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Ni tan casados por jotaceh

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Día 86: Urgencias

 

A veces las relaciones de pareja son muy débiles, solo hace falta tres pequeñas pastillas a diario para que se derrumbe como un castillo de naipes.

 

Tal como lo había predicho, Bárbara estaba con Manuel por habilidades que tienen que ver más con el tren inferior del cuerpo, que con el superior.

 

-No sé qué me sucede, te lo juro... Nunca me había sucedido... - mi primo le suplicaba confianza a su novia.

 

-No te creo... Debes estar revolcándote con ese imbécil de Nicolás... Es eso ¿verdad? - gritaba colérica la rubia.

 

Yo observaba todo desde la comodidad de la ventana de mi pieza. Ambos discutían en la entrada de la casa, y es que al perecer nuevamente no le había funcionado la herramienta al campesino.

 

Tres semanas con problemas cansan a cualquiera y hasta ahí llegó el amor incondicional que le profesaba la ingeniera.

 

Manuel ingresó derrotado a la casa, no podía creer que le estuviera sucediendo eso y es que, en su mente machista, el no poder follar era la peor de las deshonras.

 

-No ves, yo te lo advertí... Ella no es para ti. ¿Quién mejor que otro hombre para comprender lo que te sucede? Yo no te juzgo... Esperaré lo suficiente para que se te pase... - obvio, solo tenía que dejar de darle la pastilla.

 

Me acuerdo que esos días fueron grandiosos, veía discutir a la pareja y después, consolaba al hombre en nuestra pieza, tratando que entendiera que soy yo el único que lo puede amar.

 

Aunque claro, Bárbara no llegó a ser ingeniera por ser estúpida y no se daría por vencida tan rápido.

 

Una noche iba camino a mi pieza cuando escuché unos gemidos. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Acaso una de las chicas estaba atendiendo a un cliente en mi pieza?

 

Entré muy enojado por la ofensa, ¿y con qué me encuentro? Con que Manuel estaba encima de la rubia follando como si no estuviera tomando escitalopram. ¡Qué falta de rigor!

 

-¿Qué están haciendo? - OK, la pregunta fue estúpida, pero es que no podía creerlo.

 

-¿Qué crees tú?... No hay nada que una pastilla azul no solucione... - mencionó la muy desgraciada haciendo alusión que le había dado viagra a mi primo.

 

¿Qué? ¿Cómo se le ocurre darle una pastilla sin supervisión médica? Qué terrible que exista gente como ella.

 

Cerré la puerta ofuscado, me había ganado la muy zorra, y jugando mi mismo juego, pero está bien, si guerra quería, eso mismo tendría.

 

Con que tres pastillas no son suficientes, muy bien, entonces el doctor Nicolás recetaría cinco, vamos a ver si el viagra le hace efecto con esa dosis.

 

Tuve que esperar un par días antes de ver frutos, y es que, aunque tomaba una pastilla de viagra, de todos modos, no se le paraba.

 

-Esto me supera... Estoy defectuoso. ¡Ya no puedo llamarme hombre! - alegaba el campesino cuando Bárbara volvió a enojarse. Los escuché colocando la oreja en la puerta de mi habitación.

 

Salté de alegría por la casa al darme cuenta que iba ganando otra vez. Soy tan brillante.

 

Estaba celebrando mi victoria cuando de pronto me encontré con Clarisa, quien parecía muy triste.

 

-¿Qué sucede Clari? - me senté a su lado en el sofá.

 

-¿Crees que soy muy fea? - preguntó acongojada.

 

Mierda, estaba en un dilema, porque bueno, siendo sincero sí, es bien feita la pobre, tan solo que no podía decirle eso.

 

-No, claro que no... Solo que tienes una belleza... Más artística, como de cuadro abstracto... - ay, que no sabía cómo decirle que no era bonita.

 

-Está bien, si siempre lo he sabido... Tan solo que ahora me lo dijo Gianluca... Que era fea y que le daba vergüenza tener una relación conmigo - en ese momento la chica comenzó a llorar.

 

No pude contener la rabia, aunque también sentí mucha pena. ¿Por qué hay gente que se siente con el derecho de jugar con los sentimientos de alguien tan bueno como Clarisa? No podía creer que Gianluca fuera tan superficial, que ese musculoso de cuerpo perfecto y rostro armonioso, gruesa voz y pene de burro, se fijara tanto en lo físico.

 

-No te merece... Es un tarado si no es capaz de ver todas las cualidades que tienes... Solo déjalo y busca a alguien que realmente te quiera por cómo eres... - fue mi consejo.

 

Vaya, hasta yo me sorprendí de lo maduro que sonó eso.

 

-Es que no puedo... Lo amo, me enamoré de él, y aunque lo dejara, nunca encontraré a nadie que me ame porque soy muy fea... - no podía parar de llorar y yo ya no sabía qué más decirle.

 

Estaba abrazando a mi amiga, intentando calmar su tristeza, cuando de pronto escuchamos un fuerte grito desde el segundo piso.

 

-¡Auxilio! - gritaba la rubia.

 

Corrí de inmediato al cuarto, para encontrarme con Manuel en el piso, convulsionado y botando espuma de la boca.

 

-¡Tiene rabia! - fue lo que dijo Clarisa.

 

Pero no, no era eso, sino que un shock alérgico, algo había ingresado a su cuerpo y le había hecho colapsar.

 

-¿Qué le diste? - increpé a la barbie.

 

-Es que no se le paraba... Así que le di tres viagras más... - contestó preocupada.

 

-¿Cómo se te ocurre? ¿Acaso no piensas en el bienestar de Manuel? - no podía creer que fuera tan irresponsable.

 

Tomé calma y llamé a la ambulancia, luego semivolteé al hombre para que no se fuera a atragantar con su propia saliva ni con la lengua.

 

En quince minutos llegó emergencias y se llevaron el cadáver, quiero decir, a Manuel.

 

-¿Quién lo va acompañar? -preguntó el paramédico.

 

Observé a mi enemiga y es que era de esos momentos en que estábamos en competencia. Teníamos que ver quién era más importante.

 

-Yo soy su novia... -insistió la rubia.

 

-Yo soy su único pariente en este lugar, soy su primo -dije altivo y es que era más importante el parentesco que un romance estúpido.

 

-¿Entonces? ¿Quién va? –al parecer el sujeto de la ambulancia quería que lo decidiéramos nosotros.

 

No esperé la discusión con la nueva, por lo que me subí al carro al lado de mi amado y no miré a nadie más. Yo iba a acompañarlo y punto, no había nada más qué decir.

 

Estuve a su lado hasta que llegamos al hospital y lo ingresaron a urgencias. Me quedé en la sala de espera, estaba tranquilo y es que sabía que Manuel saldría adelante, no era tan grave lo que tenía, con un simple lavado de estómago quedaría todo solucionado.

 

Al rato llegó Bárbara para interrumpir mi calma.

 

-¿Qué ha sucedido? ¿Has tenido novedades? –preguntó como si fuéramos grandes amigos.

 

-Está muy grave… Si se muere será tu culpa –me alegró ver su rostro de pánico.

 

Después se quedó callada y se sentó a mi lado esperando a que el doctor saliera para darnos información.

 

-¿Parientes de Manuel Goycolea? -dijo el hombre de blanco tras salir de emergencias.

 

Con la rubia corrimos a su encuentro, desesperados por saber algo del hombre que amamos.

 

-Bien. El paciente se encuentra estable, tuvimos que realizarle un lavado estomacal y es que por las pruebas de sangre pudimos darnos cuenta que había tomado una gran cantidad de medicamentos… ¿Él está en tratamiento por la depresión? –rayos, estaban a punto de descubrirme.

 

-Sí –dije inmediatamente tratando que todo pareciera normal.

 

-¿Qué? Claro que no, si Manuel no sufre de depresión ni nada parecido –tenía que intervenir la ingeniera.

 

-¿Está segura? Porque encontramos altas concentraciones de Escitalopram, como para tratar la depresión de una ballena azul, debió estar pasando un pésimo momento… Por lo mismo, no era recomendable que también tomara tantas pastillas de viagra –sentenciaba el especialista.

 

Con Bárbara nos miramos con odio, obviamente ya había entendido toda la verdad, tan solo que no podía juzgarme porque ella había hecho exactamente lo mismo. Esta batalla ha sido perdida, pero no me voy a rendir hasta lograr mi propósito, lo consigo o se muere Manuel, lo que suceda primero.

 

 

 

 


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