Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sentimientos por contrato por AcidRain9

[Reviews - 188]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo 32: Cumbres Borrascosas

"Y no hay remedio para los recuerdos,

Tu rostro es como una melodía,

No saldrá de mi cabeza.

Tu alma me está buscando

Y diciéndome que todo está bien,

Pero desearía estar muerto.

Cada vez que cierro mis ojos es como un paraíso oscuro,

Nadie se te compara."

Lana Del Rey; Dark Paradise

Sus ojos estaban clavados en los montones y montones de casas de colores que se alzaban a la distancia, un labrador persiguiendo a un viejo chevy rojo y un camión de helados, físicamente se sentía totalmente recuperado, mentalmente; como una persona con una edad que no le correspondía. Era gracioso como algunas acciones se convertían en conductores que llevaban hacia nuevas circunstancias. Al final él se había detenido para cuestionarse que ocurría entorno a su vida y aunque el sentimiento que quedaba era flagelante, de la manera más retorcida existente, él era libre.

¿Cuánto tiempo ya había transcurrido sin Katakuri?, podría medir todos esos días en horas, cada minuto, cada segundo y micro segundo, cada tak tak de su cerebro cooperando en su contra; el sol en su retina lo hizo finalmente parpadear y menear la cabeza. Y como alguien resignado a querer solamente lo que no podía tener, en su interior pensaba «Shh, está bien, todo está bien», pero no era suficiente medida para de verdad darle calma.

Suspiró infinitamente lento hasta que una mano blanca sosteniendo algo hizo que mirara hacia arriba.

—Ten, no preguntes y acéptalo. —los ojos azules con los que coincidió estaban vacíos, ¿así se veían los suyos? No tenía idea, a veces apenas y podía pensar con claridad.

—En el fondo sabía que te arrepentirías. —Ichiji susurró, agarrando la taza de chocolate que Sanji había colocado justo frente a sus narices.

— ¿Por? ¿Qué no soy lo suficientemente inestable como para no ser predecible? —Sanji alzó una ceja, se sentó a su lado y hurgó en su bolso de mano por una botella de agua.

Observó en la misma dirección que su hermano, si él estaba nervioso, Ichiji no lo sabía, solo se veía un poco agotado, pero, sobre todo resignado. Era como verse en un espejo.

—Bueno, a veces eres espeluznante, pero ese no es el punto. Estoy refiriéndome a que Sora era igual, inmediatamente después de regañarnos, ella era la que peor se sentía. —llevó el borde de la taza cerca de sus labios. —Esto no es muy dulce, ¿verdad?

—Actué como un completo idiota, sé que te dije cosas que no debí... Y no, no lo es, de hecho, creo que es un poco picante, le puse canela y avellanas.

—Actuaste como yo lo hubiera hecho, no eres tú quien debería pedir una disculpa si tenemos en cuenta que puse a nuestros hermanos en tu contra durante mucho tiempo. —tomó una extensa bocanada de aire. —Y muchos "y" más, por eso no estoy enfadado de que quisieras botarme de aquí.

—Es la casa de Zeff, no la mía, él no le da la espalda a nadie.

—Pero estabas pensando que los protegías, y también estabas molesto de que nuestro padre te acusara a ti de lo que yo hice, es justificable.

—Veamos si funciona de esta forma, mi nombre es Sanji, mi rostro es una copia casi exacta del tuyo, hiciste mi infancia una mierda y yo arruiné tu boda. Pero ya estás lo suficientemente arruinado y yo lo suficientemente drenado emocionalmente como para intentar algo. ¿Quieres vivir en tregua? —extendió la mano.

Ichiji enarcó una ceja, pero estiró su extremidad para aceptarlo.  —¿Sin el estilo Vinsmoke? ¿Sin violencia de por medio o amenazas de muerte?, ¿No vas a venir aquí a prometerme que destruirás mi vida?

—Soy benevolente. —Sanji toco su pecho con dramatismo.

—Claro que quiero vivir en tregua.

Sanji suspiró profundamente mientras se recostaba en el suelo. —¿Puedo preguntarte algo?

Ichiji lo imitó. —Depende de qué tan sincero tengo que ser.

—No me mires así, no voy a preguntarte cosas sexuales, sería asqueroso. —Ichiji se río de su mueca. —Además, solo eres mayor que yo por minutos, ¿qué podrías saber tú que no sepa yo?

—Emmm, no lo sé, Katakuri es...mmm aprendes mucho de un hombre como él, lo cual a veces puede ser...contraproducente, sobre todo si estamos enfadados. Su experiencia termina por hacerme pensar en que...ya sabes, no es un secreto que él había hecho siempre lo que se le daba la gana con quien quería tener, y aunque sabe cómo hacerme sentir de una manera tan increíble, pensar que hizo lo mismo con otros chicos me...molesta.

Sanji abrió los ojos, agradeciendo no estar bebiendo nada que pudiera escupir. —¡Por dios Ichiji, no desnudes tu alma de esa forma, no estaba preguntando literalmente! ¡No quiero escuchar eso!

—Argh, cállate, apenas cumpliste los dieciséis todos tuvimos que hacernos los ciegos con tus porquerías, eres el peor de todos. Al menos yo puedo desnudar mi alma, la tuya ha vivido desnuda siempre.

Sanji bufo colocando el brazo sobre su cara con pereza. —Excelente punto.

—Déjame en paz y continúa, puedo ver que recuperaste parte de tu humor.

—En realidad todo sigue siendo un asco, nada ha cambiado, pero esto que siento no va a medirse por que tanto llore frente a todos, que tan miserable tenga que verme. —hizo una pausa. —O lo patético que sea parado afuera de una puerta esperando a que me abran.

—Te escucho entonces. —Ichiji bebió el chocolate.

—¿Alguna vez has tenido esa sensación de que tú eres la única persona en el mundo que "siente"? es como si pensaras que todas las demás personas son artillería de teatro que funcionan para ser tu escenario.

—Sí.

—¿Qué pasa cuando es al revés y te sientes como el extra de tu propia vida?, es como si todos tuvieran un protagónico en Shakespeare y yo fuera el pasto.

—Shakespeare apesta, no te estás perdiendo mucho. —Ichiji le enseñó la lengua.

—Quiero que Zoro vuelva, Ichiji. —Sanji miró el cielo. —Pero si no lo hace solo voy a...seguir adelante, completo o incompleto. Estaba tan perdido, nunca supe que hacer ni a donde ir y ahora...

—¿Por qué te gusta tanto tomarle fotografías a todo? —metió un mechón de cabello detrás de su oreja.

—¿Qué? —Sanji parpadeó.

—¿Por qué tomas fotografías? —Ichiji soltó un alarido. —Vamos, Sanji, no te estoy preguntando cual es la raíz cuadrada de quinientos millones novecientos mil o algo así.

Sanji suspiró con aprehensión. —Me gusta ver las cosas como antes de y después de...—trató de sonreír afablemente. —Necesito evidencia de que algo existió, hacer comparaciones.

—Antes de venir aquí hice mi última tontería... —Ichiji estiró los brazos, Sanji lo miró de reojo, sus ojos estaban limpios y en control, su voz era calmada. —Renté una habitación en un hotel cutre porque sabía que Katakuri lo odiaría. Había gente muy desolada, más devastados que nosotros, no sé qué hacía, tal vez estaba esperándolo ver llegar de la nada para decirme algo como: Eres un imprudente, blablá, nunca piensas los riesgos de las cosas, eres inconsciente, inmaduro e imposible, blablá, estoy contigo, estoy para ti. —abrió su mano, dejando que los ínfimos rayos se proyectaran en su rostro. —Es lo que hace, Sanji, él finge que no le importa, que le da lo mismo, es tan duro que a veces duele, y aun así permanece a mi lado. Toma mis peleas como suyas, siempre en silencio para que yo no lo sepa. ¿Por qué lo arruiné todo si pudimos acabar tan bien? —llevó los dedos hacia sus párpados. —Creo que soy muy joven para entender cómo funciona un matrimonio de verdad. Pero en realidad no me importaba el papel o el estatus, era solo él, su horrible humor y él.

Sanji sintió remordimiento, miró sus converse. —Siempre pensé que eras un manipulador que solo veía por sí mismo, pero al menos sé que no eres ningún hipócrita, no eres como Tashigi, me equivoqué juzgándote.

—No me importa quién sea Tashigi.

—Bueno, ella tiene más en común conmigo y contigo de lo que podrías imaginarte. —Sanji frunció el ceño mirando hacia el frente, se veía reflexivo. —Mucho más...

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Qué tiene que ver con nosotros?

—No tiene importancia. —hizo un movimiento de negación, sus cabellos se agitaron. —Yo también hice algo, no tan drástico para mí, pero Ace. —pausó unos segundos. —Nuestro amigo se llama Ace, trabaja en la estación de bomberos, él parecía preocupado... Me quedé afuera del departamento de Zoro como un demente esperando a que volviera, y no sabes lo mucho que agradezco que no regresará para verme así. —sonrió de forma temblorosa. —Joder. Supongo que es cierto que tienes que hacer cosas vergonzosas antes de recapacitar.

—Y cuando sucede es como...sentirse sobrio, ¿no?

—Algo así, Zoro es extraño, pero es bastante bueno, muy en el fondo, tienes que escarbar capas y capas de armadura antes de poder saberlo, a las personas les gusta cuando lo conocen. —pensó en Marco, Kalifa, Ace, Jyabra...—Pero él también es bastante retraído y no tiene problema con ponerse la careta de bastardo desvergonzado que la gente le ha impuesto, sé que no es eso, pero a veces se empeña tanto en creérselo. —su semblante era triste. — ¿Qué es lo que más te gusta de Katakuri de todos modos? —pregunto balanceando las piernas por las rejas.

—Cuando se quita esa bufanda es un hombre increíblemente atractivo. —sonrió inocente, ni siquiera había elaborado una respuesta.

—Que superficial eres, pero sí, es bastante guapo. — Sanji se carcajeó por más que en realidad la contestación le pareciera totalmente curiosa, ya había visto las cicatrices de Katakuri, y aunque ciertamente era un hombre atractivo, Ichiji parecía sentir por sus cicatrices algo más que solo gusto estético, su reacción hizo que el pelirrojo pusiera una cara molesta y avergonzada.

—Vamos, Sanji, yo no soy el que tiene algo por un hombre que utiliza un uniforme de policía, eso es más superficial todavía.

—Míranos, esto está jodido, parecemos dos chicas desdichadas en su graduación.

—¿Recuerdas la graduación? — Ichiji se río. —La Hiena y su pandilla estaban repartiendo anfetaminas en el gimnasio, cuando el profesor de álgebra fue a ver que hacían, todo el mundo se abrazó de la nada fingiendo que se despedían porque se extrañarían para no ser descubiertos. Nunca había visto tanto amor y lágrimas falsas en la preparatoria hasta ese día.

—Me lo perdí, alguien había derramado ponche en el vestido de Vivi accidentalmente, así que Kohza y yo tuvimos que acompañarla a la casa de los Nefertari para que se cambiara, cuando volvimos el director estaba dando un patético discurso con Happy Together de fondo. "When you're with me, baby the skies'll be blue for all my life"... —estaba ahogándose con un resoplido ridículo, intentando cantar sin que la risa lo venciera. —Así que desaparecimos otra vez, creo que fuimos a jugar bolos y yo vencí a Kohza por primera vez.

Se quedaron en silencio, los dos sonrían, pero no eran sonrisas felices.

—...La realidad es que probablemente no volveré a ver a Zoro de nuevo, es como en la preparatoria, una canción que pretendía ser hermosa, pero de alguna forma se sentía tan vacía...La gente prometiendo que nunca se dejaría. Vivi me odia ahora, su hermano me culpará toda la vida de sus decisiones, porque si me hubiera esforzado más y no sé, de alguna forma, sentido lo mismo que él, entonces mi vida sería más fácil, tan fácil que...Me asusta. Nami está dividida entre su mejor amigo y su novia, y tampoco hay ningún efecto de anfetaminas en mí, y aun así lo único que me importa es...Roronoa Zoro, signo escorpio, once de noviembre, cabello verde moho.

—Y yo voy a divorciarme... —Ichiji le respondió neutralmente, pero su voz lo traicionaba.

Escucharon una risa debajo de ellos y ambos se enderezaron, enredando los dedos blancos en las rejas del barandal para espiar, Niji caminaba a lado de Bellamy, su hermano estaba enseñándole algo de YouTube y el otro chico asentía a cada una de sus palabras. Se detuvieron mientras que Niji le explicaba conceptos de música, y aunque Bellamy no parecía estar comprendiéndolo con claridad, el robusto heredero Donquixote fingía entender las complicadas palabras de Niji con una expresión seria.

—Me compadezco tanto de ellos. —Sanji murmuró en tono condescendiente. —No tienen idea en lo que se están metiendo. ¿No le ha sido suficiente a Niji vernos?, creí que a estas alturas sería él quien empezaría a llenar la casa de Zeff con gatos. —hizo los ojos pequeñitos.  —¿O crees que se esté burlando de nosotros? ¿Podría estar retándonos?

—Mira bien su cara. —Ichiji habló en voz baja. —Está apretando mucho la mandíbula, no quiere reírse de algo, seguro piensa que, si lo hace, la Hiena pensará que ha ganado.

—Y Bell ha tratado de rozar sus dedos discretamente. —Sanji analizo.

—Durante el instituto a Niji le gustaba La Hiena.

—¿Por eso lo hiciste enojar al mencionarlo durante la cena con el abuelo?

—Ajam, aunque exageré algunas cosas, obviamente. —sonrió de medio lado. —Sin embargo, La Hiena siempre estuvo demasiado enfocado en ser un bravucón contigo.

—Bell me molestaba para impresionarlo, aunque ahora es un buen chico.

Bellamy y Niji rieron.

Ichiji y Sanji se miraron, antes de decir al mismo tiempo: —Qué absoluto y total asco.

Ichiji sonrió con malicia. —Dame la botella.

—¡Oye no! Eso es grosero, no debemos.

—Me arrojaste vino durante mi boda así que no opines, además quieres hacerlo, tienes la misma expresión de Ni, puedo ver como se te marcan los hoyuelos en tu esfuerzo por no resoplar.

—Maldita sea, estoy deseándolo tanto. —Sanji metió la mano en su bolso desesperadamente, sacó otra botella y la abrió.

—¿Siempre has sido tan mal hablado? —Ichiji levantó una ceja quitándole la tapa a la suya.

—Lo normal.

Los dos empinaron las botellas desde el balcón, contaron hasta tres con los dedos y vertieron el agua sobre la cabeza de su hermano, arruinando su elaborado peinado.

Niji brincó del susto y maldijo como un marinero, se sacó el suéter y lo arrojó al pasto, luego, con toda la intención de una sanguinaria venganza miró hacia arriba, pero lo que vio lo hizo parpadear lentamente en su intento por procesarlo.

Sanji e Ichiji estaban riéndose juntos, ellos se veían bien, parecían intentarlo tanto; armonizar un poco de su aflicción y tribulación para no arrastrar a los demás, el segundo hermano contrajo la garganta y apretó fuertemente los labios, temblaron un momento, y para sorpresa de Bellamy empezó a reír.

—¿Qué rayos ha sido eso? —Donquixote musitó observando al trío como si fueran unos locos, Yonji y Reiju salieron del restaurante, el enorme hermano contrarrestando los suaves movimientos de la mujer, él llevaba una pesada bolsa de manzanas en sus brazos mientras la delicada chica mordía una juguetonamente. Ellos también sonreían.

—Sanji. —susurró Ichiji.

—Qué.

—Se dice "mande", inculto —lo escuchó refunfuñar, Ichiji puso el mentón sobre el marco. —...Vas a hacerlo genial, increíblemente genial.

;u;

—El contrato es meridiano en cuanto a confidencialidad. —Crocodile lo miró fijamente. Su amigo suspiró recargando la espalda en la columna, el tragaluz del techo les daba una afable iluminación. —Si se infringe, habrá sanción y su patrimo...

—No, no habrá sanción. —Katakuri fue simple.

—Ichiji debe de saber que no puede dar detalles de su relación, nada de terminología legal por lo menos, tal vez a ti no te importe, pero son graves problemas en los que te meterías si decide contar una tórrida historia que los distorsione aún más. Habría repercusiones, puedo imaginarme el titular. Mayoritario de Whole Cake en un matrimonio por conveniencia”, y ¿sabes que después de entregarle el estipendio que quieres, ya no habrá necesidad de nada más de tu parte, no es cierto?, hablo en serio, ninguna obligación que te ate si respetas los acuerdos del contrato inicial de los que meticulosamente me encargue en un inicio.

—No va a hablar, simplemente no lo hará. Olvida mi matrimonio Crocodile, déjalo en segundo plano, no me interesa ahora, hablemos de algo importante. ¿Tienes información sobre la multinacional de los suecos?

—De acuerdo, no le adviertas, para eso soy tu amigo y tu abogado, si la bomba estalla y tu nombre se ve envuelto en otro escándalo, yo estaré limpiando el escombro, perfecto. —fue sarcástico, el hombre de cabellera de cuervo hizo una mueca y movió la cabeza afirmativamente. —Bueno ¿en qué estábamos? Ah, sí, total comercialización de materias primas, procesamiento del cacao principalmente, saborizantes, operan casi doscientas plantas dentro y fuera del país.

—¿Qué hay del segmento de procesamiento que siguen?

—Almacenamiento, transporte, un largo etcétera. Tienen un profundo conocimiento en las culturas alimentarias globales. Tengo las referencias que me pediste, y están justo en tu oficina.

—Gracias, Crocodile. —le dijo con sinceridad.

—¿Algo más que necesites saber?

—No, no por ahora. —murmuró distraídamente. —Solo mantén tu celular encendido.

—Tengo dos líneas, Katakuri, la personal y la profesional, si únicamente te sabes el número de la personal lo más probable es que no voy a contestarte, siempre evito la privada. — Doflamingo constantemente saturaba ese número, así que mantenía el celular apagado.

Charlotte tenía las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones en una pose prolija, levantó una ceja cuando sintió un insinuante tirón en su camisa, y una mano suave y tibia enrollarse en su brazo, era uno de los pasantes, de familia acomodada y cabello de caramelo con miel.

—Señor Charlotte, la próxima junta es en veinte minutos, por ahora sus invitados están bebiendo champagne y descansando, usted debería hacer lo mismo, más tarde la reunión pasará a ser más... ¿social?, y si asiste deberá conducir hasta la residencia de los Neptune, pero si necesita algo de relajamiento antes de eso yo puedo ayudar. —le sonrió traviesamente, enrollando sus delgados labios entre sus dientes y haciendo rondeles con su brillosa lengua de una forma que poco dejaba a la imaginación.

Mostraba total descortesía de que él estuviera dialogando asuntos profesionales con su abogado, le sonreía con frescura y prepotencia, y eso no era suficiente.

Katakuri resintió el contacto, crujiendo los dientes, un destello en el ventanal lo hizo turbar una mueca, casi podía ver a Ichiji reflejado en el vidrio con todas las luces de la ciudad nocturna difuminándolo —sabía que no era real, que él estaba en el Baratie, pero casi parecía que si estiraba la mano iría a sentirlo—, ya no era ninguna mirada de reto, era de decepción y aceptación.

Retrocedió un poco jalando su brazo bruscamente para ser soltado.

—No me vuelvas a tocar o voy a echarte de aquí, mocoso. —Katakuri le dijo con voz filosa, plantándose frente a ese extraño sin cara y sin nombre, respiró demasiado cerca, lo sintió retorcerse. Odiaba a estos chicos soberbios.  —¿Qué es esa loción tan exagerada? Estás mareándome, y gracias por el ofrecimiento pero no me interesa ni necesito liberar mi estrés, "relajándome" contigo. —susurró en el lóbulo de su oreja. —...Antes de tu boca enrollaría mi pene en un salami, aunque si me interesa un whisky, ¿podrías?

El jovencito tembló asustadizo y se disculpó, balbuceando.

Bah, un recién graduado menos, pensó suspirando. ¿Quién había sido el idiota de relaciones públicas que había hecho un convenio con las mejores universidades?, la mayoría de los practicantes que les mandaban eran mimados y desesperantes. Eran como las versiones no evolucionadas de su esposo, al menos de lo que creía equivocadamente que era su esposo.

—Que humor, que humor, tu carácter va de mal en peor, si sigues asustando así a los pasantes nos vamos a quedar sin ninguno. —Crocodile se burló abiertamente.  —¿Por qué estás tan molesto con estos niños inofensivos?

—Todos son iguales, Crocodile, creen que solo basta con su discreto coqueteo y sus miradas sugerentes para que los lleve a mi oficina y cierre con llave. No si se piensan que estoy tan desesperado y perdido sin él como para caer por ellos, creen que son mejores que él, ¡ja!, cuando no tienen idea de nada. Ichiji podría desollarlos si quisiera y yo estaría riéndome. Odio su apellido, y el cielo sabe que no miento cuando digo que lo odio. —murmuró con amargura. —Pero no soy tan imbécil para no reconocer que la persona con la que me case les lleva años luz de distancia a estos niños odiosos.

Ichiji utópico estaba sonriendo en el cristal, lo sabía.

¿En qué se parecían todas las historias con pactos con el demonio?; bueno, él cumplía el trato y el humano se arrepentía al final. Hoy, él sentía como el pactante acobardado, a estas alturas podría juntar toda la mierda vivida y darle una forma, crear un monstruo que se pudiera matar. Pero como la principal razón que lastima y crea heridas en los corazones de los hombres es su noción por hacer lo supuestamente correcto, él se contenía y en lugar de buscarlo, respetaba aquella distancia que habían marcado bajo la justificación de que no era el momento para ellos.

Sus días rutinarios estaban de regreso, los murmullos desde la catastrófica cena a veces subían de nivel, pero él no daba más razones para seguir alimentando la curiosidad de nadie; había bullicio en las instalaciones después de exhaustivas pláticas con dirigentes de transnacionales extranjeras, cosas manejables, cosas aburridas, cosas normales en la vida de Katakuri.

—¿Has vuelto a hablar con Flampe? —Smoothie lo siguió y caminó a su lado por los largos pasillos, como si estuvieran moviéndose en el escenario de una interminable película de cine noir de la que no había escapatoria.

Katakuri levantó una ceja y su hermana se detuvo para alisar los pliegues que se habían formado en su entallada falda de tubo.

—Tuvimos una corta conversación hace unas semanas, no creo haber sido muy duro de todos modos. No como ella lo merecía. — le dijo distraídamente. —Había cruzado el límite, debí de sancionarla con más firmeza, pero no tenía cabeza para hacerlo de todos modos.

—Seguro hizo otro de sus berrinches, estaba insistiendo con que cambiaría el uniforme de las porristas, —La altísima mujer corrigió, tosiendo. —Que nosotros lo pagaríamos, y también el de todo el equipo de americano y baloncesto. ¿Sabes la razón? Para asegurar que volverían a escogerla como capitana de animadoras de nuevo. No habría ningún problema con que nosotros nos encargáramos, es un gasto insignificante, y tú has estado bastante al pendiente de ella, cosa que te agradezco, si a alguien respeta es a ti, pero esa niña se ha vuelto malcriada incluso conmigo.

La voz de Katakuri salió grave y enojada. —No fue solo un berrinche, hizo algo con la mascota de Ichiji. No tengo idea de si fue un accidente o que sucedió, él no me lo dijo en su momento, de hecho, la cubrió. —No podía evitar sonar un poco molesto de que el pelirrojo decidiera ocultárselo y no confiar en él. —Es una niña y es mi hermana, pero es muy lista también, sabe lo que hace. Sé que ninguno de los dos va a hablar, es tema zanjado, pero me enerva esa complicidad que tuvo por taparla.

Smoothie recogió su larga cabellera rizada en una coleta alta. —Bueno, ella ha estado rompiendo cosas como una desquiciada y también hizo llorar a su amiga rubia, la chica que siempre la sigue a casa; según el servicio dijo cosas hirientes de su situación económica y de sus padres. La he reprendido, que sea una adolescente no significa que tenga que ser cruel.

—Puedo recuperar un atisbo de fe si hay una persona racional en esa casa que no premia sus desplantes. No es una princesa, las princesas no existen. Y las que son supuestamente reales no terminan bien.

—Nada está siendo fácil, hermano, los problemas son más graves que una niña haciendo dramas. Nuestra madre está enfadada, para ella eres básicamente Judas Iscariote con su esposo vampiro.

—Judas. —repitió. —No habría esperado menos, te dijo que intente manipularla, ¿no? Soy un traidor y un chantajista.

—Un traidor que acaba de meter a otro monstruo empresarial en nuestro bolsillo. —golpeó amistosamente su hombro. —Dios, no te burles Katakuri. —sonrió negando con la cabeza. —Hiciste bien, no te queremos fuera, lo sabes, estamos juntos en esto, si nos dejas perderemos el rumbo.

—Perospero y tú son perfectamente capaces para hacer esto funcionar.

—Nadie ha dejado tanto por Whole Cake como tú, te pertenece y con justas razones, más que temor la gente te tiene respeto. Y para bien o para mal, estamos juntos, no todos los miembros de tu familia somos unas pirañas ambiciosas.

—Lo sé.

—¿Puedo ser sincera contigo?

—Me ofendería que no lo fueras.

—No tienes que responder a lo que voy a decirte, que me escuches es suficiente. No seré hipócrita, yo era una de las principales prejuiciosas sobre ustedes. Te conozco hermano, coaccionas a la gente, y cuando ellos quieren más de ti no tienes corazón para echarlos lejos, tal vez odiarás que te diga esto, pero eras un completo jugador.

Y no lo orgullecía, pero tampoco le quitaba el sueño, solo una persona había ameritado su total compromiso.

—Pensé que con Ichiji todo era un capricho, pero me equivoqué, él realmente era tu pareja.

Era tu pareja.

—¿Así que soy fácil de filtrar?

—Todo lo contrario. —ella suspiró. —Has estado escuchando cosas muy duras de parte de nuestra madre, está excediéndose, yo no creo que Ichiji sea desagradable, creo que las circunstancias lo volvieron alguien cínico, es un chico muy joven todavía, también creo que las circunstancias te volvieron a ti tan hermético. Eres la peor clase de hombre para enamorarse.

—Siempre lo he sabido.

—Y él, el peor enamorado existente. —sonrió, pero inmediatamente se puso seria. —Pero a pesar de que tú estás aquí trabajando demasiado duro, cerrando contratos, creando dinero, estoy segura de que apenas vas a casa y te tomas un tiempo.

Todo era predecible, ser el sostén de muchas personas era suficiente recordatorio de que para él no había posibilidad de depresiones. Su vida continuaba y él seguía siendo el hombre de hábito que siempre había sido. Incluso de alguna extraña forma, Katakuri se sentía más funcional de lo que alguna vez había sido, pero era solo un bienestar artificial.

Si funcionas, no tienes espacio para pensar en más que tus obligaciones. Gradualmente sus días se acomodaban para no dejar huecos; "No dejes que ella dirija tu vida", se dijo a sí mismo, levantando la cara todas las veces en que su madre venía con la misma cantaleta. "Ellos han jugado con fuego, ¿por qué no los dejas quemarse entonces?", ella no es una extensión de ti, ella no te hace funcionar, ella es tu madre, pero perfectamente podría ser una extraña, rememoró.

Es tu jefe.

Era tu jefe.

Ahora tú eres tú jefe.

Ella lo había manipulado y él la manipuló de vuelta.

Pero Katakuri era más que la madre que había plantado sus raíces en una ciudad que se pudría o que el padre que escaló a la cima devorándose a otros, él era una caldera hirviente, hecho por esos dos ingleses que respiraban hiel y repulsión por el suelo que estaba debajo de ellos, pero crecido sin la ayuda de ninguno; era más que el hombre que duplicaba el dinero y hablaba magistralmente varios idiomas, más que el de los mil lugares visitados, más que el bastardo que podía tener a una exquisita modelo de brillante cabello besándolo al mismo tiempo en se enterraba en el interior de un agraciado y joven actor; todos esos recuerdos, cada una de esas jugadas triunfantemente realizadas y viejos vicios que ya no removían nada en él.

Al avanzar, era un hombre poderoso; pero sus pies pesaban toneladas, su respiración era resuello doloroso.

Lo crudo llegaba por las noches, imaginando a Ichiji —piel de alabastro y la fina cara de un etéreo duendecillo—, menos como esa criatura molesta, deseosa de venganza y de darle una lección, furiosa, roja, con la que muchas veces no sabía qué hacer. En cambio lo miraba como alguien a quien extrañaba, anhelante, no máscaras, no sobrepuestos, cabello rojo balanceándose y una sonrisa tranquila y pequeña de sus labios llenos y suyos —porque fueron suyos, los mordió y explotó, los adoró—, una voz suave y baja que no necesitaba imponerse a gritos o de grandes y exóticas risotadas, lo veía con pijamas simples, en colores que lo hacían pálido y casi enfermizo, sentado en el sofá con las piernas encogidas, a lado de su escritorio mientras él trabajaba, la forma en que sus dedos finos y delgados recorrían la página de su libro conseguían que su piel se erizara.

A veces tenía que preguntarse si todos sus logros, cada uno de sus reconocimientos, de las estrategias que estaban llevando a la cúspide a su empresa, serían lo único que constituiría toda su vida.

No le gustaba hablar de amor, no lo avergonzaba, pero siempre pensó que era un término muy...extravagante, y él era exactamente como su hermana lo dijo, el peor hombre para enamorarse.

Con un porte estoico e impenetrable, como si la amenaza de divorcio no fuera nada para él, solo un pequeño tropiezo en su historial.

Pero no era así, claro que estaba pagando la factura: Dormía poco, trabajaba a excesos, fumaba los asquerosos cigarrillos que tanto pensó en dejar, era un forajido y estaba cansado, de odiar a Ichiji, de amar tanto a Ichiji, de desearlo, de preguntarse qué carajos estaría haciendo con la vida de los dos, porque, así como se robó su chaqueta favorita, también se había robado una parte vital de su existencia.

.

.

.

Si la vida se midiera en cuantas coincidencias podían ocurrir en el menor tiempo posible, la suya probablemente se llevaría el premio; sabía que sus amigos no lo estaban haciendo apropósito, pero si él tenía que escuchar a Paulie referirse a su mujer nuevamente como su dulce chica country, le sacaría los intestinos, y si las llamadas compulsivas al celular de Crocodile continuaban, se lo arrebataría y atendería la llamada: «Eres un cabrón de mierda Donquixote, así que húndete en la mierda, necesito un abogado competente, deja de molestar, deja de existir de ser posible », sus manos tocaron —superficialmente—, la carne de Ichiji, había olido su fragancia, sentido las hebras de su cabello, esas eran suficientes razones para odiarlo por siempre.

Y como no había vino en su casa para distraerlo, y de todos modos no le gustaba estar mucho tiempo allí, pero no podía soportar la mirada desaprobatoria de su hermana si se quedaba hasta altas horas de nuevo en su oficina, estaba fuera.

Un hogar no era un lugar o una estructura; era un estado de la mente, y su hogar se había ido porque él lo permitió y lo secundó de hacerlo.

Había terminado en un bar, un sitio excesivamente simple y de escasa opulencia, nada como los que atraían la atención de las masas de zombis muriendo por ver a los Dodgers y a los Giants haciendo lo que mejor sabían hacer en una inmensa pantalla plana.

Inmediatamente reconoció al hombre de cabello verde que aplastaba maníes con aburrimiento.

—No deberías beber con el uniforme. —le dijo usando un tono apático.

— ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué me suban a twitter?  —ironizó, Sanji ya había hecho una pésima broma de eso con un título mediocre, "Olviden la negligencia, son quince minutos del oficial que no tiene cerebro, pero es caliente como el infierno abriendo cervezas con las llaves de su carro a velocidad luz".

Katakuri reparó en la voz ligeramente desagradable y simplemente se encogió de hombros, enfocándose en su pedido.

—Mi turno terminó hace horas, estoy fuera, le di la misma explicación a tu esposo cuando lo conocí.

El granate recargó la espalda contra la barra, en cambio Roronoa, a un banquillo vacío a su izquierda, estaba de frente a la barra, mirando sin realmente prestarle atención al partido de baseball en una pequeña televisión con antena.

—Lo había confundido con Sanji, ellos tienen ese tremendo parecido físico, pero parece que...También piensan igual, ¿eh? —bisbiseo.

— ¿A qué vas, policía? —le preguntó raudamente, recibiendo un tarro de cerveza importada, le dio el primer trago.

—A nada, sinceramente a nada, Charlotte, estoy agotado, por eso estoy aquí, y supongo por tu expresión que a ti te pasa lo mismo. Si el mundo se estuviera yendo a la mierda, je. —sonrió agriamente. —Al menos yo tendría esta cerveza.

—No quiero ser conversacional contigo, y tú conmigo tampoco, pero pareces menos agradable que el tipo que conocí en la casa de Redleg, en cambio me miras como si supieras un secreto mío. Me ponen de malas los laberintos mentales, ve directo al grano. —le dijo cínico.

—Puede que lo conozca, tal vez lo sé. —sus ojos se clavaron en la mesa de billar del centro, siguiendo fielmente el movimiento de la bola.

—Es una lástima no saber de lo que hablas.

Zoro se tomó su tiempo para continuar, limpio con el dorso de su mano las gotas de alcohol que estaban en la comisura de sus labios y entonces lo dijo: —Era mi esposa, Charlotte, una de esas caras con las que te divertías y después ya no tenían nombre, era mi esposa y yo la amaba.

Katakuri lo miró un momento.

—Yo nunca he forzado a nadie a nada. —le dijo indiferente, su voz totalmente desprendida de emoción. —Pero si estuve con ella es evidente que su relación no estaba lo suficientemente bien.

—Ni siquiera sabes de quien te hablo. —Zoro le sonrió de lado, tomó un puñado de cacahuates y masticó lentamente. —No planeaba tener esta conversación nunca. No es una gran carga, podíamos vivir perfectamente sin saberlo, pero estás aquí y yo no pierdo nada enterándote.

—Tal vez sí sé quién es —Ganó una mirada oprobiosa del policía. —¿Será acaso, la chica de los lentes rojos?, soy bueno con los detalles. Y para mi mala suerte esto. —tocó su temple, figurando que se refería a su cerebro. —Funciona muy bien, a veces mejor de lo que desearía. —susurró agrio. —Recuerdo a una mujer, el anillo que tenía en su dedo no era joyería de adorno, era uno de matrimonio, ella miraba mucho su celular y daba excusas baratas a la otra persona entre tartamudeos desesperantes, casi ocultando lo que hacía. —Sus ojos rojos se condensaron en los oscuros del segundo hombre. —"Estoy en el hospital, los niños han traído juegos de mesa, parecen muy felices".

—Hijo de puta.

—No estoy arrepentido, pero tampoco es algo de lo que pueda jactarme, es solo que no me interesa, ella solo era una mujer para mí, sabía que para alguien no era solo una mujer, pero aun así supuse que no era mi asunto. —dijo con parsimonia.

—Era una de mis mejores personas, era especial para mí. —Zoro escupió mordaz.

—No me importó, y tampoco lo hace ahora que lo sé, no tengo remordimiento, y tú sabes que no te interesa escuchar una disculpa de mí. —comentó en voz neutral.

—Pero estás en un bar, y no uno bueno. —Zoro miró a la dependienta, una mujer alta y pelinegra llamada Alvida gritando por ver a un hombre de cabello azul vomitando en su maceta, el mesero, un chico joven y de cabello rosado corrió nerviosamente hacia ellos. —Y te ves de la misma manera en que me veía yo mientras mi vida marital se iba al pozo, hoy estoy aquí solo porque me gusta beber. —la imagen de Sanji lo hizo fruncir el ceño. —Y tú, estás aquí, porque es tu vida marital la que ahora se va por el caño. Si Ichiji estuviera en tu casa no estarías en este lugar. —con falsa sorpresa, abrió los ojos. —No me digas, 50 y 50, igualaron cuentas, ¿eh?, por lo que recuerdo de su rostro, supongo que la primera parte la cagaste tú, y después él hizo lo que tenía que hacer.

—No sé si seas un fiel creyente del karma, pero en caso de que lo seas tal vez te cause placer esto. Soy el hombre que arruinó tu matrimonio después de todo, ¿no es cierto? Seguro estás pensando que es lo menos que me merezco después de empotrar a tu esposa en el baño de un bar.

—Nah. —Zoro partió otro maní, parecía insensible a la confesión del hombre. —Mi matrimonio se pudrió solo, ella y yo no estábamos hechos para estar juntos, no fuiste el detonante. No creo en la justicia divina, pero es irónico que ahora te toque sentir a ti como todo se viene abajo. —sonrió.

—¿Cómo conoces a mi esposo? —una vena en el cuello delataba su inquietud, como un cable desollado que podría explotar a la más mínima de las provocaciones. —¿No se te habrá ocurrido una cosa retorcida de mano a mano o sí? —su voz era ominosa y su cara de absoluto desagrado.

—¿Sabes que significa quid pro quo?, no te apures, yo tampoco sabía, Sanji me lo explico. Una cosa por la otra.

—Él es inocente Roronoa, lo que viste en esa fiesta es lo que Ichiji hace, solo una malcriada y caprichosa forma de combatirme, por eso más te vale que nunca te haya pasado por la cabeza una porquería, no con él, escúchame, no con él.

Zoro lo miró con los mismos ojos oscurecidos, el tono con el que hablaba era ligeramente satírico. —Y yo, Charlotte, era el hombre detrás de ese anillo mientras tú te la cogías.

Katakuri lo tomó de la camisa y lo estampó en la barra. —Si hay algo más que quieres decirme, escúpelo.

Zoro volvió a enderezarse y acomodarse. —Harás que nos saquen de aquí y quiero terminar de ver el partido. —se observaron en silencio, el mesero retrocedió, eran dos sujetos peligrosos. —Todos piensan que he sido un tipo hedonista y cínico a lo largo de mi vida, pero siempre hay límites.

—Ahora sé quién eres, si lo hubiera sabido antes, ella y yo no hubiéramos estado juntos, no se su nombre, apenas recuerdo su cara, pero sé que ella sabía lo que hacíamos. Ahora estas con Sanji y espero que no sea por una casualidad.

—¿Por qué no le preguntas mejor al joven señor Charlotte como nos conocimos? —Zoro era un hombre al que no le importaba tentar a la suerte.

—No juegues, Roronoa.

—Charlotte Katakuri, de quien he escuchado historias impactantes en el ámbito carnal, ¿Ve a todos los hombres como potenciales amenazas?, ¿O es qué no confías en Ichiji?

—Confió en él, tengo una certeza ciega de que me ama y sabe que está condenado a irremediablemente hacerlo. —habló con calma escalofriante y sádica, mirando el líquido áureo como un metódico asesino seguro de haber enterrado a su víctima. —Es mi ventaja contra cualquiera. De hecho, se lo dije una vez, su amor está destinado a lastimar a hombres débiles. No importa cuántos aparezcan, o si lo hacen para demostrarle cuán vil soy; es mío, no necesariamente en un sentido de dominio, pero esto. —tocó su corazón con el dedo. —Es mío. —elegantemente le dio un trago a la bebida. —No obstante, he vivido suficiente tiempo entre gente carroñera para saber que buitres nunca faltan.

—Hombre, eres todo un celopata, ¿Es por las viejas prácticas?, puedo ver perfectamente que te enorgulleces de lo que me dices, pero aun así no me engañas, algo en esa...Maniática declaración evidencia algo de ¿Remordimiento de trasfondo, quizá?, puedo reconocer la dicotomía que produce en ti admitir que él te ama, pero saber que no lo mereces.

—Seguro conoces muy bien el sentimiento, policía. —se burló.

—Para qué lo sepas, jamás tomaría ese tipo de venganzas, conozco matrimonios sólidos; mis padres son uno de esos. Mis padres son hombres de valores. Al contrario de ti, no soy tan cretino. —bufó, súbitamente alzando su cerveza. —Sanji se metió en mis ojos, Sanji se metió en mi vida, antes de que pudiera darme cuenta, mi casa olía a cigarrillos, había plantas por todos lados y fotografías hasta debajo del sillón. No puedo dormir. —Zoro se talló la cara. —Si lo intento lo veo a él. Simplemente entró a mi vida y ya nada era igual. No me causa nada saber que tu matrimonio está en una espiral, probablemente lo siento un poco por Ichi. —Katakuri lo observó con amenaza. —Ji. Ya que se veía esperanzado, tal vez algún día tú y yo podamos ser amigos, y yo soy leal a mis amigos, pero hoy...no hay nada que pueda decirte, en estos momentos sigues siendo el mismo hijo de puta que ignoró que detrás de sus actos había otra persona siendo afectada. —se limpió de forma tosca los labios con la manga de su camisa. —Ya te lo dije, aunque en realidad no fuiste tú el causante, no pierdo nada escupiéndotelo en la cara.

—¿Cómo lo conociste — Preguntó-exigió? —Quiero una respuesta, policía, ¿Cómo carajos conociste a mi esposo?

—Estaba mirando una estantería y yo lo empujé contra ella. —obtuvo la mirada que quería y decidió que era suficiente. —Para que lo sepas, me disculpé inmediatamente. Pensé que era Sanji, estaba usando una capucha, charlamos un poco, éramos dos personas con un horrible día, miseria atrae miseria. Si no mal recuerdo él tenía cosas de repostería en su mano, supuse que el talento culinario era algo de hermanos, Sanji es increíble, nunca vas a conocer a alguien con más habilidad que él.

—No todos tenemos la misma suerte, Ichiji apenas y sabe preparar el café que toma. —respondió relajándose un poco.

—Y aun así me dijo que quería hacer algo para ti, realmente lo deseaba, pero había algo en su mirada, era idéntica a la de Sanji, lo sé porque era la misma que se pintaba en el rostro de Sanji cada vez, y cada vez, y cada vez que yo le fallaba, así que le recomendé un lugar para comprar lo que necesitaba.

Katakuri apretó la mandíbula, recordaba ese momento y todas las cosas que había dicho para herir a su esposo.

Zoro sonrió de nuevo.

—Esa es la cara de un hijo de puta que sabe que es un hijo de puta, Charlotte, ¿Qué tan mal salieron las cosas ese día?

—Parece que no has visto tu expresión en un espejo, ¿Qué fue lo que hiciste tú, Roronoa? No hay señales de Sanji aquí, y no hay señales en ti de ser un hombre feliz, Sanji parece ser noble, entrañable, me agrada, pero parece ser muy distinto de ti, y por lo que he visto, también es modesto...

—¿Te parece que no estoy a su nivel?, no pensé que eres prejuicioso.

—Por un momento había creído que los Vinsmoke y los Nefertari terminarían unidos, es todo.

Zoro lo miró indignado, oh sí, conocía la historia del ex novio rico y perfecto...que se fuera al carajo.

—No se veían mal, la primera verdadera vez en que conocí a mi esposo. —se encogió de hombros. —Qué debo aclarar, le mentí y le hice creer que lo había conocido de acuerdo a otras circunstancias que no tienen caso, pero como esto no se trata de recapitular todas las barbaries que le he hecho, no me distraeré. Tu ¿novio?, estaba con su novio, quien es uno de los mayores orgullos de Nefertari Cobra. Y parecían dos adolescentes felices. —fue su turno de burlarse de la expresión de Zoro. —Sanji luce como alguien transparente, en cambio tú te ves como las personas que guardan fantasmas y hieren con ellos. Tal vez yo sí puedo creer la certeza con la que me dices que lo que sentías por tu esposa se ha ido, porque vamos, ningún hombre realmente enamorado perdona rencores de ese tipo, no, ninguno, desearías destazarme, al menos yo querría hacer eso si tus intenciones con Ichiji hubieran sido otras, pero en camino estas bebiendo cerveza tranquilamente, puedes respirar en paz al saber que te engañaste a ti, pero la verdad es que lo que buscabas con ella solo era sentirte bien haciéndote creer que podías amar a alguien más de lo que te amas a ti mismo. La perdonaste, ¿no?, lo curioso es que, perdonando la infidelidad, solo buscabas ser capaz de perdonarte a ti y no realmente a ella.

Zoro apretó los dientes. —Un aplauso Charlotte, eres un megalómano y un cínico, pero fue así como enamoraste al chico. —se burló, negando con la cabeza de un lado a otro, casi divertido. —Cayó en las redes, y.…—levantó la mano, captando la atención del mesero de cabello rosa, le sonrió. — ¿Podrías traernos papas fritas? —volteó hacia Katakuri. —Y ¡Quien está en la mierda eres tú! ¿Te imaginaste que un día alguien pondría tu mundo de cabeza?, apuesto que no, eres demasiado calculador para eso. Ichiji y tú están más allá de mi comprensión, me agradan, me agradan.

—Cuidado Roronoa, reconozco a los míos, no muerdas tu lengua o podrías ahogarte con ella, hasta aquí puedo ver tu autofilia y egocentrismo, no seas hipócrita. Y para que lo sepas, puede que yo crea y con total certeza que lo que sentías por tu esposa no era ni la mitad de fuerte de lo que has aparentado, ya que se cuando hablo con un hombre enamorado, y tú, no eres uno, no de ella, pero, ¿Sanji te cree? —observó cómo su rostro cambió. —¿Quién es Sanji en realidad?, ¿Postres dulces y sonrisa deslumbrante?, mi esposo no es solo un chico educado y de voz tersa y baja, a-ha, no lo conoces tan bien, Ichi es una completa pesadilla, y se perfectamente que lo llevó hacia mí, que, de hecho, fui yo. —le dijo altanero. —Pero ¿cuál ha sido tu caso?

—Oh, es una morbosa encrucijada, Charlotte, dormimos con la misma persona y ahora, ahora nos atormentamos por esos hermanos, el mismo azul eléctrico, y ahí está, dentro de ti y de mí, la misma tendencia latente a lastimar a quienes no debemos. Es como una bacteria. Al conocer a Ichiji le pregunté sobre Sanji, porque necesitaba saber de él, si me odiaba, si me resentía, dije el nombre de Tashigi en sus labios.

Katakuri levantó una ceja.

—Escucha, ya no me importa lo que hiciste con Tashigi, ese es su nombre, Tashigi. —Zoro apretó los nudillos y río de manera sardónica, levantando con brusquedad su cerveza y dándole un trago descuidado. —Lo que pasó entre ustedes es historia vieja, no me afecta, ya no me quita el sueño, no la amo como pensé que lo hacía y tuvo que aparecer Sanji para que lo entendiera, pero siento que me estoy volviendo loco y necesito hablar esto con alguien, es Sanji, pensé que me importaba lo suficiente para dejarlo ir, él no es un reemplazo de mi ex esposa, no lo es, él está en mi cabeza, y escucharlo es como tener mi propio Mozart en el cerebro, interpretando compulsivamente canciones que solo lo mencionan, las escucho en mi casa, viendo sus plantas, incluso en el trabajo.

Zoro continuó bebiendo, botando con suma fuerza el vaso. —¿Ichiji te importa, Katakuri? por qué si de verdad lo hace, entonces estás sintiendo lo mismo que yo ahora, y estoy seguro de que no son mariposas, podría empatizar un poco contigo, después de todo me caías bien.

—Básicamente, Zoro, no me ha importado nunca acostarme con una mujer casada, comprometida o reciente viuda. No he tenido problema con llevar a mis sábanas a sus encantadores hijos, mi problema empieza con qué nada me satisface ahora si no viene de él, su cara, su piel, su olor, incluso sus reproches. Él me provoca apropósito y yo amo provocarlo también. Y no solo es sexual, ya pasé por esa etapa de negación. El problema. —repitió. —Es que estoy contándotelo, pero supondremos que esta es una necesaria conversación entre dos idiotas, y no hay nada más sincero que una conversación de bar.

—Los hombres poseemos esa cualidad de mandar a la mierda todo, o lo jodemos absolutamente o lo arreglamos magistralmente, me complace ver que hasta un hombre como tú tiene un demonio personal, es tu perfecto merecido.

—Supongo, es graciosa la forma en que solemos ir en contra del otro, cuando él me ama, yo lo alejó, y cuando soy yo quien ama, él apenas y puede confiar en mí. —habló ecuánime. —Y cuando por fin los dos lo hacemos, entonces cosas como estas pasan.

—¿Qué te detiene de buscarlo? —Zoro preguntó.

—Mi amor lo lastima. ¿Qué te detiene a ti?

—Mi amor lo retiene.

Katakuri dejo un montón de billetes en la barra, Zoro se encogió de hombros y continúo viendo el partido.

—Escucha bien policía, no tienes la motivación de ir en contra de mí por qué esa mujer apenas y era algo para ti, en cambio yo no habría sido tolerante si las cosas se hubieran dado de otra manera con mi esposo; y tal vez admiro el hecho de que creyeras que dejar ir Sanji era la mayor prueba de tu amor, o tal vez ahora me hace sentir mejor saber que en este mundo hay otro hombre igual de imbécil que yo, como sea, para que lo sepas los Giants van a perder. —le dijo dándole una última mirada, la campana de la puerta se agitó cuando el empresario salió del establecimiento.

—Lo que digas. —Zoro frunció el ceño, los Dodgers hicieron una carrera y él abrió los ojos, después chasqueó la lengua. —¡Hijo de puta!

.

.

.

Apretó los puños con fuerza y escucho el sonido de la vieja televisión afirmando que tenía razón con el resultado del juego, camino dos pasos, diez pasos, antes de llegar a su auto pateó un bote de basura y gruño perdiendo la calma; respiró con furia.

Él sabía que creaba enemigos donde no estaban, acusando a ese hombre que era inocente. ¡Carajo! ¡Él lo había visto mirando a Sanji!, las náuseas de sus retorcidas cavilaciones lamieron su estómago.

—Así que otra vez todo el día ausente, bueno, al menos tengo toda la casa solo para mí. — Ichiji tenía los brazos cruzados y el peso de su cadera distribuido en solo una de sus piernas. —No me desagrada estar solo aquí, si quieres sinceridad.

—Mi casa es tu casa, ¿No? —se quitó su bufanda y la dejó en el perchero.  —Pero ¿qué hay de ti?, ¿Paso algo interesante en tu día? ¿Sigues despilfarrando nuestro dinero en regalos para extraños u ordenándole a los trabajadores quemar mis libros?

—Oh no, no puedo hacerlo, con tantas restricciones es imposible, no puedo expandirme cómo me gustaría.

—¿Restricciones? Pensé que te estaba dando una cantidad perfecta para ti, aunque puedo darte más dinero, si eso quieres. —besó su mano con lentitud. —Solo intenta abrir tu pequeña boca y decir: "Por favor, Katakuri", —levantó una ceja con humor. —Sabes que soy débil a eso... —tocó el centro abultado de su grueso labio. —"Por favor, Katakuri...", me sorprende que no hayas implementado un truco así en tu portafolio de artimañas en mi contra.

—Muy gracioso, pero cosería mi boca antes de agradecerte, no sé en qué contexto te gusta escuchar "por favor", pero solo hay uno en el que incluso a mí me apetece decírtelo, y estoy seguro que estamos coincidiendo. Sin embargo, no me rebajaría implementándolo a algo más, no soy tu furcia. —Ichiji dijo indignado. —Estoy siendo justo, si soy tuyo bajo un contrato, entonces debes de pagarme bajo mis propios términos. Soy tu trabajador, si algo no me gusta entonces puedo quejarme. La gente tiene un sindicato, ¿no?, yo tengo derecho a uno.

—Ingenua y tonta, tonta cereza, eres una joven e inexperta criatura. —acarició su cabello y recibió un manotazo. —Que ha vivido toda su tierna vida atrapada en una burbuja, ocultándose debajo del ala de papá, no quiero ser drástico pinchando tu burbuja y sacándote de la comodidad de ella, pero este es el mundo real así que despierta y empápate de la amarga y dura realidad.

«¿Qué me hiciste?», pensó en su esposo, en sus ojos radiándolo célula a célula hasta consumirlo, sabía que lo demonizaba y aun haciendo eso no lo quería menos.

—¿¡Sabes qué!? Sigo en esta casa porque no te mereces que me vaya y te deje disfrutar de lo que te ayude a conseguir. — lo señaló despectivo. —Arruinaste mi vida, así que no debes de ser tan insensible y no retribuírmelo.

«¿Qué te hice?»

Rápidamente Katakuri estaba frente a él; su sonrisa torcida era suficiente para hacerlo apretar la mandíbula y poner los puños quietos, a su costado, Ichiji trató de no cerrar los ojos y no suspirar cuando sus labios se colocaron en su pulso, besando con gentileza la vena azul.  —¿En realidad fui yo quien arruinó tu vida?,—su nariz se paseó por el cuello delgado, en los bordes de su cara y finalmente puso su boca en su frente. —Estoy prestándote atención, así que dime exactamente que arruiné y quítame la confusión, pues pensaba que ya eras un desastre desde antes.

—Tú deberías saber qué fue lo que arruinaste. —Ichiji acomodó las manos en su cara, su toque era suave. 

—¿Crees que la venganza te sirve?, ¿Te ayuda un poco...? ¿Te facilita las cosas? —Katakuri tomó su cintura. — ¿Es más fácil vivir conmigo así, enfrentándome cada día?

 —¿Qué más da?, solo sé que a veces me dejas sin opción, yo...quisiera dar un paso atrás y dejar de odi...

—Odiarme. —Katakuri asintió. —No sé si a estas alturas puedas retroceder o haya una resolución pacífica entre tú y yo, cereza, ¿pero puedo confesarte algo?, tal como ahora mismo, me gustas, eres inocente aun cuando intentas ser cruel, te ves bien para mi incluso cuando agitas una bandera de guerra...—suspiro cansado. —Estaré en mi despacho, tengo que trabajar.

«¿Qué fue lo que en realidad nos hicimos?»

Se detuvo y suspiró profundamente, agarro las llaves del auto y se quedó estático unos segundos antes de girar la manija y entrar al vehículo azotando la puerta.

.

.

.

—Solo sonrían y nada de ponerse tiesos. —dijo sacando la cámara de su estuche.

Reiju hizo una especie de signo de amor y paz con sus manos, ella era un hada de prado enamorando a todos los muchachos con su boina francesa y sus coquetos anteojos redondos, se dio una vuelta y todas las lentejuelas plateadas de su corto vestido la hacían verse traslúcida cuando el flash la increpó.

Tenía una foto de Yonji devorando una hamburguesa, y a Niji e Ichiji parados el uno al lado del otro frente a un enorme árbol de hojas húmedas.

Que fácil sería todo si los humanos no tuvieran motores de anarquía y furia, ¿Cuántos corazones estarían en luz?, casi quería reír maniáticamente, el mundo sangraba, su gente sangraba.

Alzó las manos, cerró los ojos, levantó la cara, se dejó ser con el olor a clorofila y dio vueltas y vueltas y vueltas.

Y cuando paró, la ciudad era negro y rojo —y si, muy hermosa—, las estrellas azul y blanco.

Ellos se detuvieron en un puesto ambulante de pan preparado, escucho como decidían entre mozzarella, prosciutto y casi todos, menos Yonji, se negaban a la mostaza.

—¿Quieres tú piadina con tomate? —Niji le gritó y él le respondió que sí de vuelta, solo mientras ellos esperaban la comida, Sanji camino frotándose los brazos.

Debajo de la cortina de una tienda miró a dos jóvenes arrellanados contra él otro. La chica tenía un larguísimo abrigo que cubría su delgadez extrema y los ojos maquillados de intenso púrpura vampírico, los pantalones de él estaban rasgados, los dos olían a alcohol barato y a hostales depauperados; estaban dormidos y su corazón se contrajo absolutamente conmovido, porque sus dedos flacos y largos estaban entrelazados con firmeza; se negó a pensar en Zoro, y como todas las mejores fotografías solo sucedían de instantes efímeros, se acercó a pasos lentos, enfocándolos, robándoles una parte célebre de sus almas para quedárselas él; una imagen símbolo de gente enamorada en su mayor expresión: Enamorados hasta la miseria.

El sonido hizo al chico despertar, sus ojos estaban rojos y drogados, pero instintivamente protegió a la chica con su cuerpo y le gritó que se largara lanzándole una piedra que casi dio en su cámara. Diez minutos más tarde, Sanji regresó de nuevo, les dejo a una distancia prudente dos hot dogs y dos gaseosas, así les pagaba la foto, el chico levantó una ceja llena de aros y se acercó a la comida.

—Los artistas son los seres más egoístas y dramáticos, siempre tomando y tomando como si tuvieran el derecho. —dijo sonriendo.

.

.

.

Cuando Zoro era un niño le atraían las nevadas, siempre pensó que había algo mítico en cómo los racimos verdes se volvían blancos al ser espolvoreados por la nieve, al ir creciendo se dio cuenta de lo común que era en su ciudad. Y que era aburrido tener que usar sal para derretir la nieve o qué Mihawk lo hiciera cavar la entrada por horas para poder estacionar su camioneta, entonces pensaba que el blanco era un color muy vacío.

Pero aun así había un algo que Zoro jamás admitiría más allá de lo mortalmente exasperante que a veces solía ser, y era que su ciudad de cuna se convertía en una especie de geografía fantasma, un sitio en donde las luces led cubrían metros y metros de los vecindarios sin tener que ser navidad, o cuando incluso en verano llovía, era como vivir en una esfera atemporal que los aislaba a todos, cuando uno es niño, cree que es especial, al ser adulto en cambio se debía de cuidar para no ser atrapado en las fauces de un sitio que en realidad estaba muerto y siempre melancólico.

—Apareciste más tarde de lo que esperaba, policía, estaba empezando a creer que apostar por ti no era una buena idea.

Se detuvo al escuchar una voz conocida detrás de él, saliendo justo del callejón que conectaba el restaurante con la casa de Zeff.

Tras esas palabras se disfrazaban un «Sabía que tú sí lo harías, qué si vendrías por él», que no cargaban envidia o resentimiento, eran absolutamente transparentes y aliviadas.

Con la punta de sus dedos rozó los geranios de las maceteras, y solo respiró un momento, volteándose, encarando a Ichiji con su uniforme de mesero, parado en el pórtico.

—No apuestes en mí, ¿de acuerdo?, creo que es mejor que arregles tu retorcida vida. —Fue tajante y hasta un poco duro.

El pelirrojo enarcó una ceja. —¿Te vas a unir al club de gente con algo para reclamarme?, ¿así es como le hablas a tu único aliado? Eres un horrible cuñado, mi hermano casi arranca mi lengua y la cocina porque mencioné que eras un buen hombre. —actuó con falsa indignación, Zoro puso los ojos en blanco.

 —¿Por qué le dirías algo así?, no sabes nada de mí. —Zoro metió las manos en sus jeans, Ichiji bufó, haciendo redondeles con su pie.

—Eres un buen hombre cuando estás con él.

A Zoro se le atoraron las palabras. —¿Puedes decirme en dónde está? — pasó las manos por su cabello, claro gesto de frustración. —Por favor, Ichiji.

—Arriesgaría mucho al hacerlo, necesitaría un argumento convincente. —las luces de adentro se apagaron. —O tal vez no, olvídalo, aquí viene.

Sanji cruzó la puerta, llevaba una playera blanca simple y la cámara colgada en el cuello por el listón, cuando lo vio sus ojos se ampliaron, su hermano aprovechó para entrar al restaurante y cerrar las rejas, Zoro lo saludó haciendo un esfuerzo porque su voz no saliera en una tonalidad ridícula, al tener a Sanji frente a él, un impulso eléctrico lo obligó a hacer un movimiento y estirar la mano para tocarlo, antes de rozar su mejilla la cerró en un duro puño.

Tomó una gran respiración y dejó salir el vaho de su boca, en el instante en que los ojos de Zoro contemplaron a Sanji, mirándolo con una cara de curiosidad y asombro, sintió un nudo creciendo en su garganta, lo observó, su cabello estaba mojado y olía a shampoo.

Cuando conoció a Tashigi los dos eran apenas unos años mayores que el rubio, por un momento se preguntó si al crecer en Sanji permanecería esa mirada vulnerable y diáfana o se iría con los años.

—Si sigues fumando así con suerte llegarás a los treinta.

Sanji que seguía con los ojos abiertos de modo excesivo, empezó a toser.

—Tu bebes cómo desahuciado y si no me equivoco estás a un paso de los treinta. — Se sentó tentativamente en la banqueta, encogiendo sus piernas y apagando el cigarro en la acera.

—Vengo aquí con un millón de razones por las que no soy el hombre adecuado para ti. —Zoro susurró. —¿Puedo sentarme junto a ti?, — el rubio se encogió de hombros, así que se sentó a su lado, se dio cuenta de los escalofríos que Sanji sintió cuando su pierna rozó la de él. —La última vez que te vi no quedamos en muy buenos términos.

—Me dijiste que fuera a casa. —su tono de voz trataba de ser indiferente y seco.

Zoro dejo salir una larga respiración. —Quiero darte una explicación.

—¿Para qué?, después dirás, "Entra al restaurante Sanji" o serás tú quien se vaya bajo una excusa que no quiero oír, me dejas en un limbo Zoro, y no sé si tenga tolerancia para seguir escuchando porqué lo nuestro no puede ser. Esto es un deja vu, ya lo hemos vivido antes.

—Si te dije que regresarás a casa, era porque sé que no habría dicho nada más inteligente que eso. ¿Por qué tengo que enterarme que te irás cuando discutes con tu padre? Habría preferido la verdad.

—¿Habrías actuado diferente?

—No lo sé Sanji. —le gruñó apretando los dedos en sus muslos. —Solo sé que dolió, que lo único que mi cerebro pudo entender es que tomarías un avión y te olvidarías de mí, dijiste que el tiempo no puede contra ti, pero ¿qué sabes realmente de relaciones más allá de chicos ricos besándote los zapatos todo el tiempo?, tal vez sabes que hay gente que chasqueando los dedos podría mover el mundo por ti fácilmente, pero...

—¿Te refieres a Kohza?, ¿Quieres decir que solo soy un simple chico mimado? —estaba ofendido. —Tal vez no te lo dije, pero tu ex esposa piensa eso, probablemente mi vida fue más fácil que la de muchos, pero no puedes juzgarme así. Y nada Zoro, no sé nada, tienes razón, el único que tiene idea de cómo querer, el único experto en relaciones, eres tú.

—No quise sonar así, maldición, sabes que jamás diría que eres materialista, es solo que...—Paso la palma por su cabello, despeinándolo, suspiró fuertemente y río con sarcasmo. —Estoy asustado, ¿contento?, felicidades, Francia es...wow.

Sanji encogió los hombros, sacó el mechero de su bolsillo y jugó con él, encendiendo y apagando la débil flama. —...Eres unos cuantos años mayor que yo, pero sigues siendo joven, te va bien en el trabajo y sé que te han dado oportunidades de irte de aquí, eres bueno en lo que haces, te admiro, incluso aunque haya gente que te odie como Smoker, no tienen los pantalones para dejarte fuera, quiero ser tan necesario como lo eres tú...

—Cuando te dije que vivieras conmigo pensé que aceptarías hacerlo.

El rubio no respondió.

—Ya nos había visualizado juntos, me siento un poco tonto.

Puso la mano encima de la de Sanji para que se detuviera con el encendedor. —Vamos, solo escúchame, por favor.

—Sé que no debí ocultarte lo que estaba ocurriendo. —susurró de repente.

—¿Por qué querrías volver?, tienes la oportunidad de tomar las mejores fotografías, Francia es un maldito paraíso culinario y también escuche que los trenes franceses son mucho más veloces que algunos vuelos de aquí; entras a mi departamento, me hablas de que vas a irte a.…demasiados kilómetros lejos de mí y que no es necesario que te espere, si pensaste que con eso me hacías las cosas más fáciles, no era así.

—¿Estás aquí para romper conmigo con el "honor de un hombre" o por qué? —gesticuló con los dedos. —Eres anticuado, hoy en día puedes hacer eso solo por un texto, entendería mejor el mensaje, sería más rotundo y sin tantas vueltas.

—Sé que estuviste buscándome en mi departamento. —inmediatamente después de decirlo el chico se puso tenso.

—No debí hacerlo, fue demasiado patético de mi parte. —evitó su mirada. —Siempre logras convertirme en este despojo.

Hubo una mueca triste y dura en el rostro del hombre. —Cuando las cosas con Tashigi terminaron muy en el fondo sabía que tenía que admitir que era lo mejor para nosotros. Contigo sé que, si te pierdo esta vez, será la última.

—¡Hemos roto demasiadas veces sin ser pareja!, pensé que no te importaría una más. —estaba pasando las fotografías de su cámara, una por una, cuando encontró la que buscaba lo hizo mirarla. —Esta es de unos días de haberte conocido, comías sopas instantáneas y tu piel se veía poco saludable, además gruñías todo el tiempo.

—Me veía horrible, ¿no? — bromeó.

—Pensé que eres muy...guapo. —Zoro se sonrojó, Sanji siguió pasando las teclas.

—Ace, Marco, Shanks y tú. — continuó cambiando. —Esta es de la playa, yo estaba muriendo de frío y tú parecías inmune a él, hablábamos de tus padres, de lo mucho que Shanks odiaba ese clima y Mihawk, al igual que tú, tampoco se inmutaba. Pensé que era gracioso, que éramos como ellos, seguíamos hablando y hablando, de ballenas y de nutrias, me hacías reír, decías cosas que hacían que sonriera. —cambio la fotografía. —Aquí estuviste a punto de besarme y pensé que habíamos ganado y que podíamos simplemente ser normales, pero dijiste el nombre de Tashigi cuando podía sentir tu respiración y tu aliento encima de mí, creí que me deseabas, pero la mencionaste a ella. —Zoro apretó los nudillos. —... Aquí tienes el ceño fruncido y estás enojado, es después de que intentaste alejarme con las amenazas vacías de que convertirías mi vida en un caos si me quedaba contigo, el día en que me confesaste tu historia con ella.

—¿De casualidad no tienes una de mi expresión de idiota cuando me dijiste que te irías después de pedirte formalizar todo?

—Me dejaste, Zoro. —le lanzó una mirada de displicencia.

—Y tú me ocultaste la verdad, Sanji.

—Salías conmigo para poder olvidarte de tu esposa falsa e infiel. —su voz era clara, su timbre sedoso y con recelo que no podía ocultar.

—¿Debo reclamar que la razón por la que te interesé en primer lugar, era por ser un escape práctico de tu demencial familia?, te usé y me usaste.

—No te estaba usando. —Sanji lo miró con los ojos grandes.

—Oh vamos, no te excuses bajo nobles motivos ahora. Al principio era algo como "buen sexo, no explicaciones, no presiones." —miró sus uñas, aburrido. —Pero después tu linda alma caritativa terminó pensando: "Oh, pobre hombre, está tan atormentado y sumido en su propio claustro de odio y miseria que voy a interceptarlo a la fuerza, porque nada se siente mejor que hacer el bien".

—¡No te estaba usando, Zoro! Nunca pensé eso. —repitió de nuevo, indignado.

El moreno se encogió de hombros, con simpleza. —No de forma consciente por lo menos, pero de alguna forma, ambos sabemos que lo hacías, la realidad es que no te enamoraste de mí por qué...unicornios, días soleados, helados de chocolate, orgasmos demoledores, felicidad, mariposas y esas estupideces, tú querías salvarme y yo quería protegerte.

—¡Eres un manipulador horrible y descarado tratando de voltear las cosas para ponernos en la misma posición de la balanza!, y lo peor de todo....es que funciona. —sus cejas bajaron, él estaba frente a Zoro observándolo con sus enormes ojos azules de casi niño, Sanji perdió la determinación cuando Zoro puso la mano en su cara y acarició con suavidad sus pómulos. —Deja de hacerlo, deja de quebrantarme, por favor...

Zoro dejó de tocarlo, comprimiendo su mano con aflicción. —Lo siento, siento no estar haciéndote feliz, algunas veces todavía pienso que eres una alucinación.

—¿Por qué?...

—Llegaste en la peor etapa de mi vida, no lo hiciste como una persona normal, solo apareciste y de pronto ya no te podía sacar de aquí. —tocó su cabeza. —No sé si puedo decir que te amo, no deseo que si lo declaro parezca un acto desesperado para no perderte, pero tengo todos los síntomas que esos pobres desventurados, no es como...con ella, pero siento algo casi... —miro sus manos. —Visceral, me das lo mejor de lo dulce y lo agrio al mismo tiempo. Me desarmas, no necesitas decirme que me has sido infiel con media explanada para descomponerme, solo te mantienes sonriendo, mordiéndote los labios o tarareando esas viejas canciones y algo en mí se oprime.

No lo miró al confesarlo, él era serio enfocándose en la oscuridad de la noche, solo preguntándose si Sanji realmente entendería su punto, si podría darse cuenta que sabía en donde estaba el error, cualquier cosa, algo.

—La razón por la que no quise verte durante todos estos días era porque estaba pensando en que es lo que haremos para hacer funcionar esto, Sanji. —arrojó una piedra como un muchacho haciendo un mohín, su mirada era sincera. —Tu decisión es irte y la voy a respetar, en lugar de ofuscarme tuve que haberte apoyado en primer lugar, pero no puedo sacarme de la cabeza lo temerario que es. —sonrió tristemente. —Soy un exagerado, ¿de acuerdo?, tal vez incluso un hipócrita, cuando eres joven amas vivir en vilo: Así que rompe todo, ve a todos los lados que puedas, emborráchate en esos bares bohemios, escucha esas historias locas que las personas quebrantadas van a contarte, ellos tienen las mejores anécdotas...Simplemente conquista Francia, cuando regreses y si estás dispuesto a ser quien me espere a mí, entonces te recibiré siendo el hombre que mereces, alguien adecuado, alguien acreedor de ti, quien sabe, tal vez te haga muchísimas veces más feliz de las que ahora te hago ser infeliz.

Sanji respiro profundamente y puso las manos a cada lado de sus sienes. — ¿Realmente hablabas en serio cuando me pediste mudarme contigo o fue lo primero que pensaste cuando mi padre empezó a decir todas esas tonterías?

—Nunca se trató de sexo casual, no teníamos un título, pero sé que tú sabías que había algo más, yo no duermo con mis amigos, Sanji. No te mentiré, al principio estaba seguro de que no querría otra relación seria en mi vida, pero heme aquí.

—Zoro...

—Ya no sé qué fue ella en mí, pero ya no siento ni un poco de lo que me motivaba a intentar recuperarla. Quiero estar contigo como sea, como desees, así sean dos años sin ti, o tres, o cuatro, me importa un carajo un calendario. Si quieres que trate de ser positivo asegurando que la distancia no va a arruinarnos, lo haré, supongo que, si nos esforzamos, entonces...

—Y te diría sí, siempre sí. —lo interrumpió. —Pero si rompes mi corazón de nuevo no podré volver a perdonarte, no sabré hacerlo. No tendré el coraje para pensar que eres un buen hombre y lo ultimo que quiero es terminar despreciándote.

—Lo sé.

—Necesito a alguien que me quiera y me dé la oportunidad de quererlo, sin embargo, tú eres un hombre que se tiene miedo a sí mismo.

Zoro quería protestar y dar un argumento válido, Sanji puso el dedo sobre sus delgados labios para callarlo. —Es a lo único que le temes Zoro, estas asustado de ti.

—Si te dejo ir no vas a regresar. —Zoro tomo su mano con suavidad, apartándola de su cara. —No estoy hablando de Francia, estoy refiriéndome a que, si te vas, así, sin que nosotros seamos lo suficientemente claros entonces ya te habré perdido, si me das la oportunidad entonces voy a estar contigo y si no lo haces, al menos no me recuerdes como a un pobre cobarde. —bajó la mirada a sus manos, había atrapado nuevamente los dedos de Sanji entrelazándolos con los suyos. —No tiene que acabar mal, no tiene que ser así, no tenemos que separarnos si no lo queremos, yo no lo quiero, pero ¿tú?...

—Eres un buen hombre.

—No me basta con ser un buen hombre.

—¿Entonces con qué te bastaría?

—Para empezar, con tu perdón. —le sonrió herméticamente.

—Lo tienes. —Sanji estaba balbuceando. —Son dos años, tal vez más..., estas advertido.

—No sabes lo humillante que va a ser pedirle a Shanks que me enseñe a usar Skype —dijo justo frente a su cara. —Él no me va a dejar vivir en paz, puedo escucharlo en estos momentos riéndose de mí.

Sanji parpadeó furiosamente, debilitándose por lo natural que era el sonido de su risa, buscó en sus bolsillos por una cosa, y alzó la mano que se agitaba en pequeños temblores, estaba nervioso, jadeo cuando la enorme mano morena cubrió la suya y la apretó, haciéndolo controlarse.

—No te entregué las llaves de tu departamento.

—Quédatelas, son tuyas.

Bum Bum era el sonido que Sanji definiría, hacia su corazón desbocado. Escuchó el rugido de Zoro cuando se tiró encima de él sorpresivamente, sus dedos enterrados en las solapas de su camisa. —¡Tú! —arrugó la tela.

—¿Yo qué? —Zoro respondió altanero, con la mirada ensombrecida y los hoyuelos enmarcando sus hermosos rasgos cincelados.

Sanji tomo sus manos y las estiro encima de su cabeza con violencia. —Estoy botándolo todo una vez más y apostando a ciegas. Mi dignidad debería de ser suficiente para no perdonar tan fácil, pero no lo es, si me mientes voy a odiarte. Voy a odiarte de verdad Zoro.

—Si te miento te dejare comerte mi corazón, Sanji. —se zafó, invirtiendo los papeles y dejándolo abajo. —Te dejaría arrancarlo.

—Si ella regresa en mi ausencia y tú me dejas, te atormentare. —Sanji jadeó empujándolo fuera, Zoro se sentó en el suelo, sus ojos levemente rasgados y brillantes de astucia y malicia.

—Y si tú te enamoras de un francés lo desapareceré, si tiene suerte. —levanto un lado de sus comisuras, mirando sus tupidas pestañas rubias.

Sanji sonrió, acomodándose encima de él otra vez, bajó el rostro lentamente, sus narices se rozaron y su aliento también. —Soy real... —sus labios se frotaron con los suyos, impacientes, su cabello flotaba con destellos blancos por las luces mortecinas, las grandes manos de Zoro tocaron su espada y bajaron lentamente a su cadera, lo abrazó con fuerza y lo hizo caer totalmente sobre su cuerpo, acunándolo.

Zoro lo sujetó con más certeza, no dijo nada al principio, Sanji enterró la cara en su cuello y dobló las piernas encima de las de él.

—Nunca debí dudarlo.

La manera en que lo pronunció fue todo lo que Sanji necesitaba escuchar.

—Tú—Sanji se detuvo, sus ojos estaban realmente abiertos cuando escucho el ronco tono de su abuelo. —Y tú. —Zoro hizo una mueca. Zeff había entrado al pasillo y no se veía feliz. —Adentro, ahora.

;u;

Yonji gruñía como un animal, contestaba con monosílabas y graznidos, mostrando su animadversión —mucho más controlada que antes, de hecho, ya era ridículamente cómica—, hacia el policía. Niji no tenía vergüenza para carcajearse de ellos e Ichiji solo se encogió de hombros y se fue a su habitación.

—¿Por qué demonios siempre tienen que hacer un espectáculo? —el viejo masajeó su entrecejo.

—Escuche que conociste a la abuela en una obra de teatro, cuando ella suspiraba y enviaba cartas subidas de tono a Gregory Peck. —Niji dio un paso rimbombante hasta la alacena y empezó a revolver los cajones, buscando galletas de chocolate. —Somos escénicos por naturaleza anciano. ¿Por qué hay más galletas de vainilla que de chocolate aquí? —frunció las cejas. —Esa es la única verdadera preocupación que deberíamos tener.

—Era la puerta trasera, no había nadie, solo tenemos basureros y una farola que sirve cuando se le da la gana, no hacíamos nada. —Sanji rezongó.

—¡Y un carajo Sanji! —Yonji golpeó el puño en la mesa. —No es divertido verlos lamerse la cara como gatos.

—Limón verde.

—No, no, eso no es lo que me importa de todos modos, pero no estarás pensando en quedarte aquí ¿Verdad? —dijo desconfiado. —Espero no estés pensando en desertar solo por qué él ha venido con sus sonrisas torcidas y su "carisma negro", memoriza lo mal que la pasaste, ¿sí?

—Limón verde. —la voz aburrida del anciano llamó a su nieto, quien siguió reclamando hasta que Zeff lo jaló de la sudadera y lo colocó en un rincón, rezagado, obligándolo a estar quieto. —Controla tu temperamento, mocoso insolente. —lo apuntó con su bastón. —Yo soy el único que puede reclamarle algo a tus hermanos o a ti.

—Señor Redleg, hermano de Sanji con un fuerte complejo de lobo alfa. —Yonji le gruñó y Sanji puso la palma en su cara, resoplando. —...Sanji me ha hablado de lo infinitamente agradecido que está de contar con su apoyo en su decisión... —el rubio lo miró cautelosamente, él jamás había mencionado algo así, el viejo y el nieto en cambio relajaron sus posturas. —Era de lo que estábamos hablando, nada ni nadie va a hacerlo quedarse, sobre todo porque ama este restaurante y quiere influir en su crecimiento, y porque aprecia la preocupación que Yonji tiene por su futuro. Su decisión es sumamente personal, pero también está conmovido por su impulso.

—Amm, ¿qué tierno, supongo? —Niji mordió su galleta. —Oye anciano, ¿Cuántos minutos tengo que meter los nuggets de pollo en el microondas? El descerebrado de Bellamy los quemo la última vez. —de inmediato levantó las palmas en su defensa. —Y aunque estaban quemados, los comimos y no desperdiciamos nada, te lo juro.

—¡No, no, no, no es cierto, yo no dije eso! —Sanji fue tras él, tratando de cubrirle la boca.

—Ustedes han sido una gran motivación. —Zoro tomó la mano de Sanji para que dejara de molestarlo. —Y él no sabía cómo expresárselos. —tocó su pecho actoralmente. —Lo que han visto, era su lado sensible, sobre mí, no ha sido la redención de dos amantes, para nada, era un chico sincerándose sobre sus...

—¡Zoro ya cállate! ¿Qué son esas ridiculeces? Estás haciéndolo a propósito, te conozco. —susurró en su oído, moliendo los dientes.

—Deja de fingir muchacho, simplemente espero que entiendan que mi restaurante no es ningún sitio para reconciliaciones y peleas, si van a maullar como dos gatos, largo de aquí, vagos disfuncionales. —Zeff les dijo con dureza, asintieron al mismo tiempo, pero había un leve rastro de humor en el anciano.

;u;

Algunas veces tenía que parar, sostenerse de un mueble y respirar a profundidad. En el restaurante —su casa. —, estaban casi todas las personas más importantes en su vida; él estaba bien, pero también era una persona fragmentada de cierta forma, si pensaba en Charlotte Katakuri automáticamente escuchaba un réquiem en su cabeza, se sentía como vivir en una dimensión alternativa, costaba aceptar que era real que simplemente se había acabado.

Usar uniforme era...bueno, no podía quejarse, era muy normal en realidad, nada era tan extremo como Niji le había advertido que sería trabajar, anotaba lo que la gente comería con un rotulador y le entregaba a Usopp la nota, como magia, quince minutos después tenía que regresar por el platillo ya hecho a algún cliente.

Sí, había algunos padres gruñones y niños estresantes, además del amigo gallina de su hermano que en todo momento lo miraba como si fuera a ofrecerlo en sacrificio.

Un hombre rubio sentado en la mesa que estaba al lado de la ventana levantó su mano para llamar su atención y saludarlo con alborozo, Ichiji lo miró sorprendido mientras se acercaba a él.

—¿Paulie?

—Ciao, Ciao Ichiji! — el economista sonrió colocando el mentón encima de sus curtidas manos. —¿Cómo te encuentras?

—¿Qué haces aquí? —le preguntó con desconfianza, dejando la bandeja negra que tenía sobre una de las mesas vacías.

—Bueno, esto es un restaurante, la gente de Whole Cake no estamos vetados del... —buscó discretamente el nombre del establecimiento tallado en uno de los pilares. —Baratie, ¿verdad?

—No, no lo están si compraran algo, pero no espero que vengan aquí para ser amigables. —dijo lacónicamente. Había venido gente no deseada solamente para intentar hablar con él sobre el "asunto" con su esposo. Lo más atrevido fue un estúpido chico en traje de tweed que parecía muy feliz y dispuesto a la nueva soltería de Katakuri. Un perdedor de cara bonita, novato conductor de un programa te televisión local, casi le tiró el espagueti en el cabello.

—He escuchado rumores por ahí. —Paulie se hizo el desentendido. —Pero solo son idioteces a las que no deberían de prestarle atención.

—Sí, supongo... —su pose arisca cambió de inmediato, estaba menos a la defensiva.

El italiano levantó el menú y pasó la mano por su corta barba. —No sé qué escoger, lasaña o albóndigas. Es todo un dilema. ¿Qué es lo que has comido tú?

—¿Y por qué te importaría?

—Cu-rio-si-dad-dijo rítmicamente, su voz roncaba evidenciando que era un fumador empedernido.

—Lasaña.

—¡Entonces también será lasaña!, y por cierto, toma. —Ichiji miró con recelo al hombre meter la mano dentro de su saco.

—Creí haber sido lo suficientemente claro con Katakuri, no voy a recibir nada, así que ni siquiera te molestes en sacar el cheque. —frunció el ceño y arrugó la respingada nariz blanca.

Ichiji sabía que era un inútil, y estaba seguro que Katakuri también sabía que era un inútil, no había crecido como alguien que supiera el valor del dinero, su padre no había sido el mejor ejemplo, razón por la que su familia terminó en tantos problemas económicos en primera; pero tenía un trabajo, suyo, y si se lo proponía podría ser lo suficientemente hábil para vivir por propia cuenta. Hizo los ojos pequeñitos.

—Si él te pregunta, puedes decirle que soy muy bueno haciendo cuentas, el otro día uno de los proveedores estaba tratando de verle la cara a Niji, ya que estaba distraído con su celular y... —se calló de repente. —¿O estás aquí para hablarme del divorcio? ¿Crocodile está afuera? —instintivamente se tocó la cara.

—Nada de dinero, descuida, no seas paranoico. —continuó abriendo su traje, extendiendo un libro en sus manos. -"Melmoth el errabundo", seguro va a gustarte, aunque no pensé que fueras del tipo al que le gusta la literatura de género.

—¿Por qué estás dándome esto, Paulie?. —suspiró cansado, regresándoselo. — ¿Katakuri te envió, cierto?

Paulie se quedó callado, parecía serio.

—Fue él. —Ichiji insistió.

—Simplemente pensé que podría gustarte este libro. —el rubio sonrió. —Tu esposo no tiene nada que ver con que esté aquí, me agradas, él y tú me agradan. —evitó la cara de Ichiji apropósito y golpeó sus uñas perfectamente cortas en el mantel. — Voy a querer vino también, por favor, que sea tinto.

— ¿De verdad él no ha sido quién te ha mandado?... —no sabía que identificar en su tono, si esperanza, desilusión, molestia o un atisbo de alegría.

El rubio abrió la boca, ponderando su respuesta. —No Ichiji...Él no me ha mandado, lo siento, lamento decepcionarte.

Ichiji asintió lentamente. —Am, em, bueno, está bien. —trató de actuar con naturalidad. —...Solo repíteme de nuevo tu orden. ¿Lasaña y vino blanco?

—Tinto. —sintió lástima por el chico. —Un día de estos podrías cenar con Margaret y conmigo, le gusta la compañía.

;u;

—Regresaste a la escuela. —Paulie dijo una tarde mientras cortaba su filete. Ichiji había ido de inmediato a ponerse el uniforme después de la universidad. —¿Qué tal es?

—Normal, supongo que lo de siempre; tengo un proyecto que entregar. —Inversiones extranjeras y nimiedades que parecían un martirio, además aburrían como la mierda. —Mi compañero de equipo es el hijo de los Gang Capone, así que bueno, está bien, tenemos algo de noción del tema.

—Ajaaam. —El rubio se detuvo para darle una mordida a la carne, hizo una pausa y levantó la mano. —¿Qué salsa es esta?, tu hermano cocina delicioso, podría tener un orgasmo por medio de mis papilas gustativas. —tosió un poco, limpiándose la comisura de la boca con una servilleta. —No he querido sonar como un hombre indecente, pero es muy bueno. De todos modos, regresando al tema. ¿Estás en relaciones internacionales o estoy equivocándome?, —partió un trozo de patata a la mitad. —¿Son buenos contigo, tus compañeros...? Nadie está metiéndose contigo, ¿o sí?

Ichiji rodó los ojos.

—Hace mucho que deje de tener diez años, Paulie, nadie está robándome mis lápices de colores o el almuerzo y en caso de que sucediera, créeme que se arrepentirían. —sonrió lentamente, al rubio se le enchino la piel.

—Lo sé, es solo que las personas siempre quieren estar informadas de todo y tus amigos pertenecen a un círculo social un poco...

—Son elitistas.

—No quiero juzgar, pero estoy conociendo facetas de estas personas que no me gustan demasiado, están llenos de supuestos, es exhaustivo.

—No son mis amigos, pero para que lo sepas estoy bien, he escuchado a algunas personas hablar de la ridícula actitud que tuve en la cena de celebración por el ascenso de Katakuri, pero está bien. Lo que sucede en mi vida no es el centro de las suyas, es diversión pasajera, en algún momento se les tendrá que olvidar. —no lo miro a los ojos. —Soy parte de ese círculo, se cómo se maneja, hacia lo mismo...

—¿Cómo piensas cubrir los gastos? —preguntó con seriedad, sabía que el muchacho tenía que recibir un estipendio, pero su terquedad magistral estaba muy lejos de una negociación, Ichiji lo miró con recelo, él le sonrió flojamente. —Soy realista, son pagos muy elevados para cubrirlos con tu nuevo empleo.

—Pensé que tendría problemas para pagar la siguiente colegiatura, pero parece ser que mi padre ya había cubierto el resto del año por mí, quería tratar de hacer algún tipo de convenio por mi parte, pero simplemente me dijeron que no era necesario. No quiero pensar mucho en eso, solo tengo que dedicarme a gastos menores, no es nada de lo que no pueda encargarme.

—No tienes que hacer esto, tu vanidad por no aceptar la ayuda de Katakuri podría meterte en problemas, solo piensa que es normal que al final de algunos matrimonios haya ciertas facilidades para no crear un desequilibrio económico en alguno de los miembros, por lo menos por un tiempo.

—Creo que tu orden esta lista Paulie, iré por ella.

;u;

—¿Drácula? ¿En serio? Leí a Bram Stoker cuando era un niño, era de mis favoritos. Tal vez después puedas darme La madriguera del gusano blanco, también.

—No abuses. —se río.

—Cada vez que vienes a comer me entregas un libro diferente, te he aceptado Cumbres Borrascosas aunque, sinceramente no quería hacerlo, ¿tengo cara de un fanático de los romances?, aunque también me has dado algunos buenos de Lovecraft. ¿Al menos has leído algo de lo que me das?

—Nop... —se rasco el cuello. —Pero Maggie me ha dado consejos de libros que podrían gustarte.

—¿Y no le molesta eso? ¿Qué estés obsequiándome libros? —cuestionó dubitativo.

—Estos. —señaló sus ojos azules. —Son solo para ella. Mi esposa es prácticamente una amazona, te aseguro que no haría nada que lograra que esa mujer se enfadara, si te digo que he visto al diablo en persona, y se ve como una chica country de cuarenta y cinco kilos y un metro sesenta, no me lo creerías.

—Esa es la única razón por la que estoy aceptando todo esto. —dijo sonriendo y después bajó la mirada acariciando la pasta dura. —¿Podrías responderme algo?

—Venga. --el sonido de su voz se perdió cuando la campana de la puerta sonó y Zoro y Sanji entraron, su hermano se comenzó a poner la filipina y se metió a la cocina, el policía se sentó a esperarlo, Ichiji bajó la mirada a la mano de su amigo—sí, era su amigo—, y estudió la argolla plateada en su dedo, era mucho más sencilla y de material barato comparada con la que Katakuri le había dado a él durante su boda, pero tenía un lugar inamovible en la piel del italiano.

Movió ligeramente sus propios dedos, blancos y largos, él no usaba ningún anillo, desde que se casó raramente lo había hecho, y lo mismo sucedía con Katakuri.

—¿Cómo está él? —sus ojos chispearon.

—No olvides de quien es hijo. —Paulie le sonrió, Ichiji recordaba que cuando se conocieron el rubio parecía muy cercano a las raíces de su esposo. —Charlotte puede lidiar con todo, dudando hasta pareciera que no lo conoces.

—Por favor no menciones a su padre, Katakuri es distinto del señor Kaido, se ha esforzado para ser reconocido por sus propios méritos, y no por quien fue ese hombre. —tal vez no lo había conocido, pero a pesar de las grandezas que el resto hablaba sobre él, el pelirrojo no podía tenerle respeto a Kaido.

—Tienes toda la razón. —Paulie dijo mientras prendía un cigarro. —Oh, no lo pregunte. ¿Es zona libre de fumadores, tengo que apagarlo?

—Se supone que lo es, pero mi hermano siempre fuma aquí. ¿Linlin está siendo muy dura?, ¿Qué hay de Oven? —su tono se volvió ligeramente molesto. —Es su principal detractor, siempre tratando de rivalizar con él y hacer menos sus logros.

—Calma, ¿de acuerdo? —Paulie levantó su vaso de agua y bebió. —Yo no podría responderte esas cosas, aunque quisiera. ¿Por qué no le hablas por teléfono y le preguntas todo eso tú?

—¿Por qué lo haría?, estamos separándonos, lo último que querría sería a mi haciendo un cuestionario.

—Ha sido una separación amistosa, podrían ser amigos.

—No es posible, la amistad entre ex amantes, no existe. —negó enfáticamente. — No sé en qué momento daremos inicio a los trámites del divorcio.

—Todo el mundo está muy ocupado en la empresa, obviamente Katakuri más que nadie, de sus decisiones depende mucho. —dijo conciliador.

—Nuestro matrimonio está en segundo término. —susurró mordiéndose el labio. - ¿Simplemente debo esperar a que vuelva a recordarnos, cierto?

—No creo que necesariamente tenga que ser eso.

—¿Y entonces?

—La madriguera del gusano blanco, ¿de acuerdo?, te lo traeré cuando regrese. -espeto de manera paternal.

.

.

.

.

Ichiji alumbró con la linterna las páginas del libro, no era su favorito, Cumbres Borrascosas no estaba ni de cerca de su lista de preferidos, pero sus páginas arrugadas le daban cierta paz nocturna que necesitaba. Que requería.

Las cosas eran simples, amar no era el problema, el problema era ser correspondido, entonces, solo entonces, ofrecías la oportunidad de que te destruyeran, pero era el mejor tipo de destrucción, tú afilabas la espada y ofrecías la piel; eso hacía el amor, solo para rehabilitar después, recompensando por lo que se llevó y lo que rompió.

Su dedo paseo lentamente por las amarillentas hojas, casi como sintiera pena por el árbol que pereció para poder llenarse de letras, pero no lo hacía, no tenía esa nobleza.

—¿Ya te olvidaste de mí?, ¿Lograste enterrarme en el fango de tu cerebro?, y si fue así, ¿cómo lo hiciste?... —susurró con la voz quebrada.

«¿Con qué derecho me abandonaste?...

... Ni la miseria, ni la bajeza, ni aun la muerte nos hubieran separado, y tú, sin embargo, nos separaste por tu propia voluntad. No soy yo quien ha desgarrado tu corazón. Te lo has desgarrado tú, y al desgarrártelo has desgarrado el mío.»

Se comprimió en sí mismo odiando la lectura, acuchillándose con cada una de las letras.

Leer era un esfuerzo, funcionar requería todo un proceso, sintió un aliento invisible en su cuello y un susurro en su oído, unos brazos fuertes y poderosos rodeándolo por detrás, pero no había nada, se sintió pequeño y perdido en el bosque.

«De lo que sea que nuestras almas estén hechas, la suya y la mía son lo mismo.»

Se recostó bocarriba y colocó el libro abierto sobre sus labios.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).