Día 63: Bud sex
¿Les ha pasado que planean mucho algo que cuando llega la hora de realizarlo ya no saben qué hacer? Pues eso me pasó, porque ya tenía el dinero de la herencia, mucha plata, y de pronto ya no sabía qué hacer con ella.
Mi primera idea era viajar, ir a islas paradisíacas, pero en ese momento sentí lo que significaba ser padre. Nuestro Gabriel todavía es muy pequeño para viajes tan largos y preferimos dejar esa idea para más adelante.
Así decidimos quedarnos unas semanas en la capital, mi antigua residencia, para que mis dos acompañantes conocieran lo que es una ciudad. Al principio parecían dos cabras locas en medio del tráfico, estaban sorprendidos por la gran cantidad de gente, por los grandes edificios. Se quedaban viendo raro a quienes usan el pelo de tintes extraños, también a quienes poseen tatuajes y perforaciones. Era casi como cuando Cristóbal Colón llegó a América y ocurrió aquel choque cultural.
Nos alojamos en el hotel más caro de la ciudad, los tres en suites distintas, pidiendo de comer siempre lo más caro y no midiéndonos en gastos. Es una buena vida, aunque pasajera porque no viviremos para siempre así, algo habrá qué hacer.
Luego se me ocurrió que podría operarme. Claro, cambiar aquellos detalles que no me gustan de mi cuerpo. Especialmente la nariz, que detesto que sea curvada.
-¿Qué crees que deba hacerme?-le pregunté a Manuel, esperando a que me dijera que soy perfecto y que no necesito ningún arreglo.
-Una vagina…-me respondió el muy idiota.
Y claro, no quiero ser mujer, soy homosexual pero me gusta ser hombre, así es que no le voy a cumplir la fantasía al machito ese.
Supongo que aquí radica el problema, y es que tengo un hombre que me folla como un dios griego, como todo un semental de campo, tan solo que hay algo que me hace falta: romance. He intentado enamorar a mi primo (que al final como no es hijo de mi tío, no es mi pariente sanguíneo) tan solo que no me ha resultado como me esperaba.
-Podrías abrazarme un ratito…-le dije la otra vez luego de un polvo.
Estábamos ambos desnudos en la cama, sudados luego de follar. Era ese momento en que las hormonas ya se han normalizado y te viene un sentimiento de vacío, como si quedaras débil y solo necesitaras un poco de apapacho.
-Olvídalo, lo nuestro solo es bud sex…-me respondió dejándome intrigado.
Tuve que googlear el término para enterarme que se trata de relaciones sexuales entre dos hombres heterosexuales. Claro, como si yo lo fuera. O sea, que al final, después de todos estos días follando como conejos, él sigue sintiéndose hetero. ¿Cómo? ¿Y por qué mierda se sabe esa palabra tan rara?
Y así volví a la realidad, porque puede que tenga mucho dinero y una verga dura por las noches, sin embargo, no tengo lo más importante, y sí, me pondré como protagonista de novela rosa, porque lo que me hace falta ahora es amor. Mierda, que necesito un poco de apapacho.
-Mira, te daría consejos de amor, pero… yo tampoco sé qué es eso…- me respondió Clarisa cuando le conté mi sufrimiento.
-La vida es triste e injusta, quizás deberías conformarte con ser rico y pagarle a muchachos para que te follen, mientras ves tu vida pasar de polla en polla, hasta que un día mueras por sobredosis de Popper o un infarto al consumir mucho viagra…- y claro, puede ser muy inteligente, pero sigue siendo la misma ex prostituta depresiva de siempre.
-No, no quiero saltar de verga en verga, solo quiero una… una bien grande y tiene dueño… Voy a enamorar a Manuel a como dé lugar…- sí, esa sería mi misión desde ahora en adelante.
-¿Y cómo lo vas a lograr?- me preguntó la madre de nuestro hijo.
Estúpida pregunta, todavía estoy pensando en la forma para conseguirlo. Y es que, aunque conozca todo su cuerpo a la perfección, no sé nada más de él, no me imagino ninguna manera de alcanzar su corazón.
El otro día llegó a mi cuarto, y como de costumbre quería follar sin decirnos ninguna palabra, solo sacarme la ropa, meterme el trozo de carne, irse en mi interior para luego marcharse. Esta vez sería distinto.
-No, espera… quiero que hablemos primero…- detuve su ímpetu sexual.
-Eso es de maricas. Solo abre las piernas…- me dijo derrumbándome sobre la cama.
-Que no… que no quiero follar, quiero que creemos una conexión más profunda…- inicié mi ofensiva.
-Ya cállate, la tengo muy dura y necesito descargar…- era en realidad un hombre bruto.
-Manuel, ¿en serio crees que esto que hacemos no te vuelve homosexual? Porque, déjame decirte que yo sí lo soy… Me gustan mucho los hombres y de hecho, creo que me he enamorado de ti…- o se supone que eso siento, ¿no?
-¿Me quieres decir que eres maricón?- se sorprendió como si le hubiera revelado a una abuela que las historias de Caso Cerrado son falsas y todos son actores. Casi le dio un infarto.
Lo bueno es que la erección se le bajó y se sentó en la orilla de la cama, mirando el suelo detenidamente tratando de comprender algo que es… ¿evidente? Me clava su pollón por detrás ¿y se sorprende que sea gay? Sinceramente me sigue sorprendiendo lo tarado que es.
-¿Te encuentras bien?- le pregunté porque me estaba preocupando.
-Es que es muy fuerte lo que me acabas de decir… No puedo creer que seas gay… ¿y la pobre de tu esposa? ¿La engañaste todo este tiempo?- decía como si fuera un sacerdote confesándome.
-¿Gaby? Bueno, en realidad nosotros no éramos esposos… Sí, estoy casado, pero es con otra mujer. Ella solo es una amiga que me ayudó y que de hecho, sabía perfectamente que soy homosexual… de hecho le gustaba que lo fuera… por eso está con tu papá ahora…- me quedé callado unos minutos para darle tiempo a que entendiera que le estaba revelando que su padre también es marica.
-Por eso se fijó en mi papá entonces, estaba desesperada por estar con un hombre normal…- y no, no entendió nada.
-Verás, te voy a decir esto por tu bien… porque tienes la edad como para saberlo… Mira, pues… ¡Tu papá es gay! ¡Es maricón empedernido! ¿Quién mierda tiene tratamiento de pepino por el culo? ¡Nadie! Su doctor era su pareja y tenían sexo todas las noches mientras tú creías que le estaban sanando un cáncer que no tiene…- no tuve compasión y es que no puedo soportar que sea tan imbécil.
Su boca se abrió, al igual que sus ojos. Y así se quedó por más de media hora. Me recordó a mi primer teléfono inteligente, ese con memoria interna limitada y se quedaba pegado a cada rato. El pobre no podía procesar tanta información en tan poco tiempo.
Luego de una hora, en la que su boca se secó y sus ojos se achicharronaron, logró reaccionar.
-Eso… eso es mentira… Florencio es muy macho. ¿Qué tiene que ocupe camisas rosadas o que se unte cremas? Eso no lo hace maricón… Tampoco que haya sido muy amigo del cura del pueblo, ése que después se fue a Europa con su novio haitiano. Es que es muy sociable… Y… no es raro que se depile las cejas… o el trasero… O… O… ¡Oh! ¡Que mi papito es maricón!- gritó el pobre como la ardilla de La Era del Hielo.
Pues sí, quise enamorar a Manuel diciéndole PARTE de la verdad, y eso que todavía me quedan bastantes secretos que revelar. Y lo único que conseguí fue traumar al pobre machote. Ahora el desgraciado está encerrado en su suite, a oscuras y tendido en su cama en posición fetal, no hace más que murmurar “mi papito es maricón”, como un rezo para espantar a los fantasmas. Si muy lindo será, pero me salió bastante tarado el condenado.