regreso a su nido.

—Tengo una buena memoria...—susurro, con la voz inaudible. —Y no sabia a donde ir, solo tenia la dirección de tu casa en mi mente y se que no tienes a nadie a quien pueda molestar a estas horas como mis otros amigos, por eso vine aquí. ¿Puedo pasar?

— ¿Qué te paso en el rostro? — Zoro puso una mano en su espalda mientras lo llevaba hacia el sofá.

Sanji lo miró desaparecer en busca de un botiquín de primeros auxilios, tenía el uniforme puesto; los pliegues estaban hechos de lana gris y se ajustaban perfectamente a su cuerpo, se quitó la chaqueta y la tiró a un lado cuando volvió, el ojiazul nunca había visto a un policía tan guapo en persona, aquellos parecían solo existir en las películas y la literatura, el reloj de su muñeca casi marcaba la una de la madrugada y Sanji se preguntó cuánto tiempo había estado vagando en las calles, porque no lo había sentido.

Zoro vertió alcohol en un algodón y comenzó a pasarlo por las heridas punzantes del rostro del menor, haciéndolo pegar un respingo.

—Tenías razón con lo de la otra noche...sobre lo de la familia disfuncional, discutí con mi hermano y ni siquiera sé por qué— susurro poniendo la mano sobre la del hombre adulto. — ¿Me dejas quedarme aquí?

—Eso se está haciendo una costumbre entre nosotros, ¿no te parece? — pasó los dedos por su cabello y metió un suave mechón detrás de su oreja.—Tu hermano debe de ser un idiota.

 Zoro suspiró y vio a Sanji formar una sonrisa nostálgica y subir sus ojos azules para que hicieran contacto con sus propios iris marrones. — ¿Estas bien?... —negó con la cabeza. —Es una pregunta tonta, perdona.

— ¿Sabías que el 95% de los padres tiene un hijo favorito y el otro 5% miente? — su labio inferior temblaba al hablar. —Lo leí en la revista Time.

Zoro hizo una negación, era hijo único o al menos con ese pensamiento había vivido toda su vida; había crecido en una casa hogar, su madre biológica probablemente había sido una jovencita sola y confundida que apenas y podía protegerse a si misma.

Pero había sido adoptado por un matrimonio homosexual que había cumplido perfectamente con el estudio socioeconómico y el psicológico, lo habían llenado de calidez, le habían dado un lugar al que pertenecer. —Mihawk y Shanks eran los nombres de sus padres y habían pasado años en espera de que el estado al fin les concediera el cuidado de un niño hasta que llegó él.

— ¿Y tu eres el apestado, cierto?

—Solía ser todo a lo que mi madre miraba, ella era tan buena, nunca lo admitió, pero sabíamos que me amaba mas a mi que a mi padre y que a mis hermanos, suena horrible, ¿no? No lo merecía.

Sora nunca había querido dañar intencionalmente a ninguno de sus hijos; al ser Reiju la primera que dio a luz se desvivió en atenderla y no cometer los errores de una madre primeriza, tres años después vinieron los cuatrillizos con sus cuerpos diminutos y frágiles, varones, con la piel morada y arrugada como graciosas pasas y las cabezas sin ningún rastro de cabello, cuando sus ojos hicieron contacto con ellos supo que los amaría para toda la vida, pero en el momento en que Sanji enredó su pequeño meñique con el de ella no pudo evitar que sus ojos derramaran lágrimas de felicidad mientras gritaba entre mocos y sollozos: «¡Mira Judge, mira esto!»

Los primeros años de los niños indicaban que eran retoños dulces y saludables, o al menos tres de ellos, por que él siempre solía estar enfermo y vestido entre acolchonadas chamarras que apenas lo dejaban respirar o moverse.

Sora lo consideraba vulnerable y lo protegía de todo mientras que Judge se regía por la ley animal en donde la cría más débil no servía, era una carga.

Sanji nunca había conocido los términos medios con una madre encadenada a él y un padre que no se media al profesarle su rechazo.

—Ella se sentía más conectada conmigo e inconscientemente se alejó de mis hermanos.

Se frotó los ojos con sus palmas, había un recuerdo del que no podía despegarse, tenia cuatro años y enfermo de viruela, dos días después Niji también lo hizo.

Sora había insistido en cuidar de él mientras que la institutriz de apoyo lo hacía de su hermano y allí, sosteniéndose como un koala de los delgados brazos de su madre, ella tan etéreamente hermosa, con el cabello recogido en un nudo y la frente sudorosa —¡Una princesa de cuento! ¡Un hada! — con bolsas moradas debajo de sus ojos por no hacer accedido a dejarlo solo ni por un minuto, vio a Niji asomando su pequeña cabeza en la habitación, con un rostro confundido en la curiosidad e inocencia de un crio que se preguntaba:«¿Por qué a mi no?»

Ella los amaba a todos, pero no se daba cuenta de que a unos más que a otros.

—Los padres no son perfectos Sanji, también se equivocan.

—Si yo no hubiera demandado tanta atención las cosas no serían así, Zoro, ellos no se sentirían abandonados...No se hubieran apartado de mi. Lo cause, la orille a hacerlo. El problema fui yo, no ella.

Zoro miro el rostro de Sanji lidiando con la vergüenza y la culpa, la predilección de una madre podía ocasionar estragos entre los hijos, los niños incluso a su tierna edad eran intuitivos y recibir indiferencia por la mujer que los había protegido melosamente por nueve meses dentro de los confines de su vientre infligía negativamente en el carácter de estos; la agresividad y las tendencias autodestructivas eran la muestra, la desunión y los lazos rotos eran la cosecha, lo era para todos, incluso para el favorito.

Zoro puso sus manos alrededor de Sanji y le levantó el rostro.

—Tú no eres culpable de nada— Sanji trato de bajar la cabeza pero las palmas de Zoro alrededor no se lo permitieron. —De absolutamente nada, ¿me escuchas? No aceptes ser lastimado porque crees que lo mereces. Nadie lo merece.

Sanji lo miró, el hombre le transmitía seguridad, le daba la sensación de que podía romperse entre sus brazos y no sería juzgado; sintió sus fuertes manos apoyando su rostro y le robo un beso, dándole tentativas caricias en su cavidad y alimentándose del sabor a menta que desprendían sus labios.

—Cejillas, basta— Zoro abrió los ojos lo más que pudo, automáticamente dejándose conducir por Sanji, adormecido por la sensación de necesidad que el blanquecino cuerpo desataba, con mucha dificultad lo apartó de sí.

Sanji dio una respiración turbia y pegó el rostro en su cuello, Zoro envolvió sus manos sobre sus delgados hombros y lo apretó contra él.

—No sabes quien soy.

—Creo saberlo.

—No es suficiente.

—Por favor, ¿podemos hacerlo? —su voz era queda y dócil. —Sé lo difícil que debe de ser para ti tocar a alguien mas, pero puedes pensar que soy ella.

—No podría hacerte eso...—le susurro en la oreja. —No lo mereces.

—Entonces no me digas lo que pasa por tu cabeza y solo actúa...— Sanji levantó la cabeza, regando besos mariposas por su mandíbula y raspando con los dientes su garganta. —Piérdete, perdámonos.

Zoro cerró los ojos, embriagándose ante su hambre; cediendo a sus instintos básicos, por un momento el cabello dorado de Sanji se había vuelto azabache, sus ojos color índigo, marrones y su piel blanca, tostada. Lo beso con ferocidad y Sanji exhalo sobre sus labios, trepando en su cuerpo y sentándose en su regazo.

El moreno apretó su cintura y subió su camisa, sus dedos treparon como arañas en la pálida piel del muchacho y Sanji gimió cuando sus labios atraparon su pezón izquierdo y comenzaron a succionarlo y retenerlo entre sus dientes con fuerza, como si estuviera cobrándole una penitencia.

Ya estoy perdido— la voz de Zoro escapó masculina y ronca.

Ella se había llevado una parte de él, con la yema de su pulgar contorneo los hinchados labios de Sanji; todavía había un rastro de sangre seca en ellos, cepillo sus encías y acarició sus blancos dientes.

Su erección cobraba tamaño debajo de las nalgas del rubio, quien puso los ojos en blanco y suspiró en el momento que las manos expertas de Zoro bajaban el pantalón de su pijama y sus bóxers azul marinos.

Su respiración se acompaso mientras tomaba la mano oscura entre la suya y besaba sus dedos; los salivo uno por uno, mordiendo levemente los nudillos, Zoro apretó los labios, Sanji bajaba su mano por su propio cuerpo, primero lo hizo sentir la piel de su garganta, la línea que separaba sus pectorales, los violentos tamborileos en el área de su corazón, su abdomen plano y sus costillas, hasta finalmente llegar a la excitación que se pegaba a su vientre.

Hermoso— fue lo que pensó.

Sanji le estaba regalando sus suspiros, le ofrecía sus gemidos a la vez que lo conducía más abajo, a su recoveco más íntimo y privado; sus ojos hicieron contacto, transmitiéndose seguridad el uno al otro, pero Zoro necesitaba de una pequeña confirmación y esa vino a él en forma de un gimoteo quebrado.

Por favor...

Con parsimonia deslizó sus dedos en la estrecha y pequeña hendidura, estimulando al rubio, masturbando su interior con ganas, la última vez que Zoro se lo había hecho a alguien por atrás había estado en el instituto.

Pero Jewerly Bonney no lucía ni la mitad de impresionante de lo que este chico lo hacia; casi parecía que sería capaz de hacerlo correrse solo con los dedos, a Tash nunca le gusto ni siquiera pensar en los placeres del sexo anal.

—Zoro...— sus mejillas enrojecieron como manzanas maduras, soplando su nombre con tanta naturalidad, presionándose sus botones hasta hacerlos enrojecer.

Aquello hizo que el peliverde se detuviera por un segundo y Sanji lo miró con ojos confundidos, rodeo su cuello con los brazos y acomodo su rostro en el hueco de su hombro. Zoro podía escucharlo batallando para calmar el ritmo de sus respiraciones.

—Esta bien...esta bien si quieres parar. — Había comprensión en sus palabras, disposición a renunciar a su propia lujuria por el bienestar del mayor, los orbes de Zoro centellearon por un momento.

Negó con la cabeza y estampó su rostro en el cuello de Sanji, succionando casi con desesperación y brusquedad, él también lo quería, no importaba si era para olvidar, qué más daba si solo era sexo de consolación.

Sanji abrió la hebilla de su cinturón y bajó la cremallera de su pantalón, sacando con desespero su miembro, lo acarició con movimientos sensuales haciendo que Zoro apretara los dientes, el tacto del rubio era diferente al de Tashigi, más osado y atrevido, pero aun así, si lo miraba a la cara encontraría inocencia.

—No tengo un preservativo— un sonido gutural salió de la boca de Zoro.

Sanji peino los mechones cortos que caían en su frente mientras se movía de arriba hacia abajo por toda la longitud del caliente falo.

—Al diablo con eso—. Una risa ahogada y una sonrisa revoltosa se estamparon en su juvenil cara.

Zoro separó sus nalgas, sosteniéndolas con ambas manos; eran firmes y redondas, del tamaño perfecto, se introdujo de forma rápida y áspera, escucho a Sanji gritar con fuerza al recibir todo de él en un solo golpe.

Ese calor, ese maldito calor regresó otra vez a Zoro, nublando su mente y haciéndolo sentir un placer que creía haber olvidado. Sanji se sostuvo de sus hombros, mirándolo con sus enormes ojos mientras subía y bajaba, llenándose completamente de Zoro.

Lo penetro fuerte, sin pausas, enterrando todo su ancho y largo dentro de Sanji, sintió sus uñas haciéndole raspones, sus besos húmedos y las mordidas apasionadas mientras Zoro lo alzaba por los muslos y colisionaba contra él, haciéndolo absolutamente suyo.

Arremetió en él duro y preciso; esa era la técnica que le gustaba a su esposa, pero ese era el problema, Zoro no debería de pensar en ella mientras tenía a Sanji.

Apretó su esbelta cintura enterrando los dedos en su piel, lo hizo gimotear. Por un momento todo era azul y amarillo, sol y océano.

— ¡Zoro! ¡Ah! —su suspiro vibro en su boca, y él cavaba tan dentro como podía a la vez que lo hacía montar su pene más y más rápido, más y más fuerte, el peliverde miro su rostro y se deleito con sus expresiones de placer.

Era sublime, era pecado.

Enterró la boca en su cuello y apelo con mayor intensidad, sin miedo a romperlo, haciendo que la voz de Sanji se quebrara de éxtasis puro, arqueándose y casi llorando ante cada arremetida que llegaba directo a su próstata.

Afirmó su agarre sosteniéndolo por las caderas, el menor fue el primero en correrse, Zoro sintió el espeso líquido seminal manchándole el pecho.

—Aquí estoy— le sostuvo la cara, moviendo sus sudorosos cabellos, bajo el ritmo de sus embestidas haciéndolas lentas, pero profundas; cómplices, sentía los espasmos del delgado cuerpo de Sanji, su dificultad para tan siquiera hablar, lo tenía rendido a él.

—Aquí estás— repitió dulcemente, buscando con desesperación sus labios, empujando la punta de su lengua en la cavidad del policía, pidiéndole que lo devorara, que se lo tragara de ser necesario.

Entonces Zoro lo empujo en el sofá y sintió las piernas blancas aferrarse a su cadera, temblando, lo penetro con ímpetu hasta que su clímax se derramó dentro de Sanji, llenándolo totalmente de sus fluidos; el rubio ahogó un grito de éxtasis contra su pecho y Zoro miró su obra de arte acurrucarse contra él.

Al chico que había corrompido ese seis de octubre.

A Sanji le costó un poco de trabajo entender que después de su encuentro todo había acabado, que seguirían normales, desenvolviendo los papeles de dos personas que acababan de conocerse y querían ser amigos.

Zoro salió de su cuerpo y le dio la espalda dejándolo aturdido, enfriándose de a poco. Sanji no se había entregado a él siendo virgen, no había sido su primera vez, pero si la mejor de todas, la más viva, le había volado la cabeza, había encendido pasión en cada pequeña fibra de su maltrecho ser.

Haciendo una mueca de dolor buscó su ropa esparcida por todos lados.

— ¿Pensaste en ella para poder tener un orgasmo?...

—No, no lo hice.

— ¿Podrías prestarme unos zapatos? — preguntó con la voz colgando de un hilo. —Siento como si mis pies estuvieran entumecidos y no quiero estar descalzo ni un segundo más, marimo.

—No quería lastimarte...

—No lo hiciste— Sanji se arrastró hacia él, puso sus labios sobre su sien y lo arrulló entre sus brazos.

—No esperes nada de mí, no hay nada que tenga para darte— sus ojos comenzaron a oscilar, todo se lo había dado a ella.


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