Día 7: Me rindo
No me pregunten cómo, pero Gabriela supo mi dirección y estuvo toda la noche gritando afuera en la calle.
-Eras mi mejor amigo, y me traicionaste... ¡Judas! - escuché una vez que desperté.
-¿Me puedes decir quién es esa mujer? ¿Acaso es tu amante? - Leticia me preguntó cansada.
Le desmentí todo, le conté que era una loca pervertida del gimnasio. Supongo que mi esposa no me creyó, aunque no siguió insistiendo y siguió con su intento por dormir.
-¿Qué haces aquí? ¿No has visto la hora? - a las tres de la mañana salí para encararla.
-Quería olvidarte, pero vi lo que dejaste en mi casa y todos nuestros bellos recuerdos afloraron... - respondió Gabriela como una mujer dolida.
-¿De qué hablas? Si con suerte fuimos disque amigos por un día... Y no dejé nada en tu departamento... - esto me estaba sacando de mis casillas.
-¿Cómo que no? Dejaste dos pestañas y la orina en el baño... No he tirado la cadena porque es el mejor recuerdo del primer amigo que llevo a mi casa- creo que luego de escuchar eso, nada podría sorprenderme de ella.
Intenté obviar la locura que había dicho y le mencioné que lo mejor era dejar de ser amigos, porque Cristóbal no aceptaría nunca que fuéramos amigos. La regordeta se marchó triste y debo reconocer que me seguía sintiendo vil.
Por fin pude dormir y a la mañana fui una hora al gimnasio, para luego trabajar. Para mi sorpresa, Gabriela no se encontraba, tal vez estaba llorando en su casa. ¡No te preocupes! Traté de repetirme en la cabeza.
Hice mis ejercicios, coqueteé con Cristóbal, me bañé y luego tomé mi carro en dirección a mi consulta. Saludé a mi secretaria, quien ya había hecho entrar a mi primera paciente.
Me pareció bien, ya que estaba un poco atrasado debido al tráfico.
-Buenos días, quisiera que se sacara los pantalones y se coloque aquí en este sillón, levante las piernas bien alto en los pedestales y relájese... - siempre digo lo mismo, a veces ni siquiera le veo el rostro a la paciente, ya mucho tengo que verle la vagina.
Me coloqué la bata y los guantes, me senté en el pequeño piso frente a la mujer de piernas abiertas en el aire. Comencé a ver sus genitales como procedimiento general.
-Quería venir a hacer las paces... Pero si quieres verme el vaginón gratis, no tengo problemas.... ¿Sabes? El otro día me picaba un poquito... ¿Tendré alguna infección? -¡Santa Cachucha! No era una paciente, sino que la loca de Gabriela.
Fue tanta mi impresión, que terminé brincando en el pequeño asiento y caí estrepitosamente contra el suelo. La gordita se levantó preocupada para poder ayudarme.
-Gabriela... Por favor... Vístete... - tuve que pedirle y es que al intentar levantarme, me rozaba sus genitales en el brazo.
¡Por Dios! Menos mal que no soy hetero, porque de seguro después de ver a esa mujer desnuda, me haría irremediablemente marica de nuevo.
-Está bien, seamos amigos... Prefiero tenerte en buena que enojada, porque eres muy fastidiosa... - terminé rindiéndome una vez en pie, y es que en realidad esa mujer es insufrible.
Gabriela estaba tan contenta, que comenzó a saltar por toda mía consulta, haciendo que el piso se moviera cual terremoto.
-Yo sabía que no eras mala persona y que en el fondo de tu corazón me quieres... Te prometo que seremos los mejores amigos, haremos pijamadas, saldremos al zoológico, veremos películas de terror, nos masturbaremos juntos, celebraremos nuestros cumples en familia.... - gritaba contenta a la vez que seguía saltando.
Yo al verla, solo atiné a decirle una sola frase:
-Por favor Gabriela, vístete...- y es que la gordita seguía desnuda mostrando la panocha.