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Ni tan casados por jotaceh

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Día 40: Por fin

El otro día soñé que me quedaba solo para el resto de mi vida, que terminaba viviendo en un departamento atestado de hámster, no gatos porque eso es muy común y no querría ser parte del cliché. La cuestión es que moría ahí y los mini ratones me comían de a poco. Yo que los había cuidado tanto.

Sentí cómo roían mi carne y del susto, desperté muy agitado.

-¿Estás bien? - preguntó Leticia al escuchar mis quejidos, la casa es tan pequeña que se escucha todo.

-¿Te estás jalando el gancito? - me preguntó Gaby que también me había oído.

-¡No sucede nada! - grité ofuscado, pero no con ellas, sino que con el mundo, porque nada ocurre en mi vida, todo es siempre tan gris.

A la tarde fui al bar para trabajar. Estaba depresivo, sin ganas de nada, ni siquiera de discutir con la señora Mauri.

-¿Qué te pasa amiga?... Te ves muy triste... - se me había olvidado que la vieja ahora se cree mi BF.

-Estoy solo, triste y abandonado... Nadie me quiere y me voy a morir así... Ya tengo treinta y nunca he estado con alguien a quien ame... - comencé a llorar como Magdalena.

-¿Treinta? ¿No tenías veinticinco? - la muy entrometida sólo se centró en el chisme.

Mierda, se me había olvidado toda la historia que había creado para salir de la monotonía de mi vida, y que al final, no sirvió de nada.

-Es que me siento tan triste, que creo estar más viejo... - traté de excusarme.

-Pero no pierdas la fe, amiga mía... Un día, cuando menos de lo esperes llegará tu príncipe azul, con zunga, popper y condones... - decía toda entusiasta. Claro, si yo le conseguí al macho.

-Yo puedo ser tu príncipe... - habló Barnie, quien apareció desde las sombras donde siempre se encuentra.

-Prefiero morir solo... - sentencié con malicia y es que no quiero agarrar al primer sujeto que llegue, no señor, quiero que sea a alguien que me mueva el piso.

-Pero si él es el indicado... Él... Él... Tienen mucho en común, ambos están destinados a morir en este bar... - se reía la vieja ésa, volviendo a su maldad habitual.

-Ups, lo siento... - se dio cuenta de su abrupto la muy desagradable.

No quise seguir platicando con ellos, así que me fui a lavar los baños.

Qué estúpido fui, ¿para qué me hago pasar por pobre? Si no sirve de nada, siendo rico o humilde, el ser gay es lo mismo, una verdadera mierda.

¿Qué hago ahora? Tal vez debería regresar a ser ginecólogo, seguir con mi vida tal como la dejé. Pensaba en eso cuando me pregunté si es la profesión que en realidad me gusta. Pues no, jamás me gustó.

¿Y si vuelvo a estudiar? Quizás podría ocupar mis ahorros para pagar una carrera y encontrar mi verdadera vocación.

¿Profesor? No, no me gustan mucho los niños.

¿Ingeniero? Detesto los números.

¿Actor? ¿Acaso tengo la personalidad?

¿Psicólogo? Ni me comprendo yo y voy a entender a otros.

Estaba deprimido dándome cuenta lo poco que me conozco. Estuve tanto tiempo fingiendo ser alguien que no soy, que no me di a la tarea de describir a quién escondía. Por eso, al sentirme libre tomé la primera idea descabellada que pasó por mi cabeza, para huir de esa tarea, porque simplemente me da pánico.

-No sé qué hiciste, pero resulta... Afuera está tu papasote... - llegó susurrando la señora Mauri.

¿Qué? ¿Estaba Claudio afuera? Tal vez se había arrepentido de no realizar nuestro acuerdo y ahora regresaba pidiendo perdón.

Salí rápido del baño para entrar al bar oscuro y húmedo, y encontrarme con una sorpresa. No era Claudio quién me buscaba, sino que... Sino que... Lorenzo.

-Hola... - saludó tímidamente.

-¿Qué haces aquí? - estaba muy sorprendido, pensé que no le vería nunca más.

-Bueno... Reconozco que te odié mucho cuando supe que jugaste con Jonathan y conmigo al mismo tiempo, pero a los días me percaté que al final, sí me gustas, por eso vine a buscarte... Eso, y que tus amigas fueron al mercado a decirme que estabas muy triste y que necesitabas ayuda... - confesó el muchacho.

Supongo que fueron Leticia y Gabriela las que intervinieron. No tengo más amigas. Y me alegro que lo hayan hecho.

Quedamos en tener una cita este fin de semana y comenzar a conocernos de nuevo, desde cero. Lo que quedaba de noche trabajé con una sonrisa en la cara, al fin algo me estaba saliendo bien. 

Yo era feliz , pero parece que cuando a mi me salen las cosas, al resto se le arruinan, porque nadie más estaba contento.

-Siempre me rechazan por feo... - gemía Barnie en su rincón, mientras bebía alcohol.

Estaba soportando eso, cuando cayó la bomba nuclear.

-¿Qué? ¿Qué se enamoró de quién? - escuché el grito de Jonathan tras escuchar el chisme de la señora Mauri.

-Sí, ambos van a comenzar a salir... ¿No crees que es genial? Si al final.... Él ya no te gusta... - intervenía para peor la cantinera.

-No puedo creer que le guste esa zorra, si es la peor... Se hace la santa y quería follar con nosotros dos... - el vendedor de dulces estaba alterado, rojo de la ira.

-No deberías decir eso, ahora estás conmigo.... No tendría que importarte más Lorenzo... - la vieja se estaba alterando también.

-Siempre me va a importar, porque lo amo... Estaba contigo para no estar solo, por favor... ¿Quién te va a querer a ti? Pobre, viejo y hediondo.... - y después Jonathan se quedó callado porque le llegó una botella en el rostro.

Ambos comenzaron a pelear y a romper el bar. Me escondí en el baño, entre asustado y entretenido con el show. Esas locas están realmente locas, pero no me importan porque por fin la vida me sonríe y nada me podría entristecer.

 


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