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Ni tan casados por jotaceh

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Día 115: Su petición 

 

Hay veces que uno hace cosas que no quiere, que por más que el corazón te lo grite, prefieres callarlo y seguir adelante. Eso me sucedió con la petición de aquel sujeto, que por más que me estremecía al pensar que le vería, seguía sobre aquel vehículo, rumbo a la playa, a aquel pueblo perdido en donde estaba un fantasma que jamás pensé que existía.

 

-No es que le esté ayudando, sé que es una persona horrenda, pero si hay alguien que debe saber su historia, eres tú - Gaby intentaba explicarme por qué hacía aquello.

 

-Y que te hayas venido a vivir acá fue una coincidencia, ¿o siempre quisieron encontrarlo? -

 

-Flo tenía sospechas, así es que quise acompañarlo, especialmente porque tenía que ver contigo. ¿Qué pensabas? ¿Qué te iba a dejar por un hombre? Claro que no, quería ayudarte a que supieras tu propia historia -

 

Mi amiga intentaba sonreír, y aunque me alegraba escuchar sus palabras, no podía responder de la misma manera, y es que mi cabeza estaba repleta de preguntas y miedos.

 

Manuel también me acompañaba, aunque no decía palabra alguna, solo me apretaba la mano para darme ánimo, supongo que sabía que lo mejor en ese momento era el silencio, ya tenía suficiente con las voces en mi cabeza.

 

-Llegamos - dijo la gorda al estacionar frente a la cabaña donde se estaba alojando.

 

-¿Mi papá está adentro? - preguntó nervioso mi novio.

 

La mujer respondió con una señal, por lo que mi primo decidió ingresar a la estructura frente al mar. Desde que nos habíamos ido de Lo Aromo que no le veía, a aquel hombre que le crió y que luego supo que no era en realidad su progenitor.

 

-Manuel, querido, tanto tiempo - el anciano se acercó para abrazarle, tan solo que fue su hijo quien le detuvo.

 

-¿Puedo seguir diciéndote papá? -

 

-Lo soy, aun cuando no lleves mi sangre. Te amo con todo mi corazón, eso nunca lo dudes - Florencio sonrió como si sus palabras fueran obvias, sin embargo, en la mente de Manuel no lo era.

 

Y como si fuera un niño pequeño, dio unos pequeños pasos hasta recaer en los brazos de quien tanto echó de menos.

 

Mi primo no suele hablar de sus sentimientos, ni de lo que piensa (si es que lo hace), pero eso no significa que no sea humano y que pueda emocionarse hasta llegar a las lágrimas.

 

Por un instante, olvidé a qué había ido a ese pueblo y me vi invadido por aquellas lágrimas que más que nada correspondían a alegría y amor. Estaba dichoso que el hombre a quien amo se reencontrara con su padre y que pudiera ordenar sus sentimientos, esos que yo ayudé a desordenar.

 

-Bien Nico, ahora es tu turno -

 

Flo se secó las lágrimas y se dirigió hasta mí.

 

-¿Estás preparado para esto?

 

-No... Claro que no, pero sé que me merezco una explicación - fui sincero.

 

-Debes ser valiente, porque lo que vas a ver es lo más horrendo que hayas podido imaginar -

 

-Nico, esto no es un juego, ¿entiendes? - Gaby también me advertía.

 

Y aunque creía que estaba preparado, muy en el fondo sabía que todo me afectaría demasiado, que jamás podría prepararme para enfrentar a quien me arrebató a mis padres cuando yo era apenas un niño.

 

Dejamos nuestros bolsos en esa cabaña y nos dirigimos hasta el lugar donde se encontraba Lucas Grimaldi.

 

El pueblo era muy pequeño, unas cuantas casas reunidas alrededor de una plaza. En el centro una iglesia de madera que apenas se mantenía en pie. Al fondo se veía claramente el océano, aquella enorme masa de agua que rugía brava en medio del invierno.

 

Caminamos por el lugar hasta llegar a un punto alejado, donde ya no habían vecinos y sólo se podía divisar una gran pradera verde. Logramos distinguir a lo lejos una casa, una pequeña estructura de madera de la cual emanaba el humo de una vieja chimenea.

 

Al llegar a la puerta de aquella vivienda, Gaby llamó a sus dueños. Así, apareció un anciano de pocos cabellos blancos, piel tostada y arrugada, que ocupaba un bastón desgastado para moverse.

 

-Son ustedes de nuevo, quien buscan está donde siempre, pasen - dio su permiso para que ingresáramos más al fondo en su predio.

 

-¿No vive con él? - consulté.

 

-Ya verás dónde ha vivido todos estos años - sentenció mi tío.

 

En medio de los primeros árboles del bosque, se encontraba una bodega, una antigua habitación de construcción precaria, con el suelo de tierra y paredes de madera que pareciera que se caerían al menor viento.

 

-Está ahí dentro, aquí es donde vive -

 

Justo en ese instante un fuerte escalofríos recorrió mi espalda. Era un lugar espantoso para que un ser humano pudiera vivir. Podía distinguir algunas pisadas de animales, probablemente aquel lugar era ocupado de establo, lo que conlleva toda la suciedad que eso significa.

 

-Te estaremos esperando aquí afuera, cualquier problema que tengas grita y nosotros te ayudaremos - Manuel me daba ánimos antes que entrara para encarar a mi verdugo.

 

Respiré hondo antes de entrar, empujé la puerta y de inmediato fui invadido por la oscuridad, aunque fue el hedor lo que más me impactó. Aquel asesino estuvo viviendo como un verdadero animal por más de veinte años.

 

-Has crecido mucho, Nicolás - escuché una voz desgastada que provenía de la esquina más alejada.

 

-¿Por qué me hiciste llamar? - no iba a hacer vida social, cada segundo en ese lugar era una agonía y quería escapar.

 

-Porque el destino quiso que nos volviéramos a reunir. Nuestro tío apareció de pronto aquí -

 

Mi abuela tuvo ocho hijos, entre ellos está Florencio, José Antonio que fue mi padre y Carolina, la madre del sujeto que tenía en frente.

 

Sentí que en medio de la oscuridad un cuerpo se levantaba del suelo y caminaba hacia mí. Con la poca luz que se colaba desde las ranuras de la madera podrida, pude distinguir a Lucas, a ese hombre extremadamente delgado, de cabello cano que caía hasta llegar a su pelvis, de una prominente joroba y escasa ropa. Tal como el lugar, olía fétido y su voz estaba desgastada. No parecía tener cuarenta años, sino que mucho más.

 

No sabía que le había sucedido, pero el estar allí le había destruido, le había rebajado a un nivel más bajo que la misma esclavitud. Ya no podía verse como un humano, ni siquiera como un animal, más parecía un espectro.

 

-¿Qué quieres de mí? - 

 

-Mi padre asesinó a mi madre cuando tenía cinco años. La vi desangrarse mientras él me violaba, cosa que hizo por años hasta que un día me percaté que tanto sufrimiento no podía tener consecuencias buenas. Todo el mundo idolatra a los mártires, a quienes perdonan a sus demonios y que aprendan bondad mientras el mundo les hace mierda. ¡Estúpidos! ¿Cómo van a creer que de tanto sufrimiento va a salir alguien puro? Claro que no, todo lo que sufrí me convirtió en lo que soy, en este monstruo que asesinó, descuartizó y torturó a todos quienes se interponían en su camino hacia la felicidad. ¿Sabes que asesiné a una zorra que estaba embarazada? Pues sí, la partí desde el ombligo hasta el vientre, con feto y todo -

 

-¿Qué quieres de mí? - no quería escuchar sus relatos horrendos.

 

-Corté al inmundo de mi padre lentamente, gocé cada pedazo de carne que le quitaba a ese hijo de puta. Y maté a muchos otros, pero... Solo me arrepiento de una, porque nunca lo planeé, nunca lo quise y es que eran inocentes. Tus papas eran inocentes y no se merecían lo que les sucedió, pero no tenía otro remedio, Diana se empecinó en contar la verdad -

 

-¡No digas el nombre de mi mamá! - grité espantado al saber que ese ser tan oscuro me la había arrebatado.

 

-Ella era una buena mujer, te quería mucho, al igual que José Antonio, por eso me dolió mucho el dejarte huérfano. Me arrepiento hasta el día de hoy haberte hecho sufrir lo mismo que yo padecí. Y aunque no lo creas, después de eso no volví a matar a nadie más -

 

Lucas se acercó un poco más, por lo que pude ver su rostro por primera vez desde hace más de veinte años. Como un as de luz, llegó a mi cabeza un recuerdo fugaz. Yo le conocía, le había visto en mi infancia, recuerdo muy bien sus ojos repletos de tristeza, carentes de brillo y aquel sentimiento que apenas puedes describir y es que no es humano, porque tanta maldad es inimaginable. Le había visto, me había hablado, mas nunca imaginé que él sería el causante de mi mayor pesadilla.

 

-Ya no quiero seguir escuchando, no me interesan tus razones. Me quitaste a mis papás, eso es lo único que importa. ¿Para qué me llamaste? ¿Qué quieres de mí? ¿Acaso quieres que te perdone?-

 

-No, nunca te pediría eso - su piel estaba sucia y arrugada, parecía como si su alma perversa se hubiera exteriorizado.

 

-¿Entonces qué quieres? -

 

-Quiero que me mates, que vengues lo que le hice a tus padres. Entierra esta daga en mi pecho y desquita toda esa ira que tienes dentro - respondió al mismo momento que lanzó el arma al suelo.

 

No podía creer lo que me solicitaba. Me quedé helado mientras veía el cuchillo en el suelo, aquel simple filo con el que podría asesinar al monstruo que tenía  en frente. 

 

Y de pronto, inundó mi pecho todo el dolor que he sufrido por culpa de aquel desgraciado, el recuerdo de José Antonio y Diana produjeron un nudo en mi garganta. Él me los había arrebatado y sin pensarlo, tomé la daga con mi mano derecha, mientras que con la izquierda agarré el cuello de ese animal. Alcé el arma y me dispuse a enterrarla en su pecho, a acabar con su vida, porque es eso lo que se merece después de todo el daño que hizo. 

 

 


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