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Ni tan casados por jotaceh

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Día 61: ¡Ay!

 

Debo reconocer que al ver a Manuel me puse muy nervioso, tanto que tiritaba por el miedo.

 

-¿Entonces?- me dijo cuando estábamos de frente y yo no hacía nada.

 

-Vamos por allá…- lo iba a llevar más lejos de los demás, porque si tenía que ser salvaje, no quería que el resto escuchara.

 

Durante los cinco minutos que anduvimos por el bosque, estuvimos en silencio. En mi mente pasaban tantas ideas, que me llegué a marear. Lo único que había querido en los últimos meses es que me follara y cuando había llegado la oportunidad, moría de miedo y vergüenza.

 

¡No! No podía arrepentirme en ese momento, tenía que dejar bien en alto el orgullo gay, no podía defraudar a todas esas colitas enamoradas de hombres heterosexuales que han deseado por años poder convertir a sus machos. En ese momento, estaba a punto de cumplir el sueño de muchos.

 

Me di ánimos para comenzar con el acto, debía hacerlo de manera magistral para que a Manuel le gustara, porque así… ¿quién sabe? Quizás le gustaría tanto que regresaría para repetir.

 

-Ahora quédate ahí parado, yo hago el resto…- me di media vuelta y lo encaré.

 

La bestia que vive en mi interior despertó como nunca antes, y con el cuerpo envuelto en llamas, me acerqué al hombre para entregarle el mejor orgasmo de su puta vida. Que iba a ser la perra más sucia del pueblo, la reina maraca ordeñadora.

 

Puse mis manos en su pecho duro, ese bien trabajado que hacia estirar su camisa a tal punto que no cabía espacio ni siquiera para el aire. Poco a poco desabotoné la prenda, para comenzar a ver los vellos de su pecho y con los segundos, sus pezones rosados erectos que se erigían delante de mí con orgullo. Sin pensarlo demasiado, los llevé a mi boca y los succioné de tal manera, que le arrebaté el primer suspiro. Jugué con su carne rosada un rato, llenándolo de saliva y elevando su falo hasta los cielos.

 

Luego le miré a los ojos, diciéndole con la mirada que ahora seguiría y que llegaría más abajo, hasta el lugar donde tanto anhelaba que mi boca desembarcara. Desaté el cinturón de su jean, para luego sacar lentamente el botón inicial y seguir con el cierre metálico. Para mi sorpresa, el hombre no iba con ropa interior, por lo que al desatar el pantalón me encontré inmediatamente con su pene, el que me cayó con fuerza en el rostro. Su gran falo, esa carne ardiente estaba liberada y me sorprendió su gran tamaño.

 

-Por Dios, si es enorme…- se me escapó al verle, lo que produjo una sonrisa orgullosa en el rostro de Manuel.

 

Estaba frente a un dios del sexo, a un macho follador que estaba deseoso de hacerme suyo. Tragué saliva antes de probar su falo. Mi lengua tocó su glande caliente y húmeda, para luego engullir el resto de su verga. Santa cachuca, que no me entraba en la boca, era demasiado grande. Mi primo no comprendió eso y me hundió su erección en la garganta, apenas podía respirar y es que no había más espacio. Tuve que luchar contra sus manos poderosas para que me dejara respirar un rato. Todo su pene quedó llenó de saliva, mientras él quería continuar con la felación.

 

Su sabor salado era delicioso, debo reconocer que disfruté cada momento de tenerle allí, de probar su pasión. Tras el falo, decidí llegar a sus testículos, los que lamí para llevarlo a lo más alto del éxtasis. Tras terminar con mi lengua, venía el momento decisivo, tenía que follarme.

 

Me levanté del suelo y le miré a los ojos.

 

-Ahora acuéstate en el suelo… tengo que montarte…- dije resuelto, necesitaba llegar al siguiente nivel.

 

Tal como le ordené, se sacó de un solo tiro el pantalón y se recostó en el suelo, dejando expuesta solo su gran erección, esa que vi con deseo.

 

El corazón me palpitaba fuertemente, mi rostro se calentó ante la ansiedad que me producía cumplir mi sueño. Por fin tendría sexo de verdad, de ese que te marca para el resto de tu vida.

 

Sin pensar en el dolor, me subí a su falo y de apoco, con mucha fuerza, logré introducirlo en mis entrañas. Antes de comenzar a saltar, sentí muy bien su dimensión, lo enorme que tenía adentro y lo caliente que estaba, puedo jurar que lo sentía palpitar de la excitación.

 

Salté lentamente antes de comenzar a hacerlo con todas mis fuerzas. Manuel sentía tanto placer, que cerró los ojos por mucho tiempo, como si se encontrara en el mismo paraíso.

 

No iba a dejar que eso se pusiera monótono, por lo que me levanté, con mis piernas debilitadas por lo que estaba haciendo y me acosté en el suelo, tomé mis piernas con las manos y le dejé en alto mi ano. Ahora debía ser él quien hiciera el trabajo pesado. Sin pensarlo dos veces, fue hasta mí y me introdujo su verga de una sola vez. En esa posición pude sentir mucho mejor lo que hacía y cada embestida que me daba me hacía sentir cosquillas en cada parte de mi cuerpo. Su glande se introducía despiadada en mi interior, cada vez a más velocidad como si ya no se tratara de un hombre, sino que de un animal.

 

Justo en ese momento, vi a Clarisa en el fondo, quien me decía con señas que mientras me follaba Manuel, le diera golpes en el trasero para que ella pudiera sacarle la muestra de sangre.

 

Como pude, con las pocas fuerzas que me quedaban, comencé a golpear a mi primo en las nalgas regordetas que tiene. Si hasta eso tiene rico el muy cabrón.

 

-Hazlo más fuerte papi…- le dije y es que me había comenzado a ver raro tras las nalgadas.

 

Como si esa frase fuera un conjuro, Manuel se puso aún más fogoso y comenzó a follarme con más intensidad. En uno de los últimos golpes que le di, Clarisa aprovechó y le sacó sangre sin que el hombre se diera cuenta, estaba tan caliente que nada le podía desconcentrar.

 

Todo había salido a la perfección, y el acto terminó con la esencia de mi primo regada por toda mi cara.

 

-Prueba mi leche perra… trágala toda…- me dijo antes de eyacular en mis labios, tan solo que era tanta la sustancia, que terminó manchando todo mi rostro.

 

Así terminó rendido a mi lado, jadeando como si hubiera corrido una maratón.

 

-¿Y qué tal?- le pregunté, aunque no obtuve respuesta.

 

Le miré entonces para saber qué sucedía y me encontré con la sorpresa que… tenía el falo erecto otra vez.

 

-Se me paró de nuevo… abre las piernas…-me dijo ordenando.

 

¿Qué? ¿Qué puede haber una segunda vez de inmediato? ¿Qué come este hombre?

 

Al final me folló como una bestia una vez más… y una tercera… y una cuarta… y hubiera sido una quinta, pero decidí golpearlo con un tronco para que se detuviera, porque ya no podía más. Que estaba más abierto que juguetería el día del niño. Que me gustan bien machos, pero este… No, no voy a alegar, éste me salió perfecto y solo debo acostumbrarme a su calentura desmedida.

 

Como que por fin me salió algo bien ¿no?


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