Día 13: Me fui
Adoro a Leticia, es la mujer a quien más he amado, pero el saber que tiene una relación con mi hombre, me destruyó por dentro.
-No te vayas, no me importa que seas gay, podemos ser como hermanos... - me decía ella cuando armé mis maletas y me fui de la casa.
Por supuesto que no le confesé que estaba enamorado de Claudio, solo le mencioné que me sentía mal por estar casados, siendo que tenía otra orientación sexual. Y así quedó, porque me marché de la casa que ambos compramos con mucho esfuerzo.
-Bah, ella se tuvo que ir, si la muy zorra nunca ha trabajado en su vida... ¿De qué va a vivir ahora? Ay no.... ¿Le vas a mantener todavía? - como siempre Gabriela se alarmó y me hizo una escena.
¿Dónde me podría haber ido? Estoy muy deprimido como para estar solo en un hotel, mis padres viven muy lejos de la ciudad y solo tengo una amiga de verdad. Así decidí que lo mejor era irme a compartir departamento con Gaby.
La gordita se alegró mucho cuando se lo pedí.
-Seremos como hermanas gemelas, tendremos los mismas pijamas, veremos películas románticas comiendo chocolate, compartiremos los dildos y leeremos yaoi juntos... Seremos inseparables... - cantaba mientras saltaba por toda su casa. En un momento pensé que rompería el piso y caería al vacío. Dios mío, que era un terremoto.
Así me quedé sin esposa, sin mejor amigo y sin casa. Había perdido todo por ser homosexual, ocurrió aquello que siempre temí.
-Todavía estás joven, puedes conocer a muchos hombres... Yo te voy a ayudar en eso... - Gabriela era muy optimista al respecto.
Imaginé que solo era para calmarme, tan solo que a la semana de estar en su casa, llegó con un hombre a la casa.
Era un vagabundo de unos sesenta años, vivía en la plaza cercana al edificio, olía a trago y a no bañarse en siglos.
-Mira lo que te traje... Él será tu príncipe azul... Aunque está viejito, tiene un buen corazón. Está sucio, pero así puedes bañarlo y dejarlo como tú quieras... Me dijo que el año pasado se le paró la pinga, así que le funciona.... - fue como me lo presentó.
No supe qué hacer en ese momento, porque todo era muy extraño.
-A mi me ofrecieron vino, con eso me conformo... Cuando ya esté borracho, pueden hacer lo que quieran conmigo... - el anciano pronunció sentándose en el sofá.
El vagabundo se abrió de piernas y me dejó entrever su pene negro, ese lleno de mugre que mostraba tras su ropa desgastada. Me dieron ganas de vomitar.
Tomé a mi amiga y la llevé a la cocina.
-¿Qué me trajiste? Pobre viejo, no puedes aprovecharte así de él... - le susurré enojado.
-Ay sí y ahora te enojas, quiero que te habran en culo, consigo a alguien que tiene pene y lo rechazas... Era ese anciano o la prostituta de dos calles más allá, que parece que tiene verga, porque se le mueve algo entre la piernas cuando camina... - respondió enfadada la gordita.
Solo suspiré antes de salir de la cocina y decirle al anciano que se marchara. Le dimos un poco de pan y galletas, a lo que él seguía insistiendo que quería vino.
Ay chiquillos, me voy a morir virgen, el único hombre que quiere estar conmigo es un alcohólico decrépito que vive en la calle. Puta vida, ¿qué hago para conseguir a mi macho? ¿Dónde lo puedo encontrar?