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Sentimientos por contrato por AcidRain9

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Capítulo 26: Zombis desmembrados

I will ask you for mercy
I will come to you blind
What you'll see is the worst me
I'm not the last of my kind
In the muddy water we're falling
In the muddy water we're crawling
Holds me down
Hold me now
Sold me out
LP; Muddy waters

Si después de su historial, se intuyera que el matrimonio Charlotte no podía tener control en público, entonces se tendría una idea muy distorsionada de la realidad. Los dos eran perfectos con la etiqueta y las reglas de sociedad, y sabían por lógica que no solo los animales eran los únicos seres que gustaban de comer carroña, pues los humanos también.

Podía ser que el jueves y el viernes ni siquiera se dirigieran la palabra, que el sábado apenas y se vieran las caras, pero el domingo y frente a la horda de idiotas bien acicalados en sus trajes finos y sus vestidos exagerados, realizaban el performance funcional de amor medido y considerado aceptable, sofisticación y normalidad.

«Cautivadores», dijo el viejo Giberson en sus caras para después tratar de desprestigiar con su fastidiosa verborrea a Katakuri ante otros negociantes.

«Adorables», se sorprendió una mujer llamada Betty, hizo un rictus forzado y de forma tiesa le extendió la mano para saludar, sus ojos escudriñadores jamás se apartaron de ellos.

« ¡Dios! ¡Al fin un rastro de vida humana pensante! ¡Estaba mareándome con esos sujetos! Casi me crucifican cuando dije que la cerveza me parecía mejor que el bourbon» Paulie se carcajeo toscamente dándoles una palmada.

Y si mientras los Vinsmoke pensaban que se estaban yendo de la mano directamente a la merde, para los Charlotte eran sorprendentes, en un buen y extraño sentido.

Y ahora, en estos momentos, Ichiji no tenía idea en que escena estaba, solo que ese Dorian Gray era el hombre más rimbombante y vanidoso que había visto en su corta vida, en cada movimiento y ademan se emperifollaba exageradamente.

La mayoría de las jovencitas lloraban y sorbían sus narices con sus pañuelos mientras Lucci las veía como si fueran una especie diferente de él, y de hecho, lo agradeciera.

Probablemente Lucci —que era quince años mayor que Ichiji—, lo consideraba igual que ellas, un inmaduro y caprichoso chico. Sin embargo no le daba tanta importancia, porque pese a eso, estaba ahí como una ancora a la realidad para él...O como una escapatoria.

Respiro el frió efluvio y trato de concentrarse en el escenario.

Seguramente Lord Henry Wotton sería el salvador de la obra de teatro si no pusiera ese rostro tan compungido cada que se olvidaba de sus líneas, o temblara nerviosamente si le mirabas fijamente, lo que al principio había sido entretenido, pero ahora era estresante.

—Parece que conquistaste a Dorian Gray. —Lucci se burló, el actor había alzado la mano hacia su palco y sonreía mostrando sus blancos dientes, como si supiera que su carisma era irrefutable e irrechazable.

Lo peor vino en el momento en que se atrevió a lanzar un beso al aire, el pelirrojo levanto la palma y le saludo, pero inmediatamente volvió su mano una seña obscena.

Ichiji bajo sus binoculares. —No te mentiría, me intriga mucho pensar en Oscar Wilde viendo esto.

La tierna Sibyl estaba rumiando en la última planta, al parecer había perdido sus pendientes.

— ¿Y ver a su cínico Wotton casi orinarse en sus pantalones? No voy a llevarte la contraria, yo también podría matar por eso. —El mayor sonrió ácidamente.

Lucci se puso su sombrero fedora y le acomoda el abrigo encima de los hombros.

La ciudad era bulliciosa, el sonido agudo de las bocinas de los carros y la gente que se empujaba la uno a la otra para poder pasar era mareante, si quiera se movió cuando una mujer de lentes rojos y cabellera oscura, demasiado apurada para tomar un taxi le empujo, él solo le dio un simple vistazo por su periferia.

Él era Dorian Gray siendo invadido por el lado más oscuro de su inconsciencia.

Abrió los ojos —incomodo—, pues con una mano Lucci tomo su cintura y levanto la otra, señalando hacia el barrio y hacia los artistas que exponían sus cuadros en la explanada.

— ¿Por qué no vamos a mirar un poco?

—Parece que están guardando las cosas ya.

— ¿Quieres cenar algo? —sintió su voz en su oreja.

—En realidad, prefiero regresar a mi casa.

— ¿Es por Charlotte?, ¿No sabe en dónde está su joven esposo?

—Si lo sabe. —la respuesta fue sorpresiva para Lucci. —Y estoy seguro de que se mofaría de mí si se enterase del fiasco de esta obra.

Lucci miro el suelo y se rió un poco, poniendo las manos en sus bolsillos, giraron hacia el estacionamiento y en el camino, decidió hablar: — ¿Qué son esas cosas tan atroces que se hicieron Charlotte y tú?

Ichiji se mordió el labio inferior, pensando en la forma de comentarle sin ser explicitó. —Que te hable de mi está bien ya que eres mi amigo, pero que hable sobre Katakuri, con sus posiciones, tal vez no sea...ético.

—Olvida la ética, eso solo es para la gente cuerda.

Ichiji tenía las mejillas rojas y buscaba esconder la cara en las solapas de su abrigo, así que el hombre maduro rápidamente pudo imaginar por donde iba el asunto. —Te ofrecí un grado de amistad diferente a una relación común con el resto, conmigo no hacen falta filtros.

—Lo sé, lo sé Lucci, pero eso no cambia que sea vergonzoso.

—No es que sea un tipo con mucha imaginación, pero raro seria pensar que, ese hombre no haya tocado ni uno de tus cabellos o visto lo que hay debajo de ese abrigo.

—Estamos casados, es normal que haya sido así. —Noto que ese era el punto que Lucci buscaba hacerlo entender, miro al frente. —Ha sido malentendido tras malentendido, hasta llegar al peor de los malentendidos. Discutimos... y después de eso, solo se trataba de mi dignidad contra su orgullo.

—Una guerra de egos. —Lucci alzo una ceja.

—Supongo. — acoto con tono contrito y desganado.

Lucci camino tranquilamente, hasta que una pregunta suya rompió el silencio: — ¿Te molestaría si te beso? —comento con cierta burla en su mirar.

Ichiji abrió los ojos enormemente. — ¡Pero claro que lo haría!

— ¿Por el beso en sí, o la razón seria tu deber con Charlotte?

Si Katakuri besara o tuviera un affair con Stussy, o alguna de esas personas de belleza escandalosa y perfecta que lo frecuentaban, él se sentiría traicionado; si, sería una falta a su papel moral como cónyuges, pero fuera de eso, aquella acción solo lo desvalorizaría, sintió un nudo en la boca del estómago, lo devastaría..., pero lo que lo hizo lucir molesto, era preguntarse si sería lo mismo para Katakuri, aunque lo más probable era que para Charlotte, él solo fuera el trofeo magullado que acompañaba su imagen.

—No hace falta que te lo responda, tú sabes que lo que siento por él es algo que me supera, así que esta broma me parece demasiado cruel. Si tú me propones algo así, incluso, él estaría ahí para regocijarse de que tuvo razón.

— ¡Ya que todo siempre se trata de él! — Lucci parecía molesto, le había alzado la voz. —Crece de una jodida vez.

Ichiji parpadeo.

—De acuerdo, me voy. —suspiro caminando más rápido, pero Lucci lo alcanzo, tomo sus dos manos y lo miro contemplativamente.

—Digo las cosas por tu bien, si quieres que siga masticándote entonces...Adelante, pero créeme, el masoquista eres tú.

— ¿Y cómo quieres que crezca Lucci?, ¿fingiendo que puedo olvidarlo?, claro, probablemente si te beso todo va a cambiar. —evadió su mirada. —Ojala fuera tan fácil.

—Tu puedes hacerlo fácil, tienes la voluntad para hacerlo. — sus comisuras se torcieron en una ligera mueca, paso un dedo enguantado por su joven mejilla sin color. —Solo no lo sabes. Pero créeme, podrías.

—Ya soy una malaria en su vida, eso debería de ser suficiente.

;...;

« ¡Vamos a hacer una retrospección! Érase una vez, un guisante ¡El enorme guisante violeta! Mismo que tenía todo lo que quería; poder, dominio y a todos los guisantes más atractivos y...dispuestos para él, este guisante ¿ambicioso?...,

Escucho una serie de abucheos.

¡Pero noble! Si, si, en el fondo, muuuy en el fondo.

Inconscientemente se rasco la ceja.

Vivía la grande vida de un guisante. Sin embargo, eso es algo que debe de ser censurado...

Escucho un "Ohhh" colectivo.

¡Pero, el enorme guisante violeta no tenía todo en realidad!, lastimosamente, su imperio estaba dividido con sus otros hermanos. ¡A que saben por dónde va la historia! ¡Demandas!, demandas y muchos problemas.

Fue el turno de un montón de aplausos.

Y entonces, después de una serie de inconvenientes que no puedo mencionar, nuestro personaje miserable favorito, pudo encontrar entre un montón de otros guisantes... ¡A su cupón de canje! ¡Un guisante rojo y... »

Abrió los ojos de pronto, dio una honda respiración, casi sentía que estaba hiperventilando, esa horrible voz al menos se había ido, con ambas manos se masajeo las sienes y comenzó a estabilizarse.

—Estabas durmiendo. —alzo la vista hacia la persona que había hecho la afirmación.

—No, no lo hacía. —suspiro viendo a Crocodile colgar el receptor. —Bien, solo fueron unos minutos.

— ¿Te echaron de tu propia casa y ahora pernoctas aquí? —levanto una ceja y le dio un trago a su Martini seco. —Trágico, estabas murmurando algo sobre un guisante. Que sublime.

—No, y no uses ese tono condescendiente, me dará ganas de vomitar. —Katakuri fue rotundo y sincero, solía regresar en las noches, solo para trabajar, entrenar o dormir. — ¿Tienes alguna noticia?

—Y espero que sea de tu interés. —Crocrodile asintió firmemente, estrellando su habano en el cenicero.

Katakuri sostuvo su barbilla en la palma, mirando inconscientemente desde su enorme ventanal el edificio continuo, concretamente las oficinas en donde el idiota de Paulie, sin saber que estaba siendo visto, abría discretamente una ventana en su computadora. Él veía alguna porquería de zombis, al menos no era pornografía, lo cual era lo más lógico viniendo de un hombre que se quejaba de las minifaldas y maldecía por los shorts.

Crocrodile hablaba de cosas, y él, distraído, entrecerraba los ojos mientras una de esas masas de viseras andantes, carentes de un comportamiento racional, que respondían solo a estímulos, —como él después de esas noches tan incomodas—, y sus cerebros estaban hechos de un frasco de papilla gerber, le arrancaba el brazo a una rubia falsa.

—Sé que eres un zombi funcional, por eso miras a tu especie. Pero hay algo serio aquí, estas casado con un pelirrojo psicótico y muy ofendido.

Katakuri se tallo el rostro con la mano. —Agradezco que seas mi abogado y no mi life coach como no tienes idea.

El pelinegro escruto en los documentos sobre el escritorio; algunas certificaciones habían ameritado de viajar directamente a Liverpool, básicamente cavar en nombre de Kaido para conocer posibles deudas a su nombre, rigurosos viajes al juzgado, más el proceso se había visto obstaculizado por el plazo de la resolución del papeleo pertinente y esas nimiedades que eran parte de la jerga de un abogado; sin embargo, y según el notario, estaban —de una buena maldita vez —, a nada de acabar los trámites burocráticos

Puso dentro de un folder la copia del cuaderno particional y se froto el entrecejo. —Eres prácticamente un hombre libre. —le dio un vistazo a su amigo. —Una vez me movilice con lo último, voy a llamarte para ir juntos a firmar lo necesario.

—Entiendo. —Katakuri respondió analizando seriamente sus palabras, parecía que la noticia le pesaba más de lo que le agradaba.

Crocodile guardo cuidadosamente los papeles en su portafolio. —Y cuando des la orden de acuerdo al tiempo que creas prudente, empezaremos los acuerdos con tus hermanos. ¿Sigue en pie cierto? —lo miro a los ojos.

—No te he dicho lo contrario nunca. —Katakuri declaro gravemente, masajeándose el entrecejo.

— ¿Has pedido algo para la cabeza?

—Una aspirina. —levanto la pastilla.

—Honestamente te ves horrible. —Crocodile se burló. —Si son una pareja tan revolucionaria y desapegada como parece, quizá deberías buscar distracciones con clasificación de fuerte contenido, y no precisamente en 3D para mermar tal estrés. —levanto una ceja para que comprendiera el contexto de sus palabras.

— ¡No le seré infiel! —vocifero indignado. —Estoy casado con él, y es la única persona con la que puedo involu...—su expresión cambio radicalmente. —Supongo que necesito otra aspirina.

—Parece que si, porque tu humor es pésimo, por experiencia propia debo decirte que lo que empieza con el pie izquierdo se queda con el pie izquierdo, siempre, a no ser que amputes extremidades. —Crocodile se sentó de nuevo, leyéndole todo certificado que fuera necesario.

—Me gusta caminar sin dificultades y supongo que a Ichiji también, gracias. —se froto el cuello.

—Sabes algo, no puedes tenerlo todo, yo quería tenerlo todo, al final no es tan gratificante como piensas.

—Así que la recompensa al final solo es un engaño, te agradezco la advertencia.

—Tal como un pozo de agua en medio de un desierto. —chasqueo los dedos. —Amarías beber de su agua si estas a la deriva de la deshidratación, lo duro es darte cuenta que solo hay arena y oh, sí que te vas a ahogar si tratas de tomártela.

Katakuri gruño groseramente escuchando su diatriba.

—No termina ahí en realidad, la historia termina cuando te conviertes en uno de esos esqueletos que ves en las pancartas de las películas del viejo oeste.

Un hombre pequeño usando un traje rayado toco a su puerta. —Señor Charlotte, necesito su firma para asegurar que su compra fue llevada a su casa sin ningún contratiempo.

— ¿Mi qué?

Crocodile leyó el recibo con la misma rapidez en que Charlotte lo hacía — ¿Otro auto, Katakuri?, siempre pensé que no eras un hombre estrafalario.

Katakuri apretó el papel molesto. —No es mío.

;....;

A veces, cuando piensas que las cosas ya son lo suficientemente malas para empeorar, bajar la guardia esperando que solo quede esperar por su mejora, solo es un error. Algo que ya es malo puede ser peor, algo que ya es peor puede volverse mucho peor y así sucesivamente hasta simple y sencillamente, dejar voluntariamente que te consuma; a veces quieres vivir un día si, y un día no, para descubrir que no eres completamente feliz, pero tampoco infeliz, simples vicisitudes que en realidad no eran del otro mundo. A eso, con toda la elegancia posible, lo conocía como La diarrea mental que todo idiota de la periferia, pasaba en algún momento de su improductiva e intrascendente vida.

Eso rezaba negativamente en su cabeza mientras entraba a su casa.

Ichiji no se molestó en prender la luz de la sala, se quitó los mocasines y dejo las llaves en el perchero, se sacó el abrigo llevándolo en su brazo, dio un pequeño paso y entonces identifico el par de ojos carmesí que estaban fijos en él, casi dio un patético brinco.

— ¿Ni siquiera una explicación? — Charlotte pregunto encendiendo la lámpara, alumbrando débilmente su oscuridad.

—No sé de qué hablas. —Vinsmoke respondió desinteresado.

—No sabes de que hablo. —él repitió secamente. —Yo creo que sabes perfectamente de lo que hablo.

—No, no lo sé. —le ignoro, hurgo en su mochila y saco un libro que abrazo contra su pecho, inicio la caminata.

—El límite, Ichi, lo pasaste hace mucho tiempo...—Katakuri se acercó peligrosamente, cual asesino. —Y ahora caminas a ciegas, y si no enciendes la luz...—al mismo tiempo prendió el interruptor. —Te vas a tropezar.

—No te voy a dar ese gusto. —refunfuño dignamente.

Katakuri suspiro frustrado, miró fijamente a su esposo, no eran siquiera las diez de la noche. — ¿Por qué tienes que entrar a hurtadillas como si fueras un púber regresando de una fiesta?

— ¿Qué sucede Katakuri? —finalmente pregunto lleno de apatía, parándose frente a su marido, se acomodó los anteojos de lectura en el puente de la nariz y Katakuri lo miro extrañado, ¿desde cuándo usaba anteojos?

—Me gustaría saber en dónde está el auto que compraste, ¿un clásico? Seguro fue una odisea su adquisición. —levanto una ceja. — ¿De qué año dijeron que era ese exclusivo Jaguar? ¿Del 63? ¡Tu si sabes cómo volver loco a un británico!, mi contador me lo notifico, también me felicito por mi excelente gusto, claro que me aconsejo que personalizar el acabado era excéntrico. Pero en el garaje solamente veo el tuyo, no hay señales de uno nuevo.

— Oh ¿Solo es eso? —puso los ojos en blanco, como si la cantidad desorbitante de dlls que había drenado de la cuenta bancaria de Charlotte fuera un gasto simplón y de todos los días. —No está aquí. —resoplo.

—Obviamente ya me di cuenta que no está aquí, ¿demoraron con el envió?

—No era para mí. —reviro con simpleza.

— ¿Entonces era para?... —el tono clínico que utilizaba lo hacía lucir como un científico haciéndole pruebas a un mono de laboratorio.

Ichiji se quitó el chaleco y lo tiro en el tapete, listo para emprender una discreta e infantil huida.

—Lucci— contesto tranquilamente y como si nada, empezó a subir las escaleras, al menos hasta que Katakuri lo tomo de la cintura y evito que se marchara, Ichiji maldijo cuando, —recalcando que sin el menor ápice de delicadeza posible—, el moreno lo obligo a sentarse en el sofá.

—Estoy seguro que ya tiene uno, tú también lo sabes, ya que sueles subir mucho en su vehículo, y también sé que él podría comprarse otro si quisiera, porque si no lo recuerdas, se cuánto gana. ¡Yo me encargo de pagarle! —grito iracundo en su cara con la potencia necesaria para hacer cimbrar a las bisagras.

— ¡No me grites!

— ¡Si te grito!, ¡Estas financiando a un extraño! En realidad lo importante es, ¿por qué tú... — yo — tienes que costearle uno?

—Es un regalo de bienvenida. —explico, Katakuri estaba incrédulo ante tal magnitud de estupidez.

—Un auto, ¿Qué sigue después? ¿Traerlo a vivir con nosotros?, No pienso mantener a tu mascota.

— ¡Por todos los cielos, Katakuri no uses un tono paternal conmigo! Es retorcido, no nos va. Y déjame decirte que mi padre. —hizo énfasis. — ¡Jamás me habría reclamado algo así!

— ¡¿Te recuerdo las románticas circunstancias por las que estamos juntos?¡ Él te trato como mercancía, como bisutería de cualquier tienda.

—Y tú necesitabas a alguien lo suficientemente desesperado para seguirte el juego y ese fui yo. ¡Me lo sé de memoria! —espeto herido, clavando sus uñas en los apoyabrazos del sillón.

Algo dentro de Katakuri le pidió de la manera menos amable, no se dejara influenciar por la pesadumbre de esos ojos diáfanos.

Podía tolerar que Lucci le llevara al brunch, al museo, al teatro, o a esos lugares estúpidos que probablemente visitaban juntos.

Su casa. —de la que últimamente parecía ser un invitado—no era ninguna prisión, y él pese a las apariencias no era un neurótico controlador, no sometería a nadie a un enclaustramiento, si Ichiji quería largarse a conocer el Triángulo de las putas Bermudas, que conociera el Triángulo de las putas Bermudas, si quería tener un maldito amigo, que tuviera un maldito amigo, pero si Ichiji quería acabar con lo último de sensatez que tenían, entonces...

Se quedó callado unos segundos. — ¿Ese manipulador te pidió hacerlo?, ¿Esta presionándote?, va a escucharme, ¡Ese idiota va a escucharme! —estaba por irse y se veía realmente furibundo.

— ¡No! —Ichiji grito deteniéndolo.

— ¿Entonces podrías tener la suficiente decencia de responderme? — Katakuri estaba muy molesto, Ichiji estaba atrapado, más no se sentía culpable, en su lugar seguía siendo terco y poco cooperador, así que Charlotte decidió hacer uso de sus artimañas. —Voy a interferir, y tú, tú vas a tener que atenerte a mis consecuencias.

—No es justo. —Ichiji le enseño los dientes, se levantó pero el mayor lo tomo de las muñecas. —No es justo, ¡nada es justo!, tú, ¿¡quién crees que eres, quien crees que soy?! ¡Eres tan injusto, tan...!

—Soy egoísta Ichiji, me importa un carajo la demás gente, en estos momentos tengo que enfocarme en ti, no en él, no en nadie, y si tengo que usar formas poco ortodoxas, que ocasionar que te pongas así, entonces lo voy a hacer. —su frente fruncida se aliso. —Eso no quiere decir que me de placer hacerlo, cree en mí.

— ¡Y horrible! — empezó a forcejear, sus lentes cayeron al suelo y murieron bajo la accidental pisada de Katakuri.

Ichiji lo miro dolido, temblaba de estupor y se cubrió la boca ahogando un alarido.

Katakuri le regreso la mirada confundido y se agacho para recogerlos. —Lo siento...— susurro.

— ¡Confió en él! No puedes quitarme eso también. —Ichiji insistió. Y saber que le tenía más confianza a un extraño con malas intenciones (según él), era lo equivalente a una bofetada con guante puesto. —Además es mi amigo, y tengo el derecho de tratar a mis amigos de la forma en que ellos se lo merecen.

— ¿Tu amigo? —de nuevo los gritos. — ¿Hace cuando lo conoces? ¿Menos de dos meses? ¿Puedes escucharte a ti mismo? ¡Se está aprovechando de tu ingenuidad!

— ¿Mi ingenui...?—empezó a reír maniacamente. —¿Esto es un asunto de dinero? ¡El problema es el dinero!

— ¡Claro que lo es! Sobre todo si careces de lógica, y también es el hecho de que le muestres a las personas que eres lo suficientemente voluble para permitir que abusen de ti.

—Abu... ¿abusar de mí?, ¡Eres un completo cínico!

—Tal vez Ichiji, tal vez soy un cínico. —movió la cabeza decepcionado y cansado. —Pero eso tú ya lo sabes. Me conoces, al menos sabes cómo blandir un arma contra mí.

El pelirrojo logro escabullirse y salir del perímetro del corpulento hombre, adquirió una pose defensiva estudiando su vía de escape para correr hacia las escaleras, pero Katakuri solamente extendió su brazo.

—Adelante, ve, escapa como siempre. —Se había hecho a un lado. —Huyes, cereza, huyes porque es lo que siempre haces para evadir las cosas que no te gustan. —sus ojos tenían dolor.

.

.

.

En algunos minutos serian por fin las siete de la mañana, su cabeza estaba en un limbo emocional en el que permanecía sumergido sin posibilidad de salir.

Golpeaba con los puños cerrados el costal, golpes certeros y agresivos; había vendado rápidamente sus nudillos y solo le quedaba soltar todo al grado en que la cadena se agitaba con violencia, respiro hondo y reoriento la atención en el saco.

Uno, dos, tres, cuatro, veinte, cuarenta, setenta, ochenta, ciento quince y perdió la cuenta, sus codos estaban firmemente pegados a su cuerpo, su barbilla hacia abajo, rotó el torso sintiendo cada una de las contracciones en su musculoso abdomen y lanzo un firme jab que se estrelló sonoramente en el cuero. El sudor caía por su frente y hacia ríos en la fibrosa espalda tatuada.

Y sus ojos regresaron a él, a acecharlo, con ese brillo de hostilidad y reproche que no podía ser saciado a menos que obtuviera sangre, su sangre.

Continuo batiendo contra su objetivo endemoniadamente brusco, de alguna forma era como si todo lo que Ichiji era, comenzara a girar alrededor de su eje.

Con un golpe primitivo logro tirar el costal al suelo, puso la palma en la pared de su mini gimnasio, el cual había amueblado la primera vez que llego a ese sitio que planeaba hacer su guarida a los diecinueve, y ahora, era la guarida de dos personas.

Respiro, pero no se sintió recompuesto al hacerlo, si antes había una barrera entre ellos, lo que estaba ahora era más sólido que un muro.

Llego a la sala frotándose la muñeca, lo recibió la chica que hacia limpieza los jueves, fingiendo con discreción que no admiraba su cuerpo, ella estaba alrededor de cajas de cartón, así que levanto una ceja.

— ¿Qué es eso?

Supo que algo no andaba bien al leer el sarcástico mensaje escrito con plumón: Dulce Creta; Creta, su luna de miel truncada.

—Solo quedan estas dos cajas, son los libros que el señor Ichiji me pidió sacar de su oficina. —una vena comenzaba a formarse en su sien y su cuello, la antigua ama de casa sabía perfectamente que nada nunca jamás bajo ninguna circunstancia, podía abandonar su oficina.

Sus ojos eran torvos, sus fosas nasales se expandieron y no solo exudaba endorfinas y testosterona, también completa ira. —Puedes tomarte el día libre.

— ¿Esta seguro que no debo continuar llevándome esto?, su esposo estaba muy decidido, quería que me deshiciera de las cajas sin importar como, incluso sugirió quemarlas pero era algo muy...drástico.

—Sí, estoy seguro.

Camino como alma que era llevada por el diablo, estaba afuera de su puerta y muy dispuesto para una escena, va a jodidas realmente escucharme, pensaba, y en el momento en que su palma estaba a prácticamente nada de comenzar a golpear frenéticamente, apretó los dientes y dio la vuelta.

Lo que despertó a Ichiji fue un fuerte portazo.

;....;

Su historia no era un cuento de tortura por más que lo pareciera, al menos no siempre lo había sido, era consciente de eso mientras miraba el foco y se daba cuenta de las cosas insignificantes que habían dejado ir para quedar solo con las lagunas mentales.

Fue así como pudo darse cuenta de ciertas cosas que resultaban, incluso, simples.

Compartir la misma habitación era la primera, enrollar sus brazos en su cuerpo y acercar su pecho a su espalda, sentir sus fríos tobillos rozándole la piel, dejar la cabeza en su cuello y dormir. Solo dormir.

Por eso ahora mismo podía recordar con culpa yerma aquello en lo que nunca había reparado. El silencio era el peor enemigo del hombre, porque con el llegaban los pensamientos y estos mutaban en los recuerdos.

Y los recuerdos solo servían para flagelar con cosas que tuvo y no valoro en su momento; su cabeza se sentía obnubilada y la sensación era demasiado irritante para su propio bien.

Si ponía suficiente atención, podía mirarse sentado en las sabanas, las piernas en flor de loto e Ichiji recostado en ellas, leyendo, golpeando el bolígrafo en sus dientes al pensar, después moviéndose sin importarle demasiado lo cerca que estaba de sus partes erógenas para tener soporte en sus codos y demandar su atención al preguntar la forma en que podría resolver axiomas.

O despertar ojo con ojo para tener sus manos frotándole el cuero cabelludo, porque desgraciadamente, él tenía un lugar en su cabeza.

Incluso la simple paz de estar en el mismo lugar, no hablar, solo leerse con las miradas y esas mierdas de las que la gente feliz —o ridícula—, hablaba.

Era fácil para él darse cuenta del momento exacto en que no siguieron más los lineamentos.

Simples preguntas: ¿Cómo ha sido tu día? ¿Cómo ha sido todo?; o su tacto, la forma en como le masajeaba el cuello mientas él leía el correo en su oficina, esos labios arrogantes susurrando en su oreja: Es tarde, voy a la cama, y espero que tú también hagas lo mismo.

No podía negar la fuerza inminente de querer sentir su cuerpo y reiterar las sensaciones de todas esas veces en las que entro en él, así que solo se conformó con mirar el techo, aceptar el ruido blanco en su mente y solo estar; pero su miembro se endurecía en sus pantalones, despertando e hinchándose a causa de sus instintos primitivos, un zumbido eléctrico en su nuca y manchas en sus pupilas en forma de luces rojas y azules.

Cuando los acercamientos llegaban a su peor parte, entonces él podía engañarse a sí mismo pensando; «Él va a aprender, él se ira y tomaremos caminos distintos, porque ninguno es la persona final en la vida del otro.»

Ah, qué fácil había sido desvalorizar los sentimientos.

Al tratar de cerrar los ojos podía mirarlo bosquejar una sonrisa, y entonces, entender su jugada: Dar para quitar, dar para familiarizar, quitar para recordar eso que ha sido tuyo por mucho tiempo pero simplemente, ahora se te prohíbe tocar.

Las palpitaciones en su erección terminaron siendo demasiado evidentes para solo dejarlas pasar, por lo que su mano alcanzo su pene y comenzó a masturbarlo pese a que no había tenido necesidad de hacerlo por sí mismo desde que podía recordar; bombeo su miembro pensando en la inexperiencia inicial de Ichiji transformándose en esa mutación de seguridad y sublevación, cual planta que se reviste de hierro, una erótica metamorfosis capaz de hacerlo apretar la mandíbula y sisear, los oníricos sonidos que venían del recuerdo ascendieron a sus tímpanos imitando malévolamente la voz de su esposo como un demente desesperado en pleno acto sexual, tomando ese pedazo de su carne con sus dedos, su boca o su interior en busca del éxtasis.

El acto más autocomplaciente era pensar en cómo se anclaría en él, la forma en que susurraría vengativamente obscenidades e indecencias al cogérselo, injurias que penetrarían el manto de pudor que aún conservaba cuando al mismo tiempo, penetrara fuertemente su hombría en ese blanco cuerpo.

Katakuri rodeo su grueso pene con sus manos, pese a que el lugar en el que las preferiría, con honestidad, habría sido aferradas a sus caderas o apretando sus glúteos.

Subió por sus capas frenéticamente, en cada impele, en cada tira y afloja estaba Ichiji. Gruño silenciosamente hasta lograr que su verga regresara a su estado flácido y entonces continúo mirando el techo con austeridad, de vuelta al vacío inicial donde todo empezaba, a un estado abúlico en el que su habitación solo era un canvas en blanco, un sitio estéril e impersonal habitable solo por mera rutina.

Su puerta fue azotada abruptamente minutos después en los que no había ninguna evidencia de lo que había hecho.

Con sus manos —limpias a posteriori de unos pañuelos — hizo hacia atrás su despeinado y salvaje cabello.

La belleza era un depravado mecanismo de sabotaje, e Ichiji la tenía, no de una forma que se notase a la primera; lo suyo era ese ver grunge y lóbrego, miro concentradamente al estúpido y blancuzco duende que lo observaba como si su presencia fuera la ofensa más grande.

Simple, natural, oscuro, pero con el peligroso affaire calibrado de inocencia real y malicia inigualable que en una dosis equilibrada, podían joderse a quien quisiera.

— ¿Qué quieres?, podrías haberme dejado dormir — dijo sentándose en la orilla.

—No estabas durmiendo. —le respondió de manera fría.

— ¿Te importa acaso si no duermo o lo que hago? —sonrió con hedonismo.

—Un declive en tu funcionamiento mental o corporal por falta de sueño no me importa, si puedes hacerme viudo antes de tiempo, voy a agradecértelo. — se abrazó el torso e impaciente golpeo la planta de sus pantuflas grises en el suelo. — ¿Me puedes decir porque todo lo que compro se te notifica?

—Probablemente ¿Por qué yo lo pago?

— ¡Abusas de mi privacidad! —hizo ademanes molestos y Katakuri lo miro fijamente preguntándose porque razón si estaba fantaseando con esa misma boca hace algunos minutos, en esos instantes solo deseaba ponerle cinta adhesiva.

—Y tú, de mi economía.

Era demasiado temprano para su danza primitiva de ser imbéciles.

Se levantó poniéndose una camiseta. — ¿Puedo ayudarte en algo más? —Lo contemplo desde su hombro. —Ser clarividente me habría ahorrado muchos problemas a lo largo de mi vida, pero ya sabes, no puedes pedirle peras a un olmo porque nunca te las dará, y yo no puedo adivinar tus necesidades si no me las dices.

—Serias de mucha ayuda no poniéndole un límite a mi tarjeta para empezar, y para terminar, dejando de espiar...

—No te estoy espiando Ichiji. —lo corto de forma gélida. —Estoy asegurándome de que no correrás a comprarle una propiedad cuando yo no esté viéndote; ese hombre siente que te tiene debajo de su ala, y tú te escondes como un gorrión cobarde. Y lo siento, tengo sentimientos encontrados al conocer esta tierna parte tuya en busca de refugio. —susurro con un aire falso de indulgencia, solo para finalizar con una expresión dura. —Pero tengo que intervenir.

Ichiji lo miro horrorizado. —Dijiste que no lo harías.

—Yo no dije nada, eres tú quien cambia los recuerdos a conveniencia.

Ichiji estaba a nada de irse, indignado como la vez cuarenta mil en que lo había visto desde que lo conocía.

— ¿No es cruel? —Katakuri susurro despacio, dándose cuenta de que Ichiji se había detenido. —Aprovecharte de ese hombre para llegar a mí. Lo utilizas. —afirmo vehemente, incluso orgulloso. —Haces que él piense lo contrario, lo haces deseando lacerarme a mí.

Se levantó lentamente, cruzando los brazos en su pecho y caminando a paso seguro hacia él, quien abrió la boca como un pez sin agua, se inclinó ligeramente, aspirando el fresco olor a menta que decía que acababa de tomar un baño. — ¿Utilizaras mi playera para dormir? —deslizo un dedo a lo largo de su silueta. —Tal vez te queda muy grande, pero me gusta. —lo hizo sentir una oleada de vértigo, rió roncamente, Ichiji volteo la cara respondiendo una tontería, él paso la nariz por su pulso, estaba acelerado, puso los labios en su cuello sintiendo las desesperadas palpitaciones. —Bom...Bom...Bom— susurro peligrosamente bajo, haciendo contacto con su piel, se separó después de hacerlo estremecerse.

Ichiji levanto la cara para mirarlo.

Y esa mirada dolía.

Porque su esposo le decía tácitamente detente, y él sabía que si lo acariciaba, si ponía la boca en su cuello, succionaba su piel y bajaba a su hombro, entonces cedería, pediría, rogaría y exigiría todo al mismo tiempo, su maldito lado sádico rugía por escupirle esa verdad en el rostro. Decirle que tal vez él estaba haciendo trizas todo lo que le pertenecía, pero la única intervención que necesitaba Katakuri era esa, y era mucho peor.

Pero las consecuencias serían darle una nueva razón para que lo despreciara. Que de verdad lo despreciara.

No necesitaban palabras para saber que habían acordado el final de la intimidad, de todo aquello que conllevara un contacto físico, incluso cuando hace nada era Ichiji quien se mofaba que dormir con él era trivial y redundante para su relación.

Era por eso que no lo entendía, ¿Cómo podía siempre contradecirse tanto?, no importaba, lo que importaba era su desesperante conducta evasiva, lo vio rodar el labio en sus dientes, Katakuri suspiro señalando el interior de su cuarto.

— ¿Por qué no entras, te sientas en donde te parezca mas cómodo... —se sintió como un idiota, solo tenía una cama, una alfombra y una silla de mimbre. —Solo siéntate, e intentemos hablar como dos personas medianamente civilizadas. —Ichiji parecía estar buscando la treta en sus palabras, él cuadro los hombros en un respiro. —Prometo que no voy a comerte, calma.

Ichiji entro en su habitación sin dejar de lado su expresión de desconfianza.

Katakuri estaba por cerrar la puerta cuando vio a la pequeña pelusa gatuna arañando la madera.

—Lo siento, pero esto es solamente entre dos, puedes dejar a esa cereza, te aseguro que no voy a hacerle nada.

Camino descalzo.

— ¿Quieres algo de tomar? ¿Jugo, leche? — si idiota, ofrécele también ir a McDonald's ¿Por qué no?, metió las manos en sus bolsillos y se recargo en la pared mostrando sin ser consciente todas las contracciones de sus bíceps y tríceps.

El incómodo silencio de su comentario fue tomado como una negación.

—Katakuri, si es alguna persuasión vulgar, te prometo que...

— ¡Maldita sea, no! No quiero acostarme contigo, es decir, ahora no— respondió rápidamente para hacerle ver que no se trataba de ningún ritual de apareamiento, y sin embargo su esposo no lo vio con menos recriminación pese a eso.

Se miraron de hito a hito, Katakuri sentía esa horrible necesidad de hablarle, porque lo que había visto esa noche lo molestaba, verlo envidiar algo que no tenía y que sin duda, él no sabía si podría darle.

Ichiji lo observo con resentimiento, negándose a creer las palabras que él había dicho en casa de su abuelo.

—Hable con Crocodile. —finalmente dijo. —Solo es cuestión de una llamada suya para...

—Felicidades. —Ichiji fue tajante, paso a su lado pero él lo agarró del brazo y le impidió irse.

— Deja de eludirlo, sabes que tarde o temprano tenemos que hablarlo.

— ¡No quiero oírte ni verte!

—Quiero que me escuches. —dijo seriamente, pero aflojo el agarre sobre el delgado miembro, si necesitaba que Ichiji lo escuchara, entonces tenía que bajar las barreras, a ese hombre duro y cruel al que temía. —Por favor.

Ichiji en cambio pensaba que era suficiente, no podía condenarlo a un amor ambivalente, sin embargo seguía siendo difícil eximir todo, seguía siendo complicado aceptar que lo que él expreso mirándolo de esa forma tan concentrada había sido cierto, nada le aseguraba que realmente lo sintiera, y fácilmente, Katakuri no lo amaba, ni una sola vez desde que se conocían lo había dicho.

Pero él olvidaba que no era nadie para cobrar penitencias.

—Quiero dormir, necesito dormir.

—Ni siquiera sé cómo poder entablar una conversación contigo. —Katakuri utilizo un tono de burla y cansancio. —Tal vez no son tus niñeces, o mis métodos, tal vez de verdad todo ya se fue al lastre. ¿Qué la perseverancia es una virtud? ¡Que idiotez! — golpeo la pared con fuerza, vio a Ichiji apretar la mandíbula, entonces su hielo se derritió, era un colosal hombre que sucumbía siempre ante esa cosa roja.

—Sé qué piensas que todo lo que quiero es hacerte daño, pero no es cierto Ichiji —Se sentó a su lado, la cama se hundió por su peso. —Entiendo tu enojo, pero si no me dejas hablar y me interrumpes cada que lo intento, seguirás enojado y cereza, hemos tenido tanto de eso. —hablo en su oído suavemente.

Ichiji miro la caja de cartón con los libros dentro y el recuerdo de Creta se superpuso, cubrió su cara derrotado. —Déjame solo.

—Esta es mi habitación.

—Acordamos que todo o nada, no tus tretas cuando son convenientes, cuando te sientes acorralado y piensas que debes sacrificarte así, he estado en el mismo sitio para poder saber qué es lo que tratas de hacer.

— ¡Deja de imaginarte conspiraciones!

—No eres el único que está haciendo un esfuerzo aquí. — Ichiji grito.

—Claro, lo que haces tú es increíblemente inteligente. —su risa sin humor solo lo enfureció aún más. —Quédate aquí, destruye mis cosas, destrúyete a ti mismo, aprovéchate como lo haces, porque ¡maldita sea! ¡Voy a estar dispuesto a repararte! —salió hecho una furia.

— ¡Solo para no sentirte mal contigo mismo! —se asomó por el barandal.— ¿¡Y a donde se supone que vas?! ¡Tú estúpido huérfano de caridad te está hablando!

— ¡Lejos de ti! —lo miro lleno de ira, llevaba una sábana, iría al jodido sofá. —Si quieres escuchar sabes en donde estoy.

— ¡Púdrete!—volvió a gritar cerrando la puerta.


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