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Ni tan casados por jotaceh

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Día 76: El negocio

 

 

Cuando más cerca estás del pecado, más te tientas. O eso por lo menos es lo que me decía mi abuela cuando era un niño, y ahora, le he encontrado razón.

 

Estoy dirigiendo un burdel, uno de alta categoría y diversidad inimaginable, todo lo que puedas desear lo podrás hacer en nuestra casa. Y precisamente por eso, es que me he sentido tan presionado. Le he hecho una promesa a Clarisa de no intimar con ninguno de los trabajadores. ¿Cómo puedo resistirme a eso? Si tengo la tentación casi en mis manos, nunca había tenido el placer tan cerca.

 

El otro día caminaba por el pasillo del segundo piso cuando de pronto Gianluca, uno de los musculosos que contratamos en el gimnasio, salió del baño completamente desnudo. ¡Por Dios! Que su cuerpo era perfecto, duro como una ropa, su piel estaba tostada y mojada por la ducha, sus bellos eran precisos, todo un símbolo sexual, cual dios bajado a la tierra.

 

-Disculpa, no hay toalla... ¿me puedes traer una? –me preguntó, mientras yo no podía dejar de mirarle el pito.

 

-Son veinte centímetros...-comentó al percatarse qué le estaba observando.

 

-Disculpa, es que me desconcentré...- dije tímido, como niño descubierto viendo porno.

 

-Está bien, si quieres puedes secarme con tu lengua... No tengo problemas...-y les juro que en ese momento sentí que la sangre se me iba a salir por la nariz, cual dibujo japonés.

 

Corrí antes de hacer realidad mi fantasía. No, no y no, no podía incumplir en mi promesa. Clarisa me ha ayudado mucho en el último tiempo, es la única que me ha acompañado y por eso, merece mi sacrificio. Si ella dice que no es bueno mezclar el negocio con el placer, es porque tiene razón.

 

Sin embargo, no solo Gianluca se me ha insinuado, porque una de las chicas transexuales parece estar enamorada de mí.

 

-Que no te haría yo si estuvieras soltero...-me gritó el otro día en el patio al verme pasar.

 

Se supone que Clarisa y yo estamos casados, por eso es que Anastasia me insinúa que podríamos ser amantes.

 

Una mañana fui en pijama a la cocina, tomaba un poco de leche cuando ingresó la estrambótica, vestida con un camisón de seda, una boa de plumas alrededor del cuello, portaligas en las piernas y el cabello suelto.

 

-Qué sorpresa, no pensé que nos encontraríamos aquí...-dijo al verme.

 

Algo me hacía pensar que había planeado todo, y es que ¿quién duerme tan arreglado? Juraría que además estaba perfectamente maquillada.

 

-¿No estás cansada por haber trabajado toda la noche?-le pregunté.

 

-Claro que no, para mí el trabajo es un placer...- era tan seductora que se llevó un dedo hasta su labio para acariciarse.

 

-Adiós...- me quería ir, me sentía aterrado de tenerle allí, estaba siendo acosado. No llegué muy lejos, porque Anastasia me detuvo en la puerta.

 

-Si sucede algo entre nosotros, tu esposa no se enterará, lo prometo... Soy muy buena para guardar secretos...- se me acercó de tal manera que sus senos falsos me rozaban.

 

-Lo siento, no quiero...-apenas podía responderle.

 

-¿Sabías que puedo mover el ano mientras me penetras? Es una sensación deliciosa... podrías probarlo...- había llegado muy lejos.

 

-No me gusta eso…- me sentía como un pedazo de carne… rancio.

 

-¿Te gusta que te la metan? Porque también soy muy dotada… Mira…-y se llevó la mano a su paquete, ese que había escondido entre sus piernas con cinta adhesiva y que ahora dejaba en libertad.

 

Santa Cachucha, que aparte de tener senos enormes, tenía un pollón descomunal. Era lo más raro que me había pasado.

 

No resistí más y me retiré de la cocina empujando a la “señorita”. Me gustan los hombres, y he tenido sexo con mujeres, tan solo que no sé si podría ser follado por una, en mi mente es algo muy extraño todavía.

 

He intentado por todos los medios alejarme de Anastasia, y es que no quiero volver a ser acosado, porque no entiende el rechazo, simplemente sigue hasta no dar más.

 

Una noche de trabajo, estaba en el tercer piso haciendo de anfitrión, llevando al cliente hasta la habitación donde sería atendido, cuando de pronto la chica apareció frente a nosotros. Todo había salido bien, había logrado zafar, y por sorpresa, me la topo allí. No iba a pasar por una humillación nuevamente, por lo que entré con el hombre a quien acompañaba, hasta la primera habitación que encontré. Necesita esconderme.

 

-¿Disculpe? Le solicité una muchachita… No a usted…- el hombre imaginó que le atendería.

 

-No, no se preocupe… En un momento salimos…-le vi detenidamente, ¿quién se creía? Era muy feo como para querer estar con él.

 

-¿Y por qué no? ¿Acaso no le apetezco? – al parecer el hombre no era tan heterosexual como quería aparentar.

 

-No, no me refería a eso… Usted es muy guapo…-tuve que mentir y es que el cliente siempre tiene la razón.

 

-Muy bien, entonces ponte en cuatro, perra…- el viejo de cabellera blanca y abdomen abultado se puso desafiante, sacó su cinturón y comenzó con la atención.

 

En ese momento pensé dos cosas, la primera que el sujeto estaba realmente loco, y es un morboso de lo peor. Había pedido a una mujer, y al final estaba excitado conmigo, que tampoco lo culpo porque soy irresistible. Lo segundo, es que recordé la promesa hecha a Clarisa, había jurado que no mezclaría el negocio con el placer. Sin embargo…

 

-Lo que tú quieras, papi…- le respondí antes de bajarme los pantalones y hacer lo que quería.

 

Porque claro, me dijo que no intimara con la gente que allí trabaja, no mencionamos nada de los clientes. De hecho, con su lógica, lo que estaba haciendo es participar más profundamente en el negocio. Mierda, que necesitaba sexo y no me importó acostarme con un viejo feo.

 

Ver al sujeto desnudo, con su panza que parecía de embarazada, sus vellos blancos en el pecho y las piernas de pollo, fue un espectáculo dantesco, aunque traté de no mirarle mucho y solo sentir su pene follándome.

 

-¿Te gusta? ¿Te gusta que te la meta? –me preguntaba el muy asqueroso.

 

-Oh sí, papi… la tienes enorme…- mentí descaradamente, porque la verdad es que no sentí nada, su verga era tan chica que solo me había cosquillas.

 

Para poder disfrutar el momento, tuve que recordar el cuerpo escultural de Gianluca, aquellos músculos perfectos, la piel tostada, el pene grueso y grande, la cinta que lo escondía entre sus piernas… Mierda, que de pronto recordé el pito de Anastasia y todo se volvió aún más tétrico. Que no me había podido sacar esa imagen de mi cabeza, que al final parecía que sí quería ser follado por la muchacha. ¿Qué mierda está pasándome?

 

 


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